Capítulo XXXXII

A falta de personal, Inuyasha no tuvo mucho problema cuando de ayudar a su hermano se tratase.
Incluso si tuviese que talar la leña u producir el fuego para calentar el agua por si mismo.
Sesshomaru tampoco lo negaría, aceptaría la comodidad en silencio.

Después de todo, era el trabajo que una pequeña bestia debía hacer por un ser discretamente e indiscutiblemente superior como él. Pero Sesshomaru no podría tomarse ese lujo, no bajo las reglas ni la locura de Inu No Taisho.

Donde la pequeña bestia era llamado con el honor de ser príncipe.

Y él, rebajado a ser una... ya ni siquiera tiene nombre. Pero, no, no tiene caso pensar en ello.

Sesshomaru dejó relajar sus hombros en el agua caliente por algun tiempo, luego de tanto tiempo.  Siente la energía recorrer sus venas. La euforia anudandose en su pecho, locura por salir, por gritar, por destruir.

Él también es una bestia. Una bestia grande. Enorme, que quiere salir. Que quiere despertar, alzar un glorioso vuelo hacia la caza de la venganza. Rencorosa y sobre todo venenosa.
Que solo podría saciarse con un mar de sangre. Un camino de huesos y el estómago lleno de carne.

Que impulso tan animal, tan primitivo, que barbarie.

...

Por suerte, pudo vestirse por si mismo. Inuyasha nuevamente hizo acto de generosidad al traerle una muda de su ropa, nueva por supuesto. La vestimenta de un digno señorito como él.

La ropa que le recuerda antiguas glorias, vieja hombría. Pero el mayor nunca dijo nada al respecto. Más que lucirlas con orgullo. Por qué sabe que las luce mejor.

No tuvieron tema de conversación hasta que Inuyasha vio las enormes tijeras en manos de su hermano.

─ ¡¿De dónde lo sacaste?!

─ No grites, todavía no me quede sordo.

─ ¡Yo-no no puedo dejarte usarlas! ¡Puedes cortarte!

─ No la usaré para tal fin. Quizás no tengas mucho sentido de la vestimenta y apariencia, y por eso no has notado que mi cabello es un desastre del cual no me pude ocupar. Así que si me disculpas, voy a usarlas.

Tal vez... El príncipe estaba algo paranoico al respecto. Quizás solo era exageración y Sesshomaru tenía razón, como siempre. La idea de que su hermano usaría cualquier oportunidad para lastimarse a sí mismo quizás solo se trataba de su perseguida imaginación. Tendría que ya confirmarlo, después de todo, uso el espejo para verse, no para cortar su frente con él. Y ahora, las tijeras estaban construyendo el característico flequillo de su hermano.

La noche ya estaba sobre sus cabezas.

Y no había señales de Inu No Taisho u otro visitante al palacio.

─ ¡No te preocupes! ¡Todavía tenemos carne! ─ sonrió. 

─ Siendo honesto no es lo que me interesa. No tengo hambre.

─ Qué yo sepa no has comido en semanas. Sé que papá te dio su energía pero ... deberías comer algo. Esta carne es segura ¡Padre la cazó especialmente para mí- para nosotros! ─ se corrigió.

─ Tampoco es lo que me preocupa. Pero agradezco tu ofrecimiento.

Inuyasha sabía de antemano que tratar con Sesshomaru no era nada sencillo. Absolutamente no.
Y hablar con él... Inuyasha intentaba por todos los medios por romper el hielo entre ellos.

─ Por cierto... creo que deberíamos dormir juntos en mi habitación. Y compartir acolchados.─ Exclamó su idea en voz alta.

─ No.
...

De alguna forma, Sesshomaru sabía y tenía, una buena razón para rechazar el pedido de la pequeña bestia. Ya pasando las horas podía sentir sus mejillas arder a pesar de que el ambiente fuera hostil y helado. Solo en aquella habitación en la cual se hospedaba durante su letargo. Fue difícil convencer a Inuyasha que estaría bien en soledad y que el menor debía irse de inmediato a sus propios aposentos.

¿Cómo podría dormir en la misma habitación con Inuyasha siendo que comenzaban a picar los primeros síntomas de un celo?

Un deja vu, exactamente como había ocurrido la última vez.

¿Si no, que otra cosa explicaría la invasión de sus más impuros y sucios recuerdos?

No quiere admitir que su físico reacciona ante el estímulo indeseado. Anhelo.

No, no, no debería ser.

Ansioso, quizás.

¿Cuando volverá?

...

¿Cuando volverá? ¿Cuando será el maldito momento en que ese maldito hijo de puta abra las rejas de esa prisión para cometer su acto atroz de cada noche?

Sesshomaru se había estado lastimando las puntas de los dedos por solo rasgar el suelo, por puro impulso de la rabia y de la impotencia.

Gruñendo, mostrando los colmillos como si se tratara de una bestia. ¡Hasta ese punto había sido rebajado!

¡Él, el príncipe del Oeste!

Rebajado a ser un animal enjaulado, apresado con cadenas, humillado por un dueño que jamás debió de tener.

¡Y que no tenga el atrevimiento de hacer acto de presencia! Por qué Sesshomaru, en ese preciso momento estaba de muy mal humor. De un pésimo humor.

Oh si pudiera degollarlo con sus propios dientes. Sacudirlo cómo una liebre cazada por un lobo. Despedazado su piel, destruir su carne.

─ La pequeña prostituta está despierta. ─ Escuchó una voz burlona de lo más irritante del otro lado de la celda.

Aunque no se trataba del innombrable, no querría decir que aquel guardia fuera bienvenido.

─ ¿La pasaste bien anoche, eh? Se te nota tan inquieto. ¿Todavía te quedan fuerzas para más acción? ¿Todavía quieres follar? ¿Te quieres divertir?

Sesshomaru no solia responder a las provocaciones, no era de su clase. Sin embargo, no pudo reprimir de mirar bien de quien se trataba el insolente cobarde y bocón.

Y grabar su rostro en su memoria.

─ Estás muerto. ─ sentenció, con sus dilatados ojos vacíos, como si de una ave de presa se tratara.

Sesshomaru se hizo muchas promesas mientras estaba en cautiverio. Una de esas veces fue aquella tarde, mientras la risa de ese yokai feamente deforme hacia eco, tratándose su paciencia. Su sensatez. Su cordura.

...

Sesshomaru despertó junto a sus ojos bien abiertos así como su memoria fresca como una flor bañada en rocio manantial.

La luna estaba apogeandose llena y blanca. Plena madrugada. Y el silencio nocturno era el presagio de la calma antes de la tormenta.

Sesshomaru solo necesita que una pregunta fuera respondida.
Como también ya iba en camino de ella, sin importar si despertara Inuyasha de su placido sueño.

El mitad bestia se removió, aún adormecido, negándose abrir los párpados. Gruñó cómo maldijo por lo bajo.
Sesshomaru no hizo más que moverlo un poco para llamar su atención.

Tan delicado y sigiloso como un felino acechando.

─ Quiero salir. Vamos. ─ Susurró.

─ Mmgh. No. ¿Qué?

─ Salgamos a caminar.

Fue ahí cuando un solo ojo fue abierto, mientras con mucha pesadez el príncipe se sentó para conectar con la realidad. Notó inmediatamente que no había ni un solo rayo de sol todavía.

¿A donde quería salir a pasear a esta hora?

─ No-no amaneció. ─ Inuyasha replicó para luego dejarse caer rendido de espaldas.

─ Entiendo. Puedo ir solo, conozco la salida. ─ fue la escueta respuesta por parte de Sesshomaru.

Así dejo a Inuyasha en paz para que pudiera continuar con su ciclo de sueño.

Para un ser que dependía de una parte humana, era natural que hasta cierto punto el cansancio le ganara para poder tomar sus respectivas ocho horas de letargo con tal de recargar energías. Siendo interrumpido, era de lo más natural también que sus ojos pesaran tanto que ni siquiera tenga intención de abrirlos de nuevo.

Pero, la conciencia o más bien, la subconsciencia pesara de forma diferente en su cerebro.

Sesshomaru estuvo en su habitación.
Sesshomaru despierto.
Sesshomaru hablándole.
Sesshomaru quiere ir afuera. Paseo. Noche. Nieve, frío, tormenta.
Noche, oscuridad, monstruos, peligro. Sesshomaru, sólo, salida, paseo.

Sesshomaru, afuera, solo.
Afuera, oscuridad, peligro, solo.
Sesshomaru está solo afuera en peligro.

¡Sesshomaru está afuera solo y en peligro en medio de la noche!

─ ¡Ah! ─ el príncipe jadeo, obligándose a despertar, abruptamente alerta.

Sesshomaru hacia un buen rato que se había largado de su habitación.
No, no, no. No significaba nada bueno.
Inuyasha se apresuró en vestirse de forma abrigada. ¡Como pudo dormirse y permitir semejante cosa!

¡Si algo le pasará a su hermano, nunca se lo perdonaría!

La adrenalina en su cuerpo era mayor que incluso sus temblorosas piernas, sin más distracciones, abrió la puerta corrediza con tanta fuerza sin medir. Salir corriendo tras él era su prioridad.

Con tantos escenarios horrendos cruzando por su mente.

Su corazón dio un salto cuando vio la silueta de Sesshomaru en la entrada principal del palacio.

Sesshomaru todavía no se había ido a ningún lado. Y lo más importante estaba a salvo.

Los músculos de Inuyasha repentinamente dejaron de estar tensos sólo para temblar.

Mientras tanto, el mayor miraba a Inuyasha con los ojos bien abiertos, con falsa inocencia.

─ Inuyasha... ¿Decidiste acompañarme?

─ Tsk. Tú, tú. ¿En qué estás pensando? ¿A donde vas a ir? ¡Es de noche! ¡Está nevando! ¿Por qué no vas a dormir?

─ Literalmente me la pase durmiendo las ultimas semanas. Lo menos que quiero hacer ahora es dormir. Por esa razón, ya no quiero quedarme quieto. Necesito salir.

─ ¡No es buena idea salir! ¡Hasta yo sé que es tonto!

─ No le temo a la oscuridad. Además... El ejército de tu padre está velando por nuestra seguridad. ¿O me equivoco? Escucha, no te obligo a venir, solo pensé que sería considerado de mi parte avisarte antes de marcharme.

─ Bueno, bueno. ¡Te escoltaré! ¡Pero sólo un rato! Puedes pasear todo lo que quieras cuando salga el sol.

Sesshomaru quería reírse por la manera en que... La pequeña bestia intentaba imponer sus reglas. Pretendiendo que iba a obedecerlas. ¿Debería de ser un agradecido por ello? Como si necesitara su permiso.

Reprimir su ira en una pequeña sonrisa parecía fácil, más era todo lo contrario. Inuyasha estando medio dormido aún no se daría cuenta de la incomidad, de la forma en que reprime sus labios.

Como Inuyasha había afirmado, aún la nieve caía del cielo como una suave llovizna. Ambos contaban con ropa sumamente abrigada, especial para salir con ese clima, aunque no deberían hacerlo en primer lugar.

Inuyasha no tiene la menor idea de que hacer. Definitivamente cruzar los muros y estar expuestos en el exterior podría traer consigo malas malas y verdaderamente malas consecuencias. A Sesshomaru parecía no importarle en lo absoluto. 

Por supuesto, cada gran portón estaba sellado y no lo podrían usar como salida. Por lo tanto, escalar los muros era la única alternativa.

Era hora demostrarle al hermano mayor que tan capaz podría ser un mitad bestia.

─ Llévame hasta arriba.

─ ¿Cómo voy hacer eso? Tsk. ¿Por qué no vuelas?

─ Oh. ¿No puedes? ─ provocó, preguntando casi burlon, pestañeando varias veces.

Era seguro ganar a un tonto orgulloso Inuyasha.

─ ¡Claro que puedo! ─ Aseguró.

Mientras Sesshomaru pueda cuidar de no mal gastar sus energías, haría lo que fuera para salir favorecido en cada ocasión.

Incluso si tuvo que subirse al lomo de la pequeña bestia para llegar hasta lo más alto del muro.
Inuyasha, estando tan arriba, sabía con certeza que algo malo podría pasar si ponía un pie fuera del territorio seguro.

─ Si sigues dudando algún guardia nos va a ver.

─ No es buena idea. ─ el menor negó con la cabeza.

Sesshomaru aprovechó aquello para soltarse de su agarre. No podría dejar que Inuyasha lo arrastra de vuelta hacia el palacio.

─ Entonces, seguiré solo. ─ y no tuvo que pensarlo mucho para saltar.

Todo a lo contrario a lo que se esperaba, Sesshomaru aterrizó de pie con mucha gracia y delicadeza sobre la nieve. Ni siquiera llegó a contar hasta tres para una bola roja se lanzó del vacío hasta él.

Inuyasha se sacudió la nieve cual perro mojado.

Lo había hecho, estaba fuera.
Bueno, en realidad, estaba detrás de Sesshomaru, así que eso era una especie de excusa si llegaban a ser atrapados.

¿Qué pensaría su papá de todo esto?

¡Seguramente los colgaria! ¡Después que fue tan jodidamente estricto con respecto a la seguridad de su hogar!

Es mala idea. Mala idea.

Solo esperaba que el paseo fuera rápido.

─ ¿De verdad no podías esperar unas horas más? ─ Inuyasha preguntó mientras escondía sus manos entre sus mangas.

─ No. ─ Sesshomaru fue sincero.

Caminaron lado a lado sin un rumbo en específico, a veces en silencio,  a veces respondiendo a las preguntas de Inuyasha. La nevada estaba siendo delicada con ellos, permitiéndoles unos minutos más de paseo.

─ Mejor vámonos antes de que alguien se de cuenta.─ bostezó─  De verdad.

─ Si quieres irte, eres libre de hacerlo. Te lo dije hace cinco minutos.

Un ruido entre las sombras los hizo callar. E inmediatamente las orejas de Inuyasha se pusieron en alerta. Y con ello instintivamente se puso frente a su mayor, como un impulso protector. Aunque no traía consigo una espada sobrenatural, la katana común y sus garras servirían de algo, o al menos el príncipe tenía fe de ello.

Al menos cuatro soldados se hicieron visibles ante la luz de la luna donde sus señoritos los pudieron identificar. Era al menos una tensión menos dolorosa para Inuyasha.

─ No deberían estar aquí. Deben de volver al palacio de inmediato─ uno de ellos ordenó fríamente.

─ Va en contra de las ordenes del amo y señor Inu No Taisho.

Te lo dije. ─ Inuyasha susurró.

Sesshomaru no pudo evitar rodar los ojos con fastidio.

─ ¿Donde está Inu No Taisho? ─ ignorando la represión, Sessho prrgunto probando suerte.

─ El señor ha marchado a una reunión privada de la cual ya debería estar de regreso a nuestro hogar. ─ contestó un tercero.

─ El mensajero Goruden Cheri nos informará cuando su gemelo Goruden Tsuin anuncie el regreso del señor. ─ completó el cuarto.

─ Así como también... debería ser informado sobre el estatus actual del señorito Sesshomaru. ─ opinó el segundo.

─ ¡Demasiada charla! ─ Exclamó el primer soldado. ─ Los hijos del señor Inu No Taisho deben de regresar ahora.

Oh, que gracioso. ¿Desde cuando era considerado hijo de Inu No Taisho otra vez? ¿Por qué nadie le había avisado?

Quizás un poco tarde para eso.

Sesshomaru quería reírse. Ahora lo querían tratar como un cachorro.

─ Sesshomaru, vámonos. ─ murmuró el príncipe, con las orejas bajas.

Quizás si obedecían rápido, evitarían que estos guardias los reportaran. Fue limpiamente ignorado.

─ ¿Y que si no quiero volver?

─ No juegues con nuestro tiempo. Ordenes son ordenes.

─ Las ordenes son suyas, no mías. Es su problema. No el mio. De hecho no deseo ser molestado en este momento ni en otro en particular. Así que, deberían volver a las sombras de donde vinieron y lo dejaré pasar. 

Se suponía que cuatro de ellos sería suficiente para encargarse de los jóvenes fuera de sus jaulas. Llamaban demasiada la atención como para seguir siendo ignorados. Más miembros del ejército fueron apareciendo a ver, por que rayos Inuyasha y Sesshomaru no estaban de vuelta en la zona segura.

─ ¿¡Acaso nos amenazas!?

─ No hice tal cosa, pero si el zapato te queda... ─ se burló. ─ en realidad, es una duda muy grande la que tengo. Ya que estamos reunidos aquí, realmente me interesa saber. ¿Quién de todos ustedes será el que me obligue a regresar? Porque no pienso hacerlo por voluntad propia, así que, imagino que uno deberá hacer el trabajo sucio.

Silencio sepulcral, nadie es capaz de mover un solo musculo.

Habían escuchado horribles rumores acerca de su persona.
Nadie sabe que jugarretas hizo para que Inu No Taisho convirtiera inocentes doncellas en comida de bestias. Nadie sabe que labia dijo para que Inu No Taisho acabará con la vida de un maestro fiel de toda la vida. Y cuantas cosas más ocultas entre ellos. Todos esos rumores, todos eran conscientes de ellos.

Meterse con Sesshomaru era hablarle a la cara a la muerte.

Y Sesshomaru podía ver el terror en sus rostros.

─ Están muy callados ahora. ─ sonrió suavemente.

Dio un par de pasos hacia el frente, cada uno de ellos estaban muy aterrados a verse involucrados en la maldición que rodeaba a ese joven desgraciado.

─ Realmente quiero saber. ¿Quién sera el valiente que me tome para patearme dentro del palacio? ¿O Inu No Taisho prohibió también eso? ¿Cómo lo harán, entonces? ¿Alguno que quiera convencerme, entonces? ─ siguió paseando entre ellos, buscando en sus rostros algo bueno para cazar.

Solo había uno sobre todos los demás que temía por su propio trasero muchas veces más que sus compañeros. Y decir que se cagaba encima del miedo cuando esos ojos dorados se clavaron en él, era muy poco. A pesar de lo fugaz que fue.

─ ¿o alguno que no le importe perder la cabeza con tal de hacer cumplir con el deber? ¿Alguien?

─ Sesshomaru, ya. ─ al parecer, Inuyasha era el único con ese poder. ─ No tiene caso. Te prometo que saldremos en el día. Por favor, vamos adentro. Falta tan poco. Está nevando mucho.

─ Te escucharé, por ser el único valiente aquí. ─ No pelearía con la pequeña bestia, no frente a los soldados. Lo desacreditaría.

Cuando creyó que el monstruo ya se iba y parecía dejarlos atrás, una última mirada fue capaz de confirmarle aquel solado que sus minutos estaban contados.

Había olvidado que alguna vez había bajado al infierno de la mazmorra para jugar con él mismo diablo en persona. Y ahora, estaba suelto, estaba libre. Y vendría por su cabeza tarde o temprano.

No dudó en ir hasta su capitán y renunciar esa misma noche.

...

La noticia sobre el despertar de Sesshomaru se esparció como pólvora, hasta llegar a los oídos de Cheri, con la obligación de este en ser el primero en entregarle el mensaje a Inu No Taisho.

Sesshomaru estaba de regreso, por desgracia.

¿Inu No Taisho estaría complacido?

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