♠ Capítulo 16: Match Point
Domingo por la tarde
Un golpe seco hace retumbar las paredes. Me anclo con las manos a los muebles de cocina, como si eso fuese a disminuir la opresión en mi pecho. Apenas me entra el aire a los pulmones de la angustia y mis piernas me motivan a salir de mi calmo refugio e investigar que sucede en el pasillo.
—¡Vamos! ¡Hazlo! ¿Qué? ¿Se te pasó la rabia? ¡Dame duro Vernetti, te ofrezco mi nariz!
—No tientes al destino Shomali.
—¡Ja! ¿Aun más? Dejémonos de niñerías ¿Querías ligas mayores? Ven por ellas mal nacido…
Otro golpe seco hace vibrar todo a mí alrededor y el sonido de vidrios quebrándose me hace estremecer. Trato de abstraerme y seguir las instrucciones que me dio Alex pero no puedo, mis pies se mueven solos y sin darme cuenta asomo la cabeza por la puerta hasta el pasillo. Gabriel está contra la pared con Alejandro sujetándolo del cuello de la camisa, fotografías sueltas y marcos rotos los rodean. El vidrio roto refleja los colores de la tarde y mi mano estruja el marco de la puerta. El espacio que los separa es tan pobre que sus narices casi se rozan, Gab es ligeramente más alto que Alex pero aun así pareciera que esos míseros diez centímetros son suficientes para lograr ventaja frente su adversario. No respiran, todo esta estático, detenido en un momento crucial, uno en el cual las miradas de ambos ven más allá de sus ojos hurgueteando cada uno en el pensamiento del otro. Nunca antes vi una conexión tal, porque sea lo que sea que se estén diciendo, la conversación mental que están teniendo es más real que cualquier palabra que yo pueda decir para intentar detenerlos.
Match Point. Este es el punto decisivo. Finalmente llegamos a él. Quien pierda el movimiento lo pierde todo.
¿Cómo fue que llegamos a esto? ¿Cómo es posible que hace solo unos minutos yo estuviese tranquilamente llegando a casa? ¿Cuándo las cosas se tornaron de este color?
Tres días atrás el mundo entero era una broma, éramos yo, mis pecaminosos pensamientos y Gabriel en traje, ahora, somos yo, mi garganta anudada y un par de amigos taladrándose con la mirada. De pequeña siempre quise una maquina del tiempo, luego deje de desearlo, ahora no estoy segura si he vuelto a ser pequeña o he vuelto a desearlo.
Viernes por la mañana.
No soy muy asidua a los deportes en equipo. No sigo ninguno en particular, me cuesta aprender las reglas, no puedo diferenciar un jugador de otro, me complican las motivaciones, entre otros. El único que he logrado entender mínimamente es el tenis, es fácil, con pocas personas y, gracias al cielo, no existe el término posición de adelanto. Yo lo veo como un reto a los nervios. El que se pierde la concentración primero pierde el punto, es como una lucha de miradas pero con una pelota. Ese afán de los hombres de poner pelotas en todo para mejorarlo.
A lo que voy es que el tenis es un deporte de técnica y tenacidad. Tenacidad tengo, de sobra, pero técnica... de esa me falta.
Mi oponente es G. Vernetti, no se cual será su ranking mundial, ni cuantos U. S. Open habrá ganado, solo puedo hablar por mí, tengo teoría, he dedicado una suma importante del tiempo a documentarme, pero no tengo practica, he jugado un par de amistosos, nada importante, pero puedo asegurar que aunque deje las putas piernas en este partido voy a ganar. Al final ambos queremos lo mismo y nadie va a para hasta que el juez diga match point. Hasta ese minuto solo queda pelotearnos con la mirada fija en la pelota.
Y hablando de miradas fijas…
—Entonces… ¿En que quedamos ayer? ¡Ah! Ya lo recuerdo…—Gabriel me acorrala entre los muebles de la cocina con sus brazos, atento hasta del más mínimo movimiento de mi cabello, nuestra distancia se reduce a un par de centímetros y su respiración roza mis labios. Lo único entre nosotros es mi pote de fruta. Me llevo el tenedor a la boca y sonrío.
—¿En que?—podría ganar torneos profesionales con mi cara de póker, independiente que en mi mente ya desvestí a Gab tres veces, en tres ordenes distintos, con tres partes distintas de mi cuerpo. Es impresionante lo que puedo hacer con los pies.
—¿No lo recuerdas?—frunzo el ceño y miro con meticulosidad al techo…
—Creo que no… No ha de haber sido importante
—Podría refrescar tú memoria
—Suena interesante— disminuye nuestra distancia pero se detiene de improviso y recula. Mi fruta ha caído “accidentalmente” sobre su camisa.
—Pero que… —trata de limpiarse pero solo logra esparcir más el desastre.
—¡Oups! Fue sin querer… —digo mientras salgo de la cocina pero antes de abandonar me volteo—… queriendo— sonrisa Pepsodent y adiós Gabriel.
—¡Camila, era mi última camisa limpia!— ruge, pero me da lo mismo. Camino hasta mi cuarto y cruzo con Alex.
—¿Qué le pasa a Gabriel?
—¿Qué voy a saber? Parece que no se tomó su medicación hoy—ríe y suspira.
—Tú lo pones de mal humor y yo tengo que aguantarlo…
—No lo aguantes, conozco personas, no cobran caro y limpiarían hasta su última huella.
—¿Dónde firmo?—me pasa un brazo por los hombros y acerca su cara a la mía—¿Parecerá un accidente?
—Pude incluso ser un suicidio si lo deseas—cuchicheo.
—¡Yuhu! Estoy acá par de conspiradores—su camisa luce realmente atroz, mi opinión de experta dice que está desahuciada.
—¡Wow! ¿Katrina pasó por ahí?— Alex abre los ojos con sorpresa.
—No, huracán Camila, un desastre natural de magnitudes bíblicas— al pasar me mira de soslayo con los ojos entrecerrados—será mejor que duermas con un ojo abierto—le sacó la lengua. Alex enarca una ceja.
—Fue sin querer— Queriendo. Set para Camila.
El teléfono suena de improviso ¿Quién llama a las seis y media de la mañana? Alex se acerca a contestar y la cara se le transforma inmediatamente.
—Ca-calmese por favor… no, yo no… tra-tranquila… no, como cree que yo ¿Con quien hablo?... Alejan… ¿Completo?... Miguel Alejandro Shomali Aburalaj… en realidad es árabe, espere un segundo ¡Eso es racismo!... ¿Disculpe? No trate así a mi madre ¡No la conoce! ¿¡Con quien desea hablar!?—hace un silencio dramático y tanto yo como Gabriel lo miramos asustados ¿Quién lo está insultando por teléfono? Me mira con la ceja levantada y presiento que estoy en problemas— se la paso. Camila, es para ti.
Trago sonoramente con cada paso que doy hasta el auricular. Sea quien sea al otro lado de la línea no es amable ni cordial, la única persona que conozco con esas características es mi no-muy-querida madrastra. Tomo el teléfono bajo la acusadora mirada de Alex, le regalo mi mejor sonrisa de disculpa y cojo la llamada.
—¿Aló?
—Camila Casiopea García Toro tienes exactamente seis palabras para explicarme donde mierda estás y más te vale que te sobren…—corrección hay otra persona en mi vida que tampoco tiene modales ni filtro.
—¿Javiera?
—Te quedan cinco.
—¿Cómo conseguiste este número?
—¡Yo hago las preguntas acá enana! ¿Con quien estas viviendo? Se clara, no quiero mandar a matar a la persona equivocada.
Alejandro me mira con la ceja alzada, no hay que tener buen oído para escuchar los rugidos de león hambriento que mi hermana escupe a través de la línea. Hago el amague de sonrisa mas patético de la historia tratando de relajar los ánimos, mi hermana no es la persona más políticamente correcta, hay veces que hasta dudo que sea una persona.
—¿Camila? No te hagas la que no escucha… responde claro ¿Dónde carajo te fuiste a meter pendeja?
—Javiera, cálmate, estoy bi…
—¡Me interesa un tubérculo como estás! Mi pregunta es ¿DONDE y CON QUIEN estás? Responde antes de que termine de comprar estos pasajes por Internet.
—Oye tranquilízate ¿Quieres? Ya no soy una niña de diez que necesita que la…
—Una palabra más y te acordaras de mi para el resto de tu existencia mocosa, última vez que te lo pregunto ¿Dónde estás y con quien?— su voz se oye gélida y me hace tiritar, no hay nadie a quien le tema más en esta tierra que a mi hermana.
—Estoy viviendo en un departamento con algunos amigos.
—¿Hombres?
—Luego de la cirugía sí…—no le parece graciosa mi broma.
—¿Qué pasó con la pensión?
—La dueña necesitaba el cuarto…
—¿Son buenos chicos? El terrorista no se ve tan mal…
—¿Terrorista?— Alex da un respingo y frunce el ceño. Creo que no le gusta aquel sobrenombre— ¿Se ve? ¿Javiera que diablos…
—¿Cómo se llama el otro muchacho?—Voz gélida nuevamente.
—Ga-Gabriel—Gabriel me mira divertido. Se burla de mi nerviosismo, mi palidez y mi excesiva sudoración, definitivamente no conoce a mi hermana, si así fuera se le borraría la sonrisa del rostro.
—Nombre completo Camila…
—Ga-Gabriel no me pregunte-tes po-po-por que pe-pero ¿Cu-cual es tu nombre completo?—precioso tartamudeo. El sonríe de lado a lado pero misteriosamente coopera.
—Gabriel Marcelo Vernetti Lazo ¿Quién es? Alejandro casi se orina en los pantalones.
—Mi hermana… Vayan a hacer su vida, lo tengo todo controlado por aquí— les hago un seña con la mano para que se retiren, no me gustaría que se quedaran a disfrutar de mi futura humillación telefónica. Ambos regresan a su rutina matutina y yo retomo mi conversación.
—Dime que no estás…
—¡Puaj! Que muchacho tan feo, creí que por ser mafioso seria como Paccino— ¿Mafioso?—, aunque tiene unos hermanos que me comería crudos y sin mayonesa— escucho el tecleo del computador.
—¡Sal de Facebook!
—El terrorista por su parte está para nombrarlo patrimonio de la humanidad ¡Pero que six pack! Las pirámides acaban de perder su lugar como maravilla…
—Javiera por todo lo sagrado que hay en el mundo deja de investigarlos…
—Tiene sus ventajas ser de la policía de investigaciones… ¡Aha! Sadam tiene una deuda bancaria bastante suculenta, y está atrasado con los pagos.
—¡Javiera no quiero enterarme!
—Un segundo… tu amiguito Capone tiene los papeles sucios, estuvo preso.
—¿Preso? ¡No! No caeré en tu juego, no quiero saber nada clasificado.
—No es clasificado, lo encontré etiquetado en Facebook, sale con un ojo morado en una celda de reclusión nocturna.
—Como sea, no es correcto indagar en la vida de otros—lo acepto, me pica la curiosidad en este segundo pero debo ser fuerte.
—Tampoco es correcto vivir con gente que no conoces pero parece que eso no te importa para nada, pendeja hipócrita, no me vengas con sermones de ética.
—¿Y tu si tienes derecho a sermones Javiera? Lo último que supe es que llevas siete años en alcohólicos anónimos…—touché
—Bueno yo me rehabilite ¿Tú que hermanita? ¿Ya te uniste a estupidos-inconsecuentes-amantes-del-peligro anónimos? Tu presentación podría ser algo así como: hola, soy Camila y vivo con dos personas que no conozco, uno escondió las bombas nucleares en Irak y el otro tiene cuenta de cliente frecuente en Alcatraz—creo que me quebró el saque.
—Javiera, no quiero discutir, tengo universidad y ya se me hace tarde, hablamos luego. No te preocupes, nadie me descuartizará si tú no lo autorizas.
—De acuerdo, ha…— alguien me toma de la cintura y me apega a su cuerpo, un cosquilleo me recorre la oreja y uno labios tibios hablan en mi oído.
—Nos vemos luego gatita. Trata de no llegar tarde a nuestra cita nocturna, te falta disciplina. Grrr— Gabriel sale cerrando la puerta sonoramente. Si me pongo en el lugar de mi hermana, mi conversación fue lo suficientemente audible como para que la escuchara pero lo necesariamente baja para parecer que intentaba no ser escuchada. En resumidas cuentas para Javiera yo tengo algo con uno de los muchachos, específicamente con el tipo de apellido italiano y fotos feas en Internet. Cuelgo antes que empiece el griterío, desconecto la línea y corro a toda velocidad a apagar el celular. ¡Maldito Gabriel! Punto para ti.
Viernes por la tarde
Corro al baño. Voy atrasada al trabajo, realmente atrasada, años luz atrasada, pero no puedo ir sin ducharme, han hecho todos los grados del termómetro y mi fragancia es Oso invernante eau de toilette, debo servir mesas no matar toda la vida conocida a mi alrededor. Me desvisto camino al baño, abro la ducha, meto todo el cuerpo rápidamente y mientras jabono mi cuerpo, lavó mi cabello y cepillo mis dientes. Esta es la ducha más veloz de mi vida.
—¿Tienes prisa?—los ojos se me salen de las cuencas. Que sea sordera y no quien creo. Asomo un poco la cabeza fuera de la ducha, pestañeo un par de veces. Gabriel esta en el baño, me mira con desden, aun lleva puesta la camisa sucia y hace girar un desatornillador entre sus dedos ¿Por qué tiene un…?
La respuesta me llega del cielo cuando la cortina de baño, con todo y barra, se desploma, apenas si alcanzo a agacharme para cubrir mi cuerpo desnudo. El agua salta para todos lados, el caos se apodera del baño.
—¡Desatornillaste la cortina! ¡Tengo que bañarme idiota!
—Mira tú, yo también fíjate ¿Sabes por que? Pues porque el día más caluroso del año tuve que usar chaqueta ¡Ya que mi camisa parecía pintura abstracta!
—¡Ándate!
—Claro que me iré… pero antes— abre la llave de agua caliente del lavamanos y la ducha expulsa liquido gélido en mi espalda, acto seguido se esfuma del cuarto.
Salpicando todo a mí alrededor y tiritando como parkinsoneano salgo de la tina para cortar el agua. Hago un triste intento por devolver la cortina a su lugar sin mayores resultados y regreso a la dura tarea de enjuagar mi cabello. Con paso fuerte cruzo hasta mi habitación me visto y tomo rumbo hasta el cuarto de Vernetti, se esta bañando. Perfecto. Entro con sigilo.
—Gabriel, es suficiente, me rindo, tú ganas—saca la cabeza fuera y enarca una ceja. Me fijo que aun no se lava el cabello, pero lo hará pronto— me cansé. Pon la cortina de nuevo por favor.
—Bueno— vuelve a lo suyo mientras que con cautela tomo las toallas y salgo. Meto el material robado debajo de su cama y me retiro del departamento, recorro el pasillo del piso hasta encontrar la puerta con los servicios, busco nuestro número departamento y corto el agua. Le va a ser difícil restituirla, definitivamente.
He de deleitarme el resto de la noche que con imagen mental de Gabriel desnudo y enjabonado maldiciéndome. Tie, se que no hay empate en tenis pero que va… no puedo quitarle merito.
Sábado por la madrugada
Entro a la casa con todo el cuidado del mundo, son las cuatro de la mañana y los demás moradores duermen, molestarlos sería descortés, excepto a Gabriel, por mi lo despertaría a cacerolazos. Gracias a no se que tipo de bendición logré que por esta vez nadie fuese a buscarme. ¡Cuánto te amo independencia! Con el sigilo de un gato trato de trasladarme hasta mi cuarto ¿Por qué está la luz prendida? Olvido la cortesía casi de inmediato y con paso firme abalanzo mi cuerpo hasta el umbral. Ahí, acostado en mí cama, está Gabriel, parece leer con sumo interés mis apuntes ¿Por qué tiene lentes?
—Bitácora del tercero al mando… —su voz se escucha lejana en mi mente—…son días de sed, navego en un barco lleno de agua que no puedo tomar. ¿He de lograr soportar bebiendo agua de mar o sucumbiré a la tentación de probar los productos que transportamos?—hace una pausa dramática y me mira por sobre sus lentes—no quiero hacer un alarde de mis habilidades lingüísticas con las metáforas pero creo que te refieres a mi y Alex con los de “productos” y eso de sed, bueno, bastante pobre tú utilización del lenguaje—ríe socarrón y pasa las paginas—esta es mi favorita, cito: …déjenlo treinta minutos en un cuarto con migo y un par de cuerdas, replicare con lujo de detalles el sueño que tuve anoche, más un poco de mi propia cosecha ¡Wow! Definitivamente quiero ver eso, o sufrirlo—se me desencaja la mandíbula y puedo asegurar que rallo el piso con mis dientes.
Quiero hacer algo, reaccionar, moverme, decir algo ¡Lo que sea! Pero mis piernas se obstinaron en congelarse y en mi mente suena: en este momento nuestras operadoras están ocupadas, intente más tarde.
—Pero… tú.
—¿Yo qué? ¿Creíste que no lo leería? ¿Me creíste lo de mi hermana? Ilusa.
—¡Bastardo!—la adrenalina golpea mi pecho y con todo lo que me da el cuerpo corro hasta él, me tiro sobre su estomago tratando calculadamente de aterrizar con la rodilla y estiro mi brazo para zafarle el cuaderno de un solo manotazo. Se dobla por el golpe pero regresa de inmediato alejando el preciado tesoro de mí.
—¡Dámelo!
—¿Si no qué?
Pellizco la piel de su brazo con todo lo que me da y suelta mi diario. Forcejeamos para alcanzarlo pero cae de la cama hasta el suelo, con velocidad impensada me levanto para por fin tenerlo, pero él, en un movimiento más rápido que el mío, agarra mi blusa por la espalda y de un tirón me regresa a la cama para luego saltar en dirección al piso. Incorporo el cuerpo en un santiamén y salto a su espalda, se zafa como si yo no fuese más que una pelusa y estoy de vuelta en la cama con él sobre mí sujetando fuertemente mis muñecas. Su mirada oscura y su respiración jadeante me desconcentran, esta demasiado cerca. Cara de poker ¡Cara de poker!
—¡Oups! Creo que acabamos de dejar huérfano otro osito—le doy mi mejor rodillazo en lo testículos y él se dobla gimoteando en silencio. Busco desesperada el cuadernito famoso pero no lo vislumbro en ninguna parte.
—¿Buscas esto?—dice Gabriel con un hilo de voz sosteniendo el diario aun medio doblado ¿Cuándo lo tomó?
—¡Dámelo maldito psicópata!—no logro siquiera dar un paso hacía él cuando una voz ronca me detiene.
—¿Se puede saber a que viene tanto escándalo? No se si lo saben pero no son los únicos que viven en esta cuadra…—Alex nos mira cabreado.
—¡Tiene mi diario!—grito señalando a Gab.
—¡Ella empezó!—grita en su defensa señalándome.
—¡Supéralo Jepsen!—Bramo enrojecida de ira.
—¡Silencio lo dos! Gabriel, entrega el diario y lárgate ¡Ahora!—Gab hace un puchero pero finalmente lo suelta y desaparece, yo saco mi lengua en su dirección—Camila—la guardo inmediatamente y miro a mi salvador pero sus ojos se ven sin gracia ni brillo—me decepcionas.
Se va sin más dejándome con la interrogante en la boca ¿Y yo que hice? Solo defendí lo que era mío, mi diario y lo que queda de mi dignidad, si es que aun queda algo. Es definitivo, los sábados son los días en que, para Alex, enojarse con migo es parte del menú.
¡Maldito Vernetti! Esto es tú culpa… ¡Todo en la vida es tú culpa!. Set para ese hijo…
Sábado por la noche
Entonces, si paso este numerito para acá y saco el logaritmo natural de esto otro… esperen ¡Dios mío santo, señor Jesús! Lo hice ¡Lo hice! Esto es un hito en la historia de la humanidad. Los juglares hablaran de esto en los caminos, es más, si Shakespeare estuviese vivo haría una obra llamada “Epopeya mágica para resolver un cálculo en un solo intento”. Vernetti, te besaría si no fueras un completo mal nacido. En la siguiente prueba la rompo.
Sonrío de satisfacción admirando aquella obra de arte. Debería llamar el Louvre, querrán mandar a enmarcar esto ¿Le quedaría mejor un marco café o turquesa?
El rechinar de la manija me saca de mi ensoñación y me volteo a ver mi puerta, checo que el pestillo aun este puesto para regresar a mis quehaceres universitarios pero el sonido se vuelve más intenso y desesperado. Me volteo nuevamente. Va a romperlo si sigue en esas… de cualquier forma él tendrá que arreglarlo, él es el amante de las reparaciones domesticas.
—¿Camila?—escucho salir mi nombre inseguro, trato de imaginar su expresión .
—¿Gabriel?
—Está cerrado…
—Lo se. No quiero que me molesten. Estoy… estudiando—espero que mi tono condescendiente lo haga hervir de rabia, se lo merece, por mal nacido cabrón.
—Pero… tú, tú dejaste una not-a—la suave pincelada de desconcierto en sus palabras me saca más de una sonrisa, satisfacción se queda corto.
—¿Nota? ¿De que hablas?
—La que dejaste en mi cama Camila, no te hagas la que no sabes.
—Pero ¡Sí no se de que hablas! ¿Como puedo lejanamente entender algo si no eres claro?—intento que la voz me salga neutra pero en esencia hay un claro dejo de burla.
—¿Quieres que sea claro? ¡Seré claro!—sube el tono media corchea—Querido Gab: Dejemos los juegos, no somos niños y es momento de asumir las consecuencias de nuestros actos. Pásate por mi cuarto esta noche y asumamos… Atentamente tu marinero de agua dulce—¡Dios! Debería dedicarme a hacer tarjetas para Village—¿Fui lo suficientemente claro?
—Interesante… pero creo que te equivocas de cuarto, lo bueno es que la relación homosexual/sufrida entre tú y Alex ya toma rumbo.
—¡Camila abre la condenada puerta o te arrepentirás!
—¿Arrepentirme? ¡Ja! Te quiero ver intentándolo…
—No tientes al destino mujer
—El destino esta de mi parte… hombre.
—¡Camila! Abre la cochina puerta…
—¿Para qué? ¿Para que hurgues en mis cosas nuevamente? ¡Sueña!
Bufa molesto. Sus fuertes pasos se alejan perdiéndose en la lejanía. Este set es definitivamente mío ¿Soy un genio o qué? Le dije que no jugara conmigo pero el muy terco se creyó más astuto ¡Pff! No tiene idea de las cosas que he pasado, lo suyo es un juego de niños. Lo único que me apena de todo esto es Alejandro, el pobre queda al medio de fuego cruzado, es demasiado tierno, inocente y correcto. Punto para mí, tres a tres.
Domingo por la madrugada
—Despierta bella durmiente—¿Ah? ¿Qué? ¿Qué hora es?
—¿Quién es?
—Tú conciencia… deberías hacer aseo profundo en mí, estoy muy sucia—Morfeo me da una patada para sacarme de sus tierras, alargo la mano hasta la mesita de noche y enciendo la luz. Junto a mí, recostado como si estuviese de vacaciones en el caribe, está Gabriel girando un desatornillador entre los dedos—tienes el sueño pesado.
—¿Cómo?—me respondo inmediatamente, aunque dejé el pestillo puesto él se las ingenio para sacar la chapa entera. Sin molestarse en esperar que mi cerebro prenda por completo se retira triunfal. Me levanto en cuanto él desaparece, no importa si tengo que trabar la puerta con una silla no dormiré con ese loco suelto. Tomo la silla de mi escritorio y avanzo a la entrada ¿Pero que demonios? ¿Y mi puerta?
Recorro el marco por completo como si la fuese a encontrar escondida en una esquina pero solo están las bisagras ¿Sacó la puerta mientras yo dormía? ¿Dónde demonios metes una puerta a esta hora de la noche? Escucho su risa viajar por el pasillo hasta mis oídos seguido de su puerta cerrándose. Ni siquiera me molestare en buscarla, se que no está apoyada en alguna pared esperando por alguien que la reinstale.
Esto no se va a quedar así señores ¡No se va a quedar así! ¡No pienso seguir contando!
Seis horas más tarde.
Elevo un par de centímetros la jarra con agua y la dejo caer lentamente sobre la cara de Gabriel, este despierta como si la tercera guerra mundial estallase en su cuarto. Lo miro con desden y desprecio. Salgo del cuarto sin decir palabra, sin dar alguna explicación, ya tendrá él mismo tiempo de enterarse que huracán fue el que paso por su cuarto.
Domingo por la mañana
¡Diantres! Estoy medio tono abajo. Vuelve voz, vuelve a tu lugar…
La mirada furiosa de Ángela a mi lado remarca mi clara desentonación. Bajo un poco el tono pero, nada, voy para cualquier lado, si hasta parece que estuve bebiendo con los peces en el río entes de salir a cantar.
Apago la voz y solo muevo la boca, no importa lo que haga estoy completamente fuera de armonía. Mi cabeza esta en cualquier parte menos es esta tierra. ¡Maldito Vernetti! Me quitas la concentración. Una vez alguien me dijo que cuando piensas en una persona es porque esta se está acordando de ti. Seguro Gabriel se acuerda de mí… y de mi mamá. Menuda sorpresa se habrá llevado al abrir su closet y no encontrar nada, no le dejé siquiera calzoncillos. Ya, fue suficiente, no más, en cuanto vuelva pediré disculpas, devolveré la ropa y todo arreglado ¿Cierto?
Domingo, un poco más tarde.
—Entonces… ¿En que quedamos? ¡Ah! Ya lo recuerdo…—Gabriel me acorrala entre los muebles de la cocina con sus brazos, atento hasta del más mínimo movimiento de mi cabello, nuestra distancia se reduce a un par de centímetros y su respiración roza mis labios. Es irónico como las cosas empiezan y acaban de maneras parecidas, en mi caso es Gabriel acorralándome. Hemos llegado al final, Match point grita el juez y tengo la seguridad que no es en mi favor. Aparentemente unas simples disculpas no van a hacer desaparecer la molestia de Gab por tener que llevar aun el pijama ¡Vamos! ¡No la escondí tanto!
—Ya… tú ganas.
—¿Crees que caeré nuevamente?
—Es en serio, tranquilo— le doy un leve empujoncito pero no se mueve ni un ápice, trago sonoramente, me esta poniendo nerviosa.
—¿No querías jugar? ¡Juguemos! Pero en ligas mayores, chica…—sus ojos oscuros que me atraviesan el alma hacen temblar hasta la fibra más delgada de mi cuerpo. Estoy hipnotizada, perdida y cautiva de aquella mirada negra como la noche, me tiemblan las rodillas y un recuerdo se me viene a la mente, una serpiente en mis sueños que me decía…
—Corre—sisea con expresión de pocos amigos. Me está asustando de verdad ¿Realmente estuvo preso?
—Suficiente Gabriel, déjame— aferro mis manos a sus brazos pero ni toda mi fuerza logra moverlos, se sienten como la continuación de la madera, rígidos y firmes. Entierro mis uñas en su piel pero no se queja ni un poco, su expresión es tan impenetrable como una roca.
—Corre.
¿Va a hacerme daño? Es lo único en lo que puedo pensar. Yo, él, el mueble de cocina, el reloj y su incesante tic tac, Agatha escondida bajo una de las sillas, vasos sin lavar, la gota de sudor que se desliza por mi frente y sus ojos negros de animal ¿No va a hacerme daño cierto?
Se acerca peligrosamente y me quedo estática, congelada, temblorosa y aturdida. Gabriel es atemorizante, sus ojos son oscuros y feroces, su aroma me recuerda algo que no logro definir y su postura y complexión me llaman a correr lo más lejos que pueda.
—¿Y a donde se supone que tiene que correr?
Giramos nuestros ojos hacia la puerta de la cocina, ahí, parado con las manos en los bolsillos y animo podrido, Alex nos observa. Avanza con calma y relajo, mira a Gabriel directo a los ojos con aires de superioridad, le toma la muñeca y retuerce la articulación.
—Largo…—dice con voz de ultra tumba, arrastrando las letras—ve a meterte con alguien de tu tamaño.
Gabriel resopla y sonríe, me libera y coloca las manos sobre su cabeza en señal de paz como diciendo “estoy desarmado, tranquilo”. Rueda los ojos con burla y sale de la cocina. Alejandro me intercepta al segundo siguiente, está realmente enfadado, su sangre parece hervir en furia y las cejas casi se le juntan en el centro de su frente.
—¿Puedes explicarme por que ignoras cada una de mis advertencias? Te dije que tuvieras cuidado con Gabriel, pero tú haces caso omiso a cualquier cosa que hago por protegerte.
—¿Protegerme? Dios, es solo Ga…
—¡Es solo nada!—me interrumpe—¿Crees que soy tonto? ¿Qué no me doy cuenta de lo que esta sucediendo acá?
—No sucede nada… no estoy enamorada de Gabriel o algo por el estilo—sonríe con algo parecido a la melancolía y luego pone su mano sobre mi cabeza.
—Lo se, nadie en su sano juicio se enamoraría de Gabriel, pero parece que tu atracción por el peligro es mayor que tu juicio o inteligencia— acaricia mi mejilla haciéndome sentir como una niña pequeña triste y desprotegida—quédate acá, iré a solucionarlo.
Se retira con paso decidido, el pecho se me aprieta y un mal presentimiento se aloja en mi garganta. Abro la llave de agua fría del lavaplatos y trato de que el líquido se lleve con él mi angustia.
—¿Qué mierda tienes en la cabeza?—la voz portentosa de Alex retumba en mis rodillas debilitándolas. Nunca lo escuché tan molesto—¿Crees que nací ayer estúpido? Se lo que intentabas…—no logro oír las respuestas de Gabriel solo escucho a Alejandro y su voz de barítono—¡Ja¡ Como si fuera a creerte… ya te lo dije una vez y creo que tendría que ser suficiente, no intentes nada de ninguna clase con ella, Camila está prohibida. Pero que va, si en tu pequeño cerebro de gato en celo no caben esas palabras.
—Pregúntale donde ha dejado mi ropa— dice Gabriel calmo saliendo de su cuarto.
—Ponte algo mío prefiero que terminemos nuestra conversación antes de comunicarme con ella, no sea que te de otro ataque de salvajismo.
—Te lo repito por última vez Alejandro, lo que suceda entre ella y yo no es tu asunto.
—En el mismo instante en que la atemorizas con tus dos metros de cuerpo se vuelve mi asunto.
—En mi opinión creo que se maneja bastante bien…—sus voces se apagan a medida que se adentran en un cuarto hasta convertirse en silencio. El tic tac del reloj rebota en los azulejos y la angustia crece en mí, carcomiéndome dolorosamente ¿Por qué me duele tanto? No debe importarme, yo no soy nada de ellos y ellos no tienen relación alguna conmigo. Somos extraños bajo el mismo techo, desconocidos compartiendo algo de tiempo.
—¡Repítelo!—grita Gabriel irrumpiendo en mis pensamientos como una fría daga—dilo de nuevo Shomali.
—Cosechas lo que siembras. Tienes lo que te mereces. Todo lo malo que sucede es tu única y exclusiva culpa…
Un golpe seco hace retumbar las paredes. Me anclo con las manos a los muebles de cocina, como si eso fuese a disminuir la opresión en mi pecho. Apenas me entra el aire a los pulmones de la angustia y mis piernas me motivan a salir de mi calmo refugio e investigar que sucede en el pasillo.
—¡Vamos! ¡Hazlo! ¿Qué? ¿Se te pasó la rabia? ¡Dame duro Vernetti, te ofrezco mi nariz!
—No tientes al destino Shomali.
—¡Ja! ¿Aun más? Dejémonos de niñerías ¿Querías ligas mayores? Ven por ellas mal nacido…
Otro golpe seco hace vibrar todo a mí alrededor y el sonido de vidrios quebrándose me hace estremecer. Trato de abstraerme y seguir las instrucciones que me dio Alex pero no puedo, mis pies se mueven solos y sin darme cuenta asomo la cabeza por la puerta hasta el pasillo. Gabriel está contra la pared con Alejandro sujetándolo del cuello de la camisa, fotografías sueltas y marcos rotos los rodean. El vidrio roto refleja los colores de la tarde y mi mano estruja el marco de la puerta. El espacio que los separa es tan pobre que sus narices casi se rozan, Gab es ligeramente más alto que Alex pero aun así pareciera que esos míseros diez centímetros son suficientes para lograr ventaja frente su adversario. No respiran, todo esta estático, detenido en un momento crucial, uno en el cual las miradas de ambos ven más allá de sus ojos, hurgueteando cada uno en el pensamiento del otro. Nunca antes vi una conexión tal, porque sea lo que sea que se estén diciendo, la conversación mental que están teniendo es más real que cualquier palabra que yo pueda decir para intentar detenerlos.
Gabriel lo empuja con mucha fuerza y Alejandro va a parar a la pared de enfrente con los labios torcidos demostrando asco y repulsión. Gabriel no se pierde ninguno de sus pestañeos, trae puesta una de las camisas negras de su oponente y un jeans que a leguas se ve que le queda corto. Es su mirada distingo la disyuntiva que lo aqueja, se debate entre matar o no a Alex. El sonido del chasquido de su lengua se hace presente y finalmente bufa.
—No vales mi tiempo…—masculla con desden y emprende retirada. El portazo que le sigue a su salida tensa el ambiente aun más y me quedo congelada admirando como la espalda de Alejandro resbala por la pared, se le ve cansado.
Me acerco con vergüenza, mi obstinación y estupidez han causado una pelea ¿Por qué no puedo hacer lo que se me pide? ¿Por qué le seguí el juego a ese maldito desde un principio? ¿¡Qué demonios tengo en la cabeza!? Uno de los vidrios cruje bajo mi pie, es una fotografía de dos niños de unos doce años que sonríen a la cámara bronceados, cubiertos de arena y algas. Al pelinegro le falta un diente y el castaño tiene la atención puesta en otra parte.
Me agacho a la altura de Alejandro y toco su brazo, él se sacude mi gesto molesto. Se me triza el corazón.
—Todo esto es tu culpa también, más tuya que de él—sus palabras terminan de destrozar lo poco y nada que queda en mi alma. Cientos de cortantes pedazos de mí se esparcen junto al vidrio y de repente me siento vacía, sola, extraña.
—Yo…—pero no se que decir. Quiero defenderme, victimizarme, culpar a Gabriel, pero no puedo, me es imposible señalar como culpable a quien tiene más derechos que yo en esta casa.
Él se levanta con lentitud sin dirigirme una palabra o una mirada y se oculta en su cuarto. Me quedo observando detenidamente la catástrofe, analizando el porque de lo sucedido. Es mi culpa, mi gran culpa.
Hay algo de esta situación que me recuerda a mi infancia. No pertenezco a este lugar, para ser sincera, no pertenezco a ninguna parte.
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