Capítulo 3: La sombra del héroe caído
Adaptarse a este nuevo trabajo es un reto para Claudia. Nunca había tenido un trabajo formal en su vida y siempre había sido una chica tímida y torpe. Siente que no ha tenido la oportunidad de conocer el mundo ni conectar con nadie, lo cual pensaba que sería un gran problema.
—Este va a ser tu escritorio, niña —gritó Edwin, sacándola de sus pensamientos.
Desde pequeña ha tenido una vida poco complicada; siente que la mayor parte de su niñez ha sido como dormir en algodón de azúcar, muy suave. Viene de una familia acomodada; nunca le ha faltado comida ni vestido, siendo hija única se puede decir que creció siendo mimada.
Claudia observó su nuevo entorno, un espacio lleno de escritorios ordenados y personas ocupadas, la mayoría concentrada en sus computadoras. El ruido de los teclados y el zumbido de las impresoras llenaban la sala. El olor a café recién hecho se mezclaba con el aroma a papel nuevo. Claudia se sentía como una intrusa en un mundo desconocido, su corazón latía rápido mientras seguía a Edwin hasta su nuevo escritorio.
Al sentarse, un nudo se formó en su estómago, recordándole un momento doloroso de su pasado, una sombra que nunca había logrado superar. Recuerda claramente la primera vez cuando sintió ese nudo en el corazón, su mundo perfecto desmoronándose. Tenía apenas nueve años
Flashback
Era un día soleado, y Claudia estaba emocionada porque su papá había prometido llevarla al parque. Llevaba puesta su camiseta favorita, la que tenía un unicornio rosa brillante. Al llegar a casa antes de lo esperado, su emoción se transformó en confusión. La puerta del estudio de su padre, siempre cerrada, estaba entreabierta.
Desde el pasillo, escuchó risas suaves y susurros que no le eran familiares. Lentamente, empujó la puerta con sus pequeñas manos temblorosas. Lo que vio hizo que el mundo que conocía se rompiera en pedazos.
Su padre, su héroe, estaba abrazado a una mujer que no era su madre. Los labios de la mujer se movían cerca del oído de su padre, susurrándole algo que lo hizo sonreír de una manera que Claudia nunca había visto.
—Papá... —su voz salió débil, casi inaudible.
Ambos adultos se giraron, el pánico reflejado en sus rostros. Su padre se apresuró a ponerse de pie, alejándose bruscamente de la mujer.
—Claudia, cariño, esto no es lo que parece... —dijo su padre, pero las palabras eran vacías, sin sentido para la niña.
Corrió hacia su habitación, lágrimas rodando por sus mejillas. La imagen de su padre, su protector, destruida para siempre. Esa noche, mientras sus padres discutían en la cocina, Claudia se acurrucó en su cama, su mundo de algodón de azúcar transformado en una tormenta de confusión y dolor.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top