Capítulo IV: El Ataque (2/2)
Estaba seguro y confiado en que Shane no armaría tanto revuelo si aparecía con Kaylee, no estaba de humor para insinuaciones, la adrenalina todavía no abandonaba su cuerpo. Alguien se había metido en su territorio para matarlo.
Y no recordaba tener enemigos.
Los humanos que habían acorralado a Kaylee y Riley no eran tan idiotas como para vengarse de esa manera.
Su clan era respetado y temido por aplicar bien las reglas.
Por eso lo que había sucedido era muy desconcertante.
—¿Luke? —Shane salió con una bata de baño negra— ¿En qué lío te has metido? Entren.
Avanzó hacia la puerta, pero Kaylee se quedó en su lugar, todavía podía sentir su tensión e incomodidad, incluso desde lejos. Eso era extraño, su cuerpo la reconocía, su presencia era una huella en su memoria, el puma seguía insistiendo en que debería incitarla a salir.
Aún no estaban a salvo.
—Tu también puedes entrar —le dijo Shane.
Sin embargo ella no hizo nada, solo dio un gruñido de advertencia, la chica tenía fortaleza.
—En el armario hay una muda de ropa, vístete mientras busco el botiquín.
Hizo exactamente lo que le ordenó. Shane salió de una habitación con una caja con una cruz roja.
—No te agradará esto —le dijo mientras sacaba Yodo y algodón—. Pero tienes un corte muy profundo y abierto, si no quieres que te quede una marca de rebaño tendré que suturar.
—Haz lo que creas necesario.
Shane preparó las cosas.
—¿Peleaste con esa gatita?
—No, me dispararon.
—¿Qué?
—Estaba en mi puesto de vigilancia, Kaylee se cruzó, le dije que regresara porque estaba demasiado cerca de la frontera.
Shane desinfectó una aguja en alcohol, eso iba a doler.
—El tirador disparó a distancia, pero falló.
Un gruñido bajo salió de la garganta de su amigo.
—Entonces ¿Cómo tienes la oreja abierta?
—Kaylee logró localizar la dirección de la bala, persiguió al tirador, ambos lo perseguimos, disparó al azar mientras escapaba en una motocicleta, uno de esos disparos me dio.
—¿Puedo asegurar que el asesino está muerto?
—No, lo perdimos al llegar a la carretera norte, huyó hacia Paradise City.
Los ojos marrones del enfermero cambiaron al dorado.
—Eso está muy mal, alguien se durmió en su puesto ¿Cómo pudo entrar un extraño armado y con un vehículo?
—Eso es precisamente lo que quiero averiguar ¡Auch! ¡Maldición Shane eso duele!
—No llores gatito —le dijo burlándose—. Todavía no tengo el permiso para conseguir anestesia ¿Sean sabe sobre esto?
—Aún no, Kaylee se puso a correr antes de que pudiera dar el alerta.
—Me sorprende que no la hayas dejado sola.
El comentario lo ofendió, pero evitó iniciar una pelea.
—No soy un monstruo egoísta.
Aunque en el fondo sabía que si Kaylee no hubiese perseguido al tirador, él la habría dejado atrás, pero no porque no creyera que era débil, habría estado más segura, pues los refuerzos podrían haber servido más que ellos en su persecución.
Shane terminó de revisarlo y luego suspiró.
—Lo sé, pero sueles poner tus deberes antes que los demás ¿Crees que no sé que has estado apropiandote de todos los turnos nocturnos desde los últimos diez años? Y antes de que enfurezcas, déjame decirte que hiciste lo correcto.
Ante su silencio Shane terminó de cerrar su herida, Luke se despidió y salió a buscar a Kaylee. Pero ella no estaba en ningún lado.
—Mira esto Luke.
Shane había encontrado un trozo de corteza arañado, esos arañazos decían "Estoy bien. Regresé"
—Adorable ¿No lo crees?
La sonrisa arrogante del enfermero se desvaneció cuando le quitó el trozo de corteza.
Mientras corría hacia la cabaña de su alfa, seguía sosteniéndolo, lo más sensato era arrojarlo lejos, sin embargo cuando estuvo a unos metros escondió la corteza debajo de un arbusto.
Sean estaba en casa. Entró en su sala de estar, pero se dirigió a su oficina, lo vio de espaldas en su escritorio observando algo.
—¿Sigues soñando con Aria?
—Cada noche.
Estaba sonriendo cuando giró su silla, cuando vio su herida su sonrisa se fue al carajo.
—¿Qué pasó?
—Un desconocido se infiltró en el territorio.
Luke le contó la misma historia que le había contado a Shane. Cuando terminó Sean estaba inmóvil, pensando, con esa infinita paciencia que a veces lo sacaba de quicio.
—¿Qué haremos? —le preguntó.
Sean abrió un cajón y sacó un portafolios, adentro de este habían archivos.
—Han sucedido cosas muy extraños entre los clanes cambiantes del país, precisamente muertes, alfas y lugartenientes muertos misteriosamente, echa un vistazo.
Tomó los archivos y comprobó lo que decía Sean. Cuatro alfas y tres lugartenientes habían muerto intoxicados, atropellados o en "accidentes"
—Comprendo. Pero ¿Qué tiene que ver todo esto?
—En todos los casos han ascendido cambiantes extraños.
—¿Extraños?
—De afuera, que no están en la línea de sucesión.
—¿Piensas que esto ha sido planeado?
—Si, alguien quiere controlar los clanes a través de títeres. —Los ojos negros de Sean se volvieron dorados.
Resaltaban su piel apenas bronceada, en primer lugar no eran negros, su color era un profundo marrón que según la luz, y las circunstancias, a veces se veía como un negro. Tal y como lo hacía ahora, su alfa estaba enfadado y no dudaba en demostrarlo, el puma de Luke retrocedió en su mente al percibir el dominio en los ojos de Sean.
—¿Quién? —preguntó aparentando tranquilidad.
—No lo sé, Derek y yo hemos estado al tanto de lo que sucede, creo que su clan será el siguiente.
Los lobos no eran un blanco fácil para cualquier ataque, sin embargo, Luke sabía que estaban atravesando ciertos problemas internos que los volvían inestables. Podrían bajar la guardia en cualquier momento.
—¿Qué haremos?
—Tú buscaras al asesino, haré que Derek te permita entrar en su territorio.
—Iré enseguida.
Pero antes de salir por la puerta Sean le dijo:
—Espera hasta mañana al mediodía, Kaylee irá contigo.
Se detuvo, lo que menos quería era estar cerca de ella.
—¿Por qué? —preguntó.
—Ella es rastreadora, será de mucha ayuda.
—Tambien lo son Zack, Riordan, Denisse y Jack.
—No discutas una orden —el tono de Sean se endureció—. Ya está decidido.
—De acuerdo —gruñó cerrando la puerta.
Afuera, Luke miró las estrellas, como todas las noches, intentando hallar una señal del cielo, pero las estrellas solo eran puntos blancos en un fondo negro, cosas sin vida.
No regresaría.
Mientras regresaba a su cabaña, el aroma de Kaylee seguía presente en su olfato, y eso le incomodaba.
Pronto las cosas serían extrañas e incómodas, y él tendría que resistir.
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