Descubrimiento elemental: Parte 1

Joel miraba con ojos centelleantes repletos de asombro aquel pergamino que tenía en mis manos.

«¿Qué tan importante es está cosa acosadora», pensé sin darle la misma importancia que el líder de la habitación.

—Es momento de abrirlo —dije a mis compañeros de cuarto—, pero creo que necesito ayuda para comprender algunas cosas.

—Puedes contar con mi apoyo, Josh —expresó Joel con una expresión relajada.

»Si es lo que creo que es, muchas cosas cambiarán y te comenzarán a definirse, amigo. —Hizo un ademán a Alicia para hacerla participe del descubrimiento del siglo.

Una vez que abrí el pedazo de papel de cuero mágico, el objeto comenzó a brillar con un tono dorado demasiado intenso. Tuvimos que cerrar nuestros ojos por un momento ante tan deslumbrante luz.

—Es un papel hecho por usuarios astrales —comentó una calmada Alicia—. Dicen que su luz trae buena suerte.

El pergamino dejó de brillar, y extendido sobre el colchón, un árbol genealógico comenzó a dibujarse en este. Joel señaló algo con su dedo.

—¡Mira aquí, Joshua!

El papel mágico tenía escrito el nombre Joel Johnson.

—Ese es mi nombre —indicó—. Esto es algo que solamente puede ser visto por descendientes del Señor del Bien. —Me dio unas palmadas en la nuca.

Para sorpresa mía, el nombre de ese mítico ser se encontraba escrito en lo más alto de todos los demás. En el árbol genealógico se repetían «dieciséis veces» los nombres Jack y Joshua. De hecho, el primer Jack y el primer Joshua fueron hijos de Xamián, de acuerdo al contenido de este. La único peculiar entre estos fue que habían sido procreados por madres diferentes.

Jack VII tuvo un hijo y una hija llamados Jack y Laura respectivamente; aunque, para sorpresa mía, los descendientes del primer Joshua seguían siendo únicamente varones del mismo nombre. Laura tuvo un hijo llamado Dante y una hija llamada Lauretta. Jack X tuvo dos hijos que fueron nombrados Zack y Jack, pero había vuelto a ocurrir lo de diferentes madres de una forma similar a su ancestro.

La descendencia de Joshua se mantuvo igual hasta Joshua XI. Al parecer, Joshua XI rompió con la tradición. Los hijos de este Joshua fueron llamados Joshua y Jasón, pero habían más nombres a partir de los hijos de estos sujetos. También había notado que este Joshua había sido hijo no únicamente de alguien con el mismo nombre, sino también de una mujer llamada Laurel, proveniente de la descendencia del otro hijo de Xamián.

Además, en la doceava generación había algo particular. Había un nombre muy diferente: Brent, un medio hermano de Joshua XII y hermano de Laurel II.

Los hijos de Jack XII se llamaban Jack y Jacob I. El árbol genealógico era más complejo de lo que pensaba y la cabeza comenzaba a dolerme. Lo único que entendí fue el hecho de que no eran muy originales con los nombres y que a los ancestros de Jack XVI y los míos tendían a engañar a sus parejas.

—Si miras con atención —habló Joel, llevando mi dedo a un punto específico—, Zack II tuvi dos hijos: Zack III y Joel I, mi abuelo.

Después, el líder del dormitorio volvió a examinar con la mirada aquel extraño objeto.

—¡Y aquí tenemos a Joshua Álvarez! —Señaló Joel con su dedo—. Amigo, aquí hay algo interesante.

—¿Qué sucede? —pregunté.

—Bueno, digamos que sólo hay dos Joshua Álvarez. —comentó el chico, con una expresión pensativa en el rostro.

—No le veo el problema a eso —dije—. Es el nombre de mi padre, y el mío también.

—No es que sea un problema —expresó Joel, dándome un golpe con el dedo medio en la frente—. La cosa es que del primer Joshua al Joshua decimocuarto, el apellido es Sloan.

—¿Eres nieto de Joshua Sloan? —me preguntó Alicia, tomando entusiasmo con la charla.

—La verdad nunca conocí a mi abuelo paterno —repliqué, encogiéndome de hombros.

—Tu abuelo fue uno de los últimos usuarios astrales que participó en la guerra de Ciudad Capital contra los Reinos elementales —comentó Alicia—. Él fue un gran guerrero, y por un tiempo lo consideré mi ídolo. Claro, hasta conocerte.

—¡Muchas gracias, Alicia! —grité, algo molesto por su comentario—. Lo peor de todo es que estoy en un sitio en el que un montón de locos adoran al chiflado supremo.

—Por eso tenemos que hacer algo para escapar —añadió Joel, cuyos brazos estaban temblorosos—. Creo que también es buena idea que busquemos a otros iguales a nosotros para formar un equipo.

—Es decir... Hay un buen puñado de nosotros ahora —expresé con falta de energía—. El único marcado como desaparecido es Brent.

—Si has leído lo suficiente, algunos de los nuestros viven en los Reinos elementales —dijo un entusiasta Joel—. El único problema será encontrarlos con el «par de locos» de Guendair y Aroik sueltos.

—Espero que podamos encontrar una forma de dar con ellos —mencionó una tranquila Alicia.

«Creo que hay mucho más por descubrir sobre mi abuelo y el resto de mis antepasado», medité.

—Usuario astral o no, estás aquí porque ellos detectaron que posees algo de energía elemental en tu interior —mencionó Joel—. Respecto a tu padre, imagina la presión de ocultar las habilidades de su hijo en una ciudad que sigue matando a personas que consideran diferentes. Creo que no te dijo nada para protegerte.

—Creo que Joel está en lo cierto, Joshua. —dijo la chica de nuestra habitación.

»Además, tu abuelo fue uno de mis profesores en el Reino Astral, tiempo antes de mudarme a esta apestosa ciudad.

Todo esto de descubrir sobre mis orígenes, enemigos a los que no conocía y tenía desde antes de nacer, mi extensa familia, y el drama de una ciudad que detestaba a los que eran diferentes ya era demasiado.

De vuelta a escena, Alicia se levantó.

—Iré a entrenar —caminó hasta la salida, dejándome a solas con Joel.

—Yo también me voy —manifestó el líder—. Tú igual puedes aprovechar para descansar, según el reglamento.

—¿Otro asunto del que no me hablaste antes?

El chico sonrió apenado, y se marchó también. Además de solitario, tenía muchas cosas en mente, así que me era difícil concentrarme en una sola cosa. Y respecto al pergamino, este desapareció en un abrir y cerrar de ojos.

Dormí un poco, me encontré un aterrador y oscuro páramo. Una extraña fuerza me impedía moverme, y quise gritar, pero era como si mi voz hubiese escapado de mi alma.

—A pesar de la adversidad, no temas muchacho —dijo una voz.

«¡Claro! La tengo fácil como cordero en una jauría de lobos», medité.

—Une a los demás y luchen juntos.—dijo aquella tranquila voz—. Tendrán más oportunidad ante lo que está por venir.

Desperté, al parecer, al día siguiente. No había rastro de mis compañeros. En el cuarto, una voz emitida por un parlante mencionó que era la hora del desayuno.

«Espero no perderme en el camino», medité sobre lo tedioso que me fue ir al comedor la primera vez.

Por fortuna, aquello no ocurrió.

Las mesas estaban hasta el tope como la vez pasada con excepción de la de mi dormitorio que únicamente contaba con tres miembros.

«De vuelta a la pesadilla», juzgué con desgana.

En esa ocasión había estofado, ensalada de verduras con crema, pollo a la plancha, agua de distintos sabores, y también había fruta fresca. Realmente sabían dar un festín para ser los malos del cuento.

—Hoy no habrá discurso —bosticó Alicia, mientras masticaba algo—, así que podrás comer como el puerco que eres.

«Y me lo dice la que se está dando un buen agasajo», pensé con ironía.

Decidí tomar un poco de estofado y algo de ensalada para el inicio, al igual que un poco de agua de melón. La comida en verdad tenía un fantástico sabor. Era como comer un plato divino y peligroso a la vez.

—Por cierto , Josh —mencionó Joel—, Aroik me pidió decirte que vayas a su oficina.

»Alicia tendrá que llevarte, ya que tengo un asunto que atender.

—¡¿No puede alguien más?! —preguntamos ambos al unísono, haciendo que esto se volviera más penoso.

—Nel —respondió con hastío—. Ustedes dos necesitan conocerse más, o les juro que si continúan peleando, los dejo a su suerte.

—Pero... —Una vez más, hablamos juntos.

Joel solamente se dio media vuelta, dejándonos a solas, así que me quedé con la compañía más caprichosa del mundo en nuestra mesa. De pronto, ella, decaída, como si mi presencia fuera deprimente, se levantó.

—¡Sígueme, pues! —dijo como un niño que había sido regañado por sus padres. Créanme, tenía experiencia en esto, al menos con mi viejo.

Debajo del comedor habían unas escaleras en forma de caracol, pero tras como dos minutos de seguir descendiendo en estas, me pregunté si realmente tendrían un fin, ya que no encontraba la salida a esto.

«¿Acaso les gusta ser extravagantes con todo este lugar», medité con lo poco agradable que me resultaba el lugar a cada paso.

Después de otros escalones más, finalmente terminó la tortura física.

«Tal vez a esto se refería Alicia cuando dijo que iba a "entrenar"», reflexioné.

Frente a nosotros teníamos un gran portón metálico e cuyos lados se dibujaban figuras cuadradas, y dentro de estas, unas circulares.

—¿Te vas a quedar ahí pasmado de por vida, o vas a entrar? —preguntó Alicia con aire demandante.

—¡Bueno, ya voy! —Me sentí presionado—. Pero que conste que fue por decisión propia. —La miré, ya que ella no movió ni un solo músculo—. ¿Tú no vas a venir?

—Es a ti al que buscan —replicó con una mirada penetrante—. Recuerda no hablar de más y se prudente.

«¿Acaso me dijo chismoso?», pensé atónito. A duras penas y le hablaba a ella y a Joel.

Tuve que entrar solo, así que empuje la que de por sí era una pesada enterrada. Por dentro vi una chimenea eléctrica, varias velas blancas encendidas, unos candelabros gigantes de oro colgando del techo. En el centro se hallaban dos sillones de color negro: el primero, para tres personas; el segundo, para dos. Las paredes estaban pintadas de un blanco que hacía juego con esta prisión.

Aroik se encontraba sentado en el sillón más grande, haciendo señas de que tomara asiento en el otro.

—¡Vamos muchacho, siéntete cómodo! —mencionó el hombre morado con una sonrisa calmada—. Este será tu hogar de aquí en adelante.

«Mi hogar...», medité, recordando el verdadero y pensando en mi padre.

—Bien, creo que es cierto —dije, fingiendo calma y cero asperezas—. No creo que a mi familia le importe que me quede aquí un tiempo, o lo que sea necesario.

—La verdad es que a muchos padres no les importó abandonar a sus hijos por ser usuarios elementales —afirmó el hombre, pero me dio la sensación de que algo más ocultaba.

Cerca de donde él estaba sentado había una mesita con una copa de vino tinto. La cogió y tomó un sorbo. Jugueteó con su lengua por rededor de su boca antes de limpiarse con una servilleta de papel que tenía el grabado de un dragón.

—No creo que te haga bien seguir pensando en eso, muchacho —pronunció antes de volver al vicio—. Dentro de todas las cosas que pueden pasar aquí, ¿conoces tu poder elemental?

—De momento ignoro la respuesta —me encongí de hombros para no levantar sospechas de algo que no sabía si poseía—. Sé que debo tener uno, o de lo contrario ya estaría todo tieso desde el día que llegué a este lugar.

»Joel me lo explicó mi primera noche —mentí.

Aroik se acercó a mí, dándome unas palmadas suaves en el hombro derecho.

—Ya es momento de que sepas cuál es tu verdadero poder, jovencito —dijo, y hubo algo en su rostro que me hizo sentir temor—. Necesitarás uno para acompañarnos en nuestra lucha.

—¿Cómo lo sabremos? —pregunté con cierto interés, y en verdad lo quería averiguar o sería eliminado.

—Serás llevado a un Campo de entrenamiento de energía elemental para ayudarme con el asunto —aformó con aquella mirada que penetraba hasta el alma.

Los dos salimos de su oficina y a mano derecha de la puerta de entrada, se podían ver unas escaleras que conducían a tal lugar.

«¡No de nuevo!», pensé con desánimo.

—Te aseguro que está ocasión serán muchísimos menos que para llegar aquí.

Tal vez notó mi cara de horror cuando vi que de nuevo tendría que pasar por un lugar tan estrecho y el que podría sentirse infinito de todos modos.

Los dos iniciamos el descenso para dirigirnos al lugar prometido. Realmente me ponía los nervios de punta no poseer ningún tipo de poder, ya que deseaba seguir viviendo.

Y bueno, al parecer, no fueron tantas escaleras como Aroik ya lo había advertido antes.

En un estrecho pasillo («¿Quién fue el arquitecto que diseñó este sitio?»), ocho puertas se alzaban para un elemento específico. A la izquierda se encontraban: fuego, agua, tierra y viento; a la derecha luz, oscuridad, hielo y planta.

Quería entrar a la sala de fuego; pero antes de entrar, Aroik me detuvo.

—¿Será que sentiste algún llamado dentro de tu alma, muchacho? —cuestinó con un espeluznante brillo en sus ojos—. Por cierto —dijo, tomando mi mano—, yo no tocaría eso con mi mano desnuda si no fuera un usuario fuego.

De su bolso del pantalón sacó algo y me lo dio. Eran unos guantes anti-quemaduras para abrir la puerta. Abrí la puerta para echar un vistazo al lugar. La sala de entrenamiento era amplia. Había un gran terreno de tierra, sin nada de pasto y...

«¿Cómo rayos metieron un desierto a un lugar así?», pensé al notar el páramo en el que me hallaba.

Aroik caminó junto a mí y me condujo ante una mujer pelirroja de uniforme de un color que hacía juego con su larga y sedosa melena ondulada que caía a la altura de su pecho. Era muy bonita y se hacía llamar Tutora de Fuego.

—Tenemos una situación de «novato inexperto» que todavía no descubre su poder dominante —comentó aquel hombre morado, ¿no era de otro color antes?

«¿Acaso era un crímen no usar mis poderes? ¡Oh, espera! Lo era», juzgué, notando que el otro me guiñó un ojo.

La mujer me miró con unos ojos llameantes que me perturbaron mucho más que ciertas miradas de un sujeto de color peculiar.

—Escucha bien, chico. —Sus ojos brillaban como dos flamas que se erguían en un bosque—. El fuego no es un elemento para cobardes. Requiere determinación, talento, y por supuesto, equilibrio.

—¿Y qué puedo hacer para lograrlo? —pregunté animado y la mano levantada.

—Vamos a empezar con unos ejercicios de respiración y de meditación para dar con si posees la llama interna. —Su rostro se tensó—. Estás frente a alguien que domina un elemento que puede traer vida, pero también destrucción.

»El fuego es bastante inestable cuando no se maneja con cuidado. —Colocó su índice en mi nariz, y juro que no vi ni cuando se acercó a mí—. Si no es tu elemento dominante, pude ser que ni una chispa se manifieste.

Y allí me tienen, estando en la.misma pose, con los ojos cerrados, respirando profundamente y concentrado en aquello que me llegaba a los oídos. No supe cuánto tiempo transcurrió. Solamente sentí tranquilidad y paz.

—Abre los ojos, niño —ordenó la fémina—. Quiero ver si existe esa pasión en ti.

«¿Se referiría a mi entrenamiento?», pensé, sintiendo un cosquilleo en las mejillas.

Al tener mis ojazos bien abiertos, noté que los demás chicos comenzaron a lanzar llamas por las manos, boca, o incluso con los pies, sin chamuscar su ropa, o a ellos mismos. Algunos más creaban bolas de fuego o siluetas de animales. Era un ardiente y terrorífico espectáculo que me dejó deslumbrado. Tenía ganas de formar parte de este.

—¡Inténtalo ahora! —gritó la tutora con una ardiente sonri... pasión.

Intenté hacer lo mismo que los demás, pero ni siguiera conseguí expulsar humo

—¡Largo de aquí! —protestó la mujer, lo que no fue de mi agrado.

—Ya tendrás más oportunidades en otras salas, chico —habló Aroik, tratando de brindarme apoyo, pero no era la razón por la que quería seguir en el lugar, es que la tutora era una belleza—. También tendremos que descartar la sala de entrenamiento de luz para evitar que explotes. Decidí dirigirme a la sala de agua, aunque el hombre morado sugirió la de oscuridad.

«¿Qué elemento elijes ahora, muchacho?» —chasqueó los dedos, y de pronto, nos encontramos en ese pasillo lleno de puertas.

—Creo que iré a la de agua —declaré sin miedo al éxito.

—Entonces, ya que se trata de otro de los cuatro básicos, sugiero que vayas por su opuesto; la oscuridad.

«¿Cómo para qué o qué?», pensé.

Antes de abrir la puerta, el sujeto me obsequió un par de guantes de luz, ya que de no ser un usuario de ese elemento; mi alma sería absorbida, al menos eso era lo que decían las instrucciones en estos.

«¿Y de dónde los sacó?», me cuestioné.

Tal vez no había prestado atención al detalle.

Al girar la manija de la puerta, observé que llegué a un cuarto bastante oscuro. Una luz oscura y siniestra comenzó a iluminar el lugar. Era como entrar en uno de esos lugares tenebrosos que se ven en las películas. Todos los chicos dentro llevaban capuchas color negro, a excepción mía, claro esta. En una pared de ladrillo se podía observar un gran grupo de antorchas con llamas negruzcas y un anuncio con una leyenda que decía: «Una llama encendida por cada alma presente».

Seguí caminando, sintiendo la presión del momento y las miradas de los demás sobre de mí. Seguí avanzando, hasta sentir que di con el equivalente a la hermosa mujer de antes, pero era un sujeto... raro.

En cuanto al Tutor oscuro, este era un tipo hecho de sombras, y no se podía distinguir su rostro. Claramente no parecía humano, pero su voz grave te podía helar la sangre.

—¿Qué pasa, muchacho? —preguntó el sujeto—. Creo que le temes a mi voz.

—Es difícil de explicar, pero sí. —le respondí, un poco asustado por su presencia.

—Ya veo. —me dijo tan calmadamente—. ¡Vete! —Lo de antes se fue de sabático—. ¡No perteneces aquí o al elemento agua!

—¡A sus órdenes, señor! —repliqué, y no podía estar más de acuerdo con irme de este escalofriante ambiente.

Fue así que abandoné ese siniestro lugar, logrando sentirme bastante relajado. En el camino, me topé con Aroik una vez más.

—¿Irás ahora por el viento? —me cuestionó, pero supuse que tenía que volar, o algo así.

—Creo que mejor voy por la tierra —repliqué apenado.

Una vez que me encontré frente a la puerta, eché algo de agua a la manija por sugerencia del sujeto púrpura del que estaba seguro que se veía más claro antes.

Ya adentro, el lugar era un paisaje seco y montañoso. Menos caluroso que la sala del fuego, aunque no era mi clima favorito. La Tutora de Tierra era una mujer de arena, literalmente. Ella me mandó a meditar alrededor de quince minutos, otros quince minutos de cargar piedras y libros, fueron veinte minutos más de distintos trabajos físicos, y quince extra de armar castillos de arena o piedras.

Lo cuento así porque no fue mi mejor momento.

—¡Ya estás listo para la prueba, Joshua! —afirmó ella.

—¿Cómo lo sabe, señora? —pregunté a la mujer de arena—. ¿Y cómo supo mi nombre?

—La tierra habla, y se interesa por ti; por alguna razón, tú... —comentó la mujer de arena, lo que me hizo sentir algo relajado.

—No entiendo lo que me dice, mi señora —respondí, sintiendo el aire recorrer mis pulmones—. Aunque por alguna razón, me siento tranquilo.

—No tienes que entenderlo, Joshua. Únicamente debes concentrar tu fuerza para mover la arena y formar un castillo a partir de la tierra a tu alrededor.

—De acuerdo.

Podía sentirme totalmente calmado y en total sincronía con la tierra. No sabía porque, pero me gustaba estar en ese lugar. Me concentré para hacer un castillo y vi que el polvo se movía. Me quedé sorprendido y algo alegre al ver que aparentemente había encontrado mi lugar.

—Esto es muy interesante —mencionó la Tutora de Tierra, mientras observaba el castillo que formé con mi mente—, la tierra dice que tampoco es tu lugar.

—¿Cómo puede ser posible? —pregunté atónito a la mujer.

«Si este no era mi lugar, ¿existiría uno realmente para mí?», medité.

—El suelo debajo tuyo me dice que tienes sangre de usuario tierra en tus venas, aunque en ti existe un elemento más fuerte. También tienes cualidades del fuego y aura no dominantes. Tu verdadero elemento tiene miedo a mostrarse.

—¡No entiendo! —expresé de forma desesperada—. ¡Explíqueme por favor, mi señora!

—El miedo se expresó desde tu abuelo, al tomar la difícil decisión de abandonar a tu padre.

—¿Mi abuelo abandonó a...? —Se me cortó la voz por unos segundos.

«¿Abandonó a mi padre?», reflexioné sobre dicha información.

—No hubo otra opción. —La fémina colocó su tierrosa mano sobre mi hombro—. Él lo hizo para protegerlo, cosa que tu padre hizo contigo al pedirte salir de casa..

—¿Mi padre me abandonó para protegerme? —pregunté, más confundido que antes.

—Es algo que te quedará claro más adelante —dijo, y aunque ella no poseía forma definitiva, sentí que me miraba con lástima—. La tierra habla y predice, por lo que no te lo diré. La tierra ve en ti a un joven valiente. Por ahora debes encontrar tu verdadero camino. Es la única manera de encontrar tu equilibrio.

—¿Encontrar equilibrio?

—Es tu momento de ir a la puerta de la planta, y si fallas, tendrás descansar por hoy, y retomar la búsqueda de tu elemento al día siguiente —respondió ella con suma tranquilidad.

Salí de esa aquella sala, y antes de dirigir mi camino al referido sitio, pero antes, tenía una pregunta en mente. pregunté si no era necesario algún tipo especial de guantes.

—En caso de que una sala haya sido sugerida por un tutor, no hay necesidad —comentó Aroik.

Después de esas palabras, entre al lugar.

El ambiente parecía el jardín más enorme que mis ojos habían visto en toda mi vida. La instructora era una mujer de mediana edad que se hacía llamar la Tutora del Jardín. Era la más interesante que había visto hasta el momento. Tenía el cabello color violeta, ojos de azul claro, piel morena, tenía una blusa y jeans color verde claro. Sus zapatillas eran rojas y su rostro se veía muy apacible. Esta sala tenía un olor muy dulce y agradable. Me gustaba mucho el sitio.

La relajada mujer me llamó con los mano.

—Jovencito, ¿me ayudarías con una plantación de arbolitos, y a echar agua a las otras plantas? —Su voz era tan apacible e hipnotizante que cedí.

Nos tardamos dos horas en la primera actividad, y media hora en regar todo el jardín. En realidad, todo esto fue para nada, ya que al realizar la prueba del sitio (fue hacer todo lo anterior), quedó claro que ni la planta ni el viento eran el elemento que buscaba.

Al salir, observé que Aroik se veía un poco cansado, por lo que me recomendó descansar también el resto del día. Yo todavía no tenía muy claro porque al fallar en un elemento, otro más no era el recomendado.

—Fuego y luz son opuestos. —comentó el hombre morado ante mi duda—. Lo mismo pasa con agua y oscuridad, viento y hielo, tierra y planta.

—Todavía no entiendo. —le dije.

—Bueno, un ejemplo es cuando por error un usuario fuego va a la sala de luz a buscar problemas. Va a arder en su propio poder.

—¿Entonces pueden pasar cosas terribles si se entran a las puertas de dos elementos opuestos?

—Depende de las intenciones, muchacho —mencionó un pensativo Aroik—. Lo siento, me emociona que un novato aprenda cosas nuevas. En fin, nos quedan ocho elementos más. Uno de ellos será el que buscamos. Mañana te llevaré a las salas restantes.

—¿Y qué pasó con el viento y hielo si son opuestos como agua y oscuridad?

—El elemento tierra que escogiste en lugar del viento no era una respuesta típica —volteó a verme fijamente.

«Podría haberlo dicho antes de todos modos», cavilé no muy entusiasta. La verdad es que una parte de mí quería continuar, pero otra más no estaba muy segura. Era una balanza de emociones que se desequilibrada a cada rato.

—Me encantaría saber mi elemento —repliqué, cada vez más ansioso por descubrir la verdad—. Aunque de acuerdo con la Tutora de Tierra, mi elemento tiene miedo a ser descubierto.

—Al ser perseguidos por una ciudad como esta, muchos de los novatos han pasado por lo mismo —me dijo el sujeto de color inusual—. Descansa Joshua, mañana seguiremos con el trabajo.

—¡También descanse usted, Aroik! —dije, aunque sabía que el sujeto era peligroso.

—Por cierto, a tu izquierda deje un pequeño teletransportador que podrás usar a tu conveniencia —manifestó Aroik antes de desvanecerse.

Cuando entré al dormitorio, Joel y Alicia estaban solos. La chica estaba leyendo una revista, y el muchacho se encontraba escribiendo en una especie de cuaderno.

Aroik los saludó de mano, «¿cómo carajos entró?», y se marchó de inmediato. Joel se levantó.

—¿Ya lograste encontrar tu elemento?

Negué con la cabeza, y él me dio unas palmadas en el hombro izquierdo para mostrar su apoyo. Sentí que me trataba como un hermano pequeño.

—Estoy seguro que lo harás —pronunció, sentándose a mi lado y era evidente que quería que lo siguiera.

—Al menos logré hacer un castillo de arena con mi mente, aunque ese no fue mi lugar —respondí cabizbajo, ya que me estaba declarando inútil.

—Al menos sabes que eres un usuario elemental y en parte, no tendrás que pensar en que cortaran tu cabeza, siempre y cuando no reveles más cosas —miró en todas direcciones—. No me gustó ver a Aroik por aquí.

No fue el único en pensar esto.

Me acosté sobre mi colchón, esperando a que llegara la hora de la cena. Para evitar problemas, le pedí a Joel que me despertara unos minutos antes de la hora. Me quedé profundamente dormido y comencé a soñar con unos ojos rojos enormes y afilados que parecían emanar una potente luz del mismo color.

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