Capítulo 14
Mana estaba más que feliz de por fin haberse quitado a Gabi de encima, era una excelente decoradora, pero también podía ser una persona muy exasperante. Se apresuró a subir las escaleras, tenía que estar lista antes de que empezaran a llegar los invitados y eso sería muy pronto.
Una vez en el segundo piso, caminó por el pasillo hasta llegar a la habitación donde dio instrucciones de que dejaran su vestido. Abrió el picaporte, distraída, recordando que ya hacía un buen rato que no veía a Derek, solo podía imaginar lo duro que sería para él estar en esa casa después de tantos años. Aunque en la mañana se molestó por su imprudencia hacia su padre, en ese momento solo quería estar a su lado para asegurarse de que estaba bien, Entró en la habitación, aún sumida en sus pensamientos, y no fue hasta que levantó la vista que se dio cuenta de que no estaba sola.
—Hola. —Escuchó decir a Derek con voz ronca.
Se quedó casi petrificada al verlo parado frente a ella, mojado y cubierto únicamente con la toalla que tenía alrededor de su cintura, su pecho marcado y musculoso al igual que su cabello, aún estaban mojados, lo que significaba que apenas salía de la ducha. ¡Dios, qué tarada! Había olvidado mandar a poner los trajes en habitaciones diferentes. Se dio cuenta de que no había dicho nada desde que entró al cuarto, solo estaba ahí parada mirándolo, debía parecer una tonta.
—Ho... Hola, yo... vine por mi vestido —dijo al verlo sobre la cama.
—Por supuesto, aunque puedes cambiarte aquí si quieres.
—Es que yo... prefiero mi privacidad. —Sus mejillas estaban sonrojadas y sabía que continuaría sonrojándose hasta estar completamente roja si permanecía más tiempo allí—. Estaré en la habitación contigua.
Tomó el vestido y fue a la siguiente habitación disponible que estaba justo al lado del cuarto en el que se encontraba Derek. Respiró hondo tratando de calmarse; no podía seguir actuando como una adolescente con hormonas alborotadas cada vez que lo viera semi desnudo, era una mujer adulta y con experiencia, no una niña. Sin embargo, Derek tenía ese efecto en ella, le gustara o no, era algo que no podía evitar, pero que tenía que empezar a controlar, si no quería quedar en ridículo. Se sentía tan avergonzada que, incluso, había olvidado el enojo que tenía con él por haber ganado el juego de golf de su padre, algo que consideró una total imprudencia.
Luego de una ducha se puso con el vestido que había elegido desde hacía una semana, era de un color verde esmeralda que hacía resaltar sus ojos, tenía una falda larga y recta con una abertura que se extendía hasta su muslo derecho, la parte superior tenía la forma de un ajustado corsé que exponía sus pechos de una manera demasiado provocadora para el gusto de Mana y por último un fino cinturón dorado rodeaba su cintura.
Se maquilló de manera discreta, pintando sus labios de color rojo para resaltarlos y eligiendo un estilo ahumado en sus ojos; se hizo hondas en el pelo con la rizadora que tenía en su bolso y, cómo toque final, adornó su cuello con una gargantilla de diamantes que había hecho para sí misma algunos meses atrás. Vio su reflejo en el espejo y quedó satisfecha con el resultado final, aunque aún no tenía zapatos. Se puso rápidamente los tacones y se dispuso a salir de la habitación.
Al abrir la puerta se quedó de piedra cuando vio a Derek parado frente a ella, se veía tan elegante y cautivador con el traje de chaqueta y pantalón azul oscuro que ella había elegido para él, a juego con una camisa blanca lisa y una corbata de seda azul cobalto.
—Vine a ver si ya estabas lista, creo que lo mejor sería que bajemos juntos... Pero si no quieres...
—¡Sí, por supuesto que sí!, es una gran idea —dijo, saliendo por fin de su trance.
Cerró la puerta de la habitación y empezó a caminar por el pasillo agarrada del brazo de Derek como lo hubiera hecho con Dexter, solo que con él los latidos de su corazón no se hubieran acelerado por su cercanía.
—Por cierto, te ves hermosa —lo dijo casi como un susurro en su oído.
—Gracias. —Le dedicó una sonrisa nerviosa que se borró cuando vio su ceño fruncido.
En cuanto miró hacia adelante se dio cuenta de que ya estaban al pie de la escalera y, desde allí, podía ver a casi todos los invitados de la fiesta. Entonces, entendió el porqué de su repentino enojo, puesto que entre ellos podría encontrarse el asesino. Involuntariamente se apretó con más fuerza a su brazo y empezaron a bajar lentamente, provocando que casi todos dejaran lo que estaban haciendo para voltear a verlos.
Ya en la fiesta las personas empezaron a acercarse para saludarlos y alabarlos por lo bien que se veían juntos. Miró a Derek de reojo y se sorprendió por lo bien que sobrellevaba la situación, saludando y sonriendo a todos como si en verdad los conociera, le recordó mucho a Dexter en ese momento, tal vez esa facilidad para fingir confianza ante cualquier situación era algo que venía de familia.
Ella intentaba hacer lo mismo, pero se sentía tan abrumada que apenas si podía sonreír; nunca le gustó ser el centro de atención y esta situación en particular hacía que su ansiedad se incrementara. Luego de más de veinte minutos de saludar y sonreír se sentía exhausta, pensó que tal vez un poco de alcohol la ayudaría a retomar fuerzas.
—Iré por una copa de vino —le susurró a Derek al oído para que pudiera escucharla entre los murmullos y la música instrumental de fondo.
Soltó su brazo y se alejó de él para alcanzar a uno de los camareros, cuando estaba lo suficientemente cerca como para detenerlo, alguien se interpuso entre ella y su objetivo, tomando dos copas de la bandeja del camarero y ofreciéndole una a ella.
—Esta noche te ves como la joya más delicada y resplandeciente de todo el lugar, ¿una copa? —Jason extendió la copa de vino hacia ella y Mana la tomó con algo de recelo.
—Por supuesto, me encantaría. —Aceptó tomando un sorbo, en serio lo necesitaba—. Y gracias por el cumplido, tú también te ves muy bien, Jason.
Él le dedicó una de sus arrebatadoras sonrisas para luego darle un sorbo a su copa. Llevaba puesto un esmoquin negro con camisa blanca y un corbatín, debía admitir que se veía muy guapo, no por nada todas las modelos de la joyería estaban locas por él, y él no tenía ningún problema en cogérselas a todas, pues su matrimonio liberal y abierto le permitía tener relaciones sexuales con cualquier mujer u hombre que quisiera. Sin embargo, a Mana siempre le pareció que no era del todo feliz.
—Tu marido como siempre es el alma de la fiesta —comentó mientras miraba en dirección hacia Derek.
—Sí, lo es. —Mana se sentía sorprendida y a la vez aliviada de que Derek fuera tan convincente en su actuación.
—¿Él, te hace feliz? —preguntó de repente.
Esa pregunta la tomó por sorpresa, tanto que se tomó todo el vino restante en su copa de un solo trago. Por supuesto que tenía que contestar que sí, pero la verdad era que todo su mundo estaba de cabeza desde que se enteró de la muerte de Dexter. Afortunadamente estar con Derek hacía que todo el dolor fuera más llevadero; a pesar de ser un hombre frío y, aparentemente, sin emociones, estuvo allí para ella, consolándola cada vez que estallaba en llanto e intentando protegerla de quien sea que intentara lastimarla.
—Pues...
—¡Amor, aquí estás! —Caitlin apareció de repente frente a ellos, llevando puesto un provocador vestido plateado con un escote que se extendía hasta su ombligo—. ¡Mana, por Dios! ¡Te ves exquisita!
—Gracias, viniendo de alguien tan hermosa como tú, es un gran cumplido —dijo con honestidad.
No creía que Caitlin la hubiera escuchado, pues estaba muy ocupada asaltando la boca de su esposo sin importarle que todos los estuvieran observando.
—Amor, yo también te extrañé, pero aquí no —le dijo Jason con voz suave y gutural, haciéndola detenerse.
Aunque Jason sonreía, Mana notó cierta tristeza en sus ojos, lo que le confirmaba que la lujuriosa pareja también tenía sus problemas. Se alejó de ellos disimuladamente hasta perderlos de vista entre la multitud; quería volver al lado de Derek lo más rápido posible, pero no lo veía por ningún lado. Continuó avanzando hasta que por fin pudo verlo junto a Arthur y John. Se disponía a alcanzarlos cuando Víctor, el investigador privado, se posó frente ella.
—Señora Smith, que hermosa se ve esta noche.
—Gracias, señor Rivera. —Mana le sonrió por cortesía e intentó seguir su camino, pero él se lo impidió.
—Señora, sé que tal vez este no le parezca el momento, pero me gustaría intercambiar algunas palabras con usted.
Lo dijo con amabilidad, pero se notaba cierta urgencia en su voz. Mana pensó en negarse, sin embargo, se dio cuenta de que si hablaba con él tal vez podría obtener alguna información sobre los diamantes falsos encontrados en la compañía.
—Por supuesto, señor Rivera, ¿de qué se trata?
—Es que quiero hacerle un regalo a una chica que me gusta y, como usted es una experta en joyas, me encantaría escuchar un consejo suyo, pero aquí hace mucho ruido, vayamos a un lugar más cómodo —dijo señalando hacia fuera de la casa—, y por favor llámame Víctor.
Caminaron juntos hasta llegar a uno de los ventanales de puertas corredizas que daban una espléndida vista de una de las fuentes iluminadas del jardín. Atravesaron la puerta de cristal y salieron hacia un estrecho pasillo que conectaba todos los ventanales.
—¿De qué quería hablarme señor Víctor?, porque la verdad no creo que esté tan interesado en mi consejo como dijo.
—Es usted muy intuitiva, señora Smith. Tiene razón, es de otra cosa de la que quiero hablarle —admitió—. Cómo sabe señora Smith, fui contratado por el señor Mcfale para averiguar quién está detrás de las joyas falsas encontradas, y tengo total libertad para investigar a todos los que pudieran ser sospechosos, sin importar su posición. Eso los incluye a usted y a su esposo. —Mana estaba totalmente confundida, ¿Acaso ese hombre estaba diciendo que ella y Derek eran sospechosos?—. He estado investigándolos y he descubierto algunas cosas. —Se le heló la sangre al escuchar esas palabras, si ese investigador sabía todo, entonces sabía la verdad sobre Dexter—. Antes de irse de vacaciones, su esposo se reunió con este hombre, August Murphy, quien es un famoso falsificador. —Le mostró una foto de Dexter hablando con un hombre bajo, de pelo rojizo y espesa barba.
—¿Está insinuando que mi esposo y yo estamos falsificando joyas? —inquirió furiosa.
—Usted no, estoy completamente seguro de que no tiene nada que ver con esto.
—Y tampoco mi esposo. Cuando el señor Mcfale sepa de esto, estoy segura de que lo despedirá de inmediato.
—Entonces será mejor que sepa que el señor Mcfale está convencido de que Dexter es el culpable. —Mana no podía creer que Arthur fuera capaz de desconfiar de su propio hijo.
—¿Tienen alguna evidencia real de lo que dicen o solo esta estúpida foto que no prueba nada?
—Aún no, pero confió en mi intuición.
—¿Por qué me está diciendo todo esto?
—Ya se lo dije, estoy totalmente seguro de que usted no tiene nada que ver con esto y no quisiera que saliera perjudicada por los crímenes de su esposo. —Él volvió a guardar la foto en su chaqueta y nuevamente traspasó la puerta de cristal con dirección a la fiesta, no sin antes mirarla una última vez—. Además... conozco su verdadero secreto.
Mana se quedó sola en el pasillo, horrorizada por la idea de que ese hombre supiera todo sobre ella.
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