Capítulo 26

Dos años atrás:

Dexter no tenía idea de cómo terminó en una fiesta de los Hootman. Estaba tan triste después de que Eduardo terminara con él, luego de contarle sobre su próximo matrimonio con Mana, que solo quería ruido, alcohol y gente hablando tonterías a su alrededor para distraerse un poco. Su plan inicial era ir a Shine, su disco favorita , pero Afrodita no trabajaba ese día. Jamás pensó que caería tan bajo. Las personas que iban a esas fiestas eran patéticas, en su mayoría libertinos oportunistas que se acuestan con cualquier cosa que se arrastre frente a sus narices, en especial sus anfitriones.

A diferencia del estereotipo de gay promiscuo que la mayoría de las personas pueden imaginar al ver a alguien homosexual, él creía en la monogamia. Le gustaba divertirse, eso es cierto, el sexo casual no tenía nada de malo si estaba soltero y alguien le gustaba, pero en el fondo él soñaba con encontrar a su pareja ideal, alguien que lo amara y a que quien serle fiel. Creía que Eduardo era esa persona. Estaba equivocado.

Por muy enamorado que estuviera, no podía salir del closet así sin más, su padre nunca se lo perdonaría. Intentó convencerlo de que su matrimonio con Mana era solo una farsa, que jamás le pondría un dedo encima, pero Eduardo no le creyó. No podía culparlo, para la prensa y sus amigos él era todo un Don Juan con las mujeres, incluso se acostó con algunas para que no quedara la menor duda. Era lo que se esperaba de la cara de las joyerías Mcfale y heredero del magnate Arthur Mcfale; no podía ser de otra forma.

—Vaya, vaya, ¿A quién tenemos por aquí? —Jason Hootman se acercó a él con una gran sonrisa de satisfacción en su rostro—. El gran Dexter Mcafale en mi humilde hogar, esto es un gran honor.

—¡Hola, Jason!, solo estaba de paso. Ya me voy. —Se apresuró a decir.

—Vamos, no seas aguafiestas, mira como todos los demás se divierten.

Dexter vio a su alrededor, estaban en la piscina de la casa. Los invitados estaban en su mayoría desnudos; a algunos los reconocía a otros no; cogiendo, tomando, riendo. Algunos hacían tríos, otros orgías, había juguetes sexuales flotando en el agua. Era una fiesta bastante alocada.

—No me apetece —renegó con desinterés.

—Yo he escuchado que tú eres muy salvaje cuando tu padre no está cerca —susurró Jason en su oído—, ¿Por qué no te coges a mi esposa mientras yo los observo?, ella estaría encantada.

Dexter observó por un instante a Caitlin, quien estaba recostada en una tumbona, masturbándose mientras veía dos chicas hacerse sexo oral mutuamente.

—No lo tomes a mal, Jason, pero tu esposa me parece bastante desagradable, ni loco la tocaría.

Dexter miró a Jason y vislumbró un atisbo de repudio en sus ojos. Siempre sospechó que toda esa pasión que desbordaba no era más que una farsa, tal vez no estaba equivocado después de todo.

—¿Qué pasa Mcfale? ¿No será que no te gustan las mujeres?

—¿Qué pasa Hootman? ¿No será que a ti también te da asco tu esposa y solo buscas a alguien que se la folle para no tener que hacerlo tú?

El rostro de Jason se tensó en cuanto escuchó esas palabras, entonces Dexter supo que había dado en el clavo. Es más, ahora sospechaba que Jason podría ser tan gay como él. Pero ese no era su maldito problema. Lo mejor era largarse de allí e ir a casa; llamaría a Mana para contarle lo que pasó con Eduardo. Se puso de pie listo para retirarse, pero Jason lo tomó por el brazo haciéndolo girar hacia él.

—Crees que eres mejor que yo, ¿cierto? —dijo mirándolo a los ojos con amargura.

—Creo que yo ya estoy muy ocupado con mi propia mentira, no puedo ser parte de la tuya.

Se soltó de su agarre y se fue de la fiesta sin mirar atrás.

Al día siguiente, Dexter se sorprendió al ver a Jason entrar en su oficina y cerrar la puerta tras él. No entendía qué hacía allí, ellos no eran amigos y tampoco le interesaba que lo fueran. El modelo tomó asiento frente a su escritorio, con una expresión seria, dejando de lado esa sonrisa altanera que siempre lo caracterizaba.

—¿Por qué dijiste anoche que tú también vives una mentira? ¿A qué te referías? —lo interrogó.

—Jason, ayer estaba borracho, no tengo ni idea de lo que dije...

—No finjas, yo sé que te acuerdas perfectamente, dime la verdad ¿A qué te referías? —insistió.

—Si tanto quieres saberlo me refería a que soy gay y que estoy seguro de que tú también lo eres. Y no me vengas con esa mierda de la bisexualidad porque no me la creo.

«¿Qué demonios he hecho? ¿Acaso me he vuelto loco? ¿Cómo pudeconfesarle mi mayor secreto a este imbécil?» pensó.

—Yo... yo... —balbuceaba Jason sorprendido.

—¡Mira!, tengo que salir. Después hablamos.

Dexter se puso de pie con la intención de salir de la oficina para aclarar sus ideas, tenía que encontrar la forma de remediar la estupidez que acababa de cometer. Sin embargo, antes de que pudiera acercarse a la puerta, Jason se abalanzó sobre él, tomándolo por la camisa y besándolo en los labios. Dexter estaba confundido, no sabía cómo reaccionar hasta que lentamente se dejó llevar y respondió a su beso, que cada vez se volvía más apasionado.

Ese fue el principio del final.

La relación entre Dexter y Jason era intensa, más que cualquiera que hubieran tenido antes. Sus situaciones eran parecidas, por lo tanto, ninguno le exigía al otro algo que no pudiera darle. Jason no le pedía a Dexter que saliera del closet, ni que se enfrentara a su padre, pues sabía que él tenía una reputación y una imagen pública que cuidar. Mientras que Dexter entendía que, al igual que él, Jason estaba atrapado en un matrimonio sin amor, solo que este si tenía que fingirle a su esposa, pues ella era la dueña de todo su dinero y si se divorciaban terminaría en la calle.

A pesar de todo eso, ambos se la arreglaban para encontrar momentos de felicidad dentro de su caótica vida. Siempre en secreto, escondidos del mundo. Dexter ni siquiera le contó a Mana sobre su relación. Nunca le contaba mucho sobre sus amantes; más que nada para protegerla de alguna situación en la que se viera obligada a delatarlo, era mejor no saber nada y así no tener nada que confesar; pero con Jason tuvo especial cuidado de no levantar ninguna sospecha.

Fue Jason quien lo inicio en el mundo del bondage y el sadomasoquismo, con lo que descubrió que el dolor tambien puede llegar a ser muy placentero. Incluso se compró varios trajes de latex y articulos para intensifucar su experiencia. Lo amaba tanto, que por él rompió su promesa de no volver a acostarse con una mujer, la misma promesa que lo orilló a proponerle matrimonio a su mejor amiga, condenándola a ser su eterna tapadera. Caitlin era una mujer insegura y demandante, Jason apenas si podía escapar de ella para estar con él.

Por lo que Dexter se vio obligado a volver a asistir a algunas de sus fiestas para verlo, y la única forma de que dieran suelta a su pasión sin que ella sospechara nada era incluirla en sus juegos sexuales, siempre haciéndole creer que ella era el centro de su atención cuando en realidad estaba de más en su lecho. Por suerte para ambos, a Caitlin a veces le gustaba observar, por lo que podían disfrutar el uno del otro sin su insoportable intervención. 

Muchas veces Dexter notaba cierta tristeza y ansiedad en Jason, como si algo lo perturbara. Intentó preguntarle, pero él siempre cambiaba de tema. Sabía que ocultaba algo, sin embargo, no podía enojarse por ello, pues él tenía sus propios secretos. No le había contado nada sobre su hermano gemelo, ni siquiera Mana lo sabía. Derek era un tema prohibido para él y su padre, trataba de no pensar en él, de hacer de cuenta que nunca existió, por eso nunca le contaba a nadie que tenía un gemelo. Para qué molestarse en hablar de alguien que seguro jamás volvería a ver.

—¿Y si escapamos juntos y dejamos atrás a Caitlin y tu padre? —inquirió un día Jason de la nada.

—¿De qué estás hablando Jason?

—Es que ya no soporto a Caitlin, no quiero volver a tocarla nunca en la vida. Y tú, ¿no me digas que no estás harto de que tu padre te trate como un idiota?

—Pues sí, lo admito, pero no podemos simplemente irnos.

—¿Por qué no? —refutó—. Podríamos escapar lejos, donde nadie nos conozca, donde podamos ser felices.

—Porque nos moriríamos de hambre. Tú dependes económicamente de tu esposa al igual que yo de mi padre. No tenemos nada.

Jason se quedó callado por unos instantes antes de mirar a Dexter a los ojos.

—¿Y... si nos llevamos algunas joyas valiosas de la compañía? —Dexter abrió los ojos desmesuradamente al escucharlo—. Tu padre no las echará de menos, tampoco le harán falta, y con eso podríamos tener suficiente para escapar y...

—¡Ya basta, Jason! Deja de decir estupideces —lo acalló— ¿En serio crees que es tan fácil robarse esas joyas? Nos descubrirán enseguida. Será mejor que te vayas a casa y dejes de decir locuras.

Esa noche Dexter no pudo dormir pensando en lo que le había dicho Jason. Claro que le gustaría escapar con él, pero no era algo posible. Y... ¿robar las joyas? ¡Era una locura! Sobre todo, lo que más hizo eco en su mente fue su alusión al trato que le daba su padre: «no estás harto de que te trate como un pelele».

Sí, sí lo estaba y no quería seguir permitiéndolo. Él era tan importante para la joyería como el mismo Arthur Mcfale.

Al día siguiente, se dirigió a la oficina de su padre con la intención de hablar con él. Como siempre le pasaba cuando estaba en su presencia, sus manos comenzaron a temblar y su capacidad de hablar se reducía considerablemente.

—¿Qué quieres, Dexter? —le preguntó sin siquiera mirarlo a los ojos—. Te advierto que estoy ocupado y no tengo tiempo para tus tonterías.

—Pa... padre, yo vine hablarte sobre mi puesto en la empresa. —Empezó su ensayado discurso—. Creo que, como vicepresidente, debería tener más responsabilidades acordes a mi puesto.

Arthur detuvo lo que estaba haciendo y levantó la cabeza para mirar a su hijo.

—¿Más responsabilidades? —repitió con un tono de ironía—. Sabes muy bien que la única razón por la que eres vicepresidente es porque eres mi hijo, pero tú no tienes la capacidad para tomar decisiones importantes en mi compañía.

—Por supuesto que soy capaz padre, tengo un posgrado y una maestría en negocios, además de que prácticamente crecí en esta joyería. Tengo todo el derecho de...

—¡Tú no tienes ningún maldito derecho a nada! Te encargué ser la cara oficial de la marca, así que confórmate con dar entrevistas y salir en los comerciales. Es la única utilidad que tienes. Ahora lárgate de mi oficina.

—Apuesto a que si él estuviera aquí, tú...

—¡Te dije que te largaras!

Dexter salió de la oficina sin decir una palabra, pero la rabia que sentía lo estaba consumiendo. Estaba harto de sus humillaciones, de que lo creyera un imbécil. Le demostraría lo que era capaz de hacer. Entró en su oficina y marcó en su teléfono el número que ya se sabía de memoria.

—De acuerdo, lo haremos. Pero tenemos que ser muy cuidadosos para no ser atrapados.

Dexter diseñó la estrategia perfecta para llevar a cabo su plan. Pensó que si falsificaban las joyas por completo sería muy fácil descubrirlos, por lo que su objetivo eran las piedras incrustadas en ellas. Debía hallar una forma de extraer las piedras y sustituirlas por imitaciones perfectas.

Fue entonces cuando conoció a August Murfy, un falsificador de joyas del que había escuchado hablar. El tipo era desagradable, sin embargo, escuchó que era muy bueno en su trabajo. Le pidió una prueba de lo que podía hacer y obtuvo una pequeña bolsa con piedras falsas. Eran perfectas. Mismo peso, mismo brillo, misma textura... a simple vista era imposible notar la diferencia.

Debían ser muy cautelosos para no levantar ninguna sospecha. Llevaba un registro de los lotes que contenían las piedras que le interesaban. Cada tres meses interceptaban las joyas que iban a ser enviadas a otros estados, una vez que habían sido revisadas, y su venta y distribución autorizada. Jason y él le entregaban el maletín con joyas a August, quien tenía un tiempo determinado para realizar el delicado trabajo.

A veces se sentía satisfecho por lo que estaba haciendo, incluso fantaseaba con la cara de su padre al descubrir que su hijo inútil le estuvo robando todo este tiempo, bajo sus propias narices; otras veces lo carcomía la conciencia, sabía que lo que estaba haciendo estaba mal, él no era un ladrón, solo quería algo de mérito, de reconocimiento, algo que su padre nunca le otorgaría. Por eso decidió que lo mejor era irse lejos con Jason, no sin antes llevarse, al menos, un poco de lo que se merecía por todos los años de lealtad a su padre.

A veces, también lo invadía el recuerdo de su hermano Derek, a quien siempre le tuvo envidia. Era mejor que él en todos los sentidos, su padre siempre lo quiso más a pesar de que siempre le llevaba la contraria, y tuvo la valentía de marcharse de casa sin importarle que iba a estar solo y sin un centavo del dinero que por derecho le correspondía. ¿Por qué no podía ser como él? ¿Por qué no podía simplemente irse y dejar atrás todo lo que lo atara a la joyería Mcfale?

Porque era un cobarde, por eso no podía. Se preguntó qué le diría su hermano si se volvían a encontrar ¿Lo rechazaría o lo aceptaría a pesar de sus errores? Sabía dónde estaba, investigó por varios meses su paradero a espaldas de su padre, descubriendo que vivía en New Jersey y que era dueño de una empresa jardinera. Viajó hasta allí con Jason y se hospedaron en un motel barato para no llamar la atención. Su plan era buscar a Derek e intentar hacer los pases con él, pero no tuvo el valor de hacerlo, viajó varias veces al lugar, siempre hospedándose en la misma habitación, siempre con la misma intención... siempre arrepintiéndose a último momento.

Un día antes de la tragedia Dexter y Mana se encontraban en el sofá comiendo palomitas mientras veían su película favorita.

—Mañana saldré de viaje —le anunció a Mana—. No sé exactamente cuándo vuelva así que también le di unos días libres a Sophia, esa pobre mujer merece unas vacaciones.

—¿A dónde irás? —preguntó ella.

—Eso no te lo puedo decir, confórmate con saber que estaré con alguien especial.

—De acuerdo —aceptó algo decepcionada—. Solo intenta volver antes que tu padre. No quiero que se enoje contigo.

—Mi sola existencia basta para que se enoje conmigo, además seguro le alegrará no verme. —Dexter intentó sonar despreocupado, pero el dolor en sus palabras era innegable.

—No digas esas cosas —lo reprendió—. Sé que tu padre es un viejo cascarrabias, pero eres su hijo y en el fondo te ama ¿Quién no lo haría? Tú eres un alma pura y generosa.

—No deberías tenerme en ese pedestal, después de todo por mi culpa no has conocido a alguien especial, estás demasiado ocupada fingiendo ser mi esposa.

—Oye, si no he conocido a nadie es porque, probablemente, no exista nadie para mí. Además tú no me has obligado a nada, yo quiero estar contigo, eres la única persona en quien confió y que sé que jamás me lastimarías a mí, ni a nadie.

—¿Y si un día me equivoco y hago algo imperdonable?

—Significaría que eres humano y, como tal, cometes errores. Pero tú te sobrepondrás a ellos y elegirás el camino correcto. Yo creo en ti.

Esas palabras hicieron eco en Dexter durante toda la noche, ni siquiera pudo dormir pensando en lo que había hecho y en cómo afectaría a Mana al descubrirlo. Ella era la única que creía en él, no podía defraudarla de esa forma, nunca se lo perdonaría. Pero aún quería irse, ya no soportaba el yugo de su padre, ni seguir viviendo una doble vida.

Al día siguiente voló con Jason una vez más para vender las joyas y luego huir a Francia, solo que todo había cambiado. Lo primero que hizo fue cancelar la venta, luego le escribió a su hermano, había obtenido su número gracias a sus indagaciones.

Su nuevo plan era reunirse con su hermano, pedirle perdón por no buscarlo antes y entregarle el maletín con joyas para que el mismo fuera a San Francisco y se lo devolviera a su padre. A pesar de tener tanto tiempo sin verse sabía que su hermano era un hombre honesto y que haría lo correcto. Tal vez era mucho pedir después de doce años, pero él estaba dispuesto hacer lo que sea para que aceptara. Jason probablemente no estaría contento con su decisión, pero si en verdad lo amaba esa era la única forma de demostrárselo, aceptando huir sin nada más que sus conciencias limpias y estar dispuesto a iniciar desde cero.

Con todo esto en mente, Dexter cerró los ojos imaginando una nueva vida en París con el hombre que amaba, sin sospechar que ese sueño jamás se materializaría.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top