Capítulo 21

Derek pasó todo el fin de semana uniendo las piezas del rompecabezas que era la muerte de su hermano. Tenía la teoría de que Dexter robó las joyas para huir con su amante, pero este terminó traicionándolo porque en realidad estaba obsesionado con Mana, por eso continuaba acosándola en lugar de huir, y todo apuntaba a que ese amante era Jason Hootman. Tenía que hablar con él, acorralarlo y obligarlo a confesar. No pudo dormir en esos últimos dos días pensando en lo que haría cuando lo tuviera frente a frente, no sabía si sería capaz de controlar sus impulsos y terminaría matándolo a golpes, si comprobaba que todo era cierto.

Lo único que calmaba un poco su ansiedad era despertar cada mañana en los brazos de Mana, después de haberle hecho el amor apasionadamente la noche anterior, y saber qué ella aún estaba a su lado. La miró por el rabillo del ojo por unos segundos, sin que ella lo notara, y luego volvió a enfocar su vista en el volante y el GPS, que indicaba que ya estaban cerca de la joyería. Ella con su dulzura, su inteligencia y su fuerza para enfrentar las peores situaciones lo tenían cautivado; era una mujer excepcional y sabía que sus sentimientos por ella eran cada vez más fuertes, pero no podía permitir que nada lo desviara de su verdadero objetivo, tenía que reprimir lo que sentía y concentrarse en lo verdaderamente importante.

Continuó conduciendo hasta llegar a la joyería y aparcó en el lugar habitual; ambos bajaron del auto y caminaron hasta la puerta principal, al entrar dos guardias de seguridad los interceptaron impidiéndoles el paso.

—Señor Mcfale, tiene que acompañarnos —le pidió uno de los guardias acercándose a él.

—¿De qué está hablando? ¿Por qué tendría que acompañarlos? —inquirió Mana alarmada.

—Son órdenes del señor Arthur, señora. Tenemos que escoltarlo hacia su oficina.

—Pero...

—Está bien, Mana —le dijo intentando calmarla, luego se volvió hacia los guardias—. Será un placer acompañarlos caballeros.

—Entonces yo iré contigo —replicó ella con firmeza.

Derek estuvo a punto de contradecirla, pero sabía que no tendría ningún caso, aunque insistiera ella no lo escucharía, además estaba muy intrigado por el mandato de su padre y quería descubrir lo antes posible de que se trataba todo eso. Siguió a los guardias sin ninguna objeción, mostrándose con una expresión neutra, pensando en las posibles razones para esa abrupta reunión, ¿Acaso su padre se había enterado de la muerte de su hermano? ¿Había descubierto quién era él en realidad?

Pronto llegaron a la oficina de su padre, donde él los esperaba junto con John Thomson y el investigador privado Víctor Rivera. Los guardias salieron del lugar cuando Arthur les hizo una señal, cerrando la puerta tras ellos. Arthur, quien estaba sentado detrás de su escritorio, se puso de pie y caminó la distancia que lo separaba de Derek hasta llegar a colocarse frente a él. En un movimiento inesperado atestó su puño cerrado contra la mejilla izquierda de su hijo, haciéndolo voltear por inercia.

—¡Arthur no! —gritó Mana horrorizada.

—¡Eres un maldito ladrón!, ¿Cómo fuiste capaz de robarle a tu propio padre? ¿De dónde sacaste las agallas, si siempre fuiste un marica?

Derek volvió a incorporar su cabeza, sin decir una palabra escupió la sangre que se acumuló dentro de su boca al cortarse con sus molares, producto del golpe recibido.

—No sé de qué me hablas padre —dijo Derek sin inmutarse.

—¡Ah, no! ¿Y qué me dices de esto, infeliz? —Arthur sacó unas fotos del bolsillo interior de su saco y se las mostró a Derek, en ellas se veía a Dexter entregándole un maletín lleno de joyas a August Murphy—. No eres digno de llamarte mi hijo, eres escoria, eres basura, eres...

—¡Basta! —Derek, que hasta ese momento estaba apretando los puños, intentando mantener su farsa, no pudo soportar más insultos hacia su hermano—. Tú eres el único culpable de todo esto, tú que nunca has sido un verdadero padre para nadie, lo único que sabes hacer es arruinar vidas.

—¡Irás a la cárcel y allí te pudrirás por el resto de tus días! ¡Yo mismo me encargaré de eso!

—No puedes hacer eso Arthur, no puedes abandonar a tu propio hijo a su suerte por segunda vez —intervino Mana.

—¿Por segunda vez dijiste? Si siempre he tenido a este pelele bajo mi protección y mira lo que hizo.

—No, no a él... él es Derek, el hijo que desterraste hace doce años, no puedes hacerle lo mismo otra vez, por favor no lo hagas —le suplicó al borde de las lágrimas.

—¿De qué estás hablando mujer? ¿Acaso te volviste loca?

—Ella tiene razón, Arthur. —John, quien había permanecido en silencio todo este tiempo, se acercó a ellos y puso su mano sobre el hombro de su viejo amigo—. Lo he sospechado desde hace algunas semanas.

—¿Entonces fuiste tú quien me robó, tú eres el de las fotos? —dijo iracundo señalando a Derek.

—Sabes muy bien que nunca me ha interesado tu maldito dinero, ni tus asquerosas joyas, padre —masculló con amargura—. Aunque me duela admitirlo, Dexter si estuvo involucrado en ese robo, pero estoy seguro de que lo hizo orillado por tus malditas críticas y humillaciones.

—¿Dónde está Dexter? ¿Por qué no da la cara? ¡¿Dónde está mi hijo?!

—¡Está muerto! ¡Dexter está muerto! —Derek soltó las palabras sin más, sintiendo un vacío en su interior al pronunciarlas—. Fue a buscarme a New Jersey, tal vez para contarme lo que estaba pasando y pedirme ayuda, pero cuando llegué al lugar de encuentro era muy tarde, alguien lo había asesinado.

—No... no es cierto...

Derek vio como el semblante de su padre se tornaba cada vez más pálido, sus piernas comenzaron a flaquear y con un fuerte quejido llevó sus manos hasta su pecho.

—Arthur, ¿estás bien? ¿Qué te pasa? —preguntaba John mientras intentaba sostenerlo.

Él abría la boca para hablar, pero de sus labios solo salían quejidos, ni bufidos. Derek se acercó a ambos y, junto con John colocaron a su padre en una silla.

—Creo que está sufriendo un infarto —dijo Mana preocupada—, debemos llamar una ambulancia. —Rápidamente sacó el teléfono de su bolsillo y comenzó a marcar los números. 

Mana, Derek y John estaban en la sala de espera del hospital mientras Arthur recibía atención médica en el área de cuidados intensivos. Derek reclinó su cabeza hacia atrás, en el banco en el que estaba sentado, y clavó su vista en un punto fijo en el techo en el que la imagen de su hermano descuartizado, su madre tirada en la cama sin respirar y su padre colapsando, se repetían una y otra vez, torturándolo.

Tal vez el problema no era su padre, sino él. Tal vez estaba maldito y por su culpa toda su familia había sido víctima de una desgracia tras otra. La cálida sensación de las manos de Mana tomando las suyas le dieron un momento de paz a su alma torturada, pero los recuerdos seguían ahí, incluso cuando cerraba los ojos, negándose a permitir que dejara de sentirse culpable, aunque sea por un instante.

—Sé que no ha sido el mejor padre, pero no es el monstruo que tú piensas. —Las palabras de John hicieron que Derek soltara la mano de Mana y bajara la cabeza para mirarlo fijamente a los ojos.

—Tú no tienes idea de lo que yo pienso —escupió con desdén.

En ese momento la doctora que atendió a Arthur entró a la sala de espera y se acercó a ellos. Todos se pusieron de pie al verla.

—El señor Mcfale ya se encuentra fuera de peligro —les anunció—, afortunadamente pudimos intervenir a tiempo y acabamos de moverlo de cuidados intensivos a una habitación común, pero debe quedarse algunos días más para asegurar su total recuperación.

—¿Podemos verlo? —preguntó Mana

—Sí, pero solo uno a la vez y no deben agitarlo. De hecho, pidió hablar con John Thomson.

—Soy yo —dijo él dando un paso hacia adelante.

La doctora le hizo una señal para que la siguiera y John hizo lo propio, dejando a Derek y Mana solos.

—Tienes que darle tiempo, acaba de enterarse de que perdió a su hijo, aún debe estar asimilándolo...

—Tranquila Mana, la verdad es que ni siquiera me sorprende.

Los intentos de Mana por hacerlo sentir mejor le parecieron tiernos, pero era cierto, que no fuera la primera persona que quisiera ver, aun después de enterarse de que era el único hijo que le quedaba, no le sorprendió para nada. Sabía que ni siquiera un infarto haría que su padre lo aceptara, sin embargo, tenía que admitir que albergó cierta esperanza; en ese momento sentía culpa, estaba enojado... y herido.

—Eso es muy triste, toda esta situación lo es...

Mana se abrazó a él con fuerza y él le correspondió, era justo lo que necesitaba. La abrazó tan fuerte que por un instante fueron uno solo.

—¿Mana? ¿Dexter? ¿Están bien?

Mana se apartó de Derek al escuchar la voz de Sophia y Yuni, que caminaban hacia ellos, por el pasillo.

—Supimos lo que pasó y en cuanto terminamos nuestra jornada vinimos a verlos —explicó Yuni. Ambas mujeres se veían muy preocupadas por sus respectivos jefes.

—¿Cómo está el señor Mcfale? —preguntó Sophia.

—Está mucho mejor, aunque aún está débil —contestó Mana.

—¡Gracias a Dios!

John volvió de la habitación en ese momento.

—Quiere verte—dijo refiriéndose a Derek.

Le sorprendió escucharlo decir eso, creyó que era la última persona que querría ver. Miró a Mana como si quisiera preguntarle qué debería hacer, ella le sostuvo la mirada y asintió, dándole el visto bueno para que fuera a verlo, sin saber que por dentro moría de miedo de entrar en esa habitación; aún así se encaminó hacia el cuarto en donde lo esperaba su padre.

Al entrar vio a Arthur en la cama, tenía un catéter en la mano izquierda que ayudaba a distribuir los medicamentos en su cuerpo, gracias a eso había recuperado el color y lucía en buen estado. Su mirada se había suavizado, incluso se atrevería a decir que se veía vulnerable, una palabra con la que jamás pensó describirlo.

—Por un momento pensé que no querrías verme —bufó Arthur desde la camilla.

—Qué coincidencia, yo pensé lo mismo —le respondió. Derek avanzó hasta tomar asiento en una silla, justo al lado del magnate de joyas.

—¿Estás decepcionado de que no muriera? Seguro ya te hacías a la idea de enterrarme y luego escupir en mi tumba.

—Créeme que lo que menos quiero es que alguien más muera, y menos el último familiar que me queda con vida. ¿Aún me consideras tu padre? —Una sonrisa de amargura se dibujó en su rostro.

—Eso es lo que eres, me agrade o no la idea —dijo devolviéndole la sonrisa.

—¿Desde hace cuánto que te haces pasar por él?

—Poco más de un mes.

—Es increíble que no haya podido reconocerte.

—Supongo que la edad se ha llevado parte de tu astucia —bromeó Derek encarnando una ceja.

—¿Me estás llamando senil?

—Tal vez...

Ambos rieron por unos segundos, hasta que Arthur hizo se detuvo de repente, haciendo mueca de dolor, y luego una inmensa tristeza invadió su mirada.

—¿Cómo murió?, necesito saberlo.

—No es el momento para hablar de eso —le dijo, temiendo que pueda sufrir otro ataque, al enterarse de las circunstancias de la muerte de Dexter—. Lo único que necesitas saber es que estoy tras la pista de quien lo hizo, y cuando lo tenga en mis manos lo haré pagar.

Puso especial énfasis en las últimas tres palabras, mientras presionaba los puños con fuerza. Arthur vio el dolor, la ira y la determinación en los ojos de su hijo y se reconoció a sí mismo en él.

—Te convertiste en un gran hombre —afirmó con orgullo—. Haz lo que tengas que hacer.

Después de esas palabras, Derek salió de la habitación sintiendo que se había quitado un gran peso de encima. Sabía que todos los problemas con su padre no se habían resuelto mágicamente con esa plática, pero era un gran paso para empezar a cerrar las viejas heridas. Llegó a la sala de espera donde Mana estaba completamente sola.

—¿Dónde están todos?

—Sophia y Yuni, se fueron poco después de que entraras en la habitación y John fue a buscar algo de ropa para pasar la noche aquí. Intenté convencerlo de que era mejor que yo lo hiciera, pero él insistió —explicó—. ¿Tú estás bien?, me asusté después de ver qué pasaba tanto tiempo y aún no salías, ¿De qué hablaron?

—Cosas...

Aunque Derek confiaba plenamente en Mana, no tenía ganas de repetirle todo lo que había hablado con su padre, sentía que era algo que debía quedarse solo entre ellos dos, al menos por el momento. Mana asintió sin insistir, aunque se veía algo decepcionada por su respuesta.

Salieron del hospital y condujeron a casa en silencio, al llegar aparcaron el auto en la cochera y caminaron hasta la puerta principal, giraron el picaporte después de introducir la llave y Mana se apresuró a encender la luz. Jamás se imaginó que al hacerlo descubriría la escena más horrenda y abominable que vería en toda su vida: Sherlock estaba en piso sin vida rodeado de su propia sangre, a su lado una frase escrita con el mismo líquido: Eres mía.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top