36. La bruja madre.
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❝ La historia la cuentan los vencedores, guerreros heroicos y reyes locos.
¿Has escuchado mi historia? ¿Desde los labios de Báthory?
Ellos me llaman demonio chupasangre, reina del infierno, asesina sádica.
Un cuento sobre monstruos. ❞
━━━Karliene (Blood Countess).
LEONORA LEVANTÓ UNA PEQUEÑA BOLA DE CRISTAL que estaba en el alféizar de la chimenea, era casi del tamaño de una manzana. Por el poder que desbordaba, vió que en el interior habitaba una especie de niebla negra que obscurecía al objeto.
Si Lesso recordaba bien, parecía un contenedor hechizado para ocultar recuerdos y pensamientos. Era una magia muy avanzada. Al lado de éstos, había otra bola de cristal con la niebla en un color dorado.
—Suelta eso —la voz de Morgana resuena con una tajante indicación—. Es más valioso que tu vida.
Leonora deja el objeto lentamente, «solo por qué la bruja le había confirmado que era lo que contenía».
La cabaña se sentía fría y con un orden tan meticuloso, que todo parecía tener un lugar en específico, desde los libros entre las tantas repisas, hasta los objetos de ocultismo que adornaban la casa.
Como Mordred mencionó, su madre se había escondido en la piel de su tía Morgaus durante una década entera. Por eso, al revelarse su secreto, la bruja tuvo la libertad de quitarse el hechizo, desprendiéndose por fin de ese disfraz y saliendo a la luz su verdadera apariencia.
Lesso le había conocido de vista por algunas de las ilustraciones dentro de los cuentos, «Aunque la bruja Morgana no hubiese cambiado mucho en la apariencia de edad», sí le vió como Morgaus cuando Mordred entró en su primer año a la escuela del mal.
Pero ahora, con su verdadero rostro, el rasgo más característico y evidente en sus ojos era ese brillo de desprecio. «Quizá natural para ella, o quizá solo lo demostraba por el hecho de que entendía que tipo de relación tenía con su hija».
—Vine por tu ayuda —Mordred trató de explicarse. En el tono de su voz se notaba una debilidad que no le había visto presentar antes.
Mirándola así, no parecía la reina oscura que hizo doblegar a las escuelas del bien y el mal. No, Mordred frente a Morgana mostraba miedo. Ese conocido temor de una niña pequeña al no poder cumplir las expectativas de su propia madre.
—Menuda sorpresa de reencuentro que me traes, Mordred —el tono de su voz era tan ácido que era evidente cuánto buscaba sembrar la culpa en su propia hija por la presencia de una "amante".
Y pareció funcionar, pues la joven bruja apartó la mirada, pensado qué decir a continuación.
A Leonora le molestó tal acción, «Mordred era bastante suceptible a dejarse manipular por su madre». Solo hacían falta unas cuantas palabras de decepción para que ella se rindiera y se mostrara más inseguridad al responder.
—Tengo un problema —dice ella, acercándose a Morgana.
Mordred levantó la manga bordeada de su blusa para mostrar la herida que llevaba hostigandole por días.
—Pensé que podrías... ayúdarme —pide a su madre.
Morgana se acerca para revisar el brazo de su hija, le toma adecuadamente para examinar mejor lo que le pasaba.
—Maldición de sangre —identifica de inmediato. Morgana trata de ocultar la genuina preocupación por Mordred, poniendo más bien esa expresión seria. —Y seguro debe ser tu culpa —ve a Leonora con semejante acusación.
Las palabras se estancaron en el ambiente de la sala, casi resonando en las paredes de la cabaña con un eco inusual.
Lesso intentó tomar una respiración profunda para no actuar inadecuadamente frente a la madre de su novia.
—No es culpa de ella —interfiere Mordred.
—¿Es así? —el sarcasmo de Morgana se avivaba con cada palabra—. Porqué todas las vacaciones estuviste bien y a salvo de cualquier peligro. Y solo llega a tu podrida escuela —le señala a Leonora, viéndole con ese particular desprecio en cada facción— y casi pierde el brazo bajo tu tutela.
—¡Madre!
Morgana no escucha la réplica de su hija, se dedicó a verle con tal desdén.
—Tiene razón, Mordred —acepta Lesso, mirando fijamente a la bruja. No iba ceder ante ella como su novia—. Es mi culpa.
—No, no es su culpa —insiste su joven Mordred, anteponiendose en el espacio de ambas para evitar que la discusión subiera otro nivel. —Fue Tedros, él creó la maldición.
Morgana se mantiene callada unos momentos, el reflejo de enojo no desapareció del ceño fruncido de su rostro «lo sabía también por los terribles labios levantados con indiferencia».
—De acuerdo, si fue ese inservible niño... —menciona, dejando pasar el tema previó, «aúnque no por mucho». Por la mirada de Morgana, Leonora sabía que las siguientes palabras serían exclusivas para ella. —Al menos, la señora —denota ese último termino— tiene algo de valor para enfrentar su errores. O probablemente solo este fingiendo para quedar bien.
Lesso sigue absteniéndose de reaccionar de la peor forma ante esa bruja desdichada, se contenía solamente por el aprecio que le tenía a Mordred.
—Después de todo, ella es una mujer hecha y derecha —sigue diciendo Morgana para provocarles un problema más insidioso—. Por cierto, ¿Qué haces metiéndote con una niñita?
—¡Madre!
—¡No intervengas, Mordred! —le advierte, con ese tono de superioridad en voz. Tan pensado para dañar, como el filo de una espada, desvalidando cualquier palabra u opinión que mencionara su hija. —Las adultas están hablando.
Con eso, Leonora tenía suficiente. Hablarle así a ella era una cosa, pero dirigirse a Mordred de esa manera...
—Entonces, comportate como una.
La voz de la joven bruja vuelve a adquirir esa firmeza, recuperando el valor tan característico de su personalidad. «Y tenía toda la razón para poner a esa mujer en su sitio».
—¿Puedes ayudarme o no? Para no seguir desperdiciando mi tiempo con soluciones inútiles —de nuevo se mostraba esa Mordred tan determinada, la misma líder de los villanos.
—Por supuesto que puedo curar a mi hija —Morgana se cruza de brazos, avanzando hasta ella—. Pero mi pequeña Mordred —muestra en su rostro una expresión de lastima bastante fingida— dejarte manipular por una señora te ha quemado tanto el cerebro.
Leonora apretó las manos conteniendo parte de su enojo por la noción de la bruja.
—Sabes cuan importante es la sangre para revertir hechizos de esa magnitud —continúa Morgana, sin dejar que nadie diga algo mas. —Y vienes aquí con las manos vacías, trayendo únicamente a tu... retorcedora de ideas. Aquella qué —«por el brillo de sus ojos, Lesso sabía que estaba apunto de decir algo tan bien planeado como cruel»— te hace creer que está bien que un adulto se mezcle con un niño.
Entonces el rostro de Morgana se oscurece, revelando aquella maldad muy conocida de la villana. Elevó una sonrisa desdeñosa, viendo a Leonora como si tuviera su propia vida en la palma de la mano.
—¿Qué diría el director de la escuela si se enterarse? —deja a su hija para avanzar algunos pasos hacia la decana—. ¿Qué te haría a tí tras enterarse, Lady Lesso?
Leonora casi se sintió mareada por semejante giro de audacia, Morgana no era una mujer normal, pues parecía que en ese momento, no le importaría que su hija sufriera las consecuencias de tal acusación.
—A ella no van a hacerle nada —habla la voz de Mordred con franqueza.
Su mentón alzado demostraba que ella también estaría muy dispuesta a jugar las mismas cartas que su madre.
—¿Pero a ti? —Mordred preguntó. —¿Qué te haran Guinevere y Lancelot cuando se enteren de que estás viva? —se aproxima a su madre con la amenaza hirviendo en el ambiente de ese lugar. —¿Qué te harían Merlín y Tedros para cobrar la muerte de su rey?
Morgana vió a su hija por primera vez con una agudeza diferente. Lo proceso unos segundos, como si apenas se diera cuenta de a quién había criado y a quién veía frente a ella.
—¿Eso harías? —inquiere en un tono delicado, demasiado trabajado para funcionar en su manipulación—. ¿Echarías a tu madre a los lobos solo por tu amante?
—No —responde ella—. Pero sí mi madre desea volverse la villana de mi historia —se posiciona firme para mirarle a los ojos sin un solo tramo de temor en su expresión—, entonces yo también me volveré la villana de la suya.
Morgana se gira para ver a Leonora, un fuego de enojo ardía en la oscuridad de su mirada, «ya que era bastante evidente que no le agradaba». Luego, la villana regresó la atención a su hija.
—Parece qué a la pequeña leona le han salido sus garras —cede a las palabras de la joven bruja.
Mordred suelta una respiración de alivio, «al parecer creyó que su madre sería más reticente».
—Eso me enseñaste mejor que nadie, madre.
Morgana vuelve a acercarse a su hija, conteniendo una gran parte de su molestia. —Sí, lo hice —le sonríe forzadamente, levantándo el mentón de Mordred en un modo maternal. —Pero aún así, no tengo la sangre de tu despreciable hermano para reparar tales daños. Sin ella, no puedo sanarte.
La sangre era un material vital dentro de la magia negra, era tan utilizada por maldiciones de brujas verdaderamente oscuras y malvadas.
—Sí —Mordred no duda de sus siguientes palabras—, la tienes.
Ella retrocede y se libera del agarre incómodo de su madre.
—Se la quitaste cuando era niño —revela, viéndole decididamente a los ojos—. Y sé muy bien que no desperdiciarias algo tan valioso como la sangre del hijo cuyo hombre te traicionó.
SOPHIE HABÍA EMPEZADO A ESCONDERSE bajo su fea sabana las últimas noches, iluminado las páginas de los libros con el brillo rosa de su dedo. Últimamente, se había puesto a buscar algunos libros sobre magia de belleza, pero en la escuela del mal solo existían hechizos para la fealdad, maldiciones y esas cosas.
Lo hacía porque ella quería volverse la mejor en todo y superar a cualquiera. Aúnque Sophie detestara el hecho de perder el tiempo estudiando, lo empezó a hacer con ese propósito durante las últimas noches. «Quería volverse una villana mucho mejor de lo que eran Mordred o Hester, o cualquier otra bruja de algún cuento».
Desde que era niña, siempre había querido ser una hermosa princesa, tener un apuesto principe que resolviera sus problemas y, con el cuál vivir felices para siempre.
Pero ahora, ese final le parecía tan espantoso y tan trivial. Porqué ahora las princesas se habían vuelto irrelevantes «los sapos de los cuentos», y ahora, quiénes eran respetados eran todos villanos. Ellos tenían lo mejor y poseían tanto poder como para hacer lo que quisieran.
Y Sophie quería también esa vida. Se la merecía. Aquí se encontraba su verdadero propósito, «sería mejor volviéndose una villana, como todos».
Pero esa noche, no se llevó a su habitación cualquier libro de hechizos, esa noche encontró uno diferente. No era un título académico, sino más bien algo opuesto. Lo vió tirado bajo un librero de la biblioteca, cubierto de asquerosas telarañas y polvo. Después de limpiarlo, se quedó leyendo ese extraño texto el cuál parecía ser un diario personal y, hasta a dónde habia leído esa madrugada, descubrió que por la forma en la que estaba escrito le pertenecía a un chico nunca.
En pocas líneas se encontró una historia que le atrapó al instante, una que le hizo guardarlo para si misma. Pues mientras lo leía, se dió cuenta de que aparte de integrar algunos hechizos extraños entre párrafos, «como si fueran notas de clase y apuntes» también se mezclaban con el relato del nunca y, por el desgaste de las páginas, se notaba que tenía más tiempo olvidado del que podía imaginar.
Vió en algunas páginas la historia sobre un estudiante nunca que se encontraba enamorado de una chica. Él siempre escribía el nombre de ella con una caligrafía más bonita y diferente, el nombre "Leonora" quedo trazado en las páginas con un cuidado distinto, más personal.
Él alababa la belleza de chica, encontraba absorbente su inteligencia y, un pensamiento descrito muy consistentemente en el manuscrito era qué "él la quería para sí mismo", pero que los villanos tenían prohibido tal cosa.
Mientras Sophie más leía, entendía que la chica jamás se fijaba en él, y que por ello las palabras hacía la tal Leonora se volvían más oscuras, más indiferentes. «Parecía obsesionado con ella».
A ese punto de la madrugada, Sophie tenía demasiado sueño como para seguir leyendo, por lo que apagó con algo de esfuerzo el brillo rosa de su dedo, «aún no se acostumbraba a utilizar la magia» Cerró el diario y se apartó la sabana de encima, obteniendo aire fresco y un poco de frío.
Sophie vió a las chicas que dormían, y que la única cama vacía era la de Mordred. «Pero eso no era de extrañarse, la chica no dormía en su cama, sin importar cuan bonita y abrigadora fuera».
Sophie guardó el extraño diario del nunca bajo su almohada y se recostó de lado, viendo hacia el balcón abierto de la habitación. «Si continuaba leyendo así hasta tarde, le saldrían unas feas ojeras». Mañana encontraría una solución para revocar eso, no quería ser una bruja arrugada como el retrato de Hester al que le prendía velas cada noche.
Ella imaginó en la posibilidad de hacer un trato con la tal "diseñadora" Mona, era quién creaba los geniales vestuarios de los villanos, como Dot y Hort. Y Sophie también merecía lucir bien, como todos los de aquí. Pensar en todo eso le hizo bostezar, así que prefirió dormirse planeando en que mañana cambiaría las cosas para ella misma.
«Lo haría. Se volvería la mejor de todos». Tendría su propio cuento sin importar si fuese buena o mala.
MORDRED FINALMENTE PUDO VER A SU verdadera madre después de tanto tiempo.
Recordaba qué de niña, su madre no había sido tan terrible con ella como los otros padres del resto de villanos. Morgana jamás le había castigado con sanciones pesadas, como ser golpeada o tratada de algún modo inhumano. Pero lo que sí recordaba, era la manera en la que su madre la castigaba; con las palabras que mencionaba tan mordaces y, a veces forjadas de cientos de expectativas implícitas.
Varias de ellas se quedaban grabadas en las profundidades de su mente, eran como ecos permanentes que resonaban, justo como lo hacían ahora, cuando Morgana le había dicho la mayor parte de lo que pensaba sobre su relación con Lesso.
Al contrario del actuar de su madre, Morgana en su personalidad de Morgaus había sido completamente distinta.
Morgaus le había tirado a un pozo de podredumbre una noche entera, cuando le escuchó preguntar sobre el concepto del amor. Fue la mujer que le dijo tan fríamente que su madre murió y que que jamás volvería, y ni siquiera hubo una sola palabra de consuelo para una niña de ocho años.
Entonces, «¿Quién era esa mujer frente a ella?».
Mordred se preguntaba «¿Por qué Morgana fue menos terrible en su verdadera vida qué, a diferencia de cuando se volvió tan cruel siendo Morgaus?».
Ahora, se cuestionaba que tipo de mujer estaba frente a ella. «¿Y qué tipo de mujer le había mentido durante tantos años?».
Observó a su madre aparecer unas tijeras plateadas y muy afiladas con la invocación de su poder, la oscuridad del dedo lo suficiente parecida a la de Mordred. Ella cortó la tela de la manga para liberar su herida, mientras Mordred escuchaba el sonido de la ropa desgarrarse, vió a su madre revisar el estado de la maldición.
Estar frente a ella, solo la hacía preguntarse con más insistencia en su cabeza qué había llevado a Morgana a hacer todo lo que hizo.
Permanecer tantos años fingiendo ser alguien diferente debió ser algo peor que agotador. Era dejar tu verdadera identidad, perderte siendo alguien más...
«¿Morgana le diría la verdad sí preguntaba al respecto?».
Los labios de su madre se elevaron en una ligera curva, mostrando el inicio de una sonrisa. —Si sigues viéndome así, voy a desgastarme, querida —dijo, aún atenta a revisarle.
Mordred se enmudeció, apartando la vista del rostro de su madre. Hablar con ella le resultaba tan extrañó después de haber creído que estuvo muerta todos esos años. Por una parte, no sabía qué decir o cómo reaccionar frente a ella. Y por la otra, no quería que se llevasen mal después de tanto tiempo.
Quería agradarle a su madre, tanto como cuando cualquier chica desea agradarle a una amiga que te resulta superior. Pero no sabía cómo hablar con ella fuera de las amenazas y las mentiras.
—¿Por qué... —se atreve a cuestionarla— te ocultaste todos estos años?
Era una duda que le había carcomido la mente durante los días desde que se había enterado de la magnitud de aquella farsa.
—¿Qué fue lo que... —hizo una pausa, un poco insegura de terminar— pasó?
Morgana entendió a la perfección su pregunta, pero en su lugar, ella solo apareció un frasco de líquido transparente. Lo destapa lentamente para verter ese líquido sobre su herida.
Aquella sustancia le hace arder el brazo al instante, Mordred intenta retroceder por el dolor.
—Muchas preguntas, pequeña —dice su madre. Le vierte aún más de esa poción. Quizá a propósito para causarle más daño o algo parecido. —¿Pero, cuándo empezarás a responder las mías? —sus ojos le ven atentamente.
Por supuesto que las cosas no serían sencillas con su madre, «nunca lo habían sido».
—Cuándo no sigas mintiendo —responde Mordred, el tono de su voz se debilitó por el sentimiento de no poder creer que su madre fuera tan indiferente con ella, tan tramposa...
«¿Qué tenía que ocultar?».
Agradecía el hecho de que Lesso estuviese afuera con Sombra, así Mordred podía tener este tipo de conversación con Morgana, pues era únicamente asunto entre una madre y su hija. Y ya que no quiso sentirse tan inferior frente a ella, las siguientes palabras de Mordred fueron pensadas para obtener cualquier tipo de reacción de Morgana.
Eso incluía el enojo.
—¿Qué te hizo matar a tu hermana —cuestiona, sacando a relucir ese reproche hacia su madre— y quedarte con su cuerpo todo este tiempo?
Cómo era de esperarse, Morgana no se apresura a responder, ella cierra cuidadosamente el frasco para verle con esa expresión tan ilegible. «Era como si ya hubiese planeado la mentira más grande de su vida por muchos años». Tan bien ensayada que explicaría a la perfección su situación.
Sin embargo, eso no fue a lo que respondió.
—¿Qué te hizo meterte con una mujer que te lleva diecisiete años de edad, Mordred?
Su madre pone el frasco en la mesa, aún viéndole fijamente con un brillo de cierta lastima.
—Lo ves, mi niña —ella alza la mano ligeramente para pasarla por la mejilla de Mordred y consolarla un momento por la aturdición de su pregunta—. Todos tenemos secretos.
Mordred se aparta de ese toque maternal y bien planificado. —Tú tienes secretos, yo... —se detiene, una punzada de inseguridad se enreda en la punta de su lengua al decir— no.
—¿De verdad? —Morgana sonríe como si tuviera toda la razón del mundo—. ¿Y qué hay de tu perfecta novia? —toma un mechón del cabello de Mordred entre sus dedos y lo alisa con suavidad, similar a una madre que arreglaba el peinado de su querida hija—. ¿No has pensado en que quizá ella guarda más secretos que tú y yo juntas?
—¿Lesso? —cuestiona Mordred, su corazón se acelera ante la mención del nombre de su novia. —¿Por qué la meterías en una conversación sobre un tema completamente diferente?
—Por qué si crees que mereces una respuesta —Morgana se posiciona firme al verle con esa mirada tan oscurecida de su juicio y tan carente de alguna empatía por la única familia que tenía frente a ella—, entonces yo también las merezco de tu parte.
Mordred siente una molestia que arde en su interior, «¿Por qué era tan complicado hablar con su madre?». Sentía que no podía decir las palabras con confianza sin que ella las retorciera a su favor.
—¿Tan difícil es darme una respuesta?
—¿Y tú? —La contrapregunta resonó en el ambiente, casi replicandose por las paredes de madera vieja de la cabaña.
«¿Qué intentaba hacer su madre? ¿Por qué de repente hablaba de Lesso?». Cuando realmente importaba más el hecho de que había fingido su muerte la mitad de su vida.
«¿Era qué Morgana quería arruinarle lo que tenía con Leonora con dichos comentarios?».
Mordred le respondería sin dar entrada a su juego, dejaría en claro que Lesso y ella iban a permanecer juntas.
—La respuesta a tu pregunta, madre —dice—, sobre mi diferencia de edad con Lesso —Mordred trata de pasar un nudo que se atoraba en su garganta para poder hablar con firmeza. —Yo... la aprecio y la respeto.
Se detiene antes de mencionar lo siguiente, «pues esperaba que fuera verdad».
—Y Lesso también me aprecia. Estamos juntas porque así lo queremos las dos.
El rostro de su madre se libera de la tensión por la previa molestia de sus palabras. —Mi pequeña, creí que te había enseñado lo suficiente de la vida —menciona al poner las palmas en las mejillas de Mordred y sostenerle el rostro con cuidado. —Pero nunca dejaste de ser tan ingenua, tan débil... ¿No lo entiendes? —le cuestiona—. Ella te vuelve así. Es un ancla en tu vida que pronto empezará a arrastrarte.
El corazón de Mordred ardió con una fuerte indignación.
—Eso... eso no es así —se niega firmemente.
«Ella no entendía. Su madre nunca entendería lo que tenía con Lesso porque nunca había estado con nadie de esa forma».
—Tu siempre has creído que el amor es una debilidad... —con el calor de la discusión, estaba a punto de replicarle. Pero inmediatamente se calla, viendo el desprecio de nuevo en los ojos oscuros de su madre.
Los labios de Morgana se arrugaron con una sonrisa pretenciosa e inigualable. Mordred lo había dicho, había mencionado la palabra que los villanos no podían sentir. «Y lo dijo frente a su madre».
—¿Amor? —Morgana suelta una muy hieriente e irónica carcajada, sin nada de piedad—. ¿Es esa la noción que tienes de tu retorcida relación?
Lo que dijo su madre era una bomba de veneno lanzada solo para dañarle. Mordred se sintió asfixiada por lo que Morgana pensaba de su relación con Leonora. Ella trata de retroceder para recomponerse, «no podía seguir escuchando como su madre se burlaba de lo que tenía con Lesso».
Pero su madre, no le deja ir. Morgana le sostiene bien de los hombros, enterrando sus uñas largas para evitar que huyera de la discusión.
—Ambas sabemos que solo te gusta esa mujer porque puede abrír las piernas mucho mejor que un chiquilla de tu edad, Mordred —revela Morgana.
«¿Cómo podía ser tan cruel? ¿Cómo podía decir semejantes cosas?».
Mordred se enfurece tanto que la sensación le recorre el cuerpo entero, le da la suficiente adrenalina como para no pensar al decir lo siguiente:
—¿Y tú qué puedes saber? —réplica. —Nunca has querido a nadie —deja en evidencia con ese tono tan venenoso como para intentar dañarle de igual forma. — Mi padre te abandonó para casarse con otra mujer. Seguramente Morgaus estaba apunto de abandonarte y quizá por eso la mataste. Y seguramente ahora...
Antes de que lo prevea, Morgana le toma de la mandíbula con dureza, sus uñas largas y negras le presionan las mejillas.
—Que buena eres para ladrar, Mordred.
Ella intenta retroceder, pero solo se lastima cuando su madre no le suelta.
—¿Dices que jamás he querido a nadie? —le cuestiona Morgana, con la mirada oscurecida. Esa bruja que vió en la historia del cuento, cuando le arrebató los recuerdos a Tedros. —Pero si así fuese, ¿Por qué estás de pie frente a mí diciendo todas estás estupideces? Si no hubiese apreciado a nadie en toda mi vida de porquería, te hubiese asesinado desde mi vientre.
Su madre le suelta, dejando una marca de dolor en su piel. Está vez le toma del brazo que no estaba herido con una dureza que dejaba claro que la conversación iría de mal en peor.
—Si yo fuese el mounstro que piensas que soy, mi hermana no estaría muerta.
Empieza a arrastrarla fuera de la cocina.
—Déjame contarte un secreto, pequeña Mordred —le tironea, llevándola hasta la sala de la cabaña—. ¿Quieres saber quién es el verdadero villano de mi historia? —insiste— ¿Quién es el verdadero mounstro qué arruinó mi vida?
Mordred intenta safarse del agarre, se aferra al suelo con los pies bien plantados para evitar que su madre le arrastrase.
—Basta, madre —pide. —¡Suéltame!
Se escucha el crujido de la puerta al abrirse, pero ninguna pone atención.
—¿No querías saber la verdad, Mordred? —inquiere con ese fervor de molestia en la profundidad de su voz. —¿No pedías por respuestas?
Morgana empieza a llevarla a la chimenea encendida, con una oleada de calor que les alcanza cuando su madre la acerca con hostilidad.
—¡Es suficiente!
Lesso aparece en el momento exacto, interviniendo entre el agarre de Morgana sobre ella para detenerla.
—Estas lastimandola —dijo, su voz tomó esa nota fría de severidad—. Te pidió que la soltarás.
Morgana se enfada, tironeando con más fuerza de su brazo. —Tú no te metas —una mirada de odio brilló en su expresión cuando se detuvo en Lesso. —Ésto es entre mi hija y yo.
Leonora no retrocede, sino que se enfrenta más a ella. —Debo insistir en meterme —expresa con decisión—. De lo contrario —denota una amenaza en sus palabras—, me veré en la obligación de romper éstos.
Lesso saca a relucir en su mano dos esferas, las de Morgana que siempre había tenido encima de la chimenea y que le prohibió a Mordred tocar toda su vida.
Su madre no le suelta, la aleja lo más que puede de la decana.
—Conozco este tipo de hechizo —menciona Lesso, evidenciando los objetos—. Son contenedores de recuerdos —explica, para que Mordred se entere— cuando estos se guardan, adquieren el color de la magia a quien se lo quitaron. ¿Ésto qué recuerdos ocultara? —ésta vez, Leonora se dirige a Morgana. —¿Los tuyos? ¿O los de Mordred?
Sus palabras fueron lo suficientemente hábiles para hacer que Morgana se petrificara, aflojando el agarre sobre su hija.
—No querrás hacerlo —le advierte.
—¿Qué más podrías esconderle a tu hija? —la enfrenta Lesso. —A parte de toda esta telaraña de mentiras.
—¿Ahora vamos a meternos con los hijos, decana del mal?
Los labios de Morgana se levantan en una sonrisa irónica, una que mostraba que tenía el control de nuevo. Suelta a Mordred, liberandola de su tenaz fuerza.
—Sí es así, supongo que Mordred debería saber que tú —recalca con astucia las siguientes palabras, avanzando lentamente hasta ella— tienes un h...
Lo último dicho, se pierde con el sonido de las esferas romperse en pedazos contra el suelo, se escucha los trozos de cristal repiquetear en la madera del suelo.
Leonora había roto las esferas a propósito.
La niebla negra y densa empezó a aumentar, casi como el humo intenso de una hogera, ascendiendo hasta ellas y sus vías respiratorias. Se mezcló con el dorado del otro recuerdo.
—Juro —senteció Morgana para Lesso, su demonio interno brillando en la frialdad de sus ojos— que vas a arrepentirte de esto.
Su madre se arrojó contra su novia para golpearla o maldecirla, pero Mordred no lo vió, pues la niebla le alejó de la vista y el sonido, haciendo que la oscuridad arrastrara su conciencia y se adentrara en el espacio del recuerdo.
Hola mis queridas lectoras y lectores. ❤️✨
Había pasado tanto tiempo sin estar en presencia de ustedes y sus magníficos comentarios, les he extrañado tanto. Saben bien que está historia no tendría vida sin su apoyo y su lealtad.
Lamento haber demorado tanto, pero finalmente aquí está, el capítulo tan esperado: El enfrentamiento entre Lesso y Morgana.
¿Qué tal les pareció?
En lo personal no sé si quería besar a Lesso o a Morgana, o a ambas al mismo tiempo. 😅🛐
Por supuesto, ellas son las favoritas de todas. Y, en lo que a mí respecta, también Evelyn.
¿Qué creen que se vayan a hacer una a la otra?
Sí, había prometído +18 en este capitulo, pero el encuentro entre Leonora y la madre de Mordred se hizo extenso. Por supuesto que habrá lo que prometí, pero en los siguientes capítulos. Solo me queda advertir que nuestra bruja madre, la magnífica Morgana no es lo que parece.
En fin, no se olviden de votar en este capitulo si les gusto, y si no les gustó comenten por qué.
Y también su gustan, comenten su momento favorito de este o de cualquier otro capítulo en el fanfic, por qué me encanta interactuar con ustedes y saber lo que opinan. 🥰
Les envío un millón de besos de todo corazón, desde nuestra hermosa Lady Lesso. 🩷✨
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