♠ Capítulo 19: La primera vez no se olvida y otras ironías
Cosas que suelo hacer borracha:
1.-Canto todo el repertorio conocido de Cristina y los subterráneos.
2.-Desinhibo la lengua.
3.-Pierdo mis capacidades bípedas.
4.-Entro en la disyuntiva se perder o no la virginidad con el próximo tipo que me saque a bailar.
5.-Olvido completamente como abrir una puerta.
6.-La gente se me multiplica.
7.- Canto a todo pulmón en cuanto me pasan un micrófono (o algo que se le parezca)
8.-Me da hipo
No, en ninguna parte de la lista dice que olvido lo que hice la noche anterior y eso es porque ¡Nunca jamás olvido lo que hago borracha! Hago estupideces pero tengo conciencia de mis estupideces, siempre. Hace tres meses, por ejemplo, yo y Carmen despertamos en la playa, ella apenas recuerda las circunstancias de nuestro viaje, yo en cambio me acuerdo hasta de las calcomanías en la parte de atrás del auto en que nos fuimos, una decía “Pussy killer” y la otra “Si conduzco mal… jodete”.
Simplemente nunca pierdo la conciencia, es genético, tengo un padre y una hermana alcohólicos, se de lo que hablo. Por lo tanto solo existe una explicación posible para esto ¡He sido drogada! Lo último que recuerdo es esa pastillita blanca y muy probablemente en ese punto de la historia todo se distorsionó. Tendré una muy seria conversación con Carmen en cuanto nos encontremos, pero antes ¿Dónde hay agua oxigenada? Debo comprobar que esa mancha en mi cama no es sangre, sino algún tipo de tinte rojo que conseguí durante mi borrachera ¿Sirve el agua oxigenada si la sangre está seca? Demonios, no tengo ni idea.
Me acerco luego de reencajar mi mandíbula en su lugar y analizo la manchita. No necesito químicos para determinar que eso efectivamente es sangre, aunque, podría ser sangre de casi cualquier lugar de mi cuerpo. Mi nariz sangraba ayer, perfectamente pudo salir de ahí, aunque esté justo a la mitad de la cama cabe la posibilidad de que me mueva mucho de noche y que mi nariz sangrara en el momento exacto en que mi cabeza atravesaba ese punto… suena ilógico. No será que yo y Gab… ¡No! Descartemos otras posibilidades primero. Hago una revisión rápida de todo mi cuerpo, a parte del moretón en mi muñeca no hay rastro de ninguna otra herida, rasguño o marca ¡Marca! La última vez que yo y Gabriel… ya saben, me dejo una marca. Si remotamente hubiera sucedido alguna cosa es muy probable que tenga huellas visibles.
Corro al baño como si escapara de un derrumbe y me quito la polera ¡Mierda! ¡Estoy llena de marcas! En los senos y en el cuello, son como pequeños moretones que cubren mi piel de manera grosera pero suave, no se ven a simple vista pero con luz potente y un espejo gigante son evidentes. Cuento unos siete. Tres en mis senos, tres en mi cuello y uno en mi hombro, uno con forma de dientes ¡Remierda!
Solo existe una persona que puede solucionar mis dudas, se encuentra a pocos metros de aquí, bajo la ducha caliente. Pero antes debo buscar alguna explicación no sexual para esto, es en serio, no puede ser que haya perdido la virginidad sin enterarme. No-puede-ser.
La ampolleta se me ilumina y recuerdo una de las cosas que hice antes de salir. Tomo una de las cremas de mi baño y analizo el contenido, busco en la etiqueta los ingredientes y leo en silencio. Entre tanto nombre impronunciable está “extracto natural de flores”, flores a las cuales soy alérgica ¡No son marcas, es alergia!—léase el “es alergia” como un aleluya— quizás no cubre la marca de dientes en mi hombro pero por lo menos descarto que las otras seis ronchas fueran provocadas por las costumbres caníbales de Gabriel. Cuando compré este producto pensé que podía hacerme mal, claro está que si lo hace.
Ya, primer punto resuelto, ahora le sigue la sangre y la luego la ropa. Pensemos ¿De donde salió esa sangre…? Donde, donde, don… ¡Ya se! No es mía, es de Gabriel. Llego tan borracho que no logró llegar a su cama y se acostó en la mía—al igual que la vez anterior—, se desvistió y por algún motivo que desconozco sangraba y ¡Puff! Misterio resuelto, ahora a desayunar.
Una nube de humo me recibe en la cocina y presencio el momento exacto en que mis huevos a la García se transforman en carbón a la García—que básicamente es carbón de huevo pero hecho por mí—tomo la sartén por el mango y la meto bajo la llave abierta. Dudo que logre sacarle algún día lo chamuscado ¿Qué estaba pensando cuando dejé esto prendido? Que te revolcaste all night long con Gabriel. Aunque eso no sucedió… ¿Y si estoy equivocada? ¿Y si Gabriel y yo sí hicimos algo? No tengo pruebas contundentes que demuestren lo contrario y hay muchas que me incitan a creer que en mi cuarto ocurrieron cosas fogosas.
¡Recontramierda! Cierro el agua y me muevo hasta el baño, no importa como, voy a demostrar que entre Gabriel y yo no pasó nada.
No se que me molesta más, que pasara algo entre nosotros o que no pueda recordarlo, porque siendo sincera, Gabriel está que arde, quizás le falten unos centímetros de espalda y hombros, pero le hace buena competencia a Alex con respecto a los abdominales, y los brazos que tiene solo se logran con muchos años de reparaciones caseras. No voy a mencionar su trasero, eso esta fuera de discusión, cuando dios armo ese trasero lo hizo a mano.
No puedo retroceder el tiempo, ya que como lo mencioné anteriormente no tengo una maquina del tiempo, por lo tanto lo que pasó entre él y yo—si es que realmente paso—forma parte de los hechos imborrables de mi vida ¡Pero por lo menos podría recordarlo! Denme por lo menos la satisfacción de poder revivir mentalmente el momento ¡Estúpido cerebro! ¡Estúpida amnesia!
Paso por enfrente del cuarto de Gabriel y me encuentro con malas noticias. Su cama esta hecha, y por regla Gab no hace su cama hasta que vuelve de la universidad, por lo tanto no durmió en su cama. Bueno, eso ya lo sabíamos. Entro al baño con el corazón en la mano, rogando encontrar en el hombre dentro de la ducha un agujero de bala que explique la sangre en mi cama. Asomo un poco la cabeza por entremedio de la cortina ¡No crean que lo hago de pervertida! Es solo para ver si hay heridas en su cuerpo, solo eso, bueno y también porque si lo he visto desnudo con anterioridad supongo que verlo nuevamente me hará recobrar la memoria. Supongo…
No, su trasero esculpido a mano no me hace recordar nada ¡Definitivamente yo recordaría ese trasero y ese…¿Tatuaje?! ¿Por qué tiene un tatuaje en el trasero? Que mal gusto. Dice: GV-69, y bajo eso—en letra cursiva—Estambul. Raro.
Está de espaldas a mi enjuagándose el cabello con calma y paciencia ¡En serio si estas escuchándome en este minuto dios, permíteme recordar cualquier cosa que haya pasado entre él y yo! Aunque solo nos rozáramos al dar vueltas en la cama quiero saberlo.
Analizo cada milímetro de su piel en busca de algún corte o herida sin resultados. Lo único que encuentro—además del grotesco tatuaje— es un pequeño rasguño en su hombro que por ningún lado se ve sanguinolento ¡Con un demonio!
—Hip—¡Oh, no! Mi maldito hipo. Gabriel se voltea y nuestras miradas se encuentran. Él cubre sus partes y me da nuevamente la espalda. No, sus partes tampoco me recuerdan nada.
—¡¿Camila?!—Grita y el retumbar de su voz en las paredes hace vibrar mis adoloridas neuronas.
—No tan fuerte, hip.
—¿Qué haces acá?—busco una respuesta lógica que darle pero no se me ocurre ninguna. No tengo la personalidad que se necesita para preguntarle si recuerda lo que hicimos la noche anterior.
—Vine por esto, hip—respondo tomando el primer frasco a mi alcance.
—¿Crema de afeitar?
—Sí…—grandioso. Veamos como sales de esta Camila—para mis piernas, hip. Soy de depilación difícil.
—Lo he notado, hay veces que pareces un oso…
—¿Ah?—se me quita el hipo con su comentario.
—Sí ¿Que haces con todo ese pelo?
—Gabriel ¡Callate!
—Era una broma… ¿Podrías retirarte? Estoy bañándome por si no lo haz notado.
—Claro—saco la cabeza y lo primero que hago es revisarme las uñas, siempre las uso extremadamente cortas. Conclusión: yo no fui quien le rasguño el brazo—Gab ¿Puedo preguntarte algo?
—No.
—Pero, es importante.
—No me importa.
—Te voy a preguntar de cualquier forma.
—Entonces ¿Para que me preguntas si puedes preguntarme?
—Cortesía.
—No sabía que los osos eran corteses.
—Gabriel, cállate y respóndeme.
—Pregunta…
—¿Puedo?
—No
No voy a sacar nada en limpio hablando con él, la comunicación entre nosotros es nula ¿No ve acaso la importancia de lo que voy a preguntarle? ¿Debo sonar desesperada para que me tome en serio?
Salgo cansada del cuarto de baño. Como diría mi hermana: los testigos no aportan información relevante, paso dos: reconstitución de escena, haré lo que cualquier detective haría, caminare sobre mis propios pasos en busca de respuestas.
Primer objetivo: Carmen Gloria Monsalve.
Luego de bañarme rápidamente y vestirme aun más veloz, salgo del departamento, mi prioridad del día es hablar con esa mala amiga que permitió que su “novio” me drogara ¡Caramba Carmen, caíste bajo! Llamo el ascensor con premura, presionando por lo menos cien veces el botón. No espero a que las puertas terminen de abrir para subirme, y en cuanto estoy arriba presiono el primer piso. El armatoste se pone en marcha con pereza y se detiene casi inmediatamente en el cuarto piso para recoger a otro pasajero, es un hombre cuarentón vestido de sombrero y gabardina. A este tipo lo he visto antes.
—Buenos días—saludo cortes y él repara por primera vez en mí.
—Bue…—su cara cambia drásticamente, se paraliza y frunce el ceño. Vuelve la mirada al frente con desprecio y calla.
—¿Nos conocemos?—no responde—¿Hola?—silencio.
Las puertas se abren nuevamente y el baja ignorándome, bajo también pero me quedo a escasos metros de la entrada preguntándome que le habré hecho a ese hombre ¿Lo conocí anoche? ¿Lo conozco de antes?
Don Germán aparece en escena, se le ve nervioso y acongojado, lo que me recuerda lo nerviosa y acongojada que me sentía antes de subir al ascensor. Retomo mi camino pero me detengo ante la puerta ¿Está lloviendo? Cae agua del cielo torrencialmente ¿Dónde está el arca? Creo que llego el momento de subirse. Observo desconcertada las nubes grises, la gente con paraguas y las calles empapadas. Debo mencionar que Santiago es una de las ciudades más mal construidas del planeta, se necesita solo una hora de lluvia para que las avenidas se transformen en ríos y salir en kayak sea la mejor opción.
—¿Necesita que le abra la puerta nuevamente señorita?—pregunta don Germán ¿Desde cuando es tan amable conmigo?
—No…¿Nuevamente?
—Ayer…¿Lo recuerda?—la verdad, no. Pero es vergonzoso admitir que no recuerdo muchas horas de mi vida a causa de las drogas y el alcohol.
—Sí… Gracias
—No se preocupe es mi trabajo—¡Requetemierda! El sabe algo que me gustaría saber también.
—¡Camila!—grita Gab a mis espaldas, mi cabeza lo reciente y la suya también.
—No tan fuerte.
—Lo sé—acaricia su sien con paciencia—toma, olvidaste tu chaqueta—dice con mi cazadora azul en su mano.
—¿La olvide?
—Sí, la dejaste en la manija de la puerta de la cocina—¿Yo hice eso? Una iluminación divina hace conexión entre mis neuronas y un par de imágenes se proyectan en mi cabeza.
Veo la manija y mi chaqueta enganchada, experimento una sensación de urgencia y molestia, tengo la manga atrapada y no se como sacarla, las cosas dan vueltas y por alguna razón que desconozco me encuentro extremadamente molesta. Forcejeo con la manija pero solo logro hacerme daño en la muñeca. Una maño grande y masculina me libera antes de que me haga mas daño, gira mi cuerpo sobre su eje y me acorrala contra la puerta.
—Me importa un pepino—dice y me besa con salvajismo mezclando su lengua con la mía, aprisionando mi pecho con el suyo, desprendiéndome de mi chaqueta con rapidez y experticia. Y… y ahí acaba el recuerdo ¡No, maldita amnesia! ¡Quiero saber que sigue! ¡Ultramieda!
Salgo del ensimismamiento, mortificada y ¿Caliente? ¡Por lo más sagrado Camila, no es el momento de excitarse!
—Gabriel… ¿Dónde dormiste anoche?—pregunto en cuanto tengo la capacidad de formular frases coherentes.
—En el departamento.
—Sí, lo se, pero ¿En que cama?
—En la tuya creo, por lo menos ahí desperté hoy.
—¿Despertaste desnudo?—arquea una ceja impresionado, le lanza una mirada a don Germán quien se esfuma más rápido que el corre caminos y vuelve a mirarme.
—No, en calzoncillos ¿Qué sucede?
—Sucede que desperté con tu ropa interior puesta.
—¿Ya?
—¿¡Ya!? Hip—¡Maldito hipo!
—Tranquila te la pusiste hoy en la mañana, es más, me preguntaste si podía prestarte un par—otra lluvia de imágenes golpea mi cerebro bruscamente y los recuerdos se empujan uno tras otro para salir.
Veo el despertador, son las cinco de la mañana y me pica mucho el trasero, un brazo me cruza la cintura, la respiración de Gabriel me cosquillea en la oreja. No tengo ni la más remota idea de que está pasando pero tampoco me importa mucho. Sacudo a Gab y este a duras penas despega un ojo.
—¿Qué pasa?
—Me pica el trasero.
—¿Ráscate?
—Es culpa del detergente nuevo que compro Alex, tiene flores y soy alérgica. Préstame ropa…tú la lavas en el lavaseco.
—Sácala—responde antes de voltearse y caer dormido nuevamente.
Las palabras se desvanecen, los colores se apagan y mi memoria vuelve a negro ¡Cruel destino deja de jugar conmigo!
—Dijiste que eras alérgica al detergente y luego me pediste ropa. Se que fue una excusa para poder robar mi ropa interior…—no termino de escuchar su monólogo, sino que salgo a la calle. Debo encontrar a Carmen pronto, debo saber que paso anoche. Gabriel me alcanza en el camino y me cubre con su paraguas, olvide por completo la lluvia.
—¿Te encuentras bien?
—No… sí… olvidé algo importante, hip—corro hasta la estación, bajo al anden y subo al tren justo antes de que se cierren las puertas ¡Carmen, voy por ti!
—¡Carmen Gloria Monsalve, tengo que hablar contigo!—grito señalándola en la mitad del pasillo, mis otros compañeros de carrera se giran a vernos pero no me importa, nada en este minuto me importa más que lo que la pelirroja tenga que decir a su favor. Agarro uno de sus brazos y la arrastro hasta la cafetería. Mis ojos son asesinos y los suyos se ven desconcertados.
—¡Tu novio me drogó!—no se para que la llevé hasta ahí, mi grito muy posiblemente se escucho por toda la universidad.
—No de nuevo… ¿En serio quieres tener esta conversación nuevamente?
—¿De que hablas?
—De ayer…¿No lo recuerdas?
—¡No! No recuerdo, no me acuerdo de nada…
—Me hiciste una escena en la disco acusando a Louis de traficante luego de que te ofreciera una pastilla de menta para el aliento…
—…Oh—ya me acorde—¿Y luego?
—¿Y luego que?
—¿Qué hicimos?
—Bailamos y luego te dejamos en tu departamento ¿De que va todo esto?
—No me acuerdo de nada de lo que hice anoche.
—No te preocupes, no hiciste nada comprometedor—la miro compungida y confundida.
—No estoy tan segura de eso—un rayo atraviesa el cielo seguido del trueno correspondiente.
—¿Qué pasó?—pregunta ella asustada.
—Creo que me acosté con Gabriel.
Hacemos un silencio sepulcral. Se me antoja irónica la situación, tanto he querido probar el fruto prohibido y cuando lo hago no lo recuerdo, no se si esto se transformó en una mala película gringa sobre adolescentes o en una fabula budista sobre el karma. Carmen saca su celular marca a la velocidad de la luz y espera.
—Daniela, código rojo—dice firme y dura—… sí, lo hizo, pero no lo recuerda—¿Hablan de mí?—… lo se, increíblemente irónico. Teletranspórtate hasta acá, estamos en la cafetería—cuelga y me mira—… tú tranquila, llamé a la caballería pesada.
Izquierda, derecha, izquierda, derecha, me están dando nauseas ¿No estaré embarazada? No, poco probable, y si lo estoy las nauseas no aparecen hasta varias semanas después.
—Sientes tus parpados pesados—siento el estomago pesado—el sueño te embarga, déjate ir…—cierro los ojos para no seguir más el péndulo con la mirada y las nauseas desaparecen casi de inmediato—¿Duermes?
—Eh… no.
—Pon de tu parte Camila—masculla Daniela con clara exasperación en la voz, son las tres de la tarde y llevo exactamente cinco horas intentando recordar la noche anterior, pero lo único que he logrado sacar en limpio es: en mi vida pasada fui un tapir malayo, cuando tenía tres me caí de un columpio, mi animadversión a las montañas rusas nace de una noticia que vi cuando cumplí los cinco y que tengo tendencia a buscar hombres que me ignoren debido a mi complejo de Elektra.
—Chica llevamos media hora en esto, acéptenlo, no pueden hipnotizarme—respondo parándome pero cada una me toma de un hombro y me sientan a la fuerza.
—Nadie se mueve de aquí hasta que tú recuerdes hasta el día en que naciste. Daniela no estamos jugando hazlo bien.
—Es la primera vez que lo intento tenme paciencia—gracioso, es su primera vez y lo que hace es intentar que yo recuerde mi primera vez. Poético y retorcido.
Ruedo los ojos exhausta. No creo que hipnotizarme sea la solución a mi problema de amnesia, no creo que haya solución a mi problema de amnesia. Simplemente he olvidado un trozo importante de mi vida, ya no hay vuelta atrás.
—Quizás fue muy traumático y tu mente lo bloqueó—agrega con positivismo Daniela, estudia psicología ¿Se nota?
—¡No le digas eso! Empieza a mover ese pendulito y haz tu trabajo.
—Chicas es suficiente—interrumpo—ríndanse, no vamos para ningún lado con todo esto.
—Pero…—mascullan ambas sin quitar sus manos de mis hombros.
—Pero nada, es suficiente tortura saber y no saber que me revolqué con Gabriel como para pasar el resto del día reviviendo y no reviviendo la incertidumbre.
—Podríamos intentar la regresión
—Daniela…
—¿Qué es lo último que recuerdas?
—Dani, es suficiente, ya no quiero recordarlo, voy a vivir con mi amnesia y punto.
El ambiente se deprime y el sonido incesante de la lluvia caer musicaliza el momento. Tomo mis cosas con cansancio y me retiro dejándolas con las palabras de apoyo en la boca. No tengo el animo para escuchar frases como “todo se resolverá”, “ya veras como lo recordaras todo sin darte cuenta” o “la primera vez nunca se olvida”. Es irónico y al mismo tiempo terrible.
Vuelvo a casa—sin haber asistido a ninguna clase— dándole vueltas a los escasos recuerdos que aun guardo, todo indica que entre nosotros pasó algo pero aun así no me queda la seguridad ¿Qué se supone debo hacer? ¿Debo hablar con Gabriel? A menos que este en modo madurez se va a reír de mí, y no quiero que se ría de mí, no con algo tan importante como mi primera vez, la cual se supone que debo recordar porque ¡Porque es la primera vez carajo!
Entro al ascensor empapada, hay solo una cuadra entre la salida de la estación y la puerta del edificio metros suficientes para dejarme estilando agua por todos lados, y presiono el quinto piso. Camino hasta la puerta y meto mi llave. Antes de que pueda darle la vuelta a la cerradura Gabriel abre y me empuja con poca fuerza, lo necesario para hacerme retroceder un par de pasos, acto seguido sale y cierra la puerta detrás de él.
—¿Qué te sucede?—inquiero molesta, no es la instancia más propicia para ser un idiota.
—Nada.
—Déjame entrar—digo tratando de esquivarlo y entrar, pero el me corta el paso con su cuerpo.
—No.
—¿Por qué?
—No tengo ganas—Guardamos silencio y él se queda ahí mirándome con cara de superioridad.
—¿Nos vamos a quedar acá el resto de la tarde?
—Sí—se cruza de brazos y apoya el cuerpo en la puerta.
—Córrete Gabriel.
—Nop.
—Sal de mi camino ahora.
—Mm… no.
—¡Muévete o te muevo!
—¿Tú y cuantos osos más?—gruño… ¿Gruño? Sí, gruño, y trato de sacarlo de equilibrio aunque sea un poco con un certero empujón pero aquel mastodonte sin espalda de hombre y un metro ochenta y ocho de altura no hace ni el amague de trastabillar. Lo tironeo de la cintura, pellizco sus brazos, pateo sus canillas—no fuerte, solo lo suficientemente energético para que le moleste—, y nada. ¡Es como Terminator!
—¡Córrete Schwarzenegger!
—Dame tu mejor tiro baby—de fondo se escucha We are de champions saliendo de algún departamento, salto hasta su cuello pero él me agarra de la cintura en el aire y me sube—cual alfombra persa—hasta su hombro.
—¡Bájame!
—¡Nein!—muerdo su espalda—ahora si con fuerza— el arquea la espina—¡Sin morder!
—Esh mi mejod godpe—arguyo con los dientes incrustados aun en su carne. Me palmea las nalgas muy fuerte y la boca se me abre sola de puro asombro ¿Acaba de nalguearme?
—Compórtate—ladra y abre la puerta conmigo a cuestas en el segundo preciso en el cual Freddy canta el coro. Me suelto en cuanto el relaja su agarre, toco el suelo y lo primero que hago—después de recobrar el equilibrio—es patearlo en las…
—¡Idiota!—grito mientras el se dobla lentamente. Al girar me topo con Alex y el pastel gigante que sostiene en sus manos. We are the champions suena desde el computador de Alejandro.
—La próxima tú la distraes y yo cocino—dice Gab doblado en el suelo con las manos en la entrepierna.
—Pero no sabes cocinar…—ríe musical.
—¡No importa!
—¿Qué sucede?—pregunto y Alex me acerca el pastel. Dice: Felicidades por tu 6.6, escrito en salsa de chocolate, luego hay un dibujo de un barco con tres personas encima, la de la izquierda es alta y de cabello oscuro, la de la derecha tiene lentes y la de en medio es un oso… ¡Gabriel tonto!. Debajo leo: Gab: Te lo dije, incrédula / Alex: La tercera es la vencida.
—And we'll keep on fighting till the end—canturrea Gabriel reincorporándose con un hilo de voz.
—We are the champions—Dicen a coro—We are the champions, no time for losers cos’ we are the champions...
La canción termina y me miran preocupados.
—¿No te gustó?—pregunta Alex—fue idea de Gabriel—agrega señalándolo
—El hizo el pastel, es cincuenta por ciento su culpa—Gab lo señala incriminatorio.
—¡Claro que me gustó!
—¿Entonces por que lloras?—me toco las mejillas, efectivamente estoy llorando. Nadie nunca me hizo algo tan lindo ni tierno.
—Los quiero mucho chicos…
—También te queremos—responde Alex.
—Yo no…—agrega Gabriel. Abrazándome para que deje de llorar, irónicamente lloro con más fuerza—Pero te consuelo porque no soporto las mujeres que lloran, es mi kriptonita.
—Ya suéltala, en cuanto pruebe mi pastel dejará de llorar…
—¡No! Es mía, consíguete tu propia mujer llorona— abraza mi cabeza con fuerza y peina mi cabello.
—Consíguete tú una de tu talla—Río secándome las lágrimas y los abrazo a ambos.
—Cuidado con el pastel…
Una hora—y medio kilo de pastel—más tarde, bajo hasta la entrada del departamento para entregarle al conserje un par de papeles por orden de Gabriel. Don Germán ya se retiró y Antonio lo reemplaza. Entrego la documentación al muchacho y noto que detrás del mostrador tiene una pequeña televisión.
—¿Es muy aburrido cuidar de la puerta?—digo casual para relajar el ambiente.
—¿Lo dice por esto?—señala la televisión—no, es un sistema de cámara que se instaló el jueves pasado. Graba todo lo que sucede en el edificio.
—¿Qué?
—Sí, mire—prende el aparato y se proyecta en la pantalla varios cuadros pequeños con los distintos lugares del edificio, incluyendo la entrada y el ascensor.
—Antonio ¿Ustedes graban esto?
—Sí ¿Quiere ver algo?
—La grabación de anoche—respondo, el sonríe servicial, abre un cajón, revisa rápidamente y retira dos CDs.
—Este es desde las ocho hasta las doce, y este de las doce a las cuatro.
—Ponlas—sigue mis ordenes y observamos juntos la grabación—¿Hay alguna manera de que vaya más rápido?
—Claro—aumenta la velocidad y las personas se mueven rápidamente, me veo saliendo vestida para la fiesta ¡Wow, me veo bien en ese ángulo!
—Más rápido—la gente se mueve con mayor rapidez y parece que solo están un instante en pantalla. Termina el primer video y yo aun no he vuelto, pone inmediatamente el segundo y esperamos a que algo pase.
—¡Ponlo a velocidad normal!—grito en cuanto me veo aparecer en la reja de la entrada. Antonio lo hace mientras yo observo hipnotizada el televisor. Luzco enfiestada pero sexy—por lo menos me veía bien anoche—aparentemente no logro abrir la puerta, don Germán aparece y tenemos un conversación que termina en que él abre la puerta. Cruzo el pasillo y el hombrecillo llama el ascensor, subo y espero ¿Por qué no sube el ascensor? Gabriel aparece en escena tambaleándose de lado a lado, abre la puerta con mucha más destreza que yo, intercambia un par de palabras con Don Germán y llama el ascensor. Se abren las puertas y nos encontramos. Sonreímos brevemente y esperamos que el ascensor llegue al piso cinco… esperamos un buen rato ¿Por qué no sube el ascensor? Me giro hacia Gabriel y levanto los brazos, el me toma de la cintura y me levanta ¿Qué dem…? Los recuerdos se agolpan en mi mente tan imponentes que un pequeño dolor de cabeza amenaza mi día. Cierro los ojos visualizando una a una todas las imágenes de lo pasado la noche anterior, yo, Gabriel, el ascensor, la puerta, mi chaqueta, todo. Abro los ojos y miro la pantalla en el segundo exacto que la historia inicia, Gabriel me acorrala contra una de las paredes del ascensor y me besa.
¡Mierda!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top