7. El brillo del dedo.
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En Historia de los Villanos, el profesor August Sader hablaba sobre cómo debíamos aprender de los errores del pasado y evitar hacerlos en la actualidad. Anadil le había comentado que el profesor podía ver el futuro de los cuentos de hadas, y eso le hizo preguntarse a Mordred sí quizá él ya había visto algo entre la batalla que se entretejia con Tedros, o quizá lo vería más adelante.
Una vez Morgaus le contó que los videntes pagaban un precio por ver el futuro, y un precio aún mucho más caro cuando revelaban dichas profecías. «Seguramente Sader jamás le diría algo. Si es que viese un posible futuro de ella enfrentándose a Tedros».
El estómago le gruñó, haciendo sonidos altos como para que sus compañeros se girarán a verla, así también cómo el profesor. «Tenía una rebelión personal contra la comida de la escuela del mal. Y éste día, la llevaría a otro nivel». El profesor Sader le sonrió con amabilidad, y de su magia formó una manzana roja y perfecta. Se la dejó en su pupitre mientras continuaba explicando.
Mordred no le agradeció, para no interrumpirlo. Pero no se comió aquella manzana, sino que la guardó en el bolsillo de su vestido.
—Hoy habrá una asamblea después de clases en el Teatro de Cuentos —comentó Sadder, viendo lo que había hecho. Pero no dijo nada respecto a eso. —Se requiere la presencia de todos los alumnos del la escuela del bien y del mal.
Después de eso, los lobos aullaron en los pasillos anunciando que la clase había acabado. El profesor Sader vivía en la escuela del bien, y solo venía a dar clases en territorio del mal. El hombre empezó a recoger sus cosas, mientras Mordred esperaba a que los demás alumnos salieran. Esperó a Sader para preguntarle un hechizo, que necesitaba para su plan. —Quería agradecerle por la manzana —dice Mordred para abordar una conversación.
Sader le sonríe amablemente y asiente, toma sus libros. —¿Porqué no comes la manzana? Creí que estabas hambrienta —toma sus libros, listo para irse.
—La guardó para alguien más especial —Mordred le sigue. —De hecho, quería preguntarle algo apelando a su bondad.
—Adelante —concedió.
—Resulta que en días no he podido dormir bien —empieza ella. —Y yo me preguntaba si usted... Conocía un hechizo que me pusiera a dormir profundamente. Ya sabe, para poner más atención a las clases y eso.
Sader desconfío al instante, pero lo ocultó inmediatamente. —Los hechizos de sueño parecen fáciles, pero son difíciles —dice.
—Entonces sí conoce uno.
Sader pensó por unos segundos, quizá sospechando en que podría usar dicho hechizo. —Lo siento Mordred, este tipo de hechizos son para grados más altos. Podría ser complicado y peligroso para tí —dijo nada convencido de su buena voluntad. —Porqué no intentas beber leche caliente antes de dormír.
Sader no le diría más, apresuró su paso en el pasillo, llendose. «Claro que haría eso, sí solo tuvieran leche fresca y no podridamente verdosa como la que se les entrega a los alumnos del mal». Era hora de que eso cambiará. Mordred mejoraría las cosas para el mal ya que nadie más se había atrevido a intervenir.
Después de clase, tocaba ir al Teatro de Cuentos para lo que sea que dijeran en esa estúpida asamblea. Acabando con eso, iría a buscar a Lady Lesso, quién seguramente podría contribuir a la lista de hechizos que estaba buscando.
Primero necesitaba un hechizo de sueño, luego uno para transportar cosas y también necesitaría un hechizo que volviera a las cosas feas en cosas hermosas. Se encaminó al Teatro de Cuentos, la mayoría de alumnos ya iba caminó allá. Seguramente Dot y las chicas ya estaban en el teatro. Mordred se levantó el vestido, para caminar con más rapidez.
—Parece que tiene mucha prisa —dice una voz tras ella, regia e inescrutable. Cuando se gira vé a Lady Lesso, su traje pulcramente perfecto, sus uñas afiladas y pulidas. —Los nuncas no suelen ser puntuales.
—Deberían empezar a serlo —dice Mordred. —La asamblea podría empezar en cualquier momento.
—Nunca empezaría sin la decana del mal —dice Lady Lesso. —Pero tienes razón, deberíamos apurarnos.
Lesso le hacé un ademán para que camine junto a ella. No había alumnos cerca, o profesores, parecía que ambas eran las únicas que permanecían en el silencio de la escuela. Lesso le miraba de reojo mientras avanzaban, se empezaba a sentir un silencio incómodo.
—¿Usted conoce a mi tía desde la escuela, no es así? —dice Mordred insegura, rompiendo el silencio.
Lesso no dice nada, continúa caminando. Mordred se siente incómoda, pensando que había hablado de más. Pasaron las rejas negras de hierro del mal, saliendo al puente que unía a ambas escuelas.
—¿De verdad crees que soy tan vieja? —fueron las únicas palabras de Lesso, frías como un latigazo.
—No quise decir eso...
—Cuando llegué a la escuela del mal, el cuento de tu madre y tu tía estaba llevándose a cabo —contó Lesso. —Conocí a Morgaus por tu madre, ella era su fiel secuaz. Cómo puedes ver, algunos nacen para ser grandes líderes y otros nacen para ser insignificantes secuaces. Pero todos formamos parte de un cuento.
—¿Un villano muere cuando llega a su fin del cuento? —pregunta Mordred, sutilmente.
—Si es su destino, sí.
—Entonces el cuento de usted aún no ha finalizado.
—Quiza así sea —las palabras de Lesso se volvieron más apacibles.
—¿Qué pasaría.... Sí alguien no desea seguir su cuento o destino?
Lesso se detiene entonces, entendió enseguida que Mordred dudaba en continúar con su destino. «Pero, ¿De verdad Mordred quería eso? ¿Seguir el destino de sus sueños dónde Tedros la asesinaba?».
—El destino no puede evitarse. Los cuentos son escritos por la autora —Lesso señaló la gran torre que se posicionaba entre el puente de la escuela. —Ahí la autora escribe nuestros cuentos. Y aunque un villano o un héroe terminé descidiendo que no quiere seguir su historia, el mismo destino lo encontrará por sí sólo. Así funcionan las cosas aquí.
Mordred mira la torre antigua, no estaba dañada pero se notaba el paso de los años en la estructura. —Señorita Lesso, ¿puedo hacerle una pregunta? —dice.
—Ya la has hecho, pero te escuchó —acepta Lesso, y continúa su camino pasando desapercibida la torre del director. Mordred le sigue el paso.
—¿Sabe si alguna vez ha reinado en este mundo alguien del mal?
Lesso resopla lo que parecía una risa, le mira por unos momentos —Tienes una mente extraña Mordred —sonrié con un matiz de malicia. La decana del mal cuya energía era tan fría y poderosa, se contiene revelando solo una pizca de calidez. Pero pronto eso desaparece, y dice volviéndo a su tono serio. —Si hubo alguien así, no lo sé —continuó. —Seguro que el bien lo ocultaría.
Mordred siente volcarse dentro de sí una emoción que le daba energía, sonríe tontamente a Lady Lesso. Pero en un segundo todo le sale mal. Mordred se tropieza, distraída. La decana le sostiene del brazo inmediatamente con destreza, evitando que se cayera fuera del puente. Le sostienen firme, casí de forma protectora.
—¿Te encuentras mejor? —Lesso le jala hacia el territorio de la escuela del bien, a un lugar seguro pasando el puente.
Mordred asiente un poco avergonzada.
—Ten más cuidado —Lesso aún no le suelta, en su lugar examina si de verdad se encontaba bien.
—¡Lesso, es hora! —habla fuerte la voz aguda de la decana del bien.
Lady Lesso le suelta lentamente, viendo a la entrada del Teatro de Cuentos. Los lobos y las hadas cuidaban de los portones y les veían desde lejos, esperando.
—Ten más cuidadoso adentro, no causes problemas sin motivos —le advierte Lesso, retomando su bien ensayada cara inescrutable. «Se refería a sus problemas con Tedros». —Ve a tu lugar.
Mordred no le dijo nada más, no sabía si había algo más que decir. Se encaminó a la entrada, saludando con la cabeza a la decana del bien. Pero la señora Clarissa le vió con sospecha. «Se ve que no le caía nada bien a la decana Dovey desde que le había embarrado la cara de lodo a Tedros».
Adentro, el Teatro de Cuentos era espacioso y repleto de extensa luz casí cegadora, provenía de los ventanales rodeados con distintas flores de múltiples colores. Supuestamente cada año el teatro cambiaba mágicamente al estilo del ganador de las escuelas, pero el mal no había ganado los retos en un muy largo tiempo. Las sillas se desplegaban al rededor del salón en banquillas dónde los alumnos del bien y el mal se dividían en bandos.
Hort y Ravan le hablaron desde lejos para que se sentará junto a ellos. Mordred se acercó abriéndose paso entre los asientos y los estudiantes.
—¿Dónde estábas? —le pregunta Dot, hablando fuerte por el ruido que hacían todos los alumnos en un mismo salón entre cuchicheos y charlas.
—En... —pero antes de responder, fue interrumpida.
—¡Cállense! —gritó la temeraría voz de Lady Lesso desde el escenario. Inmediatamente hicieron caso los alumnos, llendo a sus lugares correspondientes. Lady Lesso sonrió con triunfo, mientras esperaba a que no se escuchará ni un solo ruido. —Ahora, podemos continuar.
—Cómo ya saben, dentro de tres semanas será la gran prueba del bosque azul —explica Clarissa Dovey, con amabilidad. El murmullo de la emoción y los nervios de los alumnos, se desata en el salón. Dovey espera pacientemente a que se haga el silencio y después continúa. —Hasta entonces deben prepararse para los retos que llevarán a cabo dentro del bosque azul. Recuerden que sólo puede haber un ganador en el gran reto, y solo el mejor héroe podrá obtener la victoria.
—O villano —añade Lesso, dejando en claro eso. —Tampoco deben olvidar que dentro del bosque, las reglas se rigen de diferente forma a la escuela Y sí el mal juega a ser el bien, o viceversa —dice. «Y Mordred casí juraría que le miraba a ella mientras decía esto». —Sufriran graves consecuencias, por igual. No olviden esto, despreciables. Qué el mejor villano gane. O héroe... —mencioná lo último con desdén.
—Y mientras tanto —continúa animada la decana Dovey —Es hora de que reciban el brillo del dedo. Por eso les hemos invocado hoy aquí. Para sobrevivir al bosque azul de noche, dentro de la gran prueba es necesario que tengan su magia al alcancé de su dedo —hace un gesto, mostrando como su dedo se encendía en luz dorada.
La decana del bien saca desde los pliegues de su opulento vestido una llave de oro en forma de cisne y la decana Lesso en su lugar muestra una llave plateada, haciendo ilusión a la escuela del mal.
—Formen una fila —ordena Lesso. E inmediatamente los alumnos del mal, son los primeros en levantarse de sus asientos. De ahí le siguen los chicos del bien, haciendo alboroto mientras se decían para que usarían sus poderes.
Mordred permaneció en su asiento, fastidiada por la aglomeración de alumnos. Mejor se esperaría a pasar al último y así evitar a tanta gente.
Tedros fue el primero en recibir su magia. Las decanas pinchaban el dedo índice de cada alumno, mientras Dovey era gentil y amable al pinchar el dedo de sus alumnos, Lesso lo hacía con malicia para que sintieran dolor.
Cuando la fila empezó a disminuir, Mordred se unió a ella, preparándose mentalmente para recibir el dolor. El resto de los alumnos, invocaban su magia con el dedo, mientras que otros no sabían cómo.
—La magia obedece a las emociones —explica Dovey con gentileza.
—Si su magia se enciende, quiere decir que sus emociones son lo bastante fuertes como para ejercer hechizos de visualización o transformación —continúa Lesso.
Entonces Mordred llegó al inicio de la fila, frente a la decana del mal. En su lugar, Lady Lesso da un paso a ella y extiende su mano para que se la dé, Mordred obedece instantáneamente, y siente el frío toque de la mano de Lesso mientras le sostiene y le pincha el dedo casi con una escondida sutileza. Mordred miró hacia arriba, viéndole el rostro a la decana, ella era una cabeza más alta y está también le miraba de vuelta hacía abajo con superioridad, sacó lentamente la llave de su piel.
No sintió nada de dolor, en su lugar Mordred solo sintió un revoltijo en su estómago de emoción. Su corazón empezó a latir más rápido, estando cerca de su profesora.
Sintió calor en la punta de su dedo. Para cuando su dedo se encendió, no había una luz de color cómo en resto de los demás alumnos. El brillo de su dedo no era brillo, sino oscuridad, densa y negra oscuridad.
Mordred se alejó de Lesso, viendo como su dedo se tornaba en extraño negro. La decana Dovey y el resto de los siempres, le miraron alarmados, algunos susurran entre ellos. Dovey le mira con preocupación, absteniéndose de pinchar más dedos. Tedros no está contento con aquello, le mira desde su asiento.
—¿Qué significa esto? —sospecha Mordred, observando como la oscuridad se mantenía en la punta de su dedo. Era del mismo tono que el huevo que le dió la oca.
Lesso sonríe con astucia, casi presumiendo ante la decana Dovey. —Que eres especial, Mordred. Una villana muy especial...
Después de la asamblea en el Teatro de Cuentos, tenían el almuerzo con los siempres. Mordred miraba molesta hacia las hadas que entregaban comida perfectamente cocinada y deliciosa a los siempres en canastas con lindos moños. Mientras que a los nuncas, los lobos les daban botes de madera podrida con cosas igual de podridas y asquerosas.
«Odiaba ésto, no era justo para los villanos». La oscuridad en la punta de sus dedo se extendió, así como el calor de la magia.
—¿Sabes que esa magia es diferente, cierto? —dice Hester señalando a su dedo.
Mordred lo escondió, cerrando su mano en un puño. Controlandose, respiró profundo. Ella y las chicas estaban sentadas en el suelo perfectamente podado de la escuela del bien, cerca de unos árboles.
—¿Porqué es diferente? —dice ella, notando como su dedo volvía a la normalidad.
Hester y Anadil intercambian una mirada, preguntándose entre ambas sí decirte la verdad.
—Pues existen tres tipos diferentes en la magia malvada —dice Anadil. —La magia común es la utilizamos para maldecir y hacer hechizos simples.
—Tu magia es negra —dice Hester, acercándose más para que no le escucharán el resto de los alumnos. —Se dice que la primera antes de la magia de sangre fue la magia negra. Fue la que originó a las principales brujas y brujos malvados de la historia. Se dice solo se obtiene por herencia, y solo la poseen aquellos que comparten sangre.
—Es como una dinastía del primer aquellare de brujas en la historia. Y aquellos que poseen la magia negra descienden de ellos —dice Anadil. —La reina malvada del cuento de Blancanieves poseía la magia negra. Y seguramente tú madre debió poseerla, y tus ancestros.
—¿Y qué es la magia de sangre? —pregunta Mordred.
Anadil y Hester comparten otra mirada, pero en su lugar Hester se encoge de hombros y Anadil responde —Nadie lo sabe, solo se sabe que no debe hablarse de ella y jamás buscarla.
Su estómago dió un fuerte gruñido de hambre, en el estómago se le armó un nudo ardiente.
—No has comido nada en días, podría morir de hambre. Papá dice que eso podría sucederle a cualquiera b—comenta Dot, extendiéndole cualquier otra cosa formada de chocolate.
Mordred vuelve a mirar hacía los siempres y como éstos se atragantaban con pasteles deliciosos mientras reían y eran felices por el simple hecho de permanecer con su estúpida e inútil existencia. Estaba tan irritada por ésto, las cosas debían cambiar desde ahora.
—Antes de morir de hambre, primero haré muchas otras cosas —les dice ella a las chicas. Mordred se levanta, caminando hacia las hadas dónde repartían comida. Ella se aclara la garganta dejando muy en claro su presencia. —Quiero una canasta de comida, por favor —dijo, extendió su mano hacia el hada.
La hada negó con la cabeza, y le mostró su molestia con sus dientes afilados.
—Deme una canasta por favor, tengo hambre —su tono de voz era fuerte y nada nervioso, sino que estaba decidida. Sabía que el hada no le daría nada, pero ella solo quería mostrar una evidencia ante todos.
El hada volvió a negar, y más hadas se le unieron alentandola a qué retrocediera y mejor se fuera. —¿De verdad no van a darme absolutamente nada? —dice Mordred una última vez. —Bueno, sí tanto insisten.
Mordred les da la espalda y vuelve a su lugar, por ahora el almuerzo permanecía en silencio mientras los demás esperaban que otra cosa podría hacer.
—¿Qué fue todo eso? —pregunta Hort cuando llega con las chicas.
—Hester, vé allá y pide una canasta también —dice Mordred.
Hester niega inmediatamente con desagrado. —No voy a humillarme ante todos.
—Hazlo por favor, y cuando lo hagas sabrás porque te estoy enviando —pidió Mordred.
Hester se lo piensa, mira a las hadas. —Vas a deberme una —sisea. En un segundo se decide y camina de nuevo.
—Una canasta —extiende su mano con insistencia, como si le diera una orden al hada.
La criatura chilla de enojo y vuelve a negarse. Hester pone los ojos en blanco exasperada y vuelve con ellos. —¿Contenta? —pregunta molesta a Mordred.
—¿Qué estás planeando? —le pregunta Dot también.
Está vez había llamado la atención de las decanas, los alumnos del bien y el mal, así como el resto de los profesores.
—Hort, ahora tú. Ve y pide una canasta de comida —solo responde Mordred.
—Esperó que tenga significado —dice Hort antes de ir con las hadas. El se acerca confiado solo para decir —¿Le darían una canasta a éste hábil villano? —hace alusión a él mismo.
—¡Basta niños! —chilla la voz de la decana del bien. —Dejen sus juegos con las hadas —se molesta también.
Las hadas no le dan nada, se mantienen firmes y Hort vuelve con ellos.
—¿Un juego? Está vez el mal no va a jugar más, está vez haremos lo que al mal se le da mejor —dice Mordred decididamente. «Castigar». —Vamos —les habla a sus amigos para que le sigan de vuelta a la escuela del mal.
Ellos vuelven a los confines de la escuela del mal, Hester sigue molesta con ella por hacerla humillarse, pero pronto todos entenderían porque les hizo hacer aquello.
—Entonces, explícate bruja —replica Hester pasando las rejas de la escuela.
—Creo que es hora de que el bien deje de aprovecharse del mal, y hacer lo que mejor se le da al mal —dice Mordred, mirando a cada uno de sus compañeros. —Tengo un plan, pero antes de mencionarlo quiero que confiesen si están dispuestos a darle su lealtad al mal —pide ella con firmeza.
Dot mira Hort, este se encoge de hombros. Hester y Anadil comparte una mirada de compañerismo.
—Lo que sea que requiera la capitana del mal, yo lo haré sin dudarlo —dice Ravan, en tono persuasivo.
—¿En serio tan fiel? —le replica Anadil.
—Así es —Ravan avanza hasta ella y se pone a su lado. —¿Qué tiene en mente la capitana del mal?
—¿Están conmigo? —pregunta Mordred.
—Yo sí, por supuesto —Dot sonríe. Hort asiente a su lado uniéndose.
—Solo por esta vez, princesita del mal —le dice Hester. —¿Y que recibiremos a cambió?
—¿Además de muchas comida en perfecto estado? Qué más podrías obtener a cambio.
—Bueno, entendimos el punto —interfiere Anadil por Hester. —¿Y bien, qué tienes planeado?
Mordred sonríe, explicando la idea principal. —Vamos a robar la comida de la escuela del bien, y la intercambiaremos por la que ellos nos dan. Es hora de que les den una cucharada de su propia basura. Lo que no nos dieron por las buenas, se los quitaremos a las malas.
—¿Pero cómo vas a lograr eso? —pregunta Dot.
—Necesito tres hechizos —dice ella. —Un hechizo para dormir a todos en ambas escuelas, otro para transportar cosas y uno último para volver las cosas asquerosas en cosas más agradables.
—¿Y dónde vamos a conseguirlo? —inquiere Hort. —Esos hechizos son avanzados.
—Bueno, un equipo trabaja mejor cuando abarca más espacio —expresa Mordred. —Nos dividiremos en pequeños grupos para abarcar los hechizos. Anadil y Hester buscarán el hechizo de transportación. Ravan, Hort y Dot buscarán el hechizo para dormir.
—¿Pero dónde encontraremos eso? ¿En los libros de la biblioteca? —dice Hort.
—Es evidente, tonto —le replica Hester.
—Quiza el hechizo de sueño lo encuentren en la biblioteca del vicio. Busquen bien —dice a Hort. —Estoy segura de que el hechizo de transportación deberían consultarlo con algún otro profesor —expresa a Anadil y Hester. —Preguntén sobre cómo transportar objetos sin que cambien su estado o composición.
—Supongo que tú buscarás el último hechizo por ti sola —dice Ravan, dándose cuenta.
—Así es. Yo personalmente le pediré el hechizo a Lady Lesso.
Sus compañeros se miran en silencio entre ellos, comparten una mirada.
Hester resopla un risa. —¿De verdad irás a pedirle un hechizo a la decana para hacer tus maldades? ¿Por qué crees que ella te lo diría?
—Tiene razón, la decana solo aporta a lo que le haga mejor al mal —le sigue Anadil.
—Déjenme ese trabajo —menciona Mordred con seguridad. —Se lo pediré a la decana personalmente. Al parecer creo que le agradó más que todos ustedes.
Hester se ríe al instante. —¿Por qué le agradarías? —dice. —Prácticamente le lanzaste basura a la cara.
—Eso fue un accidente —se defendió Mordred. —Era para Tedros... Y ella lo sabe —explicó. —Aún así la convenceré de que me dé el hechizo. Pero mientras tanto, ustedes no le digan a nadie más sobre este plan, ¿Entendido?, se quedará solo entre nosotros.
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