Capítulo 4:
Lo recuerdo todo a la perfección, como una película que se repite constantemente en mi mente cuando intento conciliar el sueño. Mi estúpido padre era un apostador compulsivo cuando el grupo Khali tenía un pequeño casino en el centro de Mumbay, la capital de India, ese fue el lugar donde el desgraciado malgastó la fortuna de mi inepta madre, una joven y rica muchacha enamorada de un pedazo de mierda. Es lamentable el destino de las mujeres casadas con malnacidos de esta tierra, ellas se entregan por completo a sus esposos poniéndolos en un pedestal de dios que no les corresponde, pero es lo que les enseñan desde pequeñas. Las mujeres no tienen voluntad, voz, o alguna facultad de decidir por sí mismas, aunque el dinero era suyo mi madre no podía hacer nada, sólo dejar que el imbécil con el que se casó arrojara su patrimonio a la basura. Pronto nos dejó en bancarrota y comenzó a vender las joyas de mamá, siguió con el mobiliario de la casa, las pinturas heredadas, la loza china, y cuando ya no le quedó más por vender apostó la casa y a su único hijo de ocho años de edad.
Mi padre perdió. Y es por eso que soy sirviente del Buitre desde que tengo memoria.
Mi nombre es Karan Hiddlestón y por supervivencia conseguí convertirme en el "Gavilán Británico", la tercera ave principal del "clan Khali". Si te cruzas conmigo por las aceras es mejor que corras, Uma conjuró mis pequeñas miserables para atrapar las almas de las personas que asesino a diario. Mis bebés permanecen sedientas de sangre fresca, y yo las consiento mucho porque las amo, son mis mejores amigas, mis compañeras de trabajo, de vida, de muerte, de cama, y cada mañana antes de dormir escucho los gritos de las muertos prisioneros en el filoso metal haciendo eco por mi apartamento de lujo. Al principio fue molesto, pero después me acostumbré, esos alaridos de dolor ahora me arrullan para poder soñar con la muerte. Mi jefe cuenta con un inmenso orfanato en cada ciudad principal de todo el continente, ese hombre no tiene necesidad de salir a buscar nuevos reclutas para servirle, la misma humanidad deja a su descendencia abandonada, las mismas autoridades se encargan de llenar los depósitos de niños huérfanos, inocentes formados desde la infancia para volverse sicarios. "Udaan Mein Pakshee" es el nombre de su orfanato en Dubái, y el lugar donde me dirijo a toda velocidad después de tomarme un mes de descanso de mis labores. Me subo en mi auto deportivo de lujo para entregar a la hija de Landon a la encargada del local, Nandini.
—Es una preciosidad, ¿de dónde sacaste a esta niña? —Nandini recibe en sus brazos a la bebé que no para de llorar.
—Del mismo vientre de su madre —busco un cigarrillo en el bolsillo de mi pantalón, y cuando lo encuentro lo meto a mi boca—. La viuda Dellinger.
—¡¿Qué!? Oh, Kari...—Nandini deja a la bebé dentro de una cuna en la sección de lactantes, y se acerca a mí a paso lento—. ¿Aarman te ordenó asesinar a tu amado doctor...?
—Negativo, se lo ordenó a Tiger...—expulso el humo que inhalé.
—¡¿A Titi!? ¡Hai Allah! ¡Hai Kari! —La molesta mujer corre como si estuviera en un filme de Bollywood y me abraza desde atrás sollozando con gran sentimiento—. ¡Debiste decirle que lo amabas...! ¡Debiste confesar tu amor por él! Lo siento mucho...
—¡Sin tocar, Nani! —Me aparto de sus brazos frágiles y me acomodo la camisa que acaba de arrugar. Nani siempre se pasa de confianzas.
Nandini es una adolescente muy tediosa, sus ojos grandes color miel son expresivos, incapaces de ocultar sus sentimientos, tiene una sonrisa encantadora y un cabello castaño rizado atado en un moño bajo cubierto por pequeñas flores blancas. Las pulseras de colores de sus muñecas tintinean mientras llora desconsolada por la muerte del doctor Dellinger, no lo sabe aún pero se lo imagina, conoce al jefe desde la infancia, fueron mejores amigos. Tiene demasiadas joyas puestas, también en los tobillos, unas pulseras con unos cascabeles que suenan en cada paso, al igual que sus enormes argollas que lleva colgadas en sus orejas. Toda ella es muy ruidosa, tiene unos kilos demás que por el contrario de caerle mal, la hacen lucir muy curvilínea metida en un típico vestido hindú color ocre. Ella es la auxiliar en este orfanato, la persona encargada de mantener esta pocilga inmunda funcionando de una manera decente.
—¿No te piensas quedar con esta hermosa niña? Es todo un encanto, yo creo que heredó los ojos de tu amor…—Nani murmura cuando al fin se calma, mira la cuna ocupada por la bebé Dellinger y le coloca un brazalete de identificación en la muñeca.
—No digas tonterías, es muy ruidosa.
—Es una bebé, Kari. La hija del hombre que amas.
—La hija de su odiosa madre que espero que esté tan muerta como me siento ahora. Mientes al decir que este engendro heredó los ojos del doctor, tiene los ojos de su maldita madre, tan verdes que me causan asco.
—Conociste al doctor Dellinger casado, no había forma de evitarlo.
—¡Podía divorciarse!
—El doctor Dellinger ignoraba tu afecto. ¡Tú jamás te confesaste, Karan!
—¡El idiota tenía que adivinarlo, Nani! ¡Todos se dieron cuenta! ¡TODOS! Incluso Titi…
—Kari…—ella me sujeta de los hombros, y me empuja obligándome a sentarme junto a la cuna—. En los asuntos del corazón nunca esperes el momento indicado, es el hoy, siempre es hoy.
—Sólo estoy cumpliendo órdenes, Nani. Ese es mi trabajo, traerla contigo y llevar a la nueva mercancía al Piso —observo a la pequeña criatura que tengo al lado, no para de llorar y eso me pone de mal humor porque no soy la madre para atenderla como corresponde, porque nunca podré ser su madre—. ¿Dónde están las chicas?
—Por lo menos ponle un nombre, de ese modo jamás la olvidarás y a él tampoco…—Nani se concentra en prepararle de comer a la niña, y aprovechó que está de espaldas para acariciarle el rostro a la bebé a modo de despedida.
—Quizás después…
—Quizás no exista un después…—Nandini suspira profundo, acerca el biberón a la boca de la niña en silencio y me entrega la lista de nombres—. Ganesha te está esperando en la salida trasera con el cargamento, son veinte y están listas para servir en el Piso.
Recibo la hoja de papel guardándola en mi bolsillo trasero, echo un último vistazo a la pequeña Dellinger y camino apesadumbrado a la salida, mi corazón retumba desbocado en mi pecho cada paso que me alejo de ella, al llegar a la puerta me detengo.
—Aunque no llore yo también estoy sufriendo, Nani...—murmuro ya sin fuerzas—. Lo recuerdo todo de él, absolutamente todo... Y lo odio. Odio estar respirando mientras él no existe.
Camino como un condenado hacia el otro extremo de la propiedad, mientras invoco las memorias de Landon. Recuerdo la suavidad de sus manos al tocarme, su voz grave que me inspiraba nuevas sensaciones, su sonrisa encantadora capaz de dejarme sin palabras, recuerdo su ingenua confianza en las personas, lo tonto que fue al creerse el cuento de que éramos simples guardaespaldas cubriendo la espalda de un tipo millonario, creerse el cuento que no éramos sicarios, ni gente de mal vivir. Cuando menos lo pienso choco con una musculatura conocida, levanto la mirada y me encuentro con esos ojos negros tan despiadados como siempre, estoy en graves problemas.
—¿Latto*? —Ganesha, el hermano mayor del jefe, me sostiene la barbilla observando mi cara meticulosamente, su cercanía me altera demasiado—. Te ves más pálido que de costumbre, ¿qué te pasó?
—¡No me toques, cerdo! —Golpeo su mano para quitarla de mi rostro, su tacto me repugna.
—Tú siempre tan arisca, muñeca. No te enfades conmigo, creciste y me dejaste de gustar, ese es el destino de todos mis postres —el tipo demonio se me acerca sugerente pegando su asquerosa boca a mi oído—. Tú eras mi bocadillo favorito, mi niña.
—¿Dónde está la mercancía? —Lo empujo suavemente reprimiendo mis ganas de asesinarlo, a pesar que lo repudio y merezca la muerte es un Khan, y le debo respeto.
—Por ese lado —él aprovecha que desvió mi atención para tocarme el trasero—. ¿Cuándo es tu día de descanso, latto?
—Eso no te incumbe —reviso el listado de nombres, un sirviente llega escoltando a las chicas que salen temerosas de los vestidores, veinte chicas en total de doce años listas para ser vendidas al mejor postor en el burdel del jefe—. ¡Número uno! Acércate.
—¿Puedo pasar por tu apartamento más tarde? —Ganesha sigue insistiendo con sus manoseos indecentes, intento seguir ignorando su comportamiento pero mi paciencia es poca, y estoy realmente cansado.
—Ni lo sueñes, maldito. ¡No me toques!
—¡No olvides que eres un insignificante esclavo, princesa! —Ganesha mueve su ficha segura, se impone colocándose detrás de mi muy pegado a mi trasero, su asqueroso trozo de carne está firme y dispuesto a todo.
—Te equivocas, desgraciado. ¡Tú no olvides que ya no soy un simple cuervo, estúpido demonio! —Elevo mi brazo enseñándole al cerdo asqueroso mi brazalete plateado, el brazalete de Khali—. ¡Aléjate de mí sino quieres que le cuente al jefe que usas este maldito muladar para saciar tu enfermiza depravación, bestia inhumana!
Ganesha se ríe a carcajadas.
—Siempre me gustó tu rebeldía, me excita demasiado…—Ganesha se aparta y empuja a la muchacha de mala gana para que se presente ante mí, reviso la mercancía antes de ordenar que el transporte vaya al Piso—. Eres exquisito, Gavilán. Si bien ya estás demasiado grande para mi gusto, no me importaría hacer una excepción contigo… Sólo que esta vez tendrá que ser consentido, y eso le quita la diversión. ¡Qué dilema!
—Me das asco.
Me concentro en revisar nuevamente la calidad de la mercancía antes de subirla al camión de carga, una a una pasan por mi escrutinio hasta que llega la última, escucho el metal de mi espada trinar y los alaridos de la mujer rusa que maté hace seis meses hacen eco en mis tímpanos, Yulia. Logro sentir su sombra detrás, pero no me permite verla de frente, sólo veo sus cabellos dorados como el sol, ella siempre aparece para advertirme algo malo.
—¿Qué sucede, mi sabroso latto?
—Algo está mal… ¿Es ella? Quítate el velo, niña —le ordeno y la muchacha obedece, nada parece fuera de lo normal, aparentemente es una niña de doce años en óptimas condiciones para ser vendida, pero los susurros de Yulia continúan atormentando mis oídos—. ¿Qué edad tienes?
—Nueve, señor…
—¡¿Qué mierda!? ¡¿Me puedes explicar que sucede contigo, cerdo desalmado!?
—De acuerdo, me atrapaste. La condenada tiene nueve, pero no lo aparenta, está muy desarrollada.
—¡Sobre mi maldito cadáver, imbécil! ¿Quieres que ella muera cuando reciba a un hombre entre las piernas?
Este día sin duda no puede empeorar.
🔴*Latto: dulce en idioma hindú.
Nandini en apertura.
Las actualizaciones empiezan en septiembre/2023🍄
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