21. La bruja princesa.
♔︎
•| ⊱ 21 ⊰ |•
❝ Para los hombres dignos, ella dio una espada.
Hasta que los hombres dignos se volvieron vanidosos y orgullosos. Cortaron todos los árboles y pavimentaron el páramo.
Rota, coronó al demonio. ❞
━━━Karliene (Lady of the Lake).
—UN DEDO RESECO de muerto —leyó Mordred en voz alta. Estaba haciendo una poción de belleza, —¿En serio se usan dedos de muertos reales para esta poción? —cuestiona a su tía.
A lo largo de sus vacaciones había estado estudiando nuevos hechizos y pociones por parte de Morgaus, quién era más experta en el tema. Le encantaba tener un gran repertorio de maldiciones y pócimas las cuales usar.
—Son de muertos, así que no los necesitarán más —su tía le extiende un frasco con verdaderos dedos resecos. —Y no desperdicies los ingredientes.
A este punto, se le había olvidado el desagrado por los extraños ingredientes que contenía cada poción maligna. Mordred abre el frasco y arroja uno de esos al caldero hirviendo, le revuelve suavemente y con cuidado, viendo como el líquido se empieza a tornar en color plateado.
—Apaga el fuego —le indica Morgaus. —Y después se deja reposar siete días bajo la noche.
«No había sido tan difícil».
El cuervo de su tía pasó volando sobre el techo de la pequeña casa, soltó en la mesa algunas cartas. Morgaus las tomó viendo los destinatarios. —Que sorpresa, una para tí, otra para ti —dice con ironía— y muchas más —desplaza las cartas en la mesa cerca de ella.
Mordred las recoge viendo que eran de Dot, Hester y Mona, pero la verdadera carta que realmente esperaba, no se encontraba. «Quizá Lesso aún no le enviaba nada». Tenía ya dos meses desde que no veía a su novia, era una insoportable espera que pronto terminaría. Lesso y ella se enviaban una carta todos los días, a excepción de hoy, al parecer.
—La decana del mal suele escribirte mucho —menciona Morgaus, sacando a relucir la única carta faltante.
«De su novia Leonora». Por supuesto que su tía no tenía idea sobre su romance con la decana, y si lo supiera no sabía cómo reaccionaría. —¿Lo hace? —le pregunta Mordred.
—No te hagas la tonta, niña —le regaña Morgaus. —¿Una profesora enviado cartas a su alumna todos los días? —le mira con atención intentando encontrar la verdad en cualquier gesto suyo. —Es inusual.
Le lanza la carta a la mesa, cerca de su caldero hirviente.
—Ella... me ayudó mucho en la escuela —se explica Mordred. —Es una mentora para mí, y le admiró.
—¿Y es solo eso? —Morgaus sospechaba, por supuesto que su tía era perspicaz.
«Quizá debieron haber sido más discretas con aquellas cartas, pero después de todo, ¿Qué podría hacer Morgaus?».
Su tía le da un vistazo de que no confiaba para nada en sus palabras. —Solo se precavida —sería lo último que le diría sobre este tema. —Y no cometas los mismos errores que yo... Qué tu madre cometió.
«¿A qué se refería?». Mordred asiente, guardando la carta junto a las demás.
Su tía se retirá de la cocina un tanto molesta, pero eso era usual en ella. Mordred se sentó en una silla, abriendo primero la carta de Dot. Se la enviaba desde Nottingham, dónde había permanecido con Hort y Ravan en la mansión de su padre el sheriff. Mencionaba que ella y los chicos se la pasaban bien, y que estaba emocionada de que se verían pronto al iniciar el segundo año en la escuela.
Hester le escribió sobre su tiempo en Bloodbrook junto a su novia, ellas estaban visitando a la familia de Ani y al parecer se la pasaban de maravilla. Además, mencionaba que dejaría a su ogro secuaz en Ravenswood, ya que este había crecido tanto que no podía ser llevado a la escuela del mal. «Mordred aún se acordaba de cuando era un bebé grisáceo que le tironeaba el cabello».
Por otra lado, Mona se había vuelto una diseñadora muy solicitada y aclamada. Villanos y héroes vestían sus diseños, se volvieron los más difíciles de conseguir en cada reino, y todos querían una creación de la talentosa bruja. Lo que significaba que la joven villana estaba empezando a hacer una fortuna con sus confecciones. Ella le escribió sobre una nueva colección en la que estaba trabajando por el regresó a clases, y que algunos diseños estaban inspirados en Mordred. Después del baile malvado, Mona le diseñaba ropa espectacular, a forma de gratitud por su rotundo éxito en el mundo de la moda y el apoyo que le dió con las agujas mágicas.
Mordred dió un vistazo a la cocina, para ver si Morgaus se encontraba cerca antes de abrir la última carta. La carta de Lesso era diferente a cualquier otra, pues ambas habían creado un hechizo de conexión para poder comunicarse de manera instantánea a través de una hoja.
"Seguramente hoy te ves preciosa". Era lo único que decía, apenas terminó de leerlo, este se borró.
Mordred chasqueó los dedos e hizo aparecer su pluma mágica, empezando a responder. "Te extraño mucho".
Cuando Lesso leyó el mensaje, desapareció al momento y su respuesta se garabateó en la hoja. Como era un hechizo de corto tiempo, la charla solo podía fluir por un día, por eso se enviaban una hoja diferente cada día. "Siempre tan ansiosa, amor". Fue la respuesta de Lesso.
"¿Qué te encuentras haciendo justo ahora?". Le pregunta Mordred, para continuar la charla en la hoja, pero después de que sus letras se eliminan, Lesso no responde. A veces se tardaba en contestarle porque la decana hacia algunas cosas pendientes en su día a día, así que Mordred dió por terminada de momento aquella conversación, dobló la hoja de papel y se la guardó.
En la sala, Morgaus acomodaba los libros de su estantería. Durante las vacaciones, Mordred se había leído la mayoría y los había desacomodado de su tan calculado orden, por eso su tía se encargaba de ello ahora.
—Morgaus —le llama, acercándose a la estantería.
—¿Mm? —cuestiona con ese sonido. Apilaba libros de hechizos con un orden específico.
—Si te hago una pregunta sobre algo, ¿Me dirás la verdad?
Fue cuando su tía le puso atención con extrañeza, —¿Qué quieres?
—¿Tú sabes quién es mi padre?
Morgaus vuelve a concentrarse en sus libros, parecía que no estaba muy convencida en responderle, y mucho menos con la verdad.
—Sí, lo conocí —es lo único que dice. Sus movimientos se vuelven más hostiles, coloca libro por libro.
«Le molestaba que Morgaus siempre diera respuestas tan vagas». No le había preguntado nada de este tema desde que volvió de la escuela del mal. Y ahora, le parecía el momento adecuado para mencionarlo.
—¿Es verdad que mi padre fue el rey Arturo?
—¿Por qué estás tan interesada en saberlo? Él no fue quién te crío —Morgaus ni siquiera le voltea a ver, parece aferrada a concentrarse en su actividad.
—¿Lo es o no? —insiste Mordred.
Morgaus deja aquel libro en un calculado movimiento, —¿Y si lo fuera, que cambiaría?
—Lo cambiaría todo, porque significa que Tedros es mi hermano y que no... —«No puedo asesinarlo». Se detiene antes de mencionarlo. Morgaus no era la persona correcta para soltar ese tipo de palabras.
Su tía se gira, está vez perdiendo la paciencia.
—No se qué tipo de cosas has ido a aprender a esa escuela, pero es hora de que alguien te recuerde —le apunta con el dedo.
«Su tía no era del tipo de mujer que regañaba, era del tipo de mujer que castigaba».
—El hombre al que crees llamar padre nunca te habría amado o cuidado, el chico al que crees llamar hermano nunca le importarías —dice sin nada de condescendencia. —Y ese tipo de misericordia que deseas dar, nadie lo tendría contigo. Somos brujas, villanas, las malvadas de la historia. Nosotras no salvamos el cuento, lo arruinamos. Naciste para ser odiada y en algún punto de la historia morirás. Y si yo fuera tú, endurecería ese joven corazón, pues las brujas son destrozadas por el mundo, las queman y son asesinadas de maneras despiadadas en cada cuento. La única manera de retrasar todo eso, es siendo el triple de despiadado que esos malditos héroes.
Morgaus siempre había sido cruel con las palabras, pero está vez tenían otro tipo de significado para ella. Su tía se fue de la sala, dejando su tarea a medias. «Era también del tipo de mujer a la que no le gustaba desperdiciar tiempo en discutir».
Mordred salió de la casa, un tanto molesta, necesitaba tomar aire fresco y despejar su mente.
«Si fuera una villana verdadera, haría lo que el mundo le decía». Qué debía herir y traicionar a su hermano. «Tedros era un idiota, el más idiota de todo el mundo. Pero no por eso debía morir». Ser castigado sí, humillando tal vez, pero Mordred no podía imaginarse asesinandolo. Una vez escribió muchos planes de asesinato para acabar con él, pero eso fue antes de enterarse de que compartían lazos familiares. Y ella tenía pocos familiares en su vida.
«Si hubiera tenido un hermano de pequeña, todo habría sido diferente, estaba segura». Y ahora él le odiaba, pero no era su némesis verdadero.
En dos meses no había tenido ni una sola pesadilla con el enemigo, aquel chico al cual le atravesó con la espada en el último sueño, la última noche que paso dentro de la escuela del mal. Estaba agradecida por ello, la sangre que le ahogaba cada mañana simplemente desapareció. No sabía que efectos habían tenido sus acciones sobre el sueño, pero esperaba evitar a toda costa más pesadillas como esas.
Mordred llegó al lago, viendo como el cielo se reflejaba en la claridad de su agua. La historia de excalibur decía que había sido hecha por las hadas de Avalón, y que una de ellas era Lady Nimue, la dama del lago. Ella dió su espada a Arturo, y le dijo que si la portaba en batalla jamás sangraría o saldría herido.
Y ahora le pertenecía a Mordred, «¿Por qué la había escogido como digna? Ella no quería gobernar, o ser una princesa». Era una villana, una bruja como había dicho Morgaus, pertenecía al mal. «¿Pero y si fuera el mal quién está vez gobernara?».
Mordred se olvida de ese pensamiento, sacando del bolsillo la carta de Lesso. La desdobló para leer su respuesta, pero la profesora aún no respondía. «Debía estar ocupada con algunos asuntos de la escuela». Se guarda de vuelta la carta. Antes de llenar su mente con más ideas, se encamina a los árboles del bosque, cuando ve a su dragón negro volando sobre el cielo, ensombreciendo la tierra y moviendo las ramas de cada árbol con el despegue de sus alas. Su secuaz, Sombra había crecido tanto en las vacaciones después del primer año en la escuela, que ahora salía a cazar por su cuenta.
Ella pasó por las ruinas de Avalón. «En el cuento del Rey Arturo, al morir este había sido llevado a una glorieta antigua en la tierra de las manzanas dulces». Mordred pasó entre los pilares de la entrada, está edificación solo se sostenía de aquellos traves de piedra, bajo la copula moraban los restos de un rey, amado en el pasado y abandonado en el futuro. «¿Ese era el destino de todos los reyes?». Se acercó a la tumba, donde allí se posaba una inusual mariposa color azul.
A lo largo de las vacaciones había venido pocas veces a visitar el lugar, pero cada vez que venía siempre encontraba flores blancas sobre la tumba de oro. Era como si alguien más viniera a visitarlo, y se sentía lo suficientemente culpable como para dejarle aquel presente.
Las flores ya se habían marchitado, y cada semana eran cambiadas. Hasta dónde sabía, Avalón solo era habitado por Morgaus, la dama del lago y ella. Pero quizá cuando estuvo en la escuela, alguien más estuvo rondando por este lugar. Un extraño que traía flores a los restos de su padre.
Ese día parecía ser uno en el que se cambiaba dicho presente, y está vez Mordred se enteraría de quién era, así que se ocultó entre los pilares para atrapar al extraño. Hizo un hechizo que forjaba una pared de invisibilidad, parecida a un campo que le rodeaba. Se lo había enseñado su tía, y esperaba que funcionará. Se sentó recargada en un pilar, acomodando aquella pared que le volvía invisible.
Vió revolotear a la mariposa azul hasta ella, la alejó con la mano. No le gustaban las mariposas, de cerca se veian extrañas.
No sabía a qué hora del día llegaba aquel extraño, por ello se quedó pensado en otras cosas. En qué pronto volvería a la escuela, tenía meses que no veía a su novia, y aunque se hablarán por carta todos los días, no era lo mismo que cuando estaban cerca y juntas. «Y por supuesto que así no podía besarla o abrazarla». Mordred desdobló de nuevo la hoja de Lesso, quién aún no respondía. «¿Qué estaría haciendo en esos momentos y por qué no le respondía aún?».
Cuando cayó la tarde, quedaba poca luz. Se levantó a punto de irse, cuando el resto de luz fue cubierta por una silueta al entrar. Sus pasos fueron cuidadosos, casi silenciosos. Llevaba una capa negra y vieja que ocultaba su rostro con la capucha, tenía las mismas flores blancas de siempre, el extraño se aproximó a la tumba solo para tocarla unos momentos.
Mordred avanza, evitando hacer el menor ruido. Aquel extraño le daba la espalda, deshizo el hechizo de invisibilidad para atrapar al desconocido. Vió al encapuchado dejar las flores sobre la tumba, mientras susurraba algunas palabras indistinguibles.
—La chica nos encontró —dice alguien tras ella.
Mordred se gira encendiendo su dedo en magia, lista para defenderse. Visualizó a un hombre bronceado y de hombros anchos, llevaba una espada de acero en la vaina. —Hoy no, princesa —dijo el hombre, sonriendo con astucia. Se le lanzó para evitar que le hechizara.
Mordred le pateó con fuerza y empezó a resistirse. —Gwen, haz lo tuyo —forcejea mientras le dice a la persona encapuchada. —Se está poniendo más brava.
La joven bruja lanza un hechizo que derriba al hombre contra un pilar de la glorieta.
—Esto no es por una causa maligna —dice la voz de una mujer provenir entre la oscuridad de la capucha. —Es por nuestra seguridad —su dedo se enciende a un familiar brillo anaranjado.
Mordred no distingue bien su rostro de la mujer cuando está se retira la capucha, revelando su cara. La vista se le empieza a oscurecer y el sonido a su alrededor se empieza a perder poco a poco. Lo último que alcanza a ver es aquella mariposa azul revoloteando como una intrusa en la escena.
SOPHIE HABÍA ESPERADO ser secuestrada toda su vida.
«Sí, era cierto. Y más ahora que su padre estaba apunto de casarse con esa odiosa mujer».
Honora seguía cocinando trozos de carne y picaba cebollas para echarlas en una olla al fuego. —¿Podrías ayudarme a cortar el pan? —pregunta la mujer que se volvería su madrastra.
Sophie en la mesa le ignora, y sigue leyendo el libro prestado, aunque más que leer trataba de descifrarlo, pues el libro estaba completamente vacío. Solo poseía una bonita portada que decía, "El Cuento de la Reina Oscura". Pero de allí en fuera, su interior estaba totalmente vacío, no podía leerse pues no tenía nada escrito. Sophie paso página tras página, pero en ninguna había un solo retazo de escritura, a única excepción del símbolo impreso de dos cisnes al pie de la hoja principal.
—Soph, deberías dejar los cuentos y poner más atención a tu alrededor, te pierdes muchas cosas —dice Honora en tono amable— como pasar tiempo con tu familia.
—No me llames así —replica Sophie aún viendo el libro.
«¿Qué extraño defecto tendría aquel libro? ¿Por qué no podía leerse?». Lo tomó prestado de la tienda de libros Deauville, la única en Gavaldon. Pero esté cuento era el único en tantos años que no se había revelado aún. «¿Era porque no estaba concluido, o qué?».
—¡Soph, ven a ayudarnos con la carpa! —le grita su padre desde el jardín trasero.
Sophie suelta el libro, —¿La carpa?, pero si la boda es... —la única que le escuchaba era Honora.
—Mañana —termina la señora por ella.
—Pero si sería en una semana —se queja Sophie.
—La adelantamos, será mañana y los invitados ya han sido informados —Honora corta el pan, gustosa por dar la noticia.
—Pero... —Sophie no termina, se encamina al jardín para quejarse con su padre. Los hijos de Honora corrían por el patio trasero, gritaban y hacían desorden, se arrojaban lodo o estiércol, o lo que sea que fuera esa sustancia marrón. —No puedes adelantar la boda —se aproxima a su padre quien clavaba los troncos para que la carpa se mantuviera.
—Si puedo, y es mi boda —Stefan parece tan distraído con su tarea. —Pásame ese martillo.
—Pero... —Sophie es atacada por un pedazo de lodo el cual jugaban esos niños estúpidos. —¿Cómo se atreven? —reclama, —Son unos...
—Principes —concluye su padre por ella, se limpia el sudor mientras el niño corre hasta él.
—Lo siento, Sophie —le dice el niñito más pequeño
Su padre le acaricia la cabeza con cariño, Sophie siente un enojo inmediato, se distrae limpiando su vestido rosa. —Como sea, iré con Ágatha.
—Primero ayúdame a poner está carpa y luego podrás irte a dónde quieras —le dice Stefan. — Además, no te olvides que la semana siguiente empezarás a ayudar a Honora en el trabajo.
—¿Te refieres a hacer manteca? —se mira las manos bien cuidadas, últimamente había hecho un aceite de ajo que le dejaba las uñas más bonitas. —No lo haré, nunca.
—Tienes que hacer algo en esta casa, no eres una princesita Sophie —le reclama su padre.
—No soy una princesita porqué tú eres un... —«Miserable». Iba a decir, pero se calló eso al instante, cambiandolo —Como bien has dicho, tu boda, tu carpa, tu asunto.
Sophie empezó a irse, no iba a armar una carpa para que una fea señora se casará con su padre.
—Yo le ayudó, señor —escuchó decir al hijo más mayor de Honora. «Eran unos malditos lame botas, como su madre».
Sophie se encaminó al cementerio, viendo como en el resto de las casas de Gavaldon era la hora de la comida, los olores de los guisos salían por las chimeneas de cada casa. Ella y su padre no cocinaban, hasta que llegó Honora y empezó a utilizar la cocina. «Le desagradaba tanto esa mujer, pues no era el tipo de madrastra que se imaginaba para ella». Si tan solo su madre estuviera con vida...
—¿A dónde vas Sophie? —le preguntó un chico.
Sophie le reconoció la voz al instante, se giró fingiendo una sonrisa. —A ver a una amiga —siguió su caminó.
—Espera, Sophie —insiste el chico Radley.
Sophie quería que alguien le tirara los dientes de comadreja de solo un golpe, porque Radley siempre le molestaba, pues estaba enamorado de ella. —¿Qué? —le replica.
—¿Por qué eres amiga de una bruja? ¿No te da miedo? —el chico mete su nariz en dónde no le importa.
—Ella no es una bruja —es lo único que responde. Fue colina abajo, dejando al imbécil de Radley y sus aún más imbéciles comentarios.
Antes de llegar al cementerio se detuvo a recoger algunos girasoles para llevarlos, cuando se agachó a cortar unos cuantos, una mariposa se le acercó revoloteando, era de un bonito color azul. Sophie estiró su mano con delicadeza para que la mariposa se posará, y está lo hizo en sus dedos, aunque no duró mucho tiempo y terminó volando lejos por el campo. «Le gustaba todo lo que fuera hermoso».
Llegó primero a visitar la lápida de su madre, Sophie empezó a arreglarla un poco sin que le importará ensuciarse las manos, su madre lo valía. Colocó con cuidado los girasoles, bajo la inscripción que decía:
Cariñosa esposa y madre.
«Si su madre estuviera viva, su padre no se casaría con esa fea de Honora. Si su madre estuviera, sería feliz y no querría irse de este asqueroso lugar cada segundo que pasaba en Gavaldon». Odiaba todo, y a todos los que vivían aquí, siempre tan miserables...
—Te vi desde la ventana —dijo la voz de la única persona que no odiaba en este denigrante lugar.
Agatha se acercó a su lado, tenía flores de dientes de león en sus manos, los colocó junto a los girasoles, apoyando el gesto hacia su madre, y también puso flores en las tumbas de sus hermanos. Ellos habían muerto mucho antes de que Sophie naciera.
—¿Sabías que era su mejor amiga? —le menciona. —Honora y mi madre eran amigas. Mi madre está muerta, y ahora esa vaca asquerosa va a casarse con mi padre sin tener un poco de respeto por su antigua amiga.
—Soph... —Agatha intenta apaciguarla, le toma de la mano, pero era en vano.
—¿Sabías que él la engañaba con Honora? —suelta Sophie con molestia. —Mamá sufrió tanto, se le rompió el corazón. Y terminó abandonada, yo fui la única que estuvo siempre para ella.
Agatha le abraza al notar como Sophie empezaba a soltar lágrimas silenciosas. —No es justo, Aggie. No lo es... —se deja abrazar. —Eran amigas como tú y yo —continúa Sophie. —Honora también la traicionó por un hombre —se limpia las lágrimas, evitando llorar más. Intenta separarse un poco del abrazo. —¿Tú nunca me traicionarías por un hombre, cierto Aggie?
—Nunca —le confirma su mejor amiga después de pocos momentos.
—Por supuesto que no, eres mejor que esa vaca —menciona ella.
Agatha se ríe, —Esta bien estar molesta, Soph.
—Es solo que la extrañó, la extrañó mucho. Pero tampoco quiero terminar como ella —le cuenta. —No quiero quedarme sola y abandonada, no quiero ser alguien de poca importancia. —«Gavaldon no tenía importancia, sentía que su propósito en la vida era uno más grande». —No quiero terminar como Honora, o mi padre, o cualquier otro miserable persona de este inmundo lugar.
«Quedarse en Gavaldon era tener un horrendo final, dónde seguramente terminaría casada con algún idiota a petición de los ancianos que gobernaban este pueblo». Por qué si no te casabas eras una bruja, y eras considerada como maligna y desagradable para siempre. Sophie no quería eso, y si no era eso era acabar con él idiota dientes de ratón de Radley, y eso era un final aún más denigrante. «No terminaría haciendo manteca para un asqueroso pueblo de gente aún más asquerosa». No sucedería, no si podía evitarlo.
—¿No estarás pensado en arruinar la boda de tu padre, o si? —le cuestiona Agatha, sospechando por su silencio.
«Es justo lo que estaba pensando». —No arruinare una boda que ni siquiera va a suceder. Espera y verás.
—Sophie...
—¿Qué?
—No puedes arruinarle ésto a tu padre —aboga su amiga.
—¿Por qué no? Es mi padre.
—Sé que puede parecer difícil ver a Honora tomando el lugar de tu madre, pero eso no pasará —intenta calmarla Agatha. —Tu madre siempre será tu madre. Y Honora solo será la novia de tu padre, eso es todo. Piensa en tu padre, él ha estado solo por tantos años, es razonable que quiera un poco de amor proveniente de una mujer. Así como tú podrías necesitar el amor de un príncipe algún día.
Sophie sonríe con honestidad, —Me gusta como suena lo del principe —se levanta y le tiende la mano a Agatha, para ayudarle.
—Aunque aquí en Gavaldon no hay ningún príncipe —dice Aggie, siguiéndole.
—Entonces tendremos que ir a la escuela del bien por uno —Sophie dice de manera teatral.
—La escuela del bien y el mal es una leyenda, un cuento para asustar a los niños y a la gente tonta —argumenta Agatha.
—El hecho de que no se hayan robado a más niños en diez años, no significa que haya dejado de existir —Sophie le da un último vistazo a la lápida de su madre.
—Es un mito.
—Usualmente se llevan a uno bueno y uno malo, o en lo que a mí respecta, uno lindo y uno feo —comenta Sophie. —Sí en estos días viniera el Director de la escuela por algunos, ¿A quién crees que se llevarían?
—Nada de eso va a pasar.
—¿Si nos llevarán a dónde iríamos? Quiero ir a la escuela del bien con los príncipes, ser una princesa de cuentos de hadas y todo eso —dice Sophie. —¿Crees que me llevarán? ¿Soy lo suficientemente buena?
—La gente buena no arruina las bodas de sus padres —saca a relucir Agatha.
—Bueno, si tu lo dices Aggie —Sophie le toma del brazo de forma amistosa, olvidándose de su enojo anterior. —¿Me invitarás a comer hoy?
—Claro, tenemos sopa de lagartijas. Te serviremos un plato enorme —le responde.
—Mejor me iré a casa. Estoy pensando en tener una dieta específica a base de verduras —no quería juzgar la comida de la mamá de Agatha.
—¿Y volver con tus enérgicos hermanastros para que terminen de arruinar tu vestido? —Agatha le sostiene bien. —Entra a limpiarte adentro. Además, todavía tengo esas galletas nutritivas que trajiste ayer. Sabes que no me gustan.
—Lo sé, —Sophie sonríe—pero aún así las aceptas.
Aggie también le sonrié, pero lo oculta —Vamos adentro —le tironea hasta la puerta de su casita.
MORDRED SENTÍA UN poco torcido el cuello, parecía que había dormido en un pose extraña todo este tiempo. Se enderezó, tratando de despertarse.
—Calma, Gwen. La chica estará bien.
—Pero esto no está bien, Lance —escucha decir a la mujer. —Acabo de noquear a una niña.
—Técnicamente es una bruja.
—No debimos hacer esto.
Intentó moverse, pero estaba atada. Apuntó de encender su dedo, se dió cuenta que sus manos estaban contenidas en pedazos de hielo, evitando que hiciera algún tipo de magía. Vió a sus raptores discutir, aunque ya no llevaban más disfraces, eran una pareja de la edad mayor.
—Ella le hubiese dicho todo a Morgaus, y sabes lo que nos haría ella si nos encontrara rondando por Avalón —dice el hombre Lance. «Al parecer si conocían a su tía». —No tenemos dónde más escondernos.
—Lo sé, lo sé —escucha decir a la mujer, su cabello era castaño y largo, llevaba un vestido muy remilgado. —Esto no debería ser así, fue toda mi culpa. No debí haberle llevado flores.
Mordred permanece callada, mirando la conversación. «Si estaban escapando y tenían una conexión con el rey Arturo, solo significaba que eran...»
—Gwen, está bien. Está bien, ambos lo queríamos.
—¿Saben que otra cosa no está bien? —esta vez Mordred interfiere, empezando a derretir el hielo que le aprisionaba. Finalmente ellos se giran, sorprendidos. —Noquear a niñas y secuestrarlas.
Mordred rompe las ataduras, levantándose de aquella silla en la que le tenían. Lancelot desenfunda su espada, avanzando para protegerlos.
La bruja atrae la misma espada del hombre con su magia negra, está llega hasta sus manos despojando a los fugitivos de dicha protección.
—No queremos dañarte —interviene Guinevere, tratando de apaciguar a todos. —Solo escúchanos, por favor —avanza cautelosamente. —Escuché que eres la reina de los villanos y los héroes, una reina justa siempre escucha a sus súbditos, ¿No es así?
Mordred detiene el hechizo que estaba a punto de lanzarles, bajó su mano, concediendo. —Adelante, te escucho.
Guinevere se relaja un poco, haciéndole un gesto a Lance de que se calmara. —Como sabes, nos estamos escondiendo —menciona. —No tenemos otro lugar, aún existe una orden para atraparnos.
—¿Por qué no dicen exactamente lo que quieren y ya?
—Lo ves, una princesa de diplomacia —dice Lancelot.
—Dejanos permanecer aquí, y no le cuentes a nadie por favor —pide Guinevere, había amabilidad en sus ojos y también un poco de desesperación. De hecho, sus ojos eran muy parecidos a los de Tedros.
Cuándo la reina Guinevere huyó con Lancelot, el rey Arturo dió una orden de cazar, atrapar y asesinar a los traidores. Desde entonces nadie supo nada de la reina o el caballero de la mesa redonda.
—Morgaus no lo dejaría pasar —dice Guinevere. —Danos la oportunidad, y te lo deberemos de manera infinita.
«Tenía razón, su tía no lo dejaría pasar». Antes de responderles, visualiza el lugar donde se encontraba. Era una choza pequeña y antigua, su ventanita dejaba ver el lago de dama. —¿Cuánto llevan escondiéndose aquí? —Mordred notó que parecían llevar un buen rato escondidos ahí, incluso antes de que ella se fuera a la escuela del mal. «¿Cómo habían logrado permanecer ocultos tanto tiempo?».
—Es difícil para nosotros huir —es lo único que se atreve a decir Guinevere.
Mordred avanza mirando a la mujer, en el pasado había sido una reina, existían baladas que hablaban de su belleza y nobleza, pero ahora Guinevere parecía tan distinta...
—No le diré nada a nadie con una condición —les concede.
—¿Qué quieres, princesa? —Lancelot le da un vistazo con suspicacia, como si sospechara que haría algo maligno.
—No dañaran a mi tía Morgaus, y se mantendrán muy lejos de ella.
—Era nuestro plan principal —expresa Guinevere.
—Y también quiero una disculpa, por desmayarme y atarme, y todo eso que hicieron —Mordred le regresa su espada a Lancelot con un chasquido de magía.
—Es lo justo —acepta Guinevere. —¿Qué te parece si nos dejas ser más amigables contigo? ¿Iniciamos de nuevo, joven princesa?
—No soy una princesa —es lo que dice Mordred al instante. Le extiende la mano a la señora como un tregua, quién recibe su mano en un apretón.
Guinevere suelta una sonrisa, aunque había nostalgia en sus ojos. —Pero lo eres.
—Una princesa bruja, eso es inusual en estos tiempos —menciona Lancelot, bajando la guardía. Sabía que Mordred no haría más contra ellos. —¿O no sabes que Arturo de Camelot era tu padre? —cuestiona Lancelot. Guinevere le toca el brazo para que mejor se callará.
—Sé sobre el asunto —responde Mordred. —Tedros se encargó de decirme.
Guinevere se petrifica al instante, como si la mención de su hijo le llevará a otra parte solitaria en su cabeza y corazón. —¿Él está... bien?
—Vivo, si es a lo que se refiere —responde Mordred.
—¿Pero cómo... se enteró? —Guinevere se sienta en la silla donde le ató, como si necesitará un soporte. Lancelot se le aproxima con una mano cálida y reconfortante en su hombro.
—Se más cuidadosa con tus palabras —se gira Lancelot y le reclama.
—¿Por qué? Así es como habló yo —replica ella. «Pero quizá si había sido un poco insensible con la pobre mujer». —Tedros está bien, mejor de lo que podría estarlo. No está herido ni nada de éso —explica más a detalle, un tanto incómoda. —Lo de como se enteró, no tengo idea —«Aunque sabía, no les diría la verdad. No si habían sido quienes traicionaron a su padre y abandonaron a su hermano».
—Nos enteramos que en el último año, los héroes perdieron en la escuela del bien y el mal —menciona Lancelot. —Melín nos dijo que ahora excalibur te sirve, y que por eso te has proclamado como la futura reina de Camelot.
«Así que ese maldito viejo brujo sabía todo eso». —No dije nada de eso —es lo único que dice.
—¿No quieres el trono de Tedros? —cuestiona finalmente Guinevere. —¿El trono de Camelot?
—Solo digo que Tedros no debería gobernar, no si es tan egoísta como lo es actualmente, ¿Sabía que intentó matarme cuando estaba demasiado debilitada como para defenderme? —le cuenta Mordred. — Él sabía que compartíamos sangre, y aún así lo hizo. ¿De verdad cree que alguien así debería gobernar el reino?
Guinevere se queda callada por unos instantes, toma una larga respiración para después decir —No he visto a mi hijo en muchos años, no sé cómo pueda actuar —prefiere evitar la discusión. —Debió haber sido difícil para él crecer solo.
—Si lo fue, no se le nota.
Lancelot le lanza una mirada de que mejor se guardará sus ácidas palabras, vuelve a apoyar a Guinevere, apaciguando su culpa.
«¿Qué? ¿Ahora no podía decir nada de Tedros, sin que a su madre se le rompiera el corazón cada vez que lo mencionaba?».
—¿Arturo le dijo que yo era su hija? —pregunta Mordred de repente, alejando la conversación del joven príncipe.
Lancelot le da un gesto de que hizo lo correcto, Guinevere apacigua sus sentimientos, levantándose de aquella silla. —Morgana me lo dijo una vez —se le acerca, mirándole a los ojos. —Y ahora me doy cuenta que tienes su mirada al juzgar, exactamente sus ojos, los de Arturo.
Mordred se siente incómoda. —¿Y solo lo dice por eso?
—Cuando estábamos en la escuela del bien y el mal, Morgana era mi amiga —empieza Guinevere. —Una bruja y una princesa no pueden ser amigas, eso es evidente, pero aún así lo fuimos. Arturo tuvo un romance con Morgana, antes de que nos casaramos, fue en ese tiempo cuando tú naciste —la mujer le da la espalda, evitando calmar la molestia que le causaba recordar la traición.
—¿Y usted cómo se siente con eso? —inquiere Mordred.
Escucha a Guinevere reírse con ironía, se gira viéndole. —Es la primera vez que alguien me pregunta cómo me siento sabiendo que él era... Alguien que quería a más de una mujer.
Mordred parpadea perpleja, —¿Qué está diciendo?
Guinevere mira a Lancelot, y este niega con la cabeza de que no hablará de más.
—¿Te gustaría tomar algo? —pregunta Gwen cambiando la conversación. Se aproxima a su mesa vieja, dónde estaban sus alimentos y otras cosas.
«Si no querían decirle, era por algo». —Agua —Mordred acepta, para conocer más de sus raptores. —¿Dónde consiguen información de la escuela y los reinos?
—Lancelot va a la plaza a las afueras de Camelot, trae panque de almendras de allí, ¿Te gustaría un poco? —le pregunta Guinevere, ordenando su mesita para ellos.
—Si, porque no.
—Si sabes tomar la ruta correcta, puedes llegar en algunas horas a Camelot —dice Lancelot, tomando su asiento usual en la mesa. —¿Ya has ido a Camelot, joven princesa?
—Nunca —admite Mordred.
—¿Cómo puedes querer gobernar un lugar al que aún no has conocido? —comenta Lance, —Camelot es hermoso y familiar, es nuestro hogar. Uno al que no podemos regresar con nuestras caras verdaderas.
—Sientate, debes estar hambrienta —menciona Guinevere, siendo más amable que al principio. Le acerca un plato con panqué de almendras.
—Un día podrías acompañarme a Camelot, ver el reino que tu padre gobernó —menciona Lance de forma cálida. —Una viajera más no me vendría mal.
Mordred se calma un poco, «No sabía con exactitud si tramaban algo o si su cordialidad era verdadera, pero empezaba a agradarles Guinevere y Lancelot». Sabía de ante mano que la historia que se contaba, no era siempre la verdadera.
SU GATO SOLTÓ un maullido con desagrado, viendo a su ama en ese horrendo vestido. Eso pensaba Ágatha, se aliso aquella cosa vieja y oscurecida, estaba desgastado y un poco sucio, pero serviría para ir a la boda del papá de Sophie.
—Si, lo sé, muerte —menciona sintiendo los volanes del vestido— me hace ver más horrenda.
El gato suelta otro maullido en respuesta.
Agatha no se molestó en arreglar su cabello, simplemente lo aplacó un poco, «De cualquier forma todos pensaban que era una bruja, ¿Así que por qué molestarse en eso?».
La ceremonia de la boda empezaba al atardecer, así que ella y su madre se fueron del cementerio para llegar a tiempo. El padre de Sophie era un hombre muy conocido en el pueblo, sus invitados eran varios y se distribuían entre charlas, esperando a los novios y su entrada. Habían puesto una carpa en el jardín, que dividía su espacio en sillas y un altar improvisado. Agatha y a su mamá solo fueron invitadas por petición de Sophie, así que la buscó entre toda la gente.
—Agatha, ten cuidado con los ancianos —su madre le advierte. —No hagas nada que pueda poner su atención sobre nosotras.
—Lo sé —le responde, «Los ancianos eran quienes gobernaban Gavaldon y la mayoría de decisiones importantes en el pueblo. Si se quería abrir una tienda, se pedía permiso a los ancianos, y en este caso si alguien quería casarse, los ancianos daban dicho consentimiento. Eran como los gobernadores del pueblo».
—¡Aggie, llegaste! —Sophie le saluda desde lejos. Estaba con los novios, pero los deja para encaminarse a ella. —Esto sería un infierno sin ti, Aggie —Sophie le sostiene del brazo. Llevaba un bonito vestido color rosa con flores bordadas. «Al parecer su amiga había dejado atrás la idea de evitar la boda de su padre».
—Parece que te has calmado —le responde Agatha.
—Si papá quiere casarse con Honora, está bien. Es su asunto —dijo Sophie forzandose así misma. —Pero no dejaré por nada del mundo que me envíe a hacer manteca.
—¿De que hablas?
—Ah, ¿No lo sabías? —se ríe falsamente Sophie, encaminandola a la mesa del pastel. —Papa quiere ponerme a trabajar con Honora haciendo manteca y esas cosas. Si mi madre supiera eso, se revolcaría en su tumba.
—Yo trabajaría contigo, así no sería tan malo para ti —menciona Agatha.
—No, Aggie, ¿No lo entiendes? —Sophie se detiene mirando el gran pastel de los novios. —Odio todo de aquí, quiero irme de Gavaldon —adentra su dedo en la cubierta de la tarta. —¿Quieres un pedazo antes de que los novios lo corten? Estoy segura de que a Honora no le importaría —levanta el cuchillo de la tarta.
Agatha le detiene, diciendo —No puedes irte de Gavaldon —«Se pasa el nudo que atosigaba su garganta, Sophie y su mamá eran lo único que tenía en este pueblo. No quería que se fuera». —No sabes que hay afuera.
—Lo que sea que haya, debe ser mejor que este asqueroso pueblo —Sophie suelta el cuchillo, controlando su arrebato.
—La ceremonia está apunto de empezar —interrumpe uno de los ancianos, desde el altar.
—Sophie... no te vayas —le pide Agatha. —No me dejes aquí.
Sophie le suelta, sonriendo dulcemente. —Aggie, solo iré a sostener el estúpido ramo de Honora.
Antes de que su amiga diga algo más, Sophie se va, abriéndose espacio entre la multitud para llegar hasta el altar con su padre y hermanastros. Pone una sonrisa falsa, mientras le acaricia el cabello al hijo más pequeño de Honora.
Agatha regresa a su lugar, junto a su madre quien veía muy tranquila el inicio de la boda. —¿Estuviste en otra boda? —le pregunta, sentándose junto a ella.
—La de la mamá de Sophie —menciona en tono bajo. —Pero se siente que esta será diferente...
—¿Por qué lo dices?
Nadie dice más, pues la música empieza y la gente deja sus charlas para poner atención al evento. Honora ingresó por la entrada de la carpa con su vestido blanco de novia, el cuál estaba manchado de cubierta de pastel. El padre de Sophie le vió desde el altar con orgullo, como si no viera ninguna mancha en Honora y únicamente el amor.
Agatha empezó a sentir una desagradable sensación, ver a los novios unirse en el altar le hacía preguntarse si alguna vez tendría aquello, «¿Alguien podría amarla tanto como para no ver las manchas que le rodeaban?». Cómo Honora y Stefan. «Eso sería imposible para ella».
A Sophie se le había borrado la sonrisa de los labios, sostenía el ramo que Honora le dió, mientras ésta toma de la mano a su prometido.
—Estamos aquí reunidos por está bendecida unión —inicia el anciano del consejo, —para unir en matrimonio a Stefan y...
Las lámparas de aceite estallan, dejando sin iluminación la carpa y a los invitados. Se escuchan murmullos de gente que no tiene idea de lo qué sucede, cuando la carpa empieza a caerse y las personas que pueden huyen, antes de quedar atrapadas. Se oyen gritos y gente que llama a sus familiares. Agatha es tomada del brazo por su mamá, quien le guía hasta la salida, pero ella le detiene.
—Sophie —dice Agatha.
—Esta con su familia —escucha decir a su madre entre la oscuridad.
—Sal de la carpa, buscaré a Sophie —Agatha se suelta, abriéndose camino entre los invitados que se empujaban y trataban de salir, empezando a entrar en pánico. —¡Sophie! —le grita.
—Aggie, ¡Aggie! —escucha la voz de su amiga y se guía de ella, buscando en la oscuridad de la carpa. Evita algunas sillas tiradas, y gente inconsciente. —¡Suéltame! —escucha quejarse a Sophie.
—Yo te ayudaré, te rescataré —escucha decir al sucio Radley.
—¡Suelta...
—¡Déjala! —le grita Agatha al muchacho, y lo empuja lejos de Sophie. —O te hechizare.
—¡Bruja! —le acusa Radley y se va, empujando al resto de los invitados en su camino.
—Vamos... —Agatha le sostiene del brazo a Sophie, para guiarle entre la oscuridad.
—Es él, es él... ¡Corran! —grita un hombre, causando más pánico.
La gente empieza a gritar desesperada, se empujan y se lastiman con el único objetivo de sobrevivir, como ratas al fuego.
—¡Es el Director, viene a llevarse a los niños! —advierte una mujer con histeria.
El resto de los invitados empiezan a llamar a sus hijos, Sophie y Agatha salen de la carpa ignorando el caos. El viento de la noche les sopla en la cara al salir. Ven que en el resto de Gavaldon la iluminación se había ido, ninguna antorcha o lámpara estaba encendida.
—¿Será verdad? —le pregunta Sophie, tomando aliento. —Lo del director.
—La gente entró en pánico, es todo una mentira —Agatha empieza a buscar a su madre con la vista entre la oscuridad del pueblo.
—Mi padre, creo que está llamándome.
Antes de que Sophie dijera más, es arrastrada lejos, Agatha logra ver los ojos rojos de la bestia que se la lleva. Se echa a correr, alcanzandolos.
—¡Agatha! ¡Aggie! —grita Sophie asustada.
Ella se impulsa y se lanza contra la criatura que se llevaba a Sophie, la suelta sobre el musgo del bosque volviendo a formarse entre niebla. Parecía una bestia de humo negro y ojos brillantes como el fuego.
—¡Levántate, ahora! —le apresura Agatha sin soltarla.
—¿Qué es...? ¿Qué es eso?
Agatha le tironea del brazo para levantarla, —Corre —le dice a Sophie.
Pero está vez, la bestia insiste, y jala a Agatha y Sophie de los pies. Ambas son arrastradas entre la tierra y las cortezas de los árboles.
—Sueltanos —Agatha pelea, empujando y pataleando, pero simplemente la bestia no se iba a detener.
—Aggie, creo que no debemos pelear —escucha decir a Sophie.
—¿De que hablas? —la bestia las suelta en el claro del bosque. Allí el cielo estaba pintado de rojo, y no había más oscuridad.
—¿Qué es ésto? —pregunta Sophie en voz baja, se sostiene aún más fuerte de Agatha.
—Creo que es... —Sophie no termina cuando un ave gigante aparece desde el cielo, en pocos y potentes deslizes de sus gigantescas alas, les alcanza aterrizando y levantando tierra en el proceso.
Era un ave esquelética, con retazos de piel y ojos sin vida, era la ave más extraña y gigante que Agatha hubiese visto en su vida. Ella se interpone entre el animal y Sophie, pero la bestia las toma a ambas entre sus garras y despega en vuelo, llevándolas muy lejos de Gavaldon.
Hola a todos, bienvenidos. ✨❤️
Una nueva parte, una nueva playlist, y un año nuevo en la escuela del mal. Estoy emocionada por las cositas que se vienen dentro de esta parte, se pondrá a un nivel diferente.
¿Qué les pareció el nuevo diseño del capítulo?
Lo logramos, ayer fuimos #1 en la categoría de teacher's pet y #1 en leonoralesso. 🎂🌟
¿Qué les pareció la perspectiva de Sophie y Agatha?
¿Y por qué creen que Sophie no pudo leer el cuento de Mordred?
¿Y será que empieza una alianza entre Mordred con Guinevere y Lancelot? ¿Qué opinan? ¿Qué la adopten, no? 😅🩷
Próximo capítulo, ¿Aparecerá Aric?
No lo sé, pero prepárense para ser sus más grandes haters.
En fin, comentando una última cosa, les vine a decir que si gustan, pueden seguirme en Tiktok como @bellysalvatier dónde estoy subiendo edits de Lady Lesso y Mordred. 🥰
También en Instagram como @anna_roj_ dónde estaré subiendo cositas sobre mi proceso creativo y las ediciones gráficas que realizó día a día.
Ahora, si no les aparece mi insta como suele ser usual, pueden ir a mi perfil de wattpad y en la información, hasta el final, encontrarán una base de links (mi link bio) que los llevarán a mis redes sociales en un solo click.
Ha sido un enorme honor ser leída por ustedes, y espero encontrarlos en las próximas actualizaciones. Agradezco infinitamente su apoyo a esta historia, de cada preciado lector, y siempre me siento muy unida y que interactuo con ustedes en cada comentario. Me encanta leerlos y me dan muchos ánimos para seguir escribiendo. Les envío mi entero cariño y muchos besos de Lesso. 💗🌸
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top