RECUERDOS DE INFANCIA.
Seis días antes del gran encuentro.

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Si debía contar la historia de su vida, KyungSoo podría describirla como una novela puramente dedicada a sus vivencias más humillantes y bochornosas, las cuales sucedían a diario.

No podía evitarlo, ¡tal vez había nacido para eso! Era como un don que lo perseguía de niño, cuando sólo intentaba ayudar, y terminaba por estropearlo todo. Sus compañeros del jardín se cansaron de gritarle lo tonto que era, y hasta incluso una niña caprichosa a la cual consideraba en aquel entonces su "amiga", le había dicho que sería siempre un "niño de mala suerte". Tal vez sus palabras no estuvieron tan erradas, pues ahora creía que esa era una frase que resumía su vida en cuatro sencillas palabras.

Sólo años después pudo comprenderlo, cuando comenzó a madurar y a entender los murmullos que se creaban cuando él llegaba al aula, y aquellos amigos que tanto decían quererlo hablaban pestes de él cuando les daba la espalda. En su momento le afectó mucho, pero gracias a la contención de su tía DaHyun, pudo volverse más fuerte, aunque fue un proceso muy largo el tener que reconstruir su auto-confianza, con tan sólo ocho años.

― Tía, ¿d-doy... mala suerte? ― Sus mofletes se hincharon por el puchero que nacía de sus labios, apretujando fuertemente contra su pecho la mochila de Pororo, un pingüino carismático que formaba parte de su programa infantil favorito ―. ¡Yo no quiero ser eso! Eso es malo, y yo no soy malo.

DaHyun se arrodilló para quedar a su misma altura, y le sonrió maternalmente, soltando feromonas suaves y llenas de amor, para contrastar con la angustia que veía reflejada en los inocentes ojos del niño.

Se preguntaba como a un ser tan lleno de luz podían decirle cosas feas, y lastimarlo sin medir ninguna consecuencia. Nadie merecía ser tratado como si no tuviera valor.

― No te preocupes cariño, dicen esas cosas porque en sus casas no les enseñan modales, y dicen muchas cosas sin sentido, ¿sí? ― Lo cargó entre sus brazos y con una de sus manos comenzó a picar en su barriguita, causándole cosquillas. Fue una caricia al alma oír una risa tan pura provenir de KyungSoo ―. Si te siguen molestando, dile a la maestra. Sino, ya sabes lo que tienes que hacer.

KyungSoo esbozó una gran sonrisa, formando un característico corazón con sus labios. Con la manga de su abrigo secó las lágrimas que habían quedado en sus mejillas, y asintió con alegría.

― ¡Hacer puñito y pegar!

DaHyun lo pegó más a su pecho, riendo con felicidad. Su instinto materno se despertaba con el pequeñín de cabellos castaños, y se intensificaba al ser una omega sin marca e hijos. Lo consideraba como a un hijo propio, esa vida a la que no pudo dar a luz naturalmente, pero que un gran lazo los conectaba espiritualmente. Y le dolía en lo profundo de su corazón verlo herido o triste, por lo que siempre daba todo de sí para hacer que KyungSoo siempre sonriera.

Porque él era su única razón de vivir, quien le brindaba aliento por las mañanas, y la motivación durante las noches por despertar al día siguiente sólo para volver a estar junto a él.

― ¡Claro que sí! Ahora vayamos a la escuela que estamos llegando tarde.

― Oww, pero no quería ir...