025 l En busca de meseros
Lunes, 9 de marzo
El lunes era sin duda el día más tedioso de toda la semana en la cafetería. Siempre estaba repleto toda la jornada laboral, a veces Ginger tenía la sensación que un par de brazos extras quizás debería contratar a alguien de medio tiempo.
Recargó la mano en la barra mientras que con la otra la colocaba en su cadera con la idea atravesada en su mente. Su deidad salió de la cocina con un gran pedido de los chicos que juntaron tres mesas, haciendo una.
Todavía le parecía extraño llamarlo Cupido, aunque para ser sinceros, a ella no le agradaba tanto el nombre de Mishka, le recordaba un programa de Disney para niños, por cual le empezó a intrigar ¿Quién le puso así?
La humana continuó trabajando apresurada lo que restó de la jornada laboral. Cada vez que tenía oportunidad, tronaba los huesos del cuerpo, liberando algo de tensión que se acumulaba.
Era un hecho: necesitaba un nuevo mesero, porque Cupido y ella no se daban abasto. Iba a publicar en redes sociales un flyer. Tal vez tendría suerte y para el día de mañana, personas iban a estar trayendo la solicitud o las iban a mandar.
Se sentía extasiada, por lo cuando tuvo un poco de tiempo para la comida, mejor lo utilizó para diseñar el anuncio que tan pronto lo terminó, lo subió a internet, por lo que esperaba respuesta casi inmediata y la sonrisa pasmada en sus labios no se borraba.
—¿Por qué andas tan sonriente? —inquirió la deidad con curiosidad, luego de haber entregado un pedido.
—Estoy buscando una persona para que nos ayude, un mesero. Ya ves que hace rato estuvimos corriendo de lado a lado. Sería medio tiempo, en la tarde. Al cabo de la mañana solo hay pedidos para llevar —explicó ella, volviendo a desbloquear el celular y enseñándole lo recién publicado.
—Sí, hoy las personas fueron excesivas. —Resopló el pelirrosa, dando un paso más hacia ella, acercando la mano a la cintura y recargando el mentón en el hombro desde atrás.
—Y eso es algo bueno, los panes dulces se acabaron en un abrir y cerrar de ojos. —La sonrisa en su rostro se ensanchó—. Lo malo es que mi abuelita es una señora testaruda, amaba levantarse más temprano para ir a surtir todo lo del día siguiente, cocinar. Ella siempre fue una mujer muy activa, pero llegas a una edad cuando es más cansado. Por eso aceptó que transformáramos de la panadería a la cafetería —explicó, encogiéndose de hombros.
—¿Entonces fue muy difícil?
—¡Sí! Sobre todo, en la remodelación, un cambio muy drástico. —Masajeó sus sienes con las manos.
—No te estreses por algo que ya sucedió, mi ángel. Lo importante es lo que has conseguido. —Apretó los hombros de su mujer con cariño.
—Sí, a veces el camino está un poco complicado —contestó ella, dando un paso hacia delante, porque un nuevo comensal cruzaba por la puerta.
Cupido regresó a la cocina para preparar el nuevo pedido mientras ella los atendía. Él a pesar de no tener sus poderes, se sentía como la persona más eficaz del mundo, ¿algún dios del Olimpo podría cocinar las deliciosas galletas de chocolate que él podía hacer sin utilizar sus dones?
En realidad, lo dudaba.
El día iba mejor, ya que no dejaban de llegar nuevos clientes y en grupos grandes.
Al finalizar el día, Ginger tarareaba una canción en la que limpiaba las mesas con el trapo. Un escalofrío recorrió su espina dorsal cuando dos manos se deslizaron por su cintura, entrelazando sus dedos en su vientre.
—¿Qué haces? ¿No ves que todavía tenemos que limpiar? —regañó Ginger, carraspeando la garganta.
Sintió en su trasero un bulto, por lo cual el color en sus mejillas se intensificaron. Ella se impulsó hacia delante, creando un espacio entre sus cuerpos.
—Vamos a ir, mi ángel.
Ginger arrugó el entrecejo, no lo entendió.
—¿Ir a dónde?
—¿No te dije? Kye me va a prestar un carro y vamos a ir a un autocine —respondió, emocionado al agudizar su voz.
La soltó, dio unos aplausos, sacando las llaves de su pantalón, sacudiéndolas. La humana se giró sobre su propio eje, escudriñándolo. Por su mente cruzaba un montón de ideas. Si él usaba sus alas para moverse, ¿sabe manejar un auto?
—¿Sabes conducir? —preguntó ella, con la garganta seca.
—Algo así —replicó, suspirando.
Ginger paralizó al instante, sintió su corazón salirse del pecho ¿Cómo es que pretende conducir si no sabe?
—¿Por qué tienes esa cara? Parece que has visto un fantasma —informó él, con una sonrisa burlona.
—No sabes manejar. —Cruzó los brazos en el pecho—. Estás demente si crees que me voy a ir así contigo.
—Lo he pedido prestado, porque sé que todavía te da un poco pavor volar. Pero, el cine en medio del estacionamiento es una idea fantástica. —Sus ojos brillaron por la exaltación.
—¿En serio? —preguntó, incrédula.
Ella se imaginaba que él debía de conocer cada rincón del mundo, así como todas las citas. Después de todo, él era el dios del amor ¿Acaso él creaba aquellas acciones románticas de los mortales?
Entre más pensaba los hechos, más preguntas cruzaban su cabeza.
—Sí, en serio. Y es una película romántica, creo que es la repetición de alguna de años anteriores. No sé. —Se encogió de hombros.
Cupido se acercó a la cubeta que estaba a un lado de la barra para trapear el lugar. Le pidió a su mortal que fuera a la parte de arriba para arreglarse en lo que él terminaba.
Ginger obedeció sin vacilar, regalándole una sonrisa antes de marcharse.
Ella tampoco había ido a un autocine, porque no le interesó, hasta ese momento.
Cupido intuía que ella estaba emocionada, por lo que el calor abrazaba su corazoncito, por lo que se apresuró a terminar de limpiar.
—¿A dónde vas a ir? —preguntó Sarah cuando su nieta ingresó al apartamento.
—Voy a ir al autocine, creo que es una película romántica ¿Quieres ir?
—No, Beny y yo estamos viendo una ahora. —Apuntó la pantalla de enfrente—. Estoy cansada y en unos momentos me voy a ir a dormir, porque mañana hay que empezar el día temprano ¿Se vendió todo el pan?
—Por completo. —Asintió Ginger con la cabeza.
—Perfecto, ¿crees que debería incrementar la producción?
Sí, esa fue la respuesta que se le atravesó por la cabeza. Y sabía que no quería que se sobreexplotará, porque ya el trabajo que hacía era más que suficiente.
—No. —Torció sus labios en lo que intentaba hacer una sonrisa.
La nieta debía de plantear la forma correcta para contratar a un pandero, tal vez o hacer una producción en la noche anterior. Pero, lo que le gustaba a Sarah era atraer a los clientes con el aroma de recién horneado. Por lo que le parecería injusto que algunos tuvieran uno otro día.
Ella deseaba ofrecerles la misma calidad a todos.
—Entonces me voy a cambiar tantito.
—No vayan a regresar tan tarde, es necesario descansar.
—Si, abuelita. No se preocupe que ya soy una mujer hecha y derecha.
Ginger da unos pasos hasta llegar al sofá, se inclinó hacia delante, depositando un casto beso en la frente de su abuela antes de salir corriendo hacia su habitación. Iba a desempolvar alguna de esas blusas coquetas que estaban en el rincón de su armario.
Cupido terminó de limpiar, subió y al abrir la puerta, Sarah lo miraba con los ojos entrecerrados, como si estuviera juzgándolo, por lo que le hacía sentir un incómodo. Rascó detrás de su nuca e intentó brindarle de sus mejores sonrisas.
—Hola, ya he terminado el trabajo. Me voy a ir a cambiar —dijo, con un tono de voz cohibida.
—De acuerdo, Ginger me ha dicho que van a ir al autocine, que se diviertan.
El semblante de Sarah se relajó al instante y le sonrío, animándolo a que continuará con su camino para que se arreglara para su cita. La deidad soltó con pesadez el aire contenido en los pulmones al cerrar la puerta de su habitación y pegando la espalda.
Entendió a los humanos cuando en general, el chico conocía a la familia de la mujer con la que salían. Le parecía tan adorable ver la manera en que hiperventilaban, sus manos sudaban, ya que creía que eran reacciones más puras del verdadero amor. Sin embargo, ahora que lo estaba viviendo, era otra situación, y ya no era tierno.
Se cambió de ropa, peinó su cabello hacia atrás, delante del espejo, por lo que podía apreciar que le estaban creciendo las raíces, un poco. Tal vez la siguiente semana le pedirá que lo ayude a volver a teñir. Pegó la oreja en la puerta, tratando de escuchar la voz de su humana, pues no quería tener otro momento incómodo con la abuela.
Salió después de contar noventa segundos al oír la dulce voz de Ginger.
—Ya nos vamos, abuela. Estoy al pendiente del celular por cualquier cosa que necesites. —Sacudió su bolso cruzado, donde guardaba el objeto.
—Sí, chicos. Que les vaya bien.
Ginger con emoción dio unos brinquitos hasta llegar a la puerta. Bajó las escaleras, seguida de Cupido, que, al cerrar la espalda, su corazón empezó a latir con tranquilidad.
Al salir del edificio, Ginger alzó el mentón, tratando de adivinar cuál es el auto en el que podría morir. Definitivamente estaba colocando la vida en sus manos, pero confiaba en él.
—Es el blanco —informó el pelirroso, presionando las llaves del auto, que prendió las luces delanteras de inmediato—. Es bonito, ¿verdad?
—Sí.
El auto era sencillo, pero no era algo que le incomodaba a la humana. Cupido sujetó su mano al cruzar la calle, la soltó un segundo, envolviendo su cadera, guiándola hacia el lado del copiloto. Le abrió la puerta, se hizo a un lado para que ella se subiera, la cerró para terminar rodeando por enfrente hasta llegar al volante.
Frotó sus manos con emoción, antes de introducir la llave en la hendidura. La giró, pero la primera vez el motor no prendió.
¿En serio Ginger iba a poner toda su fe en un hombre que no era capaz de encender un motor?
Sí, eso lo haría.
No era una persona que estuviera pensando con el razonamiento, ya que extendió el brazo hasta las llaves, girando con más fuerza para encenderlo. Cupido chilló con sorpresa, es que también se sentía temeroso de arruinar el auto, porque no era de él.
—Tienes que presionar el freno para mover la palanca que está acá —explicó Ginger, señalando todo.
—Ya sabía —argumentó con un toque de sarcasmo—. Solo estaba esperando que tú te pusieras el cinturón de seguridad. —Guiñó un ojo, coqueto.
—Claro.
Cupido siguió las indicaciones de Ginger mientras torcía el volante, avanzando con velocidad de tortuga, mirando por el retrovisor todos los ángulos. Llegando a la primera esquina, frenó en seco, por lo que los cinturones de seguridad evitaron que rebotaron hacia delante. Los nervios de la humana se dispararon, abrió los ojos de par en par, girando el cuello para observarlo.
Él estaba paralizado e intentó encubrirlo al estirar el cuello, verificando que no estuvieran cruzando los automóviles. Él presionó el acelerador abruptamente, por lo que el carro avanzó rápido. Cupido frenó por segunda vez, deteniéndolo.
—¡Lo siento, lo siento! ¡Esta chatarra no sigue indicaciones! —exclamó el pelirrosa, pegando su frente contra el volante.
—Mishka... —murmuró ella con voz dulce, apretándole el antebrazo con dulzura.
—¡Está bien, está bien; estoy bien! —repitió, sacando el aire contenido en sus pulmones, retorciéndose un poco, para que ella le soltará el brazo.
—Yo...
—Puedo hacerlo, yo te invité al autocine, ¡te estoy cortejando! —vociferó con fuerza, volviendo a presionar el acelerador.
—Tranquilo, todo va a estar bien —aseveró Ginger, nerviosa.
Cupido frenó de golpe una vez más, aquella vez que intentó manejar con Keylin fue distinto. Quizás, porque en esa ocasión tenía en control sus poderes. Así que volvió a frenar de golpe en medio de la calle, para su fortuna no había autos detrás.
—¡Mierda! ¿¡Por qué esto es tan complicado!? —refunfuñó, echando la cabeza hacia atrás, frustrado.
—¿Quieres que conduzca yo? Tengo licencia de conducir —ofreció ella—. Puedo poner la ubicación en mi celular para que sea más fácil el manejo, además va a estar la película "27 Bodas" —mencionó con picardía, codeándole las costillas.
—Sí, es una de mis películas favoritas. —Asintió, berrinchudo.
Cupido dibujó una sonrisa torcida en sus labios, por lo que movió la palanca del auto para detenerlo, prendiendo las intermitentes. Salió del vehículo mientras que la humana pasaba las piernas al otro asiento. Ella se acomodó en lo que el pelirrosa ingresaba.
—Ayúdame y desbloquea el celular —pidió ella, apagando las intermitentes en lo que retomaba el camino.
Cupido enfurruñado, desbloqueando el celular, siguió las indicaciones de su humana para buscar el recorrido.
—Dime en dónde tengo que girar, ¿sí? —sugirió ella al ver de reojo como la deidad cruzaba los brazos en el pecho.
—Sí —contestó a duras penas.
La ruta marcaba una línea recta hasta cuatro cuadras.
—A la siguiente debes girar a la izquierda —gruñó la deidad, haciendo el ademán con la mano.
—¿Tu izquierda o la mía? —preguntó con diversión.
El dios se encontraba tan molesto que observó por unos segundos sus brazos, luego los de ella, analizando la respuesta. Entrecerró los ojos al notar que era el mismo.
—Es lo mismo. —Rechinó los dientes.
Ginger prendió las direccionales antes de girar, soltando una carcajada que fue como música para los oídos de él, por lo que no pudo sostener la sonrisa que se le escapó.
—Me gustas más cuando estás de buen humor, fresita.
Fueron las palabras correctas para que cualquier coraje que albergaba en su pecho, se esfumara.
El resto del trayecto, Cupido estaba muy entusiasmado. Era un asco de piloto, pero como copiloto era todo lo contrario. Al llegar al amplio terreno, la deidad sacó los boletos, entregándoselos al hombre que se encontraba en la entrada.
Un chico con un chaleco rojo satín salió con dos lámparas, debían de seguirlo para estacionarse. Por ser inicio de semana, apenas había unos autos estacionados. Ginger apagó el motor, giró su rostro con el dios que le entregaba el celular.
—¿Eres muy fan de las películas de comedia romántica?
Cupido asintió con la cabeza sin dejar de sonreír.
Ginger entrecerró los ojos, fisgoneando ¿Cuál era el trope favorito de un dios del amor?
—¿En qué tanto piensas? —preguntó Cupido, sin dejar de observarla.
Ella parpadeó, saliendo de sus pensamientos.
—¿Mmmh?
—¿En qué estabas pensando? —repitió él, extendiendo su mano al muslo, apretándolo con sutileza.
—¿Cuál es tu trope favorito en el amor?
—Un dios que se enamora loca y perdidamente de una preciosa humana que cayó en sus brazos cual ángel —murmuró, inclinándose hasta ella y depositando besos húmedos por los hombros.
El corazón de la humana se derritió por completo, por lo que recargó su cabeza contra la de él.
—¿En serio hay películas con ese desenlace? —Intentó ahogar una carcajada.
—La estamos viviendo, mi precioso ángel.
La gigantesca pantalla que estaba al frente se encendió, al mismo tiempo que las bocinas empezaban a sonar de fondo. Cupido chilló con emoción, aquella película sin duda era su favorita. Ginger prefirió verlo a él, aquellos gestos que hacía cuando un diálogo le molestaba o discrepaba de las actitudes de los personajes.
Los dos se estremecieron cuando el chico del chaleco rojo tocó la ventana con los nudillos, ofreciendo algunos aperitivos. El pelirroso la bajó, tomando unas palomitas de mantequilla y un refresco. Sacó unos billetes de su bolsillo y lo pagó.
Para ese momento, parecía que se le olvidaba por completo su cita, ya que no ofreció ni un bocado a su compañía. Ginger negó con la cabeza con diversión, regresando la mirada hacia al frente. Tomó un sorbo del refresco, el ruido atrajo la atención del= la deidad.
—¿Quieres palomitas, mi amor?
—No, gracias. —Negó con la cabeza, alzando las manos.
Cupido no iba a perder más tiempo de la pantalla en tratar de convencerla, pero colocó el recipiente en medio de ellos y con una mano, llevó una a los labios de su humana, siendo juguetona, le lamió el dedo índice, tomándolo desprevenido.
—¡Oiga! Este no es momento para eso —regañó Cupido, frunciendo el ceño—. Ahorita no, todavía faltan veinte minutos para que se termine la película.
Ginger carcajeó, negando con la cabeza, volviendo a prestar atención a la película en lo que comía palomitas.
Cuando la pantalla quedó negra con los créditos pasando. Cupido se sacudió con emoción, satisfecho de haber terminado de ver una de sus películas favoritas con la persona que él quería, que terminó por ignorar.
¿Quién podía culparlo?
—Quiero volver a manejar, si Jane y Tess pudieron arreglar sus diferencias, no debe de ser muy complicado intentar manejar.
—¿Estás seguro? —Pasó saliva con nerviosismo.
¿A quién se le ocurría comparar la relación de unas hermanas con manejar? Ah, que por cierto le molesta al hacerlo mal.
—Claro, solo necesito un poco de paciencia. Pero, te prometo que lo lograré.
Ginger no estaba muy convencida de darle el volante a la deidad, había sido un fiasco. Pero, ahí era solo tierra, ¿qué problema podría ocurrir?
—De acuerdo, pero cuando entremos a la acera, yo soy la que va a regresar al volante. Si no, aquí no hay fuerza humana que me saque de este lugar —prometió ella, endureciendo las facciones de su rostro.
—Hay un ligero detallito en tu plan, mi amor. —desafío él, con un toque de burla.
—¿Cuál?
—Que mi fuerza no es humana —susurró con voz ronca—. Ahora, con permiso, quiero ir detrás del volante, por favor.
Ginger accedió, sintiendo la garganta seca, por lo que abrió la puerta y salió. Ahora Cupido se había movido de lado en lo que él se cambiaba de lugares. Lo primero que hizo fue abrocharse el cinturón de seguridad, por si las dudas.
Lo que ella todavía no entendió es que él es un excelente aprendiz y no dejó de estudiarla durante todo el recorrido, por lo que se sorprendió al notar que mejoró su sincronía, ya no se frenaba con fuerza, aunque tal vez con un poco de práctica podría mejorar.
—¿A dónde vamos? —inquirió ella al notar que él continuaba recto en lugar de girar.
—Tú me lamiste —advirtió él.
—Solo quería distraerte, porque estabas enfocado solo en la película. —Cruzó los brazos en el pecho, sacándole la lengua— ¿Y qué se supone que vas a hacer? ¿Me vas a castigar?
—Sí, un poco, para que no me vuelvas a distraer —mofó él.
Cupido continuó conduciendo hasta que estuvieron lo suficientemente lejos, estacionaron a un lado de un gran árbol frondoso. Él giró su barbilla hacia su humana, curvando sus labios en una sonrisa llena de malicia.
Se inclinó hacia la humana, acunando el rostro de Ginger, atrayéndola hacia él, uniendo sus bocas. Ella cerró los ojos al primer tacto, entreabrió la boca, dándole acceso de introducir la lengua. Una de sus manos se deslizó por el contorno de sus caderas, apretando con fuerza.
—¿Quieres que lama otra parte de ti? —preguntó ella cuando Cupido empezó a dar algunos besos en el cuello que le provocaban un hormigueo por todo el cuerpo.
—Sí.
—¿En dónde quieres? —continuó con el mismo tono, su mano izquierda empezaba a deslizarse hacia abajo, por encima de la ropa hasta llegar al botón del pantalón.
—Ahí —admitió, señalando con los ojos al bulto que se marcaba en los pantalones.
—¿Mmh?
—Quiero tu boca alrededor de mi pene —ordenó con voz ronca, profunda, por lo que la encendió—. Mi precioso ángel.
No estaba jugando justo.
—Pero primero vamos a desinfectar las manos, que están llenas de mantequillas y no quiero ensuciar tu dulce cuerpo —ordenó él, sacó un gel antimaterial y un par de mentas.
—Sería interesante probarte con sabor a mantequilla —carcajeó ella, juguetona.
—En otra oportunidad, será.
Cupido echó el asiento del auto para atrás mientras Ginger desabrochaba los pantalones, bajaba el cierre, liberando su erección. Ella se inclinó hacia adelante, una de sus manos se dirigió hacia arriba de la cadera para agarrar su camisa, subiéndola más sobre su estómago. La palma de su mano corrió por la tibieza de sus músculos que se tensaron cuando la otra mano se envolvió alrededor de su pene.
Lo vio morderse el labio inferior cuando se humedeció los labios, bajó la cara a su miembro hasta que sabía que tenía que sentir su aliento cálido, ventilándolo.
Lo llevó a su boca húmeda y caliente, hambrienta de su sabor dulce, cuando comenzó a comerlo las piernas de la deidad se tensaron por completo, arqueando las caderas, para darle de comer más de su pene. Ella lo tomó tan profundo como pudo, suavizando las succiones con la lengua y envolviendo sus labios alrededor de su eje, al tiempo que le bombeaba lentamente. Estaba tan increíblemente duro que sabía que él estaba disfrutando de lo que le estaba haciendo tanto como ella.
La mano en el estómago avanzó bajo la camisa, deslizándose hacia la caja torácica para encontrar un pezón duro. Sus uñas rastrillaron la punta endurecida del mismo, persuadiendo otro quejido de su hombre.
Su clítoris palpitaba y la humedad se combinaba entre sus muslos con todos los suaves y gemidos que Cupido realizaba. Su sabor bromeó con su lengua a cada paso sobre la punta de su pene cuando el preeyaculatorio era retirado desde la ranura. Le encantaba lo dulce que era, lo bien que sabía. Ella dejó de jugar con su pecho para llevar una mano entre sus cuerpos y poder frotar un dedo, por encima de la ropa, en busca de alivio.
El placer a través de ella era tan intenso que hasta le hizo pensar que era imposible. Sabía que ambos estaban dispuestos a venirse por su liberación, lentamente su miembro con un suave sonido le indico que iba a estallar, por lo que rompió la succión.
Se quitó la mano entre los muslos y luego se levantó, tratando de bajar sus pantalones, ¿por qué no se le ocurrió usar una falda? Algo menos complicado de quitar.
La deidad abrió los ojos, su rostro estaba enrojecido, demostrando toda la pasión cuando sus miradas se encontraron, con una mano la sostuvo para que ella pudiera quitarse el pantalón. Él sacó un condón que, con torpeza por las manos temblorosas, logró ponerse.
Ginger subió a horcajadas cuando cumplió su cometido, envolviendo su mano alrededor de su eje grueso y nivelado sus caderas sobre él y lo ajusto hasta que la cabeza de su erección se deslizó a través de su empapada entrada. Estaba tan mojada que se resbaló con facilidad mientras se frotaba contra él.
—Mi precioso ángel — se quejó.
Su nombre era casi una súplica que salió de sus labios entreabiertos.
Ginger se lanzó hacia abajo, provocándose un gemido en voz alta mientras forzó su entrada, haciendo que la extendiera y poco a poco la llenara, bajó sus caderas, y liberó el pene una vez que se había incrustado firmemente en su interior. Lo que le facilitó el resto del camino hasta que su culo estaba en su regazo, el amor la llenaba cuando estaba con él, era a él a quien pertenecía. Su mirada se cruzó con la suya.
—Mi amor por ti me hace tomar tantos riesgos, como estar aquí —susurró ella sin aire.
—Nadie me ha hecho sentir lo que tú haces, mi ángel caído del cielo.
Se levantó, gimiendo en la sensación de roce contra los nervios sensibilizados devuelta en su cuerpo. Pura lujuria y la necesidad pasó por él mientras ella se comenzó a levantar lentamente y bajar, lo montaba y sus rodillas no tenían mucho espacio. Una de sus grandes manos se envolvió alrededor de su cadera para sujetarla, marcando con firmeza de moverse más rápido.
—Oh, dios,— gimió mientras se inclinaba hacia atrás. Apretó los nudillos contra su clítoris hinchado para frotar en sintonía con los movimientos de sus cuerpos.
—Soy tu dios, sí — gruñó Cupido.
Empezó a empujar sus piernas contra el suelo y comenzó a embestir con fuerza hacia arriba en ella. Observó que la miraba cuando sus paredes vaginales se cerraron y se estremeció con su inminente clímax.
Entonces el pelirrosa penetró en ella más duro y rápido, golpeando su vagina con su erección, hasta que se rompió lo último de su control.
Ginger echó la cabeza hacia atrás, gritando su nombre cuando el placer se convirtió en puro éxtasis. Comenzó a llegar, los espasmos de su orgasmo enviaron a Cupido sobre el borde con ella al gemir su nombre, arremetiendo en su contra y viniéndose duro.
La mortal se derrumbó sobre su pecho, sus manos aferradas a sus bíceps gruesos mientras jadeaba, tratando de recuperar el aliento. Una sonrisa curvó sus labios y ella frotó la mejilla en su camisa, deseando que fuera en contra de su piel. Debajo de ella, el cuerpo de Cupido estaba relajado y satisfecho.
Las alas de la deidad se desplegaron, haciendo su posición incómoda, aunque no les interesaba, porque ella empezó a acariciar las plumas.
—Tus alas podrían romper el auto si las desdoblas. —Ahogó una carcajada.
—Se alborotan por ti, necesito estar tranquilo para controlarlas, y sobretodo cuando te pones pícara.
—Que delicioso castigo, volveré a ser una niña mala —murmuró, juguetona, ganándose un golpe en el culo.
n/a*
holiiis, que tal? aquí esta la hope reportandose con otro capítulo, muy emocionada porque faltan 5 caps + el epilogo para que se termine la historia, so ando muyy muy feliz. Si quieren leer otra con un poco de spicy y así, les recomiendo que vayan a ël capricho de morfeo" que también esta cool
y sigo viendo que siguen llegando nuevas personitas, que yo estoy muy feliz de tenerlas aquí, so welcome n.n
lamento los errores que hay, cualquier critica constructiva es bien recibida,
recuerden que podemos ser mutuals en redes, aquí los dejo, por si gustan
con love, hope
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