Llega alguien nuevo al dormitorio
Pasaron un par de días desde mi gran hazaña de encontrar mi elemento, en los que también conseguí hacerme del control de invocar al tigre blanco que decía ser mi espíritu elemental. Ese animal era una especie de criatura que estaba para hacerme compañía y ayudarme a mejorar mis habilidades.
Por otra parte, compartía con Joel un rico baño de aguas termales. Nos echamos agua el uno al otro mientras sacamos provecho a una tarde de descanso.
Cuando estaba con él, se le veía bastante contento.
Me coloqué a su izquierda, y Joel me rodeó con su brazo, mostrando una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Estoy muy feliz por ti, Josh! —expresó el muchacho—. Creo que contigo las cosas van mejores.
De pronto, su expresión mostró lo contrario a felicidad.
—No le he dicho a nadie antes, ni siquiera a Alicia —dijo, tomando un profundo respiro—. Tuve un hermano pequeño, y el problema de la descendencia de Xamián es el parecido entre sus miembros.
»Perdona si me muestro muy afectuoso contigo, pero no puedo dejar de pensar en lo mucho que te le pareces.
—En verdad lamento mucho lo de tu hermano —respondí, pero me era en parte incómodo saber que era una buena persona debido a mi parecido con aquel tatito suyo.
Joel se despegó de mí, y miró al cielo simulado de la habitación en la que estábamos a solas.
—Envidio mucho tu avance, pero te lo has ganado con tus propios méritos —dijo el chico con una mirada nostálgica—. Eso me hace sentir con ganas de dar lo mejor de mí también.
»Por eso ahora eres tú nuestro nuevo líder del dormitorio.
La verdad es que lo odiaba, pues tenía que leer y aprender todo un enorme y tedioso código de conducta que debía ver que se aplicara para solamente tres integrantes, así como odiaba ser el «supervisor» en sustitución del tarado de George, quien por ahora no se dignaba a molestarme.
Para colmo, eran miles los que debía supervisar. No era el trabajo de mis sueños, para ser honesto.
—Es una labor bastante tediosa —respondí—. Temo levantar sospechas, pues he avanzado mucho con esto de entrenar
—Ya veo —dijo Joel con aire pensativo—. La verdad es que es común que algunos destaquen sobre los otros en cada elemento.
»Y aunque George era el mejor antes de ti con los usuarios astrales, se debe a que tiene una loca obsesión por entrenar.
»Alicia era la mejor antes que él, pero le sugerí que no compitiera, a pesar de que no le agrada George. Ese tipo tenía a sus matones a su lado, pero...
Por unos cuantos segundos, Joel se mantuvo en pausa. Tuve el presentimiento de que algo era difícil de siquiera pensarlo. Sus manos temblaban y su mirada parecía perdida.
—Verás —dijo, relamiéndose los labios—. He visto a otros cerca de aquel sujeto, y por mucho tiempo me parece que se ganó divertido con estos a su lado, pero luego...
—¿Pero luego? —inquirí tras otra pausa de Joel.
—Aquellos a su alrededor desaparecen —respondió el antiguo líder del dormitorio—. Aroik y Guendair dicen que los promueven, pero no lo sé.
»Además, hay otro sujeto que por ahora no he visto, mismo que suele ver a George de vez en cuando, y hasta Alicia le teme y no le gusta hablar de él.
—¿Estás sugiriendo que ese tipo es peligroso? —demandé, aunque el otro se encogió de hombros.
No sabía que pensar de aquella información, mucho menos sde sí George era una amenaza o no.
Hubo un silencio de un par de minutos hasta que finalmente ambos decidimos salir de las termales para evitar caer ante los efectos de estar por demasiado tiempo.
Tomamos una ducha por separado y caminamos juntos rumbo a nuestra habitación. Había tantas cosas que quería saber antes de llegar.
—¿Tú cómo llegaste a este lugar de mala muerte? —pregunté al chico mayor que yo.
Aquella pregunta mía parecía haberlo sorprendido.
—Era mucho más chico —pronunció—. Mamá intentó matarme luego de acabar con mi padre y hermano.
Sus ojos se tornaron vidriosos y comenzó a avanzar más rápido, hasta detenerse a unos metros por delante mío.
—Te pido disculpas, Josh —manifestó con un nudo en la garganta—. Me tengo que adelantar para tomar un descanso.
Era bastante obvio que me mintió. Debió ser doloroso recordar los hechos, especialmente al ser su propia madre quien intentó acabar con su existencia.
Sentí que no debí preguntar más del tema, y recordé que se me había dicho que muchos aquí habrían pasado por experiencias similares.
Me di tiempo para buscar tranquilizar mi respiración. Realmente había sido una charla en la que descubrí más del lugar en el que estaba atrapado.
Tal vez algún día averiguaría la razón por la que Joel no deseaba venganza como muchos otros chicos del sitio al parecer sí. Si bien en parte podría deberse al peligro de su ascendencia, seguramente había algo más que se lo impedía.
Y antes de entrar a la habitación, algunos chicos mayores salieron de esta.
—¿Ocurre algo? —inquirí.
—Nada —respondió uno de estos—. Teníamos órdenes de Aroik de vigilar el correcto funcionamiento de los parlantes.
Fue la primera vez que escuché de una revisión así, por lo que me adentré a la pieza, notando que el labio interior de Joel estaba enrojecido e hinchado.
Me acerqué rápidamente a mi compañero. Como parte de mis labores de supervisor estuvo el de aprender primeros auxilios, tomé el botiquín que había al centro de las camas.
Limpié la herida con una gasa y alcohol a pesar de los quejidos.
—Creo que nos vendría bien que aprendamos movimientos curativos —dijo el tarado de mi compañero de cuarto—. Ya sabes, para evitar este tipo de situaciones.
-—El usuario en cuestión debe tener afinidad a la curación según los tontos manuales que he leído —respondí con la ceja arqueada—. Además, tú no me has dicho cómo te hiciste esa herida.
—Fueron unos tontos soldados del lugar —replicó Joel, y no saben las ganas de golpearlo que tuve, aunque me contuve—. Era un grupo de seis contra uno.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó.
Los vi salir de la habitación y me dijeron que estaban buscando que nuestro parlante estuviera funcionando adecuadamente.
Joel negó con la cabeza.
—Los vi urgando entre tus cosas, Josh —aseguró, dejándome sin aliento.
Si llegaban a descubrir mi pergamino acosador, estaría frito. Estaba por ver el resumen de mi vida de ese que se dice aparece cuando una persona está por irse a la otra vida, cuando de pronto, sentí la mano de Joel sobre mi brazo.
—Te aseguro que esa cosa es tan mágica que desaparece cuando hay peligro —declaró el antiguo líder de la habitación, dándome un respiro de tranquilidad—. Te lo digo por experiencia.
—De ser así, estoy a salvo, pues la dejé en mi cama. —Sentí que mi respiración y ritmo cardíaco volvían a la normalidad. De verdad fue como si se me saliera el alma unos segundos atrás.
—Ya he pasado por lo mismo cuando me convertí en el mejor de los usuarios aurales —afirmó el muchacho—. Sé lo que se siente estar bajo la lupa del enemigo.
»Y Josh, a pesar de que de pronto creas que son las mejores personas, siempre desconfía de ellos.
Ciertamente, en este cuartel de locos aparentaban bastante ser los buenos, y con lo que ahora sabía de George y los otros dos dementes, debía ser más cuidadoso.
Detuvimos la charla al notar que ya casi era la hora de cenar, sin olvidar que me habían dado el trabajo de inspector/supervisor por cortesía de mis logros.
—No te vendría mal algo de compañía para ayudarte con el trabajo de por sí tedioso —comentó Joel, como si me leyera los pensamientos—. Puedes contar Alicia y conmigo, o incluso buscar a alguien no tan problemático.
—Creo que Alicia es buena opción. —Me encogí de hombros, pero no era por tratar de hacer menos a Joel—. Me gustaría llevarme mejor con ella.
El chico con el que compartía habitación asintió y levantó el pulgar.
Hablamos con ella mediante los walkie-talkie que me dieron para patrullar, además de que nos pusimos de acuerdo para hablar sólo de lo esencial, pues podrían estarnos espiando y no quería da les la sorpresa que era una de las ovejas alrededor de la manada de lobos.
La mayoría de los dormitorios estaban limpios, es decir, todos los demás se veían mejor que el nuestro, pero sin pasar a mayores problemas. De hecho, tenían mejor puntuación, con excepción del número doscientos, que no tenía a nadie dentro. Dato curioso, porque los demás dormitorios estaban hasta el tope, y el nuestro no estaba en buenas condiciones.
—Nadie quiere dormir aquí desde... —mencionó ella, mordiendo su labio inferior, y obviamente ya estando a mi lado.
—¿Qué pasó? —le cuestioné tras su pausa.
—Lo siento, pero no puedo decírtelo —me respondió, evitando el contacto visual conmigo.
—¿Por qué no confías en mí? —inquirí.
—No es eso —dijo la chica. Tenía un semblante inquieto—. Solamente hay cosas de las que prefiero no hablar por ahora.
—Bien, ya casi terminamos —mencioné.
De acuerdo al reloj, todavía tenemos buen tiempo para cenar.
—Al menos no tendré que asesinarte por no dejarnos sin cena otra vez —comentó mi compañera de habitación, provocando risas entre los dos.
Antes de ir al comedor, los dos llegamos hasta la lujosa oficina de Guendair, el encargado de revisar que las notas de inspección no tuvieran errores. Su expresión me indicaba que estaba contento con el resultado de mi trabajo.
—El dormitorio ciento veintitrése quedará sin cenar —anunció tras volver echar ojo a las notas.
Recordé que ese era el de mi «gran amigo, George». Se me revolvió el estómago nada más de pensar en él.
Minutos más tarde, le pedí a Alicia que se reuniera con Joel en nuestra mesa, ya que era mi deber decirle al dormitorio de mi «maldito némesis» que no habría cena para ellos. Al llegar a la mesa puesta para esa habitación, George me esperaba con sus matones.
Los ocho miembros del dormitorio me rodearon con palos y bates de béisbol para golpearme hasta la muerte. La verdad, tenía demasiado miedo como para moverme. Los miembros de ese dormitorio eran dos chicas y seis chicos de distintas edades que rondaban desde los trece a posiblemente dieciocho.
Fue Tigroin mi gran salvador tras aparecer y rugir con todas sus fuerzas. Al espantar a los delincuentes juveniles con riesgo de desaparecer para siempre, volteó a verme para darme unos cuantos lengüetazos. Se le veía contento por haberme librado de aquella bola de cretinos. A mí lo único que me importaba era la posibilidad de que eso daría problemas para mi dormitorio por el acto de mi compañero. De igual manera tenía que informar a Guendair por lo sucedido.
—Señor, tengo noticias —dije desde el walkie-talkie.
—Dame tu ubicación y te llevo directamente a mi oficina.
—En la puerta del dormitorio castigado, señor —repliqué.
El teletransportador apareció justo por debajo de mí. Fui llevado a aquel lugar de sillones de piel y otros muebles de fina madera otra vez.
Al tipo se le veía muy complacido con mi trabajo hasta que notó que no hice ninguna nota del dormitorio de George y compañía.
—¿Qué es lo que sucedió aquí? —preguntó el tipo.
—Quería saber qué castigo es el más adecuado, antes de hacer la nota al dormitorio de George, señor.
—Bueno, informales que hoy no cenan, y mañana no comerán en todo el día —comentó con cierta malicia en en rostro—. Yo espero disciplina con todo este ejército.
—¡Sí, señor!
Tenía que dar las nuevas una vez más, así que tomé el transporte rápido.
Al hacer mención de lo que Guendair me había ordenado, la reacción de uno de los chicos fue levantarse con aire muy amenazador.
Afortunadamente para mí, Joel apareció, y lo detuvo. Los dos nos alejamos, y cuando este chico se sentó nuevamente, pude sentirme más tranquilo.
—¿Estás bien, Josh? —preguntó el antiguo líder de mi habitación.
—Lo estoy —respondí aliviado, pues fue una segunda visita al lugar de mala reputación—. Muchas gracias por la ayuda.
Él me dio unas palmadas en la espalda. Caminamos juntos a nuestra mesa. Alicia y otro chico de como unos cuatro o cinco años menor que yo se encontraban sentados alrededor.
—¡Mucho gusto, me llamo Joshua! —me presenté ante el nuevo y extendí mi mano, pero este se movió como si quisiera evitar contacto físico.
—Yo soy Joel —dijo el mayor de nosotros tres al más pequeño con el que seríamos cuatro—. ¿Cómo te llamas?
—Jasón, pero a veces la gente escribe mal mi nombre —respondió el chico—. Pueden llamarme «Jay» si gustan. Así no hay tanto problema si lo escriben mal.
—Sería bueno conocer más de ti, Jay. Claro, únicamente si gustas compartirlo —comenté a este, tratando de animarlo, ya que se veía muy nervioso.
Jasón no dijo ni pío. Su mirada se desvío de nuestra atención. Estaba claro que no era un buen momento para una extensa charla con él.
Jay era algo parecido a mí físicamente. Todavía era un niño de unos nueve o diez años. Portaba un uniforme estilo militar en color negro, «igualito» al de todos los demás en el lugar, incluyéndome. El verde podría ser mi color favorito, pero el lugar lo hacía ver perturbador.
—Creo que es un buen momento para cenar, chicos —interrumpió Alicia—. Nuestro nuevo compañero debe tener un poco de hambre también.
Alicia comía como si no hubiera hecho durante meses. Tampoco es que los castigos que tuvimos ayudaran.
—Jay —hablé para el nuevo de nuestro dormitorio—, puedes contar con nosotros para lo que sea.
»Estaremos para apoyarte en lo que sea necesario.
El chiquillo quedó cabizbajo y oculto su rostro entre sus manos a los pocos segundos.
—Mi madre me echó de casa por ser un usuario elemental —replicó entre llanto.
Jasón continuó en su mar de lágrimas, y no podía culparlo. Decidí no hacer más preguntas o comentarios, aunque me animé a abrazarlo. No era justo dejar que se sintiera abandonado..
Y cómo era prácticamente una costumbre, y sin ningún previo aviso, Aroik se acercó para dar la bienvenida al novato. Este parecía más asustado que bienvenido. Jay me abrazó fuertemente y comenzó a sollozar una vez más.
—Supongo que no a todo el mundo le agrado. —El hombre cuyo color rojizo o morado de encogió de hombros y dio media vuelta—. En fin, ¡buen provecho, jóvenes!
—¿Qué pasó, Jay? -preguntó Joel cuando el hombre se color extraño Se marchó.
—Ese sujeto mató a mi padre —respondió el chico.
No supe qué decirle. Hubo un silencio espectral hasta que decidimos ir al dormitorio.
—Puedes venir con nosotros —comenté al chico—. De todos modos somos el único dormitorio con espacio para albergar más gente.
Decidí no hacer comentarios sobre aquel otro que parecía tener perturbada la mente de Alicia. De todos modos Jay nos siguió sin rechistar.
Noté, mientras avanzábamos, que él chico seguía con aquel triste semblante que tuvo en el comedor.
«No me imaginó siquiera lo que habrán pasado todos los demás», medité mientras sentí un escalofrío recorrer mi espalda.
Los pasillos estaban tan silenciosos, salvo por el estruendo de nuestros pasos al caminar. Tal vez haya sido mi imaginación, pero me pareció ver dos puntos rojos puestos en lo que parecía ser una sombra.
—¿Pasa algo, Josh? —inquirió Joel cuando estuve mi andar.
Negué con la cabeza, ya que aquello que me pareció ver ya no estaba. No quería ser juzgado de loco, pero en verdad sentí que había algo o alguien pendiente de nosotros.
Y llegamos al lugar prometido. Giré el picaporte, notando que todo estaba en orden, salvo por aquella cama mía en mal estado y la otra ronda por ratas.
—Te tocará compartir cama conmigo, Jay —mencioné a este—. Prometo que hablaré para que nos den mejores y puedas tener la propia.
—Tú ven conmigo, Josh —exigió Joel, o al menos así lo noté en su tono de voz—. El chico tal vez necesite espacio para acoplarse a nosotros.
—Bueno, ya escuchaste a Joel —dije, y Jay corrió a abrazarme—. Tranquilo, que no te haremos daño, pequeñito.
Lo dejé estar aferrado a mí hasta que se tranquilizó. Lo escuché bostezar, y lo tomé de la mano para llevarlo a la cama.
—Descansa, que despejar tu mente de todo lo malo te hará bien. —Me quedé a su lado hasta percatarme que estuviera bien «mimido».
Los otros dos, o estaban conteniendo la risa, o realmente estaban contentos por mi forma de actuar con Jay.
—Veo que a alguien se le salió el instinto de hermano mayor —pronunció Alicia—. Es eso, o seguramente estás practicando para un día ser un buen padre.
No supe responder. Creo que solamente me dejé llevar por lo que me habría gustado recibir de mi padre si yo estuviera con el mismo ánimo que Jay, pero... Sentí que algo en mi mente estaba difuso.
Tal vez también necesitaba descansar. Es como si alguna vez tuviese el deseo de quitarme la vida.
Me regresé a con Joel, pero ciertamente sentí que me dio un increíble bajón de ánimos. Con papá las cosas fueron difíciles, pero sentí que alguna vez estuve por cruzar la línea e irme al otro mundo.
—¿Qué pasa, Josh? —cuestionó Joel cuando me recosté al lado suyo.
—Pensaba en el pasado y en lo mal que me llevaba con mi padre —repliqué—. No quiero hablar de eso para no preocupar a Jay, incluso si ahora está dormido.
—En parte, entiendo el dolor de ambos —respondió mi amigo—. Me gustaría que las cosas fueran distintas.
»Poco se habla fuera de esta prisión, pero cuando el Señor del Mal fue vencido por nuestros antepasados, Ciudad Capital inició una campaña de desprestigio contra quienes la salvaron de la destrucción.
»Se nos culpó por los males de este mundo, argumentando que éramos los imanes para las catástrofes. La gente creyó en eso, y las guerras contra aquello externo a la capital dieron comienzo.
»La sangre comenzó a esparcirse, mientras el mal se nutría del caos y la devastación que causó a millones de almas que perecieron bajo su silente reinado.
Noté que Joel parecía estar en trance mientras hablaba, hasta que toqué su hombro, sacándolo de sus pensamientos.
—Perdón —dijo con las palmas juntas—. Era algo que solía decirme mi padre y que no lo compartiera con... —Dio un soplido—. Mi hermanito le narró esa historia a mamá antes de la tragedia.
—Creo que dormir nos vendría tan bien como a Jay —pronuncié, observando que el aludido dormía tan plácidamente.
Tampoco es que quisiera pensar en todo aquello que nos podría tristes. Y con Jay, tan parecido a mí, creo que podía entender más a Joel cuando dijo que yo era idéntico a su difunto rato menor.
—Tienes toda la razón, Josh —replicó Joel, alejándose unos cuantos centímetros de mí—. Buenas noches.
—Buenas noches —contesté, listo para descansar.
Fue bueno no tener sueños extraños, o sentirme acosado por alguna presencia más allá de mi entendimiento.
Al amanecer, abrí los ojos. Parecía que todos nos sincronizamos para despertar al mismo tiempo.
Los ánimos de Jay mejoraron, tan así que saltaba como loco. No pude evitar saltar a su lado, animando a nuestros otros dos compañeros de cuarto a unírsenos.
No los dejamos tranquilos hasta que los tuvimos al lado de nosotros. Quería que nuestro nuevo inquilino se sintiera bienvenido.
Paramos cuando nos quedamos sin aliento.
—Jay, ¿puedes decirnos cómo llegaste aquí? -—preguntó Alicia para el más chico de los cuatro.
—¿Puedo decírtelo solo a ti? —respondió el muchacho.
No parecía con ánimos de seguir hurgando en pensamientos dolorosos. Tuve una necesidad de interrumpir, pero Joel me hizo un gesto para retroceder.
—Puedes confiar en todos nosotros —expresé con el fin de tranquilizarlo, y rendido ante el interés que Alicia y Joel en Jay—. Sólo queremos ayudarte.
Él aceptó hablar. Estábamos listos para escucharlo.
—Mi nombre es Jasón Herrera —comentó el chico—. Ese hombre que se acercó a nosotros mató a mi padre el día que se pelearon en un desierto cuyo nombre no recuerdo.
—El Desierto de las flores de tierra —sugirió Alicia—. Está ubicado a unos pocos kilómetros del oeste de Ciudad Capital.
—Creo que fue en ese lugar —mencionó un nervioso Jay.
—Jay, tienes que decirle lo demás —comentó Alicia, mientras se acomodaba un mechón de cabello—. Aquello que me dijiste a mí en la mesa.
El pequeñín nos miró con aires de tristeza. Tomó un respiro antes de proseguir con su relató.
—Ese hombre le habló a mi padre sobre asesinar a un «Destra no sé qué carajos», y sobre matar al presidente.
—¡Destraik! —respondí.
—¡Ese mismo! —exclamó el chico—. Creo que planeaba hacer algo importante.
—¿Qué será lo qué quiere hacer? —preguntó Joel con un rostro pensativo.
—No me agrada —manifesté, pues ahora éramos tres descendientes de Xamián en un sólo cuarto, claro, si es que Jay era uno de los mencionados en el árbol genealógico acosador.
—¿Qué sucede, Joshua? —preguntó para mí el mayor del grupo.
—Me preocupa porque al morir su hijo, el presidente no paraba de nombrar a Xonión —respondí al rememorar aquella tétrica escena entre un padre y su difunto retoño—. De acuerdo al árbol genealógico que vimos juntos, Destraik es su nuevo nombre.
—Seguro no es nada bueno —gruñó Alicia.
—¡Un momento! —comentó Joel—. ¿No era Jasón Herrera el nombre de otro descendiente de Xamián!
—Veo que al fin lo notas —comenté a Joel.
Saqué mi propio pergamino para echarle un vistazo a su contenido. Al ser un día de descanso, no tendríamos que preocuparnos por estupideces.
Jasón se me acercó.
—Yo también tengo uno de esos que aparece y desaparece cuando se le da la gana.
No pude evitar reír ante el comentario. Dibujas palmadas suaves en el hombro de Jay y abrí la porquería esa.
—Este papel chismoso contiene información importante de nuestras familias, Jay —comenté, y el parecía estar muy atento—. Es peligroso que la gente fuera de esta habitación sepan de esto.
El pequeñín, con un brillo en los ojos como el de un chiquillo que recibía con gusto un caramelo, asintió con la cabeza. Pegado cuál chicle, comenzó a ver lo que tenía aquel árbol genealógico nuestro.
Ya no era sorpresa para mí el de por sí tormentoso largo historial de nombres repetidos y los repentinos cambios de pareja entre mis ancestros. Nuestros bisabuelos habían sido hermanos, bueno, medios hermanos...
En realidad, aproveché el parte del día para darle esos detalles familiares a Jay. La verdad es que podría ser como un carnalito para mí, y me gustaba sentirme como el hermano mayor de alguien, de hecho siempre quise un hermano menor. Era obvio que tener solamente a uno de dos progenitores no iba a dar tal resultado. Al menos eso lo descubrí cuando fui creciendo, así que no me culpen.
Durante el resto del día, Joel se ofreció a llevar a Jay por las salas de entrenamiento, y como de vez en cuando olvidaba algunos detalles, le recordé el uso de guantes especiales.
Yo, por otro lado , decidí tomar un descanso luego de... ¿Por qué había cursos obligatorios de manualidades en un lugar preparado para la guerra? En fin, me las arreglé para dormir antes del horario de la cena, ya que no quería provocar la furia de Alicia.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top