Capítulo 14.-Despedidas y reencuentro.
—¿Están seguras?
Luna asiente, el grupo del héroe nos mira con cierta tristeza, pero parecen entender por qué hacemos esto.
Yo me mantengo todo el tiempo detrás de Luna incapaz de siquiera dirigirles la mirada.
—Lo siento, Erioll —declara Klare, haciendo una reverencia.
—Héroe, lo mejor será que te centres en tu misión, Erioll estará mejor la próxima vez que se vean —responde Luna.
No digo nada, el resto del grupo optó por simplemente marcharse, no sin antes dedicarme una breve mirada de tristeza, mientras nuestros caminos se separan aquí.
—¿Quieres que partamos hoy o nos quedamos un poco más? Nos dejaron un poco de monedas de oro —dice Luna sonando la bolsa.
—V-Vámonos —musito—. Erioll no quiere estar más tiempo aquí.
Luna asiente, me toma de la mano y marchamos rumbo a la salida, nuestro destino es una necrópolis que se ubica entre la tierra de los dragones y el monte unión.
Siendo sincera, ahora mismo creo que me vendría mejor estar en un lugar apartado de la gente, al menos en lo que pongo en orden mis pensamientos. La sola idea de ir a explorar, me resulta aterradora.
—¿Gus?
Al escuchar aquella voz, me detuve en seco, Luna me miró con sorpresa.
—¿Eres tú? ¿Gus? —Me vuelve a llamar, en un tono casi suplicante.
—¿Lo conoces? —Luna me pregunta en casi un susurro.
—E-Erioll...
Lentamente me volteo a verlo, ciertamente es diferente a su aspecto anterior, pero aquella mirada, aquella forma de llamarme, ¿Es él?
—¿S-Sebas? —musito.
Acto seguido, se lanza a abrazarme, casi entre lágrimas, Luna se queda perpleja, quizás pensando que me daría un ataque de pánico, aunque solamente asiento con la cabeza en señal de que estoy bien.
Sin mediar demasiadas palabras, ahora estamos en lo que parece una pequeña panadería, estoy sentada junto a Luna, ambas en una pequeña mesa, mientras Sebas nos sirve un poco de ¿Flan?
—Erioll ya no Gustav —musito.
—Ah, perdón —dice mientras toma asiento—. Aunque esa es una forma muy rara de hablar ¿Y no nos vas a presentar?
Me quedo de piedra, pero decido hacer el intento y me pongo de pie.
—¡L-Luna! —exclamo.
—¡¿S-Sí?! —responde tras un sobresalto.
—Él es Sebas, mi hermano o al menos lo era —digo mientras lo señalo—. Sebas, ella es Luna, mi mejor amiga.
Sebas luce extrañamente complacido, aunque se levanta para hacerme una corrección.
—Alexandre, ese es mi nombre ahora —dice sonriendo.
—No sabía que tenías un hermano mayor —dice Luna, sorprendida.
—Eso es porque soy el menor —responde Alexandre—. Aunque ahora tengo dudas.
Luna abre los ojos, con sorpresa, luego parece estar pensando en muchas cosas y no la culpo, tengo un hermano menor demasiado genial, tanto que, no merezco ser llamado hermano mayor por alguien así.
—A Erioll le sorprende poder verte otra vez —musito.
—A mi también —Me responde con una sonrisa.
—Y es por eso que debo confesarte que ni Luna ni yo somos humanas...
Luna intentó detenerme, más fue inútil, luego miró temerosa a mi hermano, quién parpadea un par de veces.
—Admito que es sorpresivo, pero ¿Y qué? No cambia el hecho de que sigues siendo mi hermano o al menos me gusta pensar en eso, ya no compartimos lazos de sangre ahora... —dijo lo último con desanimo.
—Si Sebas piensa eso, para Erioll está bien —respondo con una sonrisa.
Sonrío y me pongo de pie.
—¡S-Sebas! Erioll... Irá de aventuras con Luna —exclamo.
Sebas, no, Alexandre, me mira con sorpresa, quizás no espere una declaración tan audaz de mi parte.
—Esta conversación fue muy corta y Erioll no tiene nada que decirte, así que cuando Erioll regrese ¿La escucharás? —declaro, incapaz de mirarlo a los ojos.
—Gustav, no, Erioll, te escucharé siempre que tu lo quieras y es por que quiero que tu también me escuches, no importa lo que hagas de aquí en adelante, si quieres irte de aventuras o si quieres quedarte conmigo, si eres una humana o un monstruo, yo siempre te he querido y te querré.
La vergüenza pudo conmigo y escondí mi cara entre mis manos, estoy feliz, demasiado feliz.
—Así que, no importa a donde vayas, sólo asegúrate de volver a este lugar, tu hogar —comenta, sonriendo.
—Vaya, no sabía que tenías la costumbre de meter mujeres a casa —La voz de una mujer nos saca de nuestros pensamientos.
Mi hermano se queda callado, luego comienza a sudar frío, se vuelve hacia mí.
—Ella es Carol, mi esposa —dice visiblemente nervioso.
—B-Buenas noches —musito escondiéndome detrás de Luna.
—¿Por qué me arrastras tus problemas? De hecho, ni uno de los dos da la cara ¿Será de familia? —comenta mirándonos alternativamente.
Luna suspira y se pone de pie.
—Un placer, señora Carol, disculpa la irrupción, el señor Alexander parece ser intimo conocido de mi amiga Erioll, por lo que aceptamos su invitación.
—¿Y cuál sería ese tipo de intimidad? Cariño —pregunta acercándose a Alexander.
—Hermanos —musito—. Erioll y Sebas, son hermanos, al menos solíamos serlo antes de volverme esto.
Lo siguiente fue curioso de explicar, mira que hacer a alguien creer en reencarnaciones no es nada fácil incluso si se trata de un mundo de fantasía.
—Pero, ¿Cómo fue que moriste? —Me pregunta Carol.
—Ah...
Comencé a hiperventilarme y a temblar, antes de que Alexander se ponga de pie y me abrace con fuerza.
—No pasó nada, no pasa nada y seguirá sin pasar nada, ya todo está bien...
—S-Sebas... —Finalmente, tras un rato mi respiración volvió a la normalidad.
Carol se veía muy culpable, y Luna simplemente permanece a mi lado sin mediar palabras con nadie, solamente tomando su respectiva bebida mientras alterna la mirada según quien sea el que esté hablando.
—Perdón, parece que toqué un tema sensible —musita Carol.
—No, no es culpa de Carol, incluso aunque Erioll es mayor que Alexander, incluso aunque fui un hombre adulto, Erioll se vio reducida a esto —comento—. Erioll es...
—Erioll, yo... lo siento... si hubiera sido más responsable...
Sólo bajé la mirada.
—Tampoco es tuya, ya estabas haciendo un esfuerzo inhumano para cuidarme —declaro—. Nadie hubiera esperado eso... Creí que era mi amigo ¿Sabes? Nunca pensé que sería capaz de eso...
Hubo un silencio incómodo durante el resto de la conversación, tras lo cual, me puse de pie y Luna me siguió.
—Erioll, tiene que irse antes de que sea demasiado tarde —musito—. Y el sol no es bueno para nosotras ¿Sabes?
—Entiendo, sólo prométeme que no harás locuras y no irás a un lugar donde no pueda alcanzarte —Me dice mientras sujeta mis manos.
Nos despedimos en un cálido abrazo, y finalmente, abandonamos aquella ciudad tras una estancia algo más longeva de lo que pensé en ese momento, no lloré al despedirme de Alexandre, ya que, nos volveremos a ver pronto.
—Tuviste una buena familia —Habló Luna, tras varias horas en casi completo silencio.
—Erioll lo sabe, demasiado buenos para alguien como Gustav —comento.
—Algún día, quiero me cuentes todo —Me dice antes de tomar mi mano.
Asiento, antes de mirar hacia el cielo, la luna me parece especialmente hermoso hoy, no, no la Luna que está a mi lado, ya que ella resplandece incluso de día.
No sé que me deparé el futuro, pero, quiero intentarlo, intentar cambiar y ser alguien de quién pueda enorgullecerme, de ser alguien cuyo pasado no le atormente más.
—¿Y si nos lo tomamos con calma? Somos No-muertos, algo como el tiempo no es ya irrelevante —declara Luna.
—Puede ser, pero quisiera volver al menos una vez al año —comento.
—¿En primera persona? —pregunta Luna.
Tengo que aceptar lo que soy ahora si es que quiero empezar a cambiar, soy Erioll, ya no Gustav, aún si luzco similar, ya no soy ni el Gustav de antes del cambio ni el que murió aquel día.
—Bueno, estoy algo cansada, quizás deba a eso...
—Ya veo, hay un pueblo portuario no muy lejos de aquí y también un pequeño lago, ¿Deberíamos intentar pescar?
—Suena bien, vayamos con eso, aunque aún me interesa ir a la necrópolis —declaro—. Lo que sea... Luna, gracias.
Luna solamente sonríe, apretamos el agarre de nuestras manos y comenzamos nuestro viaje.
—Quizás debería escribir un diario...
—¿Por qué no lo haces como un cuento? Podría resultar divertido —declara.
—El cuento de una nigromante ¿No? —musito.
Bien, este tiene que ser el primer paso hacia adelante y no el último.
Luna asiente, dando su aprobación al título, aunque si me lo preguntas, al menos por ahora es una gran mentira que yo sea una nigromante, pero, no importa, son detalles menores y sin importancia alguna.
De hecho, me sigue deprimiendo la idea de que literalmente soy una maga que no puede usar magia, incluso mi especie se supone que por el mero hecho de existir ya son expertos en magia y aún así, aquí estoy siendo toda una excepción a la regla.
Suspiro y cierro mi diario-cuento, antes de mirar la fogata atentamente, estamos descansando dentro de una cueva, esto para que Luna pueda descansar, ya que aparentemente ella si lo necesita a diferencia de mí.
Y también está el hecho de que ocasionalmente tendremos que conseguir sangre para ella, aunque por ahora parece estar bien, y espero que no nos metamos en problemas por ello.
Ahora que estamos fuera de la ciudad, me siento extrañamente tranquila, y sobre todo, es como volver al principio, siento que hubiera pasado mucho tiempo en este mundo, pero no creo haber pasado más de un mes desde que desperté aquí.
—¿Debería probar a usarla ahora? No quiero volver a ser incapaz de protegerme, Luna no siempre será capaz de hacerlo —Observo mis manos.
Pero ¿Y si vuelvo a perder el control?
No importa, el que no arriesga no gana.
—¿Cómo uso magia? Ah, ¿Bola de fuego?
Una pequeña llama apareció en la palma de mi mano, no pude evitar emocionarme, al menos antes de que la bola de fuego saliera disparada contra un árbol.
—¡¿Q-Qué hago?!
Comencé a correr en círculos, antes de que Luna se levante, apague el fuego con su mano desnuda, me dedique una mirada intimidante y se vuelva a acostar a dormir.
—Lo siento —musito en voz baja.
A la mañana siguiente, tras una serie de estiramientos, finalmente pude sentir un poco de entusiasmo por ir de aventuras.
—¡Vamos! —exclamo.
***
La ciudad santa se encuentra en caos, el hecho de que el héroe y uno de los paladines se encuentren ausentes todavía, no hace más que empeorar las cosas todavía más, las personas corren rumbo al templo principal en búsqueda de respuestas sobre el hombre alado que sobrevuela el espacio aéreo de la ciudad santa.
—¡Señor Illois!
Las plegarias y suplicas no paran de emitirse desde los cientos de boca que vitorean el nombre de aquel que se encuentra a la cabeza de una de las ciudades más importantes en todo el mundo.
Un semielfo que ahora se lleva las manos a la cabeza, incapaz de encontrar una explicación lógica de la presencia de un ángel.
Lo que es más, el ángel repentinamente desapareció, trayendo con esa acción una confusión todavía mayor, misma que solamente hizo más ruidosa a la multitud.
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