♠ Capítulo 25: Física, química y otras propiedades de la materia.

Cuenta la historia que, hace ya varios años, Newton descansaba placidamente bajo un árbol cuando una manzana le cayó en la coronilla desatando con el golpe una teoría revolucionaria.

Como en esa época no había televisión, juegos de video o Internet, escribir leyes y principios era un pasatiempo bien visto por la sociedad, incluso te felicitaban y si tenías suerte podías hasta ganarte el Nóbel, póstumo eso si.

Siendo Newton alguien con mucho tiempo—ocioso—decidió que las ideas formuladas por la sinapsis causada por la manzana caída fuesen no solo escritas sino también publicadas. Según él valía la pena pregonar por el mundo que las manzanas caen por la gravedad y que si esta no existiera todos flotaríamos como burbujitas.

Y así más de trecientos años después Newton y su manzana suenan fuerte en las aulas de clases, donde los interesados pupilos se preguntan ¿Para que me va a servir esto en la vida? La respuesta es fácil, para todo. Newton trasciende más allá de la propia física y se ancla fuerte en la vida cotidiana, desde el momento en que maldices el frasco de conservas porque no lo puedes abrir, hasta lo que los budistas llamaron karma o como Newton lo denominó ley de acción y reacción.

¿Qué tiene que ver eso con mi cita con Alex? Nada, solo quería dejar en claro que me gusta la física.

Cambiando de tema radicalmente, hoy domingo será mi primera cita con Alex el tipo más perfecto que he conocido, a veces se enoja por estupideces pero aun así es una ternura ¿Qué hago yo en este minuto? No, no estoy gritando como una colegiala enamorada por mi cuarto, lo que hago es observar el computador de Alejandro con tanta psicosis que parezco una acosadora de computadores.

Me muerdo el labio maquinando alguna escusa creíble para prenderlo y revisarlo por completo, pero nada suena lógico, ni siquiera tengo una escusa para estar parada en la sala un domingo a las seis de la mañana. Ley de acción y reacción. Me he portado muy mal y lo estoy pagando.

—¿Qué haces?—pregunta Gabriel a mis espaldas sacándome el alma del cuerpo con el susto.

—¡Ponte una campana en el cuello!

—Lo siento ¿Qué haces?

—Yoga

—¿Estática en la mitad de la sala?

—¡Si! Es un nuevo tipo de yoga… tailandés—se encoje de hombros y entra a la cocina. Me quedo mirando la maquina y pienso en otra de las leyes de newton, la ley de gravedad. Al final todo lo que sube siempre termina cayendo y yo estaba demasiado alto como para no reventarme contra el suelo.

Medito un poco más ¿Qué tal si esa tal Lorena no es nadie importante? ¿Qué tal si su frase tiene un contexto que yo no entiendo? ¿Qué tal si dejo de ser tan ridícula? Sí, eso haré.

Dirijo mi cuerpo hasta la cocina arrastrando la punta de mi pantalón de pijama. Gabriel esta ahí preparándose unas tostadas con mantequilla y leche tibia. Le observo de pies a cabeza deteniéndome un segundo en su trasero ¿Qué estoy haciendo? ¡No mires su trasero! ¡No te lo imagines desnudo ahora! ¡No te imagines tocándolo! ¿Qué demonios me pasa?

Abro el refrigerador y meto la cabeza con la escusa mental de buscar algo ¿Qué es esta extraña sensación? Como si mi cuerpo fuese atraído al de Gabriel. Mi carne hierve al verle y mi sangre llega al punto de ebullición con rapidez. Algo ha cambiado, o quizás algo ha vuelto a la normalidad ¡Santa virgen de la papaya! Mi calentura ha vuelto. No me había dado cuenta pero durante la última semana no sentí deseos de carácter sexual, hasta ahora ¡Ya deje de ser virgen! ¿Qué más quieren estúpidas hormonas?

Saco una manzana, me acerco a lavarla al lavaplatos al mismo tiempo que Gabriel llena la tetera con agua de la llave. Se acerca a mí, roza su brazo con mi hombro, su olor condensado e indescifrable inunda mi nariz y el repentino recuerdo de sus manos asiendo mis piernas con fuerza y destreza me desconcentra. La manzana se me cae de las manos pero Gab la coge en el aire antes de que llegue al suelo. La mira y la muerde enérgicamente. Me la entrega y sonríe.

—Está dulce—y yo caliente ¡Camila por todo lo sagrado hoy vas a salir con Alex!

Pestañeo varias veces para salir del trance y escapo antes de que mi yo animal se apodere de mis sentidos por completo.

—Espera—dice Gab antes de que logre concretar mi huida. Le miro asustada esperando que no haya notado mi nerviosismo u olido mi temor, porque para ser sinceros Gab es más un animal que una persona.

—¿Que pasa?

—El cumpleaños de Alex es en diez días, yo le haré un regalo así que también deberías darle algo.

—Claro—contesto desconcertada, no sabía que Alejandro estuviera de cumpleaños tan pronto—¿Qué le darás tú?

—¿Quieres robarme la idea acaso?—pone los brazos en jarras y ríe con superioridad.

—¡Ja! Para que sepas soy una genio cuando de hacer regalos se trata.

—Nunca podrás superar mi regalo.

—¿Quieres apostar?—él se acerca hasta quedar en frente de mí e iniciamos una guerra de miradas.

—¿Qué apostamos?

—Que lo decida el ganador—sonrío, no tengo idea de que voy a darle pero realmente soy muy buena haciendo regalos.

—Que gane él mejor—extiendo mi mano para cerrar el trato y al tocarnos, un agradable cosquilleo en mi entrepierna saca a la luz otra de las leyes de Newton, la ley de gravitación universal, que básicamente habla sobre la fuerza de atracción entre dos cuerpos y ¡Oh dios! como me atrae su cuerpo en este mismo segundo. Deslizo mi mano por entre sus dedos y me voy sin levantar sospechas.

Vuelve a llamarme cuando ya estoy en el pasillo, me volteo rogando no tener que entrar en su orbita nuevamente.

—Para la cita de hoy usa vestido, a Alex le gustan las chicas en vestido—dice antes de regresar a sus tareas.

Las señales son una incógnita a veces, y otras son muy claras. Si Gabriel me da consejos de cómo debo vestirme para salir con Alex el mensaje celestial es claro, Alex es el camino.

Para estar formados en un noventa por ciento de agua líquida poseemos muy pocas características de los líquidos. No fluimos cuando nos intentamos meter en un tren lleno, no capilarizamos dentro de los vestidores minúsculos de las tiendas y no podemos tomar la forma del recipiente que nos contiene, si ese fuera el caso me ubicaría debajo del vestido celeste que tengo, usaría mi capilaridad para subir hasta el cuello, fluiría por partes ajustadas para finalmente tomar la forma delgada y esbelta que tenía hace un mes y medio.

Pero no, no tengo propiedades liquidas, por lo tanto el único vestido que tengo no me sube de los muslos y no me baja de la “cintura”. La triste realidad de un ser amorfo.

De acuerdo Camila, tú puedes hacerlo. A la una, a las dos y al las tres ¡Hunde la panza! ¡Bota aire! ¡Sube el vestido! ¡Arriba el cierre! ¡Respira!

Me miro al espejo atónita frente a mí reflejo. He logrado adaptar mi cuerpo, quizás soy más liquida de lo que creo. Amarro mi cabello en un moño alto de apariencia casual pero fashion, pinto ligeramente mis labios en tono rosa y delineo mis ojos.

Salgo del baño para tomar mi bolso y luego bajar hasta el primer piso donde mi cita me espera. Me sonrojo al pensar en mi cita y río cual colegiala enamorada. Nada va arruinarme este momento.

—Camila has visto mi cod…—Gabriel entra de improviso y se queda pasmado—…igo... civil. ¡Wow! Te ves…

Nos miramos un largo minuto esperando que el complete su frase. Newton comienza a jugarme malas pasadas y siento como la estúpida ley de gravitación ejerce fuerzas entre nosotros.

—¿Me veo?—agrego para romper la tensión.

—Preciosa… ¿Has visto mi código civil? El azul, gordo, llenos de anotaciones, con manchas de café en la parte de abajo.

—Estaba sobre el microondas.

Se retira dejándome paralizada y aturdida. Las fuerzas físicas que me unen a él parecen haberse fortalecido desde la mañana hasta ahora ¡Y eso que hasta me confesé! No Camila, no pienses en eso, lo que importa es que tienes un cita con Alex.

¡Cita con Alex!

Dejo el departamento y tomo el ascensor hasta el primer piso. Alejandro me espera sonriente en la entrada con un precioso… ¡Mierda!

—Para ti—dice extendiéndome el gigantesco ramo de flores. Trato de sonreír fingiendo que las huelo—¿No te gustan?

—¡No¡ Claro que me gustan, son hermosas, es solo que, bueno, soy alérgica.

—Oh… no importa—me las quita y las deja sobre el mesón de don Germán—las flores son demasiado cliché.

Caminamos hasta la salida y nos disponemos a tener la mejor cita de la vida… 

Esta es la peor cita de la vida. No hay posibilidad de que alguien haya tenido nunca una cita peor a esta, en serio, apostaría mi virginidad a… no esperen ya no puedo apostar eso, apostaría mi dignidad… no, no puedo apostar mi dignidad cuando me encuentro asilada bajo la barra de un restaurante con la chaqueta de Alex tapando mi espalda desnuda y el barman mirándome burlesco.

Me levanto lentamente para mirar por sobre el mesón y me agacho inmediatamente ¡Siguen ahí! ¡Mi hermana y Alicia siguen ahí! ¿Cuál es la probabilidad de que dos elementos tan opuestos se encuentren el mismo día, a la misma hora y en el mismo lugar que yo? ¿Cuál es la probabilidad de que esté teniendo una cita en ese mismo instante? ¿Cuál es la probabilidad de que se rompa mi vestido tratando de escapar? Creo que es la misma probabilidad que morir por un golpe de coco en la cabeza, tendré cuidado con las palmeras en lo que resta del día.

—Lamento decirle esto pero no puede estar en mi zona de trabajo—musita el chico enclenque y pálido secando un vaso.

—Camila ¿Es necesario que te quedes ahí hasta que se vayan?—pregunta Alex bebiendo un margarita del otro lado de la barra.

—Indispensable, no tienes idea de cómo reacciona mi hermana cuando me ve con algún chico. Luego Alicia haría algún comentario desagradable, Javiera rompería en ira, se gritarían y en menos de lo que canta un gallo tendríamos a las fuerzas especiales separándolas—él suspira intranquilo. No es que nuestra cita fuera viento en popa pero esto definitivamente vino a ennegrecer el panorama aun más.

—Danos veinte minutos más—le dice al muchacho y le entrega un billete, yo escondo mi cabeza entre mis rodillas mientras que el joven barman se va silbando una alegre tonada.

La experiencia me ha enseñado algo: las flores siempre son una mala señal. Debí suspender todo cuando Alex me trajo ese enorme ramo de ¿Qué eran? ¿Lirios? ¡No importa ahora! Nunca debí salir de casa. De esa manera nunca hubiésemos ido al Zoo, y no es por quejarme por todo pero no tengo seis años ¿Qué de entretenido puedo encontrarle a un Zoo? En fin, si no hubiéramos ido al Zoo—ubicado en un cerro altamente forestado—las malditas pelusas no me hubieran atacado, no tendría que haber ido al baño a sonarme, no se me hubiera rajado parte del vestido con la puerta del baño y no se hubiera rajado completamente al levantarme para salir corriendo en dirección a la Antártida cuando vi entrar a mi madrastra y a mi hermana loca, lado a lado como si fueran las mejores amigas.

Dios, si me sacas de esta en un solo trozo te juro que me vuelvo célibe.   

—Camila no es por asustarte pero la morena viene caminando en esta dirección—la presión me baja varios milímetros de mercurio y mi vida pasa por en frente de mis ojos. Despabilo en el último momento y gateo hasta algún lugar seguro.

—Camila Casiopea—si, ese es mi segundo nombre—García Toledo, levántate del suelo inmediatamente ¿Qué haces escondida detrás de la barra?—Me levanto en cámara lenta tratando de elucubrar una escusa que excluya a Alex pero mi hermana se me adelanta—¿Tú no eres el terrorista que vive con mi hermana?

Alex abre la boca como para decir algo pero la cierra con expresión desconcertada, probablemente es la primera vez que alguien lo llama terrorista en público, a plena luz del sol y sin ningún miramiento. La voy a matar ¡Lo juro!

—Javiera ¿Qué haces acá?

—¿Yo? Bebo café ¿Y tú? ¿Qué haces escondida detrás de la barra?

—No estaba escondida, estaba buscando mi… arete. Se cayó hace un rato y no lo encuentro—comienzo a buscar mi arete invisible pero olvido un pequeñísimo detalle.

—Tienes ambos puestos—me toco las orejas por inercia. Sí, efectivamente ahí están.

—¡Aleluya! Es un milagro, un gusto verte, vamos Alex—casi logro escapar cuando me detiene.

—Te vimos cuando llegamos, los últimos diez minutos los pasamos discutiendo si era mejor ir directamente por ti o llamarte al teléfono y avisarte.

—Dejé el teléfono en casa.

—Lo se—dice y vuelve a su mesa tranquila y despreocupada, dejándome con un millón de dudas.

Miro a Alex quien se encoje de hombros y luego vuelvo a mirar a mi madrastra y hermana. Algo muy raro está pasando aquí.

Se que lo más lógico es tomar lo que queda de mi dignidad y marcharme para seguir teniendo un cita con Alex pero, como he aprendido en las últimas semanas, no tengo instinto de auto conservación así que hago lo opuesto a lo médicamente recomendable.

—¿Cómo que lo sabes?—pregunto sentándome en la mesa ocupada por mi “familia”.

—Hola Camila—dice mi madrastra.

—Hola ¿Cómo que lo sabes?—Alex se sienta en la mesa con nosotras con su margarita en mano y observa como escruto minuciosamente a mi hermana. Desde ahora en adelante puedo declarar esta como la peor cita del universo.

—Te llamé y me contestó tu amigo Corleone.

—¿Se está refiriendo a Gabriel?—pregunta Alex y yo asiento con pesar. Me hermana es solo un poco racista, solo un poco. Él rompe en carcajadas imparables.

—Le pregunté por ti y me dijo que estabas en una cita romántica—se me enrojece el rostro. Voy a matarlo—luego preguntó mi nombre, mi signo y mi talla de sostén.

—¡¿Qué?!

—Le dije que tenía muchos años más que él pero dijo que le gustaban mayorcitas.

—¡¿QUE DIJO QUE?!—pierdo el color hasta del pelo mientras Alex no puede parar las risotadas. Alicia lo abanica con una servilleta y mi hermana trata de recordar el resto de la conversación.

—Finalmente le mencione que tengo un hijo y me respondió que le encantan los niños y que no tenía ningún problema con darle su apellido.

¡Vernetti voy a descuartizarte! Luego tomaré los pedacitos, los trituraré, los lanzaré al suelo y los pisoteare hasta que necesite zapatos nuevos.

—¡Ah! Y luego dijo que no olvidaras que mañana es día de pago de renta.

—¡Renta! Claro que se la pagaré, a golpes ¡Madre santa! Voy a quemarlo vivo.

—Tranquila, a mi me pareció muy simpático, a Alicia también ¿Cierto?

—Bueno, sí—dice ella—algo coqueto pero agradable.

Como quisiera evaporarme en este momento, flotar, convertirme en nube y llover sobre el mar de Yemen.

—¿Ha… hablaste con él?

—Sí, me propuso que nos fugáramos hacia el horizonte y que fuéramos prófugos.

—¿Cantó prófugos?—pregunta Alex tomándose un respiro entre tanta risa.

—Un trozo—rompe en carcajadas nuevamente—¿No soy la primera?—pregunta mi madrastra con falsa sorpresa.

—No, siento comunicarte que eres una más en la larga lista de madres a las cuales Gabriel ha tratado de conquistar.

Alicia hace un puchero ¿Qué demonios está sucediendo acá? ¿Nadie nota algo extraño? Como la atmósfera rosa o los unicornios a nuestro alrededor.

—Javiera ¿No estabas en Francia?—interrumpo para aclarar el asunto y poder seguir mi cita con Alex.

—Sí, pero Alicia me llamó para contarme la situación de papá y decidí venir a tantear terreno.

—Hasta la burra de tu hermana comprende la situación Camila—susurra Alicia.

—Fuiste muy explicativa bruja, era imposible no comprender—responde mordaz Javiera, yo solo espero a que exploten y se rujan como leonas en celo. Pero no pasa, solo se miran, luego ríen como dos buenas amigas que comparten chistes internos y beben café.

Comienzan a conversar con Alex sobre mi, mi comportamiento, mi ropa interior de ositos, lo mona que era de pequeña, la vena que se me forma en las sienes cuando me enojo y lo inflado que se me ve el pelo cuando me levanto.

¿Es una broma? Esto va en contra de todas las leyes de la naturaleza, transgrede las probabilidades y destruye los paradigmas universales.

Pasamos el resto de la tarde conversando, corrección, pasan el resto de la tarde conversando animadamente mientras yo los observo atónita. Nota mental: llamar a mi tío y contarle que he presenciado un milagro.

A eso de las siete nos despedimos, corrección, Alex se despide por los dos lo único que yo puedo hacer es abrir y cerrar la boca como pez fuera del agua. Después de muchos años en los cuales mi hermana y mi madrastra no pudieron ponerse de acuerdo ni siquiera sobre de que lado del plato va el vaso, verlas sentadas conversando es un shock comparable con la explosión de mil bombas atómicas sobre un campo minado.

Regresamos a casa callados, o sea, yo voy callada, no caigo en mí del asombro, mientras Alex balbucea sin sentidos ¿O será importante?

—¿Me estás escuchando?

—No, disculpa es que estoy impactada por mi hermana…

—Te decía que tu familia no es tan mala como la describiste.

—¡Esa no es mi familia! Son aliens, los verdaderos están en una nave de investigación.

El ríe con ternura y me desordena el cabello.

Doblamos por la calle del edificio y nos detenemos frente a la puerta. Se para frente a mí y yo rehúyo a su mirada algo avergonzada y nerviosa.

—¿Aquí vives?—pregunta juguetón, yo me derrito como un hielo al sol.

—Sí, quinto piso.

—¡Aha!... No voy a mentirte, esta fue la peor cita que he tenido en mi vida—comenzamos a reír como idiotas y nuestras miradas se encuentran.

—Lo siento, realmente no esperaba que esas dos aparecieran.

—Tranquila, tu vestido roto también ayudó.

—Estúpido vestido, todo es mi culpa, lo arruiné…—antes de poder continuar me besa, suave, lento, mágico. Cierro los ojos y siento que floto más allá de las estrellas, los planetas y las galaxias, su ritmo pausado me embriaga y me guía a mundos que jamás hubiera imaginado. Nos separamos, pero aun las cosas flotan para mí, no hay gravedad, nada me rige en estos momentos.

—Eso fue…

—…mágico—Agrega Alex—haces que las cosas a mi alrededor desaparezcan, Lorena.

Las cosas flotantes a mí alrededor caen súbitamente y se aporrean fuertes y sonoras contra el piso al igual que mi corazón.

Alex sigue sonriendo sin notar su error mientras que mi sonrisa se borra paulatinamente aunque quiera evitarlo.

—Camila.

—¿Qué?

—Me llamó Camila.

—Eso dije.

—No, me llamaste Lorena—la expresión le cambia casi imperceptiblemente pero se recupera de inmediato.

—Perdóname, fue un lapsus, estaba pensando otra cosa.

—No deberías pensar en otra cosa—respondo mordaz entre furiosa y destruida ¿Quién mierda eres Lorena?—¿Quién es Lorena?

—Calma, no te pongas así, ella es solo una amiga.

—¡Mentira!—Grito y salgo disparada hacia el departamento, debo de huir antes de que empiece a llorar y no quede nada digno que rescatar. Me alcanza en el ascensor y quedamos atrapados en un espacio reducido.

—Camila espera yo… Lorena es alguien que… es complicado.

—¡Explícate!

—Ella y yo, simplemente no es posible.

—¿Tratas de olvidarla usándome?

—No te uso, me gustas, es solo que…

—Que ella también te gusta—asiente lentamente y la puerta del ascensor se abre. Salgo a toda prisa. En mi pecho hay un agujero profundo y oscuro que duele como mil cuchillos al mismo tiempo.

Me sigue en silencio por el pasillo, me volteo y lo encaro.

—No soy el segundo plato de nadie—murmullo sin poder levantar la voz más allá que un decibel.

—De acuerdo ¿Puedo pedirte un favor?—hay días en que las cosas más increíbles pasan…

—¿Qué quieres?

—¿Podrías no decirle nada a Gab?

—¿Él es la razón por la cual no pueden estar juntos?

—Sí—¿No les parece cómico? A mi sí, es el peor de los clichés, dos amigos enamorados de la misma chica. Lo único triste en todo esto es que esa chica no soy yo, a mí no me toca pan ni pedazo, soy un punto fuera del triangulo, un solitario y patético punto. Comienzo a reír, entre carcajada y carcajada abro la puerta y entro con Alex tras de mi.

Gabriel nos saluda desde dentro de la cocina con su cordial tono.

—¿Qué tal la cita?—pregunta. Siento las locas ganas de escupirle toda la historia, que se peleen y que le rompa todas las costillas a Alex, pero, soy una persona rota ¿Recuerdan?

—No hay química ¿Cierto Alex?—él sonríe con incomodidad.

Me largo hastiada y deprimida al mismo tiempo que río como desquiciada. Me duele el pecho más de lo que puedo soportar, y las lágrimas afloran amargas y tibias.

Quisiera desaparecer, perderme, dejar de lidiar con problemas, flotar sin gravedad, sin leyes, sin física o química.

Quisiera ser Lorena.

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