4-El Callejón Diagon


—¿A dónde vamos papi?— preguntaba Aylien

—A comprar tus cosas para Hogwarts— respondió el padre

—Ah, oye papi te tengo que decir algo— dijo en un tono aniñado jugando con sus manos y moviendo sus pies dentro del auto.

—¿Qué pasa calabaza?— cuando Aylien era más pequeña amaba los juegos de palabras como ese.

— El día que fuimos con los Dursley, había un niño— hizo una pausa para pasar saliva —y nunca me creerás quien era.

—¿Quién era?— preguntó Jacob bajando el volumen de la radio y así prestar mas atención a su hija.

—Harry Potter, el niño de la cicatriz. Ese que la familia de mi mamá odia aparte de a mí— bajó la voz en eso último, su madre le enseño que no necesitaban de los Malfoy para ser una familia feliz, por lo que mostró una sonrisa y así dando a entender que eso le daba igual.

—La madre de Harry se llamaba Lily, era amiga de tu madre ella murió a manos de...— su voz se entre corto y hablo mas bajo— Lord Voldemort

Y ahí fue cuando Aylien recordó el porque su mamá nunca hablaba de su familia, su familia servía a Voldemort. Lisbeth al revelarse en contra de su familia los defraudo en dos cosas: casarse con un impuro y no servir a Voldemort, tal vez ella es muy pequeña para saber todo eso pero su papá tuvo que explicárselo y así cumplir con la promesa que le había echo a su difunta esposa.

Estacionó el automóvil fuera del Caldero Chorreante.

—¿Por qué venimos aquí?— preguntó desilusionada, se supondría que irían al Callejón Diagon no a un bar de Londres.

—Hay cosas que aún no entiendes— respondió bajando del automóvil, acto seguido fue abrir la puerta trasera para que Aylien bajará.

Esta ya sin emoción y un poco berrinchuda, bajo a una gran zancada mirando a la gran cantidad de muggles que pasaban por allí.

Ese día era el día de las sorpresas, pues sin esperarlo su papá abrió la puerta del bar. No podía creerlo, por lo que se mantuvo seria.

—¿Piensas quedarte allí parada?— rápido negó, no quería quedarse ahí parada en medio de un lugar desconocido y perderse entre el bullicio de la ciudad.

—Creí que íbamos al Callejón Diagon— susurro para si misma. Un error de ella: su papá escuchó.

—. Y allá vamos, quedate cerca mío— Aylien un poco tímida se quedo por detrás de su padre, había desde el mas alegre mago hasta la bruja mas malvada como la de los cuentos muggles. Todos automáticamente se convirtieron en espectadores de un acontecimiento.

—¿Cómo se atreve a venir con la niña?— era la pregunta mas frecuente entre todos los magos y brujas del lugar, la causa: simple, ella era la hija impura de Lisbeth Malfoy.

—Tal vez sea ella, mira. Tiene el collar de Gryffindor— escuchó, le hubiera gustado quedarse mas a escuchar lo que decían pero se le era imposible, pues su papá la acompañaba.

La condujo a un pequeño lugar, detrás del bar. En donde tocando adecuadamente un patrón con su varita, por arte de magia —y vaya que fue magia— apareció ante ellos: el Callejón Diagon.

Muchos magos y muchas brujas se empujaban entre sí para poder pasar entre el estrecho pasillo, miles de tiendas dedicadas completamente a la magia apareció ante ellos. Nunca había apreciado la magia tan de cerca, lo mas cercas que estuvo de la magia fue el tocar la varita de su madre.

Estaba boquiabierta.

—Cierra esa boca, se te meterá una mosca— decía un voz familiar, no era gruesa como la de su papá. Era una voz mas bien de niño.

—¡Harry!— reaccionó.

—¡Aylien!— ambos se abrazaron. Harry iba con un señor muy alto, gordo y de barba excesiva.

— Harry, no esperaba encontrarte por acá— Aylien estaba totalmente sorprendida nunca se lo abría imaginado, sabía que Harry era mago, mas no que ese día también iría por sus cosas para Hogwarts.

—La verdad, yo tampoco esperaba encontrarte por acá. Creí que eras muggle— dijo apenado

—¡Iremos a Hogwarts! Yo quiero estar en Gryffindor ¿y tu?— dijo eufórica olvidando completamente que estaba en el Callejón Diagon para comprar sus útiles escolares de Hogwarts, y que su papá estaba ahí parado.

—No conozco las casas— Harry se avergonzaba un poco

— Son Gryffindor, Slytherin, Hufflepuff y Ravenclaw en Gryffindor están los valientes y su fundador es Godric Gryffindor. Sus colores son rojo y amarillo su emblema es un león, en Slytherin están los audaces, su fundador: Salazar Slytherin sus colores son el verde y plateado su emblema es la serpiente, Hufflepuff su fundadora es Helga Hufflepuff. Están los leales, sus colores son amarillo y negro y su emblema es el tejón por último: Ravenclaw en esta están los inteligentes, sus colores son el azul y bronce su animal es un águila su fundadora es Rowena Ravenclaw.

—Wow, es demasiada información— el azabache no lograba entender como es que Aylien sabia tanto, y también probablemente al día siguiente olvidará todo lo que Aylien dijo.

— Leo, cosa que deberías hacer tu también— dijo en un tono de superior. Lo que causo que Harry estallara en risas que al poco tiempo se convirtieron en carcajadas por parte de ambos.

—Harry, deberíamos ir a comprar tus cosas. Se verán en Hogwarts— hablo el semi- gigante de nombre desconocido para Aylien.

—Bien Hagrid, adiós Aylien— se despidió de ella con la mano. Al igual que ella de él.

—Adiós Harry te veo en Hogwarts— gritó poniéndose de puntillas, había olvidado completamente que su papá estaba ahí parado. Suspiro, sería un largo día y sería mejor que comenzaran sus compras en ese preciso momento.

Primero fueron por los libros, eran muchísimos libros en un lugar tan pequeño y lleno de gente, en su mayoría alumnos de Hogwarts.

Agotada, cansada exhausta y todos los sinónimos sentía la pelinegra después de largas hora y horas en el Callejón Diagon. Estaba aburrida, al parecer su papá conocía a todos y siempre hacían una parada a saludar o platicar con alguien.

—¿Por qué no vas a comprar tu varita? — preguntó Jacob, mientras conversaba muy animadamente con un señor que llevaba un ridículo sombrero azul con franjas naranjas y una túnica rosada. La tienda en donde vendían varitas estaba justo detrás de sus espaldas, por lo que se encaminó hacía ella. Casi arrastraba los pies estaba tan cansada.

«Este sin dudarlo será el día de las sorpresas» pensó al ver a Harry comprando su varita, en una silla estaba sentado el gigante que acompañaba a Harry y a su lado una hermosa lechuza blanca como la nieve.

Tomó asiento a lado del gigante que jugueteaba con sus pies.

—Hola— saludo Hagrid amablemente —soy Rubeus Hagrid, guardián de los terrenos de Hogwarts ¿vas para Hogwarts?

Un poco tímida y temerosa respondió:

—Si, soy Aylien Patterson— la atención de Harry se desvío hacia su amiga y le sonrío y Aylien le devolvió la sonrisa.

—Hoy es el cumpleaños de Harry— anunció Hagrid, la cuarta sorpresa para Aylien en el día. La primera fue el estar en el Caldero Chorreante y que todos la conocieran, la segunda; fue entrar al Callejón Diagon, la tercera: encontrarse a Harry ahí. Cuarta: su papá conoce a muchas personas y la quinta Harry cumple años ese día.

Se levantó de su silla y lo abrazo por la espalda

—Feliz cumpleaños Harry— dijo Aylien y Harry un poco sonrojado se giro para responderle a su abrazo.

—Es tu turno de comprar tú varita— dijo Harry dándole espacio.

La niña asintió y se acercó a donde estaba un viejo brujo llamado Ollivander. Debido a su pequeña estatura tenía que estar de puntillas para alcanzar la barra donde estaba el mago. Con un movimiento de varita, Ollivander hizo que un banquito se acercara a Aylien para poder alcanzar el mostrador.

Suspiró cansada de ser tan baja.

—¿Vende varitas?— fue lo primero que se le ocurrió a la niña de ojos azules, Ollivander rió y asintió con la cabeza. —¿Me podría vender una?

El mago se movió de su lugar y se perdió entre la estantería donde se encontraban miles de varitas, todos tamaños y núcleos. Al cabo de unos diez minutos volvió con dos cajas de varitas.

—Pruebe con esta— pidió Ollivander pasándole una varita con extraños diseños— 18 centímetros, núcleo de unicornio, madera de álamo— Aylien la agito provocando que una estantería cayera haciendo un estruendoso ruido, esta cayó sobre otra y así consecutivamente hasta que todas fueron derrumbadas.

—Definitivamente: no, no y no— dijo Ollivander con mucha tranquilidad. Pues con otro movimiento de mano y varita acomodó todo —Esta, creo que es para usted: veintiocho centímetros, cabello de veela (muy temperamentales por cierto), madera de roble, flexible.

Al agitarla una poderosa luz dorada aparece y ocasiona un aire que despeine a todos los presentes.

—¡Excelente!— exclama Ollivander quitándosela de las manos y guardandola en su caja. —Un pequeño descuento a la señorita Patterson por la gran amistad que tengo con su padre— dijo observando a la puerta; en efecto, su papá esta ahí parado.

—No es necesario, Garrick— dijo el papá de Aylien.

Después de una pequeña charla —y por pequeña me refiero a un par de horas— con el señor Ollivander. Tomaron todos los pesados libros, el telescopio de latón e ingredientes de pociones, subieron todo material al coche. La niña, muy exhausta, con el movimiento del auto quedó dormida en un profundo sueño. 

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