6. El florista


Mucho se hablaba de lo cruel que eran los guardadores de Salamanka y poco de ciertos huérfanos. Aunque había que remarcar un trágico hecho: la hostilidad de ellos era un conjunto de malas vivencias y patrones heredados que luego practicaban en el orfanato o ya de adultos. Conductas así eran complicadas de manejar cuando no existía una red de apoyo.

   Uno de los huérfanos más sádicos de Salamanka era Stellan Mörner. Joven de diecisiete años que ingresó al orfanato por la muerte de su madre a manos de su padre alcohólico y drogadicto. Vivió en una familia disfuncional desde que nació, con carencias de amor y abundantes sustancias ilícitas por parte del hombre que le entregó su apellido. Y la brutalidad no terminaba ahí: su padre también violaba a su madre. Él lo presenció en demasiadas ocasiones y trató de evitarlo siendo solo un niño, pero su fuerza no era equiparable a la de un adulto de gran estatura y complexión física robusta. Y al contrario a ese monstruo, su madre amaba a Stellan, incluso con sus severos problemas mentales, lo amaba profundamente. Cada vez que su padre la golpeaba o violaba, ella le pedía a Stellan que le comprara flores. Según su madre, apaciguaban la amargura que se experimentaba en la casa. Ella las colocaba cerca de las paredes que solían ensuciarse por la sangre o el alcohol derramado por su padre. Un día, el hombre se excedió con la mujer y la mató a golpes: todo frente del pequeño Stellan. Y como no quería ir a la cárcel, se dio un tiro en la cabeza, ensuciando con partes de su masa encefálica las últimas rosas que le compró a su madre.

   Así nació la perversidad en Stellan Mörner.

   Cuando llegó a Salamanka, era más alto y fuerte que cualquier otro huérfano. Si alguno de ellos lo contradecía o lo miraba mal de acuerdo a sus parámetros, era golpeado y sometido sexualmente por él. Y si todo era ejecutado en los jardines traseros, los mataba y lanzaba los cuerpos hacia los territorios del Lobo Desollado o de las otras criaturas que habitaban en el bosque. No tenía contrincantes en el orfanato, ni siquiera el grupo de Sasha que solía molestar a los demás. Para La Casta Desollada, huérfanos como Stellan eran un grave problema porque no eran fáciles de persuadir y encima que a veces, perdían miembros por culpa de ellos.

   Stellan Mörner compartía habitación con Preecha Sattin —de dieciséis—, Jean Gaëtan Lyonnet —diecisiete— y un niño de cuatro años llamado Gaspar Araya. Como ellos no presentaban ninguna clase de rivalidad ante Stellan, no sufrían sus malos tratos y en realidad, se llevaban bien con él.

   Uno de los tantos apodos que recibía Stellan, era «El florista de Salamanka». En sus tiempos libres, usaba diversos materiales para seguir con la costumbre de su madre: armar flores. Gracias a Stellan, el cuarto oscuro que hospedaban a sus compañeros siempre estaba colorido. Y cuando no se encontraba torturando a los demás huérfanos, le gustaba contemplar los jardines cuidados por Kalergis. También le encantaba ver al rubio, parecía otra flor irradiando luz en la tenebrosidad del terreno. En reiteradas ocasiones pensó en someterlo pero ¿quién más se encargaría de los jardines con la pasión que él ejercía en la tierra? Nadie y solo por eso le perdonaba la vida. Esperaba cumplir pronto dieciocho años para invitarlo a salir y por el bien de Kalergis no debía rechazarlo.

   Luego del reto, fue hacia los jardines traseros, ahí se encontraban Preecha, Gaëtan y Gaspar.

   —Ciarán se enojó conmigo.

   —¿Ahora qué hiciste, Stellan? —preguntó Preecha.

   —Quizás trató de cogérselo, Sattin.

   —Está Gaspar a tu lado, bobo —abofeteó con suavidad la cabeza de Gaëtan.

   —¡Auch!

   —Maté a Puffy.

   Ambos lo quedaron mirando completamente atónitos.

   —¿Por qué mierda hiciste eso? —Gaëtan, aterrado, se refirió al florista.

   Gaspar rompió en llantos después de escuchar la confesión de Stellan.

   —No te preocupes, Gasp —lo abrazó Preecha—. Te conseguiremos otra perrita, ¿bien?

   —¡YO QUELEL A FUFFY! —gritó sollozando.

   —¿Ves lo que hiciste, Stellan? —habló Sattin.

   —No, no más perros o gatos en el orfanato hasta matar a Patch.

   —¿Te refieres al niño con retraso? ¿Ese que llegó hace unos días, Stellan? —indicó confundido Gaëtan.

   —Así es, violaba a Puffy todas las tardes.

   —Eh... Bueno, ¿y po-or qué no ma-ataste al niño me-ejor?

   —Gaëtan...

   —¿Qué, Sattin? Estoy seguro que tú también lo pensaste.

   Preecha no le contestó, prefirió seguir consolando al pequeño Gaspar.

   —Estaba muy herida y no teníamos dinero para llevarla al veterinario —respondió el florista.

   —Mierda, Stellan —suspiró—, ¿ahora qué harás?

   —Matar a Patch, Gaëtan.

   —¡¿Se están escuchando?! No puedo más con ustedes, me llevaré a Gaspar —Preecha tomó al niño en sus brazos y se marchó.

   —Stellan...

   —¿Qué, Gaëtan?

   —Solo es una pregunt-ta, je —rió nervioso—, acaso... ¿Tú mataste a Jeremie?

   —No.

   —¿Tienes idea sobre lo que pasó?

   Él movió su cabeza en negación.

   La noche arribó en los cielos grisáceos de Salamanka, el florista estaba listo para atacar. Antes de salir de su habitación, fue interceptado por Preecha bloqueándole la puerta. Él le suplicó que no matara a Patch y que solo era un niño con severos problemas mentales que aún podían ser tratados.

   «La rehabilitación, el tratamiento o la reinserción social no existe», le dijo Stellan después de derribarlo.

   El florista fue de habitación en habitación hasta llegar a su destino. Hidalgo tenía razón, sin Puffy habría otras víctimas. En el cuarto, Patch intentó atacar a un niño de dos años. Los demás huérfanos se hallaban en un rincón, rezando para no ser los siguientes. Stellan entró y vio el desastre ocasionado por Patch. El florista sonrió y agarró con suma facilidad al niño, llevándoselo a los jardines traseros. Patch no hablaba, solo gemía y tal vulnerabilidad le fascinó a Stellan, causándole una gran erección. Pensó en degollarlo pero prefirió esperar. Bastaron unos minutos para sentir el hedor de la muerte y el zumbido de las moscas. El florista soltó una enorme carcajada y lanzó a Patch al bosque. El niño, tirado en la vegetación, se orinó por el pavor y después, vomitó por el nauseabundo olor de la bestia.

   —Adiós, Patch —musitó burlón mientras se despedía lentamente con su mano izquierda.

   El Gran Morador había llegado y tomó al pequeño Patch de la cabeza, deformándola con sus enormes colmillos. Los ojos del menor giraron hasta quedar cubiertos de sangre.

   El niño murió de inmediato por el trauma encefálico.

   Al igual que Stellan, Patch había heredado sus fijaciones sexuales por su padre que abusaba de él y de sus demás hermanas. 






Notas del autor: ¡Hola! Agradecería mucho si comparten mi historia con sus conocidos y en redes sociales. ♡

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top