♠ Capitulo 1: El Departamento de Salvador

—Parece que alguien soñó cochinadas—sisea con tono melódico Carmen. Álvaro ríe abrazando a Dani quien se sonroja de inmediato.

—¡Yo no he soñado nada!—grita con un hilo de voz, saboteándose ella misma.

—Tú también, pero me refiero a Cami—rueda los ojos hasta mí con una mueca maliciosa—¿Lo conocemos?

—No imagines cosas donde no hay Carmen—Respondo mordaz, pero me despedaza.

—Tropezaste con un basurero recién por mirarle el culo al mesero—Álvaro suelta una carcajada—además apestas a virgen primaveral.

—¿Es ese un olor agradable para el sexo opuesto?—pregunto revisando mi billetera casi vacía.

Todos niegan con la cabeza.

—Es desesperación Camila,  a nadie le gusta el olor a desesperación—comenta Álvaro como un pésame. Suspiro.

Todos ellos tienen una vida saludable, hacen deporte, comen sus vegetales, dicen no a las drogas y tienen sexo tres veces por semana. Álvaro y Daniela, son una pareja estable, viven casi juntos, se ven en un par de clases al día, y de repente se escapan a las salas desocupadas a descargar la energía que les sobra. Carmen por su parte tiene una relación libre con su vecino, lo que le permite escabullirse unas cuantas noches al mes al departamento de al lado, con una botella de vino y poca ropa.

¿Que esta mal conmigo? ¡Lo único que quiero es que alguien me joda! ¿Es que acaso no le doy las señales correctas a los transeúntes que pasean por mi vida?

Para ser sincero mi problema es otro. Formo parte de ese importante porcentaje de mujeres que lo único que desean es que un extraño se las tire en un baño de avión despegando, pero que tienen un superyo tan grande que les impide pasar por encima de la moral y la buenas costumbres.

Soy el esteriotipo de muchacha cartucha que en su interior sueña con sadomasoquismo en manos de un musculoso que no sepa su nombre.

—No pido a Brad Pitt—digo con amargura—¡Solo que tenga equipamiento masculino!—Carmen ríe y Daniela se ruboriza—ni siquiera tiene que ser bueno, solo que conozca la mecánica.

—Yo estoy libre—responde Claudio a mi llamado, llegando no-se-de-donde—lo tengo grande y no es por alabarme pero, algunas comentan que soy un dios.

Me encantaría contradecirlo pero juramos solemnemente no hablar nunca jamás sobre esa noche, dos años atrás, cuando, medios borrachos, trato de propasarse conmigo. Si no tuviera tan fresco el recuerdo de él, medio desnudo, tirándoseme encima, ya hubiera sucumbido ante su insistencia.

—Creo que moriré virgen—suspiro ignorándolo—es porque soy fea ¿Cierto? Por eso nadie quiere conmigo…

—No eres fea cariño—comenta Daniela—es tu carácter.

—¿Que tiene de malo mi carácter?—ladro de mal humor.

Hay un silencio incomodo interrumpido por Claudio.

—Pues si sonrieras como tonta, usaras falda, y no respondieras con sarcasmo a todo lo que se te pregunta te habrías cogido a la mitad de la carrera.

—Yo no soy de esas que se arrastran por un hombre Claudio.

—Pues tampoco eres de las que prueban el fruto prohibido. Sigue así y en diez años más rogaras que saque las telarañas a tu himen.

Me amurro molesta, pido un té al mesero y le hecho varias de azúcar para endulzarme la mañana. Esta caliente, como yo.

—¿Y? ¿Como va la mudanza?—pregunta Álvaro cambiando el tema radicalmente.

—Hoy salí a las 7 para evitar a la casera, así va la mudanza.

—¿Sabes para donde irte?

—No aun, encontré una dirección en el panel de ayuda, iré a verla hoy.

—Si no encuentras algo puedes mudarte con cualquiera de nosotros—comenta Dani sonriendo. Solo asiento.

Mastico el tema camino a la dirección ofertada en el panel. No es que no quiera pasar mas tiempo con mis amigos, me seria muy agradable compartir mas con ellos pero cada uno tiene su rollo y yo no encajo.

 Álvaro y Daniela tienen su mundo, Dani vive con sus padres (donde no cabe nadie más) y el único lugar de intimidad que tiene es la casa de Álvaro, quien vive solo, lo único que lograría con mi llegada es hacer mal trío.

Carmen por su parte es muy maniática del orden y la limpieza, yo, para nada. No estoy muy entusiasmada de levantarme antes del alba para limpiar los bronces un domingo.

Lo que me queda es Claudio, pero estoy segura que abusaría de mí en menos de treinta segundos.

¿Qué haré?

Llego a la dirección es un edificio viejo cerca de la estación salvador, bastante cómodo para transportarme a la universidad, y cerca de mi trabajo de los viernes por la noche como mesera en un Pub de la calle Eleodoro Yáñez, podría incluso devolverme caminando.

Subo hasta el 5to piso y toco el timbre. El lugar se ve antiguo pero aseado. Me abre un tipo recién levantado, lleva pantalones cortos y una musculosa manchada con algo que parece café. Tiene el cabello tomado en una cola alta y algunos mechones castaños le caen por la cara enredándosele en los lentes sin marco.

—Hola ¿Que se te ofrece?—tengo unas increíbles ganas de responder “tú” pero amarro mis candentes pensamientos a una roca y los lanzo al mar.

—Vengo por el aviso del departamento—le muestro el papel arrugado—para compartir.

—Eh… claro, pasa—me deja entrar, todo está patas para arriba. El papel mural color lila se despega en lo alto, las plumas de un sillón negro se escapan por un agujero en la punta de un cojín, hay vasos sucios y una caja de pizza sobre la mesa de centro, la alfombra esta desecha en la orillas con machas mas oscuras cerca de la mesa. Hay un computadora en una esquina de donde escapa música de lo que creo es Radiohead en su etapa mas alternativa, tiene abierto el photoshop y puedo ver dibujos abstractos a medio terminar. Carmen estaría convulsionando

Una conversación acalorada parece estar ocurriendo en la cocina, pero por los alaridos inteligibles de Tom Yorke, no puedo descifrar lo que dicen. El muchacho que me abrió sale ofuscado con una tasa de té en la mano.

—¡Y vístete!—grita.

—Discúlpame, siéntate por favor—me dice y me ofrece la tasa, se la acepto sin saber cual es su contenido—me llamo Alejandro Shomali ¿Y tu eres?

—Camila García.

—Lindo nombre—dice y sonríe. Siento ganas de comérmelo. Es alto, calculo uno setenta y cinco, piel morena (por su probable ascendencia arábica), y cabello ondulado—señorita Camila, lo siento mucho pero…—dice sacándome de mi ensoñación—creo que mi compañero olvido especificar los requisitos.

Algo en mi me dice que me concentre por que lo que me esta diciendo es importante pero, el resto de mi mente esta demasiado sumergida en sus bíceps y pectorales.

—Ese soy yo—dice otra voz junto a la puerta de la cocina. Otro chico, más alto que Alejandro, por unos veinte centímetros más menos—supuse que solo llegarían chicos.

 Cabello negro mojado y peinado hacia atrás, piel tostada, una fila de dientes blancos resaltando en una cautivadora sonrisa con ojos oscuros haciendo juego.

“No son tan guapos, es solo que no te ha tocado, recuerda que últimamente hasta Carmen te resulta atractiva, no son tan guapos, es solo…” repito como mantra en mis sesos, sin lograr detener el babeo.

—Como veras este no es un lugar para chicas—comenta Alejandro—no es que no te queramos aquí, la verdad estamos desesperados por el dinero, pero comprendemos que no es lo que esperabas—asiento, luchando contra mis ganas de aceptar el arriendo, mi yo moral recita “este no es lugar para una muchachita de bien” varias veces.

—Aunque por otro lado…—agrega el otro muchacho mirando a Alejandro. Podría jurar que conocen hace años, debido a la larga conversación mental que están teniendo—olvídalo—dice finalmente, y me hallo decepcionada de que dos completos extraños no quieran vivir conmigo ¿¡Que mierda me pasa!?

—Perdónanos por hacerte perder el tiempo—finaliza conciliador Alejandro, pero antes que podamos pararnos el otro muchacho se sienta junto a mi en el sillón negro pasando uno de sus brazos tras de mi cabeza.

—Al diablo todo—dice de la nada—por favor necesitamos que te vengas a vivir acá—su cercanía me excita pero se que tengo que lucir incomoda, hago mi mejor esfuerzo y me muevo un par de centímetros lejos de él. Parece no entender mi indirecta y se vuelve a acercar, mirándome directamente a los ojos—eres la onceava persona que viene este mes, ya no resistiremos mucho más, hay deudas y están a punto de cortarnos hasta las pelotas. Juro no tocarte ni con el pétalo de una rosa, palabra de explorador— termina levantando la mano con la señar scout de las promesas.

Levanto las cejas y le dirijo una breve mirada a Alejandro, parece deprimido divagando en sus pensamientos.

Alcanzo mi té, alejándome del violador de espacio personal. No es que me moleste su cercanía, todo lo contrario, me llama a salirme del papel de buena niña y eso es peligroso.

Tomo un sorbo. Es el peor té que he probado, aguado y sin azúcar.

Pasamos unos segundo en silencio meditando no-se-que. En mi mente nace la idea que si esto fuera una porno, ya iríamos por la tercera patita. Me sonrojo por mis pensamientos y me avergüenzo por mi necesidad evidente de un amante. Ellos parecen no notarlo.

—Creo que te hemos molestado bastante—dice el muchacho junto a mí, y se levanta para abrirme la puerta—un gusto—dice. Asiento con una sonrisa falsa y dura.

Luego de cerrar los escucho discutir.

—¡Tenias que sonar convincente, no desesperado!

—Hice mi mejor esfuerzo, créeme que estoy tan ahogado como tú.

Doy media vuelta hacia el ascensor tratando de apaciguar mis deseos de ayudar al prójimo, ellos tienen necesidades, yo también, creo que podemos llegar a un trato. Sacudo la cabeza mientras marco el primer piso.

“No son tan guapos, es solo que no te ha tocado…” repito una y otra vez en mi mente.

Llego a mi cuarto a eso de las seis, estoy exhausta de tanto recorrer santiago buscando un lugar donde quedarme. Carmen ya no puede recibirme, su hermano ha venido a quedarse con ella y tiene la casa copada, además se suelen tirar platos por la cabeza con lo mal que se llevan, no quiero quedar en medio de una batalla campal.

Por que no me he insinuado al hermano de Carmen, es guapo, atlético... ¡Camila, concéntrate!

Suspiro tendida en la cama mirando al techo con extraño entusiasmo, siento cierto cariño por ese techo, no quiero dejarlo.

La puerta de mi cuarto se abre de repente y sin aviso, es la casera con sus tubos para dormir puestos.

—Camilita por fin te encuentro, te he buscado ¡Pero nunca estas niña!—parece molesta. No me importa—tienes que mudarte el sábado.

Se me desencaja la mandíbula.

—Es que mi sobrina viene antes de lo paneado y tengo que tenerle todo listo, ya sabes como son estas jovencitas…—suspiro con incredulidad, primero me hecha, y luego lo vuelve a hacer pero medio mes antes.

—Señora Sonia pero el depósito.

—Te lo devolveré completo, realmente necesito que desocupes a más tardar el sábado.

—Claro señora Sonia—realmente no me esperaba esto.

—Gracias, eres un ángel.

¡Ángel mis polainas! Soy la mujer mas entupida del mundo, que dejo que una anciana me eche solo porque su sobrina no puede mantener las piernas juntas.

He llegado al limite, no tengo donde vivir, no tengo donde hospedarme por un tiempo y no tengo quien me coja (es lo menos importante en realidad, pero en este día parece perseguirme la necesidad imperiosa de hincarle los dientes a alguien).

Saco mi móvil de uno de mis bolsillos, y sorpresivamente me encuentro con el papelito con el número de los chicos del departamento de Salvador. ¿Es acaso el destino que me muestra el camino a seguir?

Dejo el papel en la mesita de noche, mi desesperación sexual no me deja pensar claro. Esperare hasta mañana, si aun encuentro una buena idea llamarlos, lo haré.

Me recuesto luego de repasar un poco mis materias, pensando en los torsos planos de los chicos que conocí hoy, es una mala idea que acepte su proposición, totalmente errada. Cierro los ojos acalorada y me dejo ir en los brazos del único hombre al que le parezco deseable… Morfeo.

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