Décimo latido



Lunes, 16 de diciembre.

Querido Beat, sé que he pasado de la narración a escribirte directamente, pero es que todo sigue siendo igual. Durante y después de clases, escapo de Ezra y Leonore. Muchas otras veces también debo ocultarme en el baño alrededor de una hora para evitar a Alexa y su club de periodismo. Incluso los chicos, al verme por los pasillos, han tenido la intención de acercarse, pero soy cobarde y termino huyendo. Sinceramente, siento miedo de enfrentar mi problema y escribir ese tonto artículo. No puedo. No me siento preparada, pese a que la teoría, gracias a Ezra, me ha facilitado mucho el escribir en ti. Y así mismo, es posible que nunca lo esté.

Por otro lado, en casa, intento pasar todo el tiempo que puedo al pendiente de Tommy. Come un poco, y luego tan solo duerme. No tenemos dinero para llevarlo con un veterinario, así que me las arreglé para buscar en internet las posibles causas de su condición actual. Pero, después de todo, cada artículo me asustaba más y más. Tanteé el lugar en el cual recibió la patada de papá, pero no se quejó, ni siquiera se inmutó. Tomé dinero de mi caja de galletas Oreo para comprarle la mejor comida de la tienda, y eso al final ayudó porque por lo menos comió un poco más. Me parece que Tommy está deprimido, Beat. Y si no puedo ser capaz de animar a Lacey ahora, que más debe necesitarlo, ¿cómo lo haré con él?

Con mamá debo fingir que todo está bien. De verdad que se ha empeñado en permanecer junto a mí hasta el momento en el que termino de hacer mi tarea. Pero tan solo eso. Es realmente difícil. ¿Recuerdas el encendedor que tomé prestado de mamá para prender la velita del cumpleaños número cuatro de Lacey? A mamá le gusta fumar, y no entiendo por qué, pero lo hacía una vez al día. Ahora, no obstante, durante las últimas semanas más bien parece una chimenea. Me siento especialmente disgustada.

Creo que es todo. Cada cosa me hace daño, incluso las galletas que tomé de la alacena un par de horas atrás desataron un desastre en mi estómago. Tal vez estaban caducadas, no lo sé. Pero debo acudir al váter con bastante frecuencia. Yo soy una Nada, una X y un 0 a la izquierda. Me di cuenta de que no hay nada que pueda hacer para proteger lo que quiero. Soy muy pequeña en este mundo lleno de gigantes descerebrados. Mamá dice que tengo que acatar las reglas. Pero eso significa aprender a vivir con profunda tristeza. Debo aceptar que se han separado, admitir que no podré ver a mi hermana otra vez y acostumbrarme a la soledad. ¿Lacey se sentirá del mismo modo? Justin Timberlake, "Mirrors". Es una canción que me gustaría escuchar con ella en este preciso instante:


«Si alguna vez te sientes sola y 

el resplandor me hace difícil encontrar, 

solo debes saber que siempre estoy 

paralelamente en el otro lado.


Porque con tu mano en mi mano 

y un bolsillo lleno de alma, 

puedo decirte que no hay ningún lugar 

al que no podamos ir. 

Solo pon tu mano en el vidrio, 

estoy aquí tratando de sacarte adelante. 

Solo tienes que ser fuerte».



Alguien llamó al timbre. Abrí la puerta y me sorprendí al encontrar a papá. ¿Por qué estaba aquí? Tal vez debido a la deshidratación causada por esas galletitas, no reaccioné hasta que abrió la boca.

—Faith —saludó. Estaba sobrio de nuevo, aunque lucía un poco agotado esta vez.

—¿Qué haces aquí? —dije sin pensar en lo mal que sonaba al ser pronunciado. Pero mis intenciones no eran malas, nunca lo fueron.

—Vine a disculparme. —Hizo una pausa y, al ver que no contestaba, continuó—: Supe que Tommy no se siente bien.

¿Cómo era posible? La única persona capaz de contarle algo al respecto era mamá, y al parecer seguían en contacto. Si eso era así, me sentía más enfadada y desilusionada que antes. ¿Por qué ellos podían hablar, pero nosotras no? ¡También teníamos el derecho!

Había tantas cosas que quería decirle a papá sobre lo disgustada que estaba por su decisión de divorciarse. Supe por mamá que fue idea suya, aunque viendo claramente, ambos estuvieron de acuerdo al final.

—Tommy está peor que yo —le hice saber—. Por lo menos yo puedo estar de pie. 

Aunque siento que, en algún momento, mi estómago explotará.

—Lo siento, pero se pondrá bien. Es fuerte —me dijo. Puse mala cara. Eran las mismas palabras que usó mamá, pero ni siquiera servían de consuelo—. Faith, sé que todo esto les afecta también a ustedes dos.

—¿De verdad? No parecía que lo supieras cuando tan solo te la llevaste.

De repente, miró al suelo con tristeza evidente. ¿Y eso por qué de pronto me hacía sentir tan mal?

—¿Me dejarás pasar? —preguntó. Me hubiera gustado decirle que no, que la única manera de cederle el paso es cuando esté en compañía de mi pequeña hermana, pero terminé dejándolo entrar.

Papá se sentó en el sofá, pero yo, al contrario, decidí permanecer de pie bastante cerca de la puerta, y claramente, también del baño.

—¿Se encuentra tu madre en casa? —preguntó.

—No. Ahora trabaja y no está de regreso hasta dentro de una hora. Puedes esperarla.

Negó con la cabeza.

—Vine por ti —manifestó, y abrí la boca por la sorpresa que eso me causó—. Sé que Lacey te preocupa. Pero ella está bien, aunque bastante triste.

—Te la llevaste, y sin decirnos nada —recalqué molesta y preocupada en partes iguales. Independientemente de su problema, ¿por qué nosotras debíamos ser las más afectadas?

—Fue lo mejor para ella. Te ama, y mucho. Vi que pasaba la mayor parte del tiempo contigo, y decirle de un día para otro que no volvería a verte durante algún tiempo, ella simplemente no lo habría permitido, al igual que tú. Esto lo sugirió el abogado, pero será tan solo por algunos meses, luego podrán verse periódicamente. —La congoja reflejada en sus ojos casi fue capaz de convencerme. ¿Esa era su excusa mediocre? ¿Acaso ser adulto significaba tampoco no pensar por ti mismo? ¿Otros debían tomar las decisiones por ti?

Ellos no escuchaban ni sus propios corazones ni los del resto; y eso claramente nos afectaba a todos. Sus miradas ya no eran las mismas, lucían agotadas, quizá tampoco pudieran conciliar el sueño. Pude verlo en la similitud de sus ojeras pronunciadas. Y ni siquiera cortaron contacto, pese a que antes parecían desesperados por huir el uno del otro.

¿Era la única a la que le parecía que el divorcio fue realmente la peor idea de todas? Ellos también sentían, y si realmente estuvieran mejor con la decisión que tomaron, si hubiera sido la correcta, no lucirían física y emocionalmente peor que antes. No pasarían de fumar un cigarrillo a cajetillas enteras de tabaco en un día, ni tampoco a trasnocharse.

Fueron capaces de cambiar, pude ver que solucionaron todas esas diferencias que parecían molestar al uno del otro, pero tuvieron que darse cuenta de que existía la capacidad para mejorar las cosas cuando ya habían llevado a cabo el trámite de divorcio.

Me gustaría poder hacerles ver las cosas, pero lamentablemente, cada vez que intenté hablar del tema, mamá lo evitaba con mucho ingenio. Pero lo mismo era con él.

Solo huían. Los adultos no escuchaban a nadie. Eran como robots de piedra que podían ser fácilmente manipulados por personas bien vestidas. Pensaban que era mejor hacer lo que pensaban que está bien, a lo que sentían que era correcto.

No supe en qué momento fue que, de pronto, empecé a llorar. Quizá fue en la parte de: luego podrán verse periódicamente. 

No. ¡Definitivamente no! 

Yo quería ver a mi hermanita siempre, cada día y por el resto de mi vida. Quería escuchar música con ella, prestarle mi ropa, salir en busca de dulces por Halloween, pasar cada cumpleaños a su lado, dormir también en compañía de Tommy, asegurarle que la quería junto a mí en las buenas y malas. Y ahora que lo pensaba, creo que jamás le dije cuánto la quería. De pronto, eso es lo que más deseé: hacerle saber que la amaba más de lo que podría siquiera imaginar. Era mi hermanita pequeña, y sentía que no podía seguir sin ella. Saber que me necesitaba era lo que me daba fuerzas para seguir.

—¿Lo mejor fue no decirle nada y solo llevártela? —Me enjugué las mejillas con dureza—. Lacey es lo suficientemente grande para entender las cosas. 

Ella sabía lo que significaba la palabra "divorcio", mas no toda la p̶o̶r̶q̶u̶e̶r̶í̶a̶ que arrastraba consigo. Lacey era muy inocente. No merecía todo este dolor.

—Así como tú —me dijo, y guardé silencio, escuchando mis sollozos. No, claro que todavía no era capaz de entender el motivo por el cual debíamos pasar por todo esto—. Escucha. Ella estará bien. Dejé la banda, encontré un trabajo en una construcción y...

—¿Dejaste de beber? —solté mi mayor preocupación.

—Sí.

—Porque lo dijo el abogado —discerní.

—Por Lacey.

—No te entiendo. ¿Por qué no fuiste capaz de cambiar cuando vivías con nosotras? ¿Por qué no lo hiciste cuando todavía no era tan tarde? 

«¡Quiero que toda esta m̶i̶e̶r̶d̶a̶ se acabe ya!, todavía recuerdo cuando lo dijo. ¿A qué se refería?»

—Nos odias —establecí—. A mí y a mamá.

—No, Faith. No es así. Si me fui, fue a causa de mi propio infierno. No estaba contento conmigo mismo y claramente ustedes sufrieron las consecuencias.

—Entonces, ¿por qué no lo intentan nuevamente tú y mamá?

Suspiró con pesadez.

—Hablaremos de esto con tu madre la próxima vez. —Lo vi ponerse de pie y encaminarse hacia la salida.

¿Era tan difícil dar una explicación? Siempre evitaban el tema. Me parecía que papá y mamá no sabían lo que estaban haciendo. Era como en un examen: dejabas la respuesta en blanco porque no la conocías, pero al final del todo, cuando estaba a punto de agotarse el tiempo, llegabas con la caballería para juntar todos tus conocimientos y llenar esa pregunta con cualquier cosa, solo para no dejarla vacía. Pero si resultabas ser tan malo para escribir como yo, pedirle ayuda a un compañero, por supuesto, al mejor de la clase, era lo más óptimo.

Sin embargo, ¿y si resultaba que ninguno de los dos se preparó para el examen? ¿Si no tenían idea alguna de nada ya que jamás prestaron atención a todo lo que sucedía en clase realmente? Caos total, eso es lo único que quedaba. Y lo peor de todo: afectó al promedio final del salón. Es decir, a todos, incluso a los que sí estudiaron. Eso es lo que aprendí hace no mucho, gracias a la insistencia de mamá durante las últimas semanas con respecto a mis tareas.

—¿Cuándo será eso? —Lo seguí—. ¿Por qué dejarlo para otro momento? ¿Por qué no hablarlo ahora?

Se detuvo frente a la puerta, y yo, a sus espaldas, lo imité.

—Hasta que las cosas se acentúen un poco... —dijo, y segundos después se marchó, sin siquiera decir adiós.

Algunos minutos después, al pensarlo mejor, me habría gustado hacerle solo una pregunta: «¿Al menos nos extrañas?»

Más tarde, hasta que mamá regresó para la cena y ayudarme con mis tareas, permanecí en la habitación de Lacey escuchando la canción de Bruno Mars, "It Will Rain". Al final, no me quitó mi reproductor.


«Si alguna vez me dejas, bebé, 

deja un poco de morfina en mi puerta. 

Porque necesitaré una gran cantidad de medicina, 

para comprender que, lo que solíamos tener, 

ya no lo tenemos más».


https://youtu.be/1_lC2ZrzI2E

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