Ciento veinticinco. Qaus Australis

Último paso a la declaración

Cuando finalmente se puede apreciar el firmamento

Nathan sostenía aquel sobre entre sus dedos mientras todo él temblaba. Cuando vio el sobre sobresalir entre un cuaderno que se encontraba en la habitación de Ariana, no pudo evitar sentir curiosidad. Y sí, había estado espiando otra vez. Tal vez se estaba volviendo un acosador. Sostuvo aquella carta con temor, pero finalmente pidio disculpas a Ariana silenciosamente y abrió el sobre. El mundo pareció haber cobrado sentido cuando las palabras aparecieron frente a él. Leyó, sin poderse creer lo estúpido que había sido, sin poder entender cómo no había permitido antes que las cosas siguieran el curso que deberían seguir. Esto era amor de verdad. Y el amor siempre daba miedo, pero ¿Quién decía que algo como eso podría causar sensaciones tan bonitas? Cuando terminó de leer, no pudo evitar que una gran sonrisa se extendiera por toda su cara.

Era un cobarde. Sí, eso era lo que era. Pero ya no sentía miedo. No quería sentir miedo. Ahora, todo parecía haber caído en su lugar. Ella se había estado esforzando, intentando declararse una y otra vez, pero él siempre la había detenido y había cambiado el tema de conversación. Pero ya no más. Ahora, el que tomaría las riendas de la situación sería él.

Así que corrió. Corrió y corrió con todas sus fuerzas hasta la playa, donde ella se encontraba mirando al sol desaparecer. Ella había estado extraña estos últimos días. ¡Claro! ¡Ahora lo entendía! Todo había cobrado sentido.

Cuando Ariana apareció en su campo visual, su carrera acelerada comenzó a disminuír, hasta simplemente frenar. Ella se veía tan hermosa, allí sentada, mientras los últimos rayos de sol la hacían destacar. Le dio miedo y quiso huir, pero todo regresó a su mente de un golpe y decidió que lo enfrentaría. Sabía que Ariana no lo rechazaría. Pero si ella llegaba a hacerlo, lo enfrentaría como un hombre. Se acabó el huir. Por culpa de eso, había estado lastimándola sin darse cuenta. Ya no huiría más. Dio unos pasos más hacia adelante, y se sentó a su lado, muy cerca, haciendo que sus hombros se tocaran. El calor que Ariana transmitía le provocaba una increíble paz y serenidad.

Sintió como ella se tensó un poco, sin embargo la expresión de su rostro no cambió. Ariana lo miró con confusión.

-¿Por qué estás tan feliz? -preguntó ella, y Nathan se tocó la cara. La sonrisa no se le borraba de la cara. Rió.

--Porque descubrí una nueva estrella. -dijo él, y los ojos de ella brillaron.

-Eso no es posible. Ni siquiera tienes un telescopio. -refutó, y Nathan sonrió.

-No necesito un telescopio para verla. Su belleza es tanta que destaca sobre todas las demás estrellas. -dijo Nathan, y Ariana miró con nerviosismo como los dedos de Nathan se deslizaban entre los suyos. Su corazón se disparó, y sintió que algo aleteó dentro de su pecho.

-¿A-A-Ah si? ¿Y-Y-Y có-cómo se llama?

Entonces, él se acercó a sus labios en un movimiento rápido y le robó un beso suave y cálido, apenas rozando sus labios. No era un beso atrevido, ni pasional, ni siquiera dulce. Era un beso que tan solo era necesario, y en aquel momento Nathan lo sabía. Poco después, Ariana comprendió lo mismo, y sintió como si hubiera tocado el cielo y visto las estrellas. Todo estaba bien. Todo era perfecto. Todo era correcto. Simplemente, ellos dos habían estado destinados para estar juntos. Y desde el principio, ésto debía pasar. Ella correspondió, lentamente, tímidamente, dejándose llevar, cerrando sus ojos y sintiendo que alguna clase de Dios había escuchado sus ruegos. Casi le dieron ganas de llorar. ¿Acaso estaría en otro sueño?

Cuando Nathan se separó de ella con la mirada brillante y el rostro anhelante de amor, finalmente, pudo responder a la pregunta de ella y a su propio corazón.

-Ariana.

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Cambié la palabra pedófilo por acosador.

Gracias por la corrección :)


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