Capítulo 28
Mana y Derek llegaron al hospital tan pronto como les fue posible. Fueron hasta el área de información, donde dieron el nombre de Arthur a la enfermera de turno y ésta, después de buscar en la computadora, le indicó el número de la habitación en la que se encontraba. Fueron hasta allá en un abrir y cerrar de ojos.
Al llegar abrieron la puerta y se adentraron en el cuarto, donde se encontraron con la tétrica imagen de Arthur entubado y conectado a varios aparatos. John, quien estaba sentado a su lado, se puso de pie en cuanto los vio.
—¿Cómo sigue? ¿Qué fue lo que pasó? —preguntó Derek claramente angustiado.
—Estábamos en su despacho, salí por un momento y al volver estaba convulsionando en el suelo, lo traje al hospital de inmediato —explicó John.
En ese instante el doctor entró en la habitación para darle una revisión a los signos vitales de Arthur. John les presentó a ambos como el hijo y la nuera de su paciente, y le pidió que les explicara a ellos la condición de su amigo. Él comenzó diciendo que las convulsiones fueron provocadas por varios coágulos de sangre localizados en el cerebro que, a su vez, se formaron como consecuencia de su paro cardíaco anterior. Debido a esto decidieron ponerlo en un coma inducido para poder explorar el área del cerebro en la que se encontraban y ver si era posible extraerlos mediante una cirugía.
—¿Qué tan riesgosa es esa cirugía? —preguntó Derek.
—Por suerte los coágulos han sido detectados a tiempo, sin embargo, el área del cerebro en la que se encuentren determinará qué tan difícil y riesgosa sería su extirpación.
—Entiendo...
Mana observó como Derek volteó a ver a su padre con una mirada cálida, casi tierna. El doctor se despidió y él se acercó hasta su cama. John se paró del asiento que ocupaba para entregárselo. Derek, sin decir nada se sentó en la silla y tomó la mano de su padre, apoyando su frente en el dorso de ésta. Todos estuvieron callados por unos minutos, el silencio solo era interrumpido por el sonido de las máquinas. Para Mana esto solo significaba una cosa: perdón.
Derek por fin perdonaba a su padre. Sus ojos se llenaron de lágrimas que hizo el esfuerzo de no derramar. Estaba enternecida y feliz, sabían que ambos se necesitaban el uno al otro para superar los terribles momentos por los que pasaron, aunque por un momento pensó que ninguno daría su brazo a torcer, le alegraba ver cómo sus lazos de sangre eran más fuertes que los errores del pasado. Solo lamentaba la falta de Dexter para completar ese hermoso cuadro, estaba segura de que él también había sido perdonado.
Mientras los veía, Mana no pudo evitar pensar en su madre. Salió del cuarto y se dirigió a la cafetería del hospital, que en ese momento estaba casi vacía, se sentó en una de las mesas que estaba junto al cristal, permitiéndole una vista panorámica de la calle y marcó en su teléfono el número de su madre.
—¡Hola, Mana!, cariño —contestó con entusiasmo el teléfono. Podía sentir la alegría en su voz por recibir su llamada—. Qué bueno que me llamas ¿Cómo estás?
—¡Hola, madre!, estoy bien, gracias por preguntar.
—Me alegro mucho, hace mucho tiempo que no recibo una llamada tuya.
—Sabes la razón de eso, madre.
—Sí, yo lo sé... —Su entusiasmo se esfumó al instante.
—Pero ya no quiero que sea así; no quiero guardarte más rencor madre, no en este momento... pero no sé cómo dejar de hacerlo —le confesó entre lágrimas.
—Hija, dime que te pasa ¿Por qué estás llorando?
—Porque estoy enamorada, madre.
—Y no es de tu esposo, supongo.
—No. Mi esposo está muerto, mamá. Además de que nunca tuvimos un matrimonio real.
—¿Cómo que muerto? ¿Qué le pasó a Dexter, Mariana?
—Fue hace casi dos meses, fue asesinado.
—Lo siento mucho mi amor. —La intentó consolar— ¿De quién estás enamorada?
—De su hermano gemelo. Sí, lo sé, es una locura. —Se apresuró a decir antes de que su madre lo hiciera—. Él es un hombre frío y distante... es impulsivo y... lo amo con todas mis fuerzas, pero no quiero hacerlo. No quiero que un hombre tenga total control sobre mí, al punto que me despoje de mi dignidad como tantas veces te hicieron a ti. No quiero ser como tú.
—Hija, tú nunca serás como yo. Siempre has sido mucho más fuerte e inteligente, por eso estoy tan orgullosa de ti.
—¿Por qué lo permitiste, mamá? ¿Por qué dejaste que ese maldito nos lastimara?
—Sé que mis razones no son válidas, aunque en ese entonces sí creía que lo eran. Pensaba que no importaba aguantar un poco de dolor si eso significaba que siempre habría comida en la mesa. Desde pequeña aprendí a qué debía ser una esposa obediente, verme bien y complacer a mi esposo. Tu padre me amó con toda su alma, nunca me faltó nada a su lado y yo nunca tuve que trabajar, pero cuando murió no sabía qué hacer, era una inútil. Solo podía pensar en buscar otro esposo y eso hice.
—Mamá...
—Sé que no merezco tu perdón, ni el de Dios por lo que hice, pero te juro que te amo hija y que estoy muy arrepentida. Si pudiera volver el tiempo atrás, cambiaría todo.
Su llanto conmovió a Mana. Ya no quería odiarla, ni culparla por sus temores y traumas. Aunque su madre tomó malas decisiones en la vida, ella también lo hizo al privarse de la oportunidad de amar y ser amada, al casarse con Dexter en lugar de alentarlo a ser honesto con su padre. No estaba siendo justa al seguir rechazándola.
—Te perdono, madre.
—Gracias hija, gracias.
Algo capturó la atención de Mana. Entrecerró los ojos para enfocar bien un auto que se estaba estacionado frente al hospital. Era el auto de Sophia, estaba segura. Su madre continuaba hablando, ella quiso ponerle atención, pero se distrajo otra vez cuando Sophia salió del auto y empezó hacerle señas para que saliera.
—Madre, tengo que colgar, pero prometo volver a llamarte.
—De acuerdo hija, te quiero.
Mana no supo si contestar o no. No es que no la quisiera, pero creía que aún era muy pronto, aunque la haya perdonado ella aún necesitaba tiempo para olvidar, así que simplemente colgó. Se paró de su asiento y salió del hospital para reunirse con Sophia.
—Hola, Mana ¿Cómo estás? —La saludó. Mana notó que se veía bastante ansiosa, movía las manos constantemente y sus ojos miraban de un lado a otro como si estuviera buscando a alguien.
—Hola Sophia, ¿qué haces aquí? ¿Estás bien?
Sophia abrió los brazos y se abalanzó sobre ella, en un abrazo que ella respondió, pero que luego de unos prolongados segundos se volvió incómodo.
—Lo... lo siento, es que estoy muy feliz de verte. Yuni me dijo que estabas aquí.
—¿Qué está pasando, Sophia? ¿Esos son tus hijos? —preguntó confundida al notar a los dos niños en la parte de atrás del vehículo.
—Sí, son ellos. Es... es su padre, fue a la casa histérico e intentó golpearnos, no sabía a quién más recurrir. —Sophia estalló en llanto y Mana no pudo más que sentir pena por la desdichada mujer.
—Está bien, está bien. —Intentó calmarla—. Buscaré un lugar donde puedan quedarse. Vamos a ver a los niños, no deben asustarse más de lo que seguramente ya están.
Mana caminó delante de ella hasta llegar a la ventanilla del asiento trasero, le sonrió a los pequeños Luca y Tristán, pero sus labios fueron cubiertos por una toalla remojada en cloroformo que también abarcaba su nariz. Ella intentó liberarse, pero el efecto del químico era tan potente que poco a poco fue perdiendo las fuerzas hasta quedar inconsciente.
Derek se extrañó mucho al ver que Mana no volvía. Después de un rato esperándola, le pidió a John que se quedara con su padre para salir a buscarla. Llamó más de veinte veces a su teléfono, pero ella nunca respondió, luego preguntó a varios empleados del hospital y ninguno recordaba haberla visto. Mientras salía de una de las salas de espera su teléfono empezó a sonar, tomó la llamada rápidamente, sin siquiera revisar el número, convencido de que era ella.
—¿Mana?
—No, soy Víctor... —Su voz se escuchaba agitada y pausada, como si apenas pudieras respirar.
—¿Víctor Rivera? ¿El detective? —«¿Para qué diablos me está llamando?», pensó.
—Escúchame bien Derek, es Sophia, ella mató a tu hermano y también a Jason Hootman. Mana está en peligro...
—¿Qué dices? ¿Dónde estás? —preguntó horrorizado.
—Estoy en su casa, intentó matarme. Tienes que darte prisa o le hará daño...
—¿Víctor? ¡Víctor!
La llamada no se había colgado, pero él no contestaba, así que colgó y le hizo una rápida llamada a Yuni, la asistente de Mana, esta le proporcionó la dirección de Sophia, no sin antes mencionar que le sorprendía mucho que él no la supiera. Derek ignoró el comentario y se dirigió a toda velocidad al lugar indicado. Se vio obligado a forzar la puerta para entrar y al hacerlo, el olor a sangre era inconfundible. Caminó por toda la casa hasta llegar a la cocina, donde se encontró con un verdadero baño de sangre.
Jason estaba en el suelo desangrándose, con múltiples heridas alrededor de todo su cuerpo. Por otro lado, estaba Víctor con un cuchillo clavado en su costado. Acercó su oreja al corazón del hombre para comprobar si este aún latía, alegrándose al comprobar que sí, aunque muy levemente. De inmediato llamó una ambulancia, que tardó unos ocho minutos en llegar y llevarse a ambas personas.
Él se quedó en el lugar, junto a los policías que también llegaron. Se registró toda la casa, sin encontrar rastros de ninguno de los que allí vivían, solo closets vacíos, al igual que algunos cajones. Al parecer Sophia había escapado con sus hijos y, si lo que Víctor decía era cierto, de alguna forma también se había llevado a Mana con ella.
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