33. Primero Lesso, luego Evelyn, ¿Quién será después?
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❝ ¿Quién te dijo lo que sucedía aquí abajo?
Ven, si quieres echar un vistazo
He visto tu cara por aquí
Ven solo y, dime bajo la mesa
¿Qué es lo que buscas?
Bienvenido al patio de juegos, sígueme
Cuéntame tus pesadillas y fantasías
Adéntrate en el páramo subterráneo
Quédate por la noche, te venderé un sueño. ❞
━━━Bea Miller (Playground).
—MORDRED —LA VOZ DE EVELYN la trajo de vuelta al salón.
Despertó en el suelo y le dolía la cabeza, como si se hubiera dado un buen golpe. Mordred vió al resto de héroes y villanos que aparecieron a su alrededor.
La profesora Evelyn estaba de rodillas junto a ella.
—¿Qué... qué paso? —trata de decir.
—No paso nada, linda. Intenta levantarte —le alienta Evelyn con una sonrisa tensada por la preocupación.
Mordred se apoya en los codos para recuperarse. La atención de Dot y el resto de sus amigos estaba sobre ella, quién aún no podía procesar bien las cosas y estaba aturdida por aquella visión.
«Fue tan realista».
—Debemos informar a la decana —sugiere Dot, parecía bastante nerviosa por la situación.
—¿Te he dado el permiso? —le réplica Evelyn. Había cierta amenaza en su voz.
—Pero profesora, Tedros aún no despierta —dice Reena.
Los alumnos rodeaban al príncipe en el otro extremo del salón, él también se había desmayado. Al ver ésto, Mordred se levanta como puede para alcanzar a su hermano, los siempres le abren espacio para que llegue hasta él.
—¿Qué le hiciste? —le acusa a Aric.
—Yo nada —su sonrisa se tironea de un solo lado y, dice— quizá sea tu pago por todo lo que has hecho.
«¿Qué sabía ese imbécil de lo que había hecho?», Mordred prefiere ignorar su comentario.
—Tedros... —mueve a su hermano, agachándose junto a él—. Tedros, despierta.
—¿No está... muerto, o sí...? —pregunta la voz temblorosa de Sophie, quien se aferraba al brazo de su amiga lectora.
Mordred se acercó para verificar la respiración del principe, y ésta, aún permanecia. «Existía otra razón por la que Tedros estaba así de inconsciente».
—¿Qué le sucedió? —le preguntó a cualquiera que pudiera responder.
Toma a su hermano de la camisa y lo sacude para que despierte. Pero Tedros no lo hacía, «¿Por qué no lo hacía?».
La lectora se agacha junto a ella. —Ambos se desmayaron cuando la profesora inició la historia —dice Agatha, parecía estar preocupada por Tedros también.
—¿Cuánto tiempo llevamos...
Pero antes de que termine su pregunta, los tacones afilados de Evelyn se escuchan aproximarse sobre el suelo de madera.
—Quedan pocos minutos para que los lobos anuncién el final —responde la profesora.
«¿Todo este tiempo estuvieron desmayados y nadie hizo nada?». Seguramente por amenaza de ella.
—¡Despiertelo! —le exige Mordred.
—No —menciona Evelyn con esa voz tan glacial—. Además, no sé como.
«Significaba que ni siquiera intentaría hacer algo al respecto».
—¿Cómo que no sabe? —le reclama Mordred—. Es la profesora, usted conoce hechizos. Haga algo.
—No existen hechizos para esto, linda —se cruza de brazos—. Si tú despertaste, efectivamente él lo hará. En algún momento.
—¡Despiertelo, ahora! —hace caso omiso a sus respuestas, sabía que estaba siendo necia, pero no confiaba en Evelyn para nada.
Aquello provoca que la mirada de profesora se oscurezca tanto, cómo para que el resto de alumnos retroceda por instinto.
—Por desgracia —dice conteniendo la mayor parte de su enojo—, no conozco un hechizo que despierte a un niño inconsciente por escuchar una historia.
«¿Qué no conocía uno?».
Agatha trata de ayudarle, dándole palmaditas en las mejillas al príncipe para que logrará despertar, pero todo seguía sin tener efecto.
—Nada ha funcionado —dice la lectora.
Si la profesora no podía hacer nada al respecto, Mordred sí. O al menos, lo Intentaría. Esperaba que pudiera resolver esto con la suposicion interna de su mente, así que invocó una daga al instante.
«Si Tedros estaba inconsciente, un poco de realidad podría traerlo de vuelta».
Tomó la mano de Tedros para presionar un corte en la piel de su palma. Lo hizo un tanto profundo para que le causará dolor. «Aquel momento, se le figuró a cuando su madre recolectó la sangre del príncipe en el pasado». En aquella visión tan extraña.
Eso parece funcionar, pues hace que Tedros se despierte enseguida con la respiración tan acelerada que parecía haber corrido un maratón entero.
—Ella... ella —balbucea, tratando de tomar tanto aliento como podía.
El príncipe se toca con la mano el pecho, pero al hacerlo se mancha la camisa de sangre, sus latidos estaban muy acelerados.
«¿Qué había visto él?». Mordred se pone en pie, un poco aliviada de que su hermano estuviera despierto.
—¿Ella quién? —le pregunta Agatha, tratando de apaciguarlo.
—Mor...
«Morgana», lo sabía su hermana.
Tedros no termina, cuando los aullidos de los lobos suenan en toda la escuela, avisado que las clases habían terminado. Los alumnos miran a la profesora, esperando a que Evelyn les diera permiso para salir.
—Si alguien dice una sola palabra de ésto a la decana —Evelyn le señala a cada héroe y villano—, lo sabré.
Las mariposas azules se distribuyen en el salón por un movimiento de ella y, libera las puertas con desliz de su magia.
—Pueden retirarse.
Evelyn regresó al lugar de su escritorio mientras los siempres se apresuraban a salir del salón. Agatha ayudó a Tedros a recomponerse, respecto a Sophie y Aric, ellos también se fueron con el resto.
—Ah, Tedros —menciona la profesora—, quédate.
Se pule las uñas con desdén, recargada en el borde de su escritorio.
—Y tú también, Mordred. Quiero hablar con ambos.
Ravan le hace una señal de que iban a esperarla afuera con los demás. Pero en ese momento, se desprende una sola mariposa del vestido de Evelyn. La profesora la alcanza entre sus dedos, deteniendo su revoloteo.
—Cualquiera que se ponga a escuchar detras mi puerta, —dice precisamente a Ravan y Hort con una voz muy clara— le cortaré las orejas.
La mariposa entre sus dedos se vuelve plana y precisa, ella la arroja contra los alumnos igual que un dardo. Apenas los chicos se apartan, cuándo la mariposa se clava en un punto fijo de la pared.
La sonrisa de Evelyn se afina.
—¿Entendieron, niños? —menciona con su voz tan encantadora—. Vayan con cuidado —les despide con un gesto para que se apresuren.
La última en salir es Agatha, quién con duda, cierra la puerta dejándoles a merced de aquella sádica mujer.
El salón permanece en silencio unos momentos, dejando el eco de las pisadas de los alumnos al alejarse del pasillo, ya que todos iban al comedor.
—Bueno —empieza Evelyn, caminando hasta ellos—, estando solos, pueden decirme lo qué han visto.
Tedros se posiciona bastante firme, pues es el primero en desconfiar.
—¿Por qué supone que vimos algo? —oculta cualquier rastro de duda en su expresión.
«Y casí se le figuró a su padre». Parecía que la inocencia de su hermano se había ido lejos desde hace mucho tiempo.
Mordred dice lo que piensa está vez.
—A menos que usted lo haya provocado —le apoya, uniéndose a su hermano.
Lesso le había dicho que no confiara en Evelyn, «Y ahora entendía porqué». Ella era del tipo de mujer que no dudaría en obtener lo que deseaba a cualquier costo.
—¿Provocar? —Evelyn sonríe con la palabra—. ¿Por qué dejaría inconsciente a mis alumnos? —inquiere—. Eso sería muy malvado.
Pero pese a su acusación, también existía la posibilidad de que el libro lo hubiese provocado, quizá fue la historia misma o... «¿los recuerdos?».
Recuerdos que Morgana le había arrebatado a su hermano.
—¿Qué puede verse cuando uno está desmayado? —cuestiona el príncipe, tratando de desviar la conversación de ese punto—. Nada, más que oscuridad.
Y Tedros tenía razón en algo, «¿Cómo Evelyn podría tener idea de lo que se encontraron al perder la conciencia?».
Evelyn exaspera, parecía que Tedros no era su alumno favorito. —Bueno, si eso es todo —dice con evidente desdén hacia el príncipe—. Puedes retirarte.
Tedros asiente por respeto, se encamina a la salida del salón.
—Pero tú, Mordred —le sonrie Evelyn—. Tú te quedas, linda.
Tedros le da un vistazo a su hermana, bastante molesto de pensar que aprovecharía al máximo su situación. No dijo nada antes de irse, porque «¿que podría decir delante de la profesora?», cuando todos le temían.
Poco después de que Tedros se fuera, Mordred sintió un sudor frío recorrerle, pues todo anunciaba que algo planeaba Evelyn. Ella trató de retroceder unos pasos con cautela, y justo en ese momento, la profesora le alcanzó del brazo herido con un tirón que la hizo detenerse.
—Pobrecita —dice con una voz más delicada—. Aún no te has recuperado.
Mordred se había olvidado de su propio dolor por la preocupación de Tedros, que apenas Evelyn le tocaba, el ardor en su herida se volvía más desesperante.
—Parece que después de todo, no eres tan poderosa como todos piensan —ella le sostiene de la muñeca, y levanta su manga sin nada de cuidado para ver el estado de su brazo—. Una bella mariposa, herida.
Evelyn sonríe al apretarle.
—Herida por la maldición de su propio hermano —chasquea la lengua con desaprobación, negando con la cabeza—. Pobre mariposa, demasiado joven para sufrir.
Evelyn sube su mano libre y apenas le toca la mejilla, como si fuese un muñeco frágil de porcelana, cuando abajo, su agarre era mucho más fuerte y doloroso.
—Las brujas siempre somos traicionadas por nuestros hermanos. Por aquellos que nos importan —dice en un tono diferente, uno que buscaba convencer—. ¿No crees que es injusto, linda mariposa? ¿Qué solo el mal pague por las consecuencias?
«Por supuesto que lo creía injusto. Desde siempre», pero Evelyn solo utilizaba esas palabras para manipularle.
—Mordred —continúa—, tú y yo tenemos tantas cosas en común. Y seguramente tenemos otro par de cosa más...
«¿De verdad le hacía semejante insinuación?».
—Está... lastimandome —menciona Mordred.
Trata de safarse, pero como siempre, Evelyn tenía la ventaja pues era más fuerte. Le oprime con más hostilidad.
—¿Estas acostumbrada a la calidez, Mordred? —baja su tono de voz para hablarle cerca—. ¿Es eso? ¿Lo que te ofrece ella? Un miserable pedazo de calidez.
«¿Qué decía?».
—No... no sé de qué habla.
Evelyn afloja su agarre solo un poco.
—No te hagas la tonta. No conmigo, linda mariposa.
Le acalla, poniendo un dedo cerca de sus labios, aunque no le alcanza a tocar.
—Y sigues herida. Creí que al menos le importarías lo suficiente como para curarte. Pero sigues así, tan lástimada.
Una sonrisa brotó de sus labios rojos.
—Sí fueses mía —susurra inclinándose a su altura—, nada de ésto te hubiese pasado.
«¿De verdad acababa de decirle eso?». Mordred se aparta con toda la fuerza de su molestia. No iba a aguantar tal situación.
—¿Quien se cree? —le reclama. «No le importaba que fuese la profesora».
Evelyn no responde enseguida, más bien se ríe ligeramente.
—Tranquila —suelta el agarre sobre su brazo, retrocediendo un paso—. No tienes que tomarlo tan a pecho, linda —las mariposas azules vuelven a revolotear desde su vestido—. Solo quería saber hasta que punto podías llegar.
Pronto, la expresión de Evelyn cambio, y era sorprendente cuan rápido lo hacía, casí parecía natural para ella; volverse tan fría y severa como una pesadilla.
—Ya que eres tan cercana a la decana Lesso —amenaza de forma pasiva—, sí ella se enterase del incidente en ésta clase por ti —lo dice en un tono tan oscuro, que daría escalofríos a cualquiera que la escuchará—. No dudes en que haré que te arrepientas.
Al momento en que la profesora se gira, las puntas de su cabello le alcanzan a golpear el rostro a Mordred.
—Ahora, —ordena Evelyn, regresando al atril de madera dónde seguía el libro de Sader— fuera de aquí.
—SOLO EXISTEN SIETE PERSONAS en esta escuela que realmente le importan a Mordred —dice Aric. Les hace detenerse en la entrada del comedor, mirando a los alumnos con desdén, «cómo si él fuera superior a cualquiera», eso pensó Sophie.
—¿Ah, y cuáles son? —pregunta ella abanicandose aire con la mano, en el comedor del mal hacia algo de calor.
A Sophie no le importaba mucho lo que sea que planeara el villano, solo quería una bebida fría para refrescarse.
—Su grupo de secuaces —Aric señala con la vista a la mesa del fondo, dónde se sentaban Hester, Anadil y Hort—. Su hermano, Tedros y... —la expresión de Aric se amarga como si recordara algo desagradable— la decana Lesso.
—Te equivocas en eso —el príncipe se indigna—. Yo no le importo a Mordred, en absoluto.
—Tedros —le da al príncipe una mirada de que sabía qué decirle a continuación— no seas tan hueco —lo ofende de una forma que pasa desapercibida mientras dice—. Si le importas a Mordred, puedes utilizarlo a tu favor. Solo sigue siendo tan despreciable con tu hermana como lo has sido hasta ahora —le palmea el hombro de forma varonil, aunque parecía despreciar el gesto. —En cuánto a ti, Sophie —Aric se gira para verla—. Tengo una misión especial para ti.
—¿Para... mí? —duda Sophie.
—No —Agatha se interpone entre ellos—. Ella no va a participar en tu maligno plan.
Aric se estresa por las palabras de ella, estira la mano a punto de hacerle algo, pero se detiene.
—Recuerdame por qué estás aquí, Agatha —avanza unos pasos para intimidarla—. Tú no deberías seguir con nosotros, eres una despreciable princesa que busca el bien —menciona.
—¡Oye! —Tedros lo enfrenta.
Agatha quién recibió el comentario tan terrible, tuvo un poco de miedo por chico, «¿Y quién no?», Aric era tan sobrenatural y aterrador como la misma profesora Evelyn.
Rápidamente algo cambió dentro de Agatha, dándole valor y se plantó firme ante él.
—Yo protegeré a Sophie de ti y de cualquiera.
Aric resopla una risa demasiado venenosa, una que advertia que las cosas solo empeorarían.
—¡Aggie, Aggie! —Sophie le habla a su amiga, interviniendo para evitar que Aric le hiciera algo—. Está bien... prometí ayudarlo.
El villano esboza una sonrisa sacarrona, —¿Lo ves? Yo no obligo a nadie —le dice a Agatha en su cara—. No soy como Mordred, al contrario. Ellos aceptan por cuenta propia.
—¿Y... qué es lo que tengo qué hacer? —pregunta ella tironeando del brazo a Aggie, para alejarla de la pelea.
—Tu misión es especial, Sophie —su voz se vuelve condescendiente, pero sin perder la claridad—. Dejo esta tarea en tus manos porque eres la más lista de todos.
Levantó la vista para preguntarle, —¿Y qué es?
—Tú, te encargaras de poner a los amigos de Mordred en su contra —dice Aric—, eres la más próxima a su círculo de secuaces.
—¿Ponerlos... en contra? —dudó Sophie, quedandose en silencio al entender la idea tan descabellada de Aric.
—Puedes hacerlo, Sophie —expresa él—. Eres astuta.
Sophie mira a Agatha, quien negaba con la cabeza para que no se adentrará en el juego del villano, vió que Tedros se encogió de hombros, prácticamente diciendo que era decisión suya.
—Bueno, lo haré... —acepta ella, dejando en evidencia su duda con respecto a eso—. ¿Qué se supone que debo hacer?
—En los grupos de amigos siempre hay tensiones —Aric mira a los secuaces de la bruja—. Empieza por el eslabón más débil, siembra el caos primero en el más alejado de Mordred. Y poco a poco accederás a los más cercanos —hace el gesto para convencerle—. Los tendrás en la palma de tu mano a todos.
A Sophie le gustó como sonó eso, él lo hacía ver simbólico y poderoso.
—¿Cuándo empiezo? —dice con la determinación que alcanzó a conseguir.
—Hazlo ya —le indica él—, antes de que su reina malvada aparezca.
—¿Justo ahora?
La pregunta de Sophie se queda sin respuesta cuando Aric la empuja en dirección a la mesa de los líderes. Él lugar estaba un poco alejado del resto de mesas, como si fuera un lugar exclusivo para ese grupo de villanos.
Sophie se alisa la falda del feo uniforme del mal y se acerca con una sonrisa para convencer a cualquier persona. —Hola —trata de saludarlos, sentándose en los espacios vacíos.
—Sophie —Hort la recibe con una expresión más cálida, a diferencia de las brujas que ni siquiera levantan la mirada. —¿Dónde está tu almuerzo? ¿No comerás nada? —pregunta él.
—Yo... estoy a dieta —se encoge de hombros.
Hort enciende su brillo del dedo, haciendo crecer una luz de color azul oscuro. —Puedo traerte lo que sea que quieras comer.
—Hort, no te humilles —Hester habla, adentrándose en su plática—. A las chicas les gustan aquellos que son más difíciles de obtener.
—¿Qué? —se confunde Sophie, poniéndose roja como un tomate de la vergüenza.
Hort también se enrojece por la humillación de su amiga.
—¿Tú que te metes, Hester? —le réplica, bajando la mirada a su plato y pinchando sus espinacas con el tenedor.
—¿Y dónde están los demás? —Sophie rebaja su tono de voz a uno desinteresado, para que no se notará su deseo de saber la verdad.
—Dot y Ravan, quién sabe —responde Hort aún pinchado con molestia sus vegetales. Al parecer le estaban atormentando las palabras de Hester.
—Mordred está con Evelyn. Seguramente abriendo las piernas para ella —se queja la bruja de tatuajes, dándole un mordisco a una abundante manzana roja.
Se quedan en silencio. El cotilleo del resto de alumnos opacan las palabras de Hester, pero todos en esa mesa lo habían escuchado.
—¡Hester! —le regaña Anadil un poco, moviéndose incómoda en su silla.
—¿Qué? —dice pasándose el bocado—. Es la verdad, ¿no? Sí su patético hermano está allí —señala a otra mesa dónde se habían sentado Aric y el príncipe, junto a Aggie—. Significa que ella está sola, en el salón de la profesora.
—¿Por qué te importa lo que haga? —le pregunta Anadil.
—¿No crees que es injusto lo que hace? Pedir sucias tareas a cambio de... buenas notas.
Hester tira la manzana en la mesa, y está rebota unas pocas veces hasta rodar y caer en el suelo.
—¡Ella no hace eso! —la defiende Hort al instante—. Nunca lo haría.
—Cómo sea, me da igual —dice Hester empujando su silla para levantarse—. Pensar en ésto me ha quitado el apetito. Así que iré por algo para tomar —se va, dejando la mesa.
Anadil y Hort se miraron entre ellos, prefiriendo no comentar nada después de Hester. Pero en la cabeza de Sophie resonó la idea de Aric, sobre buscar al eslabón más alejado de Mordred.
—¡Espera! —Sophie se levantó también para seguirla—. Te acompañó.
Hester no se detuvo amablemente por ella, Sophie la alcanzó en la mesa de bebidas mientras la bruja tatuada escogía entre tantas opciones.
—¿Qué quieres, princesita? —toma un vaso alargado de malteada de chocolate, y se lo acerca para olerlo.
—Quería un poco de agua —Sophie escoge un vaso nuevo de contenedores, y lo acerca a la jarra flotante para que le sirviera un poco.
Sophie le indicó a la jarra que era suficiente y esta paró el líquido.
Ella se acercó el vaso a los labios antes de decir, —¿Tu eres muy inteligente, no, Hester? —le toma un sorbo a su agua helada.
—Más que tú, sí —le réplica con molestia.
—La gente cree que eres más inteligente que Mordred —Sophie menciona—. ¿Sí eres la más inteligente, por qué no eres la capitana del mal?
Esas palabras tensan a Hester como un puercoespín de tantas agujas. Se gira lentamente para verle con una mirada de despreció infinito, tanto que podría hundirla en ese mismo piso con su expresión.
—¿Se supone qué es un insulto?
—No, no... —Sophie se apresura—. Solo digo que siempre te veo leyendo, estudiando, practicando hechizos. Bastante agotador a mi parecer —deja el vaso a un lado—. Te esfuerzas demasiado, ¿Y Mordred?
Hester se traga su molestia, como si lo hubiese hecho cientos de veces antes. Estira su mano en la mesa para alcanzar un sorbete, y se lo pone a su malteada cremosa de chocolate.
—Cuando quiera que me beses las botas, te lo pediré.
Sophie abre la boca impactada por semejante grosería, ve cómo Hester regresa a la mesa con sus amigos sin decir otra cosa más.
«¿Era qué de verdad le eran leales a Mordred?».
Prefirió irse a la mesa de frutas y vegetales, hacer tal misión había desgastado su energía y algo saludable sería perfecto para ella.
«¿Qué debía decir para quebrar la amistad entre los villanos?», se preguntó mientras armaba la bandeja con los platillos de su almuerzo. Después de eso, fue a sentarse junto a Aggie.
Apenas se acomoda, Aric le apresura con la única pregunta que le carcomía.
—¿Y qué sucedió?
Sophie toma una respiración dramática, dejando su bandeja en la mesita. —Es que... no funcionó —le responde—. ¿No puedo tener otra misión?
MORDRED SE APRESURÓ A IRSE, antes de que Evelyn se volviera más retorcida y cruel con ella. Era una mujer que hacía a su piel erizar únicamente por miedo. «Si así era Evelyn jugando, no querría saber cómo sería al tomarse el asunto en serio».
Por el pasillo que daba al comedor, escuchó la charla de dos voces demasiado conocidas para ella. Aquí, los pilares le permitían esconderse sí tenía la audacia para escuchar.
—¿Entonces vas a seguir evitándome? —escucha decir a la voz de Ravan.
Era sorprendente el tono suave que usaba, jamás se lo había escuchado desde que lo conocía.
—¿Después de lo que pasó... en tu casa?
—No estoy evitándote —responde nerviosamente su receptora, quien era Dot—. Vayamos al almuerzo antes de que se acaben los mejores bocadillos —su amiga estaba dispuesta a huir de la situación antes que enfrentarlo.
—Estamos hablando —Ravan le detiene.
Mordred siente un nudo en las entrañas, «No debería estar escuchando esa conversación». Parecía demasiado íntima como para sus oídos.
Dot baja la mirada, quizá un poco avergonzada. —No me hagas hablar de eso aquí, por favor —pide ella.
—Aquí no está ninguno de nuestros amigos.
Mordred se guarda tras el pilar y deja de verlos, sin embargo es capaz de escuchar ya que nadie más estaba en el pasillo.
—Aquí no puedes evitarme, Dot.
—¿Quieres saber por qué te evitó? —réplica ella, la molestía presente en su voz—. Es porque no quiero pensar en lo que sucedió ese día.
—¿Por qué? —duda Ravan—. ¿No te gustó? Creí...
—¡Shhh! —ella le calla.
Mordred se cubre la boca, contenido su sopresa. Algo como eso jamás se le habría pasado por la cabeza, creía que la tensión entre ambos era por cualquier otro asunto. Todo menos eso.
—Además, a ti te gusta alguien más —escucha decir a Dot—. Así qué, ¿Por qué no me dejas en paz?
—No puedes saber eso...
No debía estar escuchando semejantes cosas, se parecía a Evelyn y Tedros espiando para recolectar secretos de otros. «En ese momento, vaya que le sería útil el hechizo de Morgana para transportarse», por desgracia, solo podía hacerlo con objetos.
—Te escuché con Hort —le réplica.
—Eso no...
Ravan no encuentra las palabras, cuanta vulnerabilidad mostraba ante su amiga. Él era el tipo de chico que decía bromas estúpidas y se burlaba de cualquier tontería. Pero en ese momento, solo por Dot estaba siendo sincero.
—Cállate, por favor —la voz de ella tembló ligeramente, como si se aguantase el sentimiento de llorar—. No le cuentes a nadie sobre lo qué pasó, ¿sí? ¿Harías eso por mí, Ravan?
No supo con exactitud sí él asintió, pues no escuchó respuesta alguna, solo el sonido de los zapatos de ambos alejarse por el pasillo. Para entonces, Mordred se asomó de que estuviese despejado y vió que sus amigos giraban al fondo del pasillo hasta el comedor.
Ella prefirió no pensar nada al respecto, «era únicamente asunto de ellos». Por lo que esperaría un rato aquí, pues no quería delatarse a sí misma. Mientras tanto recorrió la manga de su brazo para ver su herida, la cuál seguía abierta y punzante. Era bastante desagradable a la vista, así que volvió a bajar la manga para esconderla.
«No aguantaba ésto, necesitaba un plan para salir de aquí y ver a Morgana». ¿Pero de verdad tendria la voluntad de verla? Después de lo que encontró en los recuerdos del libro...
Sabía que Tedros vió algo estando inconsciente, y necesitaba hablar con su hermano para sacarle la verdad sobre esto.
Aguardó unos minutos más y luego fue al comedor de mal. El almuerzo se hacía en la escuela de los villanos, y los héroes eran los invitados. Era mejor para ellos, pues tendrian todos los lujos que los nuncas poseían. Hester y los chicos le esperaban en su mesa.
—Que rápida y eficiente eres Mordred —es el primer comentario que suelta Hester cuando llega, con un pretensioso sarcasmo—. Ahora entiendo porque las profesoras te buscan.
Mordred la ignora y se sienta en la única silla libre entre Dot y Ravan. «Parecía que se había abierto un abismo de nuevo entre ellos dos».
—No sé de qué hablas —es lo único que le responde.
Vé a los alrededores para buscar a Tedros, quería encontrarlo a solas y lejos de aquellas venenosas serpientes con las que empezaba a juntarse.
—Ya sabes a qué me refiero —insiste Hester.
Buscaba sembrar un conflicto en el ambiente por algún motivo.
—El semestre pasado fue Lady Lesso, —le da un sorbo a su malteada, mientras la mira como si guardara un secreto que sabía de ella, «otra vez». —¿Este año será Evelyn Sader?
Mordred le mira fijamente, deteniendo su búsqueda.
—Será mejor que cuides lo que dices —le advierte.
—Oh, vamos —dice Hester con una sonrisa falsa—. Nosotros sabemos que te estás ganando a la profesora Sader por cuenta propia —el tono de su voz se volvió más áspero y venenoso—. Pero pocos sospecharían que serías capaz de meterte bajo su falda sí requiriera la ocasión.
«De nuevo empezaba con sus comentarios insolentes». Creía que estaban bien entre ellas, pero si quería decir ese tipo de tonterías, no se lo iba a permitir.
—No digas cosas que no sabes.
—¿Tengo razón? —inquiere—. De hecho, solo quiero saber tu truco —menciona Hester—. Es más fácil, ¿no? Por qué esforzarse con la mente y disciplina, cuando puedes abrir las piernas para la profesora.
La mesa se queda en silencio, nadie interviene a favor de Mordred, y tampoco lo necesitaba.
«Era eso, la frustración de Hester por ser la mejor», por eso peleaba de la nada.
—Es decir, las señoras mayores siempre suelen fijarse en ti, sobre todo sí son profesoras —continúa la bruja—. Qué conveniente.
Anadil le da un leve golpe para que detuviera sus palabras, pero Hester no lo hace.
—Vamos, ya dinos —ella dice, presionando de nuevo con su insolencia—. Primero Lesso, luego Evelyn, ¿Quién será después? —se burla— ¿La decana Dovey?
Hablaba con la suficiente ironía para sacarle de quicio a Mordred.
—Hasta Hort tiene miedo de que te líes con su tía, ¿No es verdad?
—Yo... yo no dije eso —responde Hort.
—Pero lo pensaste —vuelve a dirigirse a Mordred—. Dinos cuál es tu secreto, ¿No somos amigas?
Sus palabras le estaban irritando, en otra situación le hubiera hecho callarse, pero Mordred no le hizo caso cuándo vió a lo lejos la mesa dónde Tedros se sentaba con su amiga lectora, Sophie y el insoportable de Aric.
Se levanta, la silla chirriando tras ella.
—¿Terminaste? —pregunta con toda la calma del mundo que podía recuperar después de las ofensas de su amiga—. Entiendo porque te comportas como una bastarda celosa, Hester —le dice—. Pero ahora tengo cosas más importantes de las que ocuparme.
Hester queda perpleja por su reacción. Y Mordred se va de la mesa, esquivando los carritos mágicos que llevaban platillos a los villanos. Nota que Aric parecía decirle algo a su hermano en tono bajo.
—¿De qué hablan? —llega a su mesa a interrumpir de principio.
—De ti, por supuesto —Aric esboza su horrible sonrisa—. Eres nuestro tema favorito de conversación. Maneras para matar a Mordred, ¿No te parece interesante ese tema?
Viniendo de él, no dudaría de eso. «¿Pero qué necesitaba Aric de Tedros? O al revés, ¿Qué necesitaba Tedros de ese idiota?».
—¿Qué quieres, Mordred? —pregunta su hermano, antes de que ella le responda al villano.
—Hablar contigo a solas, vamos.
Le señala un rincón del comedor, cerca de los botes de basura. Era el único espacio que estaba distanciado del resto de gente.
—No quiero —Tedros se porta como el niño estúpido que solía ser.
Mordred no estaba para aguantar cosas así de nadie más hoy, se levanta la manga para mostrarle a su hermano lo que había provocado.
—Vendras conmigo o voy a ponerte esto mismo en la cara —le amenaza.
«Y sabía que lo cumpliría», por eso Tedros le arrojo su servilleta y se levantó para ir a los contenedores.
—Y tú —Mordred se agacha a la altura de Aric en la mesa—, mantente alejado de mi hermano o lo pagarás —tira la servilleta de Tedros a un lado de su plato.
Se reencuentra con él, mirando a los alrededores para saber si alguna mariposa de Evelyn rondaba cerca.
—Bien, ¿Qué quieres? —pregunta Tedros.
Va directo al grano, con su hermano no necesitaba sutileza. —Dime lo que viste al desmayarte.
Tedros resopla, —¿Sader te ha enviado?
—No se trata de Sader, se trata de nosotros, Tedros —le regaña—. Sé que viste a Morgana —detiene sus siguientes palabras, para ver qué nadie más les escuchara—, porque yo también la ví.
Tedros le mira con atención, había desconfianza en sus ojos, sí. «Por supuesto que aún no creía en ella, y era mejor para ambos». Pero de quién su hermano debía realmente desconfiar, no lo hacía.
—Ví a nuestro padre también... —menciona ella—. En el balcón.
Tedros se cruza de brazos, sin responder. Evita su mirada, vigilando si alguien conocido estaba próximo para detener esa conversación y abandonarla. Sin embargo, tener la razón pudo más con él.
—Te dije que había visto eso mismo en mi sueño en año pasado —menciona—. Y no quisiste creerme.
—Espera, eso... —Mordred le cuestiona— ¿Eso fue lo que viste?
Tedros asiente, dejando pasar un poco del conflicto entre ambos.
—Y por si te lo preguntas, jamás había leído el libro de Sader —se libera un poco de la tensión para preguntarle—. ¿Crees qué... ella nos hechizó a propósito para ver eso?
—No tendría sentido.
Mordred piensa en cualquier otra razón de por medio.
—Tedros, lo que vimos no era el cuento. Eran nuestros recuerdos y los de nuestros padres.
—Recuerdos que tu madre me borró —su expresión se torna seria y molesta.
—Sí —Mordred no tiene como defenderla, y no quería.
Pero si ella había visto a su padre hace tantos años, «¿Por qué no lo recordaba?». ¿Por qué no recordaba el resto de su vida antes de que su madre muriera?.
Sí Morgana le había arrebatado los recuerdos a Tedros, «¿Quién podría afirmar que no le había quitado los suyos a su propia hija?».
Bueno, bueno, llegando a este punto, las cosas se pusieron intensas con Evelyn, ¿Qué opinan de que sea tan descarada al respecto?
Uf, si Lesso se enterara de lo que pasó allí... 🤭
Siendo honestra, a mí me encanta Evelyn, y más cuándo actúa tan malvada y desvergonzada para buscar sus propios fines. Considero que lo que han visto de ella, no se compara con lo que puede llegar a hacer si lo quiere.
Y hablando de otra cosa, traigo a colación el secreto entre Dot y Ravan, que también resultó sorprendente lo que paso ahí.
Sabemos que Ravan sentía algo por Mordred, sí, oficialmente lo confirmo como escritora de este fanfic. Pero sabemos que ese enamoramiento no tiene nada de sentido. En cambio Dot...
A ellos dos se les ve lindos juntitos. Aunque no quieran admitir la verdad. 🥰
Siguiendo con nuestros comentarios de este capítulo; no odien tanto a Sophie, está en un modo de transición y merece equivocarse varias veces y, siendo honesta ella es mi personaje favorito de todos los libros, obvio, a parte de nuestra perfecta y hermosa Lady Leonora Lesso, la mujer de nuestros corazones. 😍💗
Cómo siempre es un honor ser leída por ustedes mis más queridas y leales lectoras, y lectores también. Ustedes son el pan de cada día de esta historia, y lo digo muy en serio.
Concientanse mucho, cuídense, amense y piensen cada noche en nuestras guapas mujeres favoritas detro de esta historia. 🌷🛐
Y ahora sí, porque lo pase por alto en los últimos capítulos:
Les envío un millón de besos de nuestra querida Lady Lesso, mi esposa y la de ustedes también. 😉🩷😘
¡Nos vemos en la próxima actualización! ✨
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