14. El regalo prohibido de la profesora.

14


   Soñó de nuevo con el bosque azul, era de noche. Parecía que ella caminaba entre los alrededores del bosque, llevaba un vestido negro que se quedaba atrapado entre las ramas del piso. Vió a Tedros venir de lejos, por supuesto que traía a excalibur a la mano, su brillo dorado iluminaba el camino.

Sobre el cielo nocturno, de nuevo los cuervos y las palomas comienzan a pelearse entre sí. Soltaban gaznidos y sonidos de pelea, en un parpadeo siente que Tedros estaba tan cerca cómo para tomarle el brazo. Le tironea de el con fuerza, pero está vez en el sueño Mordred estaba armada, apunto de encajarle el cuchillo a Tedros. Cuando sintió un tirón más real...

Mordred se despertó enseguida, levantándose. La mano que le tironeaba era real, lo supo cuando abrió los ojos, cerca de ella sintió un aroma distinto. Estaba tan cerca que los rizos pelirrojos le hacían cosquillas en el rostro.

—¿Qué está haciendo aquí? —pregunta en voz baja, sorprendida.

Lesso estaba sentada en su cama, le sostenía aún el brazo cuando le hizo una señal en la oscuridad de que se mantuviera en silencio, señalo alrededor y sus compañeras durmiendo. «¿Qué hacía Lady Lesso en su habitación a estas horas de la madrugada?».

Lesso se le aproximó, para susurrarle al oido. —Sal afuera. Te veo en el pasillo —Mordred sintió cosquillas en su oreja, pero no le puso atención de más.

Fue lo último que dijo la decana antes de levantarse y salir entre la oscuridad. Mordred se apartó la sábana, preparandose. Aún se sentía muy cansada por el agotamiento de su magia y le dolían los músculos.

Mordred siente el piso frío en sus pies descalzos, sale por la puerta en silencio viendo como Hester y las demás dormían. Afuera, el pasillo estaba oscuro. No había ninguna luz que le iluminará, ni siquiera la de la luna. Cerró la puerta detrás de sí, mirando a la decana.

Aún seguía con su tan regio traje, como si no hubiese dormido nada en toda la noche.

—¿Qué sucede? —pregunta Mordred en tono bajo. El frío le alcanza la piel, se cubre con los brazos. «Si hubiera tenido su magia, no sentiría frío».

Lesso permanece callada, no sabe de que forma decir lo siguiente. —¿Soñabas con el enemigo?

Mordred niega inmediatamente. No quería que Lesso supiera, aunque técnicamente ya sabía. —Solo descansaba.

—Debiste renunciar a la prueba. No sobreviviras en ese bosque sin magia —Lesso abarca un paso hacía ella. —Pero como la mayoría de las veces, eres tan testaruda.

—Estuve preparándome para la gran prueba desde hace tiempo, no podía... —baja la voz cuando se da cuenta que hablaba demasiado fuerte. —No importa si muero allá —dice con decisión.

—Eres tan estúpida, Mordred —Lesso le regaña. —El bosque azul no es tan inofensivo como piensas.

—¿Solo está aquí para continuar regañandome? —le replica.

—No... Yo —Lesso no termina, su voz se suaviza cuando se aproxima más y le toca el hombro. —Es solo qué... —le da un vistazo profundo. —A mi si me importaría, si te pasara algo allá.

Su corazón da un tremendo huelco. Empieza a latir con más emoción. —¿En serio?

—Voy a darte un regalo —responde Lesso en su lugar. Se aproxima un paso más. —Uno que no está permitido que una profesora le de a su alumna.

Mordred se queda en silencio, retrocede recargando su espalda en la puerta. «Cualquier cosa que Lesso planeara darle, la aceptaría sin importar qué». —¿Y eso es...? —sentía un calor en el cuerpo. Extrañamente su mente divagaba en otras cosas.

Lesso levanta su mano, para tocarle con cuidado su pómulo herido. —Te daré mi magia para que puedas pasar la prueba —termina. «Antes de que se hiciera más ideas locas en la cabeza.»

—¿Pero eso se puede? —dice Mordred, ignorando sus previos pensamientos.

—Nunca lo he hecho antes —Lesso se demora ahí, acariciando su pómulo.

Mordred se estremece y Lesso sonríe, notandolo.

—He escuchado que solo puede hacerse una transferencia de magía sí se comparte un vínculo de emociones —esta vez la mano de Lesso se mueve, solo para tomarle un mechón de cabello, lo pasa entre sus dedos con ligereza.

—¿Un vínculo de emociones? —cuestiona. Algo se arremolinaba dentro del cuerpo de Mordred, como un efecto de mariposas revoloteando en su estómago.

—¿Qué? —Lesso resopla una risa, dando un paso más. —¿No crees que compartimos un vínculo de emociones entre sí, querida Mordred?

Era la primera vez, la primera vez que la decana le decía así. «Querida Mordred». Saboreó el sonido de la frase en sus oidos. Ella se aguantó ese chispeante sentimiento que surgía en su corazon.

—Un vínculo de emociones... ¿Entre nosotras?—gesticula Mordred con dificultad. «Estar tan cerca de la decana, le hacía respirar más rápido».

—Puede ser cualquier emoción —Lesso aparta sus dedos del cabello de Mordred, para deslizarlos en el cuello de la joven, con sutileza. Casi apenas tocando su piel. —Puede ser venganza, simpatía, atracción...

Está vez Mordred se sobresaltó y no lo ocultó más. —¿Qué...? —un nudo se forma en su garganta. —¿Qué trata de decir? —es lo único que puede preguntar.

Sentía la piel caliente, ahí donde Lesso le tocaba. Subió sus dedos, pasando por su mandíbula con el pulgar. —Pienso que como tú me robaste un beso en esa biblioteca —Lesso da el último paso, levanta su otra mano, acariciandole el labio. —No te importará que tome de ti lo mismo.

Lesso no dijo más cuando acercó su rostro a una efímera distancia. Le miró de arriba a bajo con intensidad, sus pestañas hermosas revolotearon. Un tumulto de sensaciones estalló en su pecho, Mordred cerró los ojos completamente dispuesta...

La profesora se inclinó hacía ella, besó sus labios con sutileza al principio. Mordred soltó un sonido parecido a un jadeó por la sorpresa, se dejó llevar. Está vez su beso no era solo posar los labios, Lesso lo hizo diferente, le besó con delicadeza entrelazando sus labios juntos. Su boca era cálida, sabía extrañamente a té de frambuesa.

«Mordred sentía que se derretía». Lesso le sostuvo, notando las sensaciones que le provocaba, le recargó contra la puerta compartiendo un chispeante calor entre sus cuerpos. «¿Acaso ella también sentiría lo mismo?». La decana le recorrió los brazos, sus manos se deslizaron hasta los hombros, sus dedos se volvieron más delicados en la clavícula, el cuello... «Mordred estaba casi enloquecida». Echó la cabeza atrás, dándole más disposición a su beso. Lesso le tocó la garganta con los pulgares, era una sensación extraña, pero a la vez tan exquisita.

Experimento un infinito gozo que le extasiaba todos los sentidos. «No quería que terminará. Quería permanecer así, mucho tiempo. Todo el tiempo del mundo».

Entonces lo sintió... Una energía más vigorizante le recorrió ahí donde Lesso le tocaba. Sus huesos y músculos dejaron de doler, sintió una magia externa adentrarse en su ser. Era un poder muy distinto al suyo.

El pasillo se iluminó con la luz de la magia púrpura de la decana.

Lesso se retiró, dandole un breve espació. Mordred respiró con dificultad. No sabía que un beso podría arrebatarle tanto aliento, abrió lentamente los ojos y vió a la decana, los suyos estaban enardecidos con un brillo especial por el momento.

«¿De verdad había sucedido todo eso? ¿O solo fue un extraordinario sueño?».

—¿Por qué hizo eso? —cuestiona Mordred. «Por suerte Lesso aún no se separaba del todo». —Dijo en la biblioteca que no... Que nosotras no podíamos.

Lesso alza su dedo y lo posa en los labios de ella para que guardase silencio. —Lo que dije en la biblioteca fue por una razón —le dice en tono bajo. —Una que explicaré cuando sea el momento adecuado.

—¿Y cuándo será eso?

—¿Tan impaciente, Mordred? —Lesso sonríe. —Creí que te gustaba esperar las cosas a su debido tiempo.

«¿Pero después de ésto, qué pasaría entre ellas?». Mordred sentía algo por la decana Lesso, Hester tenía toda la razón, había caído en su propia red del amor. 

—Si le espero, ¿Lo explicará después? —dice Mordred, poniendo un alto a todos esos pensamientos.

—Lo haré, te lo prometo —Lesso suspira, mirándole con más intensidad. Cómo si no quisiera separarse de ella. —Ahora deberías de ir a descansar, es muy tarde.

«No quería irse a dormir. Quería pasar más tiempo con ella». —No puede dejarme así después de... —no termina de decir lo último.

—¿Quieres otro? —Lesso enarco sus cejas con una sonrisa.

Mordred sintió a su rostro calentarse con vergüenza, aún así solo pudo asentir, no tenía el valor de mencionarlo en voz alta.

Lesso le toma el mentón, alzandole el rostro con suavidad. Se aproxima a ella, viendo sus ojos, sus labios... —Gana la prueba, y recibirás uno mucho mejor —le suelta. Esta vez se aparta, tomando distancia.

Mordred siente un hormigueo en su estómago con las palabras finales de la profesora, su corazón estaba tan acelerado. Le pareció dolorosa la distancia entre ellas, después de que habían estado tan cerca la una de la otra.

—Descansa, Mordred. Y está vez se más astuta que tu némesis en los sueños —le despide Lesso.

Ella quería tocarla también, tomarle de la mano, abrazarla o cualquier otra cosa. «Pero seguramente a la decana le parecería tan infantil. Y los villanos no hacían ese tipo de cosas. Lesso era una completa villana, le parecería ridículo ese tipo de ideas».

—Lo haré —es lo único que logra responder. Toma una respiración profunda, lista para dejar ir a la profesora. Separa su espalda de la puerta, se gira para regresar a su habitación.

No sabía cómo actuar a continuación, «¿Qué se hacía o decía después de un beso así?». Después de eso Lady Lesso se fue, la única evidencia de su presencia y del momento que habían compartido esa noche eran los recuerdos tallados en su memoria y la energizante magía que le había compartido.













   A la mañana siguiente, fue la primera en levantarse de las chicas e ir a desayunar al comedor. El día de hoy se habían cancelado todas las clases, ya que mañana sería La Gran Prueba, y tanto los villanos como los héroes necesitaban tiempo libre para prepararse por el desafío.

Sentía la magía de Lesso darle poder, era tan distinta a la suya. La magia de ella se sentía más luminosa, más vivaz.

Se encontró a Hort y a Ravan en una mesa, comían y charlaban sobre algo. Mordred fue por su bandeja, se sirvió panquecitos esponjosos recién horneados, leche de chocolate y un tazón de avena con arándanos. Posó su bandeja en la mesa junto a sus amigos, sentándose.

Le miran un tanto sorprendidos. —¿Qué te pasó? —le pregunta Ravan con sospecha.

—¿De que hablan?

—Te ves muy feliz —le observa.

—Y ya no te ves fatal como ayer —añade Hort.

—Tu si que sabes hacer cumplidos Hort. Dormí bien, eso es todo —Mordred se encoge de hombros, le pega un mordisco a su paquesito.

Ravan y Hort se miran entre ellos.

—Pues te ves muy feliz como para ser alguien que acaba de perder su magía —menciona Ravan.

Mordred se pasa el bocado antes de hablar. —Bueno, mientras dormía recupere un tanto de magía, por eso hoy me siento tan bien. Hoy es un día muy hermoso, ¿No creen? y mañana será la gran prueba.

Ravan entrecierra sus ojos aún con más sospecha. —¿Quién eres y que hiciste con Mordred?

—¿Qué?

—Jamas te he escuchado mencionar la palabra "hermoso", ni siquiera sabía que la conocieras —le dice Hort.

—¿De verdad soy tan malvada con ustedes?

No responden, pues ven a Hester, Anadil y a Dot entrar en el comedor.

—Oigan, hablando de lo de ayer —dice Mordred, obteniendo de nuevo su atención. —¿Qué dicen sí me ayudan con algo? ¿Ustedes distraerían a Anadil y a Dot? Necesito hablar a solas con Hester, pero últimamente se pega mucho a ellas.

Obviamente que Hester no quería enfrentarla, no después de lo que le había hecho. Y Mordred ya había pensado de que manera cobrarse le hizo ese día en la escuela del bien.

Acabando el desayuno, Mordred regresó a la habitación. Le había enviado una carta a Hester con Hort para que le viera aquí. Ella se acercó a la cama de Anadil y encendió la magía que Lesso le había transferido, por primera vez su dedo prendió con una luz de tono purpura. Se sentía más ligera, como si fuese entrenada por mucho tiempo para ser rápida y eficaz. Paso su dedo, creando la ilusión.

Cuando Hester entró en la habitación, vió a Mordred sentada en su cama, se pulía las uñas de una mano con presunción, en la otra mano llevaba un cuchillo manchado con sangre.

—¿Qué quieres de mí, princesita del mal? —replica Hester sin amabilidad.

Con la magia prestada, cierra la puerta con seguro sutilmente. —¿Has visto a Anadil durante la última hora? —le cuestiona Mordred.

—No, ¿Dónde está? La he buscado —Hester se le acerca, tenía el ceño fruncido de molestia.

Mordred se encoge de hombros, —Anadil estuvo conmigo. Estuvimos hablando y luego... —ella sonríe. —Bueno recordé que me debías una, una que jamás olvidaré. Anadil está en su cama, durmiendo.

Hester queda perpleja, se gira viendo la cama. Estaba abultada, como si estuviera acostada y se cubriera.

—O más bien la puse a dormir un poco —dice Mordred.

Hester se apresura a atravesando la habitación, alcanza la cama de Anadil y le retira la sábana. La bruja retrocede, impactada. Se cubre la boca.

Anadil estaba acostada en su cama, las sábanas estaban manchadas de sangre, el cuerpo de Anadil tenía una herida abierta en la garganta, sus ojos estaban marcados con el terror del dolor antes de morir.

—No, no —dice Hester. —Esto es una estúpida ilusión. Tú no puedes matar a nadie, está prohibido.

—¿Lo es? ¿Puedo hacer ilusiones sin magía? —Mordred se levanta. —Siempre puedes tocarla para confirmarlo. Además, ya deberías saber que no me importa romper las reglas.

—¡No! —Hester se aproxima a Anadil, la toca temiendo que sea verdad. Sus manos tiemblan. —¿Qué fue lo que hiciste?

Mordred se aproxima a Hester, se acerca al cuerpo de Anadil. —No fue tan complicado, sabes. Ella ni siquiera luchó. Solo tuve que hacer ésto —entierra el cuchillo en el estómago de Anadil, sangre brota de la herida.

—Eres una maldita... —Hester grita y se abalanza contra ella.

Mordred se mantiene firme, alza el cuchillo evitando que la bruja se acercara. —Te lo advertí Hester, te dije que esto no se quedaría así.

—Ella también era tu amiga, ¿Cómo pudiste? —Hester estaba tan dolida que no continúo peleando, regresó a la cama de Anadil. —Esto era entre nosotras, no tenías que meterla. No tenías que... —alcanza la mano sin vida de su compañera.

Mordred chasquea los dedos, haciendo una señal magica a Ravan para que viniera.

—Tú la metiste en ésto —le dice. —¿Recuerdas tus palabras esa noche? Dijiste que sí tenemos sentimientos hacia alguien, ese alguien nos volvía vulnerables. Ya que tu te diste a la tarea de investigar mi debilidad, yo también encontré la tuya —Mordred sonríe con malicia. —Pobre Anadil, ni sí quiera me rogó que no lo hiciera. Aceptó su destino justo como una verdadera villana.

Ve el rostro de Hester tornarse con tristeza, furia. Pero le dolía más ver a Anadil así, sin vida. Hester soltó lágrimas, que pronto limpió con enojo. Se apartó a un lado el cabello, el tatuaje que le alcanza el cuello y el hombro se hizo más visible, se encendió con llamas anaranjadas, expidiendo humo.

—Pagaras por ésto —sisea Hester.

Se reveló la cabeza de un animal saliendo de su carne, era una bestia de cuernos y alas. Se apartó de su cuerpo, como si todo el tiempo viviese ahí dentro de la bruja.

Mordred no creía que eso fuese capaz de suceder, hasta apenas. Retrocedió cuando la bestia blandió sus alas con fuego y se lanzó contra ella. Antes de que la criatura le alcanzará, su dragón apreció derribandolo. El ave chocó, rompiendo el espejo del tocador de Dot. Sombra se posó en el suelo junto a ella, había crecido demasiado, alcanzaba la altura de un armario. Soltó un rugido que hizo temblar los muebles.

El día en que Hester le amenazó, antes de que perdiera su magía, creó una poción que hiciera crecer a su dragón. Sabía que lo necesitaría más adelante.

—Ahorrate tu extraño talento —le dijo Mordred, acarició las escamas de Sombra. —Si no pude obtener tu lealtad por las buenas, tocará tomarla por las malas.

La manija de la puerta se mueve, pero no se abre. Empieza a ser tocada con insistencia. Al parecer habían escuchado los ruidos. —¿Qué les sucede? ¿Por qué está cerrado? —grita la voz de Anadil desde el exterior.

Hester se queda congelada, mira a la cama frente a ella, luego a la puerta.

Mordred chasquea los dedos, desapareciendo la ilusión. Ese truco lo había aprendido de la decana.

Hester se apresura a la puerta, pero Mordred le retiene entre lazos de magía púrpura. —Mentiste todo este tiempo, me engañaste —le reclama Hester intentando zafarse de su poder.

—Vas a escucharme muy bien, Hester —Mordred se aproxima a ella. —No dirás nada de mí o Lady Lesso a nadie, nunca. No volverás a amenazarnos de nuevo. Vas a servir a mí como una leal secuaz, y harás lo que te ordene sin dudarlo o replicar. Por qué si te niegas, sí te niegas tu tan preciada novia sufrirá las consecuencias.

Hester continúa luchando.

—Abran la puerta, ¿Qué está sucediendo? —pregunta Dot tras la entrada.

—Hester... —le llama Anadil desde afuera.

—¿Has entendido mis términos? —Mordred la libera.

Hester se cae al suelo de rodillas, debilitada. —Ésta no es tu magía —es lo único que dice.

—¿Has entendido mis términos? —vuelve a insistir. Su dragón bufa amenazándole también.

—Los entendí a la perfección, reina oscura —esta vez Hester no le dice princesita. Esta vez Hester le temía, y hacía lo correcto. Llama a su bestia para que regrese con ella. —Haré lo que quieras —se rinde.

Mordred sonríe. —Tambien vas a entregarme el antídoto del veneno que pusiste en la comida del bien. 

Con un movimiento de su dedo, abre la puerta dejando pasar a los chicos. Dot y Anadil entran viendo el desastre en la habitación, Hort y Ravan tras ellas.

—¿Qué les sucedió? —pregunta Anadil. Se aproxima a su novia, quién aún seguía perturbada por la ilusión.

—Nada —Mordred dice. —Hester y yo solo jugábamos con nuestros secuaces, ¿No es así? —con la magia prestada, repara el tocador de Dot.













   Le hizo llegar a Tedros una carta mágica para que le viera a la hora del almuerzo en el puente de las escuelas. Hoy los siempres y los nuncas no comerían juntos, cada quién se quedaría en su respectiva escuela. Quizá por lo del incidente con la comida o por lo de la prueba.

Vió a Tedros desde lejos, esperándole en el puente. «Como siempre ese idiota llevaba su espada a todos lados». Se le acercó, sosteniendo la poción que había preparado.

—¿Qué quieres? —pregunta Tedros.

—Un hola, sería más adecuado —le dice Mordred.

—No debería verte a solas.

—Para tu suerte, no quería verte a solas solo por nada —Mordred saca a relucir un frasco de cristal. Era el antídoto de lo que sea que Hester les había puesto a los niños del bien. Además, lo había mejorado.

—¿Qué es ésto? —duda Tedros.

—Algo que curará a todos los príncipes y princesas —explica Mordred.

—Estas mintiendo. Es veneno.

Mordred siente una oleada de enojo, pero la contiene. «¿Por qué Tedros tenía que ser tan imbécil?».

—Si quisiera envenenarlos, no estaríamos hablando justo ahora —dice ella. —Esa noche no hice nada para enfermar al bien. Quizá haya cambiado la comida, pero aparte de eso no hice más.

—Sé que no fuiste tu, y que Hester hizo todo eso —menciona.

Mordred se acerca, impactada. —¿Cómo lo sabes?

—Las vi discutir bajo el árbol esa noche —explica. —Creí que planeaban algo, así que las vigilé un rato. Pero después de eso, terminaste dormida y Hester hizo de las suyas.

—¿Tú nos viste ese día? —«¿Había escuchado algo sobre el tema de Lesso?». —¿Por qué no pudiste decirle eso a tu decana Dovey?

—Porqué no ví exactamente lo que hizo Hester, ya que me quedé a vigilarte —dice él.

—¿Me vigilaste mientras dormía? Eso es muy extraño.

—Creí que planeabas algo muy malvado.

—Pues no fue así.

—¿Y entonces? ¿Por qué estás intentando ayudar al bien? —cuestiona Tedros.

«No era que quisiera ayudarlos. Planeaba reparar todo lo malo que Hester había hecho en su nombre».

—Puedes tirarla o dársela a los siempres, todo dependerá de tu criterio —le extiende la poción. «Exactamente igual a su sueño».

Tedros duda, le mira sopesando sus opciones. Finalmente la toma, esperando que no sea una trampa.

Y después de mucho tiempo, Mordred utiliza su talento nato. Aquel heredado por su madre, la persuasión mágica. «¿Cómo había pasado desapercibida un arma tan vital durante todo este tiempo?».

—Si yo fuera tu, llevaría esa espada mañana a la gran prueba —dice, con sutileza. Señalando a excalibur, solo de verla le causaba escalofríos.

—Eso sería hacer trampa —él se ofende, pero se siembra una pizca de duda en su interior.

—Todos van a hacer trampa mañana, Tedros —dice Mordred. —Deberías estar preparado para todo.

Es lo último que le menciona, Mordred vuelve a la escuela del mal. Buscaría a sus aliados para explicarles el plan, pues mañana en La Gran Prueba, los nuncas serían los protagonistas. Pero está noche, esa misma noche recuperaría el poder que Dovey le había quitado. No le importaba romper las reglas. La decana del bien ya lo había hecho antes, al despojarla de su magía. Necesitaría todo el poder que pudiera obtener, con su magia y la de Lady Lesso, sería imparable.









Que emoción, finalmente Lesso se atrevió a hacer lo prohibido. ♥️
Como amé escribir este capítulo, sobre todo el beso. Esperó que lo hayan disfrutado tanto como yo. Lesso y Mordred son simplemente perfectas.

Este capítulo no planeaba ser así en un principio, pero hace unos días tuve este sueño extraño dónde Lesso besaba a Mordred contra una puerta, y de ahí fluyó todo.

Una curiosidad con respecto a porque el beso de nuestra preciosa decana sabía a té de frambuesas, lo sabrán en los próximos episodios.

No sé olviden de votar y comentar (si gustan, por supuesto). Les envío muchos besos de Lesso, y eso que ustedes ya saben cómo besa la decana del mal. 😉🩷

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