Capítulo 2

Mientras desayunaban en el comedor de la cocina, Mana no pudo evitar pensar que Dexter estaba muy extraño, y no solo en su comportamiento, había algo en su mirada, algo diferente. Su rostro era el mismo, profundos ojos castaños claro, pelo negro revuelto, aunque un poco más largo de lo que recordaba, mentón firme, nariz recta y una sonrisa que mostraba unos dientes perfectos.

Todo estaba en su lugar, pero esa mirada melancólica y profunda además de su expresión seria, no eran propias de su amigo, él siempre había sido risueño y alegre. Y sus músculos... no sabía por qué le daba la sensación de que estaban más desarrollados que la última vez que lo vio; sus brazos estaban más fornidos, su espalda más ancha, hasta su voz era algo más grave de lo que recordaba.

Movió la cabeza y siguió comiendo su tostada, estaba viendo fantasmas donde no existían, tal vez había hecho mucho ejercicio durante el viaje y quizás estaba triste por qué terminó con su amante, ¿quién sabe?

―¿Cómo estuvo el viaje, te divertiste? ―le preguntó para hacerle plática, estaba muy callado esa mañana.

―Ah... Sí, claro ―contestó, al parecer sobresaltado por la pregunta, estaba demasiado pensativo.

―Y ¿A dónde fuiste esta vez?

―¿Qué, no te dije? ―inquirió él a su vez levantando una ceja, ese gesto era nuevo.

―Tú nunca me dices a dónde vas, ¿recuerdas?

―¿Y qué te hace pensar que te lo diré esta vez? ―inquirió él, mientras la miraba fijamente con una sonrisa en los labios.

―Bobo. ―Le arrojó un pedazo de tostada que cayó justo en su plato de cereal al tiempo que, con una sonrisa burlona, lo retaba a contestarle, pero al parecer no estaba de humor para juegos porque se limitó a sacar el pedazo de pan del plato, y siguió comiéndose su cereal.

―¿Tú qué hiciste en mi ausencia? ―preguntó al cabo de un minuto.

―Aparte de extrañar a mi queridísimo esposo, trabajar en la nueva línea de joyas e inventarle excusas baratas a tu padre sobre tu ausencia.

Cuando menciono a su padre Dexter se puso rígido al instante.

―¿Estaba preocupado? ―preguntó, y su expresión seria se tornó casi sombría.

―Pues, quería saber si te estabas preparando para la entrevista del martes con la revista, quiere que todo sea perfecto como siempre.

―Ah h... ―comentó con la misma expresión sombría.

De pronto Mana reparó en algo que no había notado antes, había una pequeña luz centelleante proveniente de la oreja derecha de Dexter, un pendiente. Él no tenía pendientes.

―¿Desde cuándo tienes un pendiente? ―preguntó ella alarmada.

―¿Qué, esto? ―Se tocó la oreja derecha distraídamente―. Pues me lo hice durante el viaje, ¿te gusta? ―estaba algo nervioso, o eso le pareció a ella.

―Estás loco, tu padre te hará quitarte eso en cuanto lo note. Nunca te creí capaz de algo así, aunque para serte sincera ya era hora de que lo desobedecieras en algo. Ya sé que no te gusta que te lo diga, pero sabes que es cierto, no puedes ser el pelele de tu padre para siempre.

Mana adoraba a Dexter, era su mejor amigo, su apoyo y Dios sabía que siempre estaría ahí para él, pero le dolía verlo desvivirse por complacer las exigencias de su padre, hasta el punto de acceder a un matrimonio sin amor y tener que llevar una vida secreta para poder ser él mismo. Aunque no le gustara admitirlo Dexter era débil, sin carácter y estaba obsesionado con hacer todo lo que su padre le ordenaba. A decir verdad, la única vez que lo había desafiado fue cuando se casó con ella. Es por eso que le sorprendió sobremanera aquel nuevo acto de rebeldía.

Terminaron de desayunar y Mana comenzó a recoger los platos de la mesa, mientras Dexter se le adelantó llevándose la mayoría de ellos, la chica se quedó de piedra cuando, para su sorpresa, descubrió a Dexter votando los desperdicios y poniendo los trastes sucios en la lava platos. No supo si alegrarse o asustarse, o ambas.

Se quedó parada con los platos en la mano como una tonta, mientras lo observaba manipular la máquina. Dex nunca había tocado el lavaplatos, ni siquiera sabía usarlo, pero al parecer había practicado porque lo estaba haciendo bastante bien.

Definitivamente aquí había algo extraño.

Esa misma tarde, Mana se encontraba en el estudio trabajando en el diseño de la nueva colección de joyas para esa temporada; aunque era sábado ella no tenía mucho que hacer y se le habían ocurrido unas ideas muy buenas para la nueva colección que estaba ansiosa por plasmar en papel. Se pasó la mano por el cuello al tiempo que lo retorcía para desesperarse y aliviar un poco la tensión, tenía mucha responsabilidad sobre sus hombros y, si las cosas no salían perfectas, tendría que lidiar con la ira de Arthur Mcfale, por mucho tiempo. Además, también estaban los cambios de Dexter, estaba tan extraño desde que llegó, ni siquiera Sherlock lo reconocía.

Después de su paseo diario tuvo que amarrar al pobre perro en el patio trasero. Estaba en contra de esa clase de abuso animal, pero no había tenido más opción, Sherlock no dejaba de gruñirle a Dexter y este a su vez estaba a punto de patearlo.

No podía entender qué estaba pasando con él, y no era solo en su forma de actuar, sino en el aura que emanaba era como si su masculinidad se hubiera intensificado y su presencia fuera imposible de ignorar.

Lo había notado desde la noche anterior, cuando lo vio tirado en el suelo con su traje de diseñador gris, camisa blanca y corbata plateada, Mana estuvo a punto de echarse a reír, pero sabía que si lo hacía él no tomaría en cuenta su enojo y vaya que estaba enojada.

Más tarde, esa misma mañana, cuando fue a buscarlo para desayunar y lo vio con esos jeans perfectamente a su media y sus nuevos músculos marcados bajo una camiseta azul, recostado en el marco de la puerta de la habitación de huéspedes proyectando virilidad, seguridad y hasta arrogancia se atrevía a decir, le fue extraño. Además, tuvo que disimular un sonrojo al sentir cómo la miraba de arriba a abajo en forma casi lasciva. Mana soltó el lápiz y se estiró un poco en la silla, se estaba volviendo loca. 

¿De dónde había sacado todas esas estupideces? ¿Dex mirándola lascivamente? ¡Era absurdo!, seguro era imaginación suya. Dexter nunca fue un chico afeminado, de hecho, ella nunca imaginó que fuera gay hasta que él mismo se lo dijo y, además, era muy guapo, de eso no había la menor duda, pero de ahí a todas las tonterías que estaba planteándose había un gran abismo.

Aún recordaba la primera vez que lo vio, era su primer día en la universidad, se había ganado una beca completa para estudiar diseño de joyas y pensaba sacarle el mayor provecho; Mana amaba las joyas y no por el hecho de ser costosas o finas, sino por su arquitectura, su naturaleza y su esplendor, el hecho de que un simple mineral salido de la tierra pudiera adquirir, por sí solo, esa textura y esa majestuosidad era casi un milagro.

Mana tenía todo un cuaderno lleno de diseños de joyas de su propia creación inspiradas en el antiguo Egipto y en la época victoriana, Dex era por su parte el chico más popular del campus, alto, guapo y carismático, cursando el último año.

Para ella todos esos adjetivos se fundían para formar una sola palabra distracción, y no estaba allí para distraerse. Miraba con lástima a todas esas ingenuas chicas embobadas por su físico, sabía de sobra los problemas que podría causar enamorarse de un chico como ese, y ella definitivamente no quería nada de eso.

Su estrategia era ignorarlo a él y a todo chico que se le pareciera, y lo estaba logrando hasta que un día coincidieron en una clase y, el muy tonto, descaradamente copio sus apuntes, guiñándole un ojo cuando ella se percató, no dijo nada para no armar un alboroto, pero en cuanto terminó la clase no lo pensó dos veces para decirle sus verdades.

Una de sus amigas trató de calmarla, explicándole que ese era el hijo del magnate Arthur Mcfale, a ella le importo un pepino quien fuera su padre. Quien iba a decir que después de ese incidente se convertirían en tan buenos amigos, que trabajaría en la joyería Mcfale como diseñadora estrella y que más tarde serían falsos marido y mujer.

Miró su reloj y se sorprendió al ver la hora que era, casi medianoche; revisó los bocetos ya terminados; se sintió tan orgullosa de sí misma, pasarse todo un sábado en casa encerrada trabajando rindió sus frutos, pues había conseguido plasmar en tinta con exactitud lo que tenía en su mente, las joyas de la nueva temporada estaban listas y, modestia aparte, habían quedado perfectas.

Recogió los bocetos y los guardó en su portafolios, luego cerró el estudio y se dirigió a su habitación, sin embargo, algo la detuvo en el camino, un ruido proveniente de la sala de estar. Mana cambió de dirección y se dirigió a las escaleras.

La sala estaba a oscuras, a excepción de la luz de la lámpara al lado del sofá. Bajo sigilosamente por los escalones tratando de hacer el menor ruido posible, los susurros que había escuchado al principio se hacían más claros mientras se acercaba, era Dexter, estaba hablando por teléfono.

―... ¿Es todo lo que han encontrado hasta ahora? Sé que apenas han pasado unos días, pero entiéndeme July estoy desesperado, necesito saber quién y porqué lo hicieron, por eso estoy aquí.

―Sabía que no estaba bien que escuchara esa conversación, pero necesitaba saber qué le pasaba a Dex y tal vez esta era su oportunidad de descubrirlo―... De acuerdo... ―seguía diciendo él―... llámame en cuanto encuentren algo más.

Asumió que colgó el teléfono y luego oyó el tintineo de una copa; Mana se disponía a dar la media vuelta para subir las escaleras, cuando uno de los escalones emitió un chirrido que debió de haberse escuchado hasta en la casa siguiente. 

Dexter se levantó abruptamente del sofá y se acercó a ella con una mirada sombría que la hizo estremecerse. Él agarró fuerte su brazo izquierdo y la obligó bajar los últimos escalones que la separaban de la sala, de una forma muy poco delicada.

―¿Qué crees que estás haciendo, acaso estás espiándome? ―La acusó.

Al parecer había estado bebiendo whisky, percibía el olor del alcohol en sus resoplidos. Ella trató de zafarse, pero él la apretaba aún con más fuerza.

―¿Qué? ¿De qué estás hablando? Solo escuché un ruido y quise saber que era.

―Nunca lo había visto así― Dex suéltame, me estás lastimando. —Pero él no la soltaba. Podía sentir su ira, su pecho subía y bajaba violentamente al compás de su respiración.

―Dex mírame soy yo, Mana, tu mejor amiga. —Lo miró a los ojos tratando de encontrar al joven tierno y amable con el que se casó, pero era inútil, en esos ojos solo había odio y amargura, era como si no fuera él.

Después de unos interminables segundos, Dexter por fin cedió y soltó su brazo, dio algunos pasos atrás para alejarse de ella y se revolvió aún más sus alborotados rizos en un claro intento por relajarse.

—Lo siento, yo...

—¿Lo sientes?, casi me arrancas el maldito brazo, ¿acaso te volviste loco? —gritó furiosa—. Me vas a decir en este instante qué diablos te pasa, porque desde que llegaste no eres el mismo.

Derek no sabía qué hacer para salir de esa situación, estaba enojado y el whisky no ayudó a calmarlo mucho.
Según los informes de July aún no habían encontrado ninguna huella dactilar en el cuerpo, ni en la ropa de Dexter. July era la forense encargada de los casos de homicidio en el estado de New Jersey, salieron un tiempo y aún seguían en contacto, así que no dudó en llamarla y contarle todo lo que ocurrió, incluyendo su descabellado plan de hacerse pasar por su hermano.

Necesitaba mantenerse al tanto de los resultados de la autopsia y las demás pruebas correspondientes en este tipo de casos,  sabía que podía confiar en ella, pero el no tener indicios del motivo de la muerte de su gemelo, lo puso de muy mal humor y luego descubrir a Mana espiándolo en las escaleras lo hizo perder la cabeza. Aún tenía que seguir guardando las apariencias, no podía permitir que lo descubriera.

—Es que fue un viaje muy estresante, pasaron muchas cosas, yo también siento que no soy el mismo —dijo desviando la mirada, esperando que le creyera—. Te apreté muy fuerte ¿cierto?

Miró la marca roja que le dejó en el brazo a la chica e inmediatamente se sintió culpable. No confiaba en ella, pero eso no era excusa para su violento comportamiento. Ella instintivamente escondió el brazo detrás de su espalda; aún se veía molesta, aunque luego de unos instantes su mirada se suavizó.

—Dime qué fue lo que pasó, sabes que puedes confiar en mí, siempre estaré aquí para ti. —Se acercó a él lentamente hasta tocar su hombro.

Al parecer había logrado convencerla, tal vez no era tan mal actor como creía.

—No quiero agobiarte con mis problemas.

—Solo cuéntame, ¿acaso rompiste con tu amante?

Al escuchar esas palabras Derek volteó a mirarla sorprendido ¿Cómo que amante? ¿Qué diablos pasaba en ese matrimonio?

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