2. La escuela del mal.



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   Había consumido aquella agua asquerosa del lago por accidente cuando cayó. Ella miraba hacía arriba para esquivar a algún otro estudiante que fuese arrojado con su equipaje a las aguas grises de la escuela. Nadó hasta la orilla dónde los guardias lobos custodiaban la entrada y vigilaban a los estudiantes. Sobre el umbral del castillo de piedra, estaban tallados dos cisnes negros, el emblema de las escuelas. Bajo ello, una inscripción que decía "Escuela del Mal".

Mordred se adentró en la escuela, ignorando los gruñidos de algún lobo que regañaba a todos para que se formarán al entrar. Pasaron por un túnel oscuro mientras más lobos conducían a los nuevos estudiantes por el pasadizo. El lugar olía a pescado podrido y humedad, a Mordred le dió náuseas de inmediato ya que le recordaba a una vez que Morgaus le castigó arrojandola a un pozo llenó de podredumbre y basura. Dió una arcada, pero intentó contenerse de nuevo antes de que vomitara las últimas manzanas que se había comido. Respiró hondo, ignorando el aroma.

Entraron a un vestíbulo, allí aunque el olor permanecía, era más aguantable. En la esquina, frente a una chimenea de hierro cuyo fuego era verde, se posaban unas letras de piedra con dibujos tallados de algunos villanos y criaturas malignas, y decía "Nuncas". El vestíbulo terminaba en tres largas escaleras que descendían hacia abajo, cada una con carteles de madera que mostraban palabras cómo "Maldad, travesura y vicio".

Mordred caminó hasta la escalera de la maldad para bajar por ella, se tomó del pasamanos sucio y bajó los peldaños admirando en las paredes que colgaban los retratos de los alumnos de la escuela del mal, los que se habían graduado y los que apenas se encontraban estudiando. Bajo el retrato de cada alumno graduado, había una ilustración del cuento al que pertenecía. Quería encontrar el retrato de su madre, sin embargo cuando llegó al final de la escalera un ogro de piel grisácea le esperaba para entregarle un montón de libros, su rostro tenía una mueca de repugnancia al verla. Sin decir más, le dió otro montón más a otro, y así continúo.

Mordred sostuvo sus libros mientras se aproximaba al centro la escalina de lo que parecía una conexión a más escaleras dentro del castillo y a torres de la escuela. Una mujer con un traje elegante y pulcro, golpeó su bastón contra el suelo.

—Atención, ¡Atención, villanos! —su voz firme y estricta hizo eco en el resto del lugar. —Sus horarios de clase están en las paredes, pueden encontrarlos —hizó un gesto al resto del salón.

Mordred sentía el peso de sus libros cansarle.

—Memoricen su horario al derecho y al revés —dijo la mujer, y Mordred casi estaría segura de que le miró fijó durante un segundo. —Soy la decana de la escuela del mal, Lady Lesso —hizo un gesto extravagante con su mano. —Cómo algunos deben de saber, y otros no, el primer año en esta escuela consiste en la realización de dos pruebas parciales. Estás determinarán su capacidad dentro de esta escuela cómo villanos para los siguientes años —explicó la decana Lesso. —La gran prueba y el circo de talentos. De estos eventos dependerá si se vuelven en villanos líderes, secuaces o seguidores.

Lady Lesso toma su bastón, mirando al público con desdén para decir lo siguiente —Como ya saben, este año el Teatro de Cuentos se encontrará en la escuela del bien, por lo que tendremos que ir con los miserables siempres. Y recuerden que los primeros cinco alumnos en cada grupo que se mantengan en la clasificación de calificaciones, se volverán villanos líderes para el segundo año —continúo la decana. —Y los que vayan bajo el décimo tercer lugar en la clasificación, terminará usando sus talentos como mogrifos, volviéndose animales u objetos —Lady Lesso dió con su bastón de nuevo al piso, para hacer énfasis en su atención. —El desayuno y la cena serán en la escuela del mal, aunque compartiremos el almuerzo con los detestables siempres —el apodo de los héroes sonaba más cruel cuando lo mencionaba Lesso. —Hagan que me sienta orgulloza —finalizó.

Se dió la vuelta y se perdió en el resto de la escalina, los tacones resonaron con su extravagante forma de caminar.

Mordred volvió a inhalar el aroma desagradable, y se dijo varias veces que lo olvidará y lo superará antes de que vomitara aquí frente a todos los alumnos, y le molestarán. Así que en su lugar, volvió a la escalera de maldad, buscando su retrato. Primero encontró el retrato de Morgana, su madre. La bruja Morgana, no había sido como el resto de las brujas. Se decía que Morgana había sido la más hermosa entre todas, algo que no era común entre las brujas. Ella había sido conocida tanto hermosa, cómo poderosa.

Vió la placa de su madre cuando era estudiante, y su ilustración frente al rey Arturo entregándole un frasco, como una poción. Abajo de ese mismo retrato, estaba el suyo, con letras góticas y desiguales:

Mordred de Avalón
Mal, Año 1°
Torre de Maldad, 66

Materias / Profesor

• Entrenamiento de Secuaces - Castor
• Maldiciones y Trampas Mortales - Lady Lesso
• Historia de los Villanos - August Sader
• Como Sobrevivir a los Cuentos de Hadas - Yuba, el gnomo
• Talentos Especiales - Sheeba Shecks
• Afeamiento - Bilions Manley


Una arpía de piel pálida y con colmillos en vez de dientes, se le acercó y sonrió de forma horrenda, le arrojó un tanto de ropa, lo que parecía ser el uniforme de la escuela del mal.

—Bienvenida, bruja oscura —le dijo y se alejó. Gritando a los demás que se acercarán para tomar su uniforme.



   Mordred con su uniforme y libros se encaminaba a la torre de su habitación. Subió los tramos de escaleras, fingiendo que no sentía cansancio a cada escalón de más que subía. Agradecía por no llevar equipaje el cual cargar en estos momentos. Su habitación era la 66, pateó la puerta sin importarle, sus manos estaban llenas de los libros como para tomar la perilla y abrirla con desencía.

Las chicas de adentró se giraron, al verle ingresar. El uniforme se le cayó, pero sostuvo bien sus libros.

—Esta descarada debe ser una lectora —dijo una chica de cabello negro y mechones rojos, pateó su uniforme lejos de su alcancé.

Mordred fingió no notar su comentario ni su actitud asquerosa, entró en la habitación cómo si fuese la dueña de toda ella, colocó sus libros en la única cama vacía.

—¿Eres sorda? —volvió a insistir la chica, buscando un pleito.

Mordred dejó sus libros con sutileza y se giró con calma a las chicas, una de ellas era tan pálida con cabellos de color blanco.

—Te escuché bien —dijo Mordred sin un atisbo de inferioridad en su voz, miró directamente a la chica los ojos. —No hiciste una pregunta, solo hiciste un comentario.

—No es una lectora, o seguramente ya estaría haciendo tontas preguntas —dijo una chica, sentada en su cama. Le pegó un mordisco a un chocolate que llevaba.

—¿Entonces de dónde vienes? —preguntó en burla aquella de mechones rojos, le dió un vistazo de pies a cabeza, cómo si buscase una debilidad en ella.

—De Avalón —Mordred dió un paso hacía las chicas, ganando terreno mientras las veía.

—¿De Avalón? —dijo con sorpresa la chica del chocolate. —Pero sí la última bruja joven de allí es...

—La hija de la gran bruja Morgana —se miraron entre ellas, retrocediendo.

Mordred sonrió, sabiendo de qué manera ganar su confianza de las chicas. «Despues de todo, cada villano necesitaba secuaces». —Mi nombre es Mordred, la única hija de la bruja malvada más poderosa de Camelot —extendió sus manos, ganandose más espacio para decir en tono conciliador. —¿Me pasarías el uniforme que has pateado lejos?

La chica de cabellos rojos se lo pensó unos segundos y luego movió hasta el uniforme tirado, se agachó y lo recogió con extrañeza. El resto de sus compañeras de habitación se vieron entre sí.

Al principio la chica se resistió a entregarle la prenda, luego de que Mordred dijera —Dame eso —extendió la mano —¿Cuál es tu nombre?

—Hester —respondió al instante.

—Bien hecho, Hester —tomó su uniforme y liberó a Hester de forma sigilosa de lo que le había hecho.

Mordred sonrió con carisma hacía sus compañeras, agradecida con su madre por haberle heredado semejante don.

—¿Y bien? Escuché a los lobos decir que nos presentaramos en el comedor para la cena, ¿vienen?



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