Capítulo 24

La diseñadora de joyas abrió los ojos en plena oscuridad, antes de que los rayos del sol se colaran por la ventana del cuarto de Derek. La noche anterior, después de bajar de la azotea, volvieron a hacer el amor en la cama de Derek.

A pesar de estar plenamente satisfecha, apenas si pudo dormir en toda la noche, atormentada por la idea de tener que reconocer el cuerpo de Dexter ese día. Sería una tortura para ella, no estaba segura de poder resistirlo, sin embargo, tenía que hacerlo, ya no podía dar marcha atrás.

Se giró en la cama para poder contemplar al paisajista, quien dormía plácidamente a su lado. La noche anterior se había admitido a sí misma que lo amaba, un sentimiento que creyó jamás experimentar por un hombre como él, y mucho menos con tal intensidad, pero ahí estaba, total y completamente enamorada de Derek Paterson.

¿Qué debía hacer ahora? ¿Sentiría él lo mismo por ella?

No tenía idea, además de que ese no era el momento para lidiar con ello, encontrar al asesino de Dexter era la prioridad. Tal vez su amigo cometió errores, tal vez no era perfecto, más eso no significaba que alguien tenía derecho a arrebatarle la vida y quedar impune.

—¿Desde hace cuánto estás despierta? —preguntó Derek abriendo los ojos.

Mana se sobresaltó un poco al escucharlo, estaba tan metida en sus pensamientos que no se dio cuenta en qué momento despertó.

—Desde hace un rato. Me siento un poco nerviosa —le dijo desviando la mirada.

Ella no estaba un poco nerviosa, sino aterrada y temía que él pudiera verlo en sus ojos.

—Te entiendo, pero tienes que descansar. Hoy será un día muy largo —le aconsejó.

Le irritó que se lo dijera de esa forma tan condescendiente, «cómo si fuera tan fácil», pensó. Sin embargo, se reprendió de inmediato. Tenía que recordar que ella no era la única involucrada en todo esto, Derek ya había visto el cadáver de Dexter cuando apenas tenía horas de ser asesinado, era una imagen que nunca lo abandonaría y, ahora tendría que hacerlo de nuevo. Estaba casi segura de que, al igual que ella, él tampoco pudo dormir en toda la noche, y solo fingió para no despertarla.

—Hay algo que quiero pedirte —dijo, sentándose sobre la cama, mientras apartaba un mechón de cabello de su cara.

—¿De qué se trata? —preguntó intrigado.

Ella contuvo el aire por un momento, insegura de lo que iba a decir, luego lo soltó al convencerse de que era lo correcto.

—Quiero entrar sola a la morgue para identificar a Dexter.

—Eso es imposible Mana, no puedo permitirlo —intervino Derek, mirándola como si estuviera loca.

—Pero debes hacerlo —insistió.

—Mana, el cuerpo de Dexter... lo que queda de él... es demasiado horrible.

Mana pudo notar como la voz de Derek se quebró por un instante, antes de tomar unos segundos para recomponerse.

—Él era mi esposo y mi mejor amigo, necesito enfrentar esta realidad sola para poder avanzar.

Lo miró a los ojos con determinación; sabía que Derek no entendería su petición, que se negaría rotundamente, a pesar de que ella solo intentaba protegerlo, de la misma forma que él protegía a ella. Además, Mana ya no quería seguir fantaseando con la idea de que todo esto era una pesadilla, ya que en su interior aún se albergaba la idea de que Dexter estuviera vivo. Sin embargo, estaba consciente de que sería muy duro para ella, en verdad quería ver su cuerpo a solas, y aceptar de una vez por todas la muerte de quien fue su compañero de vida.

—Como tú quieras —cedió Derek molesto.

Se levantó de la cama y caminó hacia el baño completamente desnudo, peinando con las manos su cabello hacia atrás con cierta brusquedad. Ella también se puso de pie, se cubrió con un albornoz y fue a la cocina para preparar un poco de café.

Aunque apenas eran las seis de la mañana, ninguno de los dos pudo volver a dormir.

Llegaron al edificio de la policía de New Jersey unas horas después, donde July los esperaba en la entrada. Mana miró con suspicacia a la mujer vestida con un traje gris ajustado y una camisa blanca, mientras se bajaba del auto junto a Derek, quién al verla dibujó una disimulada sonrisa en su boca; la policía le devolvió el gesto.

Al acercarse los ex amantes se saludaron con un cálido abrazo, que dejaba entrever la confianza que los unía, haciendo que Mana se sintiera por demás incómoda. Aunque no quería admitirlo, una sensación de descontento la invadió al verlos juntos, sobre todo conociendo el hecho de que ambos habían salido.

Se dijo así misma que era una ridiculez el sentir celos, ella y Derek no eran nada, además tenía cosas más importantes de las que preocuparse. Pero, aunque se lo repitiera una y otra vez, eso no hacía que el sentimiento desapareciera. Y es que ¿Cómo no estarlo? Esa mujer era muy hermosa, alta y elegante. Se sentía insignificante frente a ella.

Si Dexter estuviera allí en ese momento, presenciando el episodio de inseguridad que estaba sufriendo, la reprendería, la instaría a que se viera en un espejo y entendiera lo perfecta que era, haciéndola ruborizar. Pensar en Dexter hizo que su corazón se estrujara por el dolor, al recordar el por qué estaba allí. Su querido amigo no volvería a darle ánimos, ni a decirle que era hermosa, aunque ella no lo creyera así.

—Mana, ella es la oficial July Gilbert; July, ella es Mariana Smith, la viuda de Dexter. —La voz de Derek hizo que Mana se sobresaltara, aunque intentó disimularlo al instante.

—Es un placer señora Smith —expresó la mujer extendiéndole la mano.

—El placer es mío —dijo estrechando su mano extendida.

July los invitó a seguirla, guiándolos por los diversos pasillos de la institución hasta llegar a un ascensor en el cual los tres entraron; presionó uno de los botones y este comenzó a descender. La incómoda tensión que los rodeaba hizo que el poco tiempo que estuvieron allí dentro, se sintiera como una eternidad.

Mana se sentía cada vez más ansiosa, sus manos sudaban, sus piernas temblaban. Los recuerdos de Dexter no paraban de bombardear su mente. Las miradas constantes de Derek la ponían aún más nerviosa, a duras penas pudo convencerlo de dejarla ver el cuerpo de Dexter a solas, cambiaría de opinión de inmediato si intuía que estaba a punto de colapsar.

Por fin, las puertas del elevador se abrieron. Ingresaron en una nueva área del edificio en la que había varias personas caminando de un lado a otro, algunos usaban uniformes y otros iban de civil. Se detuvieron cuando July se acercó a una chica de pelo castaño y lentes.

—Hola, Kenia. Venimos a ver un occiso.

—Hola, detective Gilbert. Por supuesto. ¿Qué caso es?

—Venimos a identificar el cuerpo del caso 0473. Necesito el expediente —demandó en tono serio.

—Claro. —La joven buscó el archivo y se lo entregó a la mujer—. Creo que los están esperando en la zona de reconocimiento —agregó señalando hacia su derecha.

Emprendieron nuevamente su caminata, solo que apenas fueron unos cuantos pasos, esa vez. Un hombre ataviado con una bata blanca, guantes de látex y un gorro de plástico, los esperaba en la puerta de entrada de dicha sala. Mana respiró hondo, intentando aplacar el reanudado temblor en su cuerpo.

—¿Estás segura de que quieres hacer esto sola? —preguntó Derek con la vista fija en la entrada de la sala.

Ella volteó a verlo al escuchar su voz; su mirada era fría e inescrutable a su vez que su piel se tornó pálida de repente. Estaba inmóvil, cómo si de pronto se hubiera quedado petrificado, y solo sus labios fueran capaces de moverse. Mana comprendió entonces que Derek estaba tan asustado como ella, aunque no se atreviera a admitirlo. Seguro que él también estaba siendo asediado por los recuerdos de su hermano cuando estaba vivo, pero sobre todo por las imágenes de su horrible muerte. Tomó su mano y la apretó con fuerza, entonces él volteó a mirarla.

—Lo estoy —le aseguró con toda la determinación que fue capaz de mostrar, para convencerlo.

Mana soltó la mano de Derek al notar que July los miraba con extrañeza y se apresuró a seguir al hombre de la bata hacia el interior de la sala de reconocimiento. El lugar era frío y gris, las paredes estaban rodeadas por unos enormes archiveros enumerados, en los que asumió se guardaban los cuerpos. La temperatura estaba a unos diez grados Celsius, sin embargo, Mana estaba tan ansiosa que el frío apenas si le afectaba.

El hombre se acercó al archivero con los dígitos 0473, el mismo del expediente que la secretaria le entregó a July, lo abrió y sacó una camilla desplegable en la que yacía el supuesto cadáver de Dexter, cubierto por una sábana.

—Señora... —Comenzó a explicar el forense, Mana escuchó por primera vez su voz—. La víctima recibió múltiples golpes contundentes en el rostro abriendo la piel en varias áreas, por lo que tuvimos que suturar esas partes. El resto del cuero sufrió el desmembramiento en los brazos y otras partes que también fueron adheridas manualmente.

Mana ya conocía la horrorosa situación en la que se encontraba el cuerpo de Dexter. Derek se lo expuso de la forma más cuidadosa posible, pero escucharlo de nuevo y, con más detalle, traía de vuelta la desolación que sintió cuando recién se enteró de su muerte. Ya ni siquiera escuchaba lo que decía, solo miraba la sabana atentamente, orando a Dios por última vez para que ese no fuera él.

Cuando el forense terminó de explicarle el protocolo, procedió a retirar la sábana del rostro del cuerpo, bajándola hasta el pecho. El shock del descubrimiento, hizo que Mana diera un paso atrás, llevándose una mano a la boca para ahogar el grito que estuvo a punto de soltar, y abrazándose a sí misma con la otra. Sus ojos se llenaron de lágrimas que intentó no derramar, aunque una de ellas resbaló por su mejilla.

—¿Está bien, señora? —preguntó el forense preocupado.

—Sí —mintió.

Todo estaba muy lejos de estar bien en su interior; un cúmulo de sentimientos encontrados la invadía: angustia, incertidumbre, miedo, tristeza, dolor... la lista era interminable. Cerró los ojos por un instante e inhaló aire para poder calmarse, los volvió a abrir y, con decisión, caminó nuevamente hacia el cuerpo. Era él, apenas podía reconocerlo por todas las marcas de las suturas en su rostro, pecho y brazos, y su piel ahora tenía un tono casi azulado por la baja temperatura en la que se encontraba, pero era Dexter.

Extendió su mano hacia su cara, pero no se atrevió a tocarlo. Las lágrimas, ya imposibles de contener, comenzaron a caer sobre él. Su expresión dejó de ser de horror para volverse triste y melancólica; sin importar lo que haya hecho o lo que haya pasado, él siempre sería su mejor amigo.

—Tú no merecías este final tan trágico, tan indigno de ti —masculló con una voz casi inaudible—. Yo llevaré tu legado y lo honraré. Te recordaré como el maravilloso hombre que fuiste. Adiós para siempre mi querido amigo.

Mientras Mana estuvo dentro reconociendo el cuerpo de Dexter, Derek se encargó del papeleo necesario para autorizar el traslado de su cadáver a San Francisco. También llamó a John para pedirle que se encargara de los preparativos para el sepelio.

—¿Dónde diablos están tú y Mana? ¿Por qué se fueron sin decir nada? —Fue lo primero que quiso saber el hombre al contestar el teléfono.

Derek entonces recordó que ellos no tenían idea de lo que había pasado en la casa y la razón por la cual huyeron.

—Ahora no puedo contarte, solo has lo que te digo —le exigió.

Colgó el teléfono en cuanto vio a Mana salir, estaba pálida y aturdida. Lo guardó en su bolsillo y rápidamente fue a socorrerla.

—¿Estás bien? —preguntó con inquietud, tomándola por los hombros.

—Yo...

—Disculpen —July, quien se había marchado hacía unos minutos, regresó justo en ese instante, haciendo que voltearan a mirarla—, entiendo que este es un momento privado, pero hay algo que debo mostrarles.

—¿De qué se trata, July? —inquirió Derek confundido.

—Acabamos de obtener un video de vigilancia que muestra el momento en el que Dexter entra al hotel donde fue encontrado su cuerpo, en él también se ve claramente a la persona que iba con él. Necesito que vengan conmigo y me digan si pueden reconocerlo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top