Décimo segundo latido


Martes, 24 de diciembre.

Beat, acabo de tener una fuerte discusión con mamá. Fue espantoso. Todo comenzó porque quise saber su opinión sobre el divorcio después de que papá estuvo de visita. La conversación surgió naturalmente, ya que esta sería la primera Nochebuena sin la compañía de Lacey y papá. La idea de pasarla solo con mamá no me motivaba en absoluto.

Cada año, mamá insistía en hacer una cena de Nochebuena, una tradición que sus padres le inculcaron. Pero en nuestra casa, la noche siempre terminaba con papá llegando ebrio, apenas probando la comida, seguido de una serenata desafinada que incomodaba a los vecinos, peleas y, finalmente, Lacey y yo refugiadas en mi habitación viendo películas navideñas en silencio para no irritar más a mamá.

Mi reproductor de música siempre nos ayudaba a evadirnos de esas situaciones incómodas. Aunque Nochebuena no era perfecta, nos llenaba de esperanza de que las cosas cambiaran para mejor. No puedo creer que este año no será así, y ahora solo seremos nosotras dos.

Hoy fue terrible sacar el tema a la luz. Mamá enloqueció. Dijo que estaba cansada de que preguntara por papá todo el tiempo y que debía hacer un esfuerzo para seguir adelante, que dejara de complicar las cosas. Me hizo sentir que solo era "grande" cuando le convenía, pero mi preocupación siempre ha sido Lacey.

Le pregunté por qué permitió que se la llevaran, y se excusó diciendo que no pudo hacer nada al respecto. ¿No es que, cuando amas de verdad, luchas por ello? Luego me pidió que me detuviera, que estaba a punto de arruinarle la Navidad, y salió del apartamento, diciendo que iría sola a comprar lo necesario para la cena.

A pesar de todo, ha estado insistiendo en hacer esa estúpida cena de Navidad. No quiero formar parte de esto. Recrear recuerdos es lo peor. Pensé en evitarlos y seguir adelante, como mamá sugirió, así que corrí a mi habitación, tomé el reproductor de música y pasé dos horas eliminando canciones que me recordaban a Lacey.

"Heartbeat Song" terminó en el cajón de la basura. ¿Por qué mantenerla viva si ya no puedo escuchar sus latidos? Me niego a seguir buscándolos en canciones que solo me hacen llorar. No escucharé nuestras baladas para no hundirme más en la tristeza y soledad. Estoy cansada, Beat.

No hago esto para borrar a Lacey de mi memoria, eso es imposible. Solo lo hago para no complicar las cosas, reducir mi tristeza, no hacer la vida de mamá más difícil y extrañarla un poco menos.

Luego pensé en lo que dijo Leonore: «Tenemos que hacer algo para sacarlo todo. Debemos hacer algo como salir y despejarnos.» 

Creo que puedo intentarlo. Si mamá propone hacer un esfuerzo, eso haré. Es lo que creo que realmente me ayudará.

Por ahora, debo dejarte, Beat. Iré en busca de un teléfono y llamaré a Leonore.



Levanté el colchón y tomé una parte de mis ahorros de la caja de galletas Oreo. No era mucho, pero tampoco todo. Debía dejar una parte para cuando la comida de Tommy se agotara. Fui con él, le di un beso en su cabeza peluda, Tommy lamió mi mano y un momento después salí por la puerta.

No pretendía ir muy lejos del edificio, ya que hacía mucho frío como para pasar mucho tiempo en el exterior. Llegué a la cabina telefónica más cercana, pero la puerta no se abrió; estaba bloqueada por una montaña de nieve. Empecé a congelarme, así que rápidamente decidí ir al único lugar que sabía que estaría abierto a pesar del mal tiempo.

Llegué a la tienda de comestibles y entré de inmediato. Afuera estaba helando. Y al ver quién atendía, no era necesaria la brisa helada que corría para que se me congelara el corazón. ¿Por qué siempre aparecía cuando menos lo esperaba?

Me oculté detrás de las perchas y fui hacia el teléfono. Tonto de mi parte, ya que al final de cuentas, tendría que pagarle por el servicio. 

Marqué el número.

—¿Hola? —preguntó del otro lado.

—¿Leonore? Soy Faith.

—¿Faith? ¿Desde dónde estás llamando? ¿Es el número de alguna cabina telefónica? —preguntó incrédula.

A duras penas podía entender lo que decía, pues escuchaba el llanto superpuesto de una mujer. Y daba un poco de miedo, a decir verdad. Era como salir de una película de terror.

—Algo así... —respondí.

—Papá, te dije que no iba a ser condescendiente con esta mujer. No es mi madre. —Estaba claro que Leonore esto no me lo decía a mí.

—¿Es un buen momento? —De pronto empecé a echarme un poco para atrás.

—¿Bromeas? Necesito salir desesperadamente. —Escuché el retintín de unas llaves—. ¿Quieres que pase a buscarte?

—No. —No tenía mucho dinero como para explicarle dónde me encontraba ahora—. Podemos encontrarnos en algún sitio.

Me dio la dirección, y por suerte, sabía dónde se encontraba el lugar del que hablaba. Luego colgó.

—¿Faith? —Di un respingo y volteo hacia la voz.

Sus ojitos negros se iluminaron al encontrarse con los míos.

—Ezra —solté sin aliento.

—No te he visto en mucho tiempo. ¿Te encuentras bien? —Dejó lo que sea que estaba haciendo con ese trapo sucio y se acercó a mí.

Me sentí más nerviosa de lo que recordaba estar cuando pasábamos tiempo a solas.

—Sí. Bueno... —Miré hacia la puerta con desesperación, temiendo por la verdad que estaba a punto de cernirse sobre mí. Tarde o temprano, debía afrontarlo. Y ahora era justamente el momento en el que podría contarle la verdad.

—Pareces... preocupada —me dijo, pero fue él quien en realidad sonó de ese modo.

¿Debería tomarme un momento para explicarle? ¿Debía preguntarle cómo salió el artículo que no pude hacer? De pronto me invadió la pena. Evité ir a nuestras citas de estudios, hui de todos e incluso de él, la maestra me sacó del club de periodismo y al final, Ezra tuvo que hacerse cargo del artículo de este mes junto con los chicos. ¿Qué pensaría acerca de todo?

Extraje un par de monedas de mi chaqueta y se las entregué. En el instante en que nuestras manos se rozaron, un nudo se apretó en mi pecho con dolor y fascinación. Nuestras miradas se encontraron, y por un breve segundo, cuando movió los dedos, tuve la impresión de que consideraba la posibilidad de volver a intentar ese efímero contacto de nuestras pieles. Sin embargo, se contuvo.

—Leonore me espera, yo... Lo siento —Involuntariamente señalé hacia la puerta y él estuvo tentado a mirar hacia ese mismo lugar, pero no lo hizo. Se quedó viéndome, como si no me creyera. Como si quisiera decirme tantas cosas.

Estaba muy angustiada. Tanto que, de seguro, si él se las ingeniaba para ser igual de insistente que Leonore, conseguiría hacerme quedar y faltar a la salida que acabamos de planificar para esta tarde. Estaba segura de que lo habría logrado.

—Entiendo —dijo finalmente. Ahora es cuando empecé a mover las piernas en dirección a la salida—. Pero puedes decirme cualquier cosa, ¿está bien? 

Algo me dijo que lo sabía. Que de alguna forma había logrado ver a través de mí.

Volteé para descubrir la manera en la que me contemplaba, y en efecto, me recordó a esa noche del 31 en la que yacía en el balancín, aguardando por nosotras. Él siempre había estado esperando. De pronto deseé quedarme y contarle todo. Pero ya había tomado una decisión.

—Lo haré. Adiós —me despedí.

—Es un "hasta pronto", ¿cierto, Faith? —Sonó un poco a petición, o quizá fue mi imaginación.

Tragué saliva con dificultad.

—Sí. Dalo por hecho. Y gracias, Ezra. 

Por no enfadarte, por ofrecerme tu ayuda, por tu silencio, por las sonrisas de Lacey que me obsequiaste, por tu preocupación... Por absolutamente todo. Es lo que me habría gustado decirle. Pero ya lo haría, la próxima vez. 

Decidida, salí de la tienda; sintiendo un poco menos de peso en el pecho.

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