♠ Capítulo 21: Entre caníbales

 Idiota, una y mil veces. Al final eso es lo que soy, idiota ¿Que demonios tengo en el cerebro? ¿Liquido? Es cosa de que algo bueno me pase para que lo arruine ¿Cuál es mi problema con la quietud y la calma? ¡Acostarnos! ¿Qué de inteligente tiene eso? Fue entretenido y sexy, pero por todos los cielos estas cosas traen consecuencias, malas consecuencias. Vivir al filo de la adrenalina me va a pasar la cuenta en un par de años. Moriré joven… y solo.

 —¿En que piensas?—pregunta Vicente al volante. Dedicándome sonrisas fugases y picaras.

 —Que moriré joven y solo.

 —Ya lo sabía, es como en ese libro ¿Cómo se llamaba? ¿Como agua y aceite?

 —Como agua para chocolate.

 —¡Eso! Eres el menor de los varones, tienes que dedicar tu vida a cuidar de papá.

 —No se que me sorprende más, si que conozcas el libro o que te lo hayas leído. Es para niñas, bueno tú eres una niña y…

 —Detente ahí ugly ducky, ¿Quien te dio permiso para faltarle el respeto a tu hermano mayor?

 —¿Te he respetado alguna vez?

 —Claro que sí, cuando eras pequeñito y mojabas la cama porque habían cosas en tu armario…

—¡Tú ponías esas cosas en mi armario!

Suelta una carcajada y el auto se desvía de la pista hacia la contraria, un camión nos toca la bocina y juega con las luces. En un movimiento rápido gira el manubrio y regresamos tambaleantes a nuestro camino. Trago apenas y desentierro las uñas del cuero negro y nuevo del asiento.

 —¡Oups! ¿Desde cuando esta calle es de doble sentido?

—Desde siempre Vicente—respondo calmado, mi vida acaba de pasar por delante de mis ojos, lo que me recuerda que soy un idiota, que me acosté con la chica que duerme en el cuarto de al lado y que por eso moriré joven y solo.

—Pones la cara de nuevo…

—¿Qué cara? ¡Vicente mira hacia delante!—¿Cómo es que sacó la licencia? ¿Curso por correo?

 —Esa cara de que se te viene el mundo encima, como si tuvieras las arenas movedizas acariciándote las pelotas.

 —Tengo las pelotas más que sumergidas. Hice algo realmente estúpido.

 —Sí lo analizamos esa es una frase redundante, bastaba con que dijeras: hice algo. Tu vida sería más fácil si fueses un elemento estático Gaby, como un cuadripléjico, una berenjena o el cimiento de un bar gay.

 Esta conversación me recuerda porque no tengo conversaciones con Vicente, lograr que se ponga serio es tan difícil como que yo deje de ser estúpido, una cruzada imposible. Bajo un poco la ventanilla de la cuatro por cuatro en busca de algo de aire fresco que aclare mi mente y evoque de manera casi mágica una solución a mis problemas, solución que debe ser igualmente mágica ¿Qué pasaba por mi materia gris el segundo en que se me ocurrió revolcarme con Camila? ¡Ya me acuerdo! ¡Grrr!

 —Y ahora pones sonrisa de tarado ¿Podrías explicarme que te sucede?— le ignoro olímpicamente admirando el momento exacto en que dejamos atrás la ciudad y el paisaje se transforma en campo mi antiguo hogar se encuentra algo alejado de la civilización—Gaby te estoy hablando—omitiré el horrible diminutivo de mi nombre y mantendré mi postura enigmática e interesante—¿Vas a ignorarme el resto del viaje? Aun te quedan cuarenta minutos de tortura—es increíble como cambia el paraje con el tiempo, cualquiera diría que los árboles no mutan mucho en un par de meses pero ahora que observo con atención apenas si reconozco el camino a mi propia casa—de acuerdo tú lo quisiste.

 Vicente cruza la línea continua del pavimento y se va conduciendo a 160 Km/h por la pista contraria. Está oscuro y lo único que nos separa de las más terroríficas tinieblas es la escasa iluminación publica y las luces propias del vehiculo, luces que Vicente, en un acto temerario digno de los más aguerridos machos—nótese el sarcasmo—apagó como táctica de amedrentamiento. Puntos en contra: no tengo el cinturón de seguridad puesto, el vehiculo no cuenta con doble airbag y la quebrada a nuestra izquierda es algo más que pronunciada ¿Es necesario que califique el estado de pánico que me embarga? Me cago en los pantalones en este preciso momento, pero por lo menos, si muero aquí será como un hombre enigmático e interesante.

Se acerca la curva más pronunciada del camino, sudó frío sin despegar la vista de la ventana. Al parecer se me han oxidado los nervios de acero y Vicente disfruta de lo lindo de ello, conecta su ipod al auto—minuto en el que por ciento deja de fijar la vista en el camino—y ambienta la cabina con lo que distingo como Invierno de Vivaldi.

Podría describir brevemente las características que priman en la personalidad de los Vernetti, pero creo que ya se han hecho una idea, somos: temerarios, impasibles y estúpidos, mortalmente estúpidos.

Avanzamos tramo a tramo más tensos que la blusa de Pamela Anderson pero unas luces difusas al otro lado de la curva son suficientes para que se terminen de relajar todos los esfínteres que creo que controlo.

—¡Me acosté con la chica con la cual vivo!—bramo e inmediatamente Vicente regresa a su pista, pegando un frenazo que me deja más estampado en el vidrio que calcomanía de baby on board. Eso va doler mañana. Un sedan nos rebasa graficando a mi madre en situaciones poco dignas pero mi hermano no se inmuta, solo analiza el tablero como si fuera algo nuevo y desconocido.

Reviso que mis partes sigan en el lugar que se supone les corresponde y aprovecho la instancia para sobarme el puente de la nariz, no querría tener que operármela de nuevo, la última vez fue suficiente humillación.

Vicente dirige su mirada lentamente en mi dirección, mientras los trágicos violines musicalizan el momento.

—¿Tú… te acostaste con alguien? ¿No que te estabas guardando para el matrimonio?—lo olvidé por completo, para Vicente aun soy el patito feo de la familia—¿Desde cuando que tú…?

—Vicho, hace varios años ya…

—¿Por qué nadie me llama para estas cosas? ¡Deberíamos haberlo nombrado feriado nacional irrenunciable!—suspira con pesar pensando quizás que cosas—tenía tantas bromas preparadas que ya no tendrán sentido alguno.

Hace un minuto de silencio por sus chistes y arremete contra el acelerador nuevamente. Podría afirmar que mi hermano tiene cuatro grandes amores: el piano, las mujeres, hacer de mi vida un infierno y la velocidad.

—Bueno ¿Cuál me dijiste era tu problema? Dejé de escuchar luego del “me acosté con…”

—… con la chica que vive conmigo—hunde el freno hasta el fondo por segunda vez pero por lo menos alcanzo a sonreírle al vidrio antes de que nos encontremos tan íntimamente—No se que opines, pero mi tabique quedo perfecto después de la operación, no necesito retoques.

 —¿Es que nadie me informa de nada en esta familia? Me voy seis meses a Viena y se olvidan de mí. Tú vives con una chica, Lena viaja a Camboya, Sebastián decide tener otro bebe y Gato se las da de gurú… solo falta que Lorenzo se levante de la tumba como el nuevo mesías—solo para que no se pierdan se refiere a mis hermanos, en total somos cinco, éramos seis pero esa es otra historia.

Gruñe sonoramente, le molesta que no le tomemos en cuenta, detesta sentirse desplazado e ignorado. A mi favor solo puedo acotar que me importa un pepino.

—Entonces te revolcaste con la chica—el auto se mueve nuevamente acercándose poco a poco hasta el camino de tierra que nos llevará finalmente a destino, la casa Vernetti.

—Sí

—¿Y estás arriesgando…?

—La renta que paga.

—Esta es una historia sobre sexo y dinero… grandioso, estoy tan orgulloso Samara, lograste salir del poso donde caíste ¿Cuál de las tres chicas era?

—La morena…

—Buena delantera.

—Sí. La defensa tampoco esta mal.

—¿Y que tal es en al cancha?—pregunta alzando las cejas.

—Ese no es tu problema.

—Aburrido… en fin ¿Cuál es el problema? Se cool,hazte el simpático y si no funciona que se mude. Simple.

 —No es tan fácil…

 —¿Te gusta?—esa es una gran pregunta.

 —Si, bueno, nos acostamos ¿No? Tiene que gustarme.

 —No necesariamente—dice reprimiendo una arcada con cara nauseabunda, no quiero saber que es lo que está recordando—me refiero al ámbito amoroso, corazones, mariposas en el estomago, hadas y un unicornio.

 —No lo creo, hay veces que se me revuelve el estomago al verla pero creo que se relaciona con la intolerancia a la lactosa.

 —¿Y Alex?

 —¿Alex que?

 —¿Que dice Shomali tres? El siempre da concejos acertados ¿No?

 —Alex no sabe…

 —¿Por qué?

 —Porque prometí no tocarla ni aunque fuera la única mujer en tierra—enarca una ceja y ríe bajito y mal intencionado ¿Por qué estoy conversando esto con él?

 —Que comprometido con la causa.

 —Me conoces, si me dicen que no puedo hacer algo se convierte en mi prioridad, me pican las manos y comienzo a tararear Soda estéreo.

 —¿Y cual es exactamente el problema? No tienes ningún sentimiento hacia ella. Despáchala.

 —¡Claro que tengo sentimientos hacia ella! Me agrada. Considerando que la mayoría de la gente me es indiferente, es bastante, suficiente como para preocuparme respecto a nuestra relación.

 —¿Te agrada? ¿Algo así como cuando te agrada el color de las murallas o te agrada como un ser vivo?— otra buena pregunta.

 —Como ser vivo, es simpática y me da pelea. No es como las demás chicas, no es… no se como explicarlo.

 —¿Es tu amiga?

 —Eso creo. Al parecer nos hicimos amigos.

 —¿Y no quieres perderla porque quieres que sigan siendo amigos, pero el sexo cambia las cosas?

 —¡Exacto!

 —Estás jodido—sentencia con su maldita sonrisa burlona decorándole el rostro.

 —Para la próxima prefiero volar por el acantilado sin cinturón puesto que contarte mis problemas—se le escapa una carcajada y recorremos el camino faltante escuchado atentamente a Vivaldi y sus estaciones.

No me considero un tipo apegado a los lujos, los pantalones que tengo en mejor estado solo tienen un agujero. Tampoco me puedo permitir más. Dar clases solo da para comer y pagar cuentas y con todo el drama familiar de Alex ni para eso nos alcanza. Pero mi familia… ellos son otra historia. No son ricos, solo suertudos y trabajadores, mantener seis niños cuesta caro y que recuerde nunca me faltó nada, quizás cordura, pero nada material.

Por eso, cuando nos detenemos en la entrada de la parcela que pertenece a mi familia siento que mi ropa no encaja con el entorno y que debí lavarme el cabello ¿Me puse desodorante?

Entramos y Vicente estaciona junto a la puerta de mi enorme ex-casa, para que se hagan una idea tiene siete cuartos, solo para invitados.

Por reflejo busco las llaves en mi bolsillo, pero no están, solo se encuentran las del departamento. Vicente saca las suyas pero antes de abrir me mira.

—Gaby… No se como ayudarte pero te conozco y se que tu capacidad para reponerte a los problemas es increíble. Ten fe—Él toca una fibra sensible en mi pecho y por un momento creo que hemos dejado de ser niños. Abre la puerta, entramos y pasamos de inmediato a la sala. Ahí me espera mi padre sentado en el sillón crema a la derecha de la chimenea. Trae el cabello dorado perfectamente peinado hacia un costado, con una mano sujeta sus lentes y con la otra masajea su frente. Junto a él mi madre me observa con reproche tratando de ocultar su decepción detrás del flequillo negro y tupido.

Sentados en los sitiales Sebastián y Félix—al cual llamamos Gato, por Félix el gato— tratan de fingir normalidad, pero dado que nadie en esta casa es normal no les resulta.

—Ten fe hermanito—dice Vicente—porque luego de la bronca te echarán encima desearas que el señor todo poderoso abra las nubes y te lleve volando bien, bien lejos—se sienta en el sillón café claro satisfecho de su travesura. Tenderme una trampa es para él como encontrar el más valioso de los tesoros.

Los ojos azul oscuro de papá me sacan de mis maquinaciones criminales contra mi propio hermano, se entierran en mi piel y comienza a picarme la nuca de puro nerviosismo.

—Gabriel Marcelo Vernetti podrías explicarme en palabras no muy rebuscadas que es eso de que Alex es gay…

—¿Alex es gay?—hago honor a mis dones histriónicos—¿Dónde oíste semejante pelotudes?

—¡Gabriel no estoy para juegos, habla y rápido!—brama escupiendo un poco de saliva sobre la mesa de centro.

—No te alteres tu presión no es muy buena y…

—¡Por la misma mierda Gabriel! ¿Sabes en que líos nos has metido?

—¿De que hablas?

—La mamá de Alex, quien suponíamos sabia que él vivía contigo, llegó llorando y rogándole a tu mamá que le dijera por favor donde estaba él, que estaba muy arrepentida y necesitaba verlo, entonces…—me lleva el demonio directo a los infiernos, imagino el resto, es más bien una visión del pasado, tan nítida y clara que me provoca nauseas. Los labios de mi padre se mueven como en cámara lenta pero no logro escuchar sus palabras, un fuerte pitido zumba en mis oídos, como si una bomba me hubiese explotado al lado. Estoy en aprietos, grandes y homosexuales aprietos—… y el mayor de los Shomali viene y golpea a Félix—¿Qué cosa? Miro a mi hermano con detenimiento, tiene el labio inferior partido y suspira cansado.

—¿Por qué?—interrumpo aturdido.

—¡¿Me estas escuchando?! ¡Olvídalo! Hazme el favor y piérdete, desaparece, que te trague la tierra sin dejar rastro de ti.

—Yo…—trato de buscar un buen argumento en mi defensa pero no encuentro nada que a Lorenzo Vernetti, y sus muchos años de experiencia de abogado y padre, pueda parecerle valido.

—¿Tú que? ¡¿Tú que?! Responde Gabriel, cual es la excusa—como habrán notado no tengo los papeles muy limpios en mi hogar, como dice el dicho: cría fama…

 —Yo soy un completo idiota.

—No me vengas con discursos baratos de culpa ¡¿Entiendes la magnitud de tus estupideces?!

—Sí—respondo firme y decidido, estiro la espalda todo lo que puedo, meto las manos a los bocillos y cargo todo el peso de mi cuerpo en un solo pie. Por primera vez en la historia de la humanidad no tengo la culpa, todo lo que está sucediendo—sea lo que sea— es culpa única y exclusivamente de Alex “me gusta ser un mártir” Shomali y sus deseos de seguir las ordenes de su corazón. Puedo con toda tranquilidad librarme de todos los cargos y reclamar mi inocencia, pero, como todo el mundo, yo también tengo un defecto—solo uno, todo lo demás es parte de mi encanto—al cual me gusta denominar: extraño y masoquista gusto por jugar el papel de héroe anónimo e incomprendido. Soy como el tipo de las películas que carga con toda la culpa para proteger a otros y por esta razón es repudiado, con una sola diferencia, al final nadie nunca se entera de que he hecho algo bueno.

—¿Sí? ¿Esa es tu respuesta?

—Sí—dibujo una sonrisa, de esas que se podrían derretir los polos y acabar con los osos polares. Se me escapa una risita al recordar a la dueña de aquella alusión al calentamiento global. Niña tonta.

Papá hierve en ira tratando por todos los medios posibles no ahorcarme aquí mismo, se que me ama, soy su pequeño retoñito, pero no hay santo que no maldiga luego de diez minutos conmigo ¿Qué puedo decir? Se me hace fácil lucir condescendiente e irresponsable, nada me importa demasiado, ni como me ven los demás, ni lo que piensen de mí, de verdad no me interesa en lo más mínimo mi imagen publica, se quien soy y aunque no me guste no queda más que aceptarme, paso demasiado tiempo conmigo como para no hacerlo. Pero volviendo a mi padre y la vena que le palpita en la frente—ya me conoces soy un idiota.

—Gabriel, esta vez has traspasado todo limite—me encantaría saber de que habla pero como me perdí el discurso explicativo no puedo hacer más que escuchar atento y declararme culpable.

—Lo se

—¿Siquiera vas a darnos una disculpa?

—Pa… tú sabes que no me disculpo por nada, no insistas.

Mi madre suspira, rodando los ojos, exasperada, momentos como estos son ideales para incentivar el uso de anticonceptivos y la planificación de la natalidad ¿Quién te asegura que no tendrás un niño como yo por accidente y veintitrés años después te lamentes? Mi padre siempre me dice—medio en broma medio en serio—: ahora que lo pienso la farmacia no quedaba tan lejos, una interrupción de treinta minutos hubiera sido mucho mejor que todos estos años de ulceras. Chicos y chicas usen protección.

—¿Puedo irme ahora? Tengo un pendiente y ya sabes que no me gusta ser impuntual.

—Gabriel—dice mientras come mierda a montones—no regreses por favor.

—Claro ¿Puedo llevarme el auto?

—Has lo que se te venga en gana.

Le regalo otra de mis sonrisas exterminadoras de los ositos de Coca cola—de verdad ¿Cómo se te ocurre algo así?—y parto no sin antes despedirme de mis hermanos con un tierno beso al aire, si voy a interpretar el papel de malo será con clase.

El motor de la cuatro por cuatro ronronea en cuanto hundo el acelerador y un par de conejos huyen hacia la hierba al encender las luces. El reloj del tablero marca las diez de la noche, buena hora para visitar a mis vecinos los Shomali. No estoy seguro de cual es el problema pero si es lo que supongo, no estarán contentos de verme.

A pesar de ser los seres humanos más cercanos en el perímetro, su casa se encuentra a varios pares de kilómetros de la mía—ya se los dije, padres medianamente adinerados—es un poco más pequeña pero mucho más ostentosa, eso debido a dos cosas, la primera, en su casa solo son seis personas, y la segunda, están forrados en dinero.

Cualquiera esperaría que en este instante mi cabeza diera vueltas lleno de interrogantes, problemas y culpa pero en realidad mi voz interna solo dice: come de mí, come de mi carne…

Que buen grupo es Soda…

Bajo del auto luego de estacionarlo frente al portón y me trepo por el enrejado. La última vez que vine no tenían perro, espero no hayan cambiado de política. Atravieso a paso rapido los varios metros de pasto y maleza hasta alcanzar la puerta principal. Toco el timbre decidido a mantenerme en el rol de buen samaritano. Por años Alex ha asumido culpas de mi autoría, llego el momento de devolverle la mano.

—Tomate el tiempo en desmenuzarme… —canturreo mientras espero que alguien me abra, lo bueno de ser yo es que al no importarme demasiado las cosas que hago tampoco le temo a asumir consecuencias.

La noche está fría y tengo mis serias sospechas de que no me invitaran a pasar. Al rato, don Miguel Alejandro Shomali, me recibe con el ceño fruncido y mandíbula tensa, Alex heredo solo una parte del mal carácter de su padre, hecho que no me alienta para nada.

—Buenas noches Don Miguel Alejandro.

—¿Qué haces acá?—pregunta sin ganas.

—Supe del altercado con mi familia, vine a que solucionemos cualquier problema que tenga cara a cara, ellos no tienen nada que ver—se irrita más de lo que ya estaba y da un par de pasos fuera de la casa. La mano se me va sin quererlo a la nuca para aliviar la urticaria que me produce el nerviosismo.

—¿Eres igual que él? ¿Te gustan los maricones también?—me voy a arrepentir tanto de esto algún día, muy probablemente mañana por la mañana.

—Sí, también soy homosexual—me toma con poca delicadeza del cuello de mi chaqueta quedando su cara a solo centímetros de la mía.

—¿Qué relación tienen ustedes dos?—mis instintos nunca me fallan, lo que responda a esa pregunta puede ser mi perdición o mi salvación, pero si me salvo yo Alex será quien lo pague y no puedo dejar que eso suceda, le debo tanto al cuatro ojos que no podría llamarme su amigo si antepongo mis intereses o mi integridad a su felicidad.

Echo un vistazo disimulado a la izquierda y a la derecha. Nop. Nadie cerca que presencie mi sacrificio, creo que tendré que conformarme con el puesto de héroe anónimo.

—Yo señor… yo amo a su hijo.

El primer golpe me acierta directo en la nariz, caigo algo mareado al suelo mirando las estrellas—literalmente—, intento ponerme de pie pero el pesado cuerpo de mi contrincante impide que me mueva. Atino solo a cubrirme el rostro, no soy capaz de golpear al padre de mi mejor amigo, va en contra de mis principios, y tengo tan pocos que desobedecerlos sería un exceso hasta para mí.

Me increpa con insultos que preferiría no volver a oír en mi vida y recibo otro golpe con cada frase que él termina. Solo cesa cuando una mujer—que reconozco como la madre de Alex—chilla asustada. Aprovecho su desconcentración para sacármelo de encima y corro como alma que lleva el diablo hasta el auto. Salto la reja como si no fuese más alta que un escalón y me apresuro a meter el cuerpo al vehiculo y desaparecer a toda velocidad.  La nariz me sangra, tengo el labio partido y la cabeza me da vueltas. Ahora si que no salgo de esta.

Las palabras de Vicente se e vienen a la cabeza y me detengo incapaz de enfocar correctamente hacia donde voy.

Ten fe Gabriel, todo se solucionara. O eso espero.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top