Capítulo 3

Derek no sabía que responder en ese momento, no entendía muy bien qué tipo de relación tenía su hermano con esa mujer, pero estaba seguro de que no era una muy pasional, aunque para él no tenía sentido, puesto la chica era indiscutiblemente hermosa. Aparentemente el matrimonio estaba muy roto como para que él tuviera amantes y ella estuviera consciente de ello; eso también explicaba por qué dormían en habitaciones separadas. Notó que ella aún esperaba su respuesta así que decidió que lo mejor sería evadir el tema o correría el riesgo de ponerse al descubierto.

—Mana, en verdad no quiero hablar del tema. Estoy muy cansado y siento que no es el momento —le dijo sin mirarla a los ojos.

—De acuerdo, entiendo. —Él pudo notar la decepción en su voz—. Bueno, será mejor que vayamos a dormir, ya es muy tarde —concluyó poniéndose de pie.

Ambos se dirigieron a sus respectivas habitaciones sin decir una palabra. Vio a Mana entrar a su cuarto y luego se paró frente a la que, ahora sabía, era la habitación de su hermano; sacó las llaves de su bolsillo y dudó por unos segundos en sí debía abrir la puerta o no. Al final se dio la vuelta y volvió a entrar en la habitación de huéspedes, aún no estaba preparado para entrar allí.

Derek se derrumbó sobre la cama y clavó su mirada en el techo, preguntándose desde hacía cuánto tiempo Mana y su hermano estaban viviendo en esa situación, y que es lo que los obliga a permanecer casados.

¿Era la chica tan ambiciosa cómo para importarle que su marido tenga amantes con tal de tener acceso a su dinero?, o ¿tal vez prefiriese soportar esa situación que enfrentar el escrutinio de los medios si decide divorciarse?, o ¿quizás era el viejo Arthur el que los obligaba a estar casados, aunque no se amasen?

Todas eran opciones muy factibles, pero tenía que ser muy cuidadoso si quería descubrir la verdad. No podía permitirse otro arrebato como el que tuvo, además de que era una infamia agredir a una mujer bajo cualquier circunstancia.

También había notado que ella actuaba de manera sobreprotectora con su hermano, incluso después del incidente ella olvidó todo al instante para socorrerlo cuando él fingió estar afligido, se veía tan sincera que casi quiso creerle, pero nadie puede ser tan bueno ¿En verdad su hermano se habría sacado la lotería casándose con una suerte de ángel o estaba frente a la mejor actriz de todos los tiempos?

Miró su reloj y se dio cuenta, con horror, que eran más de las tres de la mañana. Decidió que lo mejor sería dejar descansar su cerebro por un rato y dormir un poco. «Mañana será un nuevo día, con nuevas pistas que descubrir», pensó.

Eran las dos de la tarde, y Dexter aún no despertaba, Mana sonrió distraídamente mientras terminaba de preparar el almuerzo, al parecer algunas cosas nunca cambiaban, pues él siempre se levantaba tarde los domingos. Sin embargo, su sonrisa desapareció cuando miró de reojo la marca roja que aún tenía en el brazo. Si no la hubiera visto con sus propios ojos, jamás hubiera creído que Dexter fuera capaz de reaccionar de una forma tan violenta por un simple malentendido. Estaba segura de que algo muy extraño le pasaba, ni siquiera pudo reconocer su mirada cuando lo vio a los ojos la noche anterior, era como si estuviera ante la presencia de alguien totalmente distinto, pero obviamente eso era imposible.

Algo debía estar pasándole, algo muy malo. Él insistía en que todo estaba bien, pero la forma en que estaba actuando le decía todo lo contrario. Estaba segura de que su amigo estaba sufriendo y no quería contarle nada, tenía que hacer algo para ayudarlo, pero... ¿Qué podría hacer?

Se encontraba tan concentrada en sus pensamientos que ni siquiera notó cuando él entró a la cocina.

—Hola. —Ella se sobresaltó un poco al escuchar su voz—. Lo siento, no quise asustarte.

―No te preocupes, solo me tomaste por sorpresa —dijo volteandose hacia él con una sonrisa.

Mana lo miró de arriba abajo, a pesar de haber dormido tantas horas aún se veía cansado, incluso tenía ojeras, lo que le indicaba que no había estado usando sus mascarillas faciales; otro indicio de que algo no estaba bien, pues para Dexter el cuidado de su piel era muy importante.

—Oye, yo quería disculparme otra vez por lo de anoche...

—Calla... —lo interrumpió ella. No quería seguir atormentandose por eso—. Fue solo un malentendido, en lo que a mí respecta eso nunca pasó —dijo, desestimando el asunto—. Ahora será mejor que te prepares para disfrutar mi famosa lasaña de carne y vegetales —anunció.

Sirvió la lasaña acompañada de una ensalada César y ambos comieron en silencio. Mana notó que se había quitado el pendiente que tenía puesto el día anterior, seguro arrepentido por el atrevimiento, aunque le costaba imaginar a este nuevo Dexter arrepentido de algo; al igual que pudo sentir cómo esa nueva aura viril lo rodeaba haciendo que fuera imposible que le quitara los ojos de encima, aunque de manera disimulada por supuesto, no quería hacerlo sentir incómodo.

Luego de comer y lavar los platos, salió al patio para ver a Sherlock; el pobre animal se veía afligido, no estaba acostumbrado a estar encadenado. Cambió la pesada cadena por una correa para paseo mucho más liviana y lo montó en su auto con la intención de llevarlo al parque para perros más cercano, eso seguro lo animaría.

Una vez allí, dejó libre al enorme dálmata para que pudiera correr a sus anchas y jugar con otros perros, mientras ella se relajaba en uno de los bancos del parque.

Una vez más Dexter abarcó sus pensamientos; su dulce amigo la tenía muy preocupada, pero creía tener la solución para que volviera a ser el mismo. Después de que Sherlock por fin descargara toda esa energía reprimida en el parque, Mana pasó por una licorería y compró un vino Cabernet Sauvignon. Su intención era sorprender a Dex con una noche de vino tinto y palomitas, mientras veían su película favorita, como en los primeros años de su amistad. Para ella era muy importante que Dexter volviera a ser el mismo de antes, él era la persona más importante en su vida, era prácticamente todo lo que tenía y no podía perderlo.

Cuando llegó a la casa eran más de las siete, dejó a Sherlock atado a su casita en el patio trasero y llevó las compras a la cocina. Dexter debía estar en el estudio, así que, aprovechó para darse un baño y cambiar su conjunto deportivo por un vestido corto de flores y soltar su larga melena.

Bajó a la sala y organizó todo, tratando de hacer el menor ruido posible. Tenía la película seleccionada en el televisor, una bandeja con uvas y quesos finos, las palomitas acarameladas en un cuenco, y la botella junto a las copas de vino sobre la mesa. Una vez que todo estuvo perfecto, empezó a llamar a Dexter a todas voces, hasta que por fin lo vio en las escaleras.

—¿Qué pasa, por qué gritas? —preguntó algo alterado.

—¡Sorpresa! —anunció ella con alegría. Él no mostró ninguna expresión ante la escena, lo cual la decepcionó un poco, pero aun así no se dio por vencida —. ¡Baja ya tonto! Organicé una noche especial para nosotros.

Él obedeció con recelo, ambos se sentaron en el sofá y en pocos segundos la película comenzó a reproducirse. Mientras la veían, Mana intentó hacerle plática, haciendo comentarios graciosos sobre las actrices o recordando alguna anécdota, pero él solo le respondía con un o claro; estaba empezando a darse por vencida.

Decidió que lo mejor sería quedarse en silencio un rato hasta que él se animara a hablar. Se recostó en el sofá y, sin mirar, tomó su copa de vino al mismo tiempo que su acompañante tomaba la suya; inevitablemente ambas copas chocaron haciendo que el líquido rojo cayera sobre ella.

—Lo siento, no fue mi intención.

—No te preocupes Dex.

Ella no le dio importancia y simplemente se quitó el vestido manchado, quedando en ropa interior delante de su amigo como tantas veces lo había hecho antes, aunque esta vez notó que él se veía un poco sorprendido y evitaba mirarla.

—¿Quieres que busque una manta o alg...?

—¡Mira, es nuestra canción! —Ella interrumpió su pregunta y dio un brinco entusiasmada al escuchar la música que bailaban los protagonistas, era la favorita de ambos—. Ven, vamos a bailar.

—Yo no...

Mana no lo dejó terminar, lo tomó por el brazo y tiró de él hasta que logró ponerlo de pie, luego puso sus brazos alrededor de su cuello, imitando la romántica escena que mostraba la pantalla. Al principio su amigo se mostraba reacio, pero fue cediendo poco a poco, acercándose más a ella y poniendo las manos en su cintura desnuda.

Ella recostó la cabeza sobre su hombro y se dejó llevar por la música, imaginando que se encontraban en un salón de baile. Aunque su relación no era romántica, ni sexual, era la única relación estable que había tenido en su vida y le aterraba perderla.

De repente, algo interrumpió las fantasías de Mana trayéndola de vuelta a la realidad; aunque lo que estaba sintiendo no podía ser real, era imposible que Dexter tuviera una erección en ese momento.

Su mejor amigo gay, que la había visto desnuda una infinidad de veces sin tener ningún tipo de reacción, en ese momento tenía el pene totalmente erguido. Era demasiado, el colmo de todas sus nuevas rarezas, e incluso la hacía pensar en una teoría totalmente descabellada que la llevaba a creer que se estaba volviendo loca. Estuvo a punto de separarse de él, pero se le ocurrió una idea para comprobar si estaba en lo correcto o no.

—Recuerdas nuestra luna de miel en México, cuando hicimos el amor en la playa bajo la luz de la luna —le susurró al oído.

—Claro que sí, cómo olvidar esa mágica noche.

Su piel se erizó al escucharlo decir esas palabras, pues comprobaban todos sus temores. Horrorizada y llena de miedo, lo empujó lejos de ella y tomó el vestido manchado que yacía en el sillón, para cubrir su parcial desnudez.

—Nunca hemos ido juntos a México, ni siquiera tuvimos luna de miel —lo encaró—. ¡Tú no eres Dexter! ¿Quién diablos eres tú?

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