17. La decisión
Entreabrí los ojos un momento al sentir una mano fría sobre mi frente. Alguien me cogió en brazos y me llevó a la cama, supuse que de mi habitación. Y me tapó con una manta.
- Tienes mucha fiebre.
Era la voz de Will. Sentí un escalofrío al darme cuenta de lo vulnerable que era en esa situación. Estaba tan débil que no podía ni incorporarme. Era de día. Probablemente había pasado toda la noche durmiendo fuera en el balancín.
- ¿No vas a clases?- le pregunté con dificultad.
- ¿Temes que sospechen si faltamos los dos? ¿Qué crees que se imaginarán?- sonrió con picardía produciendo que me sonrojara.
- Haz lo que quieras. Solo preguntaba- repliqué.
Me dio una pastilla y me puso un paño de agua fría sobre la frente. Después me quedé dormida de nuevo. Al despertar, vi que seguía ahí. Era la hora de comer y me había traído una sopa caliente. Estaba sorprendida. No esperaba que fuera tan amable.
- ¿Por qué haces todo esto?- quise saber mientras él me acercaba la cuchara a la boca.
Me daba vergüenza que me diera de comer, pero por otra parte...
- Mientras dormías estabas delirando y recitaste algunos versos más de la canción. ¿Cómo podría perderte de vista en una situación así? Recuerdas más dormida que despierta.
- Pero ¿por qué me cuidas?- insistí.
- Tienes que estar bien hasta el jueves, me prometiste que podría experimentar lo que es una cita divertida.
- ¿Y no podemos dejarlo para el domingo?
- No. Tiene que ser el jueves. No dispongo de más días- su tono empezó a volverse frío, señal de que debía empezar a retirarme, pero no hice caso.
- ¿Por qué...?
- Haces demasiadas preguntas- dijo serio, atravesándome con la mirada.
Tragué saliva y recibí las cucharadas en silencio. Volví a descansar y no desperté hasta la mañana siguiente. No había nadie. Me levanté para ir a ducharme, pero mis piernas no estaban de acuerdo y me fallaron, haciéndome caer.
- Genial...- pensé.
Observé que llevaba puesto el pijama, pero no recordaba haberme cambiado. Solo esperaba que no fuera él quien... Y me quedé dormida sobre la alfombra hasta que Will vino y me levantó, llevándome a la cama.
- Me vas a dar muchos problemas, ¿no? Quédate quieta en la cama. Y come.
Otra vez sopa. Estaba rica, pero no tenía apetito, la verdad.
- ¿Quién me ha puesto el pijama?
- ¿Quién crees?
Me sonrojé, pero también me molesté.
- ¿No te da vergüenza?
- A mí sí, pero a Sara no. Anoche vino a verte porque estaba preocupada y se ocupó de ti.
- Aaahhh... lo siento.
- Hoy vendrá también, seguro.
Sonreí. Estaba agradecida de tener a gente que me cuidaba. Aunque los motivos fueran desconocidos. La verdad, por muy malo que fuera Will, me ayudó en más de una ocasión. Aunque al final me fuera a quitar la vida, yo no le iba a traicionar. Y si tenía que morir, preferiría que fuera en sus brazos y lo último que vería sería su rostro. De pronto me di cuenta de lo que estaba pensando y traté de hacerme reaccionar a mí misma. "Solo porque te esté dando de comer no significa que no pueda matarte en cualquier momento. ¡Despierta!" me dije a mí misma, "¡No te dejes engañar! Solo te está usando y no puede hacerlo si estás enferma, solo por eso te cuida. Él mismo te lo ha dicho".
- ¿Por qué pones esa cara rara?- se rió- Parece que estuvieras intentando resolver acertijos en tu cabeza.
Me tapé la boca, dándome cuenta de que mi cara era demasiado expresiva. Debía evitar que supiera mis temores.
- ¿Me traes un libro, por favor? No tengo sueño...
Will se sentó en el borde de la cama tras dejar el plato en la mesilla de noche y me recostó la cabeza en la almohada. Me sentí confusa, estaba muy cerca de mí. ¿Qué quería?
- ¿No soy yo mejor que un libro? ¿Por qué no hablas conmigo y me cuentas cómo fue tu cita? Llegaste con la ropa mojada.
- No... no te pongas tan cerca...- dije por fin.
No debí decirlo, pues se acercó todavía más, para chincharme.
- ¿Cómo? ¿Te incomoda que esté así de cerca? ¿Como cuando nos bes...?
- ¡Que dejes de recordármelo!- alcé la voz, empujándole para quitármelo de encima con todas mis fuerzas.
Will me sujetó las manos contra la almohada, parecía que iba en serio.
- ¿Y qué vas a hacer?
Me quedé mirándole y me di cuenta de que no podía contestar. ¿Qué podía yo hacer? Nada le afectaba. No tenía ningún arma que usar contra él. Excepto quizá...
- Pues... No iré a la cita. Y aunque me lleves a rastras no te lo pasarás bien y te arrepentirás de haber desperdiciado ese día conmigo porque no pienso colaborar para que sea un buen día.
- ¿Qué dices que harás?- dijo en un tono siniestro que me hizo arrepentirme de mis palabras.
Giré la cabeza y miré hacia otro lado, pues no podía sostener esa mirada penetrante que me estremecía. Se acercó a mi oído y me susurró algo que me puso los pelos de punta:
- No puedes negarme nada. Desde que hiciste ese trato conmigo eres mía. No necesito recordarte que te puedo quitar tu libertad o tu vida en cualquier momento, ¿verdad?- esperó a que asintiera y continuó- Hasta ahora te he dejado para que hicieras lo que quisieras, no te obligué a hacer ningún trabajo sucio. Pero si te pones arrogante conmigo creyendo que tienes algún derecho de amenazarme, la cosa podría cambiar. Todo iba bien hasta ahora, no queremos que eso pase, ¿no?
No podía dejar de temblar y un sudor frío cubría mi frente. Cerré los ojos con fuerza y traté de buscar una salida de esa situación. Estaba tan aterrada por sus palabras que ni podía pensar. Me había confiado demasiado, olvidando quién era en realidad. Me consideraba como una pertenencia y por eso me cuidaba, pero solo hasta que dejara de ser útil y en cualquier momento podía deshacerse de mí. No era lo mismo que ser suya en el sentido de que mi corazón le pertenecía. Podía apoderarse de mi cuerpo y mi vida, pero nunca tendría mi corazón.
- Te he hecho una pregunta.
- No... No quiero que pase- contesté con voz temblorosa.
- Sí, ya me parecía a mí. Ni aunque estuvieras bien no podrías hacer nada, mucho menos ahora en tu posición. Ha sido un error por tu parte. Ahora sí, tiembla... Tienes motivos.
Dejé de sentir su aliento en mi oído y entreabrí un ojo, para ver qué expresión tenía en el rostro. Estaba serio, pero no parecía enfadado sino más bien era... ¿rabia? Me soltó las manos y me cogió la cara, girándola hacia él, con suavidad. Entonces me di cuenta de que lo que había hecho no era por impulso, sino a sangre fría, pues controlaba sus movimientos y la fuerza que aplicaba.
- No me digas cosas que me hacen enfadar, sabes muy bien cuáles son. No me obligues a recurrir a esto para hacerme respetar... Cualquier otra persona de la que he sacado información o que ha sabido algo de mí hubiera dado lo que fuera por estar en tu lugar en vez de la suerte que corrieron. Si eres desagradecida me arrepentiré de haber decidido tratar diferente en esta ocasión a un testigo. Sabes que no tengo problema en quitarme de en medio a cualquiera que se interponga en mi camino. Sé una chica inteligente y llévate bien conmigo. Solamente te pedí que colaboraras conmigo. ¿Tan difícil es?
Su tono se había suavizado. Parecía como que me estaba regañando. Quizá era por la fiebre que me hacía pensar cosas raras, pero me pareció mono intentando justificarse de manera torpe. Me estaba diciendo que no quería hacerme lo mismo que hizo a los demás testigos y que no le hiciera enfadar para que no tuviera que arrepentirse de su decisión. Sin embargo, el miedo que me daba no se iría ya que nunca estaría a salvo, en cualquier momento podía meter la pata y sería mi fin. Aquello no podía seguir así. Max y el jefe tenían razón. Intentaría aguantar un poco más y llevarme bien con él, pero no podía seguir viviendo en constante temor a que le diera un venazo y de deshiciera de mí. Era arriesgado, pero pensaba seguir el plan que idearon para meter a Will a la sombra.
- ¿Si me vas a matar por qué me cuidas?
- Ahora mismo viva me eres más útil.
- ¿Y cuando deje de ser útil?
- No habrá necesidad de que nos volvamos a ver si no te entrometes. Y mientras que no nos veamos me da igual lo que hagas, si estás viva o muerta o lo que sea.
- ¿Acaso te ha importado alguien alguna vez?
- No. Ni yo mismo me importo. Mi única razón de vida es cumplir mi objetivo. Si no realizo mi deseo, me da igual lo que me vaya a pasar.
Vi que por un momento sus ojos se apagaban. ¿Qué clase de deseo era ese que le daba igual lo que tuviera que hacer por conseguirlo y le daba igual morir si no lo conseguía? Realmente era temible que fuera capaz de cualquier cosa por realizar su objetivo. Y era temible que no le importara nada ni nadie, solo su deseo.
De pronto, Will se dio cuenta de que había dicho demasiado y retiró las manos, liberando mi cara, y se puso en pie. Cogió el plato y se fue de la habitación. Suspiré aliviada. Al final me libré de contarle sobre la cita y darle una respuesta sobre si sería más cooperativa. Vino a darme la pastilla para el resfriado y ponerme el paño húmedo sobre la frente.
- Nunca había hecho esto. Lo había visto y leído. Pero nunca lo hice. Es interesante cuidar de un enfermo. Ver que dependes de mí y no puedes oponerte a nada de lo que haga porque estás débil... También es interesante- comentó con una sonrisa irónica-. No me he olvidado de que me tienes que contestar a un par de cosas. Cuando vuelva ya sabes...
Me dejó descansar y se fue. Hacia el anochecer vino Sara y me preparó la bañera. Se quedó cerca vigilando que no me pasara nada, a pesar de que ya me encontraba mejor y podía andar. Me trajo los apuntes y me dijo los deberes que había para que me pusiera al día con todo en cuando estuviera bien. En cuanto se enteró de que fue Will el que me había estado cuidando se sorprendió y empezó a insinuarme cosas.
- No sé por qué lo hace, quizá realmente se aburre. Pero eso no cambia nada, es el mismo.
- Pero yo pienso que los villanos tienen una razón para lo que hacen, ya te dije. Y seguro que alguno puede cambiar...- insistió ella.
- Quizá en las novelas, pero en la vida real, es muy difícil que una persona cambie así como así.
- Yo pienso que no te ve como a las demás, sobre todo si te ha pedido una cita.
- Pero de ahí a que realmente pueda sentir algo hay un abismo. Tú no sabes cómo es...- eché a temblar al recordar-. Tiene el corazón de piedra. Solo porque yo tenga 1% menos de probabilidades de acabar como los demás no significa...
- No te hará nada, de eso estoy segura. ¿Crees que te hice besarle solo por venganza? Él no va a olvidarlo, lo que significa que tampoco va a dejar de pensar en quien se lo dio. Es el primer paso- explicó-. Es una estrategia. Si piensa en ti, no puede odiarte. Y tampoco podrá hacerte daño. Al menos, se lo pensará más que con cualquier otro.
- Pues ojalá y tu extraña estrategia funcione, porque yo tengo miedo.
- Claro que funciona, prueba de ello es que está preocupado por ti y te cuida.
- Solo le preocupa quedarse sin fuente de información...- repliqué- No le has visto amenazarme.
- Ya verás quién tiene razón. Cuando vuelvas de la cita quiero que me cuentes todo- dijo ilusionada.
- Está bien.
Me fui a dormir y por la mañana desperté más temprano de lo normal, pues Will había venido a tomarme la temperatura.
- Está bajando. Pero hoy deberías seguir en casa. Si quieres por la tarde puedes salir un rato.
Fue a abrir la ventana para que entrara aire fresco y retiró el paño de mi frente, alegando que ya no era necesario. Mi estómago gruñó, haciendo que me sonrojara y me cubriera la tripa con los antebrazos. Will se rió de mi reacción.
- Supuse que tendrías hambre y te preparé el desayuno... Pero está abajo en el comedor. ¿Podrás ir hasta ahí?
Olía muy bien, la verdad. Debían de ser tortitas con mermelada. No pude evitar sonreír. Me bajé de la cama y caminé hasta la puerta, pero Will puso su brazo delante, impidiéndome salir.
- Antes contéstame a lo que quiero saber.
Tuve que hacer memoria para recordar, pues solo pensaba en las tortitas y se me hacía la boca agua.
- Lo siento por lo que dije ayer, intentaré llevarme bien contigo. Y la cita... Nos dimos paseos por la ciudad y fuimos con la barca, pero me caí al lago por asomarme demasiado y por eso volví con la ropa mojada.
Will quedó satisfecho y me dejó salir, pero decidió ir delante por si me caía por las escaleras. Le demostré que podía bajar sola. El desayuno estuvo delicioso. Pensé que debería aprender a hacer tortitas yo también. Cuando me levanté de la silla, me sentí un poco mareada, pero no le di importancia. Comencé a subir las escaleras de regreso a mi habitación mientras Will me miraba desde abajo, vigilando. Estaba llegando a la mitad cuando de pronto todo se volvió negro por un momento. Me había esforzado demasiado repentinamente después de dos días. Perdí el sentido del equilibrio y caí hacia atrás. Will fue rápido a cogerme, pero no estaba preparado para el choque y caímos de espaldas al suelo, abajo de las escaleras. Yo caí encima de él, por lo que el golpe no fue tan duro como el que sonó cuando la cabeza de Will chocó con la pared. Cuando me recuperé, me di cuenta de que me había envuelto con sus brazos. Al ver que me incorporaba, me soltó y se frotó la cabeza, haciendo como que no era nada. Se levantó y me cogió en brazos, llevándome a la cama.
- Ya has dado bastantes problemas por hoy. Duerme. Por la tarde volveré para hablar de un asunto.
Me dio la pastilla por última vez y antes de irse, le agarré de una esquina de su camisa, por lo que se giró para ver qué quería.
- Will...
- ¿Sí?
- Gracias.
Él se sorprendió por un momento, pero luego me ofreció una sonrisa sincera. Era la primera vez que le veía sonreír así.
- Y me gustaron mucho las tortitas.
- Bueno, espero que las hayas disfrutado porque no te haré más- me sacó la lengua, riéndose.
Y mientras se me cerraban los ojos, él se me quedó mirando, dejándome ver esa sonrisa por última vez. Pues nada volvería a ser lo mismo una vez que le traicionara. No me iba a sentir bien haciéndolo, pero era lo correcto. Los villanos no deben andar sueltos. Ahora te sonríen, ahora te sacan un cuchillo. No me volvería a dejar engañar.
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