Capítulo 11
Habían pasado varios días desde su altercado con Mana y desde entonces su relación se había vuelto más tensa, incluso el perro parecía odiarlo más y todo por su culpa. Se arrepintió de lo que dijo en cuanto las palabras salieron de su boca, pero aunque intentó disculparse, el daño ya estaba hecho. Había tocado una tecla muy sensible para ella y no podía simplemente retirar lo que había dicho.
Sentado detrás del escritorio, Derek miró su dedo aún vendado y recordó como ella amablemente lo curó, también recordó como, por un instante, sus miradas se cruzaron. Aún podía sentir sus suaves y delicadas manos sobre su pecho, y como debió hacer un esfuerzo sobrehumano para mantener una respiración calmada y que ella no notara como su cercanía lo estaba afectando.
Mana siempre le pareció hermosa, desde el momento en que la vio, sin embargo, aquella vez fue como si todo el planeta se hubiera detenido, solo para que pudiera contemplarla con más detalle; esos hermosos y penetrantes ojos verdes hicieron que por un instante se olvidara de todo y todos, esa larga y negra cabellera que por un momento quiso tener el derecho de poder acariciar, su boca rosada y carnosa que hubiera besado de no ser por la interrupción de Sherlock.
Sabía que estaba mal sentirse de esa forma hacia su cuñada, pero no podía engañarse así mismo, Mana le atraía. No intentaría hacer nada al respecto, por supuesto, su misión allí era encontrar al asesino de su hermano, no seducir a la esposa de éste. Además, aunque las circunstancias fueran otras, él estaba consciente de que no era el hombre para ella; en el tiempo que tenían conviviendo juntos se había convencido de que Mana era una buena persona, su hermano tuvo mucha suerte de haberla conocido. Ahora ella era una mujer libre, se merecía a alguien que de verdad pudiera hacerla feliz.
Tal cómo la misma Mana había insinuado, tenía más cosas en común con su padre de las que le gustaba admitir, y una de ellas era su incapacidad para hacer feliz a una mujer; todas sus relaciones habían fracasado por su frialdad y ausencia, de la misma forma que pasó con la relación entre sus padres. No recordaba mucho de su madre, pero los pocos recuerdos que tenía eran de ella triste o llorando por la poca atención que le daba su esposo, eso la llevó a refugiarse en el alcohol, empezó a tomar hasta desmayarse, luego se despertaba sin recordar nada, y un día simplemente no despertó.
Su teléfono sonó justo en ese instante, indicando que había recibido un mensaje. Cuando lo sacó de su bolsillo para leerlo vio que se trataba del chico que conoció en la compañía telefónica, quien le envió un archivo del área desde donde salió la llamada del teléfono de Dexter. Inmediatamente tomó el teléfono de la oficina y marcó el número que daba directamente a la oficina de Mana.
―Necesito que por favor vengas de inmediato, es urgente ―le pidió.
Unos minutos después, ella ya estaba en la oficina.
―¿Qué pasa? ¿Por qué la urgencia?
Derek la invitó a sentarse en la silla frente a él y ella cerró la puerta tras sí, antes de tomarle la palabra.
―Acabo de recibir esto. ―Abrió el archivo en el computador, ya que lo había descargado allí para poder examinarlo con mayor comodidad―. ¿Crees que nos sirva de algo?
―Es un área muy grande, prácticamente abarca casi todo el norte de la ciudad. Incluso la joyería se encuentra en este rango ―dijo decepcionada.
Ella tenía razón, esto no le servía de mucho, solo confirmaba que la llamada provenía de la ciudad de San Francisco, pero nada más. Derek intentaba no demostrar lo frustrado que se sentía, lo último que quería era que Mana viera otros de sus arrebatos.
―Hola, ¿puedo pasar? ―La voz de Yuni los hizo voltear al unísono. Derek le hizo una señal de aprobación―. Es que vine a entregarle esto señor, lo vi tirado, al lado de un contenedor de basura y, al ver que era suyo quise traérselo.
La chica puso el teléfono sobre la mesa, y ambos abrieron los ojos desmesuradamente al ver en el aparato la foto de Mana y Dexter abrazados, era el celular de Dexter. Justo antes de que Yuni se alejara, Derek la tomó del brazo con fuerza.
―¿De dónde diablos sacaste ese teléfono? ¿Quién te lo dio? ¿O acaso lo tenías tú? ―la interrogó iracundo.
―No, señor. Se lo juro, yo no lo tenía ―dijo la chica al borde de las lágrimas, mientras tiraba de su brazo.
―¡No me mientas!
―De... Dexter, por favor suéltala! ―intervino Mana, casi mencionando su nombre real. Él reaccionó al escuchar su voz y, de mala gana la soltó―. Yuni, por favor, dime ¿cómo conseguiste este teléfono?
―Después de almorzar salí detrás del edificio para fumar un cigarrillo, no quería que usted me viera porque sabía que me iba a regañar, y entonces vi el teléfono tirado junto a un contenedor ―explicó Yuni entre sollozos―, pero le juro que yo no lo tomé señora Mariana, yo jamás haría algo así.
―De acuerdo, entiendo, pero ¿No viste a nadie más cerca de los contenedores?, es que hacía mucho tiempo que buscábamos este teléfono y nos parece muy extraño que aparezca así, de la nada.
—No, señora. No había nadie más, yo estaba sola.
—De acuerdo, te creo. ¿Por qué no te tomas el resto del día libre?, yo me haré cargo de la oficina.
La chica asiática asintió y, luego de limpiar sus lágrimas y tomar un poco de agua, salió de la oficina. Derek terminó de revisar el celular y descubrió que todos los datos habían sido borrados a excepción de la foto, haciendo que sea inservible para ellos.
―Más te vale que aprendas a controlarte si no quieres que todos te descubran, Dexter jamás hubiera reaccionado de esa forma ―le espetó.
―Pues Dexter está muerto, y su asesino está bajo nuestras narices, burlándose de nosotros ―dijo frustrado.
Mana salió de la oficina nerviosa y enojada, sin saber que estaba siendo observada a través de las cámaras de seguridad, por unos ojos que la siguieron todo el trayecto hasta su taller. Su observador se preguntaba:
¿Por qué la joven asistente se había ido llorando a casa? ¿Por qué Mana estaba tan nerviosa? ¿Qué secretos ocultaba la supuesta feliz pareja?
Al llegar a casa Mana, aún estaba enojada con Derek por cómo reaccionó frente a Yuni, la pobre chica estaba aterrada y con justa razón. Entendía el por qué se había alterado tanto, ella se asustó mucho cuando vio el teléfono en manos de su asistente, pero no era excusa para actuar de esa forma; Derek tenía que aprender a controlar sus arrebatos de una forma u otra, de lo contrario todo lo que estaban haciendo sería en vano.
Mientras se daba un baño pensaba en cómo pudo Yuni encontrar el celular de Dexter de una forma tan extraña. ¿En serio simplemente apareció de la nada en el estacionamiento? ¿Se le habrá caído por descuido al asesino o lo habrá dejado allí a propósito? Y, de ser así ¿cuál era su intención? ¿Asustarlos? ¿Despistarlos?
Tenía demasiadas preguntas en su mente y no había forma de encontrar las respuestas a ninguna de ellas, si no encontraban pronto a la única persona que sabía la verdad. Salió de la ducha y se envolvió en una toalla, fue hasta la habitación y después de vestirse, se sentó frente al espejo para cepillar su cabello.
Ella quería saber quién mató a su esposo, pero le aterraba la idea de descubrir que el asesino era alguien en quien confiaba. Todo indicaba que Derek tenía razón y quien había matado a su amigo tenía algo que ver con la joyería, ¿y si era alguno de los empleados que le sonreían diariamente? No podría soportar la idea de que todo este tiempo estuvo estrechando unas manos sucias, con la sangre de su esposo.
Bajó por las escaleras con la intención de comer algo en la cocina y luego ir a ver a Sherlock, pero unos toques en la puerta principal la hicieron desviarse. Miró por la mirilla para saber de quién se trataba y, al no ver a nadie, quitó el cerrojo, asomándose sin abrir del todo la puerta, solo lo suficiente para comprobar que nadie estaba merodeando la casa. Justo cuando estuvo a punto de cerrarla algo llamó su atención, miró hacia abajo y vio un florero con rosas rojas justo en la entrada, abrió la puerta y levantó el objeto del suelo extrañada, sin poder imaginar quien le enviaría flores, ¿serían de Derek? Tal vez era su forma de disculparse por sus violentos arrebatos.
Inmediatamente se reprendió así misma por siquiera pensar en esa descabellada idea, él nunca le regalaría flores, no tenía porqué hacerlo. Tomó la tarjeta para ver, por fin, quien era el remitente de esas rosas. No tenía el logo de ninguna floristería, ni ninguna firma, solo la dedicatoria escrita con serigrafía cursiva. Mana la leyó en silencio, sintiendo como el pánico lentamente se apoderaba de ella, dejó caer el florero al suelo, pues sus manos temblaban tanto que no era capaz de sostenerlo. Derek apareció detrás, atraído por el ruido del cristal estrellándose contra el suelo.
—Mana, ¿qué fue eso?
Ella no pudo articular palabra alguna, estaba completamente en shock, pero al verlo sintió el inmenso deseo de abrazarse a él y eso fue lo que hizo. Derek la estrechó contra su pecho y le quitó la tarjeta de las manos para leerla en voz alta:
«Lamento mucho tu perdida amor mío, pronto estaré contigo para consolarte».
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