015 l Rueda de la fortuna
Viernes, 27 de febrero
Ginger resopló, cerrando sus ojos por un instante. Solo había algunos clientes con su computadora en mesas individuales, varios de ellos lucían estresados, seguro se encontraban realizando tareas o tenían exámenes. Todavía recordaba aquella sensación, sólo tenía dos años que egresó de su carrera, y nunca olvidaría aquellas sensaciones.
Cupido salió de la cocina, ladeando su cabeza. Él le acarició su cola de caballo antes de pararse a un costado de ella.
—Ha sido un día muy ajetreado —confesó él, desplomándose hacia la humana y colocando su frente sobre el hombro.
—Al menos ya casi se va a terminar, Mish.
—¿Y si me dices mejor fresita? —canturreó él con voz adorable.
Le rodeó la cintura con ambos brazos, tirando de su humana hasta que se irguió, el pelirrosa le depositó un beso sobre su hombro, aspirando el aroma a café que ella adquiere a lo largo del día.
—No, si me vas a seguir estrujando de esa manera —rió con diversión.
Cupido volvió a apretarla contra sí, mordisqueando su hombro otra vez con suavidad.
—Estás jugando con fuego, ángel —advirtió él con voz pícara.
—Tal vez me gusta quemarme, fresita.
Cupido soltó un sonido gutural, depositando un beso en el moflete con dulzura.
—Mi amigo me comentó que hay una feria por allá, ¿quieres ir?
—Gracias por sacarme de la rutina.
—¿Eso es un sí?
—Definitivamente.
La hora restante de la jornada laboral transcurrió con lentitud, todo parecía estar en cámara lenta, Cupido había regresado a la cocina para dejarla impecable para el día siguiente.
Sacó los instrumentos para limpiar en las mesas, no dejó que ella hiciera un movimiento extra. Debido a que el día anterior no le ayudó en lo absoluto. Al cerrar, Sarah se bajó con lentitud, observando todo el lugar.
—Chicos, no me esperen en la noche que es de bingo con unas amigas y se va a poner ¡Salvaje! —vociferó Sarah exaltada y dando un diminuto aplauso que hizo eco.
Ginger soltó una carcajada, meneando la mano como despedida que su abuela salió sin decir ni una palabra extra. Para ese entonces, ya no había comensales en el establecimiento y la deidad terminó de arreglar todo el lugar. Los se dirigieron al departamento, la humana iba dos peldaños más que el hombre, lo cual le brindaba una grandiosa mirada al exquisito trasero de ella.
Cupido no lo pudo resistir, tendió la palma de su mano, llegando hasta ella y brindándole una nalgada. Ginger se estremeció, porque no lo presentía. Instintivamente colocó las manos, como un escudo y empezó a correr hacia arriba, de dos en dos, jugueteando con el dios.
Él no se quedó atrás, apresuró su paso. Era una pequeña batalla que debía de ganar, colocaría otra vez sus manos sobre su redondo trasero. Por más que ella intentará moverse rápido, era como una tortuga. Intentó girar el pomo de la puerta con velocidad, no obstante, era más lenta. Chilló, recargándose contra la madera, intentando cubrir su retaguardia, sin éxito, o al menos eso era lo que la mortal creía.
La puerta se abrió, trató de adentrarse, y en ese preciso momento, Cupido la sujetó de las caderas, alzándola en el aire. Ella se hizo bolita, atrayendo sus rodillas hacia su pecho, metiendo su rostro en el agujero que se formaba, abrazó sus piernas mientras él sólo la sostenía con un solo brazo. La espalda de la humana estaba contra su caja torácica y podía sentir que su corazón se podría desbocar en cualquier instante.
Él la dejó caer con delicadeza sobre el sofá, arrodillándose a un lado. Sus manos empezaron a explorarla, lo cual le dejaba cosquillas. Se retorció debajo de él, soltando una estruendosa carcajada y con la respiración irregular.
—¡Por favor, ya! Me voy a hacer pipí —lloriqueó entre risas.
Cupido se paralizó al instante, echándose hacia atrás. Ella por fin podía respirar con tranquilidad. Abrazó su abdomen, sentía un poco de dolor. Se incorporó y observó a la deidad.
—Qué bonito te ríes —aduló él, sentándose a un lado.
—Eres bien mentiroso, sueno como un puerco que se está ahogando. —Ella estrelló su puño contra su hombro con diversión, inclinándose hacia él, descansando sus sien en la curva de su cuello.
Giró el mentón en su dirección, se inclinó hacia abajo y depositó un casto beso en su nuca.
—¿Te confieso algo?
—Sí.
—Me encantaría tener el poder de congelar el tiempo, porque no quiero alejarme de ti.
—Podemos estar juntos sin esperar a que el tiempo se detenga, fresita.
Ella no lo entendía, y él no se lo iba a explicar.
—Siento que todo esto, entre nosotros está avanzando demasiado rápido, que puede ser algo aterrador... —Carraspeó su garganta con un poco de nerviosismo.
Cupido le acarició el moflete, las yemas de sus dedos se dirigieron a su barbilla, tirando de ella para conectar sus miradas. Él capturó su boca en un beso dulce, él pidió acceso a su cavidad bocal cuando su lengua rozó el labio inferior. Sus manos acunaron su rostro, evitando que se alejara.
—No pienses, Ginger —murmuró cuando se separó un segundo, tomando un bocado de aire, depositando un corto beso sobre sus labios—. Solo siente, ángel.
El calor se acumuló en las mejillas de la humana, se tornaron un poco rojizas, aceptando todos y cada uno de los besos.
— Tenemos que irnos al festival, ¿te vas a cambiar?
Sin palabras, ella asintió. Todo su cuerpo se sentía un ligeramente entumecido. Fue en automático cuando fue a su habitación. Iban a ir a algo parecido a una feria.Lo más probable es que deben de tener juegos mecánicos, por lo que la idea de usar una falda o un vestido, estaba descartada. Se puso unos jeans, tenis y una blusa con un escote en forma de corazón, verde esmeralda. Pasó sus dedos por su cabello, humedeciéndolo un poco, tratando de quitar la marca de la liga.
Cuando no lo consiguió, optó por hacer una trenza. Se echó perfume, saliendo de su habitación. Su inquilino estaba completamente vestido, hasta parecía que acababa de tomar una ducha, ya que su cabello rosado goteaba un poco.
Como Cupido mandó a hablar a un transporte por medio de una aplicación, el vehículo se estacionó en la parte de enfrente, por lo que la pareja se apresuró a caminar hacia abajo. La deidad abrió la puerta trasera, moviéndose a un lado para que su humana subiera primero.
La ruta no fue tan extensa cuando llegaron a la feria. Ginger se preguntó cómo es que Mishka había encontrado ese lugar y cuánto tiempo se iban a quedar. No era tan grande como un parque de diversiones, estando sentada lo único que logró ver fue la rueda de la fortuna. Estaba cercado con algunas barras blanca, ella se encontraba extasiada, tenía bastante que no asistía a una.
El olor a palomitas de maíz llegó a sus fosas nasales. Se bajó del otro lado y caminó apresuradamente hasta llegar a la entrada. Compró los boletos para ingresar, agitó la mano hacia ella para dar pasos más largos.
Al entrar, en el perímetro había un montón de pequeños locales llenos de comida. Ella analizó con rapidez, se le antojó una bebida fría que no fuera café. No era que odiaba su trabajo, pero no era algo que le apetecía y menos cuando terminó de laborar.
Después, Cupido le compró un algodón de azúcar, color rosa, para que combinara con su cabello, en lo cual compartían.
—¿Te quieres subir a la rueda? —Apuntó ella, aunque parecía que había una extensa fila, por lo que hizo una mueca al instante.
—Sí, pero primero vamos a caminar por allá, con suerte la fila se va a hacer más corta. —Rompió el algodón y lo condujo hacia los labios de la humana, quien lo recibió gustosa.
Ella enroscó su brazo con el de él, tirando para observar en cada uno de los puestos.
—¿Me das tu bebida? —Señaló el vaso de plástico que solo tenía un popote.
Ginger lo colocó sobre sus labios para que pudiera dar sorbos. Él en lugar de prestar atención hacia los demás, sus ojos solo estaban puestos en la humana, le encantaba esa sonrisa que adornaba su boca y decidió que quería continuar viéndola por más tiempo.
—Ahora sí, ya está libre la fila, vamos. —Ginger arrojó el vaso y la bolsa al cesto de basura que tenían enseguida, poseía una puntería magnífica, ya que cayó.
Sujeto la mano de la deidad, tirando de ella hasta llegar a la rueda de la fortuna. La poca gente que se encontraba ahí avanzó rápido, cuando estaban enfrente una cabina de color azul turquesa. El empleado ayudó, sujetando los cintos en su regazo y cerrando la puerta.
Se empezó a mover, pero se detuvo, ya que había varios espacios después de ellos. Ella admiraba la pequeña altura que tomaron. Echó la cabeza hacia atrás, prestando atención al cielo nocturno con las pequeñas estrellas decorando el lugar.
Empezaba a creer que esas eran sus horas favoritas del día, porque era las que estaba a un lado de él.
—¿Te has subido antes a una de estas? —inquirió ella, un poco avergonzada.
Lo más probable era que pareciera a una niña
—Sí, estar hasta arriba es grandioso. Espero que nos toque estar en la punta.
—Yo también lo espero —confesó ella, curvando sus labios en una sonrisa— ¿Cuándo fue la última vez que montaste una como esta?
Cupido pensó que al menos un siglo. Antes eran de madera y más pequeñas. Aunque la gente todavía se sentía temerosa de subirse a una. Eso no lo iba a confesar en voz alta.
—Hace ya algún tiempo, ángel ¿Tú?
—También, solía no tener mucho tiempo. Jade y yo somos grandes amigas, pero nuestro horario y actividades era complicado estar de acuerdo. Tal vez tres años —explicó, contando con los dedos.
La rueda hizo un eco con su ruido y ellos empezaron a subir. La sonrisa de la humana se ensanchó, observando desde abajo. Algunas luces hacían brillar el lugar, pero era tenue.
—Desde aquí parecen todas hormigas.
—Y cuando estás más alto, ni siquiera las verías.
Si él le confesaba que era una deidad, ¿ella trataría alejarse de él o lo aceptaría?
Ella se estaba clavando tan profundamente en su pecho que verla rechazarlo lo iba a destruir.
—Está relampagueando —masculló ella cuando una luz centelleó por una milésima de segundos—. Está todo nublado, lo odio.
—¿Crees que vaya a llover? Solo ha relampagueado un par de veces. —Apuntó Cupido con el dedo índice, tensado.
—Las nubes se ven cargadas.
Antes que la deidad pudiera responder, la rueda empezó a moverse otra vez. Perdieron la noción del tiempo allá arriba, pero sabían que no transcurrió más que un par de minutos.
Cupido soslayo otra vez el cielo, la luna se había escondido. Y los relámpagos se hacían más frecuentes, la humana presentía que iba a llover, por lo que se apresuró a contactar un chofer que los llevará de regreso, pudiendo resguardarse, ya que lo único que había eran toldos de los comerciantes, donde la mayor parte estaban ocupados por sus utensilios a la hora de trabajar.
La primera gota de agua cayó en la nariz de la humana, la lluvia llegó con fuerza y en menos de tres segundos ya se estaba empapando. El suelo de tierra, con césped en la mayor parte del lugar, empezó a enlodarse. Su mano fue sujetada por una deidad, quien tiró de ella hasta uno de los puestos de comida, donde yacían más personas, por lo que deberían de estar más cerca uno del otro para evitar continuar mojándose.
La deidad retiró algunos mechones de su rostro, estaba empapada y sus dientes castañeaban por el frío, intentó abrazarse para contener el calor corporal. Cupido cruzó un brazo sobre su pecho, apretándola contra él, acción que no funcionaba del todo, porque él también estaba helado.
Una nueva notificación hizo que la pantalla de su celular se encendiera. Ella observó el lugar, un auto color gris se había detenido enfrente. Aumentó la velocidad de sus parabrisas. La humana apuntó el carro.
—¿A la de tres corremos?
—No. Ya. —Ginger tomó su muñeca y corrió hacia el vehículo.
La distancia era de al menos unos tres metros, todo el lugar estaba resbaladizo y tenía pavor de caer y llevarse consigo a su compañero. Él podía notar eso, por lo que estuvo más firme, provocando que algunas de sus venas sobresalieran de sus brazos. Abrió la puerta trasera y con delicadeza espero a que ella subiera.
—Aquí traigo unas toallas, por favor séquense —pidió el conductor, tomando dos del asiento del copiloto, entregándoselas.
Fue hasta ese entonces que Ginger se percató que un plástico cubría los asientos. Se estremeció cuando sintió la textura rasposa sobre su melena, él le estaba frotando el cabello con delicadeza. Ella se giró para observarlo, le regaló una sonrisa antes de acercar la a él, tocando su rostro húmedo.
—La lluvia arruinó su cita, ¿verdad? —argumentó el chofer, observando a la pareja por el retrovisor.
—Sí, pero no importa si estás con la persona correcta —replicó Cupido, pasando la toalla por los sus hombros, dejando su brazo encima.
El trayecto devuelto a su hogar fue un poco más largo, las gotas de lluvia cada vez se hacían más pesadas al caer creando un estruendoso ruido que opacaba la ligera música que estaba llevando el conductor. Al llegar a su casa, Cupido le pidió las llaves a Ginger, ella debía de esperarlo en lo que abría la puerta, tratando de evitar que se mojará más.
Cupido cerró la puerta cuando bajó, corrió a la entrada, al lado de la cafetería, intentando refugiarse en el pequeño techo. Logró abrir, volvió a dirigirse hacia el carro, tirando de la manija para abrirla, ayudando a su humana a salir. Se apresuró a ingresar a las escaleras.
—Nos volvimos a empapar otra vez —mofó Ginger, con las gotas escurriendo por su frente.
—Hay que quitarnos esto antes de que nos vayamos a enfermar —apresuró Cupido, quitándose sus zapatos.
—¿Y si me besas bajo la lluvia? —Ella acarició su brazo.
Los ojos de Cupido destellaron con diversión, no tenía que preguntárselo dos veces. Por lo que entrelazo sus dedos con la humana, saliendo hacia la lluvia. Ella se detuvo enfrente de él, río con un poco
Él le iba a cumplir todas las fantasías que se le pudieran atravesar por su mente.
Él tomó de su mano, sacándola de su refugio. Los dos se sonrieron, él rodeó su cintura con ambas manos, tirando de ella. Inclinó la cabeza hacia delante y cerró los ojos antes de capturar sus labios.
Las manos traviesas de la deidad viajaron hacia abajo, estrechó su trasero y la invitó a dar un pequeño impulso para que ella le rodeara la cadera con las piernas. Su agarre no se alejó de la retaguardia, y la apretó contra él, ella sintió algo rígido sobre el monte de venus y se imaginó que era una erección, por lo que apretujó más sus piernas, informándole que también lo deseaba.
Él gimió contra sus labios mientras daba vueltas sobre su propio eje. Ginger soltó una carcajada antes de deslizar sus piernas por las de él para pisar la acera. Él depositó unos últimos cortos besos en su boca que ella no alcanzó a responder.
Cupido pasó un brazo detrás de las rodillas de la humana, levantándola en el aire y regresando hacia las escaleras. Los dos estaban carcajeando. Él no la soltó en ningún momento, la apretaba contra su pecho, con un poco de dificultad empujó la puerta, cerrándola. Subió los peldaños aún con la mujer en sus brazos.
Ginger se retiró cuando por fin ingresaron al apartamento, para que ella se bajara. A pesar de estar fríos por el clima, ella se sentía ardiente. La deidad cerró la puerta, por lo que al girar sobre sus pies no se esperaba que su humana lo empujara a la entrada. Sus manos empuñaron el borde de su camisa, se inclinó hacia él para besar sus labios una vez más.
Las manos de la deidad empezaron a explorar sus caderas, estrechándola contra sí. Sus lenguas estaban en una guerra, por lo que ella soltó un pequeño gemido agudo cuando él mordisqueó el labio inferior. Al separarse para tomar un bocado de respiración, ella subió los brazos, deshaciéndose de su blusa y quedando en sujetador negro.
La deidad pasó saliva por su garganta, inmutado. No pensaba que ella fuera a desnudarse tan repentinamente. La humana se sintió apenada al instante al no tener una reacción inmediata, aunque no notó que los pantalones de él le apretaba la polla. Ella cruzó los brazos en su pecho, encorvándose para ocultarse. El pelirrosa tenía un nudo en su estómago, por lo que colocó las manos sobre su hombro, intentando hacer que retomara su postura.
—Perdón, tal vez te incomodé —farfulló ella, sin quitar las manos de sus pechos.
—No es eso, estaba memorizando lo bella que eres. Por favor, retira tus manos. —Acarició sus brazos, haciendo que ella expusiera su pecho otra vez—. Eres la criatura más hermosa que he visto, ángel.
Los dedos temblorosos del dios se acercaron a los tirantes de su brasier, rozando la húmeda piel con lentitud.
—¿Puedo tocarte? —preguntó él, fijando sus ojos en los de ella.
Ella asintió con la cabeza.
—Por favor no cambies de opinión. Me matarías, mi precioso ángel.
Ginger se inclinó hacia él, rodeando su cuello con los brazos, besando sus labios, sellando una promesa para aquella noche.
—Ayúdame a desnudarme —dijo su humana, retrocediendo un paso.
Cupido deslizó sus manos por su espalda hasta llegar al broche de la ropa interior que con una sola mano logró desabrochar. Ella arrastró los brazos por las tiras y cayó al suelo. Él se acercó, hundiendo su cabeza en el cuello, mientras sus dedos conocían cada espacio de su piel. Tironeó un como de las aureolas rosadas, continuando con sus besos húmedos.
Ginger ya no sabía si estaba mojada por la lluvia o por las caricias del hombre.
Definitivamente era una mezcla de los dos.
La mortal buscó el borde de la playera de Cupido, no era tan justo. Él levantó los brazos para que la tarea fuera más sencilla y la dejó caer a un lado de la ropa. Él se aproximó, robándole más besos de sus labios. Los pechos de ella se impactaron contra el de él cuando se acercó, acariciando su espalda.
Sus manos se sentían tan jodidamente deliciosas.
Cupido la rodeó de la cintura, impulsándose para atrás, invitándola para que ella le rodeará la cadera con las piernas. Él sin dificultad empezó a caminar hacia la habitación de la mujer que tenía en sus brazos, con una patada la logró abrir y dejó a la humana bocarriba sobre la cama, él desabrochó sus pantalones, tirando de ellos hasta retirarlos por completo.
—Están un poco mojados —carcajeó ella al ver la ligera dificultad que él tenía, a pesar de haber alzado las caderas para que fuera más sencillo.
La piel de Ginger estaba un poco bronceada, amaba el color, sobre todo en sus bragas que tenían algunos dibujos animados. Él arqueó la ceja con diversión, apuntando la pequeña tela que cubría su mente de venus.
—Eres adorable, me encantan tus calzones.
—La próxima vez si quieres, usaré encaje.
—No me importa, porque van a terminar en el suelo.
Cupido se inclinó hacia ella, sus manos exploraron el largo de sus piernas, llegando a sus bragas, tirando para abajo, deshaciéndose de ellas. Su humana lucía tan apetitosa, desnuda. Él acarició los muslos internos, bajando hasta sus rodillas, trayéndola a el borde de la cama. Su monte de venus podía ver algunos vellos que no le molestaban.
Él se arrodilló enfrente de ella, la sujetó por los tobillos, dobló sus piernas, las separó y las colocó sobre sus hombros para exponer su coño a la vista.
—Mantén las piernas así.
La deidad bajó su rostro y enterró su boca caliente sobre su clítoris, torturando la zona sensible por su hinchada. Ella jadeó, su cuerpo se sacudió en lo que él volvía a arremeter con lenguazos rítmicos. Ella se sentía tan cerca de su primer orgasmo e intentó alejarse, pero él tenía el dominio y apretó sus piernas, manteniéndola extendida.
—Me estás matando —mencionó ella sin respiración.
Ginger arqueó la espalda y sus dedos sujetaron con firmeza al edredón. Jadeos salieron de sus labios hasta perder el sentido por el placer que estaba recibiendo. El clímax la alcanzó, se sacudió por la fuerza cuando él introdujo su lengua.
Qué manera más deliciosa de morirse, con las olas de placer que él le brindaba al empuñar su lengua en su interior. Se sentía débil y su cuerpo quedó laxo cuando él se levantó, desabrochando sus pantalones.
—Te quiero ahora —ordenó él, liberando su erección de los calzoncillos.
—Dame un minuto, en el cajón hay preservativos. —Apuntó su mesita de noche.
Cupido asintió con la cabeza, rodeó la cama, saboreándola en sus labios todavía. Abrió el de abajo, lo que encontró fue la ropa interior de la mortal, había de una gran variedad y él solo quiso quitárselos todos en algún momento. Los revolvió antes de encontrar la caja, sacó un diminuto sobre plateado, rasgando la parte superior. Apretó la punta del condón, lo posicionó enfrente de su pene erecto, cuando iba a deslizar la envoltura hasta la base, la humana se acercó, terminando el trabajo, llegando a la base. Estaba nerviosa, él era un poco más grande de los otros hombres que la habían tomado en un pasado. Pero, podría tomarlo sin problemas o al menos eso esperaba.
Ginger se arrastró a la mitad de la cama, abriendo sus piernas un poco, Cupido caminó de rodillas hasta llegar a la humana, abriéndose camino entre ellas.
—Te deseo tanto —admitió con lujuria.
—Te necesito.
La boca del pelirrosa descendió sobre la de la humana para poner fin a cualquier conversación entre ellos y su beso agresivo incrementó su pasión. Sus dedos exploraron frenéticamente cada centímetro de su torso que podía alcanzar, dándole atención a los pezones erectos de la mujer. Ella estaba caliente. Mojada.
La espalda de la humana se arqueó para presionarse con más fuerza con la deidad. Él jadeó, apartándose a un lado, apoyando su peso con las manos a sus costados, entrecerró sus ojos con deseo y ella lo observó cada parte de su tórax, su piel era más clara que la de ella. Sus miradas se conectaron, incrementando su conexión.
Aunque ella se preguntó de qué color eran los ojos del hombre con el que estab follando.
Él se acercó más, ella sintió su pene caliente más cerca de su entrada. Estaban vientre con vientre y su boca la encontró. La besó como si fuera el fin del mundo, Cupido estaba tan febril que por poco iba a perder la cabeza.
—Ámame está noche como si no existiera un mañana —gimió contra sus labios cuando se separó un poco para tomar aire.
Ginger envolvió sus piernas alrededor de su cintura, una invitación a que finalmente se enterrará dentro de ella. Sus caderas se movieron, jadeó cuando él ajustó su cuerpo un poco más hasta que la longitud increíblemente rígida de su polla se apretó contra la entrada de su coño.
La deidad meció sus caderas para frotar su pene contra las paredes de la mujer, era sencillo, porque se encontraba empapada de la necesidad. Él hundió su cabeza en la curva de su cuello mientras ella jadeaba con más fuerza, depositando besos y siguiendo su ritmo cuando estuvo profundamente en su interior.
Ella se sentía tan exquisitamente estrecha alrededor de su eje.
—Rápido —instó la humana cuando su cuerpo se ajustó a su gran tamaño.
Él incrementó la velocidad de sus movimientos. La sensación de sus músculos ondulantes lo envió a él casi al clímax. Su polla acarició un punto en su interior que la hizo gritar y sus uñas se clavaron en la espalda de la humana.
Ginger echó la cabeza hacia atrás y vociferó cuando el placer por segunda vez la atravesó. El punto culminante fue brutal, porque se extendió por todo su cuerpo. Sus músculos vaginales sujetaron con más fuerza la polla del hombre, su anatomía se apoderó de la misma intensidad.
El calor se disparó en su interior cuando él se corría. Ella podía sentir cada espasmo en su profundidad, él jadeó con pesadez mientras ella cerraba los ojos para recuperarse.
Había sido el sexo más candente que Ginger había sentido durante toda su vida.
Cuando la mortal abrió sus ojos otra vez, notó algo extraño crecer en la espalda del hombre que la acababa de follar. Parecían unas alas grandes que si la desplegaba podría tirar todo lo de su habitación, ella quedó estupefacta, pero frunció el ceño.
—¿Por qué tienes alas? —Su mano temblorosa señaló detrás de él, tornándose pálida—. Estoy viendo mal —carcajeó con nerviosismo, intentando separarse de la unión que había formado.
Él giró el mentón, encontrándose con sus alas blancas de ángel, no sabía lo que estaba sucediendo con su cuerpo, pues ni siquiera las sintió.
—Ginger, yo... —Pasó saliva por su garganta, regresando la mirada a la humana, buscando las palabras adecuadas para explicarle que era una deidad.
Estaba jodido, ¿ella lo aceptaría como es él?
No obstante, ella tenía los ojos cerrados, la cabeza sobre la almohada y con una respiración regular.
La humana se había desmayado.
n/a*
AAAY QUE EMOCION, CREO QUE YO TAMBIEN ME HUBIERA DESMAYADO ALV SI VEO ALGO ASÍ, USTEDES QUE CREEN? QuE PIENSAN? QUE SE IMAGINAN? EN FIN, MUCHAS GRACIAS POR TODO EL APOYO,
OIGAN NDO ESCRIBIENDO UNA HISTORIA EN LA QUE SE DERRAM MIEl, me gustaría que le dieran una portunidad, se llama nefelibata, está en mi perfil y es muy linda, segun yo, ddd
en fin, perdon los errores de ortografía, y nos leemos pronto
recuerden que pueden seguirme en mis redes para adelantos, besos
hope (:
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