⻝ ‹ único
EL DESASTRE QUE SOMOS:
ChanYeol creía que moriría si no cerraba sus ojos, aunque fuera por sólo unos segundos. No podía evitarlo, dormir era algo común en él, y aún más en un viernes tan aburrido como el que estaba viviendo.
― ...Con eso cerramos el cuarto tema, estén atentos para el próximo parcial. ― Todos despidieron al profesor y pronto la paz que reinaba en el salón, hasta ese entonces, se estropeó con las voces de los estudiantes junto al chirrido de algunas mesas y sillas siendo corridas.
El rubio talló sus ojos, en un intento de despabilarse y quitar de encima el sueño que le perseguía. No podía creer que aún habiendo dormido más de las ocho horas necesarias para el sueño, se sentía exhausto.
ChanYeol estaba cursando la carrera de arquitectura, pero comenzaba a plantearse si haberla elegido había sido una buena elección.
La verdad era que, aunque no fuera algo que le motivara en demasía como lo era la música, tampoco le disgustaba. Verse en un futuro ya recibido y ejerciendo su título le gustaba, era por eso que no la abandonaba.
ChanYeol agarró sus cosas y se dispuso a ir hasta la salida. Ya estaba deseando llegar a casa y tirarse en el sillón, luego de una mañana tan abrumadora.
Pero, ¿saben qué era mejor que dormir para ChanYeol? Un buen café mocha para arreglar lo que su insomnio destruía.
Debía plantearse si tomar tanto café no le estaba afectando, pero aún así lo amaba.
La taza humeante que imaginaba sosteniendo entre sus manos, parecía estarlo llamando, y su lobo aulló en señal de aprobación.
Salió deprisa del establecimiento donde estudiaba, y se dirigió hasta la cafetería más cercana. Había oído hablar de su mejor amigo, SeHun, que ese lugar era lo mejor que le había pasado, que era un local bendecido por Dios, y que le recomendaba que fuera allí cuanto antes.
Era curioso, porque rara vez oía provenir de aquel alfa un halago. Tal vez sea porque su amigo era único en el mundo, y su amargura sobrepasaba los límites de todo. Y aunque a veces fuera insoportable, lo seguía queriendo.
Dobló en la esquina y de lejos divisó el gran cartel del café: "Counting sheeps". Rió por la íronia del nombre.
Observó los colores pasteles que llamaban su atención, y las decoraciones tiernas que daban vida a las paredes exteriores. No le disgustó, es más, terminó por gustarle la estética del lugar.
A través del gran ventanal podía ver algunos baristas atendiendo detrás del mostrador, las mesas de un color beige, y los cuadros de arte que estaban colgados de manera simétrica, uno al lado del otro.
Asombrado, ChanYeol se adentró a la tienda, y la calidez del ambiente lo aturdió.
Sus ojos recorrieron el lugar, y se detuvieron en una cabellera castaña. Sintió los latidos apresurados de su corazón, y llevó su mano hasta su pecho, apretando sus ropas.
Su lobo comenzó a mover su cola, y eso lo asustó.
Cruzó miradas con el extraño chico, sus ojos negros parecieron tan profundos que pensó haberse perdido dentro de ellos.
Sólo pudo huir de allí, como siempre hacía.
ㅡ Y fue así, que vivieron felices por siempre. ㅡ Su padre cerró el libro, con una sonrisa.
ㅡ ¿Es en serio? ㅡ El pequeño alfa lo miró incrédulo, y agarró el libro entre sus pequeñas manos para repasar las páginas finales ㅡ. ¿Eso es todo?
ㅡ Si hijo, ¿qué esperabas que sucediera?
ㅡ ¡Que le dieran una conclusión a la desaparición de la hermana! O que desarrollaran la maldición que la bruja lanzó sobre la madre de la princesa.
El hombre rió, enternecido.
ㅡ Pero es un cuento de amor verdadero, Chan, no de misterio.
ㅡ Pues que basura de libro, ¡malgasté mi dinero al comprarlo! ㅡ Enfurruñado, cruzó sus brazos sobre su pecho, dándole la espalda a Joneul, su padre.
El mayor cargó al niño, sentándolo en sus piernas.
ㅡ ¿Sabes algo, hijo? Algún día tendrás un amor verdadero como el de ellos. ㅡ Acarició su sedoso cabello rubio, calmándolo ㅡ. Tu destinado algún día aparecerá.
ㅡ Dile que no lo quiero. ¡Nunca estaré con él!
ㅡ No es una cuestión de querer o no, Chan, no puedes luchar contra el amor que tu lobo adorará.
ㅡ Ni yo ni mi lobo lo necesitaremos.
Joneul no pudo evitar soltar una carcajada ante la terquedad del chico, y negó con la cabeza.
ㅡ Ya verás de lo que hablo.
ChanYeol hizo una mueca de disgusto al escuchar las palabras de su padre, y fue a acostarse.
No pudo dormir pensando en que debía impedir a toda costa cruzarse con su destinado.
Llegó a su departamento, cerrando con fuerza la puerta. A tropezones fue sacándose la ropa, y de manera inmediata se metió a la ducha, abriendo el grifo de agua fría.
Su cuerpo estaba caliente y sus mejillas sonrojadas.
¿¡Qué diablos está sucediendo!? Fue lo que pensó, revolviendo su pelo, desesperado por quitarse esa sensación que lo perturbaba.
No podía sentir aquellos sentimientos, el sólo hecho de pensarlo lo mortificaba. ¡No debía si quiera pensarlos! ¿Por qué estaba sucediendo lo que durante toda su vida lo atemorizó?
El agua helada recorría su cuerpo, pero por más que intentara borrar ese calor, parecía haberse tatuado en su piel. Su lobo no dejaba de saltar y aullar, descontrolado.
Sus miedos más profundos salieron a flote.
El vago recuerdo de su madre abrazándolo antes de partir a los cielos, apareció. Vio la viva imagen de él, muchos años atrás, arrodillado al lado de la camilla donde reposaba su mamá, las lágrimas ardientes quemando sus mejillas, y a su padre apretar sus hombros mientras contenía su llanto.
Su verdadero amor había muerto, un segundo no existía. O él se negaba a experimentar otro.
Su anhelo más grande, la que provocaba sus amplias sonrisas y el deseo de ser más grande sólo para cuidarla del exterior, se había desvanecido a causa de una enfermedad incurable.
Apoyó su cabeza en la pared llena de azulejos, e intentó tranquilizar su agitada respiración. Sólo cuando se sintió listo, salió de la bañera y se colocó su bata.
Entró a su dormitorio, el silencio era ensordecedor. Se recostó con suma delicadeza en su cama, y se hundió entre los acolchados edredones.
Dio media vuelta, y observó en su mesita de noche el marco que guardaba lo más preciado que tenía; a él siendo cargado por su madre, abrazándola con fuerza para no caerse. Fue durante su campamento de verano, teniendo de fondo un hermoso lago y árboles alrededor.
En aquella fotografía tenía una sonrisa tan brillante y grande, que sintió nostalgia.
Porque no volvió a aparecer.
Despertó en madrugada, y maldijo a la alarma que le recordaba que debía levantarse para ir a rendir su último exámen, para entrar a la carrera.
Dio vueltas en su cama, sin ganas de levantarse, no tenía ni la fuerza mental ni las energías para enfrentarse a un lunes.
Había pasado todo su fin de semana postrado en su cama, y sólo salía de ella para ir al baño o comer algo. Intentó mirar su serie favorita que había pausado para verla cuando tuviera tiempo, pero ni siquiera pudo ver ni dos minutos cuando ya se encontraba apagando el televisor.
Miró al techo, y sólo se concentró en su lenta respiración, en la forma en que sus ojos se cerraban pidiendo dormir más, a su mente maquinando mil por hora, y su maldito corazón que seguía latiendo desbocado.
Cuando sintió que podía, se levantó como un oso que había invernado durante mil años. Todo su cuerpo dolía, y suspiró sonoramente.
Estaba cansado de todo.
Se fue directo al baño, se bañó y preparó para enfrentarse a un nuevo día que sabía que sería igual a todos los demás. Pero algo en su interior decía que nada volvería a ser lo de antes.
Llegó corriendo a rendir el parcial, pues al no venir el bus, tuvo que tomarse un taxi que lo dejara lo más cerca posible del lugar. Ya iba tarde, pero tenía unos minutos hasta que cerraran las puertas.
Todo pasó volando, al terminar entregó su exámen y salió disparado del salón. Sólo quería respirar aire fresco, y esperar a que su mente dejara de pensar, y ahogarlo con tantas preocupaciones.
Agradecía que cerca de allí hubiera un amplio parque para relajarse, y sintió que era el momento perfecto para ir ante el espléndido día que había. El sol no era tan molesto, y las nubes se iban dispersando.
ChanYeol se tiró en el pasto cerca de un árbol que le ofrecía sombra, y cerró sus ojos, aspirando el viento frío que pasaba.
Visualizó la imagen del curioso hombre que había hecho trizas su calma, y un hormigueo recorrió su vientre.
No dejó de pensarlo, y tomó una decisión.
KyungSoo se encontraba limpiando las mesas, distraído. Ya estaban por cerrar y ya no había más clientes, sus compañeros de trabajo ya se habían ido y se encontraba solo.
En ese turno de noche, le había tocado a el cerrar el local.
Desde el viernes pasado que no dejaba de pensar en el chico al que había observado, y no sabía el motivo de su ansiedad por volver a verlo.
Daría lo que fuera para tener una nueva oportunidad, y no dejarlo ir como la última vez.
No entendía por qué se sentía tan nervioso con tan solo pensar en volver a tenerlo en frente suyo, pero dentro de él había un lindo sentimiento de amor, que había florecido al encontrarse con aquel hombre de cabellos dorados.
Sus bonitos ojos no dejaron de verlo, y su corazón se volvió loco.
¿Tal vez había sido un sueño? Era recurrente imaginar cosas para el beta, pues pensaba que un tornillo le faltaba, ¿pero a quién no? KyungSoo no aceptaba ser el único loco por amor.
Todas sus pasadas parejas terminaron fracasando, porque nadie sabía entenderlo. El beta buscaba algo genuino, un amor verdadero, alguien que se preocupara por él y que supiera como tratarlo.
Siempre daba todo de sí por quien amaba, pero no recibía ni la mitad del amor que entregaba.
Estaba cansado de no ser amado como pensaba merecer.
De pronto, el tintineo que produjo la puerta al ser abierta, avisó que un nuevo cliente acababa de entrar. Su corazón latió distinto, con más fuerza y su pecho se hundió al distinguir aquella presencia masculina.
Era él.
Dejó lo que estaba haciendo, y se giró completamente hacia él, sintiendo la calidez rodearlo. Tuvo el impulso de correr eufórico hacia él, pero se contuvo.
Sus pies estaban clavados al suelo.
El chico extraño fue quien dio el primer paso, yendo despacio. El beta se quedó petrificado. Cuando terminó frente a él, KyungSoo sintió que se desmayaría.
Su agradable aroma a chocolates y granos de café lo aturdieron, sumándole su fuerte presencia alfa. Sus mejillas comenzaron a tornarse rojizas, y bajó la cabeza, negándose a verlo a los ojos.
Sintió las manos del rubio tocar su mentón con delicadeza, obligándolo a levantar la cabeza.
Las palabras no fueron necesarias, porque al momento de verse, todo pareció encajar. Fue como si el hueco en su corazón fuera llenado, y la opresión en su pecho se alivianara.
Al encontrarse dos almas gemelas, las heridas y traumas sanaban, teniéndose mutuamente para no caer de nuevo, y levantarse de ser necesario. Ambos lo supieron al momento de conectar espiritualmente.
Ahora todo estaba bien.
Y por primera vez en años, ChanYeol dejó que la calidez de un amor verdadero lo embriagara, para darle paso a una felicidad que se negó durante tanto tiempo.
¡Y hasta aquí hemos llegado con este especial! Muchas gracias por tomarse el tiempo de leerlo, feliz día de san valentín ♡
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top