18. El circo de talentos.
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—No tengo nada que hablar contigo —dice de la forma más insensible que puede.
—Solo un momento... —le insiste Hester.
—¿Qué quieres? —Mordred se gira viéndole. Deseaba lanzarle tantas maldiciones que se venían a la cabeza.
Hester jugó con sus manos, dudosa. —Yo... yo lo siento.
Mordred hizo una mueca de confusión.
—Lo siento sí. No debí traicionarte de esa forma —continúa ella. —No lo hice porque te odiara, lo hice por... —se le hacía difícil disculparse, al parecer. —Porque tenía celos de ti.
—¿Celos? —es lo único que le cuestiona.
—Llegaste aquí y empezaste a ser la mejor en todo, la mejor con todos. Siempre quise ser la mejor de todo, cuando vine quería sobresalir, ser la mejor villana —Hester no le sostiene la mirada. —Tu tenías lo que yo quería, por eso te amenacé con lo de Lesso, quería que te distrajeras y aplazaras en clase. Pero te volviste más fuerte, más maligna. No planeaba que te quitarán tu magia, que te castigarán sí, pero no así —explica. —Y lo que pasó en la prueba, fue porque quería hacerte pagar por tu amenaza a Anadil. No quería dañarte, quizá quitarte el pañuelo.
«¿Le decía la verdad, o Hester escondería otra trampa más?». —Amenazaste a Hort y a Ravan.
—No les haría nada, solo quería sacarlos de la prueba. Puedes seguir ignorandome, si quieres —sigue Hester. —Solo quería que supieras que lo lamento, y que te hice un regalo.
Hester enciende su magia, apareciendo en su mano un cuchillo largo y pulido. Tenía su inicial grabada en la empuñadura, con relieves y formas de dragones. «Era precioso, no había visto un arma igual».
—Nunca tuve amigas, por eso nunca supe como tratarlas. Nuestros padres nos enseñan a traicionar desde la cuna —dice Hester, brindándole el cuchillo. —¿Quieres ser mi amiga de nuevo, Mordred de Avalón? Y está vez sin celos o trampas, solo con la promesa de que si vuelvo a traicionarte, puedes clavarme este cuchillo en el corazón.
Mordred toma el arma con delicadeza, era ligero. —Tus promesas son un poco extremas.
—Ese es el punto de los villanos —ella menciona. —Y para que lo sepas, nunca te acusaría con Dovey sobre tu romance con la decana. Respetó lo suficiente a Lady Lesso como para hacer eso. Tu secreto está a salvó conmigo, y torturare a todo aquel que lo divulgue o hablé mal de ustedes dos. ¿Qué te parece eso?
—Me parece que aceptaré tus términos —Mordred dice.
—Bueno, ya sabes lo que dicen. Las amigas no son amigas hasta que se traicionan y perdonan —Hester se alegra levemente de su reconciliación.
—Eso lo acabas de inventar.
—Sí, pero no soy la única que desea disculparse —ella abre la puerta de la habitación para que pase.
Mordred se aproxima, viendo el interior. Las chicas habían reparado todo, se adentra observando como los regalos que había arrojado lejos estaban acomodados en su cama.
Apenas entró, Dot se lanzó a ella. —Mordred por favor perdóname, no quise traicionarte —habla al instante. —Si no les ayudaba, Hester y Anadil amenazaron con torturarme.
—No íbamos a hacerlo en serio —se excusa Hester tras ella.
—Yo también quiero disculparme —Anadil se acerca, no estaba muy contenta pero no quería mantener dicho conflicto. —Eso fue muy bajo, incluso para nosotras.
—¿Puedes perdonarnos? —Dot le alienta.
«¿De verdad debía perdonarles? ¿Podría volver a confiar en ellas?». Mordred les da un vistazo, de momento no planeaban una trampa para ella, sus disculpas eran genuinas y reales.
—Yo... —Mordred se decide en un segundo. —Les perdonó, pero otra traición más no la perdonaré —advierte al último.
Dot le abraza al instante, diciendo. —Tambien tengo que discúlparme con Hort y Ravan. Lo siento mucho.
Hester y Anadil se toman de la mano, al parecer está vez todas con cordaban en que no hubiera más traiciones y celos, pues si los había, Mordred no dejaría piedad para nadie está vez.
Dot le deja, para preguntarle —¿Y esa bonita espada?
Vió a excalibur en su cama, le hacía recordar a todo lo que había pasado con Tedros en el bosque azul. «Si él había intentado matarla, e incluso había usado hechizos malignos, ¿De dónde los había sacado». Mordred se queda pensando una teoría unos momentos, entonces se encamina al baúl justo al pie de la cama donde debían estar sus libros del mal y su notas de hechizos.
—¿Qué haces? —cuestiona Dot.
Mordred le ignora y cuando abre el baúl y revuelve entre la ropa y más cosas, no estaban sus libros y notas. Tedros se las había robado en algún momento, así como ella tomó los libros de Chaddick. Tedros había estado estudiando al mal todo este tiempo, por eso conocía sus hechizos.
El circo de talentos empezaría por la noche. Los villanos se encaminaban al teatro de cuentos en multitud. Mordred iba tras Hort y Ravan, llevaba a excalibur para presumirle a Tedros. De pronto, alguien le tironea del brazo, ve que Lady Lesso la atrae y le encamina a un pilar ancho, escondiendolas de la multitud.
—¿Qué sucede?
Lesso le acalla, poniendo un dedo en sus labios. Mira a los alrededores verificando si alguien les veía. —Escuchame muy bien —dice, en su rostro había cierta preocupación e incertidumbre. Le mira de vuelta —En el Circo de Talentos los profesores no pueden entrar o interferir, únicamente los alumnos. No podrás utilizar tus hechizos o maldiciones, Mordred —le acaricia el brazo con suavidad, haciéndole saber que aún eran cercanas. —La única magia que se permite en ese lugar, es la del Director —le advierte. —Usa tu talento especial nato y nada más. No rompas las reglas, no juegues al bien Mordred. Allí es dónde debes ser más despiadada que nunca, demostrar a qué lado perteneces —Lesso quiere tocarle más, pero se abstiene. —Esperó que tu talento sea tan impresionante para el único juez. Solo el mal más puro es capaz de salir ileso del Circo de Talentos, solo un villano verdadero puede obtener la corona.
«Los alumnos se habían ido, lo que significaba que no le verían si hacía lo siguiente». Mordred le abraza inmediatamente, como un instinto. «Tenía un poco de nervios por el circo». Lo que sea a lo que se enfrentara, tenía que abrazar a su novia antes de eso. «Incluso quería besarle, pero no sabía si Lesso se lo permitiría aquí, cuando alguien podía verlas».
Lesso le acaricia el cabello, solo un momento —Vete, el circo empezará pronto. Si no llegas a tiempo las puertas se cerrarán y nadie podra abrirlas para ti —le soltó, separándose. —Mantente a salvó.
Lesso le deja, volviendo a la torre. Mordred se apresura a alcanzar a los villanos, cuando salió de la escuela el cielo estaba nublado y rayos tronaban en ambas escuelas, hacía mucho viento. Lo que sea que sucedería en el teatro de cuentos, se notaba que sería tan inesperado como la gran prueba.
Dentro del teatro de cuentos, las paredes habían sido cambiadas, todas eran de un usual tono gris y había siluetas que se movían entre sombras, tan pegadas a las paredes, tomaban formas de dibujos de los cuentos, haciendo una secuencia de su historia. En una pared del mal se veía a la silueta ensombrecida de una anciana ofrecerle la manzana envenenada a una joven, haciendo alusión al cuento de Blancanieves. Y en la pared del bien, la sombra de cenicienta perdia su zapatilla. La decoración mostraban momentos de cada cuento, sobre héroes y villanos.
Mordred alcanzó el asiento cerca de sus amigos, las sillas habían cambiado a asientos acolchonados de terciopelo negro para el mal y blanco para bien. Del techo colgaba un enorme candelabro en forma de telaraña, mantenía veinte velas de cisnes, indicando diez velas negras para el mal y otras diez blancas para el bien.
—¿El director hizo todo ésto? —pregunto Mordred a sus amigos.
—Sí, el está aquí —responde Dot. —Pero nadie puede verlo.
Bajo el candelabro, flotaba una corona en brillante acero. Giraba, mostrando la luz en sus picos puntiagudos. «Esa era la corona de la que Lesso hablaba». Era un símbolo, demostraba quién era el mejor de todos los héroes y villanos.
Las princesas venían vestidas con su más bonito atuendo, con maquillaje y peinados con moños o flores, pues ese día después del circo de talentos les invitaría al baile de nieve. Los príncipes llevaban flores en las solapas de los trajes, como si esperasen a que acabará la competencia para invitar a sus princesas con aquellas flores.
Los nuncas no habían celebrado un baile en muchos años ya que existía una maldición, una dónde decía que no se celebraría un baile malvado hasta que se ganará el circo con un talento del mal.
Obteniendo la atención, como siempre. Tedros es el último en llegar, no llevaba ninguna arma encima pues ella tenía a excalibur. No sé le habían aliviado los rasguños en el rostro de cuando le tacaron los cuervos, se sentó de mala gana en la fila principal. Lanzandole una mirada. Mordred evitó fijarse en eso. «Aún no entendía como Tedros podía ser su hermano, si era su hermano por sangre y mismo padre, ¿Porqué razón le intentaría matar? ¿Tanto le odiaba? Lo único que hizo contra él fue golpearlo en el primer día de clases».
Después de eso, las puertas del teatro se cerraron en un fuerte estruendo. Los alumnos se quedaron callados viendo como un lobo blanco subía al escenario a tomar la palabra. —Bienvenidos al Circo de Talentos —dijo, viendo a su público. —Espero que hayan ido al baño antes, y si no bien pueden hacerse encima, pues a partir de este momento las puertas del Teatro permanecerán cerradas y el Circo comenzará desde ahora —Los alumnos le ponen plena atención. —Presenciaremos diez duelos entre siempres y nuncas, el orden será por su calificación final en la gran prueba de cuentos. Al terminar, si su talento es el más admirable, el Director lo felicitará y castigará al oponente perdedor.
—¡Siempres, siempres! —corearon los héroes al instante, alentando su usual victoria. En su lado del teatro, sostenían letreros y banderines azules para apoyar a su bando. Mientras que los villanos hacían un revuelo agitando sus estándartes negros y rojos.
—¡Nuncas, nuncas! —la voz de los villanos era más fuerte, alcanzaba el teatro entero.
—¡Nunca más! —gritaron otros. —¡Nunca más, nunca más el mal perderá! —dice uno y el resto le sigue.
—¡Silencio! —vocifera el presentador, empezando a molestarse. —El hecho de que no haya profesores está noche, no significa que se comporten como bestias. Si rompen las reglas serán castigados por la magia del Teatro de Cuentos. Y no me importará golpear a una que otra princesa —amenaza a los siempres. —Sin más advertencias, demos paso al primer duelo de la noche.
Los primeros en enfrentarse, fueron Mona y su rival de la gran prueba. Ellos habían sido los primeros en perder, lo que significaba que su duelo con Tedros sería el último de la noche.
Mona se encontró con el príncipe desconocido en el escenario, se miraron de frente. Con un ligero movimiento, la bruja se toca los labios y estos se tornan en un rojo brillante.
—¿Puede pintarse los labios? —cuestiona Anadil.
—No creo que solo sea eso —le dice Mordred poniendo más atención.
El príncipe mira a su contrincante, viendo su talento y se ríe.
—Ahora que me has visto a los labios, puedes verme a los ojos —Mona sonrió.
El príncipe pareció hacerle caso, y a antes de entender lo que pasaba, los ojos de Mona parpadearon en destellos verdes, el chico frente a ella empezó a volverse piedra, dejando marcada su mueca de desconcierto, lo último que había sentido antes de volverse en una estatua en piedra.
Una vela de cisne blanco se apaga en el candelabro.
Los nuncas se levantaron, estallando en aplausos, Mordred le aplaudió igual de fuerte, uniéndose a la multitud. Los banderines de los siempres dejaron de moverse.
—Gracias, gracias —Mona hace una reverencia a su público.
Por una magia externa, o más bien la del director, el príncipe vuelve a su forma natural, no tuvo tiempo de demostrar su talento cuando su rostro se transformó en una extraña y horripilante trompa de cerdo. Le salió una cola retorcida por arte de magia, y asustado se fue del escenario, chillando como el animal en el que lo convirtieron.
Era el primer duelo de la noche, y los nuncas iban ganando. Pero su victoria solo duró eso, cuando los siempres ganaron los dos siguientes duelos.
—Cuarto duelo —indica en lobo blanco. —El nunca Vex contra la siempre Kiko.
Vex se encaminó muy confiado al escenario, y Kiko le alcanzó, jugueteando con sus colitas de cabello, denotandose nerviosa.
—Primero las princesas —le dice Vex a Kiko.
—Que idiota —se queja Hester desde su lugar.
Kiko mira al público del teatro, se veía temerosa de la multitud. Aún así, la chica se tomó las faldas del vestido azul y se agachó ante el piso, para sentarse extendiendo sus piernas. Se acomoda el vestido con delicadeza, sin maltratar su fina tela. Y entonces cierra los ojos, concentrándose.
La falda de su vestido chispea en luz celeste, alcanza más potencia dejando ver que su vestido y piernas, se transforman en una iridiscente y magica aleta de sirena. Kiko la movió, mostrando la belleza de su nueva forma. Los siempres se levantaron de sus asientos aplaudiendo y apoyandole, movían sus banderines felices.
—Una sirena, que innovador —se queja Ravan.
Cuando fue turno de Vex, su talento no había alcanzado a llegarle al de Kiko. Perdió el duelo, siendo castigado por el director. Le crecieron tanto las orejas como las de un elefante, y se le tornaron en ardiente rojo.
—Quema, me quema —se queja Vex aguantado sus enormes orejas. Los siempres se rieron de él, se fue del escenario. Kiko deshizo su forma de sirena y volvió a su asiento.
—Esos malditos —sisea Hester viendo a los héroes.
El quinto duelo, lo anuncia el lobo como Hort contra Reena.
—Tu puedes Hort —le alienta Ravan.
Hort se levanta, un poco nervioso. —Practique mi talento, espero que funcione.
—Toca la empuñadura de excalibur para que te de suerte —le dice Mordred, enseñándole la espada.
A Hort se le ilumina el rostro un momento, toca la empuñadura unos momentos antes de encaminarse con seguridad hasta el escenario. La princesa Reena, no deja tiempo para decidir quien muestra su talento primero. Hace un chiflido, ligero y melódico. Se forma niebla amarilla a sus pies, que se hace densa y de ella aparecen dos perros lobos. Eran más grandes que cualquier perro normal, su pelaje tan dorado como el mismo oro, muestran sus colmillos y le gruñen a Hort, quién se hace a un lado evitando un mordisco.
Los siempres le aplauden a Reena y una vez que se apacigua su escándalo, Hort menciona en el escenario. —Quiza puedas invocar lobos, pero no puedes hacer ésto —se saca la camisa de un tirón.
—¿Qué está tratando de hacer? —pregunta Dot.
Hort empezó a hacer fuerza, respirando pesado. Cómo si tratara de hacer algo dentro del él, pero después de unos momentos no sucede nada.
—Creo que le tendré más respeto si se sienta —menciona Hester a su lado.
—Él lo logrará, estoy segura —Mordred no pierde la esperanza.
Algo cruje desde el escenario, como el sonido de huesos rompiéndose. La piel de Hort se cambia, volviéndose peluda, oscura y fuerte, la de un bestia. Sus garras letales se extienden y cuándo todos miran su rostro, no había más que un lobo. Hort se posiciona en dos patas y rompe el silencio del circo, haciendo resonar un fuerte y feroz rugido que lastimaban los oídos.
Algunos siempres se taparon las orejas evitando tan letal rugido. Los nuncas se levantaron aplaudiendo. Después de momentos, los alumnos se apaciguan para ver como Reena terminaba gritando, sus perros desaparecieron y su piel bien cuidada de princesa se transformó con costras en toda su cara. Fue una escena desagradable, la chica se fue llorando del escenario.
—¡Sientense! —vocifera el lobo presentador.
Hort volvió a su forma normal, sus huesos crujiendo de manera casi siniestra. Apareció un Hort sudoroso y felizmente encantado cuando todos los villanos le aplaudieron.
El siguiente duelo era entre Ravan y Chaddick, su amigo saca bajo su asiento un tambor, se levanta de su asiento y lo lleva muy confiado hasta el escenario. En el lugar de los siempres, Chaddick no se veía muy bien. Lucía un poco enfermó, como si tuviera náuseas, llevaba a la mano su arco.
En el escenario, Chaddick le concedió mostrar primero su talento a Ravan. Con el tambor en el suelo, una niebla roja se desprendió de Ravan formando un lazo que empezó a tocar aquel instrumento con una melodía. Ravan empezó a danzar con la música que producía el mismo.
—¿Ese es su talento? ¿Bailar? —dijo Hester aburrida.
—Debe tener algo más, no seas tan negativa —le responde Mordred.
Los ojos de Ravan se encienden en un tono brillante de rojo, se volvieron más malévolos cuando el sonido del tambor aumentó y sus pistones se hicieron mas fuertes en el escenario. En un chasquido, la cabeza de Ravan se duplicó, con otra nota del tambor se le hizo una más, luego otra y otra más hasta que se le formaron diez cabezas malignas, el tambor se detiene. El rostro se le transformó para ser aterrador y causar pesadillas. Pronto, sus diez cabezas estallaron en llamas rojas y únicamente permaneció con aquella original.
Los nuncas le alaban con triunfo, también Mordred. Un talento así jamás lo había visto. Cómo se lo había escondido tan bien Ravan.
—Supera eso —le dice Ravan a Chaddick.
A Chaddick le molesta lo que le dijo, pero en su lugar alcanza una flecha de su arcaj y la posiciona en su arco. Cuando suelta su flecha está da en cualquier otro lugar, rompe su posición y se arquea al suelo como si quisiera vomitar. Da una arcada, luego otra y cuando intenta vomitar lo único que le sale es un sapo pequeño con baba.
Los siempres y los nuncas hacen un sonido de asco.
Mordred le mira, sabiendo que quizá se había pasado de más con la maldición del sapo en el bosque azul.
Por la magia y juicio del director, Chaddick se transforma con un resplador verde en un verdadero sapo. Lo único que quedaba de su identidad de la realeza era una corona pequeña pegada a su cabeza babosa. Los nuncas estallan en risas, y los siempres miraban con lastima al príncipe. Ravan hace una dramática reverencia, aceptando su victoria.
—El penúltimo duelo de la noche —anuncia el lobo. —La nunca Hester contra la siempre Beatrix.
Hester se levanta, por primera vez no tan segura. Anadil le da un apretón en la mano antes de que se vaya, como apoyo a su novia. Hester sube al escenario, pero Beatrix no hace su aparición.
El público le espera, pero pronto empiezan a murmuran. Beatrix se levanta de un asiento escondido hasta las últimas filas de los siempres, camina resonando sus tacones. Pero la Beatrix que alcanza el escenario no era la misma princesa de antes, su cabello estaba oscurecido a castaño, estaba tan corto como el de un chico. Su vestido se veía un poco arrugado, su postura desalineada. Beatrix quién era la más hermosa de las princesas, no parecía la misma de antes. Sostenía a su mascota, un conejito blanco. Parecía aferrarse a el mientras sentía las miradas juzgadoras de sus compañeros.
«También se había pasado con la maldición de Beatrix». Pero en comparación con Chaddick, Beatrix solo tenía que ser amable y gentil para volver a ser hermosa, entre más mezquina y arrogante fuera, más fea se pondría. «Así había formado su maldición».
Tedros ni siquiera le puso atención, parecía perdido en sus pensamientos mientras veía el suelo a sus pies.
Beatrix le concedió primero a Hester. La bruja se apartó el cabello, mostrando su tatuaje. Un humo se expidió de su piel, revelando al monstruo que vivía dentro de ella. La bestia se despliega con sus alas, levantándose en vuelo. Se había vuelto más grande desde su último enfrentamiento con ella, el secuaz de Hester se encendió sus alas en llamas naranjas y se lanzó contra Beatrix. La princesita protegió a su conejito, haciéndose a un lado y evitando el ataque de la bestia de Hester.
La bruja direccionó a su talento, para que se paseara mostrando su grandeza ante el público, solo para encaminarse con más maldad contra Beatrix. A la princesa se le rompió el tacón, lo que le hizo tropezar y caerse. La bestia de Hester a punto de alcanzarle para lastimarla, es intervenida por el gran sapo verde que era Chaddick. El príncipe recibe el impactó y es lanzado contra una pared, el pobre sapo respira pesadamente. Al parecer Chaddick había sido el único que se había atrevido a defenderla aún siendo un anfibio.
El conejito de Beatrix se escapa de sus brazos asustado, la princesa intenta levantarse. Las lágrimas alcanzaban sus ojos, viendo toda la vergüenza que estaba pasando.
—Yo... Lo siento —las lágrimas le corren por las mejillas. —Lo siento tanto —se va del escenario rindiendose, Beatrix no iba a mostrar su talento. Apenas baja los últimos peldaños cuando su castigo hace aparición. El rostro, cuello y brazos de Beatrix pronto se llenan de granos y protuberancias. No queda nada de la hermosa princesa que antes había sido.
La vela del cisne blanco de Beatrix se apagó, dejando encendida la negra del Hester. La bruja hizo regresar a su bestia, el público le vió impresionado. Mordred se sintió mal por Beatrix, aunque en ese momento no pudo pensar en más, cuando su corazón empezó a latir más rápido y sintió los nervios retorcerle las entrañas.
Cuando Hester volvió a su lugar, el lobo blanco anunció. —Ahora, el décimo y último duelo de la noche —sentenció. —La Nunca Mordred contra el Siempre Tedros.
El público se quedó en silencio viendoles desde su asiento, Tedros le alcanzó la mirada entre los lugares y Mordred se levantó, sintiendo como todos le miraban espectantes.
Llevaba a excalibur guardada en la vaina de cuero. Nadie podría adivinar que era la espada de Tedros, no cuando se había rediseñado a su manera. Tedros se puso en pie, alcanzado el escenario.
Mordred subió los escalones al escenario, «Ahora que les tocaría enfrentarse, no sabía exactamente que hacer. Empezaba a dudar en que su talento no fuera suficiente, ¿Y si Tedros poseía un mejor talento que ella».
Se encontró con Tedros en el escenario, él le dió una mirada como si quisiera enterrarla en ese mismo escenario, bajo la vista a la vaina de la espada.
—Ladrona —sisea Tedros solo para ella.
—Yo no te quite nada —le dice Mordred.
—Y cargas tu robo con tanto orgullo —menciona de forma tan venenosa. —No eres digna.
—¿Y tú sí?
Ambos se callan, viendo los taburetes llenos de alumnos, tenían público. «No era momento de decirse sus verdades».
—Adelante, muestra tu talento —le concede Tedros.
—¿Por qué no muestras el tuyo primero? —le replica Mordred. «Eso, si lo había escuchado el público».
—Quiza tu talento sea robarle a las personas —dice Tedros en voz alta. —Robaste la comida del bien por tantas semanas, robaste mi victoria en la gran prueba, robaste mi espada y mi destino —Tedros no piensa lo que dice, simplemente lo menciona.
—¿De la misma forma en la que tu robaste mis hechizos y maldiciones malignas para usarlas a tu favor?
Los siempres sueltan sonidos de sorpresa, así como los nuncas. Tedros los ve, dándose cuenta de que se estaba exponiendo, o más bien los exponía a ambos.
—No robe nada.
—Mentiroso —Mordred le acusa. «Si Tedros quería verse como el niñito del bien, no se lo iba a permitir». —Entraste a mi habitación por la noche y robaste mis hechizos y mis libros del mal —menciona en voz muy alta. —¿Desean saber cuál es el talento de Tedros? —Mordred le habla al público. —Tedros es un héroe, un príncipe destinado a hacer la justicia del bien. Es nuestra esperanza para el reino, aquel que nos protegerá del mal —Tedros le lanza una mirada de advertencia de que pare. —¿Quieren saber cuál es el único talento de Tedros? Pues su único talento es mentirle al bien, tratar de matar inocentes y aspirar a ser del mal.
El público de los siempres sueltan resoplidos de sorpresa, escandalizados.
—Por qué no les dices, Tedros —continúa Mordred— que traste de asesinar a tu única hermana cuando estaba tan debilitada —le enfrenta para hacerlo retroceder. Si Tedros ya había revelado parte de sus cosas, ella también lo haría. —Por qué no les dices como has estado utilizando la magia del mal a tu favor, aún perteneciendo al bien.
—Callate, no digas más —le interrumpe él.
—Por qué no les dices, Tedros —continúa Mordred— que traste de asesinar a tu única hermana cuando estaba tan debilitada —le enfrenta para hacerlo retroceder. —Por qué no les dices como has estado utilizando la magia del mal a tu favor, aún perteneciendo al bien.
—Callate, no digas más —le interrumpe él.
—¿Por qué no les dices, Tedros —sigue, sin detenerse— cómo trataste de atravesar a tu única hermana con la espada más digna y honorable de todos los reinos y cuentos? ¿Por qué no lo sabían? —Mordred le dice a los alumnos, está vez estaba tan extasiada con su propio poder del mal, que no se iba a detener. —Tedros intentó matarme a mí, su única hermana —reveló.
El público se escandaliza aún más, algunos siempres se cubren la boca impactados.
—Pero no intentó matarme porque fuera malvada o hiciera algo directamente en contra de él —sigue diciendo. —Él intentó matarme solo para conservar su trono, solo para ser rey. ¿Cómo puede gobernar Camelot un rey que se pone por encima de todos? ¿Cómo puede ser un héroe alguien que está dispuesto a matar solo por conservar su poder?
Los nuncas abuchean a Tedros al instante, los siempres aún siguen procesando la revelación.
—Yo soy Mordred de Avalón —dice ella en voz tan alta. —Hija de la bruja Morgana y el rey Arturo, la primera y más digna heredera al trono de Camelot —se dirige al público y desenfunda a excalibur, desplegando halos plateados. «Ahora era suya, y nadie más podría empuñarla. Ni si quiera Tedros». —Ésta es excalibur, y solo aquel más digno al trono podrá empuñarla. Entonces será el legítimo rey de Camelot —Mordred recita el cuento y las palabras del brujo que había hechizado tal espada. En un movimiento fuerte, entierra la espada en el suelo. Una orda de magia se expide como una oleada de viento, excalibur atraviesa la madera resistente del escenario. —Ya que tu único talento es ser digno y portar honor, hermano —dice ella— ¿Por qué no nos muestras primero tu talento? Empuña a excalibur como otras tantas veces.
Tedros estaba furioso, le miró y después al público. Avanzó a pasos hasta su espada, se detuvo pensando bien. Tomó la empuñadura de la espada, y cuando tiró de ella, esta no se movió ni un centímetro.
—¿Qué hace? ¿De verdad es excalibur? —escucha a una princesa del público decir.
—Esa es una espada falsa —le dice Tedros, aprovechando el murmullo de la chica.
—¿Y si es falsa por qué no puedes empuñarla? —le cuestiona Mordred. —¿Alguien más desea regir sobre Camelot? Si empuñan está espada, lo lograrán.
Tedros le toma de brazo con molestia. —Ya basta, deten esto.
—Apenas estoy empezando —Mordred se aparta de su agarre brusco. —¿Desean saber cuál es mí talento? —se dirige al público. —Mi talento por nacimiento es más poderoso que cualquier otro que se haya visto en este Teatro y en toda su historia. Mi talento es hacer que las personas hagan lo que yo deseo. Someter su voluntad —Mordred sonríe, viendo a los siempres y nuncas. —Y ahora, lo que deseo es que todos se levanten de sus asientos y se arrodillen ante mí.
Las voluntades más débiles realizaron su orden, se levantaron de sus asientos al mismo tiempo, poniendo una rodilla al suelo, luego la otra.
—Ya basta —Tedros le insiste, parecía luchar contra sus palabras.
—¿Por qué? ¿Un circo no se trata solo de entretenimiento? —inquiere. —Arrodillense todos ante mi —vuelve a mencionar, su voz alcanza cada rincón del Teatro con un eco poderoso. —La reina bruja de todos los villanos y héroes —se llama así misma.
Los nuncas y los siempres se arrodillan, sus amigos hacen lo mismo siendo presa de su talento. Los lobos y las hadas le siguieron, aceptando tal orden. Tedros se desploma de rodillas ante ella, cerca de excalibur.
—Y ahora, deseen para mí un largo reinado —Mordred ordena.
La sala del Teatro de Cuentos, se llena con el único sonido de todos diciendo al unisono, villanos y héroes, hadas y lobos. —Largo sea tu reinado, Mordred de Avalón. La bruja de todos los villanos y héroes.
La vela del cisne blanco se apaga, bajo el candelabro la corona plateada empieza a descender. Tedros se aguanta el dolor, cuando recibe su castigo con tantos cortes en su rostro y en cualquier pedazo de piel expuesto, como si le atacarán dagas invisibles. Su rostro sangra, y él permanece de rodillas ante ella, como todos.
La corona flotó hasta la cabeza de Mordred, posicionadose con majestuosidad. La nombraba la mejor de todo los héroes y villanos, la única reina ganadora del Circo de Talentos. Las paredes del Teatro de Cuentos, cambiaron sus sombras mostrando el momento en que ella hacía arrodillar a cada alma en ese lugar.
Holi a todos, bienvenidos a esta actualización, finalmente el Circo de Talentos.
El mal ha ganado al final, próximo episodio el baile malvado, que emoción. ✨
Este capitulo estaba previsto para subirse a las 8:00, haciendo honor al verdadero circo de talentos en los libros de la escuela del bien y el mal, ya que en estos, el circo empieza a esta hora, pero por problemas de edición, terminó subiéndose tarde. Espero que me disculpen y lo hayan disfrutado.
¿Ya vieron el nuevo gif de esta historia?
¿Y también qué opinan de que Mordred perdonó a las chicas?
Me encantó escribir el circo, ya que en los libros me pareció tan injusto para los alumnos del mal cuando sus talentos eran mejores que los de los héroes. Y por cierto, el talento de Mona lo inventé, aunque en los libros ella se puede volver una medusa, pero quise mejorar este detallito.
¿Qué les pareció este capítulo?
No sé olviden de votar y comentar, (si gustan). Siempre es un honor ser leída por ustedes, les envío muchos besos de Lady Lesso mis queridos lectores. 🩷🌸
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