↝Epílogo: ¡Que le corten la cabeza!↜
La multitud ruge con furor al verme. Yo levanto la cabeza para ver el cielo, blanco e impoluto como siempre, indiferente de la sangre que será derramada bajo él. Me suben al estrado y puedo distinguir a algunos individuos, todos están bien vestidos, como si fuesen a una celebración. Supongo que lo es.
Por un momento me extraña ver algunos Delfos entre el público. "Delfos de compañía", me recuerdo. Muchos Principales usan a los Delfos más distinguidos para algo más que limpiar. Somos un objeto de riqueza. Quien tiene al Delfos más guapo y obediente, gana.
Me contengo a mí mismo de pensar en ello. Estoy teniendo suficientes problemas por mí mismo.
Hércules empieza su discurso.
―Nuestro tesoro estaba bien resguardado en el fondo del pozo, donde cualquier don para volar está imposibilitado. Pero hemos olvidado que los Delfos no solo tienen dones, también tienen maldiciones.
Desconecto al ver a Odín. Mi corazón salta en su lugar. Sus ojos están fijos en mí y deseo poder moverme. Una pequeña sonrisa se enciende en su cara. Apenas es notable en el alzamiento de su boca pero es muy remarcable en el brillo de sus ojos.
La esperanza se infiltra y me impregna sin pedir permiso.
Quiero que mueva sus labios, que mire hacia la dirección desde la cual llegará mi salvación. Me gustaría que me diera alguna pista sobre mi vía de escape. Sin embargo, él solo me observa con esa expresión inquietante plasmada en el rostro.
Un torrente de ruidos interrumpe a Hércules. Una figura se acelera rompiendo la multitud. No oigo el trote que acompaña sus pasos mas lo reconozco nada más verlo.
―¡Lucas!― grito en mi mente dada la imposibilidad de abrir la boca.
Pero mi euforia dura poco, pues lo paralizan al momento.
―Bueno, bueno...― Se asombra Hércules―. Parece que nuestra guillotina tendrá trabajo extra hoy. ¡Súbanlo al estrado!
―Gracias por sacarme de ahí― murmura Lucas una vez a mi lado―. Y siento no poder hacer lo mismo por ti― Espero que las lágrimas llenando mis ojos le sirvan de respuesta.
―Y que alguien le cierre la boca a este animal― repone Hércules haciendo un gesto de desdén―. Como iba diciendo...
Devuelvo mi mirada a Odín. Su rostro sigue impasible y me pregunto qué está pensando. ¿Dónde diablos está el equipo de rescate?
―Lo has logrado― susurra una voz invisible en mi oído. La reconozco al instante, es la Principal que quemó mi casa.
Un grito de apoyo al discurso se sobrepone a todos los demás. Algunos se giran a buscar el origen y yo les imito con la mirada. Ahí está ella. El rugido más alto provenía de su garganta, pero en cuanto nuestras miradas se enganchan guarda silencio.
Intento retorcerme y gritar con todas mis fuerzas; no obstante, no consigo moverme ni un milímetro y mis labios permanecen sellados. Desisto y me dedico a observarla. De repente su cuerpo se queda quieto y tieso. Cuento tres segundos antes de escuchar su voz a mi lado de nuevo.
―Vas a hacer que te maten, ¿no es eso lo que querías?
Su cuerpo no parpadea ni tiembla. ¿Cómo lo hace? No sabía que existían dones así.
―Bonita venganza en mi casa, a propósito. ¡Ah! Y solo para que lo sepas: yo no maté a tu madre ni a tu hermana― Pronuncia la última frase con una lentitud deliberada, poniendo énfasis en cada palabra―. De hecho, las ayudé a escapar y ahora está muy, muy lejos de aquí.
Siento ganas de abofetearla, aunque me cueste la vida. Mi madre nunca se iría sin mí. Continúa como si pudiera leer mi mente.
―Si no recuerdo mal, se suponía que tú huirías también. Pero no llegaste. Debías haber estado en casa, pero para cuando llegaste ya era demasiado tarde.
Recuerdo la paliza que me dieron por mi discurso pro-Principales y no podría olvidar haber caído inconsciente en medio de la calle.
Lucas a mi lado cae y causa un golpe seco. La multitud ruge incluso más alto y unos cuantos Principales se acercan a él. Yo mantengo mi mirada en el mismo lugar. La Principal parece volver en sí pero mis ojos están empañados.
―Está muerto― dice uno. Hércules coloca sus manos por encima del cadáver y luego chasquea la lengua.
Me repito que no puede ser verdad. Que tiene que estar mintiendo para meterse en mi cabeza antes de matarme.
―Se ha envenenado. Sabía que lo torturaríamos y ha preferido matarse él mismo.
Pienso en el Libro de la Historia y en como creí que estaba averiado.
Se llevan el cuerpo de Lucas y me dirigen hacia la guillotina. Ya no contengo las lágrimas; las dejo marchar libremente.
La voz regresa de nuevo y me susurra una última vez mientras mi cabeza toca el metal y Hércules llama a los dioses para apreciar y aceptar esta ofrenda.
―¿A que no adivinas de quién huía tu madre?― Su voz ya no suena fría, sino sensible y mis lágrimas se intensifican―. De él. De tu gran maestro. Supongo que lo ha logrado. Se está vengando de ella por escapar.
―¡Qué le corten la cabeza!― gritan los Principales en coro. Y yo solo puedo ver la temible mímica de Odín antes de que la cuchilla caiga, cortando el aire sobre mi cuello.
Nota de la autora:
Ay que esto se ha acabado :'(
¡Lo siento por el final triste!
Les quiere
↝Lore↜
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