♠ Capítulo 27: Corazón roto, orgullo roto, lazos rotos
—¿Y? ¿Encontraste ya donde mudarte? Estamos a jueves y dijiste que te mudarías antes del viernes.
—¡No me presiones Carmen! Encontrar alojamiento no es tan fácil como crees.
—No fui yo la que lo dijo.
—Estaba enojada…—me escuso pobremente.
—¿Y que? ¿Ya no lo estás?
Guardo silencio un minuto calculando mi respuesta, si digo que no estaría pisoteando los esfuerzos de miles de mujeres que por años lucharon en contra de la opresión masculina y que incluso murieron por su causa, pero si digo que sí, estaría mintiendo ¡Maldita ambigüedad de opinión!
—Claro que estoy molesta, pero no tanto como para mudarme.
Daniela nos observa discutir con cansancio en la mirada. Son casi las cinco de la tarde, hace un calor comparable con una cena romántica en el sol y el aire acondicionado del local, donde “disfrutamos” un café helado, decidió fallar.
—¿Pero no que Alex te rompió el corazón en miles de pequeños pedacitos que luego las hormigas se llevaron junto con tus ganas de conocer a otro hombre en tu vida?
—Eso fue hace días.
—Cuatro días.
—¿Y que? ¿No es una buena señal acaso que me este reponiendo? ¿Qué quieres? ¿Qué lloré y sufra por mucho tiempo? Eres mi amiga deberías estar contenta por mi mejoría.
—¡Ni siquiera alcance a enojarme con Alex para cuando tú ya estas bien!—Dani suelta una risita burlona y toma un trago de café helado, deja su taza a un lado y sonríe maquiavélica. A esa sonrisa yo la llamo »Voy a psicoanalizarte aunque no lo quieras muajajaja« léase la risa maligna con tono maligno.
—Yo creo que…
—No me interesa—interrumpo pero parece no escucharme.
—… nunca tuviste el corazón roto. Lo que tienes es el orgullo roto. Alex te “utilizó” y eso te duele más que el hecho de que no te quiera y eso es porque no te gusta Alex, te gusta Gabriel.
—¿AH?—pregunta Carmen—por todo lo sagrado Daniela eso es trampa, estás usando tus tácticas psicológicas para desviarla del camino.
—¿Trampa? ¿De que están hablando?
—Nada—responden sospechosamente al unísono. Les miro con cara de perro con pulgas para sacarles algo.
—Digamos que entre ella y yo hay una especie de “apuesta”—responde Carmen desviando la mirada.
—Ya…
—Dani dice que te vas a quedar con Gabriel y yo le apuesto a Alex.
—¿Qué? ¿Qué son ustedes, team Jacob y team Edward?
—Yo amaba a Jacob—acota Daniela.
—Pero se quedó con Edward—agrega Carmen.
—¡Suficiente! No voy a quedarme con ninguno de los dos. No se si lo han notado pero uno de ellos olvidó mi nombre mientras lo besaba y el otro se ha acostado con la mitad de Chile.
Guardan silencio y agachan las cabezas apenadas. Me parece insólito que siquiera piensen en que podría relacionarme sentimentalmente con alguno de los dos. Quizás en mi desesperación hormonal estuve un poco confundida, pero ya no más. He terminado con los hombres, me dedicaré al celibato.
—Si lo pones así—dice Daniela rompiendo el silencio—creo que Gabriel es mucho mejor, piénsalo tiene mucha, mucha, mucha experiencia, podría hacerte muy feliz sexualmente hablando.
—Y también tiene gonorrea—sisea Carmen venenosa—en cambio Alex es lindo, caballero y dedicado.
—Y la confunde con la princesa del castillo anterior—tercia Dani con la sonrisa maquiavélica brillando entre sus labios.
—Hello ¿Podrían dejar de conjeturar y comportarse como amigas de verdad? Alex ha hecho algo terrible y Gabriel ha hecho muchas cosas terribles, lo más sano es buscar un nuevo lugar donde vivir… yo le llamo amor propio.
—Pero no quieres mudarte.
—Claro que no, mi cuarto es cómodo, la comida es buena, tengo baño para mi sola ¿Querrían ustedes mudarse en esas condiciones?
—¿Cuál es exactamente tu definición de amor propio?—se burla Carmen.
—¡No lo se!—grito ofuscada, dolida y confundida—se que debería estar echando fuego por las orejas, debería haberme mudado hace cuatro días y debería hacerle vudú a Alex, pero no puedo. Aunque suene terrible y antifeminista, no quiero irme porque ese departamento es lo más parecido a un hogar que tengo y creo que necesito sentirme en casa de vez en cuando. Es por eso que en contra de mi voluntad ya perdoné a Alex al igual que le he perdonado todo a Gabriel. Ellos son el remplazo a lo que ustedes llaman familia, son las primeras personas que veo en la mañana y a quienes les deseo buenas noches, a ellos les cuento mi día, hago las compras del mes y todas esas tonteras cotidianas que para ustedes son tan normales.
»Se que está mal. Se que no debería dejar pasar esta situación pero, no puedo evitarlo, honestamente hablando, ya lo hice, ya no me fui del departamento. ¡Argg! ¡Me odio tanto en este momento!
—Ya, Ya… tranquila, no es el fin del mundo—susurra Daniela mientras a caricia mi cabello—piénsalo de esta manera, si te quedas más tiempo tienes más opciones de tirarte de nuevo a Gab.
—¿Podrías tomarte esto en serio? Estoy sufriendo.
—No, no lo estás.
—Clar…
—¡No! Siempre haces lo mismo, te victimizas como si tu vida fuera una novela rusa.
—No lo…
—Claro que sí. Pero eso es otro tema. A lo que voy es que lo mejor que te pudo haber pasado es que Alex te confundiera con esa zorra.
—Gracias por llamarla así.
—Cuando quieras. Lo que sucede es que Alex es lo que cualquier chica quisiera, es bueno, atento y metafísicamente perfecto—habla moviendo las manos con profesionalismo y seriedad—por eso tu instinto femenino te hizo creer que entre ustedes había química, pero no es química, es física. Físicamente él es todo lo socialmente aceptado ¿Entiendes?
—¿Esto tiene alguna base científica?—pregunto.
—La tendrá cuando base mi tesis en esto. En fin, con quien tienes verdadera química es con Gabriel…
—¿Es en serio Daniela? ¿Vas a seguir tratando de manipularla?
—¡Silencio Carmen!—exclama. Nunca antes la había visto tan animada—Tú y Gabriel son como vinagre y bicarbonato, si se mezclan explotan, y eso es lo que te hace falta, alguien que te haga bullir hasta el techo ¿Captas?
Pestañeo mareada de tanta información. Trato de ver el lado serio de todo esto pero la verdad no lo encuentro, es una gran tontería. Sorbo un poco de mi café helado tratando de encontrar respuestas en el fondo de mi copa, pero ahí no hay nada más que vidrio y restos de helado de pistacho.
—Creo que hablas sin sentidos Daniela. No volveré a relacionarme física o emocionalmente con ellos por una sola razón: soy un punto fuera del triangulo.
—Fantástico, física, química y ahora geometría también—farfulla Carmen—¿De que se trata todo esto?
—La mujerzuela esa tiene o tenía una relación con Gabriel.
—¿Qué? ¿De donde te has sacado eso?
—Me lo dijo Alex, incluso me pidió que no le dijese nada a Gabriel porque él era la razón por la cual ellos no podían estar juntos.
—Supondré que no le hiciste caso—guardo un culpable silencio esperando que el momento tenso desaparezca por arte de magia—¿Guardaste el secreto?—asiento lentamente—definitivamente eres tonta.
—Pero…
—Pero nada. Deberías gritarlo a los cuatro vientos y que todos se enteren.
—No puedo hacer eso, ellos son amigos y…
¡Santa madre de los siete enanos! Daniela tiene razón, tengo roto el orgullo no el corazón. Claramente no debería importarme lo que sucediese con ellos, pero me importa porque son como mis hermanos.
Soy patética, tomo como familia a la primera cosa en movimiento que veo, como los patos.
—Me encantaría darte un discurso de media hora sobre como hacerte respetar pero Gabriel se acerca así que guardaré silencio.
—¿Hacerme resp…? ¿Gabriel qué?—giro en ciento ochenta grados sin moverme de la silla y regreso a mi posición tan rápido como salí.
Efectivamente, Gabriel se acerca con su traje de abogado y su poco usual mirada seria ¿Qué hace aquí?
—¿Ese es Gabriel?—pregunta Daniela con los ojos descaradamente puestos sobre Gab. Asiento nerviosa—en ese caso reafirmo mi membresía en el team Gab.
Se sienta sin pedir permiso con un jugo en una mano y un emparedado de queso en la otra. Deja ambos sobre la mesa y me mira con una ceja levantada. Cruza los brazos en pose de padre preocupado por su oveja descarriada y sonríe con malicia.
—Pero que coincidencia, Camila García comprando en mi café favorito.
—También es su café favorito—acota Daniela. Le dedico mi mirada capaz de atravesar refugios antinucleares, pero es inmune—siempre nos obliga a venir por un café helado.
—Hola. Gabriel ¿Tú eres?
—Daniela, amiga y psicóloga de esta mujer—Gab ríe ante la mención de mi no oficial tratamiento psiquiátrico. Me quedo pegada un segundo admirando su perf… ¡No! ¡Sal de ahí ahora Camila!
—Que increíble encontrarnos acá. Personalmente adoro este lugar ¿Sabes a quien más le gusta? Alex. Los tres lo amamos, deberíamos venir un día, ya que viviremos por mucho tiempo más juntos.
—No insistas Gab… me mudo mañana y punto final.
—¡Santa virgen de la papaya Camila!—¡Copio mi frase!—Eres la mujer más terca que conozco y créeme que eso es mucho decir. Ambos sabemos que no quieres irte.
—Claro que quiero irme…
—No, si quisieras ya lo hubieras hecho. Solo haces teatro para torturar a Alex, pero como alguien que conoce a Alex desde que tiene cuatro años puedo decirte que lo torturaras mejor dentro del departamento que fuera de él.
—¿Y que? Si quiero torturarlo o no, y desde donde quiera hacerlo es mi problema ¿Por qué tanto empeño en que me quede?
—Porque…—guarda silencio un par de segundos mientras es escrutado por mis amigas. Rumia sus palabras con cuidado mirando un punto fijo en el techo, se rasca la nuca y suspira—me abstengo. Si te doy mis razones y no te gustan tendrás más argumentos para dejarnos—se levanta lentamente con semblante pensativo—Y no quiero que te vayas. Piénsalo.
Se aleja dejando su jugo y su pan atrás, no se voltea, no duda, nada. Le veo desaparecer tras la puerta de entrada tan impecable como llegó, dejándome solo un poco confundida.
—No quiero interrumpir sus babeos—dice Carmen—pero hay un mensaje en el vaso.
Tomo el jugo en mi mano y leo atenta y sorprendida.
Discúlpame por todo lo que haz tenido que sufrir.
¿Te quedas por favor?
Juro por lo más sagrado que esta vez sí entré a la dimensión desconocida.
¿Qué he hecho el resto de la tarde? Mirar anonadada la televisión sin poder hilar un pensamiento coherente. Estoy recostada sobre la cama de Gab cambiando los canales más por inercia que por interés, con mis lentes de sol puestos—el color rosa aun es muy fuerte—y un gran plato de papas fritas.
¿Gabriel pidió disculpas? Nunca lo escuché pedir disculpas antes, ni siquiera un intento ¿Qué está sucediendo? Y más importante aun ¿Por qué no puedo quitarme esta estúpida sonrisa de la cara? ¡Se me están acalambrando las mejillas! Una hora riendo quema lo mismo que una hora de pesas, si sigo así seré capaz de levantar una pirámide con los labios.
Definitivamente necesito urgente la charla sobre hacerme respetar… ¡Sí hasta estoy considerando el quedarme! Maldito Vernetti y su capacidad de manipularme ¡Deja de sonreír con un demonio!
Me detengo en el CNN para concentrarme en la tragedia de alguien más, necesito sacar de mi sistema a Vernetti y sus disculpas por escrito.
La noticia del día: lavado de dinero en una conocida multinacional. Pasa tan a menudo que aun me sorprende que sea noticia. Hablan un rato de los imputados, el juicio, las pruebas, el abogado…¡Esperen! ¿Lorenzo Vernetti es el abogado? ¿No es ese el nombre del padre de Gabriel? ¿Ese es el padre de Gabriel? ¡Wow! Es guapo, aunque no se parecen, él es rubio, de tez blanca, ojos claros. Quizás no sea ese su padre, sí, es muy probable que no lo sea, por que si lo es Gabriel tendrá una buena y sensual vejes ¡Ya! ¡Deja de pensar en él!
El teléfono suena y me saca automáticamente de mi ensoñación ¿Dije ensoñación? Quise decir tortura, tor-tu-ra.
Corro hasta él y contesto ofuscada y atragantada con una papa.
—¿Alo?
—¿Angelito?—la voz de una mujer llamando al número equivocado me descoloca ¿Quién rayos es angelito?
—Equivocado señora—contesto con amabilidad.
—No lo creo, conozco este número de memoria ¿Con quien hablo?
—Creo que la pregunta correcta es ¿Con quien hablo yo?
—Hablas con Marcela, linda ¿Quién eres tú y porque contestas el teléfono?
—Camila, y vivo acá…—el tono hostil de la mujer al otro lado de la línea me inquieta y perturba.
—Debe ser un error ¿No está Angelito por ahí?
—Acá no hay ningún Ángel señ…—un minuto hay dos ángeles en esta casa, Gabriel y Miguel… ¿No se estará refiriendo a ellos?
—Linda, hablo de Gabriel ¿Está en casa o no?
—¿Gabriel Vernetti?—la mujer suspira sonoramente remarcando mi ineficiencia, debo tachar operadora de líneas de ayuda telefónica de mi lista de trabajos posibles.
—Sí—responde con hastío—Gabriel, Gab, Gabo, Gaby o como sea que le llames ¿Esta en casa o no?
—No, está en la universidad ¿Quiere dejar un mensaje?
—No estoy segura de que le llegue pero de cualquier manera… ¿Podrías anotarlo? Es muy probable que se te olvide en cuanto cortes así que…
—¿Cuál es el mensaje?—interrumpo aguantándome un improperio.
—Dile que me llame, que es sobre Lorena.
Me quedo paralizada en cuanto escucho aquel nombre. Ella se me aparece hasta en la sopa pero no se quien es… irónico.
—¿Alo?—regreso a la realidad con la voz de la mujer en mi oído.
—Sí, sí… Lorena ¿De parte de quien el mensaje?
—De…—la puerta se abre de repente dejando entrar a Gab y su cara de fastidio post examen oral. Me mira y sonríe inmediatamente ¡Oh, no! La sonrisa de tonta se acerca ¡Has algo!
—Teléfono—digo estirándole el auricular, completamente robotizada y sin decir ni hola.
Él atiende sorprendido por mi reacción o por la llamada, no lo se. Se coloca el aparato en la oreja sin dejar de mirarme y habla.
—¿Alo?—su cara cambia completamente luego de escuchar la voz aterciopelada de la mujer en la línea. Trata de emitir unas palabras pero todo queda en nada—tranquila, cálmate, no es lo que piensas—vuelve a callar y escucha atento rodando los ojos de tanto en tanto—sí, lo se pero… ¡No! Suenas como si hubiera quemado una iglesia… ¡No! No planeo quemar una iglesia—respira profundo escuchando con cansancio el griterío ininteligible proveniente del auricular. Suspira sonoro y vuelve a la conversación—¡Suficiente! No hay ninguna chiquilla tonta viviendo acá, su nombre es Camila y paga arriendo ¿Algo más que quiera saber la inquisición española?... No, no estoy siendo sarcástico… No, eso tampoco fue sarcasmo… ¿Tú crees?... ¡No me llames Angelito! Tengo veintidós mamá, por si no lo has notado se ir al baño solito y ya no ocupo tasa de entrenamiento. ¿Alo? ¿Alo? Corto, mujeres— deja el teléfono en su lugar y esperamos.
—¿Dijiste mamá?—balbuceo incomoda—acabo de ser muy grosera con ella.
—Tranquila, probablemente ella empezó, siempre empieza.
El teléfono suena nuevamente y él lo coge de inmediato.
—¿Se te olvido algo? Oh… Iré por él ¿Dijo algo más?... Malcriada. Cuídate Ma, Sí, yo también te amo… se lo diré. Ciao—Cuelga y me sonríe con calma—dice que siente haber sido hostil.
Se va del teléfono con dirección a su cuarto mientras que yo lo persigo de cerca con una sola pregunta en la punta de la lengua.
—¿Qué quería?
—¿Qué te importa? De todos modos desde mañana ya no vivirás acá
—Cierto.
Hay un incomodo silencio entre nosotros hasta que llegamos a su cuarto. Me mira como si esperara algo de mí y luego comienza a desvestirse.
—¿Qué haces?—pregunto al tiempo que él se desabrocha la camisa.
—Me desvisto
—¿Por qué?
—Porque quiero seducirte ¿Qué otra razón tendría para desvestirme en mi propio cuarto luego de horas esperando una interrogación oral? Claramente lo único que deseo es tomarte, lanzarte a la cama y revolcarnos hasta mañana para luego levantarme e ir a dar otro examen…
—De acuerdo, ya entendí, estoy invadiendo tu espacio… ¡Me voy!
—Vete, eres buena en eso.
—¡Idiota! Ni siquiera piensas en mis sentimientos ¿Podrías preguntarme por lo menos el por qué?
—¿Por qué?—pregunta con tono despreocupado mientras se saca los zapatos.
—Porque…—dile la verdad, díselo—por que quiero irme, eso.
—Profundo motivo, toda una revolución en la oratoria.
—Púdrete.
Me largo tan enfadada como siempre, Gabriel hace que se me irrite el colon y me salgan canas verdes. Lo que más deseo es patear algo y cerrar con fuerza la puerta de mi cuarto, pero no hay nada que patear que no sea frágil y no tengo puerta ¡Maldición!
Tomo uno de los cojines de mi cama y lo lanzo con fuerza hacia la pared, luego agarro el siguiente y lo lanzo también pero esta vez el tiro me sale un poco desviado botando las cosas sobre mi escritorio ¡Genial!
Me acerco para ordenar todo pero me detengo al chocar algo con mis pies. Es el vaso de la disculpa que ha rodado hasta mí. Lo recojo y leo el mensaje nuevamente, la ira se desvanece pero no mi orgullo. Debo aclarar todo ahora o no podré vivir ni un segundo más bajo este techo. Vuelvo al cuarto de Gab con paso seguro.
—¿Qué es esto?—digo con el vaso en la mano increpándolo como si se tratara de una prueba incriminatoria. Me mira confundido desde su cama, está sentado con el control en la mano y a medio desvestir.
—¿Un vaso?—responde con la ceja levantada.
—¡Se que es un vaso, me refiero a la disculpa que escribiste!
—¿Disculpa? ¡Ja! Yo no me disculpo preciosa—miro el vaso, luego lo miro a él y vuelvo al vaso.
—¡Pero si es tu letra en un vaso que tú traías!
—No lo creo, debes estar confundida ¿No es la letra de Alex?
—¡Claro que no! Conozco la letra de Ale…¡Déjate de juegos y dime que significa esto!—me mira y suspira cansado. Palmea el trozo de cama junto a él invitándome a acompañarle. Entrecierro mis ojos con cautela, estoy casi segura que es una trampa.
Me acerco lentamente para luego sentarme en el borde del colchón.
—Un poco más cerca—susurra. Y un temblor recorre mi espalda. No es el mejor momento para recordarlo desnudo pero no puedo evitarlo. Lo acepto, Gabriel prende hasta al más dormido de mis instintos, de cualquier manera estaré fuera para mañana así que más vale disfrutar el paisaje.
Estiro mi cuerpo junto al suyo sin despegar la mirada de la pantalla, no quiero hacer contacto visual mientras estamos en la misma cama, podría traer recuerdos que harían que me sonrojara ¡Oh, no! Ya están aquí ¡Oh, no! Ya estoy roja.
Lo siento moverse hacia mí y finalmente su cabeza cae en mi regazo.
—Acaríciame ¿Quieres?—dice abrazándose a mis piernas y ronroneando como gato.
—¿Qué estás haciendo ahora?
—Ha sido un día duro, necesito que alguien me mime. Si lo haces bien quizás permita que te quedes.
—¿Quizás?
—Sí—bufo a punto de ahogarlo con una de las almohadas. Me contengo en el último segundo y pongo mi palma sobre su cabeza para acariciarle.
—Mete lo dedos entre mi cabello.
—Si quieres que te acaricie deja de darme órdenes.
—Bueno—meto mis dedos entre las suaves hebras de su cabello y la sonrisa tonta se me escapa ¿Ya que? De cualquier forma estaré fuera para mañana.
Nos quedamos así por unas horas, él en mis piernas y yo acariciándolo. Definitivamente este burdo intento de departamento es mi hogar. Hogar, caótico hogar. Daniela tiene razón, no me duele lo que ha hecho Alex, no más allá del orgullo por lo menos… aunque lo de Gabriel definitivamente se equivoca ¡Ja! Yo y Gabriel ¡Pfff!
—Quédate—susurra él medio adormilado.
—¿Ah?—pregunto fingiendo que no le he escuchado solo para que me repita su suplica.
—Haces que me sienta en casa, quédate.
Y de nuevo la sonrisa estúpida. Feministas retuérzanse en sus tumbas acabo de romper el código del amor propio.
—Vas a tener que rogar para que me quede—voltea el rostro y nuestras miradas se encuentran, la música lenta de overtura para alguna serie acompaña el momento. Espero sus suplicas.
—¿Puedo besarte?
¿Qué? ¿Ah? ¿Cuándo? ¿Cómo llegamos a esto?
El golpe de la puerta de entrada cerrándose nos saca de la atmósfera tensa y Gabriel se reincorpora como si no hubiera estado a punto de besarme hace menos de un segundo. Alex se aparece en el cuarto con la frente arrugada y la respiración agitada.
—¡Fue mi padre! ¿Por qué no me lo dijiste?—brama como perro con rabia.
—¿De que hablas?—pregunta Gab rascándose la nuca y bostezando.
—¡Sabes de que hablo! ¡Miky me lo dijo todo! ¿En que mierda estabas pensando?—grita furioso, nunca lo había visto tan molesto.
—En ti, pensaba en protegerte ¿No harías tú lo mismo por mí?—el tono sarcástico en la voz de Gab no ayuda en nada con el mal humor de Alex, temo que esto termine en golpes.
El silencio se apodera de ellos y yo los observo expectante.
—No te metas más ¡¿Entendiste?!
—Hago lo que quiero Alex.
—¡¿Por qué?! ¿Por que simplemente no me dejas solo con mis problemas?—un sentimiento de odio sale de la boca de Alex y no puedo evitar pensar en Lorena.
—Porque eres mi mejor amigo y te quiero más que a varios de mis hermanos. No voy a abandonarte solo porque no te guste recibir ayuda, idiota.
Ni la sonrisa burlona de Gab ni mi presencia logran disipar la atmosfera de ira que se extiende alrededor de Alex. Podría jurar que sale vapor de sus orejas.
—Déjame en paz—Se retira cual niño pequeño en medio de una pataleta, ha sido terrorífico.
Gab se recuesta junto a mi nuevamente con calma y desasosiego, la pelea no lo ha alterado en lo más mínimo.
Le observo descaradamente por un minuto completo, arrugo la frente y alzo una ceja. El no se da por enterado. Pasa otro minuto y seguimos en la misma posición yo mirándolo y él viendo televisión.
—¿Has escuchado hablar del jueves negro?—pregunta al tercer minuto sin sacar la atención de la tele.
—Sí, fue el día en que cayó la bolsa—respondo intrigada.
—Este es nuestro jueves negro, se viene la gran depresión.
Deja de hablar y mi instinto arácnido me dice que no habrá más conversación por el resto de la noche. ¿Estoy decepcionada por haber sido interrumpida en el momento exacto en que nos íbamos a besar? No, claro que no, ese hubiese sido el peor error del mundo ¿Tengo ganas de reiniciar la platica que abandonamos unos minutos antes? No, prefiero dejar ese hipotético beso en el misterio ¿Voy a dejar de sonreír como tonta? No, parece que por lo menos hoy no.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top