45- Una visita fantasmagórica.

Bajaron del tren, Aylien platicaba muy animada con Grace Brooks. Aunque en el fondo, pensaba en Katherine. Antes de llegar a Hogwarts había una larga fila antes de entrar por el camino de cerdos alados, Filch revisaba las pertenencias de todos. Por seguridad.

Dumbledore daba la bienvenida a los de primer años, como también felicitaba a los de séptimo por ser su último año y para finalizar les deseó buen año. Harry faltaba en la cena, Ron comía piernas de pollo como si fueran las últimas en el mundo.

Aylien seguía consternada por la noticia de Katherine muerta, ¿cómo podía serlo? Lo último que supo de su amiga fue que estaba estudiando en el Instituto de las Brujas de Salem, en Norteamérica.

A lo lejos divisó a Grace charlando animadamente con Susan Bones y Hannah Abott sus antiguas compañeras de habitación. Dirigió la mirada a la mesa de Slytherin donde estaba Yasen leyendo un libro sobre Pociones su materia favorita que irónicamente era la menos preferida de su hermana, por último movió sus ojos a donde Ravenclaw, lo primero que vió fue un montón de caras desconocidas, hasta que lo vió a él.

Un chico rubio de ojos marrones, con el asistió al baile se Navidad en cuarto año, tenía la mirada triste, estaba solo. Era Anthony Adams, sólo que el Anthony que ella conocía estaba lleno de vida, siempre rodeado de chicas y amigos, ese Anthony es solitario, tenía los ojos cristalizados.

—¿A quién miras?— preguntó Hermione fijando la mirada a donde Aylien veía.

—¿Recuerdas a Anthony? El chico con el que fui al baile de Navidad, hermano de Katherine.

—Claro que lo recuerdo, ¿es el? No parece, bueno digo, se ve muy demacrado.

—Exactamente, ¿Crees que sea buena idea ir a hablarle?

—No creó, esta muy solo. Anda ve, tal vez ver una cara conocida le haga bien.

—Ven conmigo— pidió.

Ambas chicas caminaron a la mesa de Ravenclaw, verlo de cerca era doloroso, tenía al hermano de su querida amiga fallecida enfrente de ella. Constantemente limpiaba sus ojos con la manga de su túnica, después de todo, seguía siendo apuesto.

—Anthony— llamó Aylien.

El mencionado la miró por unos segundos, era como ver a su hermana representada en Aylien, la ojiazul era muy unida a su hermana y un dolor punzante le carcomia el interior. Se levantó del asiento y sin pena lloró en el hombro de Aylien. A esas alturas ya tenía un nudo en la garganta. Anthony lloraba dejando salir todas esas lágrimas acumuladas. Se separó de la chica limpiando sus lágrimas con su manga.

—Lo siento.

—No importa. ¿Es verdad que Katherine...? Ya sabés

Vaciló un poco antes de hablar— Si, ella, se fue.

—¿Acaso no saben que la casas no deben estar mezcladas?— interrumpió el celador, Aylien quiso gritarle en la cara el cuanto lo odiaba pero, sólo se limitó a asentir e irse a su mesa con Hermione.

La cena a pesar de tener deliciosos manjares, todo lo ocurrido hizo que el hambre se fuera por donde vino. Enrrollaba los espaguetis con el tenedor y los deshacía para nuevamente empezar a enrrollarlos. Supuso que después de tanto movimiento los espaguetis estarían fríos.

Por su cabeza rondaba las mil maneras de cómo Katherine pudo haber muerto, entre las más horribles maneras se encontraba ella torturada y cosas así. 

Harry entró sin el uniforme, vestido como muggle, siendo custodiado por Snape. Los ojos curiosos de los estudiantes se vieron posados en Snape y Harry, el joven se fue a la mesa de Gryffindor. A un lado de Ron.

—¿Qué pasó?— preguntó el pelirrojo.

—Era Malfoy, se me hizo muy sospechoso ya que se quedó al último en los vagones. Pero me hechizo y me puso la capa encima. Después Tonks me encontró y me trajo aquí, Snape quiso guiarme hasta aquí.

—No me digas que aún sigues creyendo que... ¡Eso es estúpido, Harry!— chilló Hermione.

Terminaron la cena y se fueron a dormir, sólo que la ojiazul no podía cerrar los ojos. Se daba vueltas por toda la cama, se quitaba la cobija y se la ponía, iba al baño cada dos minutos. Anhelaba dormir y menos podía caer en los brazos de Morfeo debido a los ronquidos de Parvatil.

Hermione no se encontraba puesto que le tocaba rondar por los pasillos como prefecta. Se levantó por milésima vez de su cómoda cama y se sirvió agua de la mesa de noche.

Parecía una noche tranquila, la brisa era suave, el sauce boxeador permanecía quieto moviendo sus hojas como cualquier árbol normal.

Hasta que sintió que la miraban, intentó ignorar ese hecho, pero era prácticamente imposible. Se escuchaban pasos se le erizo la piel y un frío inevitable le recorrió el cuerpo.

Entrecerró los ojos y con valor giró para ver de quién se trataba. Para su sorpresa... Una sombra transparentosa traspasó la puerta sin siquiera haberla visto bien.

«Maldito Peeves, siempre asustando» pensó la chica.

La ventana que yacía abierta se cerró sorpresivamente. Abrió los ojos como platos y sujetó el vaso con todas sus fuerzas, un crujido y nada más.

Otros pasos más fuertes y cercanos de hicieron oír, Aylien apretó el vaso aún más fuerte con ambas manos, miró fugazmente a Lavander y Parvatil, ambas seguían en un sueño profundo.

—¿Q-quién es?— preguntó algo temerosa.

El silencio fue su respuesta.

—Menos mal que estas despierta, Aylien— habló alguien en la penumbra, la voz estaba detrás de ella. Podía sentir su aliento frívolo en su cuello. —Escucha claramente, no todas las personas son buenas, no confíes en nadie, sólo en ti misma, huye y no vuelvas. Vete lejos. Vive la vida mientras puedas amiga, no termines como yo— su voz dulce y melodiosa, solo podía pertenecer a una persona: a Katherine Adams.

—Kat...

—No hay tiempo para explicaciones, alguien que es cercano a ti; te mandará conmigo, aléjate de él. Huye con tu familia, vete lejos, no vuelvas— suplicaba Katherine, la fantasmagórica chica se acercó a Aylien, dejó ver su rostro lastimado: lleno de tristeza. Llevaba un vestido en color café algo viejo y gastado. Aylien quedó perpleja al verla, Katherine tomó su mano (o eso intentó). Estaba fría. Le dirigió una sonrisa llena de tristeza y se la llevó el aire.

—Espera, no te vayas, Katherine, ¡no lo hagas! ¡Prometiste estas juntó a mi toda la vida! ¿Lo olvidas?— gritó sin importarle despertar a sus compañeras, como si fuera de goma, apretó tanto el vaso que lo quebró por completo.

Cayó de rodillas al suelo, dejando salir sus lágrimas, esparciendolas por todo el lugar. No quería recordarlo, pero la mente humana hace que recibas esos acontecimientos que no te apetecen recordar.

Tan sólo era una pequeña niñita de nueve años, estaba en la primaria muggle, el dia más caluroso del verano, Grace, Katherine y ella estaban sentadas en una banca mientras comían sus almuerzos y charlaban entre ellas.

—¿Ya vieron a ese niño? Es realmente extraño, el otro día, estaba esperando mi turno para el almuerzo cuando llegó el corriendo y se los juro, lo ví escalar la pared y subir al techo. Dudley ha quedado totalmente asustado, se lo merece, pero que miedo acercarse a él— dijo Grace fijando su mirada en un niño de gafas redondas y cabello despeinado. Estaba sentado al fondo de todos, solo.

—Es realmente extraño— corroboró Aylien viendolo —Parece que nunca se peina— se burló— Como sea, da igual.

—Cambiando de tema, hagamos una promesa— propuso Katherine. —Siempre estaremos unidas pasé lo que pasé, amigas para la eternidad y más allá.

—Hecho, yo Grace Brooks la hermosa pelirroja de este trió. Prometo nunca jamás de los jamases dejar de ser amiga de Aylien Patterson y Katherine Adams.

—Yo, Aylien Patterson, la de ojos diferentes. Prometo estar siempre junto a Katherine Adams y Grace Brooks.

—Y por último, yo, Katherine Adams. Prometo nunca separarme ni irme lejos de Grace Brooks y Aylien Patterson— terminó la rubia juntando sus manos junto a las de las demás dos niñas.

—¡Lo prometiste, Katherine! ¡Lo hiciste!— gritó en un susurro.

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¡Madame Weasley comentó en mi perfil! Casi me da un ataque.

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