11. La broma
Esa semana estuve más entretenida con Will que con los estudios. Cada vez que me la jugaba, la devolvía. Al principio eran cosas simples, como esconder objetos o meter bichos en la mochila. Sin embargo, a la semana siguiente decidió hacer algo de lo que difícilmente me olvidaría. Teníamos que hacer un trabajo por parejas y me tocó con uno de los chicos más populares, guapo, listo, amable... Siempre estaba rodeado de gente y ocupado por lo que nunca tuve la oportunidad de hablar con él y conocerle. Se llamaba Max. Estaba deseando hacer ese trabajo con él y conocerle mejor, pero eso no pasó. Me evitaba cada vez que iba a hablar con él sobre el trabajo. Llegó el viernes y aún no habíamos hecho nada.
Decidí preguntarle a un amigo suyo cuál era el problema. Entonces descubrí que Will le había contado a Max que quería confesarme y pedirle una cita en cuanto pudiera hablar con él. Me di en la frente con la palma de la mano. ¿Cómo no pensé que era el turno de Will de hacer algo y que esa semana parecía que no había nada raro? Aquello iba más allá de mi relación con los compañeros, afectaría mis notas y con ello la oportunidad de estudiar en una universidad importante. Le pedí al amigo de Max que me ayudara a estar a solas con Max y explicarle las cosas, pero lo que yo no sabía era que a él también le gustaban las bromas...
El resultado fue que Max y yo acabamos encerrados en la clase de música toda la tarde del viernes. Si nadie venía y el edificio cerraba hasta el lunes... ni quería imaginármelo. Estuvimos gritando pidiendo ayuda pero ya no había nadie que pudiera escucharnos. Desgraciadamente, la clase de música estaba insonorizada. Max me miró con temor, pensando que en cualquier momento me declararía.
- Bueno, acabemos de una vez con esto, dime lo que me tengas que decir, pero atente a las consecuencias de una respuesta sincera- me advirtió.
- Toda la semana estuve tratando de hablar contigo sobre el trabajo, ¿sabes que es para el lunes?
Max me miró perplejo. Por su cara pude adivinar que se había olvidado completamente del trabajo. Palideció en un instante.
- El... Trabajo... ¿Qué hacemos? Creí que querías confesarte o algo... He tenido demasiadas y no me gusta tener que estar rechazando a todas y ver su cara de desilusión...- se lamentó él- Estaba tan centrado tratando de pensar en cómo decirte que no de una forma que no te hiciera daño que ni me acordé del trabajo y que lo hacía contigo.
Me quedé sorprendida por lo considerado que era. Cada vez tenía más razones para entender por qué era tan popular.
- Si no te conozco, ¿por qué iba a confesarme?- me reí, tratando de aliviar la tensión del ambiente-. Además si rechazas a todas, ¿cómo sabrás si no te gusta alguna? ¿Nunca has pensado en darle una oportunidad a ninguna de tus admiradoras?
Max se quedó pensativo. Desde luego daba la impresión de que no se le había ocurrido. Entonces pareció reparar en una de las cosas que dije:
- Espera, ¿no te gusto?
- No. Bueno, no de la forma romántica.
- ¿No te atraigo ni un poco?
- Como ya te dije, ni te conozco, nunca hemos hablado ni pasado tiempo juntos. No se nada de ti. ¿Qué es lo que debería atraerme?
Max se quedó de piedra. Parecía herido en su orgullo. Por muy guapo y amable y listo que fuera, no quitaba el hecho de que su modestia era fingida. En el fondo le gustaba ser el centro de atención. Quizá me pasé diciendo todo eso, ya que sí que me parecía alguien digno de admirar, pero quería que se diera cuenta de que no todos éramos tan superficiales y nos enamorábamos a primera vista.
- Bueno, en cuanto al trabajo...- cambié de tema, pero Max se había quedado inmóvil, aún mirándome. Incluso temblaba-. Oye... ¿Estás bien?
- El... El trabajo... Sí...- tartamudeó- El trabajo... ¿De qué es el trabajo?
- Del tema que elijamos mientras esté relacionado con la Edad Media.
- ¿Qué es lo que no te gusta de mí?- dijo de pronto.
- ¿Que qué? Pues no es que haya algo que me disguste...- contesté empezando a incomodarme.
- ¿Entonces?
- Para que me guste alguien le tengo que conocer, no basta con verle de lejos hablando con los demás. Yo no me enamoro a primera vista. No tienes que entenderlo, tan solo acéptalo y hablemos del trabajo. ¡Mis notas estan en juego!
- Si tanto te importa el trabajo, pues hablemos del trabajo- repuso algo molesto-. Tú escribirás sobre la literatura y yo sobre el arte. ¿Contenta?
Cada vez tenía más ganas de salir de ahí. Abrí la ventana y me di cuenta de que estábamos en la planta baja, por lo que podía salir por ahí. Así lo hice y cerré la ventana, dejándole atrás. El mayor reto sería saltar la valla, que era algo alta, pero no había otra opción. Traté de subir, pero era difícil apoyar los pies y dependía sobre todo de las manos, por lo que acabé cayendo. Y para colmo, comenzó a llover. A mi lado apareció una mano tendida hacia mí, ayudándome a levantarme. Le sonreí, agradecida de no estar sola.
- Hay otra forma de salir.
Me llevó a un lugar del patio que parecía solitario, nunca había estado ahí, parecía el típico lugar secreto de una banda. Retiró una parte de la valla que estaba rota y dejaba el espacio justo para poder salir. Me agaché y pasé al otro lado. Él hizo lo mismo y dejó la valla como estaba.
- Debes guardar el secreto, si se entera algún profesor y lo arreglan será más difícil escapar- me guiñó un ojo.
Asentí con una sonrisa. Empecé a estar interesada en por qué conocía ese truco.
- ¿Has tenido que escapar en otras ocasiones?- pregunté, curiosa.
Entonces se volvió hacia mí, mantenía su sonrisa, pero no era la misma, sino que se había vuelto inquietante, como si disimulara algo que le molestaba.
- Deberías estar agradecida por mi ayuda y no hacer preguntas. Es algo descortés, ¿no te parece?
Me recordó un poco a Will. Pero ellos eran muy diferentes... Y sin embargo desprendían un aura parecida. Decidí no insistir y hacerme la inocente.
- Es que me imaginaba que te habrías quedado alguna vez encerrado estudiando- me reí, aunque no sonaba muy natural.
Él lo dejó pasar y se limitó a reírse también, aunque no parecía una risa sincera. Cada vez me sentía más incómoda y me costó ocultar el alivio que sentí cuando tuvimos que tomar caminos distintos. Estábamos calados hasta los huesos por la lluvia.
- No olvides en lo que quedamos del trabajo- le recordé al despedirnos.
- Y tú no olvides de guardar el secreto.
- Ni que fuera tan importante- se me escapó sin querer.
Ni yo sabía por qué dije eso, pero estaba más preocupada por el trabajo. A Max eso le tocó una fibra sensible, puesto que me cogió de la muñeca y su expresión facial pasó a indicar peligro.
- Suéltame, me haces daño.
- Promete que no contarás nada de esto a nadie.
- ¿Lo de la valla?
- Sé que sabes más que eso. No te hagas la tonta.
- No sé de qué me hablas, de verdad- hice una mueca de dolor, pues cada vez me apretaba la muñeca más fuerte.
- No mientas, sé que eras tú la que nos vio el año pasado. Tienes suerte de que solo yo te conociera y de haberlo dejado pasar porque vi que no dijiste nada.
Traté de recordar de qué hablaba. ¿Que yo les vi? Lo único indebido que presencié fue cuando el primer día de curso buscaba el aula de clase y acabé perdida, entonces vi a un grupo de chicos en medio de una pelea. Me fui rápido sin tan siquiera fijarme en quienes eran. ¿Sería él uno de ellos? La expresión de mi rostro cambió, entendiendo por fin su actitud. Quizá trataba de ocultar lo sucedido con una personalidad aparentemente impecable. Max vio que me había dado cuenta.
- ¿Ya lo recuerdas?
- Nunca hubiera sabido que eras uno de ellos si no me lo decías, no recordaba las caras de...
- Pero nosotros sí nos acordamos, y quiero asegurarme de que no dirás nada accidentalmente. O tendrás problemas más grandes que dolor de muñeca. ¿Está claro?
- Sí, prometo que no diré nada, nunca pensé hacerlo- forcejeé tratando de liberarme viendo que mi mano empezaba a cambiar de color-. Suéltame...
- Más te vale cumplir. En clase actúa con normalidad, si por tu comportamiento sospechan que sabes algo...
- ¡Que me sueltes ya!- exploté, golpeándole la cara con la otra mano.
Al soltarme de repente por la distracción, perdí el equilibrio y caí en el barro que se había formado al lado del camino. Con horror, descubrí que empezaba a hundirme. Max reaccionó y me agarró de las manos, sacándome de ahí. Se le escapó una risilla al verme tan llena de barro.
- Perdóname, me he pasado. Me puse tan serio porque si rompes tu promesa los demás se vengarán de ti y me sentiría culpable si eso pasara pudiendo evitarlo...
Sus palabras eran sinceras y realmente se le veía arrepentido.
- No soy tan perfecto como parezco...
- Me alegra ver que tienes defectos, empezaba a preguntarme si eras humano- bromeé.
- ¿Cómo puedo compensártelo?
Fui hacia el lugar donde me había caído y cogí barro con ambas manos en forma de copa. Vio lo que pretendía pero antes de que reaccionara se lo tiré de forma que quedó todo salpicado de barro.
- Con que esas tenemos, ¿eh? Y yo que creí que solo tenía que disculparme...
Debí echar a correr nada más ver esa mirada en su rostro, pero al no hacerlo, se abalanzó hacia mí y ambos caímos en un charco embarrado. Rápidamente me incorporé y le hice caer de nuevo en el charco mientras yo estaba encima, empujándole en el barro. Max cogió mis manos, que estaban sobre su pecho haciendo presión y me las apartó, haciéndome caer sobre él. No pude hacer nada por evitar el choque de frentes que nos dimos, lo que puso fin al juego. Nos levantamos, riendo a carcajadas mientras nos frotábamos el chichón.
- Creo que estamos en paz- dijo Max, extendiendo la mano abierta.
- Yo también lo creo- concordé dándole la mano.
- Te invitaría a mi casa para limpiarte, pero es mejor que no te conozcan por mi barrio, créeme. Lo siento.
- No te preocupes. Debo regresar para comer, mi padre me estará esperando. Nos vemos el lunes. Sorpréndeme con tu parte del trabajo- me despedí.
- Lo mismo te digo. Quiero buenas notas para irme a vivir a un sitio decente. No me falles- me guiñó un ojo.
Ambos echamos a correr hacia nuestras casas por caminos opuestos, puesto que la lluvia empeoraba y hasta comenzaba a caer granizo. No muy lejos, vi una figura con paraguas que venía en mi dirección. Era Will. Desde esa distancia se podía ver lo que acababa de suceder. Me pregunté si vio todo, desde mi intento de escapar hasta la "pelea" en el barro.
- Will... ¿Qué haces aquí? ¿Sabías que me quedé encerrada en clase?
- Me lo contó el amigo de Max de camino a casa. Me pidió que fuera a ver qué pasó para contárselo. Tuve curiosidad por cómo escaparíais. ¿Debería darle detalles?- sonrió con malicia.
Palidecí. No quería que acabaran enterándose todos, vendrían las preguntas, las admiradoras de Max no me dejarían en paz...
- No, por favor... Solo dile que conseguimos escapar y ya...
- ¿Por qué haría yo eso? No sería divertido... Además, tú aceptaste jugar con fuego- me recordó-. ¿Has tenido bastante? ¿O prefieres seguir con el juego?
- No...
- ¿Aceptas la derrota? Tendrás que pedirme disculpas delante de toda la clase por acusarme en falso de robar tu estuche.
Apreté los puños con rabia. No quería dejarle ganar. No pude contestar, no sabía cómo.
- Bueno, te dejaré que te lo pienses. Si el lunes antes de la última clase no sales al frente a disculparte, saldré yo al frente y contaré... otras cosas...
Dicho aquello, me dio un paraguas que traía de reserva y se alejó, sin disimular la risa que le producía verme llena de barro y rabia.
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