Tercera parte:

Todo lo que conocía hasta entonces estaba por derrumbarse. El templo que había erigido durante toda su larga vida caería como un vulgar castillo de naipes. Había cometido un imperdonable error y ahora, lo sabía, tendría que pagarlo. No obstante, no le importaba lo que pudiera pasarle a él sino a su comunidad. La gente perteneciente a ella no tenía la culpa. Incluso muchos de ellos le habían advertido de las posibles consecuencias, pero él, en un instante de desesperación, había tomado una decisión errada. Estaban condenados... y él, como su líder, debía intentar revertir el curso de los acontecimientos.


Todavía no se había perdido todo... había que encontrar la cura.  


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