023 l Verdades
Sábado, 7 de marzo
Ginger estaba ida al día siguiente en su trabajo, necesitaba escuchar las órdenes de los clientes por lo menos dos veces para entenderlos, es como si les estuvieran hablando en otro idioma, eso sin agregar que no fue capaz de pegar un ojo durante toda la noche, aunque no pensó en nada. Solo se encontraba petrificada y su mente maquinaba preguntas que parecían no tener respuestas por el momento.
¿Cómo fue que dijo qué era?
¿Un dios?
Como si esas cosas existieran, ¿verdad? Seguramente todo fue una broma... Aunque su caída no lo fue.
Tal vez sin prestar atención se puso un arnés, y todo fue un espectáculo ¿O solo buscaba una explicación lógica?
Arrugó el entrecejo, torció los labios en una falsa sonrisa que le regaló al cliente antes de apuntar el pedido en un papel, ingresar a la cocina y en un tono seco, le dio la orden al extraño de pelo rosa que la observaba con súplica, sus ojos decían más de lo que su boca podía.
Ella resopló como respuesta, rodando los ojos, saliendo del lugar sin pronunciar ni una palabra.
La indiferencia de su humana lo estaba matando lentamente, es como si alguien estuviera clavando dagas directamente en su corazón. Cada vez que ella esquivaba su mirada era como estar en el infierno.
Preparó todos los pedidos que ella pedía, los entregaba a los comensales e intentaba crear un discurso que proviniera directamente de su corazón y que fuera convincente, aunque todavía no tenía las palabras correctas.
Y ella tampoco quería escucharlo. Sarah pudo notar un poco de tensión entre los dos cuando estaba a punto de abrir, pero no mencionó nada antes de marcharse.
El pelirroso se encontraba cruzando el umbral hacia la cocina cuando atrajo su atención el nudo mal hecho del mantel que estaba utilizando. Por lo que tomó todo el coraje que pudo, soltó el aire contenido de los pulmones, cambiando la dirección de su rumbo. Al detenerse detrás de la humana, ella se estremeció al sentir que le estaban acariciando la espalda.
—No me toques, por favor —susurró sin mover los labios y conteniendo la respiración en los pulmones.
—Lo único que estoy haciendo es ajustar el moño, ¿no sientes que se te está cayendo?
Ginger tragó en seco, no quería armar un escándalo en medio de la cafetería, la única ventaja es que no hay tantos clientes, es escaso y por eso no hay tanto trabajo.
—Ya te he dicho que por favor no me toques. —Carraspeó su garganta, dando un pequeño paso hacia delante con nerviosismo sin separar las plantas de los pies del suelo.
Cupido hizo caso omiso a su petición, contornear las caderas de su mujer, desatando el nudo de la espalda, cruzando las cuerdas con fuerza, haciendo un moño con lentitud, disfrutando de su cercanía y aspirando el aroma de miel que ese día tenía.
Una persona estaba entrando a la cafetería, por lo que Ginger se sintió salvada por la campana, su cuerpo era un traicionero, porque lo único que quería era lanzarse a sus brazos, robándole un beso. Aunque sentía que había roto su confianza, ¿en qué otras cosas él le mintió?
Dudaba que tuviera un trabajo en la Universidad, ¿entonces sus ojos eran reales y no eran pupilentes? Su cabello, ese si era mentira, lo sabía, porque ella se lo tiñó ¿o también era falso? Debería de tener todas esas habilidades.
Intentó sacarse todos esos pensamientos que la estaban agobiando, sacudió un poco los hombros para atender a la persona que estaba delante de ella, que parecía ajena a sus emociones.
Cupido se mantuvo detrás de ella, colocando la mano en su cadera, no desaprovechar cualquier minuto en el que ella tuviera que contenerse. Ginger de mala gana, presionó los botones de la caja registradora, giró un poco el cuello, observando el perfil de la deidad, pidiendo que prepare la orden
Finalmente, él la soltó y regresó a la cocina, Ginger vio que las mesas se estaban vaciando, por lo que tomó un trapo húmedo, necesitaba distraer su mente en la limpieza.
Ese día parecía que había menos personas que un usual sábado, por lo que prolongó la hora para cerrar, ya que sabía que Cupido quería hablar con ella, pero no estaba lista para escuchar lo que sea que él tenía que decirle.
Lo único de lo que estaba segura era que él jamás le haría daño, o al menos eso era lo que quería creer.
La luna salió, Cupido terminó de limpiar la cocina de la manera en que Sarah le enseñó. Observó por la ventana circular la forma en que su humana frotaba la mesa por milésima vez, lo que entendía que algo le preocupaba, eso lo había aprendido hace un par de días.
Asimismo, descubrió que su fruta favorita era la fresa, por lo que lo apodó con ese apelativo. La humana era una mujer responsable, dedicada y disciplinada con metas a futuro, una noche ella le comentó que le gustaría inaugurar otra cafetería en otro lugar de la ciudad, donde pudiese abrir los domingos. Tal vez en medio de un centro comercial, pero la renta en esos lugares era demasiado elevada.
Todavía estaba convenciendo a Sarah de hacer un viaje hacia otro país, donde pueda ver un poco de otros países, porque ese era el sueño cuando era joven, y se quedó estancado ahí. Ahora argumentaba que era una mujer de mayor, por lo que no iba a disfrutar.
Ginger volvió a humedecer el trapo húmedo, pero todo el lugar se encontraba limpio, se podía ver el reflejo en cualquier superficie. Cupido sacudió su cabeza con irritación, por lo que empujó a la puerta. La humana estaba tan enfocada en seguir tallando que no se percató del chirrido de esta.
Ahogó un grito cuando una mano cubre su boca y la otra la cadera, inclinándola contra la mesa. Ella torció la cabeza, observándolo, pero para su cuello era un dolor.
—Soy yo —murmuró él, con los labios pegados en su oreja, su pecho pegado contra la espalda de ella—. Te voy a soltar la boca, pero tienes que asegurarme que no vas a gritar.
Ginger permaneció inmutable.
—Entonces no te voy a soltar —prometió, nervioso y entrecerrando los ojos.
—Quisiera verte a los ojos sin romperme el cuello —puntualizó la humana.
—Te voy a soltar un minuto para que te des la vuelta, pero te voy a sujetar —instó él, arrugando las cejas.
—De acuerdo —accedió ella con cansancio.
Cupido la liberó de su agarre por un instante, analizando cada uno de sus movimientos para que no pudiera tomarlo desprevenido. Ella giró sus caderas, torció las piernas, por lo que la deidad aprovechó para abrirlas y meterse en medio de ambas, teniendo un control más preciso, él sujetó sus brazos arriba de la cabeza.
—¿Por qué no me sueltas? —preguntó ella, arrugando la punta de su nariz con frustración.
—Porque tengo miedo de que huyas.
—¿Por qué voy a huir? —debatió ella con nerviosismo y las comisuras de los labios curvados hacia abajo.
—¿Y por qué me tienes miedo?
—No te tengo miedo —resopló ella, con una sonrisa divertida en los labios y sin poder evitarlo, por lo que se confundió.
—¿Entonces...? —inquirió con un nudo en la garganta, lamiendo su labio inferior.
—¿Entonces qué?
—¿Por qué huiste de mí ayer?
—Pues estoy confundida, es algo que nunca creía que me iba a pasar, ni siquiera se me cruzó por la cabeza que los dioses existían, creía que era una invención del mundo para tener algo de esperanza y en lo qué crear —contestó de mala gana, removiéndose con incomodidad— ¿Ahora me puedes soltar, por favor?
—No, no quiero que vuelvas a huir de mí.
—No lo haré, pero no eres tan liviano y siento que me estás sacando el aire.
—¿Estamos bien? —inquirió él, entrecerrando los ojos.
Ella ladeó la cabeza, dudosa, por lo que él no la iba liberar con aquella actitud.
—No te voy a soltar —prometió él, con una línea recta en los labios.
—¿Qué es lo que se supone que tengo que hacer? ¿Retomar nuestra relación como si nada ni importarme que eres un dios?
—¡Sí! —clama, siento que finalmente los dos estaban en la misma sintonía— ¿Por qué cambiaría algo? Si sigo siendo Mishka, la persona de la que te has enamorado.
—¡Porque me has mentido! —replicó con furia y con la respiración entrecortada—. Todo esté maldito tiempo me has mentido.
—Yo nunca te he mentido acerca de mis sentimientos, Ginger.
—Pero, aun así, siento que no te conozco, ¿qué es lo siguiente que debo de saber? —desafió, escudriñándolo con la mirada—. Dime si es que voy a seguir sorprendiéndome con lo que sea, ¿te vas a casar con una diosa? ¿Tienes relación con alguna?
—No.
—¡Quiero la puta verdad, sin titubear y mirándome a los ojos! —exclamó ella, retorciéndose bajo él, pateando el aire, obligándolo a tener distancia.
Cupido cerró los ojos, aplicando más esfuerzo, aunque sin ser la suficiente para lastimarla, necesitaba ser oído, pero parecía que la humana le tenía miedo a la respuesta. Por lo que empezó a actuar; retrocedió un paso, tiró de sus muñecas hasta que ella se levantó de la mesa.
La deidad sujetó ambas muñecas de la mujer mientras que la otra mano se sujetaba en la cadera. Era consciente de que tenía un poco de control sobre sus alas, aunque el resto no regresó nada. Por lo que, con complicaciones, él los arrastra hacia la salida, se aseguró que nadie estuviera rondando cerca, recordando la sensación que ella hacía, para que salieran.
La vena de su cuello sobresalía debido al esfuerzo que estaba aplicando, sintió una picazón detrás de su espalda y la camisa que utilizaba en ese instante. Ginger abrió sus ojos con sorpresa, intentando zafarse de él, porque se sentía temerosa.
Miedo a lo desconocido.
Cupido extendió sus alas, dobló un poco la rodilla y se impulsó hacia arriba con la humana entre sus brazos. El corazón a Ginger se le quería escapar del pecho, por lo que se aferró a él, como si su vida dependiera de ello.
Literalmente.
Envolvió las piernas alrededor de las caderas de la deidad, y los brazos en el cuello. Apretó los ojos con fuerza, pues le tenía un poco de pavor a las alturas, pero sobre todo ahora que estaban en el cielo.
—¡Bájanos idiota de mierda! —ordenó con irritación en el oído de la deidad, intentando sostenerlo con más fuerza— ¡Ni se te ocurra soltarme, imbécil!
La humana todavía mantenía los ojos cerrados, aplicaba exceso de fuerza alrededor del cuello que entrecortaba la respiración de la deidad.
—Mi ángel, si no te relajas, me puedo caer y me voy a desmayar —susurró la deidad.
Alterada, Ginger abrió los ojos y relajó los músculos. Su vista era que las estrellas se veían mucho más grandes de lo que lucían desde abajo, al agachar la mirada, lo único que veía eran diminutas luces de la ciudad que sentía que podría aplastarla con los dedos.
—Sigues tensa...
—¿A dónde vamos? —Carraspeó la garganta, pasando saliva y omitiendo el tema anterior.
—Disfruta el viaje, Gin.
La deidad revoloteaba las alas, las mantenía rectas por unos segundos antes de volver a repetir la acción. La mujer prestó atención a las plumas, parecían ser largas y suaves, eran completamente blancas, empezó a contar la primera hilera, ya que no quería ver hacia abajo, porque sentía que se iba a morir en lo que iba a ver el suelo.
Aunque al ver de reojo, se percató que estaban llegando a la Bahía, ¿por qué iban tan lejos?
Cupido empezó a descender solo un poco, enderezando su cuerpo hasta que sus pies se colocaron en una superficie sólida. Se encontraban en el puente gigante de acero, debajo de ellos se escuchaba el tráfico.
Ginger no iba a soltar las de él, no es que tuviera un muy buen equilibrio. Además, tampoco quería abrir los ojos.
—Pero, tenemos que estar abajo, sigue siendo muy alto. —Tragó saliva sin ser capaz de alejarse.
—Es preciosa la vista aquí, las luces son brillantes. Pisa el suelo que sostendré tu mano y no voy a dejar que te caigas.
—Prefiero que me lleves al suelo.
—No, primero debes de ver lo hermoso que es.
Ginger desenterró su rostro del cuello de la deidad, abrió solo un ojo, pero le dio vértigo, por lo que los volvió a cerrar con fuerza. Cupido la sintió tensarse entre sus brazos una vez más, por lo que la estrujo con más fuerza, trazando círculos con las yemas de los dedos.
—Todo está bien, nunca voy a dejar que te pase nada. Lo prometo —murmuró con una voz dulce, pero firme.
Ella se relajó sin entender el motivo, poco a poco empezó a deslizar las piernas por el costado hasta que sus pies tocaron la superficie gélida del punto más alto del puente. Si hace unos momentos sentía que, si extendía el brazo, podría tocar las estrellas, esto ya no sería nada.
Los brazos del dios continuaba rodeándole las caderas, brindándole la seguridad que necesitaba. Ella todavía mantenía los ojos cerrados, tomando un gran bocado de aire. Abrió sus ojos con lentitud, observando hacia el horizontal, sin ser capaz de bajar la mirada.
—Es bonito, ¿verdad?
Ginger asintió con la cabeza, temblando.
—No lo has visto todo, lo único que ves es azul.
Ella agachó la mirada, observando las luces brillantes y blancas por todo el largo. Las dos torres fueron hechas de ladrillos con la iluminación amarilla. Además, había muchas lámparas de los carros que estaban cruzando en ese momento.
—¿No nos ven desde aquí? —divagó con dificultad.
En su mente se le plantearon escenarios horribles, si alguien veía a un par de personas hasta arriba, podrían creer que eran dos desquiciados que estaban a punto de cometer un suicidio o peor, podrían imaginarse que es algo extraño y llevárselo para hacerle estudios, disecarlo, torturarlo.
—No, es muy lejos la distancia, y los conductores usualmente prestan atención hacia delante.
—Entonces... ¿Has estado aquí? —inquirió, entrecerrando los ojos.
—Sí, siento que es un buen lugar para despejar la mente —replicó él, bajando el mentón, observando que ella tenía una mueca llena de confusión y duda—. No te estoy mintiendo, en serio.
—¿Por qué...?
—Pues porque conozco aquí.
—No, ¿por qué? —irrumpió ella en seco— ¿Por qué estás aquí? Eres Cupido, no me digas que estabas buscando el amor de mi vida...
Cupido carraspeó la garganta, ¿por qué él iba a buscar un amor para el amor de su vida?
Ni que estuviera loco.
—No, ¿por qué demonios haría algo como eso? —Frunció el ceño, poniendo mala cara.
—Pues no sé, la que tiene preguntas soy yo, supongo que me has traído aquí para poder hablar, y no quiero más mentiras.
—Sí, ¿quieres iniciar con el interrogatorio?
—¿Por qué estás aquí?
—Por ti —replicó sin titubear.
—Necesito una mejor explicación.
—¿Recuerdas cuando el día de San Valentín encontraste un cupón? —inició, soplando, acariciando la coleta de caballo que ella usaba.
La humana asintió con la cabeza.
—Ese era mío, lo perdí, porque a veces soy muy torpe, es una actualización de las flechas, pero no se pueden usar así, porque así. —Suelta una risilla—. Los tengo que otorgar yo, y deben de estar como en contacto la pareja, cuando no lo entregó y mucho menos hay una conexión entre las dos personas.
—¿Qué es lo que estás diciendo?
—Que el enamoramiento no sirve. La persona que lo recibe se vuelve posesiva, agresiva y su mundo empieza a girar en torno de la que lo recibió.
Los recuerdos la golpearon, empezando a entender por dónde iba. Noah y ella no tenían una relación, tal vez la conocía, porque iba a su cafetería y ella ubicaba a sus clientes frecuentes, ya que siempre pedían lo mismo.
—Y yo se lo entregué a Noah.
—Y no sabía tu nombre, Gin. La única manera era que te entregará el cupón por voluntad propia, yo lo llevaría con alguien y poder romper el amarre que accidentalmente le hiciste.
—Y por eso, Noah dejó de molestarme, ¿verdad?
Cupido asintió.
—Yo sabía que te atraía, más que nada la idea que tú te habías planteado de lo que él podría ser por sus vestimentas, su porte o su pedido. Pero, nunca te animaste a conocerlo.
—Sin agregar que estaba comprometido, él no necesitaba otra mujer —añadió, un poco incómoda.
—Sí, debido a mi imprudencia, mis jefes me castigaron y debía de romper mi cagadero, porque, en primer lugar, no debí de ser tan descuidado y perderlo. También me han quitado mis poderes para que la tarea no sea tan sencilla y pueda aprender la lección, creo que voy a regresar a las flechas.
—Pero, Noah y yo ya no hay nada entre nosotros, es como si nunca hubiéramos cruzado unas palabras ¿Por qué estás aquí? ¿Ya te quitaron el castigo?
—Estoy aquí, porque quiero estar contigo, mi ángel. —La estrechó con más fuerza entre sus brazos—. Porque te amo y no me quiero ir de tu lado —confesó, recargando su barbilla sobre su nuca.
—¿Qué has dicho? —Ginger echó la cabeza hacia atrás, en busca de una respuesta, creyó que escuchó mal.
—Que te amo y estoy tan nervioso, porque no quiero que termines conmigo, gracias a ti conocí lo que es el amor. Siempre fui espectador en grandes historias de amor entre los humanos, pero ahora soy el protagonista y no estoy dispuesto a terminar mi libro.
Las palabras de Cupido se escuchaban sinceras, por lo que el corazón de la humana empieza a latir con tal fuerza que podría salirse en cualquier momento, sus labios esbozaron una sonrisa, sus ojos destellaron como las estrellas brillantes.
—¿Lo dijo en un mal momento? Es que soy nuevo en esto del amor y, perdón, es que... Estoy un poco nervioso, y... —balbuceó sin ser capaz de sostenerle la mirada.
Ginger sonrió con ternura, creía que era tan adorable, incluso sus mejillas se estaban tornando color rojizas. Ella se sentía de la misma manera, por lo que le sujetó el mentón con ambas manos, atrayéndolo hacia él, capturando sus labios en un beso lleno de pasión.
Cupido abrió sus ojos por una milésima de segundo con sorpresa antes de responderle con el mismo entusiasmo, hambriento de ella.
Tal vez solo habían pasado una noche separados, pero se sintió como una eternidad.
Él entreabrió los labios, rozando la lengua con la boca de su humana, pidiendo acceso mientras tomaba un bocado de aire. Sin vacilar, ella abrió, encontrando su carnosa lengua junto a la de la deidad.
—Te he extrañado como no tienes ni una maldita idea —admitió al separarse de ella, depositó un beso húmedo en la frente, regalándole una sonrisa—. No me vuelvas a alejar de ti.
—Solo si no me vuelves a mentir. —Enterró su rostro en su pecho, empuñando su camisa— ¿Y qué sigue?
—Pues planeaba decirte que era un dios, solo que no conocía el momento adecuado —admitió él sin alejarla—. Ahora me siento libre, por lo que voy a vivir el momento.
—Es necesario planear, por si llega a pasar algo...
—Lo único de lo que estoy seguro es que quiero un futuro contigo —irrumpió él extasiado.
Lo único que deseaba en ese preciso instante era desplegar sus inmensurables alas y despegar hacia el cielo. Aspiró el aroma frutal que desprendía de su cabello, lo que alteró cada célula de su cuerpo. Sus labios se curvaron en una sonrisa traviesa, por lo que su humana sintió un frío recorrerle la espalda.
—Borra esa cara que me estás asustando —admitió ella con el entrecejo arrugado.
Cupido ensanchó su sonrisa, la envolvió con sus brazos hasta que le sacó el aire de los pulmones, ladeándose hacia un lado. Ella intuyó que los iba a dejar caerse, ella puso firme las piernas, pero no tenía de donde sujetarse, por lo que fue débil.
La deidad se dejó caer, por un lado, junto con la humana que se le cortó la voz, por lo que no logró gritar. Las ráfagas de viento golpeaban su cuerpo. Los dos estaban cayendo de cabeza hacia el agua que estaba debajo de ellos, se iban a desequilibrar, se sentían al borde de la muerte.
Sin embargo, antes de estrellarse contra el agua, Cupido desplegó sus alas, deteniendo su caída. Ella estaba aferrada a él, abrazándolo con fuerza, sintió sus piernas flaquear, por lo que le envolvió las caderas con ellas.
—¡Me vas a sacar el corazón del pecho! —chilló ella, sintiendo toda la sangre en su cabeza— ¡Regrésame a la tierra! ¡Siento que me voy a morir!
El pelirrosa se río.
—Ni se te ocurra, que te voy a ahorcar con mis propias manos —advirtió severa Ginger, resoplando al quitarle el código.
—Uy, que delicioso. Nueva fantasía sexual desbloqueada —canturreó con diversión, antes de dejarse caer a los dos en el agua.
El agua la empapó por completo, sin dificultad, el pelirrosa giró sus cuerpos para ir hacia la superficie y tomar aire. La humana pasó la palma de su mano por su cara, quitando el resto de las gotas. Sus piernas se movían de un lado a otro, manteniendo a flote.
Abrió sus ojos, empezó a salpicar el agua hacia Cupido que no ha dejado de reír.
—¡El agua está helada, me estoy congelando! —Sus dientes castañeaban, cruzando los brazos sobres su pecho.
Cupido nado hacia ella, colocando sus manos en las caderas, atrayéndola a él, abrazándola.
—Yo te puedo calentar —murmuró coqueto, arqueando sus cejas—. El arte del amor es la mejor reconciliación.
—Estás demente, me estoy muriendo aquí —titiritó ella, pero la deidad continuaba tocándola, que emanaba calidez por todo su cuerpo— ¿Cómo es que tú puedes estar tan caliente?
—Es que mi corazón no deja de palpitar, porque estoy cerca de ti. —Sujetó la mano de su humana, colocándola sobre su pecho— ¿Puedes sentir como exclama por tu amor?
—Yo también te quiero... —Se sacudió, ladeando la cabeza.
El pelirrosa permaneció en silencio, sacudió las alas que las tenía mojadas hasta que empezaron a ser capaces de volar.
—Parece que quieres agregar algo.
—Sí, ¿cómo se supone que debo de llamarte? —Mordió su labio inferior con nerviosismo.
—¿A qué te refieres?
—Sí, tú me dijiste que te llamabas Mishka, pero ahora es diferente, eres un dios ¿cómo se supone que te debo de llamar?
—Fresita, el amor de tu vida —fanfarró con una media sonrisa—. Eso no va a cambiar, mi ángel.
Cupido deslizó sus manos detrás de las rodillas y otra atrás de la espalda. Desplegó sus alas y empezó a volar hacia el cielo. Las alturas era algo que sin duda no le gustaban. El pelirrosa agachó la mirada, Ginger lucía tan adorable acurrucada en sus brazos, por lo que depositó un beso en su mejilla con suavidad.
—Tienes que decirme todo sobre lo de ser deidad, Cupido si quieres que esto funcione, porque detesto las mentiras —advirtió ella sin mirarlo—. Pero, te advierto que eres el primero con el dios con el que salgo.
—Puedes hacerme todas las preguntas que quieras, mi ángel —carcajeó, sacudiendo la cabeza—. Estoy honrado de ser el primer y último dios con el que salgas.
—¿Me vas a presentar a otros? ¿Son tan guapos como tú? —inquirió con diversión, pero con un tono seductor.
—No te voy a presentar a nadie, porque tú eres mía —aseveró con un tono posesivo—. Así como yo soy tuyo.
—Es un trato justo, por lo que no me interesa conocer a nadie que no seas tú. —Ella le acarició el rostro de la cara con la palma de la mano.
—Esta noche nos vamos a conocer muy bien, mi ángel.
*n/a
hoooliiis, que ondis? como están? qué es lo que va a seguir de aquí? cuál es su teoría? porque Cupido solo tenía un mes para arreglar el cagadero dee pero ahora el pedo es que no puede haber mor entre cupido y y humanos, i mean, dioses
tan tan tan
btw, por cierto, bienvenidxs a las nuevas personitas que se han unido a esta historia, les mando todo el luv,
recuerden que podemos seguirnos en redes, los veo x alla
mucho luv, hope n.n
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