10. Sueños con el archienemigo.


10

   En la siguiente clase de Maldiciones y Trampas Mortales llevaron a sus secuaces. Después de la clase de Entrenamiento con Castor, los profesores les habían concedido el permiso de llevar a sus secuaces para cuidarlos ya que estos eran muy pequeños.

Hester tenía en brazos a un ogro bebé, Anadil se había dedicado a entrenar a sus ratas, mientras que Ravan tenía un cuervo que eructaba humo, igual que él. Hot se hizo de un perrito de pelaje negro cuyos ladridos eran tan fuertes que lastimaban los oídos, Dot tenía una gárgola pequeña a la cual le daba de comer chocolates. Y Mordred...

Mordred no tenía un secuaz, todavía.

Había probado hacer eclosiones de cuervos, de serpientes, de cualquier tipo de criatura en la clase de Entrenamiento. Y nada le salía. Aún que solo le faltaba una única manera, y esa era el eclosionar huevos de dragón. Pero no podía hacerlo porque su procedimiento requería que la cayera la luna llena, y eso sería al día siguiente, por suerte. Se estaba preparando para intentar lograrlo está vez.

—¡Cállense! —dice Lesso apenas entra al salón. Está vez, la profesora se veía tan intolerante que si alguien decía algo mal, no saldría ileso. —Hoy hablaremos de los sueños con el archienemigo.

Mordred sintió una horrible opresión en el pecho, sintió el mismo miedo grabado en su alma antes de que Tedros la asesinara en cada sueño. «¿Por qué de repente Lesso planeaba hablar de eso?».

—Cuando un villano tiene sueños con el enemigo se presentan una serie de síntomas —hace un movimiento con sus manos, para enfoca la atención. Miró con desagrado a los alumnos, quienes permanecieron callados. Después de todo, nadie quería hacer enfadar más a Lady Lesso.  —Como ya he dicho antes, solo los mejores villanos tienen el talento para poder soñar con su archienemigo.

«¿Un talento? Soñar que su enemigo la asesinaba cada noche, no era un don. Era una maldición». Mordred sintió un nudo pesado en su estómago.

—Hester, explicamos qué significa soñar con el archienemigo —le dice la profesora, con una mirada impaciente.

—Creía que soñar con el archienemigo era porque un villano se haría lider —responde Hester.

Lesso se cubre la cara, conteniendo su fastidio. —¡No, imbécil! —le réplica Lesso, agotando su paciencia. —Soñar con el enemigo no significa nada sin síntomas.

Hester retrocede en su silla, abrazando a su ogro bebé.

La profesora vuelve a moverse entre los pupitres, buscando a su próxima víctima. Desde esta mañana, Lesso no se veía nada contenta. Lo notó en su breve charla en el almuerzo, ¿Pero que haría que la decana estuviese tan molesta?

—Dot, —indica. Rasgó con sus uñas el pupitre de la chica, llamando su atención. — ¿Qué gusto sientes en la boca al soñar con el archienemigo?

Dot se pone nerviosa. —Eh... ¿Lo que comí antes de ir a dormir?

Mordred empieza a sentir náuseas. El sabor metálico y alcalino de la sangre alcanza su memoria. El sabor de la sangre que escupía después de cada sueño...

—¡Otra idiota! —le regaña Lesso sin piedad. —¿Qué nadie puede responder bien? No me extraña que el bien los humille.

Mordred siente las lágrimas acumularse en sus ojos, de nuevo sentía esa opresión en el pecho. «Ella moría... Moría en cada sueño, y cada noche el sueño era peor que el anterior».

—Mordred —esta vez Lady Lesso le habla. Su voz apacigua esa intensa furia. De hecho, su voz baja a un tono casi gentil. —¿Qué gusto se siente en la boca cuándo un villano sueña con el enemigo?

Mordred levanta la vista, Lesso se aproximaba a su pupitre. Sus tacones eran el único ruido en el salon. Ella empezaba a respirar pesado, sentía miedo. Ese miedo que le provocaba su enemigo en cada noche. —Sangre —dice ella, recordando el dolor de excalibur al abrir su piel. Como la sangre se le subía a la garganta y le ahogaba... —Siempre sabe a sangre.

Lesso le sonríe, radiante. —Y ese, es un villano de verdad —Por supuesto que había asertado a la respuesta.

—¿Por qué es tan amable contigo? —sisea Hester tras ella.

Mordred no le responde, en un momento siente a su cabeza punzar con dolor. Sus oidos son opacados por un breve zumbido. El ruido de la clase, desaparece. Pronto, siente que por sus labios se resbala algo. Cuando levanta sus dedos para tocarse, estos se manchan de sangre. Se empieza a limpiar con ansiedad. «No, de nuevo no». El olor asqueante a sangre.

Está vez le brotaba de la nariz. El sonido se apacigua, sus sentidos vuelven.

Lesso le miró con preocupación, se aproximó a su pupitre. De su brillante dedo púrpura, hizo aparecer un pañuelo. Se lo brindó, con amabilidad.

Mordred lo tomó, tapándose la nariz. «¿Qué significaba esto? ¿Era otro síntoma del sueño con el enemigo?».

—¿Qué te paso? —le pregunta Hort al lado de ella. 

—¿Estás bien? —le pregunta Ravan desde su pupitre.

—Ya basta, déjenla en paz —les replica Lesso. La profesora se agacha a su altura y le toma el rostro, inclinandole el mentón para ver qué le pasaba. Sintió sus largas uñas en su barbilla. Después de una despectivo vistazo, Lady Lesso dice —Estaras bien —se aparta.

—¿Qué le sucedió? —pregunta Aracne, al fondo de la clase.

—Continuemos —Lesso indica, dándole un último vistazo de preocupación antes de darle la espalda y volver a su escritorio. —Dejando para otra clase este tema del los sueños con el archienemigo —dice. —Saquen su tarea, ¿Quién desea exponer sus planes de asesinato? —pregunta, volviendo a su tono rígido de voz. —O escojo al primer idiota que se me pase por la mente.

Mordred se termina de limpiar los restos de sangre, el pañuelo de Lesso había quedado muy manchado.

—¿Dejó tarea? —preguntó Hort al lado de ella.

—Tampoco lo sabía —le dice Ravan.

Hester resopla, escuchando la estupidez de sus amigos. Tras ella, levanta la mano.

—Adelante —le dice Lesso, se recarga en su escritorio aún de pie.

Hester se levanta y le deja su ogro bebé, se lo pasa a sus brazos. —Cuídalo.

—No, no. Yo no sé cuidar bebés... —Mordred le da un vistazo a la criatura en sus brazos.

Deja a un lado su pañuelo manchado para sostener al ogro. Era un poquito pesado y regordete, usaba pañales de tela, Hester se había encargado de alimentarlo bien la última hora. Frente a todo el salón, Hester se aclara la garganta y empieza a leer el pergamino de su tarea.

El bebé ogro en sus brazos le sonrió con una pizca de travesura, tenía un pequeño dientecito que le hacía ver adorable. El ogro empezó a jugar con su cabello, soltó una risita cuando se lo tomó en un puño y lo tiróneo. Mordred intentó quitarle su cabello, pero el ogro bebé insistía mientras reía. Intentaba safarse, pero el ogro jalaba más su cabello riendo como un secuaz maligno. Ella forcejeó un rato para que el ogro le soltará, empezaba a lastimarte.

No vió cuando Lesso se aproximó, y golpeó su bastón contra el pupitre para llamar la atención. El ogro le soltó inmediatamente, centrando sus pequeños ojos en la decana.

Lesso le dió una mirada dura y poco afable. —Comportate —le ordenó, casi como si fuera su dueña misma.

El bebé ogro soltó a llorar enseguida.

Lesso resopló perdiendo la paciencia. —Hester, controla a tu secuaz —le interrumpió. —Un poco de leche le haría bien —dice la decana.

Hester se había quedado en su plan cuarenta, sin embargo no leyó más pues se fue molesta por su secuaz bebé. —Gracias por nada, Mordred —siseó, tomando a su ogro y volviendo a su lugar.

Pero sí no había hecho nada malo. Mordred se aplacó el cabello donde el ogro le había jalado.

—Hort, lee ante la clase tus primeros diez planes —indica Lesso, aún cerca de su lugar.

Hort se pone nervioso, no tenía la tarea. Mira a Ravan como si buscará ayuda. Mordred se levanta, llamando la atención para salvar a Hort.

—Me gustaría leer mis planes, profesora Lesso —dice ella. —Si no le importa...

Lady Lesso le mira de pies a cabeza, viendo si aún seguía debilitada por su incidente, pero después le concede. Mordred va hasta el frente del salón, mirando a sus compañeros un poco avergonzada por su problema con la sangre. Eso no evita que se cuadre de hombros con determinación. Suelta su pergamino, el cuál corre por el salón mostrando su extensa lista de planes.

—A está tarea le llamé —dice Mordred con breve suspenso. —Cien planes de asesinato para tu némesis.

—¿En serio pueden existir más de ochenta maneras diferentes de matarlo? —inquiere Hort, asombrado.

—Yo opino que existen muchas más —le dice Ravan.

Lesso hace que se callen para que Mordred pueda continuar.

—Número uno, —empieza en voz alta— Buscar un hechizo que quebrantara la voluntad de mi enemigo para así hacer que se entierre su espada a si mismo y se mate. Número dos, hechizar su espada para que está se ponga en contra de él y lo asesine. Número tres, —Y las primeras veinte solo hablaban de hacer qué Tedros muriera con su propia espada. «Justo cómo la asesinaba a ella cada noche en sus pesadillas».

—Yo creo que lo de los planes se lo tomó algo personal —susurra Ravan a sus amigos.

Cuando acabo de leer sus planes, la clase le miraba diferente. De hecho le miraban con desconfianza, pues los planes que habían escuchado fueron demasiado explícitos. Lesso le sonreía desde el fondo del salón, al parecer estaba satisfecha con su tarea. Entonces fue cuando sobre la cabeza de Mordred se hizo en llamas rojas su calificación en Maldiciones y Trampas Mortales, era un rotundo número uno. Hester entre todos, estaba más que molesta con ella.

Después de la clase con Lesso, les tocaba el almuerzo. Mordred recogió sus cosas y se encaminó a tirar el pañuelo ensangrentado cuando la profesora le habló.

—Mordred.

Ella se detuvo, mientras los demás alumnos salían.

—Quedate hasta que se vayan todos, quiero hablar contigo a solas —le dice. Se sienta en la silla de su escritorio, apacible, esperando que los demás salieran.

Sus amigos escuchan aquello, no dicen nada y salen del salón como el resto. Una vez que solo se quedan ellas, la decana enciende su magia púrpura y la puerta se cierra con un chasquido.

«¿De que quería hablar? ¿De lo pasado la noche anterior en la torre o de lo que sucedió hoy en clase?».

—Acercate —Lesso indica con un gesto de la mano, desdeñoso. Haciendo relucir sus largas uñas plateadas —¿Te has sentido bien últimamente, Mordred?

Ella camina hasta su escritorio. —¿De que habla?

Lesso frunce las cejas, sospechando. Se acaricia el mentón diciendo —¿Quizá hayas dormido bien, últimamente? Quizá mal...—inquiere su mirada en ella.

—Lo dice por lo que pasó hoy.

—Bueno, tu reciente actividad en la escuela del mal ha escalado a otro nivel —menciona Lesso, reclinandose en su asiento. —Eres la número uno en todas las clases, tu magia negra, haces maldades por la noches y ese reciente ensayo tuyo sobre asesinatos —saca a relucir todos sus eventos. Se levanta de su asiento, para acercarse a ella. —Yo creó que no has dormido nada bien. De hecho, creo —Lesso acorta la distancia entre ellas, su mera presencia se sentía casi letal—que anoche no dormiste nada. ¿Desde hace cuánto que tienes los sueños con el archienemigo?

—No sé... De que habla —Mordred no quería decirle la verdad. «No sé atrevía, de hecho no quería que nadie supiera».

—Por favor, Mordred —Lesso le alcanza y coloca la mano en su hombro con suavidad. Le dice amorosamente —Creí que eras mejor en las mentiras.

Mordred se queda sin palabras, de nuevo esa sensación que le arrebataba el aliento cada vez que estaba cerca de la decana Lesso.

«¿Pero de verdad podía confiar en Lady Lesso?». Sintió el recuerdo de la sangre ahogarla...

—No sé de que habla —esta vez dice con más decisión. —Y si se refiere a mi respuesta de hoy. Mi tía me ha contado de los sueños con el archienemigo, por eso sabía lo de sangre.

Lesso sabía que mentía, pero en su lugar sonrió. Le tomó el rostro, levantándole hacía ella. Mordred se estremeció, «¿Qué hacía?».

—Con el tiempo solo empeorarán, Mordred —dijo con ese tono tan condescendiente y reservado, como en la anoche anterior. —Los sueños solo se harán peores noche tras noche.

Lesso le mirá de cerca, sus pestañas son largas, su ojos eran... «No, ella no debía pensar ese tipo de cosas frente a su profesora».

—Si las cosas empeoran, ven a buscarme —dice Lesso. Toma entre sus dedos afilados un mechón de su cabello, lo recorre hasta su cuello y allí se detiene. Pasa su cabello tras su hombro, liberando su cuello. —Puedes confiar en mí —se acerca aún más para hablarle en tono bajo, cerca de su oído.

Mordred tiembla y se estremece. La decana se separa con calma, dejando un extenso vacío entre ellas, ya no había más calor prominente de la profesora.

Aún viéndole, Lesso abrió la puerta con su magia. Está crujió y dejo ver a dos alumnos que habían estado escuchando tras la puerta. Ravan y Hort tropezaron.

—Sí tan solo recibieran buenas notas por fisgonear, ya se hubieran graduado —les dice Lesso.

«¿Ellos habían escuchado todo lo que Lesso le dijo?».

Lesso se da la vuelta y regresa a su asiento tras el escritorio. Al parecer no tenía nada más que decirle, no a ella ni a Ravan o a Hort. Como siempre, Lady Lesso le dejaba así... Sintiéndose extraña. Mordred se unió a sus amigos en la salida del salón, era hora del almuerzo.

























   En el almuerzo, los siempres recibían sus usuales canastas preciosas con comida. Su comida lucía exquisita, casi apetecible. De no ser por qué los nuncas sabían que estaban podridas por dentro. En las mesitas de los siempres, Beatrix comía con delicadeza un pedazo de tarta. Le decía a sus amigos con alarde que ese día, la comida sabía extraordinaria.

Anadil se rió al escuchar eso. Se habían encontrado en el almuerzo, estaban sentados en un rincón de la escuela, sobre el césped. Ningún villano estaba comiendo.

—¿Cuándo se enteraran que se están comiendo nuestra comida? —le pregunta Anadil, la sonrisa no se borraba de sus labios.

—Cuando enfermen —dice Mordred.

Todos se giran para verla.

—¿Eso no es demasiado cruel? —pregunta Dot.

—¿También envenaste la comida? Así como envenenas todo lo que tocas —le dice Hester.

Mordred fingió que no escuchó ese comentario hostil. —La comida no está envenenada, es nuestra comida podrida. Pero como ellos no están acostumbrados a eso —explica Mordred— pronto empezarán a enfermar.

—¿Cómo se te ocurrió eso? —inquiere Hester. —¿Cómo se te ocurre todo lo que tramas? Quizá estás ocultando algún secreto sobre ti.

Mordred se molestó, estaba apunto de responderle.

—Mordred —escuchó una voz hablarle. Ella se giró, viendo a Tedros. Él venía solo.

Sus amigos empezaron a molestar a Tedros. —¿Cómo que huele a asquerosa bondad, no? —dice Ravan.

—No, huele más a príncipe mimado y tonto —se le une Anadil.

Tedros gira los ojos, brevemente enojado por los insultos, pero aún así dice. —¿Puedo hablar contigo a solas, Mordred?

Ella asiente, extrañada. Empieza a levantarse, cuando Tedros se le acerca y le da una mano para que se levanté. Mordred lo ignora, el mal no necesitaba ayuda del bien. Hoy parecía que Tedros no se portaba tan idiota como siempre. Se encaminan a unos árboles, lejos de los siempres y los nuncas, dónde les miraban sus respectivos bandos.

—¿De que quieres hablar? —dice ella, una vez estando solos.

—Anoche tuve un sueño —empieza Tedros, dudando y mirando a los alrededores de sí alguien más les escuchaba.

«Al parece hoy todos hablaban de los sueños. Tedros, Lesso...» Empezaba a disgustarle.

Mordred permanece en silencio, aunque una parte de ella se preguntaba sí Tedros también soñaría que la mataba una y otra vez.

—Tuve esté sueño tan extraño. Como sí no fuera mío —continúa Tedros. —Ví a mi padre, o más bien lo ví en su época en la escuela...

Mordred se molesta al instante, Tedros solo le hacía perder el tiempo hablando de sus sueños con su tan preciado papi, mientras ella moría cada noche en sus pesadillas.

—Creo que mi padre y tu madre... Tuvieron un amorío en la escuela —suelta Tedros. —Antes de graduarse. Antes de que mi madre y mi padre se casarán.

Mordred olvida sus pensamientos, concentrándose en sus palabras. Al menos, eso resolvía el misterio de sí Tedros soñaba lo mismo, pero no era así.

—¿Y eso a mí en qué me concierne? —replica Mordred.

—¿Qué edad tienes, Mordred? —pregunta Tedros en su lugar.

Mordred se molestó aún más, había entendido la suposición de Tedros al instante. —Voy a fingir que jamás mencionaste eso... De hecho, voy a fingir que jamás te ví el día de hoy.

Mordred se iba a ir, pero Tedros le detiene sosteniendola de los brazos.

—¿Qué? —le replica ella, safandose.

—Mordred, creo que al menos deberías investigar quien es tu padre legítimo —dice Tedros con más calma, dándole espacio. —Por que lo que ví ayer en ese sueño... No parecía que tú madre y mi padre hubiesen sido solamente enemigos.

Tedros se alejó, escuchando como Beatrix le llamaba. Las palabras del principito resonaban en su mente. Mordred se quedó allí en los árboles, pensando. Pateó una roca con molestia acumulada. «No, era imposible. Morgana y Arturo habían luchando hasta matarse. Ellos no habían sido... amantes. Nunca, jamás».

Ella volvió con sus amigos, ellos intentaron preguntarle que había sucedido, pero ella no dijo nada. En su lugar, se recordó que faltaban pocos días para La Gran Prueba, y no podía permitirse distraerse con las estupideces de Tedros. Seguramente él buscaba despistarla o algo.

—Falta poco para la gran prueba —les dice Mordred. —¿Qué les parece sí estudiamos juntos? En un grupo de estudio, podría ser más fácil para nosotros aprender.

—¿Qué es eso de grupo de estudio? —dice Hort.

—Supongo que gente que se reune para estudiar —le responde Ravan.

—Wow, los dos son tan listos —dice con sarcasmo Hester.

—¿Qué te dijo Tedros? —Dot es la única que le insiste con ese tema.

—Nada. Solo estupideces —le responde.

Se gira para mirar a Tedros con su grupito de siempres, él le miró también. «No, no. Mordred se negaba a que el padre de ese estúpido petulante no había tenido nada que ver con su astuta madre».
















Pequeño plow-twist entre Mordred y Tedros.
¿Qué opinan, será verdad lo que sospecha Tedros?

El próximo episodio se viene lo bueno entre Lesso y nuestra protagonista. ❤️🌸

Mil besos para ustedes, mis queridos lectores.

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