Capítulo 2: Desenterrando el Pasado
Capítulo 2: Desenterrando el Pasado
La sala secreta era una cámara vasta y abrumadora, llena de estanterías que se extendían hasta el infinito, cargadas de pergaminos, libros y tabletas de arcilla. Cada uno de estos documentos contenía la esencia del conocimiento antiguo del Imperio Micenas, y los investigadores se adentraron en ellos con una mezcla de asombro y ansiedad.
El Dr. Schmidt, un erudito en arqueología y tecnología antigua, fue el primero en examinar los registros. Sus ojos brillaban de emoción mientras estudiaba los planos y las descripciones detalladas de las armas micénicas.
Dr. Schmidt: (susurrando) Increíble... Estas armas superan todo lo que podríamos haber imaginado. Los micénicos lograron construir gigantes de acero con tecnología atómica. Sus dimensiones y capacidad de destrucción son insuperables.
El General von Stahl se acercó rápidamente, su ambición avivada por la perspectiva de tener en sus manos el poder de tales armas.
General von Stahl: (con entusiasmo) Dime, Schmidt, ¿cómo funcionan estas bestias de acero? ¿Cuáles son sus capacidades ofensivas?
Dr. Schmidt: (explicando) Estos robots gigantes, conocidos como Mechas de Súper Aleación Z, están diseñados para el combate de alto nivel. Su armadura de acero es prácticamente impenetrable, y su tamaño y fuerza les permiten dominar cualquier campo de batalla. Utilizan energía atómica como fuente de alimentación, lo que les otorga una duración casi ilimitada de funcionamiento.
El Dr. Schmidt desplegó los planos de uno de los Mechas, mostrando las armas que poseían. Las manos de los nazis temblaban de emoción mientras observaban las imágenes detalladas de cañones de energía, lanzamisiles y rayos láser montados en los brazos de los Mechas.
General von Stahl: (con una sonrisa maliciosa) Con estos Mechas a nuestra disposición, aplastaremos a nuestros enemigos sin piedad. El mundo se arrodillará ante el poder del Tercer Reich.
El equipo nazi comenzó a trazar planes para transportar y poner en funcionamiento los Mechas. Los científicos y los ingenieros estudiaron los documentos con avidez, tratando de descifrar los secretos de la tecnología micénica para asegurar que los gigantes de acero obedecieran sus órdenes.
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A medida que avanzaba el trabajo, el equipo se dio cuenta de la magnitud de la hazaña que tenían entre manos. Transportar y activar los Mechas requería una logística compleja y un conocimiento detallado de la tecnología ancestral. Pero su determinación no flaqueó, y estaban dispuestos a superar cualquier obstáculo para aprovechar el poder de los Mechas en beneficio del Reich.
Mientras los nazis se sumergían en sus planes y preparativos, no podían evitar sentir la majestuosidad y la trascendencia de lo que estaban a punto de desatar. se alzaban como guardianes colosales del pasado, listos para ser despertados de su letargo y
Cumpliendo con los deseos del General von Stahl, el equipo nazi se embarcó en la tarea de transportar los Mechas hacia su base de operaciones en Bardos. Era un desafío monumental, pero estaban decididos a dominar estas armas colosales y utilizarlas para asegurar la victoria del Tercer Reich.
Con la ayuda de ingenieros y especialistas en logística, se construyeron plataformas de transporte especialmente diseñadas para albergar los enormes Mechas. Cables de acero gruesos como troncos y grúas masivas se utilizaron para levantar con cuidado las gigantescas estructuras de acero y cargarlas en los vehículos de transporte.
El viaje desde las ruinas hasta la base de operaciones fue una odisea en sí misma. Los Mechas de eran tan pesados y voluminosos que tuvieron que abrir caminos a través de la densa selva, arrasando con árboles y arbustos a su paso. El sonido ensordecedor de las sierras y el crujido de las ramas rompiéndose llenaban el aire, mientras los Mechas se abrían camino hacia su nuevo hogar.
A medida que los nazis trasladaban los Mechas a la base secreta en Múnich controlado por las SS, surgieron desafíos inesperados. El tiempo y los recursos comenzaron a escasear, lo que retrasó el proceso de reconstrucción y puesta en funcionamiento de las poderosas armas micénicas.
El invierno cruel y despiadado en el frente oriental afectó gravemente a las fuerzas alemanas. El avance hacia Stalingrado se encontraba paralizado por el frio intenso y la falta de suministros adecuados. Las bajas se acumulaban rápidamente y la moral de las tropas estaba disminuyendo. Hitler, desesperado por mantener el control en ambos frentes, necesitaba una ventaja que pudiera cambiar el rumbo de la guerra.
Sin embargo, las demoras en la reconstrucción de los Mechas y la implementación de la tecnología micénica frustraron los aviones de Hitler. Mientras tanto, Stalin estaba preparando un contraataque masivo, decidió avanzar hacia Alemania y poner fin al régimen nazi de una vez por todas.
En los cuarteles generales de las SS, Heinrich Himmler supervisó personalmente el desarrollo de los Mechas y las tecnologías micénicas. Se exigía a los científicos ya los ingenieros un esfuerzo frenético para acelerar el proceso y poner en funcionamiento las armas lo más rápido posible.
Himmler: (con voz amenazante) ¡No hay tiempo para retrasos! La victoria del Reich depende de estas armas. ¡Trabajen más rápido, o habrá consecuencias graves!
Los científicos y los ingenieros, bajo la presión implacable de Himmler, se esforzaron por cumplir con las exigencias, pero la complejidad de las tecnologías micénicas y la falta de recursos adecuados prolongaban el proceso.
Mientras tanto, la situación en el frente oriental se deterioró rápidamente para los alemanes. El invierno implacable y la resistencia soviética obstinada dificultaban cualquier intento de avance. A medida que Stalin preparó su contraataque, la necesidad de las armas micénicas se volvía cada vez más urgente.
En el punto álgido del invierno, los Mechas finalmente comenzaron a tomar forma en la base secreta. Los ingenieros trabajaron increíblemente, ensamblando las piezas de acero y conectando los sistemas de energía atómica. Las armas ofensivas fueron probadas y ajustadas para asegurar su funcionamiento óptimo.
medida que los Mechas se acercaban a la finalización, la noticia de su existencia y potencial llegó a los oídos de Adolf Hitler. Aunque el tiempo apremiaba, el Führer sabía que no podía arriesgarse a enviar los Mechas a la batalla antes de que estuvieran completamente listos y operativos.
Hitler: (con una mirada feroz) Estas armas deben ser imparables. No permitiré que sean lanzadas al campo de batalla hasta que estén en su máximo potencial. Debemos tener paciencia y asegurarnos de que no haya fallas.
La base secreta en Múnich se convirtió en un hervidero de actividad mientras los científicos y los ingenieros perfeccionaban los últimos detalles de los Mechas. Las pruebas exhaustivas se llevaron a cabo para garantizar que cada uno respondiera perfectamente a los comandos y que sus sistemas de armas funcionaran sin problemas.
Sin embargo, el tiempo siguió siendo un factor crucial. Mientras los nazis luchaban contra el invierno en el frente oriental y las fuerzas soviéticas se preparaban para su ofensiva, el reloj parecía estar en su contra.
Mientras tanto, en la ciudad de Stalingrado, el Ejército Rojo se fortalecía y planeaba su contraataque. Stalin estaba decidido a recuperar la ciudad y abrir el camino hacia Alemania. Las bajas alemanas se acumulaban rápidamente, y las condiciones inhumanas del invierno exacerbaban aún más la desesperación en las filas nazis.
La noticia de los Mechas alemanes comenzó a filtrarse a través de los informantes soviéticos, y esto preocupó y cautela en el alto mando soviético. Sabían que enfrentar a estos gigantes de acero requería una estrategia cuidadosamente planeada.
Mientras tanto, en la base secreta en Múnich, los Mechas finalmente estaban listos. Sus armas estaban afinadas y probadas, y los sistemas de energía atómica funcionaban de manera óptima. El General von Stahl, junto con los altos mandos nazis y los científicos involucrados, observaron con anticipación los enormes colosos de acero listos para la batalla.
General von Stahl: (con voz llena de determinación) Ha llegado el momento de desatar el poder de los Mechas de Súper aleación Z. Conquistaremos a nuestros enemigos y aseguraremos la supremacía del Reich.
El invierno ruso estaba en pleno apogeo, congelando el aire y cubriendo el paisaje con un manto de nieve blanca y helada. En medio de este escenario desolador, tres mechas de tamaño humano avanzaban lentamente hacia el frente, enviados para apoyar al debilitado ejército alemán en su lucha contra el avance soviético.
Los mechas, con su cuerpo verde azulado y faldas de batalla grises, se erguían imponentes sobre el terreno. Sus cabezas en forma de casco, con viseras de "rejilla" en el frente y aletas en la parte superior, parecían vigilantes de otro mundo.
A medida que se acercaban al campo de batalla, los mechas emanaban una presencia intimidante, capaz de infundir temor incluso en el corazón más valiente. Los soldados alemanes, a pesar de su fatiga y el amargo frío, se llenaron de esperanza al ver a estas máquinas colosales acercarse.
Soldado Alemán: ¡Mira, los mechas están aquí! ¡Vamos, esto podría cambiar el rumbo de la guerra!
La moral se levantó entre las tropas alemanas, quienes vieron en los mechas una oportunidad para resistir el avance soviético. Sin embargo, los soldados rusos también observaron con atención el surgimiento de los gigantes mecánicos y se prepararon para el enfrentamiento.
Soldado Ruso: ¡Son enormes! Pero no importa, tenemos que detenerlos. No dejaremos que el enemigo obtenga una ventaja más.
Con determinación en sus ojos, los soldados rusos se posicionaron y abrieron fuego contra los mechas. Las balas rebotaban en las armaduras de acero, incapaces de penetrar en su impenetrable capa defensiva.
Soldado Alemán: ¡Están resistiendo! No hay arma que pueda despertar En medio de la feroz batalla, los mechas alemanes avanzaban sin cesar hacia las líneas enemigas. Su gran fuerza les permitía sostener hachas gigantes con una sola mano y enfrentarse a los soldados rusos con una ferocidad imparable. Cada golpe de sus armas hacía temblar el suelo, arrasando con todo a su paso.
Soldado Alemán: ¡Avancen, compañeros! ¡Mantengan la línea y derrotemos al enemigo!
Los mechas se abrían paso a través de las filas enemigas, aplastando tanques y desafiando a los soldados rusos a una lucha desigual. La confusión y el caos reinaban en el campo de batalla mientras los rusos luchaban desesperadamente por encontrar una manera de detener a estos colosos mecánicos.
Soldado Ruso: ¡Disparen a las articulaciones
Los alemanes se habían preparado para la llegada de los mechas y esperaban utilizarlos para lanzar un contraataque sorpresa contra los rusos. Los robots avanzaron en formación hacia las posiciones enemigas, mientras los soldados alemanes los protegían con fuego de supresión.
Los rusos se dieron cuenta rápidamente de la amenaza que representaban los mechas y comenzaron a apuntarles con sus armas antitanque. Los misiles impactaron contra la armadura de los robots, pero éstos seguían avanzando, causando estragos en las filas enemigas.
De repente, uno de los mechas fue alcanzado por un disparo en la pierna, lo que lo hizo tambalearse y caer al suelo. Los soldados rusos se acercaron rápidamente y comenzaron a disparar a la cabeza y al pecho del robot, pero las balas simplemente rebotaban en su armadura.
Mientras tanto, los otros dos mechas continuaban avanzando, causando el pánico y la confusión en las filas rusas. Los soldados alemanes lanzaron granadas y dispararon sus ametralladoras mientras los robots se abrían paso, dejando una estela de destrucción a su paso.
En un momento de desesperación, un soldado ruso logró acercarse al mecha que había caído al suelo y colocó una carga explosiva en su armadura. La explosión fue masiva, arrancando la pierna del robot y lanzándolo por los aires.
El caos se apoderó de la batalla mientras los soldados rusos continuaban luchando por detener a los dos mechas restantes. Finalmente, con una combinación de cohetes antitanque y granadas, lograron destruir a los robots, causando una gran explosión que sacudió el campo de batalla.
Los soldados alemanes se retiraron rápidamente, habiendo perdido sus mejores armas en la batalla. Los rusos celebraron su victoria, aunque sabían que la guerra aún no había terminado. Pero para ellos, la destrucción de los mechas nazis era un gran golpe para la moral enemiga y una señal de que la victoria estaba al alcance de sus manos.
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