24. El secreto de Morgana.


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❝ Un beso o una maldición, una espada o una cicatriz.
¿No sabes que la belleza puede matar?
Estoy atrapada en el medio,
entre dos mundos aparte. ❞
━━━Kiana Ledé (Who Do You Think You Are from "School for Good and Evil").


    EL TEMIBLE DRAGÓN negro arrojó la jaula de raíces ante las puertas del castillo, haciendo que en el proceso Lancelot y Guinevere despertarán. Los guardias estaban confundidos cuando Mordred bajó del dragón.

—Señorita, ¿A qué se debe todo esto? —le pregunta un guardia de Camelot.

—¡Mordred, sueltanos! —Guinevere insiste, aferrándose a los barrotes de raíces. Trata de encender su magia, pero la bruja se la había bloqueado. «De la misma forma en la que la decana Dovey lo hizo una vez con la suya».

—Mordred eres una...

Interrumpe a Lancelot, hablando con el guardia —Ésto, señor, es un regalo muy preciado para el reino y el príncipe Tedros —les señala.

Mira extrañado a las personas dentro de la jaula. —Su alteza real, el principe Tedros no se encuentra.

—Llame a Lady Gremlaine, sé que ella es la responsable del reino durante la ausencia del principe —Mordred sonríe a los amantes encarcelados. —Dígale, que he traído a las personas más buscadas durante el reinado de Arturo. He venido para entregar a la justicia de Camelot aquellos traidores del rey, Guinevere y Lancelot.

El guardía y su compañero empalidecen, miran con más atención aquella jaula. El guardia más mayor hace una señal al personal del ardave, para que fuese a informar.

—¡Eres una tramposa! —reclama Guinevere.

—No, solo estoy siendo piadosa con ustedes.

—¿Piadosa? Eres un mounstro cruel —Lancelot menciona.

—Si no tuviera un poco de piedad por ustedes, no los hubiese traído hasta aquí, y en su lugar los hubiera castigado por mi propia mano —su secuaz gruñe cerca, apoyándole si deseaba hacerles daño.

Pero antes de eso, el guardía regresa con una respuesta. —Lady Gremlaine le ha permitido el paso.

—¡Esto no se va a quedar así! —sigue peleando Guinevere.

—¿Le ayudamos a arrastrar la jaula? —pregunta el guardia.

—No será necesario —oscurece su dedo en magia, haciendo crecer las raíces bajo aquella carcel improvisada, las cuáles la movilizan por voluntad de Mordred. —Supongo que Lady Gremlaine es una vieja amiga tuya —le dice a Guinevere. —O enemiga, quizás.

Le indicó al dragón que se mantuviera cerca. Los guardias levantaron el rastrillo de la entrada, permitiéndole el paso a la fortaleza. Vió de antemano el castillo de Tedros y su padre, algunos sirvientes transportaban cosas en el patio, soldados entrenaban en una parte alejada. «Quiza si hubiera nacido siendo una siempre, este habría sido su hogar». Pero no sé arrepentía de su vida, era mejor que ser un héroe falso como todos los siempres de la escuela. «No podía evitar preguntarse que tipo de persona había sido su padre. «¿Fue el honorable rey de los cuentos? ¿O el cruel y vengativo que hizo prometer a Tedros asesinar a madre sí esta volvía?».

Lady Gremlaine le recibió, parecía una mujer que se encontraba enfadada con la vida, mucho más con Mordred. «O así debía, después de que maldijera a su hijo con lo de los sapos». Los tacones rígidos resonaron al acercarse, ella olía a polvo de rosas.

—Reina de los villanos, finalmente tengo la suerte de verte a la cara —dice la mujer. Se aproxima a la jaula, viendo a las personas contenidas. —Guinevere, —observa— cuánto te has degradado.

«Bueno, empezaba a agradarle la mujer». La antigua reina estaba apunto de lanzar un escupitajo a Lady Gremlaine, cuando Mordred le retiene con magia. —Traje ésto como un presente para mí hermano —apunta ella.

Lady Gremlaine no se inmutó por las intenciones de Guinevere. —Él se encuentra en la escuela del bien.

—Eso lo sé, por eso quiero hacer un trato con usted —menciona Mordred. —Estoy muy segura de que le interesará mi oferta. Sobre todo, si incluye a su querido hijo, Chaddick.

Lady Gremlaine lo considera un momento, pues sabía que tenía más por ganar. —Hablemos en mi oficina —acepta, e indica a los guardias que se lleven la jaula a las mazmorras de los prisioneros.

Le lleva a una sala de invitados, cerca de los jardines del castillo. Lady Gremlaine le hizo sentarse frente a ella, en un sofá.

—Segun recuerdo, hay una recompensa por la cabeza de Guinevere y Lancelot —inicia Mordred. —Quiero reclamarla.

—No te daré nada hasta que reviertas la maldición de mi hijo —dice Lady Gremlaine de forma molesta.

—Bueno, por eso tendré que subir el precio —Mordred sonríe. —Quiero un cuarto de toda la fortuna del rey Arturo.

—Eso nunca pasará.

—¿En serio? —Mordred se recarga en el respaldo del sofa. —Supongo que Chaddick seguirá siendo ese feo sapo, para siempre. Un héroe que no podrá tener su final feliz con una hermosa princesa, ¿Es que acaso no le importa la felicidad de su hijo?

—¿Es una amenaza?

—¿Amenazar? Por supuesto que no, solo es una breve advertencia, porque seamos razonables, —dice— puedo tomar toda la fortuna del reino sin pedir permiso, sin embargo, estoy aquí entregando a los traidores más buscados de Camelot, además de una oportunidad para liberar a su hijo. Creó que es algo que no puede rechazar.

—Te pareces mucho a tu madre, —se notaba que Lady Gremlaine no era una gran fan de Morgana— ella era igual de vil y astuta.

—Lo tomaré como un cumplido.

—No puedo darte la fortuna del reino —se niega Gremlaine, al parecer no confiaba en ella. —Le pertenece al futuro rey, Tedros.

—Es por eso que esconderemos está "pequeña transacción" con el encarcelamiento de Guinevere y Lancelot. Le dejé el camino muy dispuesto, Lady, solo tiene que aceptar.

Gremlaine decide unos momentos, dudando que le convenía. Ella no iba a abandonar a su hijo, en eso era diferente a Guinevere.

—Solo un cuarto de fortuna, no más. Haría lo que sea por Chaddick.

—Entonces es un trato. Debe ir por mi recompensa —Mordred le reitera. —Quiero dinero, joyas reales y también propiedades. Sé cómo funcionan las cosas en el reino.

—No debe ser en vano que te llamen reina de villanos.

—No lo es —Mordred le apresura con un gesto.

La mujer no se fiaba aún, y por supuesto que no le agradaba la bruja, pero no tenía otra opción. Se levantó de su asiento, encaminandose a la salida. —Aquí quédate, hasta que vuelva.

—¿A dónde más podría ir? Tiene guardias por todos lados.

Con eso, Lady Gremlaine sale de la oficina, indicándole a sus caballeros que no dejarán salir a la chica. Mordred escucha los zapatos de la mujer alejarse, para cuándo enciende su magía, pasa el dedo por su rostro y cuerpo, cambiandolo. Se vuelve más alta, y transforma su ropa en la misma que Lady Gremlaine. «Agradecía a su tía Morgaus por las lecciones de transformación».

En la sala busca un reflejo para verse, da con la bandeja para las cartas. Quería comprobar que su hechizo hubiese funcionado muy bien, y efectivamente, su magia había superado las expectativas. Sale al pasillo con decisión, tratando de asimilar las expresiones de la mayordoma de Camelot.

—¿Lady Gremlaine? ¿No acababa de... pasar? —le pregunta un guardia de afuera.

—Pon más atención —le regaña, tratando de sonar parecida a la grácil mujer. —No dejen salir a la niña.

Se va por el pasillo, esperando no ser descubierta o que el hechizo se desvaneciera de la nada. En primera, quizá parecía que había hecho todo eso por venganza contra Guinevere y Lancelot, pero lo de la recompensa era solo una distracción.

En realidad, Mordred quería ingresar a la biblioteca de Merlín en el castillo, solo para saber que era lo que Gianira Hook le había pedido buscar. «¿Un final diferente?». Eso estaría por verse.

Al hacer su búsqueda, se perdió un poco dentro del castillo, hasta que obligó a una chica a decirle dónde quedaba la biblioteca, con su talento. «Demonios, si hubiera planeado todo con más antelación, no le habría pasado tal situación». El lugar de los libros era oscuro y vacío, aunque también el resto del castillo lo era, Mordred pensó que habría un bibliotecario en la entrada que le diría dónde encontrar tal libro. Pero se notaba que a parte de Tedros y Lady Gremlaine, nadie venía mucho a este salón.

En medio de todo, estaba una vitrina de cristal que contenía una armadura tan dorada y pulida que parecía forjada del mismo sol, lucía similar a la espada que le acompletaba, excalibur.

Melín había desaparecido luego de que Guinevere y Lancelot hubiesen traicionado al rey Arturo. «Tedros estuvo solo en el lecho de muerte de su padre, mientras que la traidora de Guinevere vivía su romance». Debía proteger a Tedros de personas así, porque era su hermano y era para él lo único que le quedaba.

Quería genuinamente reparar las cosas que se habían hecho en el pasado, «Intentar ser... hermanos. De esos que se llevaban bien». Cuando Mordred volviera a la escuela, lo haría. Pero ahora, necesitaba encontrar ese extraño libro. En un chasqueó, hizo aparecer el mensaje de Gianira Hook: Manuscrito del tiempo, página 66.

Se adentró en los pasillos interminables de libros, «Algo debía estar escondido en ese manuscrito, ¿Por qué lo habría mencionado la burdelera de no ser así?». No podía perder más tiempo con ese tipo de tonterías, si se tardaba de más, alguien le atraparía en el proceso. Por eso Mordred invocó su magía, creando un hechizo que atrajera el libro.

—Manuscrito del tiempo —menciona. La biblioteca permanece en silencio unos momentos. —Manuscrito del... —escucha a la vitrina romperse en pedazos, la armadura resuena al estrellarse contra el suelo de mármol. «Maldición».

Mordred se encamina para ver qué había hecho, cuando el libro se lanza contra ella de forma agresiva. Lo atrapa entre sus brazos, rompiendo el hechizo. «Ojalá que nadie hubiera escuchado eso».

Empezó a reacomodar la armadura con más magia, y reparar la vitrina, poniendo todo en su lugar antes de que alguien viniera por el ruido. Sucedió eso porque el libro estaba guardado dentro de la armadura, al parecer. «¿Pero quién lo había escondido allí? ¿Merlín, acaso?».

Abre el cuaderno para darle un vistazo a su contenido, aunque no tenía tanto como esperaba, solo qué estaba escrito a mano y no tenía numeración en las páginas. Lo que le complicaría encontrar aquello que buscaba, tendría que contar una a una cada página, y sería mas tardado.

Lo transporta enseguida a su baúl de equipaje, el cuál estaba en la casa de su tía, muy lejos de Camelot. «No tenía que perder más el tiempo, quería quitarse de encima la piel de Lady Gremlaine, tomar su recompensa y volver a la escuela del mal».

Quitó el hechizo de transformación al salir de la biblioteca, «Por suerte, nadie la buscaba aún». Conocía el camino de regreso hasta la sala dónde le dejaron, por el pasillo extenso se encontró a Lady Gremlaine empezando a dar ordenes a los caballeros, se notaba que apenas se enteraba de su desaparición.

Mordred se acercó muy calmada, —¿Qué le sucede, Lady?

Los guardias le alcanzan, Lady Gremlaine no estaba nada felíz con ella. La enfrenta, —¿Dónde estabas?

—Buscaba el baño, para hacer... ese tipo de necesidades. Ya sabe.

—Sí, claro —le mira con el doble de sospecha, —No toleraré tus juegos tramposos, bruja —se le acerca para advertirle, —Será mejor que no planees nada más —después de eso, indica a los caballeros, —Muestrenle la recompensa para que se retiré de una buena vez.

Dos de ellos cargan un enorme baúl, otro guardia sostenía uno más pequeño. Lady Gremlaine muestra su contenido, abriendo la tapa del cofre. —¿Satisfecha?

Había montones de monedas de oro, joyas y algunos pergaminos enrollados que parecían títulos de propiedad. Mordred se acerca, viendo todo. —Muy satisfecha —le sonríe a la mujer, tomando unas cuantas monedas.  —Pero antes de irme, quiero despedirme de Guinevere y Lancelot. Después de todo, fuí yo quién los trajo aquí —Mordred cierra la tapa del cofre.

—Si es una trampa...

«¿Por qué todos creían que haría una trampa vil? ¿Tan malvada era para los ojos de cada individuo?». —Tranquila, Gremlaine. No planeó nada malo —«Aún». Le entrega algunas monedas a los guardias, como propina. —Lleven ésto con mi dragón. Afuera —pide a los caballeros, prometiendo plata.

Ellos aceptan, arrastrando su recompensa.

—¿Qué hay del trato sobre Chaddick? —cuestiona Gremlaine. —Rompe su maldición, ahora.

—Y cumpliré mi palabra —Mordred asegura. —En cuanto vuelva a la escuela, pondré fin a su maldición.

—Los villanos no son conocidos por cumplir su palabra, pero ésta vez, te creeré —dice molesta. —Sígueme.

La mayordoma del reino le lleva hasta las mazmorras, bajo el castillo. Era un espacio igual de húmedo y tan poco iluminado como el salón de torturas antes, en la escuela del mal. Los traidores a la corona y gente que hizo brutalidades, se encontraba encerrada. Al fondo de la mazamorra, dieron con la jaula de los amantes.

Mordred se acercó, sus botas resonaron en la fría piedra del suelo. Vió que Guinevere se abrazaba con Lancelot, consolandose en los brazos del otro por un momento. Poco le importaba el respeto de estar en el reino donde traicionó a su familia. —¿Valió la pena abandonar a tu hijo? —cuestiona a la antigua reina.

Ella finalmente posa sus ojos en la bruja, se aleja de los brazos de su amante, poniéndose en pie para hacerle frente. —Eso dices de mí, ¿Pero que hay de tu madre, Mordred? —«Parecía que a Guinevere se le habían acabado las palabras para herirla». —¿Tú madre no te abandonó también a tí?

—Mi madre murió —rodea la jaula, casi regodeandose del encancerlamiento de esa mujer. «Había lastimado tanto a Tedros, y a su padre».

—¿Y tú crees ese cuento? ¿Qué Morgana murió?

Mordred se detiene, observando a Guinevere entre la oscuridad de la mazmorra.

—¿De verdad crees que la bruja más poderosa e inteligente, se dejaría matar así por nada? —Guinevere se agarra de los barrotes de la jaula, mostrando su rostro. —Morgana pidió que la sepultarán junto a Arturo, ¿Crees que pidió eso porque ella lo amaba?

«¿Que intentaba Guinevere con este tipo de farsa?»

—Estas muy equivocada, Mordred. Ella solo se amaba a si misma, igual que tú. Por eso eres exactamente igual a ella, cruel y traicionera.

Mordred vió brotar de entre la oscuridad de la prisión, una mariposa azul, flotando entre la cárcel de los amantes. La misma mariposa que miró antes de que Guinevere la desmayara en la glorieta del rey.

—Ese día en la tumba, no estaba solo por Arturo. Estuve allí por ella, quería comprobar lo que había sospechado todos estos años —Guinevere ignora a la mariposa, hablando con más insistencia. —Revisa su tumba, y sabrás la verdad.

—Mordred, es hora de que te vayas —menciona Lady Gremlaine, perdiendo la paciencia.

—Revisa la tumba de Morgana —continúa Guinevere, —¡Revísala!

Lancelot se le acerca para apaciguar a su amante, Lady Gremlaine toma a Mordred del brazo, arrastrándola fuera de la prisión. —Ahora, son asunto mío —dice la mujer. —Es mejor que vuelvas a la escuela.













    HORT LE DEJÓ en el pasillo para que Sophie encontrara su habitación. Se detuvo en la puerta 66, escuchando sonidos desde antes de entrar, como risas de chicas y palabras en tono bajo, parecían que se divertían o jugaban a algo. A Sophie no le importaba, así que abrió la puerta para saber que sucedía.

—Ani, por favor, enséñame otra vez —insiste una chica de mechas rojas.

—No, me da vergüenza, te lo he dicho —le responde la otra, de pelo blanco y lacio.

—Pero a mí sí me gusta —le insiste con cosquillas, parecían estar juntas en un sentido romántico. Hasta que una de ellas, se detiene para verle. —¿Qué miras, nueva? —le reclama.

Sophie no sabe que responder, —Esta es mi habitación —deja en claro.

—Habitación compartida, pequeña bruja.

Sophie se ofende al instante, —No soy una bruja, tú sí.

—Pues claro que lo soy —se ríe con ironía la chica de mechas rojas. —Pero tú luces como una siempre, incluso apestas como a una patética princesa.

—Al menos las princesas huelen bien —es su única respuesta.

Ve a la chica de mechas rojas molestarse, y se le aproxima para amenazarla. La de cabello blanco también se pone a la defensiva. —A fracaso, baja estima y dependencia por los chicos, sí, a eso huelen las princesas —una luz roja se le enciende en la punta del dedo, y lo direcciona contra ella. —Ahora sabrás lo que puede hacer una bruja con una princesa como tu.

Sophie retrocede, temerosa. «¿Y si la bruja la volvía fea por envidia?». Se cubre con los libros que sostenía, escucha a la puerta abrirse tras ella.

—¿Es en serio, Hester? —reclama la chica del lecho de rosas, Dot, haciendo aparición. —Es nueva y es una lectora, deberías ser más diplomática al ser la segunda líder.

—Solo quería darle la primera lección a la nueva.

—Deja eso para después. Se ha informado a los alumnos del mal que se dará un banquete de bienvenida —dice animada Dot, se dirige a su armario. —Lesso dijo que es por nuestra victoria del semestre pasado.

—Parece que Lesso se ha vuelto más complaciente que nunca con los villanos —Hester se olvida del problema por unos momentos.

Sophie baja su defensa con los libros, se aproxima a una bonita cama con doseles negros, de sabanas suaves y cojines de terciopelo.

—Debe de ser por ya saben, Lesso y... —las chicas se callan, mirándole con alarma y sospecha.

No querían mencionar de más frente a ella, Sophie fingió ignorarlas mientras ponía atención al enorme espejo que alcanzaba la pared sobre la cabecera de la cama. Sentía una extrañeza al mirar aquel objeto.

—¿En serio siguen juntas todavía? —pregunta Hester a las chicas. —Parece que Lesso también puede ser domada —se ríe.

—Deberían dejar de hablar sobre ellas —les reclama Dot, —además, no deberían compartir chismes sobre las relaciones de otras personas, ¿Les gustaría que hablarán de la suya?

—¿Y por qué nos regañas así? —le dice Hester —¿Algo te sucedió en las vacaciones? ¿Algo te paso con Ravan?

Sophie se acerca a un tocador de vidrio oscuro, en el centro de su borde estaba escrita la letra "M", «¿De malvada?». Se preguntó, había pinturas para el rostro, perfumes y labiales de muchos colores oscuros.

—Ravan y yo solo somos amigos, eso es todo. Así que no mencionen más esa tonta idea —escucha a Dot buscar entre la ropa de su armario.

—De acuerdo, no te diremos nada al respecto.

Sophie tira los libros en la cama, para tomar un labial.

—¿Qué crees que haces, princesa? —Hester interfiere con rapidez.

—¿Está será mi cama? Es muy bonita —dice Sophie.

—Este es el lugar de Mordred, tu duermes allá —le señala a un rincón frío y sin iluminación donde habitaba  una cama más pequeña, con sabanas viejas y roídas.

—Este... esto es indignante —se queja Sophie. —Quiero esta cama y será mía. Quién llega primero, la toma.

—Muy bien, si estás tan dispuesta, princesita —Hester sonríe con maldad.

Sophie se pone más digna, y se sienta en la cama con el mentón alzado. Esta cama era más suave que esa colchoneta podrida del rincón.

—¡Sophie, no! —interviene Dot.

—¿Por qué? ¿Qué podría suced... —sus palabras se transforman en gritos cuando las sábanas le aprisonan, y se enrollan casi asfixiandola. Las chicas intervienen, quitándole aquel pedazo de tela que le atacaba. Sophie un tanto despeinada, se aleja de la cama.

—Te lo dije —hace alarde Hester.

—Bueno, es que la mayoría de las cosas de Mordred están encantadas. —Dot le explica, le acaricia el brazo para que se calme —Se tornan violentas hacía sus enemigos.

—¿No te dijieron qué nunca tocaras las cosas de una bruja? —dice Hester.

—Mejor olvidate de eso, y prepárate para el banquete de bienvenida —dice Dot para hacerle olvidar el incidente. —Te prestaré un lindo vestido.

Sophie aceptó, viendo aún aquella parte del lugar, ahora le resultaba inquietante. Después de cambiarse de ropa, Dot le llevó hasta el comedor, y no era mentira lo del banquete. Las dos mesas largas estaban repletas de comida, postres, y guisos extravagantes. Para su suerte también había ensaladas con frutas y verduras, Sophie se sintió aliviada de comer algo dignamente saludable.

—Hola Sophie —Hort la encuentra en la mesa de las ensaladas. —Tienes un vestido nuevo.

—Sí, aunque no de un color que me gustaría —menciona ella. «Le desagradaba el lúgubre color negro en telas».

—Aun así te luce genial —Hort le sonríe, pero pronto finge no hacerlo cuando Dot se acerca.

—La decana está buscándote —le informa a Hort.

—Ella quiere que le cuente sobre Mordred —le responde.

—¿Aún no llega?

—No, y los estínfalos no traerán a más alumnos.

—¿Crees que ella... está bien? —Dot empieza a preocuparse.

—Mordred es Mordred, y si se mete en algún lío, sabrá que hacer —le calma Hort. —Iré a ver a la decana.

Dot lo ve irse, pero aún seguía pensativa y preocupada. —Ah Sophie, a mí también me ha gustado comer saludable últimamente. Prueba este batido, hace que tu pelo sea más brillante y sedoso —le extiende un vaso de una cremosa bebida rosa.

—¿La comida también está encantada? —le pregunta Sophie tomando el vaso.

—Alguna sí, pero para bien. Además, la escuela del mal recibe la mejor comida de los reinos —Dot comenta. —Antes comíamos las peores cosas del mundo, pero eso cambio y nunca volveremos a esos tiempos. Vamos a sentarnos.

En un lugar de la mesa estaban Hester y Anadil, junto con el chico que le había dicho asqueroso a su vestido rosa. Hort también les alcanzó, sentándose al lado de Sophie.

—¿Qué te dijo la decana? —le pregunta Ravan a Hort.

—Ella me preguntó por Mordred, eso es todo.

—¿Por qué aún no llega? Creí que estaba con Lesso y que por eso no la habíamos visto —le dice Anadil.

—Tampoco lo sé, pero ella no respondió a mi última carta —Dot se le une.

—¿No creen que ella esté en peligro o algo parecido? —Ravan cuestiona. —¿Y si lo está? Debemos ayudarla.

—Seguramente Mordred esta bien, y espera el momento adecuado para hacer su llegada a la escuela de forma teatral, después de todo, a ella siempre le ha gustado ser la protagonista de cada cuento —Hester dice para calmarlos, corta un pedazo de su filete con un cubierto. —Y si estuviera en problemas, lo cual probablemente sea muy posible, ella siempre encuentra la forma de salir ilesa. ¿No lo demostró el año pasado?

Los chicos permanecen pensativos.

—¿Y quién es Mordred? —Sophie se mete a la charla.

Los chicos se callan y comparten una mirada. —Mordred es nuestra bruja suprema —explica Hort.

—Ella es la bruja líder —menciona Hester. —Y todos la quieren tanto como le temen.

—La reina de los villanos —comenta Anadil. —Se ganó su título el año pasado, ahora todos le llaman así.

Ravan le sonríe. —Y es nuestra reina oscura, porque nos hizo victoriosos.

«El Cuento de la Reina Oscura», pensó Sophie. Esa chica era del cuento de Deauville, el que no había podido leer porque no tenía un final. «¿Se encontraba dentro de un cuento de hadas?».












    MORDRED REGRESÓ A su casa en Avalón por las cosas que se llevaría. Pero antes de irse a la escuela del mal, debía comprobar algo por su propio testimonio.

—Finalmente apareces —dice Morgaus como una especie de saludo. —¿Pensaste en abandonar la escuela? —estaba en su sillón favorito, leyendo un libro sobre recetas para cocinar niños.

—Nada de eso.

Mordred fue hasta el cajón de las armas que su tía guardaba, buscó un pico de excavación para llevárselo a la glorieta del rey. Morgaus no le puso mucha atención cuando salió de la casa, con el pico en mano.

Hace mucho tiempo, su tía le había llevado a la tumba de Morgana. Está se encontraba bajó el ataúd de piedra de Arturo, a eso se refería Guinevere.

Al llegar, hizo a un lado el sarcófago del rey con su magia, dejando el suelo donde la bruja más temida de Camelot yacía muerta. Empezó a golpear el suelo con el pico, ejerciendo fuerza y tronando la piedra del suelo. «En el cuento del rey Arturo, después de su muerte, Morgana lo llevó hasta Avalón para ser sepultado».

Mordred rompe con más dureza el suelo, alcanzando a ver el ataúd de plata de su madre, se agachó en los escombros, quitando pedazos de piedra. «Morgana pidió que al morir le dejarán permanecer junto a Arturo». Y Morgaus le había puesto allí.

Se hizo espacio entre la abertura del ataúd, para abrirlo. «Si su madre había muerto hace ya tantos años, debía ser solo huesos, ¿No? ¿Estaría preparada para lo que se encontraría?». Quitó la tapa, revelando el cuerpo. Mordred se tapo el olfato de inmediato, viendo como los gusanos y larvas se alimentaban de los restos. Aún quedaba suficiente carne putrefacta para adivinar que no era el cuerpo de su madre el que estaba adentro, lo aseguro al ver los mechones de cabello rubio.

«El cabello de Morgana era negro, como el de Mordred». El cadáver tenía entre sus manos un pedazo de carta. Ella se lo quitó y se alejó de inmediato, un tanto asqueada por la imagen y el olor, se le hacía horroroso. La sacudió de restos de larvas, desdoblandola para ver su contenido. Se hizo a un lado, evitando una arcada antes de leer.

"Querida Morgaus, gracias por todo tu sacrificio. Te aprecia atentamente, tu malvada hermana, Morgana".

Mordred suelta el papel al instante, acercándose una vez más al cuerpo. Se veía como si la verdadera Morgaus hubiese muerto hace ya tantos años, sus ojos sabían que esto no era una ilusión, que era la verdad que Guinevere estuvo buscando.

«Sí su tía fue quién estuvo muerta todos estos años, ¿Quién era aquella mujer que le crío desde pequeña?».

Mordred acomodo todo de vuelta, olvidándose de la imagen grotesca que acababa de ver hace unos segundos. Vuelve a casa por sus cosas, quería irse inmediatamente de allí. Al llegar, Morgaus seguía leyendo su libro, aunque no era la verdadera Morgaus.

«Un hechizo de transformación de tantos años, eso es lo que era su tía». Acomoda sus cosas para que Sombra le ayudara a llevarlas, trataba de ignorar lo que había visto porque no podía creerlo. «Si la verdadera Morgaus estaba muerta, solo debía significar que alguien había usurpado su apariencia todos estos años».

—¿Qué es eso? —Morgaus deja su libro, poniéndole atención. Era el baúl con la recompensa de Camelot.

—Dinero que robé —miente Mordred, pues eso sería mejor a mencionar que se lo había ganado. —Puedes usarlo sí quieres —le deja un tanto de la fortuna.

—Al fin haces algo maligno, ya era hora —Morgaus se pone feliz, por primera vez en su vida. Se levanta para ver el contenido.

—Tía Morgaus —le llama.

—¿Mm? —revisa entre las monedas y las joyas. Morgaus no lucía de su edad, era más joven. «Eso solamente podía lograrlo una bruja verdaderamente poderosa. Mantener viva una ilusión durante tanto tiempo requería mucha magia».

—¿Qué crees que diría mi madre, antes de verme partir a la escuela?

Morgaus se gira, viéndole con atención unos momentos. —Ella te diría que sigas empleando el mal, y que dejes esas estúpidas ideas sobre la justicia. El mal siempre beneficia a los mejores —levanta una moneda brillante como demostración.

—Te veré después, tía —Mordred se despide. Pues desconfiaba totalmente de la mujer frente a ella, ahora sabía perfectamente de quién se trataba. La bruja más poderosa de Camelot, Morgana.





Hola a todos, queridos lectores. ✨ Nos encontramos de nuevo en esta actualización, y muchas gracias por seguirme en cada capítulo de esta historia, de verdad lo aprecio. 💗

¿Qué les pareció este tremendo plow-twist? ¿Cómo creen que actuaría Morgana si conociera a Lady Lesso como la novia de su hija? ¿Creen que lo acepte? 😉

No sé vayan aún de wattpad, mis preciad@s lectores, pues como prometí habrá doble actualización. No sé olviden de votar, comentar y apoyar está historia si les gusta, siempre es bienvenida su opinión. Y saben que es un gran honor ser leída por ustedes, nos vemos en el próximo. 😘🩷

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