Descubrimiento elemental: Parte 2
De repente, una figura monstruosa se puso enfrente de mí. Era una especie de dragón escorpión de color negro con cuatro patas, unas enormes alas, dientes dientes tan afilados que harían que un extinto dragón drosae se orinara del miedo. La criatura se quedó viéndome fijamente, y así recordé que era parecida a la de un sueño anterior.
—Por fin doy contigo, «perra sabandija» —manifestó la cosa esa en un tono burlesco—. Me llamo Destraik, el Señor del Mal en su forma definitiva.
»Hijo de Xamián, pronto te encontraré fuera de un apestoso sueño.
Desperté luego del horrible sueño. Xonión, Destraik, o «daba me igual el nombre», era un ser tenebroso.
—¿Qué pasó, tarado? —preguntó Alicia, luciendo tan molesta como era la costumbre en ella—. ¿Te asusta soñar con ponis?
—¡Eres una idiota! —respondí molesto—. ¡Lo que soñé era mucho peor que los ponis!
—¿De verás? —preguntó ella con aires sarcásticos—. ¿Qué soñaste, tonto?
—Soñé con Destraik —mencioné, sintiendo un escalofrío en todo el cuerpo—. Algo me dice que está esperando con ansias un movimiento en falso para hacerse con Joel o conmigo.
—Veo que también tienes esos sueños horribles —dijo Joel, haciéndose notar en la habitación.
Segundos después , hablé de la apariencia que tuvo aquel espeluznante ser dentro de mi sueño, pero más importante, noté que los brazos del líder del dormitorio comenzaron a temblarle.
Alicia se acercó a él.
—Sabes bien que no pasa nada, Joel —pronunció, rodeándolo con sus brazos—. Ya lo has visto y no ha cambiado nada.
Segundos más tarde, un chico abrió la puerta del dormitorio, asomándose «como Pedro en su casa».
—Ustedes tres, ya es la hora de ir al comedor —dijo y se fue como llegó.
Los tres salimos, observando que nuestra mesa estaba vacía, como de costumbre, pero con los nervios de punta al haber tenido la conversación sobre mi sueño, pero el que mucho antes tuviéramos a Aroik dentro y sin aviso, fue lo peor. Nos sentíamos espiados. Tal vez era mi culpa por ser el nuevo y debían de buscar mis orígenes a toda costa o qué sé yo.
De pronto, un tipo enorme se nos acercó. Este medía como un metro noventa, y parecía sacado de un experimento con esteroides, además tenía la piel bronceada, ojos cafés, cabello negro y una sonrisa engreída que le hacía parecer un matón.
—«¡Salados cocarachas!» —mencionó el extraño.
—Lo siento, no hablamos «estúpido». —le respondió Alicia, como si pudiera hacerlo estallar con la mirada.
—No lo hablan, pero lo son. —contestó el «pendejo».
El chico se pitorreó a carcajadas y cambió de forma a algo menos intimidante. Ahora parecía un chico delgado, de cabello oscuro y ojos negros. Momento... Ese era el mismo baboso que intentó darme un baño no autorizado.
—Se van a quedar sin comida por el momento.
—¡Eso no es justo! —chilló Joel—. ¡Muchos han llegado tarde en otras ocasiones y les han dado cena!
—¡Llegan tarde y hay una cama rota gracias a su novato! —nos dijo a los tres—. ¡Novato, fue tu culpa!
—¡Sigue sin ser justo! —protesté—. ¡Mi cama prácticamente no iba a aguantar nada de peso, y por eso se vino abajo!
—Reglas son reglas —indicó aquel imbécil—. Soy el inspector de dormitorios. También anotaré el mal comportamiento de su novato.
—¡Muchas gracias, Joshua! —gritó Alicia, dándome una bofetada.
—¡Siempre todo es mi culpa! —protesté lleno de ira— ¡Me voy al dormitorio!
—¡Espera, Joshua! —gritó Joel—. Te aseguro que a Alicia le molestará más que nos dejes sin desayuno por irte y no quedarte en la mesa en el horario de la cena.
Me regresé a la mesa; aunque no muy feliz. Estaba acostumbrado a que mi padre me echara la culpa de todo lo que salía mal. Él lo hacía desde la muerte de mamá. Fue lo peor que nos pasó a los dos. Ahora estaba en un lugar en el que básicamente, pasaba lo mismo, pero con distinta gente.
«Tengo hambre y te fo que o servar a todos esos idiotas comer», pensé sin ánimo alguno.
Al terminar el horario de la cena, el mismo sujeto se nos acercó con un aire burlesco.
—Ustedes serán los últimos en abandonar su mesa, o de lo contrario, me veré obligado a reportar que tampoco tendrán desayuno mañana, ¿entendido, idiotas?
Tenía tantas ganas de quitarme aquella tonta sonrisa de su asqueroso rostro.
Cuando por fin pudimos salir, Alicia me dio otra bofetada.
—Te advierto que si vuelve a ocurrir lo de quedarnos sin cena por culpa tuya, «habrá un descendiente de Xamián menos en este mundo». —Ante el hostil furor de su mirada lo mejor era no discutir.
—Alicia, sabes que a ese idiota solamente le gusta molestar, así que Josh es inocente. —Desde ese momento, Joel se convirtió en mi persona favorita de este horrible cuartel lleno de locos descerebrados.
Durante la noche no pude dormir bien. Pensaba en lo mucho que me gustaría encontrar de mi elemento interno, y tener algo para defenderme en territorio hostil, pero también estaba triste. Volvía a sentir una gran tristeza que invadía todo mi ser al estar lejos de casa, pero tal vez era lo mejor.
Al amanecer, Aroik me buscó a primera hora para llevarme a las otras salas de entrenamiento faltantes.
—Luces fatal, muchacho —dijo—. Si hoy no tienes un buen resultado, lo mejor será que vuelvas a probar las salas de este día, pues no dormir puede afectar los resultados.
«Y me lo dicen hasta ahora», medité, recordando los momentos en los que a Joel se le olvidó advertirme sobre algún asunto.
Llegamos al lugar en el que se encontraban las primeras salas a las que entré al usar el teletransportador de la habitación que compartía con mis únicos amigos, y luego mi guía presionó con su zapato izquierdo un botón que estaba en el piso.
El suelo se abrió estrepitosamente y unas escaleras aparecieron.
«Tengo un mal presentimiento sobre cuántos escalones debo bajar», pensé con no muy buenos recuerdos en mente.
Tuve la fortuna de no pasar por otro tormento físico ni de confusión por lo que tampoco fue una especie de recorrido sin fin. Al final del último peldaño, noté que estos conducían a un pasillo inferior que contenía las puertas de las salas restantes. Los accesos estaban ordenados de la siguiente manera: a la izquierda aura, tiempo, cósmico y relámpago; a la derecha alma, espacio, astral y psíquico.
Sentía un llamado de las puertas aura, alma, cósmico y astral. Algo me decía que debía entrar primero a la puerta de primer elemento mencionado. No sé ni cómo explicarlo, pero era atrayente y único como para dar detalles.
—Parece que no es necesario que uses guantes en algunos de estos lugares —afirmó el hombre de color morazul—. Puedo notar que sientes algo, ¿no es así?
Asentí, caminando hasta la puerta del aura, y girando la manija. Tragué saliva, sintiéndome listo para ingresar.
Por dentro, el lugar parecía un arcoíris o un cuadro mal pintado de varios colores. El Tutor Aural era un hombre delgado, que usaba playera, jeans y zapatos en color negro. Él se acercó para hablar conmigo.
El hombre puso su brazo derecho en mi espalda, dándome unas suaves palmadas en el hombro izquierdo. Admito que fue la cosa más rara, ya que estas se convirtieron en golpes después de unos segundos.
—Parece que tu elemento no pertenece a este sitio —me comentó el tutor.
—¿Eso quiere decir que tampoco soy un usuario aura? —le pregunté, un poco decepcionado y esperando un «no» como respuesta.
—Me temo que es cierto, pero el llamado todavía es fuerte muchacho. Tienes sangre aural en tus venas, pero no es tu elemento dominante. Tu fuerza es cósmica o astral.
—Pero si no quiere salir...
—Un elemento no resiste mucho estar en un lugar de energía similar; pero, el tuyo lo intenta, muchacho. Además, Aroik desperdició su tiempo llevándote de sala tras sala por no creer en nuestras palabras
—Entonces, debo irme —sugerí al tutor.
—Todavía no, «descendiente de Xamián» —mencionó el Tutor Aural, lo que me llenó de escalofrío—. Quiero hablar contigo. Yo no pienso revelar tu secreto, de la misma forma que tampoco lo hice con el joven Joel.
—¿Conoce a mi amigo?
«¿Eso quiere decir que ese chico tan medio tonto y olvidadizo es un usuario aura?», pensé con ironía.
—¡Exacto! —confirmó el hombre—. También es mi estudiante estrella. Yo me di cuenta de que él es un descendiente de Xamián desde la primera vez que lo vi.
»Cuando se lo dije, también pedí que lo mantuviera bajo secreto. Destraik es un ser muy peligroso.
—¿Por qué? —pregunté al tutor—. Creí que trabajaban para los hombres del Señor del Mal.
—Secretamente, los tutores elementales nos oponemos a su regreso. De igual forma sabemos que algunos chicos desean entrenar para su inminente llegada.
—Eso quiere decir que es algo inevitable.
—Eso me temo —comentó el hombre con una expresión sombría—. Lamentablemente, la mayoría de los que entrenan en este lugar lo hacen para esa causa.
»Ellos ignoran la amenaza debido a las palabras de gloria que les dejan encantados. —Suspiró, mientras noté una pena que parecía cargar de tiempo atrás.
—¿Tienen un plan para ayudarnos a Joel y a mí? —inquirí, tratando de establecer un lazo de confianza con este hombre. Esperen, eso se escuchó mal, ¿no?
—Queremos que ustedes escapen y busquen a otros descendientes del Señor del Bien —expresó el hombre—. Será un largo viaje, pero quizás puedan detener todo esto.
»Ahora que sabes esto, puedes salir y confiar en que los estamos apoyando desde las sombras.
Y así fue, pero con un mejor presentimiento. Estaba por encontrar el lugar adecuado.
Al salir me encontré con Joel, a quien noté sorprendido.
—Parece que esté tampoco es mi lugar. —Me encogí de hombros, y me pareció que sonreí penosamente—. Aunque parece que estuve cerquita de lograrlo.
¡Carajo! Parecía estar conteniendo el llanto por no poder compartir conmigo el mismo elemento.
—Aunque puedo decir que ya estás cerca de encontrar tu destino. —Me dio unas palmadas en la espalda, y se retiró.
Tuve la impresión de que quería compartir el mismo lugar para entrenar conmigo.
De pronto, sentí unas ganas enormes de entrar a la sala de entrenamiento cósmico. Probé sin ningún guante especial la manija, ya que sentí que no ocurriría nada malo, extraño o nada inusual.
Al entrar, noté que el Tutor Cósmico parecía una masa gelatinosa a la que me costaba moverse. Así también observé que la sala era un cuarto totalmente en blanco y sin nada especial.
—Bienvenido, jovenzuelo —habló la cosa esa—. Llegas justo para comenzar con las lecciones del día.
El entrenamiento consistió en meditar, leer sobre el cosmos y psicología, además de yoga, ejercicios de respiración, ajedrez y otras cosas de habilidad mental.
Una vez que completamos ese «agotamiento mental», pasamos a la prueba. El hombre gelatina mencionó que el poder de los usuarios cósmicos provenía del físico de uno mismo, en unión con la mente, y que por el contrario; el poder astral, se manifiesta fuera del cuerpo, en unión con la mente, o una cosa parecida...
Cuando lancé un ataque llamado golpe cósmico, noté que mi brazo derecho me dolía demasiado. Entonces el tutor sonrió, y dijo:
—Si sentiste el llamado de este lugar y fallaste, tampoco perteneces aquí.
—Eso para mí significa una cosa, señor —dije con una mezcla alegría y sufrimiento, ya que me dio la impresión de conocer finalmente el elemento al que pertenecía, y al mismo tiempo, todavía no se me quitaba el dolor.
—¡Muy cierto, muchacho! —exclamó aquella cosa con mejor ánimo que el mío—. Por lo que veo, tu elemento es el astral.
»Espero recuerdes un poco de tu entrenamiento aquí, ya que no es muy diferente allá.
—Gracias por su ayuda —repliqué cuando ya me sentí mejor.
—No fue nada —pronunció el hombre postre—. Tu elemento por fin cedió a trabajar contigo pese al temor que tiene.
»Esa fue la causa del dolor que tuviste en la prueba. —Colocó su mano pegajosa sobre mi espalda—. Este te avisa que intentará ser valiente por ti.
—¿En serio mi elemento dijo eso? —cuestioné al tipo, especialmente porque mi poder pido haber pensado en algo mejor que un fuerte calambre.
—¡Así es, muchacho! —respondió la masa gelatinosa—. No olvides que ahora trabajarán juntos de ahora en adelante.
Nuevamente agradecí a la gelatina gigante. Miré la hora, y noté que se me hacía tarde para el desayuno. ¡Alicia me mataría!
—¡Tranquilo! —mencionó el tutor—. No dejarán sin desayunar a tu dormitorio por ir a entrenar. Es una regla. Además, si lo haces antes del desayuno, puedes hacerlo fuera del horario. Descansa y luego come.
—¡Sí, señor! —exclamé con entusiasmo de no ser decapitado o algo peor.
Salí de la Sala de entrenamiento cósmico para hablar de Aroik sobre mis logros, pero me dio la impresión de que no me prestó mucha atención.
—Si no hay problema —dije, e hice una pausa para bostezar—, me iré a mimir un ratito.
El hombre de color peculiar me condujo hasta mi dormitorio, dándome una hora y media para poder relajarme y tomar mi desayuno. Al entrar, nadie estaba cerca, por lo que pude descansar sin ninguna pelea o ruido. Puse un despertador que Aroik me obsequió. Una vez que pude cerrar los ojos, no tuve ningún sueño extraño. Eso sí que fue muy agradable.
Al despertar, me sentí algo mareado, pero supe que debía comer un poco. Al llegar al comedor pedí un poco de puré de papa y pollo a la barbacoa, así como agua natural. La comida estuvo increíble, y, para mi mala suerte, me encontré con el mismo chico que me había fastidiado la cena el día anterior.
—¡Este no es horario de desayuno o comida! —me gritó el imbécil—. ¡Pondré un reporte en el expediente de tu dormitorio!
—¡Lo dudo mucho! —respondí, pues estaba enojado por sus tonterías—. Estuve entrenando, y sabes que puedo desayunar, comer o cenar si así lo deseo. Es el reglamento.
—¡Maldición, es cierto! —gruñó el imbécil—. Por cierto, me dijeron que estaremos entrenando juntos. —Sonrió maliciosamente, y para colmo, mi felicidad se fue por el caño—. Lástima que tu novio no te pueda proteger allí.
—Tomaré eso en cuenta, pedazo de idiota. —le dije al tipejo feo ese—. Y Joel es mi amigo y el líder de mi dormitorio.
Aquel idiota se retiró sin más, pero no pude sentir mi el más mínimo ápice de calma dentro de mi cuerpo, pues tendría que ver de nueva cuenta a ese tarado. Me dirigí a una sala de entrenamiento común, en la que cualquier usuario elemental podía entrar sin problemas, pensando en los problemas con los que podría encontrarme próximamente. Había varios equipos de entrenamiento en todo el lugar, desde caminadoras, hasta máquinas extrañas que no sabía cómo funcionaban.
Decidí hacer un poco de cardio, y me encontré con Alicia entrenando también. Con ello, un pequeño pensamiento se me vino a la mente:
«¿Qué tipo de poder tendrá ella?»
—Joel me dijo que vamos a entrenar en el mismo lugar —comentó Alicia, misteriosamente relajada y dándome un sorpresivo acontecimiento.
—¿Es decir que tú también eres...?
—¡Correcto! —mencionó ella—. ¡Soy una usuario astral, listillo!
»Normalmente no me gusta hablar de ello, y menos entrenar en esa sala; pero, supongo que debemos trabajar juntos si queremos huir.
—Creo que debemos planearlo todo antes de...
—¡Ya está planeado todo, taradín! —Lo último que me dijo, ¿fue una tierna expresión o un insulto—. ¿Qué tal si vamos a la sala de nuestro elemento? Tal vez me den ganas de explicarte todo.
—¡Me parece genial! —mentí—. Así podremos entrenar juntos.
Los dos entramos a la sala del elemento al que pertenecíamos. Yo me sentí como en casa. Era como entrar a un museo sobre el universo, y había mucho color negro seguido del blanco. Se parecía un poco al interior de la «sala de entrenamiento cósmico», pero con colores contrarios.
Me presente ante el Tutor Astral que ya esperaba con ansias el poder conocerme. El hombre estaba cubierto con una especie de túnica y su rostro apenas se notaba.
—¡Vaya gusto conocer a otro ya sabes qué! Al ser un novato, te propongo entrenar conmigo en lugar de tus compañeros, muchacho.
—Supongo que aprenderé cosas nuevas —respondí—. ¡Estoy listo para volverme más fuerte!
—Ya sabrás que nuestro elemento es el conjunto de cuerpo y mente, pero se centra en ataques físicos —bosticó el sujeto—. Medita a mi lado, así tu energía buscará afinidad con la mía para resonar con las de otros.
Comencé con la práctica. Me fue complicado los primeros minutos, pero luego, fue como sentir el cobijo de alguien más, una mano amiga que me invitaba a seguir el paso de otras almas que nos hacían compañía. Por primera vez en mucho tiempo, me sentí aceptado.
—Puedes abrir los ojos ya, muchacho —comentó mi mentor.
Al hacer caso a su instrucción, noté que sacó algo por debajo de su túnica, y afortunadamente no el tipo no fue un viejo cochino. Era un papel con lista de varios movimientos de ataque y defensa, los cuales eran exclusivos para los usuarios astrales.
—Aquí hay una lista con varios movimientos especiales para los nuestros, Joshua —mencionó el Tutor Astral—. ¿Cuál de estos crees que sea el tuyo?
Miré lo que tenía frente a mí, y en efecto, era una gran variedad de técnicas a probar. Sabía que debía buscar con atención para encontrar el adecuado. Entonces vi uno, sentí que ese era el correcto y lo señalé con el dedo:
—¡Este es el mío! —exclamé, lleno de entusiasmo—. ¡El X-Astral!
—Un movimiento muy complicado, muchacho —dijo el tutor, con cierta preocupación en su rostro—. Todos aquí lo han intentado y han fallado. ¿Qué te hace tan especial para poder lograrlo?
—Soy un descendiente de Xamián que ha escuchado el llamado.
—Cuidado con lo que dices, muchacho —advirtió el tutor con una expresión precavida—. Si alguien se entera de eso, puedes estar en grave peligro. De todas formas te ayudaré con tu entrenamiento.
—De acuerdo —repliqué, y en efecto, había olvidado ser cuidadoso con lo que dije.
Comencé a hacer los movimientos indicados en el papel. Tenía que cruzar las manos desde la altura de mi pecho, cosa que hice como unas treinta veces. Mi entrenador mencionó que debía correr veinte vueltas por un sitio especial que se encontraba debajo de la sala de entrenamiento en la que nos encontrábamos. Él me hizo compañía y corrió conmigo. Pude sentir una vez más la compañía de su energía dándome el apoyo que necesitaba en realidad.
Al parecer, el ser un usuario astral me daba una mayor resistencia. Mi cuerpo me pedía correr más. Casi sentía que podía volar, sólo que el tutor asesinó mi sueño cuando me indicó que ya había dado las veinte vueltas.
—¡Nunca vi a alguien con tantos ánimos de correr! —comentó, riéndose de mí—. Tus compañeros se quejan cuando van en la quinta vuelta, y muchos hacen más berrinches de niños pequeños.
—¿En serio? —pregunté, bastante alegre por mi logro.
—Ahora, corre veinte vueltas más con los brazos cruzados a la altura de tu pecho —indicó el hombre, situación que me parecía una broma de mal gusto.
—Creo que no bromea —dije, pues realmente no sabía si aguantaría esa cantidad.
—¡No bromeo! —mencionó el hombre con el ceño fruncido—. Muchos no logran ni la tercera vuelta.
»Es el único método para proceder con este entrenamiento.
—Lo intentaré —contesté, pensando en las posibilidades.
Entonces, comencé a correr nuevamente. Me sentía en total libertad, y tuve una sensación rara. Era parecido a tener a alguien que me acompañara a cada paso, por lo que tuve la necesidad de detenerme.
—¿Qué sucede? —preguntó mi tutor—. ¿Te rindes?
—No —contesté—. Es solo que sentí una presencia extraña.
—¿De verdad? —preguntó el tutor, algo sorprendido de mi comentario—. Si quieres podemos parar. Hay más cosas que podemos intentar.
—¡No! —exigí—. ¡Sé que lo lograré!
Me puse a correr nuevamente, y volví a sentir la misma sensación de que alguien corría a mi lado, pero no me detuve. Seguí con lo mío con toda la energía posible, hasta que logré dar las veinte vueltas. Mi cabeza comenzó a dolerme demasiado, y todo me daba vueltas. Grité de dolor. Segundos más tarde, vi un gran tigre blanco de dos metros de altura a mi lado.
—¡Mi amo, es un gusto conocerlo! —dijo una voz que parecía provenir del tigre.
—¿Quién eres? —pregunté.
El tigre me miró fijamente, y dijo:
—Soy su compañero. Soy su espíritu elemental. Tigroin es mi nombre, y vine a su llamado.
Tigroin me dio un gran besote lleno de baba de tigre, lo que además parecía ponerlo de buen humor.
—Creo que necesitarás más entrenamiento para controlar a este amigo tuyo
Tras la breve interrupción, el Tutor Astral se colocó en medio del espacio en el que me entrenaba.
—Quiero que intentes usar contra mí el X-Astral —pidió el hombre, adoptando una pose firme.
Fue así que me coloqué a una buena distancia de él. Puse mis brazos a la altura de mi pecho y comencé a correr. Para mi sorpresa, noté que mis brazos estaban rodeados por energía proveniente de mi cuerpo.
Altamente concentrado en el movimiento, grité el nombre de este:
—¡X-Astral!
Pude ver al hombre siendo disparado hacia una pared. Este apenas pudo reaccionar antes del impacto.
—¡Vaya sorpresa! —exclamó el Tutor Astral con mucha energía de sobra—. Mi primer estudiante que logra hacerlo. ¡Estoy orgulloso de ti, Joshua!
—¿Seguro que no le hice daño?
El hombre se acercó a mí, y me dio un gran abrazo, y lo escuché felicitarme por mis logros en mi primer día de entrenamiento.
—¡Regresemos con los demás, muchacho! —dijo el tipo—. Removeré a George de su mes como inspector de dormitorios, y te pondré a ti.
No supe qué responder. Estaba tan feliz y me sentí acogido. Tuve ganas de llorar, pero sentí que el hombre me sostuvo.
—¿El inspector se llama George? —pregunté, secándome las lágrimas.
Cuando llegamos al centro de la sala de entrenamiento, noté que mi tigre nos había seguido dentro. Todos los demás chicos nos miraban sorprendidos, incluyendo a Alicia y a George, el tipo que se había encargado de dejar sin cena a mi dormitorio la vez pasada.
—¡George, acércate! —pidió el Tutor Astral—. Ya no eres el inspector. Ahora lo es Joshua.
—¿Qué? —cuestionó el tarado, más asombrado que indignado—. ¡No creí que ningún novato lograría tanto en un día! ¡No es justo!
—Este es un novato que escucha y actúa ante la guía de otros —pronunció el hombre—. Lo siento, pero también él te supera en rango, ya no eres el líder de mis fuerzas.
Supuse que a George no le agradaron mucho esas noticias. Él se me lanzó sobre mí con algo de furia para darme puñetazo en la nariz, provocando que comenzara a salirme sangre de esta.
Los demás se amontonaron para quitármelo de encima. George gritaba maldiciones, y así supe que nunca estaría en su «lista de favoritos». Alicia me echó una mano para levantarme. Me abrazó. Noté que se le veía asustada. El tarado embravecido logró escapar de los chicos que lo sujetaban, y se dirigió hacia mí nuevamente. Tigroin se interpuso entre nosotros.
—¡No dañarás a mi amo! —dijo mi furioso tigre, mostrándole sus filosos colmillos.
George comenzó a temblar de miedo, y así fue que se alejó de mí. Alicia se separó de mí y dijo:
—¡No creas que ese abrazo fue algo más, listillo! Si te perdemos, se puede perder a un poderoso aliado. Además, prefiero tener de mi lado al novio de Joel que de enemigo.
—Joel y yo no somos novios —protesté, pero supe que era una broma, así que ambos comenzamos a reír.
—Parece que vienen tiempos mejores —mencionó la chica.
Realmente me gustaba aquella idea. Por primera vez en la vida, sentí que encajaba en un mismo sitio.
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