024 l Cielo nocturno

Domingo, 8 de marzo

A Ginger le dolía la espalda por el frío del día anterior al arrojarse al agua helada en medio de una noche fría, por culpa de un hombre de cabello rosa. Además, estar en el comedor social era exhausto, lavar los platos cuando terminaron de usarlos, parecía que era infinito o se multiplicaban solos.

Lo único que deseaba era descansar por un par de días, lejos de la vida adulta. Cupido no dejaba de observarla desde detrás de los mostradores, girando el cuello hacia atrás que se le podría torcerle Lo que veía era la espalda tensa, por lo que lo único que quería hacer era dejar todo a medias e ir a su humana.

Sarah, quien estaba a un costado parecía que entendía las intenciones del dios, ya que le codeó las costillas. Él se estremeció ante el golpe, por lo que continuó con su labor. Le regaló una sonrisa forzada a la siguiente persona, debido no quería creer que ella todavía estuviera molesta, de que él era una deidad.

La noche anterior habían tenido sexo de reconciliación.

Para los humanos significaba que todo estaba perdonado, ¿no?

La castaña cerró el grifo de llave cuando creyó que los platos cesaron. Movió el cuello de un lado a otro, tronándolo. Se quitó los guantes de látex, dejándolo a un costado. Giró sobre sus talones, saliendo de la cocina. Cupido abrió sus ojos con sorpresa al verla caminando detrás de la silla.

La deidad deseaba ir detrás de él, Sarah lo intuyó, por lo que le dio un ligero manotazo sobre su brazo para que no se moviera.

—Te necesito aquí, ella va a ir al comedor.

El pelirrosa resopló con frustración, dejando caer los hombros hacia delante, volviendo a sumergir la cuchara en el recipiente con comida.

Entretanto, Ginger fue al comedor, donde Jade estaba levantando todos los platos. La morocha al ver a su mejor amiga cruzar por la puerta, entrecerró los ojos con evidente molestia, pues todavía no confiaba en Mishka, aunque no sabía la verdad absoluta.

—¿Es en serio que sigues molesta conmigo por lo del hombre? —Ahogó una carcajada la castaña, sacudiendo la cabeza en negación—. No puede ser, ya te expliqué la situación con la mujer que tu novio encontró a Cu...

¿Cómo se supone que se debía referir a él?

Le aclaró que no podía andar revelando su identidad al resto de la gente.

—¿...Cu? —Jade irrumpió dentro de sus pensamientos con confusión— ¿Qué es Cu?

—Cultivo de mentiras... —balbuceó con confusión, masajeando sus sienes—. Creo que no le agradó a su mamá y llamó a su exnovia para intentar malinterpretar la situación.

Eso fue lo que él le explicó durante su interrogatorio.

Jade todavía tenía un semblante serio en su rostro, sin querer creer ni una palabra. Los hombres creaban mentiras estúpidas y aquella aseveración se oía elaborada para ocultar el engaño.

Aunque sabía que no tenía la toma de decisiones de su mejor amiga, debía de aceptar lo que sea que a Ginger le hiciera feliz, contando al idiota pelirrosa que todavía no le tenía confianza. Si al final no terminaba bien, sería ella el paño de lágrimas.

—Mientras tú seas feliz, también yo, pero dile que no le voy a pasar nada una segunda vez que ahora si no respondo. —Cruzó los brazos sobre el pecho, soltando el aire contenido dentro de los pulmones.

Ginger carcajeó, extendió ambos brazos hacia su mejor amiga y la estrujó con fuerza, meneándose de un lado.

—Lo sé, te amo. No te preocupes que los problemas ya los arreglamos. Ahora solo queda vivir el momento.

Jade se retiró de poco a poco, dibujando en sus labios una amplia sonrisa. Observó que por el umbral continuaban llegando más personas, acompañados del hombre que en seguida buscaban algo, se detuvo en su amiga. La morocha parecía que se lo iba a tragar vivo, por lo que la deidad pasó saliva.

—Te estoy cuidando, muchachito. Mi segundo nombre es venganza y está en tus manos si quieres ver que lo puedo usar a la perfección —advirtió con una mano en la cadera mientras que con la otra lo apuntaba con el dedo.

Cupido con confusión se giró a ver a su mujer, quién se encogió los hombros, hilarante. Le parecía cómico aquella situación donde claramente no le advertían, al contrario, le estaban amenazando.

Por una manera le agradaba, ya que sabía que Ginger tenía a las personas correctas en su vida.

Y eso lo incluía a él.

Cuando la vio sonreír sin mostrar los dientes se dio cuenta que haría lo que fuera por ella.

—Te prometo que lo último que quiero hacerle a Gin es lastimar sus sentimientos.

—Sí, fue lo que ella me explicó, pero aun así voy a tener un ojo puesto en ti —culminó, mofando, acercándose a levantar el resto de los platos.

—Creo que tu mejor amiga me odia —comentó Cupido con diversión, acercándose a su mujer, le rodeó la cintura con los brazos, pegando su pecho en la espalda.

—¡Siempre que yo exista tu novio va a tener una hater! —decretó Jade, rodando los ojos.

Cupido sabía que lo decía de broma, pero muy en el fondo tenía una pizca de verdad en su afirmación. Por lo que optó en depositarle un sonoro beso a su mujer antes de salir por donde había entrado.

—Me voy antes de que Sarah venga a golpearme, porque me escapé unos minutos. Le dije que iba a ir al baño, pero llegué aquí —ríe en voz baja, separando su cuerpo de su amada con el suyo y salir huyendo.

—¿Qué vas a hacer después, Jade?

Las últimas personas se levantaron del comedor, agradeciendo a las chicas por los servicios. Jade se encogió de hombros, observó en todas las direcciones para no ver a alguien.

—Estoy más que segura que mi novio en estos días me va a pedir matrimonio. Estaba desesperado, porque primero quería comprar una casa, ya sabes, un lugar seguro para nosotros, luego la boda —musitó, volviendo a girar por todas partes.

—¿Y por qué crees que te va a pedir matrimonio? —inquirió Ginger con el mismo tono de voz.

—Me pidió que revisará su cuenta de estado, por una duda que tenía con la nómina. No estaba indagando, sino que vi el recibo de una joyería y fue algo costoso, ¿por qué compraría eso? —Mordió su labio inferior, extasiada—. Además, me ha invitado la siguiente semana como a un corto viaje solo nosotros dos, claro que es obvio.

—Espero que así sea, porque si regresas de ese viaje sin anillo en el dedo, ahora tu novio va a tener una hater mientras yo exista —mofó Ginger, utilizando las mismas palabras que ella utilizó.

Jade río, negando con la cabeza.

—Bueno, a terminar de limpiar. Me da gusto que ahora si te animaste a acompañarnos, tenías como dos semanas sin venir —regañó Jade.

La morocha empujó el carrito donde estaban todos los platos sucios hasta su amiga.

—Sí, esta vez el proveedor se le ocurrió surtir en la cafetería más temprano, mi abuelita ya estaba despierta, por lo que me pidió que la acompañara.

—Está bien. Te notó un poco más cansada.

—Sí, me urgen unas vacaciones, pero ya llegará cuando los estudiantes salgan a unas, entretanto una debe de esforzarse en lo que trabaja.

Ginger tomó el carrito, yendo hacia la cocina para volver a limpiarlos. Lo único que la motivaba era que iba a ser la última.

Se puso otra vez los guantes amarillos después de apretarse la cola de caballo. El lugar ya lo estaba trapeando. Volvió a tronarse el cuello antes de iniciar con las tareas, cuando se encontraba enjabonando la mitad de la pila, se estremeció al sentir que alguien le soplaba en el oído.

—¿Te sigue doliendo el cuello? —inquirió el pelirrosa en un tono preocupante.

—Sí, un poco. —Resopló, haciendo un mohín con los labios—. Tal vez dormí mal anoche, porque ¡Alguien! —recalcó la última palabra—. Alguien me ha robado mi almohada durante la noche.

—¿¡Y para qué vas a querer una almohada si tienes mis brazos!? —chilló con indignación, doblando el brazo para que el pequeño conejo saliera de la madriguera.

—Porque me gusta la almohada —replicó con obviedad—. Como si esto fuera muy suavecito para mi cabeza.

Ginger se quitó el guante de una sola maño, apretando con fuerza el músculo.

—Está bien, te voy a perdonar, porque eres adorable. Ven que te ayudó a terminar de limpiar los trastes. Tu enjabonas y yo enjuago.

Cupido dio un paso hacia delante, a un lado de su humana. Abrió la llave, empezando a enjuagar. Ginger se reunió con él, continuando con el resto de los platos. El pelirrosa separó las piernas, parecía que buscaba cualquier pretexto para tocarla, la empujó con la cadera, por lo que ella se desequilibró.

Ginger lo observó pasmada, sacudió la cabeza con negación antes de extender el brazo lleno de espuma para tocarle la mejilla. Cupido abrió la boca, incrédula de lo que acababa de suceder. Él presionó la bomba para que le diera jabón, lo frotó para hacer burbujas, embarrándosela a un lado del cuello.

—¿Qué es lo que hiciste? —preguntó, incrédula, frotándose la mejilla contra su hombro.

—Nada, mi ángel.

Ella entrecerró los ojos, curvó sus labios en una sonrisa malévola. Tomó el grifo con las manos, presionó el botón, apuntando hacia el pelirrosa. El agua disparó contra su cara, los mechones mojados se adhirieron sobre su frente. Lo único que pudo hacer fue apretar los párpados, esperando a que el chorro dejará de golpear sobre su rostro.

—¿Qué fue lo que hiciste? —repitió la pregunta la deidad, curvando sus labios en una pícara sonrisa.

—Nada, fresita. —Infló sus mejillas, ahogando la carcajada.

Cupido con discreción, tomó un vaso de cristal, colocándolo debajo del chorro, cuando estuvo medio lleno, se lo arrojó al rostro de su humana. La blusa que usaba se transparentó, pero la deidad no le prestó atención, porque estaba enfocado en esquivar los disparos de agua.

Cupido buscó con la mirada un arma para poder defenderse, lo único que encontró fue el jabón que vertió en el suelo ya mojado, por lo que se hizo más resbaloso. Ginger abrió la boca, volviendo a dispararle, haciendo más grande el charco en el que estaban pisando. La deidad estaba perdiendo, por lo que, en un ágil movimiento, le agarró de las muñecas y con la otra mano las caderas, ella chilló desprevenida.

—¡Ríndete! —exigió la deidad, apuntando hacia el techo, creando una lluvia artificial.

—¡Jamás! —desafió, sintió que los dedos del pelirrosa se enterraron dentro de su piel, causándole cosquillas, aunque ella se mantenía firme— ¡Por favor, es injusto! —chilló, al borde de las lágrimas por contener las risas.

—Pero ¡¿Qué es lo que está pasando aquí!? —clamó Sarah, horrorizada.

Ginger se paralizó, por lo que intercambió una fugaz mirada con la deidad, tragando saliva. Quiso retroceder, pero perdió el equilibrio por completo, intentó sujetarse del cuello de la camisa del hombre que la sujetaba. Sin embargo, fue inútil, ya que Cupido se resbaló también. Lo único que pudo hacer, fue girarse para que ella cayera sobre él y no se lastimará.

La mortal hizo una mueca de dolor, pero se río, olvidando que su abuela estaba parada en la puerta con los brazos cruzados sobre el pecho, con evidente molestia. La nieta se levantó rápido, intentando no volver a levantarse.

En esos momentos, ella se sentía como una niña pequeña que fue atrapada con las manos en la masa de alguna travesura. Por lo que entrelazó sus manos detrás de la espalda.

Cupido se paró a un costado de ella, agachó la mirada, prestando atención al sujetador negro que se podría ver a una milla de distancia, luciendo sus pechos apetitosas. Abrió los ojos con sorpresa, viendo que detrás de la anciana había un par de chicos, quienes sonreían con perversión.

Los ojos de él se tornaron oscuros, parecía que salieran llamas de lo furioso que estaba. Los chicos quedaron helados, retrocediendo pasos para marcharse. Cupido se paró delante de ella, intentando protegerla con su propio cuerpo. Pensó en brindarle su ropa, pero también estaba mojada.

—Pero ¿qué ha pasado, Virginia? No tienes quince años para comportarte de esa manera, mira el desastre que has hecho. —Sacudió su cabeza con decepción.

Ginger permaneció en silencio, encogiéndose de hombros, sus acciones no tenían justificación.

—Empecé a molestarla, ella solo se defendió, pero entre más la majaba, ella se defendía —murmuró Cupido, con una mirada tranquila.

—Está bien, Sarah —murmuró una mujer a un costado—. Cuando uno está enamorado, a veces se hacen locuras, y nadie salió lastimado. Lo único que pido es que arreglen el desastre.

—Sí, lo van a hacer —replicó Sarah sin vacilar, saliendo de la cocina.

Ginger soltó el aire contenido en sus pulmones, dejándose sentir asfixiada. Observó todo el lugar, por fortuna no habían causado un gran desorden, pero todavía les faltaba terminar de limpiar los platos.

—¡Qué vergüenza! —Cubrió el rostro con las dos manos—. Nunca me regañaron cuando era más chiquita, ahora que ya soy una mujer lo han hecho. —Lloriqueó en un hilo de voz.

A Cupido le causó ternura, por lo que cerró la llave, se acercó a su humana, estrechándola entre sus brazos, consolándola. Depositó un beso en su sien, agarrando sus manos entre las suyas, descubriendo sus grandes ojos, estaba ligeramente sonrosada.

—No pasa nada, esta es la mejor prueba de que estamos enamorados, porque te hace hacer locura —canturreó él con voz profunda, bajando la mirada hacia sus pechos.

—¿Consideras que una pequeña guerra de agua es una locura? —preguntó con diversión, arqueando una de sus cejas, escudriñándolo

—Considero que es el inicio de una locura, debemos terminar para que veas lo que tengo planeado esta noche.

—¿Qué es? —Sus ojos brillaron con ilusión.

—Espera, primero tenemos que limpiar aquí —dijo él con diversión, yendo hacia el pequeño cuarto de limpieza .

—Me estresas —farfulló ella.

—Y con gusto, yo puedo aliviarte eso —fanfarró, guiñando el ojo izquierdo.

Ginger soltó una carcajada, rodando los ojos antes de empezar a limpiar.

Más tarde, Ginger todavía estaba cabizbaja por haber hecho un desastre, aunque parecía que era la única que le estaba dando importancia. Sarah se encontraba radiante, como siempre.

De regreso al hogar ya era suficiente tarde, ella se escabulló hacia su habitación. Sarah frunció el ceño, acercándose a Cupido con los ojos entrecerrados y los brazos cruzados sobre su pecho.

—¿Por qué está mirándome así? —inquirió Cupido, desviando la mirada por los nervios.

—Fui muy paciente con ustedes por esta semana y me gustaría saber qué es lo que sientes por mi nieta, sé que es lo suficiente mayor para tomar sus propias decisiones, pero para mí, sigue siendo una bebé. —Estiró su cuello hasta el sofá, apuntándole que debían de sentarse.

Cupido tragó en seco, esperó a que Benny revoloteará a su cabeza, quien parecía que también lo estaba mirando acusatoriamente, se sentó a un costado.

—Eres medio torpe, Mish. Las noches que has ido a la habitación de mi nieta, haces ruido, y la otra vez te cayeron las llaves, no eres cuidadoso —decretó ella, negando con la cabeza.

Los colores inundaron el rostro de la deidad, ¿es que habrá escuchado algo más que los pasos? No era capaz de preguntarle y tampoco no quería conocer la respuesta.

—Ella provoca muchas emociones en mí, como algunos dicen sentir un revoltijo en el estómago, yo no siento eso. —Inhaló con profundidad—. Lo que yo siento es todo un zoológico alterado al tenerla cerca. Yo lo daría todo porque siempre sonriera, me gusta verla trabajar, esa amabilidad con la que trata a todas las personas. Intenta ocultar sus preocupaciones para que nosotros no lo hagamos, pero todo el mundo necesita a alguien, ¿no?

—Suenas como una persona enamorada. Me gusta que finalmente mi nieta haya encontrado a alguien que se preocupe por ella, aunque considero que todo está sucediendo un poco rápido —refutó incómoda.

Ella dudaba que el hombre que estaba sentado a un lado lastimaría a su hija, pero no está de más, advertir de la situación.

—No porque hay sucedido demasiado rápido, no significa que vaya a ser efímero. Le confieso que yo deseo a Gin dentro de mi vida, y espero que ella desee lo mismo por un largo tiempo.

—Está bien, me gusta la seguridad de tus palabras.

—Gracias, Sarah, verá que no se decepcionará.

—Eso espero, porque todavía estás a prueba —culminó con una sonrisa, pero sus ojos gritaban advertencia.

—Sí, si me permite, Ginger y yo vamos a ir al cine —mintió, enredando un mechón de cabello, retrocediendo para escapar.

Cupido corrió hacia la puerta de su mujer, pero sentía la mirada de Sarah sobre su espalda. Él volvió a tocar, con más insistencia. Ginger salió con una mueca en su rostro, mostrando confusión.

Ella lucía un precioso vestido corto de color verde, su cabello estaba recogido en una media coleta.

—¿Por qué tanta insistencia?

—Siento que a tu abuela le van a salir balas de los ojos —susurró sin mover los labios—. Ya sabe de nosotros, que me escuchó cuando se me cayeron las llaves.

La humana abrió su boca, de no ser por su mandíbula, hubiera caído al piso. Empujó al pelirrosa con la mano mientras se dirigía hacia la salida con él pisándole los talones.

—Ya nos vamos a ir, abuela. Gracias por todo, nos vemos al rato.

—Sí, mi niña. No vayan a llegar muy tarde, por favor.

—Nos vemos pronto, Sarah —despidió Cupido, rígido.

Él sintió que final pudo respirar cuando la puerta fue cerrada. Ambos bajaron las escaleras, entre más lejos, Cupido lograba estar más tranquilo.

—¿A dónde dices que vamos a ir? —preguntó Ginger con una sonrisa sobre sus labios, admirando lo hermosa que se veía la luna que alumbraba la calle— ¿Llamaste a un taxi?

—¿Quién necesita un auto cuando tienes alas? —inquirió él con diversión.

Ginger palideció, no era fan de viajar por los aires, su estómago se revolvía.

—No, yo creo que es más fácil pedir un auto —debatió ella, buscando en su celular la aplicación.

Cupido arrugó el entrecejo, curvó sus labios con diversión. No quería ir en taxi, debido a que se iban a tardar más del tiempo en que a él le gustaría llegar. Además, tenía un mayor control de sus alas, no sabía si el Olimpo optó por regresárselas o por qué las tenía, pero era extraño, porque se sentía como la primera vez que las tuvo: inexperto.

Era lo único que le devolvieron, porque no tenía sus poderes. No era algo que le molestará en absoluto, pero empezó a caminar hacia su humana, acorralándolo. Ella podía intuir que no estaba de acuerdo en ir en un transporte.

—Los viajes son relajantes —farfulló—. Igual, alguien nos puede ver.

—Los humanos no tienen la visión de halcón, no tienes nada de qué preocuparte.

Se agachó, colocando uno de sus brazos detrás de las rodillas mientras la otra la colocaba en su espalda. La alzó en el aire, ella le rodeó el cuello con los brazos, chillando con preocupación.

—Donde te voy a llevar, no van a llegar los autos.

La deidad caminó con ella hacia la esquina, procurando no atraer miradas curiosas. Verificó que estuviera desolada antes de sacudir los hombros, extendiendo sus inmensurables alas. Ginger las admiraba, eran preciosas y se moría por extender la mano para tocarlas, pero se contuvo.

Cupido dobló las rodillas, impulsándose hacia arriba. La humana se aferró a su cuello, apretando los ojos. Si no apretaba las piernas, estaba segura que iba a orinar. Era su segundo viaje en un dios, pero era incómodo.

A pesar de estar en el cielo, las estrellas todavía se veían lejanas, era lo único que podía hacer, ya que no era una opción mirar hacia abajo.

El dios estuvo volando por los cielos por alrededor de media hora cuando sintió que empezaba a descender. Ella solo abrió un ojo, comprobando que la ráfaga venía en distinta dirección.

Los pies de Cupido pisaron el suelo en el punto más alto. La única luz que iluminaba era la de la luna, pero él había arreglado una zona con una manta que estaba rodeada de velas. Los árboles eran grandes y frondosos. Él carraspeó su garganta, pidiéndole a su mujer que abriera los ojos.

Ella los abrió, suspirando con alivio, con cuidado, la dejó en el suelo, él que acomodó el cabello que era un desastre.

—¿Mi cabello es un caos? Seguro fue tu culpa, estamos en medio de la nada —mencionó, observando todo el lugar.

—Debes divertirte, mi ángel. Es bonito tener experiencias.

—¿Lo dice el dios del amor? —mofó ella, poniendo las manos en las caderas.

—No. —Sacudió la cabeza—. Lo dice mi corazón.

Se paró delante de ella, le sujetó las caderas, atrayéndola hacia él.

Él chasqueó los dedos, los fuegos artificiales empezaron a tronar en el cielo. Eran de colores brillantes y no formaban ninguna figura en especial, pero era hermoso de ver. Se preguntó si era alguna clase de magia, porque no hacía ruidos.

Los fuegos se detuvieron, los ojos del dios brillaban con fuerza, observando el cielo. Ella lo veía a él y sus miradas se encontraron.

—Es muy bonito, Cupido. Gracias por traerme hasta aquí, por cierto ¿Cómo has hecho para hacer eso?

—Todavía mi magia no ha sido devuelta, pero tengo unos trucos... Más bien, unas personas bajo la manga. —Guiñó el ojo con picardía.

—Me imagino que has hecho un montón de amigos con el transcurso de los años.

Cupido se encogió de hombros, restándole importancia.

—Por cierto, ¿cuántos años tienes? —Retrocedió un paso, contando con los dedos— ¿Debes de ser más grande que mi abuela? ¿Lo eres? ¡Lo eres!

—Puede ser que tenga unos cuantos años más...

—¡Oh por Dios, eres un viejito! —chilló, incrédula de sus propias palabras.

Cupido refunfuñó ante el adjetivo.

—¡Estoy saliendo con un viejito! —añadió ella, en el mismo tono de exaltación.

—No soy un viejito, soy un dios —corrigió con tranquilidad, aunque en el interior quería gritar.

Ginger empezó a caminar en círculo, lo único que le faltaba era una lupa para examinarlo a profundidad.

—¿Entonces cuántos años dices que tienes?

—Touché.

La humana dejó de andar, riéndose. Cupido se acercó a ella, peligrosamente. Sujetó sus caderas, empujándola hacia atrás con delicadeza hasta que su espalda tocó la mandó y sus labios se curvaron en una sonrisa malévola.

—Te voy a demostrar que no soy ningún viejito —replicó con una voz ronca, depositando besos calientes sobre su hombro.

Sus besos le robaban jadeos de la boca de la humana, encorvando su espalda. Los pechos se frotaban contra la caja torácica de la deidad. Las manos de él exploraron su cuerpo, acariciándole los muslos, por lo que empezó a subir el vestido. El dedo índice se abrió camino hasta rozar la tela que cubría su intimidad.

—Estás mojada para mí —murmuró con voz áspera.

Masajeó el tejido satinado con el dedo, lo apartó a un lado y él emitió otro jadeo cuando lo introdujo en el interior de su vagina húmeda. Ella estaba dispuesta a recibirlo.

La humana gimió y su cuerpo se tensó cuando la penetró lentamente con el dedo, empujándola al límite, tanto como pudo. Él se retiró para volver a introducirlo en ella. Su mano apretó su trasero, su pene se endureció, y se dio cuenta de lo mucho que su polla envidiaba a su índice.

―Cupido ―jadeó.

―Dilo otra vez, me encanta hacerte el amor y que digas mi nombre.

Ajustó la mano lo suficiente para presionar su pulgar sobre su clítoris y lo frotó mientras la golpeaba rápidamente con el dedo. Su pene palpitaba y cada respiración era una agonía. Apartó la mano de la V de sus muslos, agarró sus caderas y la deslizó por su cuerpo hasta que los brazos de ella estuvieron alrededor de su cuello.

En movimientos rápidos, él desabrochó el botón de sus pantalones, los deslizó hasta que liberó su miembro erecto. Con la otra mano tiró de la ropa interior de su mujer, haciéndolo añicos.

Los ojos del dios se entrecerraron de deseo y pudo ver lo mucho que la deseaba.

―Agárrate a mí y envuelve tus muslos alrededor.

Ginger hizo lo que le ordenaba y se las arregló para empujar más hacia abajo los pantalones. Un brazo la agarró por la cintura, levantándola un poco más alto. Cupido sujetó la base de su pene. Él nunca apartó la mirada de sus hermosos ojos mientras se ajustaba la dirección a su entrada, se deslizó a través de la raja de su vagina y penetró en ella con empuje fluido.

El placer le hizo temblar mientras ella gritaba su nombre, las paredes estrechas de su interior lo apretaban, que estaba enterrado profundamente. Sus brazos se movieron bajo sus muslos abiertos y él ahuecó su culo a su golpe hacia arriba. Gemidos de éxtasis mezclado con la necesidad de llegar lo instó a hundirse más rápido.

La mortal inclinaba la cabeza para atrás y sus uñas se clavaron en su piel a través de su camisa. Quería besar esos labios que jadeó su nombre, por lo que se impulsó hacia arriba, capturando su jugosa boca, pidiendo acceso a su cavidad mientras ahogaba sus jadeos.

Su beso se hizo más apasionado como su punto culminante alcanzado y sus músculos vaginales. Él tuvo que frenar sus embestidas mientras su cuerpo se estremecía y echó hacia atrás la cabeza. La espalda le picaba y sus alas se extendieron. Ella lo admiró por unos segundos, su piel un poco rojiza, el sudor cayéndole por la frente.

La imagen de él era tan irreal.

Las rodillas de Cupido cedieron y se desplomó sobre ella, para aterrizando en el hueco del hombro y el cuello. Ella le acarició la espalda hasta que llegó al nacimiento de las alas, pero se sintió un poco cohibida, por lo que optó por regresar la mano.

―Puedes tocarme como lo desees.

Los dos no tenían respiración por el placer compartido. Ellos estaban conectados todavía, su pene enterrado profundamente dentro de ella y que no quería que los separara por el momento. Ginger sintió la pluma sedosa, le encantó la sensación de explorar lo que lo hacían único.

La deidad se estremeció cuando ella le lamió los labios y la garganta al mismo tiempo al dejar de tocarlo. Giro un poco la cabeza para darle un mejor acceso. El deseo se apoderó de él una vez más, pero se retiró del cuerpo de la humana con lentitud.

―Quería que las estrellas fueran testigos de nuestra reconciliación, mi ángel.

―Ese es el mejor sexo de todos ―canturreó ella, clavando sus ojos en los de él.

―Nosotros hacemos el amor, mi ángel.

Ginger lo observó con ternura.

―Porque eres completamente mía, como yo soy tuyo.

Él bajó la cabeza, uniendo sus labios con los de ella.

―Te amo, mi ángel caído del cielo.

―Yo también te amo, mi fresita deliciosa que quiero volver a comer.

―Prometo que siempre estaremos juntos y podrás comerme todas las veces que desees.

n/a*

holiii luvvs como están? aquí ando actualizando, estoy muy emocionada porque ya mero llega el 14 de febrero en el libro que emocióooon jijijijij

como ven?Ç

bienvenidxs a los nuevos, muchas gracias por apoyar a esta historia con su tiempo, comentarios y votos, yo lo leo todo siempre, gracias

aqui dejo mis redes para q seamos mutuals

con amor, hope n.n

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