Capítulo XXII
Cuando no estás cerca, me hundo en el suelo.
Trato de fingir que estoy más cerca de ti.
Nunca lo entiendo
Siempre estás en mi mente, no puedo evitarlo.
No quiero llevar el peso sobre mis hombros.
Los recuerdos parecieron ser pintados minuciosamente a mano, cuadro por cuadro. Una tarde llena de gloria. Una de las tantas competiciones a modo de entrenamiento, de todas las cuales siempre salió victorioso.
Recordó tener a Tsuin en el suelo, tosiendo sangre. El duelo había acabado, su gemelo Chery corrió hacía él.
Patético. Estos eran los tipos de Demonios más débiles. Eso pensó.
Recordó captar la mirada llena de rencor de Chery, la que le dedico antes de que el mismo volteara a retirarse, victorioso, altivo, digno, grandioso.
Grandeza que se le escurrió por las manos algún tiempo después. No les dará el gusto de verlo derrotado. Entonces los ignoró al pasar, aquellos gemelos de cabellera dorada y rizada que ahora eran fuertes, dignos y grandiosos.
No hubo palabras, no hubieron gestos. Hasta que, Sesshomaru entró a la biblioteca cerrando la puerta detrás de él.
La burbuja de rompió.
─ ¿Sesshomaru que haces aquí? ─ Los ojos grandes de Inuyasha se clavaron en él.
Si Inuyasha tuviera una cola, juraría que la estuviera moviendo por todos lados. Quiso reír por el pensamiento, quizás no le haga la misma gracia a su maestro, aquel demonio de avanzada edad que lo miraba entre sorpresa, consternación, miedo, decepción, y enojo, todo en uno, reflejados en sus tenues ojos violetas.
─ Me aburrí. ─ respondió como si fuera lo más simple del mundo. ─ No notaran que estoy aquí. ¿No hay problema con eso?
Recibió un murmullo bajo como respuesta de parte del mentor.
Entonces Sesshomaru camino sin hacer ruido como lo prometió, hacia los estantes, buscando con que entretenerse. Cuando lo consiguió, se mantuvo en un rincón apartado de los otros, detrás de un biombo. En silencio abrió el libro, acarició la primer hoja.
Los minutos pasaron en lo que tardaba un incienso en consumirse por completo. Su lectura fue interrumpida en cuanto notó una mirada sobre él.
Oh se trataba del maestro, el que alguna vez también se encargó de educarlo cuando era más joven.
Buscó en su memoria el nombre, Chimoru.
Todavía ve en sus ojos la decepción, la que se convierte con tintes de asco. Viendolo como si de repente, el chico se convirtiera en algo inferior. Sesshomaru siente la necesidad de ponerlo en su lugar, sea lo que sea que este pensando.
─ Señorito Sesshomaru ─ carraspeó, sin tener idea de como debería dirigirse a él apropiadamente ─ Lamento interrumpir su lectura, le voy a tener que pedirle que se vaya.
─ ¿Por qué razón?
─ Usted... ─ buscó las palabras. ─ Usted es todo un caballero ante sus modales. Aun actualmente se ve que mantiene su imagen impecable, con la misma gracia con la que fue bendecido. Un superdotado. Dotes que lamentablemente, su excelencia Inuyasha carece por completo. Usted está siendo una distracción y sólo dificulta mi imposible tarea de educar a su hermano.
Sesshomaru cerró el libro de un solo movimiento, sin dejar de mirar a los ojos del mayor. Que oportunidad tan perfecta.
─ ¿Disculpe?
─ Cómo lo oyó. Su gran padre, el gran señor me encomendó educar al actual príncipe, enseñarle de geografía, matemática, etiqueta. ─ enumeró ─ todo lo que el puesto de heredero exige. Pero, ese chico, con toda seguridad luego de tantos años puedo afirmar que es un caso perdido. Jamás podrá siquiera acercase lo que alguna vez fue usted.
─ Qué descaro... hablar así de tu príncipe a sus espaldas. ¿Por qué? ¿No vas a decírselo a la cara?
─ ¡Si lo hace! ─ Inuyasja confirmó, gritando desde su lugar atraves del biombo. ─ ¡Todos los días!
─ Entonces, espero que lo entienda. ─ habló Chimoru. ─ Aguardo su retiro para poder seguir con mi cometido.
─ Acabas de decir que es una tarea imposible. Usted, señor Chimoru, ha sido el encargado de guiarme en el pasado.
─ Si, lo recuerdo. ─ interrumpió.
─ En menos de un minuto ha halagado mis dotes y menospreciado a Inuyasha. Solo puedo ver quién es el carente de habilidades aquí. Para tu sorpresa, no es Inuyasha. Mucho menos seré yo. ─ la comisura de sus labios se tentó en subirse para mostrar una sonrisa.
─ Él mismo lo sabe, su padre también sabe los años de atrasado que su actual príncipe lleva por que no es capaz de cumplir.
─ ¿Es él o eres tú? El incompetente que no puede enseñar...
─ ¡Es que ya lo intente de todas las formas! ¡No hay caso con Inuyasha! ¡No quiere aprender! ─ Exclamó indignado.
─ ¿Entonces por qué no vas a poner tu carta de renuncia a la oficina de Inu No Taisho? ─ la pregunta era una invitación, junto a la mano de Sesshomaru que señalaba la puerta de salida.
Hubo silencio, silencio incómodo tanto para el maestro como para Inuyasha, quien estaba escuchando todo el intercambio.
─ Bien, considerelo hecho. Renuncio a educar a este muchacho. ─ fue todo lo que dijo antes de desaparecer de la visión de Sesshomaru.
Al pasar junto al pupitre de Inuyasha, solo se detuvo algunos instantes para volver a verlo, de pies a cabeza como si fuera el peor insecto insignificante. Inuyasha no pudo evitar que sus orejas se pegaran a su cabeza de forma instintiva. Y como mecanismo de defensa, frunció su ceño.
─ Buena suerte, Inuyasha. ─ se tragó todos los insultos que cruzaron por su cabeza, pisando las tierras de Inu No Taisho aún debía de ser prudente.
Así se desapareció de la biblioteca.
En cuanto las orejas de Inuyasha se volvieron a levantar cuando se sintió fuera de peligro, pudo reaccionar.
¡¿Su maestro renunció?! ¡Era malo!
Se puso de pie listo para encarar a Sesshomaru, estaba en problemas, lo sabía.
─ ¡Sesshomaru!
─ ¿Qué? ─ Preguntó él, como un niño inocente que no ha roto nada.
─ ¡Hiciste que mi maestro se fuera!
─ Él quiso irse... ¿Qué acaso no escuchaste?
─ Si ya se... pero-
─ ¿Dejabas que te tratara así?
─ Siempre creí que tenía razón.
Sesshomaru fue testigo de ver como las orejas de Inuyasha se bajaban, de nuevo. Su mirada de culpa estampada en él. Tan expuesto. Error.
─ Ahora eres libre.
─ Ni tanto así. Quizás Chimoru haya renunciado a enseñarme pero eso no quiere decir que cancelaran las pruebas.
─ ¿Pruebas?
─ Si, me evalúan cada trimestre en las diferentes cosas que supuestamente debí aprender.
─ ¿Qué sucede si no lo apruebas?
─ ¡Es una pregunta muy tonta! O es que quizás tu nunca reprobaste.
─ Estás en lo cierto.
─ Bueno, para la gente como yo le espera castigos. Como por ejemplo la reclusión, los golpes, trabajo duro. Lo más feo que me tocó una vez fue cuando me ataron con un collar.
Sesshomaru sintió el frío recuerdo en su cuello, se contuvo de querer tocar su garganta. En cambio su rostro no mostró emociones, siguió escuchando.
─ ¡Papá me tuvo atado durante días! ¡No sabes lo humillante que fue! O bueno... seguramente lo sabes.
Los escalofríos recorrieron la piel de Sesshomaru a medida que avanzaban la conversación.
─ Realmente no entiendo de que hablas. ─ mintió.
─ Pues del collar que tenías el otro día. Yo se que es humillante por eso nunca te pregunte que es lo que habías hecho para que te castigaran. ¿Fue papá, verdad?
─ Si, es verdad. ─ confesó. ─ Tu Papá me lo regaló. Yo no hice nada malo. ─ Soltó, sin ninguna mentira en sus declaraciones. ─ En realidad, es un adorno.
─ ¿Me estás jodiendo? Si eso se usan para los castigos.
─ Puedes ir a preguntarle. ─ dijo subiendo sus hombros, como si no le importara. Dio la media vuelta y paseó entre los pasillos y los estantes.
─ Ahg. Da igual. ¡Tengo cosas más importantes de las que preocuparme! ─ respondió Inuyasha, siguiendo a su hermano mayor.
─ ¿Ah, si? ¿Como cuales?
─ ¡No puedo quedarme sin hacer ni saber nada! Estoy frito...
─ ¿Entonces realmente te importan tus deberes? ¿Te interesa aprender o solo no quieres ser castigado?
─ ¿Las dos cosas?
Sesshomaru rió por lo bajo mientras negaba con la cabeza. En lo que buscaba con la mirada algún título que le llamara la atención, dejando a Inuyasha atrás. En silencio, hasta que la pequeña bestia habló.
─ Quiero ser como tú.
Esa frase lo dejó congelado en su lugar. De repente lo ve claro, una puerta abierta. Decide dejar que la serenidad vuelva a su rostro consternado.
─ ¿En que sentido?
─ ¡No hace falta que te explique! ¡Eres fuerte, eres inteligente! ¡Eres poderoso! ¡Eres todo lo que no soy!
─ Quieres acercarte a esa imagen que te dieron de mi... ¿Verdad? Seguramente esta no es la primera vez que Chimoru te habla sobre de mi.
Inuyasha asintió con la cabeza.
─ Cada vez que papá no está, hace lo mismo. Me lo reprocha todo el tiempo. Siempre me comparó contigo. Una vez me llamó ser inferior.
A Sesshomaru le encantó a donde iba todo, justo como lo quería, encontró lo que vino a buscar. Inuyasha cayó redondo a sus manos. Se abstuvo de sonreír una vez más.
─ Él es el ser inferior. Siempre lo será. Como todos. Aquellos que estan celosos de tu posición y del poder que puedes llegar a obtener. Por qué es a ti a quien escogí para que tomara mi lugar. ─ Dijo con voz engatusadora como una prueba, a ver si le funciona.
─ ¿En realidad lo hiciste? ─ los ojos de Inuyasha comenzaron a brillar, casi cristalinos. ─ En algun momento creí que eso era un invento de papá solo para hacerme sentir mejor.
─ Eres muy afortunado por tenerlo como padre. De no ser así, no quieres imaginar a dónde acabaría alguien como tú... un mitad bestia. ─ enfatizó la palabra en un susurro mientras se inclinaba hacía él. ─ Tienes mucho que aprender.
Funcionó.
...
─ Tómame... tómame ¡Pero no me mates! ¡Te lo suplico! ─ una jovencita lloró, tumbada en el suelo.
Era un castillo humano, todos sus soldados habían sido asesinados, junto a los señores feudales de aquel castillo. La jovencita era la princesa del castillo, la única sobreviviente.
Vestía de las más hermosas tunicas, junto a joyas del más alto estándar.
Inu No Taisho le calculó entre dieciséis y dieciocho años de edad, la edad ideal para casarse. No paraba de llorar de miedo de hipar. Temblaba a sus pies.
─ Desnudate. ─ Inu No Taisho le ordenó.
Con mucha dificultad, la joven se desató el cinturón de su vestido, dejándolo suelto, con mucho pudor fue sacándose capa por capa hasta llegar a la última.
La tiara en su cabeza se desacomodó al punto de caer de su cabeza haciendo un ruido sonoro.
El demonio la tomó entre sus manos.
Era una bonita pieza, caracterizaba la feminidad y la inocencia de aquella princesa. Bañada en oro, adornada con piezas de piedras preciosas. Alzó su vista y por un momento lo vio a él.
A su mascota favorita, enseñando su blanco cuello listo para ser mordido, para ser reclamado. Su larga cabellera de plata, su palida cara manchada de rubor, su mirada lasciva, listo para rogar por más.
Parpadeó, se encontró con que lo había imaginado. Pero Sesshomaru no estaba ahí. Gruñó de decepción. La chica era carne fresca, sin embargo, simplemente no se le apetecía. Si era sincero, no despertaba nada en él. Ni una chispa, nada. Culpaba a su estado de humor.
Acarició la tiara en sus manos. Imaginó cómo se vería Sesshomaru con ella puesta. Le gustaría averiguarlo.
Dejó que sus seguidores devoraran a esa chica en su lugar, mientras se retiraba del castillo, que próximamente quemaria, solo por el placer de verlo arder.
No quedó nada más que cenizas. Quizás aquel adorno que Inu No Taisho guardó fuera la excepción.
Aún le quedaban varios días afuera, no podía olvidar la razon por la que habia salido en primer lugar. De paso, buscar nuevas brujas, con más experiencia en el ámbito mental. Alguna que pudiera tratar a su mascota para mantenerlo tranquilo, pasivo, obdediente.
Sin embargo, debía de admitir que se había aburrido bastante rápido cuando su pequeño simplemente acotaba a todas sus órdenes. Era tan atractivo cada que se revelaba. Quizás esa era la emoción, la emoción del desafío, domarlo, conquistarlo. Quizás lo que esperaba era un intermedio. Que avivara el fuego cuando disminuyera en la calma. Que ardiera todavía más y más cada vez.
¿Qué es lo que exactamente le gustaría? Esa era la pregunta a responder en lo que duraba su viaje.
En medio de su abstinencia, anhelando de nuevo tener en sus manos su piel. Suspiró por el pensamiento. Tiene que dejar de imaginar cosas.
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