Capitulo:4
El año era 1947 y el General von Stahl se encontraba inmerso en los últimos días del Tercer Reich. A medida que la guerra avanzaba, Alemania se encontraba cada vez más debilitada, con sus territorios reducidos y sus recursos agotados. La sombra de la derrota se cernía sobre ellos, pero el general no estaba dispuesto a rendirse sin luchar.
En su bunker, rodeado de mapas y estrategias, el General von Stahl reunía a sus más leales colaboradores. Sabía que la situación era desesperada, pero se negaba a aceptar la rendición como única opción. Había trazado un plan para escapar junto a un selecto grupo de personas hacia la isla de Bardos, donde encontrarían refugio y podrían prepararse para un último contraataque.
Los líderes nazis restantes, entre ellos Himmler, Beck, Halder y Zeitzler, estaban divididos en cuanto a las decisiones que debían tomarse. Algunos abogaban por permanecer en Alemania y luchar hasta el final, mientras que otros veían la lógica en la huida y la esperanza de un renacimiento en la isla.
El general explicó su plan con determinación: "La guerra está perdida en el continente. No tenemos suficientes recursos ni tiempo para darle la vuelta a la situación. Pero en Bardos, podemos reagruparnos, construir una fuerza poderosa y esperar el momento oportuno para contraatacar. No nos rendiremos, ¡lucharemos hasta el último aliento!".
Mientras tanto, en la isla de Bardos, la vida continuaba su curso. Los habitantes se esforzaban por construir una comunidad próspera y autosuficiente. Los agricultores trabajaban en los campos, los ingenieros construían nuevas estructuras y los habitantes se esforzaban por mantener la esperanza viva.
La llegada del General von Stahl y su grupo fue recibida con entusiasmo, pero también con incertidumbre. Los lugareños, conscientes de la tragedia que se desarrollaba en el continente, se preguntaban si la presencia de los alemanes sería una bendición o una maldición.
Mientras tanto, las bestias mecánicas, ahora las únicas defensoras de lo que quedaba del Tercer Reich, se alineaban en la frontera de Alemania. Imponentes y temibles, lanzaban llamaradas de fuego y desataban su fuerza destructora contra cualquier enemigo que se atreviera a acercarse.
Los Aliados, conscientes de la existencia de estas bestias, se preparaban para enfrentarlas. Pero los avances eran lentos, ya que las bestias mecánicas demostraban ser una formidable fuerza de combate. Los tanques aliados se veían superados por su poderío y los soldados temían enfrentarse cara a cara con estas criaturas de metal.
Mientras tanto, en los cuarteles generales de los Aliados, los líderes discutían estrategias y posibles soluciones para hacer frente a las bestias mecánicas. Había preocupación y frustración, pero también determinación. Sabían que tenían que encontrar una manera de neutralizar esta amenaza y dar el golpe final a Alemania.
En medio de la tensión y el conflicto, los generales se reunieron para debatir y analizar todas las opciones posibles. El General Eisenhower, al mando de las fuerzas aliadas, lideraba la discusión.
"Estas bestias mecánicas son una verdadera pesadilla", dijo el general británico Montgomery. "Nuestros tanques no pueden hacerles frente y nuestros hombres están siendo diezmados".
"Tenemos que encontrar una manera de contrarrestar su poder", afirmó el general estadounidense Patton. "Si no lo hacemos, nuestra ofensiva se verá severamente obstaculizada".
El General von Stahl, quien había permanecido en silencio hasta el momento, tomó la palabra. "Permítanme ofrecerles una solución", dijo con determinación. "Hemos desarrollado unos nuevos prototipos de robots humanoides, conocidos como los Demonios Rojos de Stalin. Son armas poderosas que pueden enfrentarse a las bestias mecánicas".
La sorpresa invadió la sala mientras los líderes aliados asimilaban la información. Eisenhower se levantó de su asiento y miró al General von Stahl con curiosidad. "¿Está seguro de que estos Demonios Rojos pueden hacer el trabajo?", preguntó con cautela.
"Absolutamente", respondió el general alemán. "Hemos probado su eficacia en enfrentamientos anteriores. Con su arsenal de ametralladoras y cañones, son capaces de destruir a las bestias mecánicas y nivelar el campo de batalla".
Los líderes aliados se miraron unos a otros, evaluando la propuesta del General von Stahl. Si bien la idea de utilizar armas desarrolladas por los alemanes generaba cierta desconfianza, la urgencia por encontrar una solución los llevó a aceptarla.
La batalla que se avecinaba sería épica. Los Demonios Rojos de Stalin, junto a las fuerzas aliadas, se enfrentarían a las bestias mecánicas de los nazis en una lucha desesperada por el control del territorio. El campo de batalla se convertiría en un escenario de destrucción y caos, donde los rugidos de las bestias se mezclarían con el estruendo de las armas.
Los soldados aliados luchaban con valentía, sabiendo que estaban peleando contra una amenaza formidable. Los Demonios Rojos se movían con destreza, disparando sin cesar y derribando a las bestias una por una. Era una danza de metal y fuego, donde cada movimiento podía significar la diferencia entre la vida y la muerte.
Mientras tanto, en la isla de Bardos, la tensión y la tristeza crecían entre los alemanes que habían encontrado refugio allí. A pesar de los esfuerzos por construir una nueva vida, la sombra del pasado y la conciencia de los crímenes cometidos pesaban sobre ellos.
El General von Stahl, consciente de esta carga emocional, se esforzaba por mantener la moral alta y brindar esperanza a su pueblo. Sabía que la guerra estaba perdida, pero creía en la posibilidad de un nuevo comienzo en la isla.
Con el tiempo, la batalla se inclinó a favor de los aliados. Las bestias mecánicas fueron neutralizadas una por una, y los nazis
La batalla llegaba a su punto culminante mientras las fuerzas aliadas y soviéticas se enfrentaban a las bestias mecánicas en un choque épico. Sin embargo, lo que los aliados no esperaban era la aparición de la temible creación de Himmler: el Harkenschmitt X9.
arkenschmitt X9, la imponente bestia mecánica controlada por Himmler, se erigía como una formidable máquina de guerra. Su cuerpo de acero super resistente estaba compuesto de distintos tonos de gris, con una placa de pecho atornillada adornada con púas y un casco amarillo con el emblema de águila nazi. Los emblemas rojos de la Cruz de Hierro destacaban tanto en su pecho como en la hebilla del cinturón.
Equipado con una amplia variedad de armas y habilidades, Harkenschmitt X9 era una verdadera fuerza a tener en cuenta en el campo de batalla. En su torso, portaba un lanzador de misiles de 3 tubos, capaz de disparar proyectiles mortales hacia los enemigos desde una distancia de rango medio. Sus muñecas, por su parte, podían liberar escudos giratorios para defenderse de ataques físicos y de rayos enemigos.
Pero eso no era todo. La hebilla de su cinturón, diseñada con astucia, también se convertía en un arma letal: un shuriken lanzable capaz de atravesar el aire con precisión y velocidad. Además, las hombreras de Harkenschmitt X9 estaban equipadas con rayos eléctricos, que podía disparar a sus oponentes, causando daños devastadores. Pero su arsenal no terminaba ahí, ya que podía disparar pegamento desde la punta de sus dedos, una estrategia efectiva para contener a los enemigos e incluso neutralizar sus armas.
Con todas estas habilidades y armamento a su disposición, Harkenschmitt X9 se convertía en una poderosa amenaza para sus adversarios. Sin embargo, el costo de su poder era enorme, ya que estaba alimentado por una fuente de energía atómica. Este hecho planteaba un peligro latente, ya que en caso de ser destruido o descontrolado, podría desencadenar una explosión nuclear de proporciones catastróficas.
La presencia de Harkenschmitt X9 en el campo de batalla representaba una clara muestra del ingenio tecnológico desarrollado por los nazis. Sin embargo, su impacto y consecuencias serían un tema de preocupación para todos aquellos que enfrentaran a esta bestia mecánica y para aquellos que buscaban detener el avance del Tercer Reich.
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Los soldados aliados y soviéticos, decididos a poner fin a la tiranía nazi, redoblaron sus esfuerzos para derrotar al Harkenschmitt X9 antes de que pudiera cumplir su objetivo. Utilizaron todas las armas y tácticas a su disposición, trabajando juntos en una muestra de cooperación y determinación.
En un último acto de valentía, un grupo de soldados logró alcanzar la debilitada armadura del Harkenschmitt X9. Atacaron con todas sus fuerzas, disparando y golpeando sin descanso. A medida que el monstruo mecánico se tambaleaba, los aliados y los soviéticos se unieron en un ataque final coordinado con sus propios robots creador por los rusos y norteamericanos
Finalmente, el Harkenschmitt X9 cayó al suelo, inerte. La bestia mecánica de Himmler había sido derrotada. Sin su líder y sin su arma más poderosa, los nazis restantes se encontraban en una situación desesperada.
Mientras la noticia de la caída de Hitler se propagaba por el campo de batalla, un sentimiento de tristeza y alivio se apoderaba
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El mundo quedó sumido en el caos y la desesperación cuando las bestias mecánicas, encabezadas por Harkenschmitt X9, desataron su arsenal nuclear sobre Moscú y Londres. El impacto fue devastador, dejando a su paso una estela de destrucción y muerte.
En Moscú, la ciudad quedó envuelta en llamas y ruinas. Los altos mandos soviéticos, que habían dirigido la resistencia contra las bestias mecánicas, perdieron la vida en el ataque. Stalin, en un estado crítico de coma, luchaba por sobrevivir, mientras el país se enfrentaba a una situación de liderazgo vacante y a una amenaza aún mayor.
Por su parte, Londres fue reducida a escombros. El icónico Castillo de Buckingham, símbolo de la monarquía británica, quedó destruido, y el primer ministro encontró la muerte en el ataque. La ciudad entera fue arrasada, y sus calles quedaron desoladas bajo la sombra de la radiación.
La tragedia se extendió más allá de las fronteras de estas ciudades emblemáticas. La radiación se esparció por todo el sector de Rusia y Londres, contaminando el aire, la tierra y el agua. Miles de personas perdieron la vida o sufrieron las consecuencias de la exposición a la radiación, desarrollando enfermedades mortales y enfrentando un futuro incierto.
En medio de la destrucción y el dolor, la humanidad se encontraba al borde del abismo. La guerra que había comenzado como un conflicto entre naciones se había transformado en una batalla despiadada contra fuerzas mecánicas y armas de destrucción masiva. La esperanza parecía desvanecerse mientras los sobrevivientes luchaban por encontrar una forma de resistir y poner fin a esta pesadilla.
En este oscuro escenario, aquellos que quedaron en pie se enfrentaban a la realidad de que el enemigo había alcanzado niveles de poder inimaginables. Las bestias mecánicas, con su arsenal nuclear y su implacable ferocidad, habían dejado una marca imborrable en la historia y en la conciencia de la humanidad. El camino hacia la liberación se tornaba aún más incierto, y la lucha por la supervivencia se volvía más desesperada que nunca.
En medio de las cenizas y la radiación, surgirían nuevos héroes dispuestos a desafiar a las bestias mecánicas y a enfrentar las consecuencias devastadoras de la guerra. La humanidad debía encontrar la fuerza para resistir, reconstruir y buscar una solución para poner fin a este conflicto que amenazaba con consumirlos a todos. Pero ¿cuánto más podrían soportar antes de que la esperanza se desvaneciera por completo? La respuesta estaba por descubrirse en los capítulos venideros de esta historia apocalíptica y desgarradora.
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extras
Después de la devastación causada por las bestias mecánicas y la destrucción de Moscú y Londres, un grupo selecto de altos mandos alemanes y el pueblo alemán lograron llegar a salvo a la isla de Bardos, llevando consigo valiosos tesoros, incluyendo lingotes de oro y obras de arte que habían sido saqueadas en París en 1940. Se descubrió que esta aparentemente pequeña isla era en realidad un mini continente, del tamaño de las islas británicas o de Madagascar.
El arquitecto Albert Speer, conocido por su visión arquitectónica en línea con los planes de Hitler, se unió a la misión de construir una nueva Alemania en Bardos. La isla se convirtió en el nuevo hogar de los alemanes, y se estableció como la Nueva Berlín, o Welthauptstadt Germania. Speer lideró el diseño de un centro urbano que se adaptara a las necesidades de la nueva Alemania.
Entre los edificios proyectados para Germania se encontraban la Volkshalle, el Estadio Olímpico de Germania, el Arco del Triunfo de Hitler, la Cancillería del Reich, el Aeropuerto de Tempelhof y el Palacio de Congresos, entre otros. Se planificó la construcción de un estadio olímpico más grande, capaz de albergar a 400,000 espectadores, en preparación para los Juegos Olímpicos de 1950.
El diseño urbano de Berlín se transformó a lo largo de un gran bulevar conocido como la Avenida de la Victoria, con casi 5 kilómetros de longitud y 120 metros de ancho. Esta avenida se extendía hacia el sur desde un punto de intersección con el eje este-oeste cerca de la Puerta de Brandeburgo, siguiendo el antiguo curso de la Siegesallee (avenida de la victoria) a través del Tiergarten, continuando hacia el oeste hasta el aeropuerto de Tempelhof.
En el extremo norte de la avenida se ubicaría una gran plaza abierta conocida como Großer Platz, con una superficie de aproximadamente 350,000 metros cuadrados. Esta plaza estaría rodeada de los edificios más imponentes de la ciudad, con el Palacio del Führer en el lado oeste, el Edificio del Reichstag en el lado este y la Cancillería del Tercer Reich y el alto mando del Ejército alemán en el lado sur, en ambos lados de la entrada de la Avenida de la Victoria.
En el lado norte de la plaza, Speer planeó construir el centro de la nueva Berlín, un enorme edificio con cúpula conocido como la Volkshalle, o Palacio de los Foros Populares, diseñado por el propio Hitler. Este habría sido el espacio cerrado más grande jamás construido en el mundo. Aunque los trabajos no pudieron comenzar antes de la guerra, todos los terrenos fueron adquiridos y se elaboraron planes detallados de ingeniería.
Así, en la isla de Bardos, los alemanes se propusieron construir una nueva nación, en un intento por preservar su cultura y legado, y continuar la visión
https://youtu.be/YBJYUvJLoQI
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